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El arca de dios cautiva es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.
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Seitenzahl: 54
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
El arca de Dios cautivaCover image: Shutterstock Copyright © 1673, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499797
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Tocan cajas y trompetas y sale la Idolatría con corona de laurel, espada, plumas y bengala
Idolatría Desusado portento,
baldón de la común naturaleza,
en quien tal vez ociosa la grandeza
es su falta la sobra de su augmento,
desusado portento, 5
espúreo hijo del odio y de la guerra,
pasmo del fuego, asombro de la tierra,
susto del mar y escándalo del viento,
caos racional, pues de uno a otro elemento,
el fuego tiene, para más desmayos, 10
en tu ceño la forja de sus rayos;
la tierra sus temblores, cuando en ella
agobia un nuevo monte en cada huella;
su breve espejo el mar, si en él te miras;
su corta esfera el aire, si respiras; 15
siendo todo, a un bostezo de tu aliento,
ojeriza del alto firmamento,
de quien huyen medrosas las estrellas
temiendo que, a roballas o a rompellas
cuando a la cumbre subes, 20
deslustras flores y coronas nubes.
Desusado portento
(otra vez lo repita y otras ciento),
de quien... mas ¿para qué te habla por señas
mi voz, pues todas te vendrán pequeñas 25
si ajustarlas procura
al disforme embrión de tu estatura?
Y así, porque tu nombre sólo asombre,
callen tus señas, dígate tu nombre,
valiente Goliat, a cuya fama 30
es corto ámbito el orbe.
Sale Goliat
Goliat ¿Quién me llama,
voz dando y cuerpo a mi confusa idea?
Idolatría ¿Quién quieres, di, que sea
quien a la luz de pavorosa llama,
que el pecho hiela, el corazón inflama, 35
te hable en representable fantasía
que no sea tu misma Idolatría?
Yo soy aquella deidad
a quien dio altar, culto y ara
en Babilonia de Belo 40
la adoración de una estatua.
¿No acaso allí nací, en tiempo
de Abraham, un patriarca
a quien, padre de creyentes,
el pueblo de Israel aclama? 45
Dar a entender que nací
a oposición suya (a causa
de que, si hay quien un Dios crea,
quien crea muchos dioses haya),
dígalo el que desde Belo 50
de un ídolo en otro nazcan
Bel, Bahalín, Bal, Belfegor,
cuya primitiva infancia,
haciendo la consecuencia
a tantas naciones cuantas 55
contiene el orbe, creció
a multiplicidad tanta
que, por el número inmenso
con que me adoran extrañas
gentes, la gentilidad 60
me nombra la antonomasia
de los que en su culto austeros
sienten ver que, en mi alabanza,
contra un Dios suyo, los míos
de treinta mil dioses pasan. 65
De esta, pues, inumerable
tropa de imágenes varias,
que tal vez el bronce animan,
tal el oro, tal la plata,
y tal el leño, la piedra 70
o el barro (que no hay tan baja
materia a quien reverente
no supla el celo la falta),
la que me envanece más,
más me ilustra, más me exalta, 75
es la de Dagón, por ser
la que el filisteo idolatra
en dos especies, mostrando
que domina tierra y agua;
medio cuerpo ninfa y sol, 80
medio cuerpo pez y escama,
a imitación de sirena
que con sus voces encanta;
bien que tal vez me perturba,
me asusta y me sobresalta 85
la etimología del nombre,
porque Dagón en la hebraica
lengua el trigo significa,
y esto de trigo me causa
no sé qué pavor, no sé 90
qué miedo, qué horror, qué ansia;
pero en vano, cuando vuelven
los ojos mis confianzas
a que seas, Goliat,
tú el general de mis armas. 95
Y así, en aparentes sombras
de iluminados fantasmas,
hoy a valerme de ti
vengo con mayor instancia,
porque en mi mayor empeño 100
con mayor esfuerzo salgas.
Ese pueblo de Israel,
que ha tantos años que vaga
peregrino y forajido
por las ásperas estancias 105
de los desiertos, habiendo
llegado a las cumbres altas
de Filistín, y tú en ellas
defendídole la entrada
con tantas vitorias como 110
ellos lloran y tú cantas,
viéndose de ti vencido
en esa última batalla
de los pedriscos de Afebe,
y que rotas sus escuadras, 115
desbaratadas sus huestes
la fuga los desengaña,
de que contra tu valor
humanas fuerzas no bastan,
valerse de las divinas 120
solicita, y así traza
que el arca del Testamento
al ejército se traiga.
Preguntarás qué arca es ésta,
y diréte yo que el arca 125
del tesoro de su Dios,
que en los desiertos de Amara
de los cedros de Setín
labrar a Moisés le manda,
su arquitectura en medidas 130
al arte proporcionadas.
Regulares sus adornos
son, que oro puro la esmalta
por de dentro y por de fuera,
con cuatro ángulos que abrazan 135
sus cuatro esquinas, y dos
querubines, cuyas alas,
volando unas y cubriendo
otras los cuerpos, son basa
de una corona que sobre 140
su cúpula se levanta;
su tabernáculo, como
al fin tienda de campaña,
portátil fue hasta llegar
a Siló, donde hoy descansa. 145
También me preguntarás
ahora qué tesoro guarda,
y también te diré yo
que es lo primero la vara
de los prodigios, que en sangre 150
tiñó del Nilo las aguas,
y la que, después de haber
cubierto a Egipto de plagas,
abrió las del mar Bermejo;
a quien se siguen las Tablas 155
de la Ley, que, según cree
su pueblo, en la dura plancha
de un mármol, buril el dedo
de Dios esculpe y estampa.
No aquí, pues, para el tesoro, 160
que a vara y ley acompaña
una urna del maná,
que en menudos granos cuaja
o bien de la aurora el llanto
o bien la risa del alba, 165
cuando en manteles de nieve,
sobre mesas de esmeralda,
fue el banquete de su Dios
neutral sabor de viandas.
Tal es el arca y tal es 170
el tesoro a quien consagran
(como en prendas de que sean
sus misteriosas alhajas
visos, sombras y figuras
del venturo Dios que aguardan) 175
las víctimas, los cuchillos,
las súplicas y las gracias.
Y como tan sólo en ella
tienen toda su esperanza
han dispuesto (como dije) 180
que al ejército se traiga,