El arte de vivir - Pablo C. Bazzano - E-Book

El arte de vivir E-Book

Pablo C. Bazzano

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Beschreibung

Una aventura extraordinaria y conmovedora sobre los momentos decisivos de la vida y de cómo los libros pueden ayudarnos a sanar heridas, a tomar decisiones y a cambiar de rumbo. Andrés cree tenerlo todo: dinero, amigos, una novia modelo y noches interminables de fiesta. Pero cuando el frenesí de alcohol, drogas y placeres superficiales pierde su brillo, se enfrenta a una crisis existencial que lo empuja a replantearse cada aspecto de su vida. En una lucha entre el vacío y la búsqueda de sentido, emprenderá un viaje de autodescubrimiento que lo obligará a tomar decisiones drásticas. El arte de vivir es una historia de caída y redención, de sombras y luces, que nos recuerda que el mayor desafío es enfrentarnos a nosotros mismos.

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Seitenzahl: 195

Veröffentlichungsjahr: 2025

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PABLO C. BAZZANO

EL ARTE DE VIVIR

Bazzano, Pablo C. El arte de vivir / Pablo C. Bazzano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6226-5

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Capítulo I - El principio del fin

Capítulo II - El despertar

Capítulo III - El inicio

Capítulo IV - La proeza

Capítulo V - El descubrimiento

Capítulo VI - El primer libro

Capítulo VII - Un cierre

Capítulo VIII - Continuar

Capítulo IX - El segundo libro

Capítulo X - El fin del principio

Para mis hijos Agustina y Juan Pablo, por enseñarme a cada instante

lo importante que es el amor. Dios los bendiga.

Capítulo I

El principio del fin

“Dentro de cada persona hay un gigante dormido. Cuando se despierta el gigante pasan cosas maravillosas”.

Frederick Faust

Eran las 15 horas del domingo 9 de noviembre, cuando me encontraba entrando a mi departamento, luego de un largo fin de semana. Sin sacarme la ropa me acosté, con el corazón latiendo muy rápido, el cuerpo tenso, dolorido y cansado, recordando todo lo vivido durante casi 40 horas, todo había empezado el viernes a la noche, en una juntada de amigos y mi hermosa novia modelo; empezamos con unos tragos, algún que otro cigarrillo de marihuana, juegos, música y baile, cuando de repente un amigo saco unas pastillas y cocaína, siempre me había negado a consumir ese tipo de drogas, que eran habituales en los ambientes que frecuentaba, pero la insistencia de mi hermosa novia, me pudo, ¡y probé! Que era lo que probé, no sé, una mezcla de una pastilla molida con cocaína que aspirábamos, y entre risas, música y parlotearía, el tiempo paso sin darme cuenta, ya eran como las 3 de la madrugada del sábado cuando decidimos salir de mi departamento camino a un boliche que está cerca de un gran y hermoso cerro de mi ciudad, en ese momento estaba como en una nube, veía y sentía como nunca, me sentía un ¡dios! Invencible, elocuente, vivaz, y con una fuerza arrolladora.

Al ingresar al boliche, todo el mundo me saludaba, era muy conocido al igual que toda la gente que me rodeaba, era el centro de todo, mi novia al ser conocida por su profesión de modelo, atraía todas las miradas, y yo que “aparentaba” ser un exitoso empresario y de tener mucho dinero, pagaba las bebidas de todos, sean conocidos o no, por ese motivo estaba rodeado de gente que me adulaba, enaltecía, y en el estado que me encontraba, a esas alturas, sin duda, me sentía el mejor o, mejor dicho, era el mejor.

Bailamos y saltamos con frenesí, el denso humo del ambiente me parecía a nubes que me acariciaban y me elevaban por encima de todos, las luces un sinfín de cometas que podía tocar y volar con ellas en danza, la música: una orquesta de parlantes, cables y circuitos electrónicos, en donde YO soy el director, todos tocando para mí, bailando para mí, soy el amo y señor del lugar, y del mundo. No sé en qué momento todo aquel lugar se vistió de blanco intenso, tuve que ponerme los anteojos de sol y cerrar los ojos, vistiendo todo de oscuridad nuevamente y sin parar de saltar, una mano, suave y ardiente me guio, la fantástica fiesta había terminado, siendo ya el amanecer, y estando con una excitación y euforia única, gritaba, todo esto no podía terminar acá, salimos, subimos a mi Jeep y nos dirigimos a pedido de ella, la diosa al lado del dios, al cerro de mi ciudad, el mismo posee una ruta de ascenso a la cima con paisajes y valles únicos. Hicimos una parada técnica para comprar alcohol, cigarrillos y golosinas, y emprendimos la subida, viajamos por horas, contemplando aquel sublime paisaje, mientras consumíamos alcohol y drogas, a esas alturas ya no sabía que consumía, solo consumía y manejaba, la diosa impoluta a mis ojos, se ocupaba de abastecer mi cuerpo con todo, mientras yo, solo manejaba, que era como un flotar inerte, al mirar hacia un costado del precipicio, de aquel imponente cerro verde primaveral, solo veía el cielo, estaba al mando de una nave en piloto automático, parábamos cada tanto a observar el paisaje de aquel lugar maravilloso, a ver, efecto de las drogas, cosas que jamás había visto, formas en los árboles, en las nubes, en la tierra, en la nada, cosas que eran fantásticas, encima, la música de fondo del Jeep hacía que todo aquello fuera perfecto. Nos quedábamos por horas contemplando esa magnificencia creada por mí, al mirar hacia abajo, parado en la cornisa del cerro, dibujaba con mis manos el paisaje, creando aquel imponente encanto como un director de orquesta, era sin duda el creador de mi mundo.

Mi novia, un supuesto amigo con su novia, y otro supuesto amigo que apenas sabía su nombre, estaban en sus propios mundos, al hablarles de lo que me pasaba, solo me miraban, haciendo gestos exánimes con apariencia de monos, que me causaban mucha risa, risa, que solo escuchaba a través de aquellos cerros. Me senté en una pequeña pared de piedras, apostada al costado de la ruta como contención entre el precipicio y la misma, con mis pies colgando hacia el vacío, y me quedé inmóvil por mucho tiempo, sin noción del mismo, hasta que empezó a atardecer, era un momento extraordinario, sublime y maravilloso; ver de a poco aquel astro descender a mis pies, emitiendo los pocos rayos que le quedaban, esos destellos brillantes sobre las pocas nubes danzantes, generando las sombras de los árboles inmaculados debajo de mí, en aquel lejano valle dibujaban en un lienzo, su retrato perfecto, en paralelo podía ver ambos paisajes, el real y el espejado impreso, cuando de repente una voz surge como un relámpago sin aviso, preguntándome, ¿todo esto es real? Me asusté tremendamente, me desesperé, me sentí aturdido por aquella voz, me puse de pie como un resorte comprimido, me acerqué al Jeep y puse la música al tope, y empecé a bailar, a gritar, a saltar, no podía parar de moverme, me empecé a sentir incómodo, como que, había algo oculto en algún lugar que me estaba llamando, y que no quería escuchar, seguía haciendo cosas para tapar aquella voz.

El tiempo no existía, ahora, en mi mundo, que estaba dirigiendo desde un altar como un dios supremo, se estaba convirtiendo en un infierno, la magnificencia de mi creación, estaba desapareciendo, el cuerpo me sudaba y dolía, y aquella voz que no permitía hacerse escuchar seguía ahí, de repente, empezó a amanecer, el alba ya no era lo mismo que aquel ocaso perfecto, ya no teníamos nada, al contrario, los rayos del sol, ¡molestaban! el reino, mi reino estaba cayendo, y el dios, ya no era tal, se empezaba a parecer a una alimaña. Además, nos habíamos quedado sin alcohol y drogas, así que decidimos volver a la ciudad en búsqueda de más bebidas y drogas. En el descenso del cerro con la música a todo volumen, y todos en absoluto silencio y petrificados, y siendo el Jeep el único movimiento aparente, pude escuchar lo que aquella voz que provenía de mi interior, que intentaba decirme, ¡acá está tu vida, tu propósito, tus sueños!, ¡ven a buscarlos!, de repente perdí el control del Jeep, y chocamos contra una baranda lateral de la ruta, fue despacio, sin embargo, todos nos asustamos, bajamos del Jeep para ver el daño, pero, era ínfimo, nos quedamos un rato mirando el Jeep y todos me preguntaban qué había pasado, y mirábamos hacia el costado del precipicio, para ver que solo aquella pequeña baranda, separaba la ruta del acantilado. No quería contarles que había escuchado una voz, solo atiné a decir, me fui. Los rostros de grandeza que solíamos tener habían desaparecido, parecíamos monstruos alienados. Subimos al Jeep, subí el volumen y volvimos muy despacio a la ciudad. Eh tú... No te rindas sin luchar, escuchaba, era la música que estaba sonando, Pink Floyd, hey you. La piel se me rasgaba desapareciendo del cuerpo, dejándome la carne viva y que no paraba de picarme. Mientras sonaba esa canción mi cabeza estaba por estallar, ya no sentía esa voz interna molesta, pero la música me pegaba sin cesar, empecé a sentir desánimo, tristeza, desesperanza, insatisfacción, cansancio, no entendía qué sucedía, a esas alturas del mediodía, ya en la ciudad, no daba más, repetía una y otra vez esa canción, me di media vuelta mirando hacia atrás por medio de los 2 asientos delanteros, y vi a 3 seres moribundos tirados en la pequeña cajuela trasera del todoterreno, seres que ni conocía, no recordaba haberlos visto antes, les pedí de manera agresiva que se bajaran del Jeep, que obedecieron sin chistar, mi novia, tenía que volver a su casa porque habíamos apagado los celulares para aquella travesía, ese era nuestro trato, de igual manera, el mío se había quedado sin batería el día de ayer a la tarde, la miré, y tampoco la reconocí, estaba demacrada, la belleza física había desaparecido ante el estado decrépito que tenía, pude ver sus ojos a través de sus lentes oscuros, y estaban, como su labio inferior, caídos, debajo de los ojos y sobresaliendo debajo de sus anteojos, unas manchas negras, y le caía un hilo de baba sobre la unión de sus labios, y balbuceaba, un, qué sé yo. Me dirigí a su casa, que quedaba cerca de mi departamento, ambos con amplio silencio en el trayecto, llegamos, bajó del Jeep y sin saludarnos en el momento y dándome la espalda caminó a la entrada de su casa, giró apenas, en cámara súper lenta con la cabeza baja en lo que supuse era un saludo. Vi que la puerta de su casa se abría, era su mamá, puse la marcha y partí.

De a poco empezó a rasgarme una tristeza estremecedora, comencé a dar vueltas en mi cabeza y en la cama, además del mareo y los temblores que tenía en todo mi cuerpo, se me venían preguntas que jamás me había hecho, imágenes y recuerdos de todo tipo, reales y no reales, entre los reales: ¿Qué estoy haciendo de mi vida?, ¿estoy viviendo como quiero?, ¿estoy realizando mis sueños?, ¿soy bueno?, ¿por qué estoy acá, y ahora?, ¿tengo algún propósito en mi vida?, ¿soy feliz? Imágenes de mi linda infancia, mi familia, el daño que había perpetrado con mi indiferencia, con palabras desmedidas, con sarcasmo, con hipocresía, con mentira, con sed de venganza, con no escuchar a los seres que me aman, sobrevinieron los mayores temores que había sembrado en mis 23 años de vida, que eran carne viva, los sentía hasta en las uñas, me agarró un deseo de arrancarme la piel y la cabeza, de terminar la vida en un instante, no encontraba un anzuelo y nada positivo que me sacara de la depresión que empezaba a carcomerme lo poco que me quedaba hundiendo mi mente y mi cuerpo en un caliente desierto, en la que estoy mirando a todos lados sin nada más que la nada misma, sin encontrar el sentido a esto que llamamos vida: ¿Qué es la vida? Empecé a buscar esperanzas en mi pasado, sueños, anhelos, propósitos, algo que me sacara del estado decrépito en el que estaba cayendo, y no encontraba nada, solo desesperanzas y vida sin horizonte. Entre tanta retrospección me vi en el pasado, más joven, lleno de vida, deseos y pasión, brillante, sin que nadie me detenga, libre, ¿pero? ¿Qué pasó?, ¿cómo había llegado hasta acá?, a este instante, a este punto donde la vida no tiene sentido ni esperanza alguna, en donde, hace algunas horas atrás era el joven más cautivador, alegre, elocuente y admirado, lleno de “dinero” y grandeza, en donde me sentía el centro del mundo ¿Era realmente todo eso? ¿Toda esa vida era real? empecé a ver que todo lo que me rodeaba en mis días, de los últimos años era una simple alegoría de una juventud proyectada en copias, de una gran juventud, sin embargo, visualicé con claridad la mentira, la fantasía que vivía, creyendo que era realmente la vida, empecé a ver cómo malgastaba el corto tiempo, que es la vida, en noches de alcohol, sexo, drogas, con “amistades” en un mismo camino, tardes enteras de televisión y conversaciones vanas. Cuando de repente, vi formas en el techo y en las paredes de mi habitación que no estaban ahí, la cama empezó a moverse. En ese momento como un tsunami que arrasa todo a su paso, se acrecentaron los pensamientos negativos, y empecé a sentir en mi cuerpo un dolor inmenso, inexplicable con palabras y empecé a llorar sin parar, sin consuelo alguno.

Habían pasado más de 7 horas, ya había vomitado varias veces y el olor de la habitación era horrible, y seguía atado a los pensamientos negativos de vivencias realizadas y sobre el futuro incierto, cuando de repente entre tantas preguntas sin respuestas, surgió como por arte de la vida que pide a gritos un cambio, un recuerdo de algo que había sucedido días atrás. Soy estudiante de Ingeniería Electrónica, y teníamos un par de materias de esas que no hacen a los que estudiamos carreras duras, la materia es Ética profesional, detestaba esa materia, se cursa una hora a la semana, el profesor un hombre adentrado en edad, licenciado en Filosofía, dictaba su materia de una forma muy particular, haciéndonos partícipes de charlas éticas y filosóficas a través de pequeños textos que él entregaba en recortes de papel impreso, nos daba entre 10 a 20 minutos para que leyéramos el texto y meditáramos sobre lo que habíamos entendido del mismo, para luego dar nuestra opinión y así debatirlo entre todos, cabe aclarar que había participado muy poco en 7 meses que llevaba cursando esa materia, además, la fama del profesor y de su materia, era que todos aprobaban el curso, con un mínimo de participación, y yo como el mejor de los mediocres, daba lo mínimo e indispensable, además, lo particular del profesor, es que cualquier cosa que decíamos ¡estaba bien!, pero por algún motivo, razón, magia, arte, la vida, o lo que fuese, recordé el texto de la última clase:

Un asiático quiere examinar a un joven, para esto, lo pone en un estado de semi–hipnotismo, y le señala un cántaro que hay delante: ¿ves el cántaro? ¿Ves que tiene un agujero? ¿Y que por el agujero sale agua? ¿Ves cómo se forma un charco de agua alrededor? El joven empieza ya a ver el agujero y el agua que sale. Sin embargo, algo en él se contradice: “¡Pero, no es verdad!”. Y ¿qué hace? Al notar que es todo un engaño, se pone a decir la tabla de multiplicar, y ante sus ojos el cántaro vuelve a quedar entero y ya no se escapa el agua. El hombre dice: “Eres el primero que se ha resistido. Querría saber cómo lo has hecho; pero, naturalmente, no lo revelarás”. Cree que el joven dispone de fuerzas mágicas especiales para defenderse: Sin embargo, el joven no ha hecho más que discernir.

Y al final del texto, y como en todos los textos que el profesor entregaba, decía:

—Tómate el tiempo para pensar, cuanto mejor pienses mejor actuarás, porque pensar bien es crear.

Luego de recordar el texto, y aun sin comprender cómo había venido a mi mente aquel pequeño texto, y siendo incompresible para mí lo que realmente decía. No hacía otra cosa que preguntarme, ¿discernir qué?, y, quedé repitiendo una y otra vez ¿discernir qué? Hasta que aquella voz, que antes gritaba queriendo hacerse escuchar y que no hacía más que aturdirme, ahora era serena como un lago entre montañas al amanecer, apacible como una hoja al viento, y suave como la caricia de una madre, me dijo: “solo tómate el tiempo para pensar”. Sin entender en qué tenía que pensar, miré fijo al techo, cerré los ojos, y me quedé profundamente dormido.

Tómate el tiempo para pensar, cuanto mejor pienses mejor actuaras, porque pensar bien es crear.

Capítulo II

El despertar

“Todo cambio es duro al principio,desordenado a la mitad, y precioso al final”.

Robin Sharma

Un sonido entre cortado me despertó de un sacudón, aturdido me puse de pie, me resbalé al pisar el vómito esparcido por el piso y agarrándome de una mesita que tenía al lado de la cama, me quedé inmóvil hasta que pude entrar en conciencia, era el teléfono de línea que sonaba y sonaba, ya era de día, no sabía qué horas eran, pero el sol ingresaba a la habitación por la ventana a través de las pequeñas rendijas de la persiana exterior, sin clemencia, sin permiso, fuerte y penetrante. Agarrándome por las paredes del dormitorio, y pisando la ropa con la que me había acostado, la miré distante buscando el instante en el que me la había sacado, sin entender, solo moví la cabeza en signo de, no lo sé. Salí de la habitación al pasillo, que une el dormitorio principal y el baño con el living comedor, apoyado con el hombro derecho en la pared, tambaleando, llegué al teléfono y atendí.

—Hola...

—Andrés, soy Enzo, ¿pasó algo? –Enzo es mi primo, unos 20 años mayor que yo, excelente persona, ingeniero agrónomo, dueño de campos con plantaciones de citrus, y con una gran empresa empaquetadora de los mismos para su exportación. Me había dado trabajo, este mismo año, allá por el mes de febrero, se lo solicité, porque le debía dinero a mi tía, su mamá, y, además, necesitaba el trabajo no solo para devolverle el dinero a mi tía, si no por el nivel de gastos que tenía, y para continuar aparentando una vida súper exitosa (“Dueño” de una empresa de citrus, estudiante “brillante” y “millonario”). A pesar de que mi madre con gran sacrificio me enviaba grandes cantidades de dinero mes a mes para que simplemente estudiara (Ella creía en mí).

Con mi primo trabajaba mediodía de lunes a viernes de 8 a 13 horas, haciendo tareas administrativas, un trabajo súper sencillo, en donde él depositaba toda su confianza en mí, su anhelo, era que trabajara con él al 100% una vez que me haya recibido para hacer crecer la empresa, él veía un gran potencial en mí, ¡que yo no veía!

Mareado y balbuceando, respondí: –¿Qué hora es?

—Son casi las 11:30 horas, te estoy llamando desde hace más de una hora al teléfono celular y da apagado, por eso te llamo a este teléfono ¿te pasó algo? ¿Por qué no viniste? Te había pedido que abrieras el galpón a primera hora para que ingrese el camión, ya que yo tenía que ir al campo y no iba a poder ir a abrir –A pesar de mis largas noches diarias, nunca había faltado, incluso había ido sin dormir y alguna vez alcoholizado, pero nunca faltaba. Y conociendo a mi primo, él no estaba preocupado porque no había ido al trabajo, él estaba preocupado por mí.

Yo era un excelente mentiroso, él jamás, había notado mis desvaríos de vida.

—Lo siento, atiné a decir, se me fue la mano tomando. Me das un par de días, y voy así hablamos. –Por primera vez sentí decir la verdad, además de un gran alivio interior.

—¿Te puedo ayudar en algo?, me dijo.

—No, no, gracias, necesito tomarme un tiempo para pensar.

—Ok, cuenta conmigo. –Me dijo. Y cortó.

Desenchufé el teléfono de línea, la cabeza parecía que me estaba por estallar, di media vuelta y busqué el teléfono celular, para re comprobar que no tenía batería, lo miré por lo que para mí fue una eternidad, pensando en enchufarlo y prenderlo para revisar los mensajes, pero no, algo me decía que para tomarme un tiempo para pensar tenía que desconectarme, regresé a la cama, con la mente en blanco, el corazón lento, la respiración profunda, y mirando al techo, sentí una leve sonrisa. Y ya, sin rodeos, volví a quedarme profundamente dormido.

De repente, un estruendoso golpe me despertó, con los ojos abiertos, en absoluta oscuridad, me quedé inmóvil, en total alerta, esperando el próximo golpe, de repente sentí varios golpes más pequeños que retumbaban por el pasillo, me incorporé sin problema, encendí la luz de una lámpara apostada en la mesita al lado de mi cama, salí al pasillo, y comprobé ya con plena conciencia, que tocaban a la puerta, ante la insistencia de los golpes a la puerta empezaron a llamarme por mi nombre. Ya sabiendo quién me buscaba, me acerqué a la puerta, sigiloso, miré por la mirilla para reconfirmar quién era, era ella, mi novia, a su costado una amiga y un hombre que no conocía. Apoyé la espalda contra una pared lateral a la puerta principal, me encorvé agarrándome la cabeza desde las sienes con las palmas de la mano y recorriéndolas hasta el mentón pasándolas por toda la cara, cuando las manos despejaron mi rostro, y con la poca luz que ingresaba por el ventanal del living, visualicé la hora en un reloj que tenía en una pared lateral del living, eran las 22:20 horas. Los golpes seguían, y empezaron a aturdirme. Decidí responder desde atrás de la puerta, sin pensar en abrir, por el momento.

—¿Quién es? –dije, haciéndome el desentendido de quién era.

—Amor, soy yo. Abrí, trajimos algo para tomar y unas pizzas, –y acercándose a la puerta, en voz baja, dijo: –Y traje unos fasitos (cigarrillos de marihuana), así la pasamos lindo, vine con Marcela y su nuevo chico.

Laura, mi hermosa novia modelo, dos años mayor que yo, con su metro 78 centímetros de altura pelo lacio castaño, ojos azules turquesa, nariz respingada y cuerpo perfecto. Trabaja como promotora para distintas empresas, sobre todo marcas de ropa e indumentaria femenina de mi ciudad, además la contratan de bares y boliches para hacer desfiles, y “presencias” sobre todo en salones vip, en donde se juntan la clase social adinerada y famosa de la ciudad, pero en realidad la contrataban, para seducir a hombres para que consumieran y pagaran muchas bebidas, ella aceptaba sin problemas esto, el pago es excelente solía decirme, además de tomar bebidas y drogas gratis toda la noche, le pagaban. Este trabajo lo hacía de jueves a domingos. Ella no salía con nadie, solo bailaba y consumía lo que esta gente “VIP” pagaba.