Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
La historiadora Trinidad Simó visita de nuevo el Cabanyal, 40 años después de dedicarle en su tesis doctoral el apartado «El modernismo valenciano popular». Tal y como hizo en los años 70, en este recorrido la acompaña el fotógrafo Francesc Jarque. A través del texto y las imágenes, el volumen pretende dejar constancia de cómo está el barrio en la actualidad, teniendo en cuenta todos los cambios producidos en 40 años. Sin duda el barrio sigue vivo, la trama urbanística es la misma, continúan en pie muchos edificios que le dan carácter, y la calle, aunque con muchos más coches, continua siendo el lugar de vecindad, donde se habla, se intercambian opiniones, se mira y se toma el fresco. El volumen repasa la historia del Cabanyal, desde su origen como barrio marinero en el siglo XVIII, hasta la más reciente actualidad de resistencia y lucha.?
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 110
Veröffentlichungsjahr: 2014
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
EL CABANYAL
UN BARRIO PATRIMONIAL A REHABILITAR
2013
FOTOGRAFÍAS DE FRANCESC JARQUE BAYO
CON LA COLABORACIÓN DE ANDRÉS JARQUE
TEXTO DE TRINIDAD SIMÓ
AGRADECIMIENTOS:
A Maria Villora, cabanyalera, habitante entusiasta del Cabanyal, que nos acompañó a Francesc y a mí, con mal tiempo y buen tiempo, a menudo bajo un sol estival que caía a plomo, a descubrir muchas obras hermosas y detalles deliciosos. Y que, más tarde, con un trabajo importante, nos ayudó a situar varias de las fotografías realizadas.
A Mota Soldevilla y José Francisco Herrero, residentes en el Cabanyal por que les gusta, y que también nos ayudaron con bibliografía, cartografía, discusiones y amistad, y nos animaron a hacer este trabajo.
Y finalmente al Vicerrectorado de la Universitat de València, sin cuya confianza y apoyo este trabajo no hubiera podido salir a la luz.
© De las imágenes: Francesc Jarque Bayo
© Del texto: Trinidad Simó
© De esta edición: Universitat de València, 2013
Universitat Politècnica de València, 2013
Diseño y Maquetación:
Celso Hernández de la Figuera y Gómez
ISBN: 978-84-370-9340-6
Edición digital
A todos los habitantes del Cabanyal Canyamelar, gente brava y tenaz, que siempre han luchado contra viento y marea, contra los temporales, el mar y las inundaciones, dejándose la vida muchas veces en tiempos pasados y no tan lejanos. Y ahora, en pleno siglo XX, tienen que pactar y luchar con su propio poder municipal.
A todos ellos, vaya nuestro afecto y admiración por delante.
INTRODUCCIÓN
Motivaciones.– El largo rectángulo.– Nuestro patrimonio.– Aclaraciones terminológicas.
SIGLO XVIII
SIGLO XIX
El puerto y sus repercusiones.– La retirada del mar– Entre dos vías.– La atracción de los baños de mar.– La gente del Cabanyal.– El viejo pescador.– La tormenta.– Sorolla y Blasco Ibáñez.– Blasco Ibáñez y el Cabanyal.– La ironía.– La Marina Auxiliante y el Progreso Pescador.– De nuevo, un gran incendio.– La barraca.– La propiedad actual.– La trama urbana.– Proporciones y medidas.– La Semana Santa marinera.– El cólera.– La anexión de los Poblados Marítimos.– La vecindad.
SIGLO XX (1900-1931)
El silencio sobre Blasco Ibáñez.– La Cooperativa y el Refugio.– Los Asilos: San Juan de Dios y La Malvarrosa.–El Asilet y la antigua Casa dels Bous de la Marina Auxiliante.– La Casa dels Bous, la Lonja de Pescadores y el Casinet del Progreso Pescador.– Mejoras importantes.– Adiós a los bueyes.– La playa se transforma.– El arte popular.
LA REPÚBLICA (1931-1936)
La Piscina de Las Arenas.
LA GUERRA 1936-1939
LA DICTADURA FRANQUISTA (1939-1975)
Años de posguerra (1939-1955).– Años posteriores (1955-1975).– La riada del 57.
EL PRESENTE
Acoso y resistencia.– Crónica de una lucha anunciada.– Tinc 100 anys.
SELECCIÓN DE ARTÍCULOS DE OPINIÓN
ALGUNA COSA MÁS
La cohesión social.– Añoranzas.
BIBLIOGRAFÍA
Por los años 70 redacté mi tesis doctoral sobre la arquitectura de Valencia, que abarcaba desde las últimas décadas del XIX hasta las primeras del XX. En el capítulo que trataba del modernismo había una parte dedicada al Cabanyal que denominé «el modernismo valenciano popular».
Recuerdo –y hace ya 40 años– a Francesc Jarque y a mí recorriendo las calles, dejándonos llevar por el propio placer, él tomando fotografías y yo apuntes. Ambos estábamos entusiasmados, y él me insistía en la idea de que lo popular ha sido siempre en gran parte ignorado.
Preguntamos a unas personas que estaban sentadas en la calle junto a la puerta de sus casas tomando el aire fresco que venía del mar –era mitad tarde–, cómo se habían hecho esas casas, por qué. Nos contestaron que fue en una época en la que se construyeron tres grandes obras en Valencia, la Estación de Norte (1906-1917), el Mercado Central (1910) y el Mercado de Colón (1915), las cuales marcaron un punto de inflexión, de avance tecnológico y de modernidad estética en la ciudad. Varios de los obreros que trabajaron en alguna de ellas eran del Cabanyal, y eso influenció fuertemente su gusto. Ellos hicieron una recreación (como lo son todas las creaciones, por otra parte) viva, diversa, colorista y alegre. De manera que allí estaba su ciudad, o una parte de ella, representada de una forma que imprimía a su barrio –el Cabanyal– ese nuevo gusto. Lo trabajaron en técnicas diversas: azulejos de diferentes tamaños, formas y colores colocados de manera distinta: damero, diagonal, trencadís, mosaico etc.
CALLE ESCALANTE, 262
Todas las tonalidades tienen cabida en el Cabanyal, pero sobre todo el azul y el verde, los colores del mar. El clasicismo y cierto toque árabe se mezclan.
La memoria estaba ahí, y perduraría mientras las casas se mantuvieran en pie. Un verdadero arte popular, hecho para el pueblo y por el pueblo, personalizado, pues eran sus propias casas las que estaban construyendo o meramente revistiendo las fachadas, con sus características de ingenuidad, espontaneidad y metáforas sencillas y directas.
En 2011, de la mano del mismo fotógrafo, ahora viejo amigo, recorrimos de nuevo el Cabanyal. Jarque me dijo ¿por qué no vamos y lo vemos detenidamente de nuevo? ¿No deberíamos dejar constancia de todo esto ahora que la alcaldesa ha dicho que no está dispuesta a rehabilitar sino a derribar? Entendí que tenía razón. Fuimos. Nos pusimos a trabajar.
Indudablemente constatamos cambios. Cuarenta años son muchos, pero quizá ese paso del tiempo puede darnos una perspectiva en cierto sentido interesante. En líneas generales el barrio está peor, mucho más deteriorado en algunos puntos, con algún solar fruto de derribos. No, no está como antes.
Pero su pulso sigue vivo, su especialísima trama urbana es la misma, existen todavía en pie muchos de los edificios que le dan carácter, y la calle, aunque con muchos más coches, continua siendo el lugar de vecindad, donde se habla, se intercambian opiniones, se mira y se toma tranquilamente el fresco. Sin embargo, hay un elemento que se ha introducido, el televisor, y eso sí, como en todos los hogares del mundo, debilita la vecindad.
Lo que vamos a nombrar desde ahora para simplificar, el Cabanyal, es una larga cuadrícula con calles paralelas al mar cortadas por otras de menor longitud, las travesías, que van a morir a la playa. Las manzanas son rectangulares, divididas en pequeños solares donde se asientan las casas de los pescadores. Éstas a menudo dan a dos calles. Las travesías, un poco más anchas, van desde el oeste al este y siguen el curso de las viejas acequias.
En realidad son tres barrios los que conforman el conjunto: de sur a norte, el Canyamelar (llamado así porque antes se cultivaba caña de azúcar o cáñamo), el Cabanyal (cuyo nombre viene de las cabañas) y el Cap de França (ya que a los pescadores les parecía lo más lejano, cerca ya de Francia). En cuanto a las vías perpendiculares al mar, en un principio accidentes naturales, estaban, también, de sur a norte, El Riuet, ahora calle Mariano Cuber, la sèquia d’en Gasch o del Gas, que da paso al Canyamelar, ahora avenida del Mediterráneo, la sèquia de Pixavaques o de Los Ángeles, ahora calle Pintor Ferrandis, donde se asienta el Cabanyal, y la sèquia de la Cadena, ahora calle Remonta, que inicia el Cap de França.
CARTOGRAFÍA
Los comienzos de los asentamientos, aunque quizás taambién podamos remontarlos a mucho antes. Cartografía militar de 1808.
Fuente: Herrero et al., «Cartografía histórica de la ciudad de Valencia. 1704-1910». p. 42.
CARTOGRAFÍA. AÑO 1877
El largo rectángulo. Aquí se ve claramente el Cabanyal: hileras de casas frente al mar... pero encerradas entre dos líneas de ferrocarril en esta época.
Fuente: Herrero et al., «Cartografía histórica de la ciudad de Valencia. 1704-1910». p. 100.
El Cabanyal tiene dos playas, las Arenas y las Termas Victoria, que coinciden con los dos
antiguos balnearios y, más al norte, en una gran superficie, ahora muy conocida y popular, la Malvarrosa.
Creo que a estas alturas, toda la gente de buena voluntad, que se siente nacida y arraigada en el País Valenciano, y sobre todo los que son de Valencia capital, saben que el Cabanyal (el Canyamelar, el Cabanyal y Cap de França, que como habíamos dicho ya desde ahora llamaremos el Cabanyal, aunque los que viven allí continúan, cuando hablan entre ellos, puntualizando cada una de sus partes) forma parte de nuestro patrimonio, el cual debemos proteger y ayudar. Y, si se me apura, diré, como Juan Cruz, que por sus características irrepetibles es «patrimonio de Valencia, de España y de la civilización popular y mediterránea que simboliza».
Según callejeros y datos antiguos, la actual calle José Benlliure, primero se llamó calle Mayor y después calle San Telmo; la calle de la Reina se denominó calle de la Libertad; la del Progreso, calle Nueva. La calle transversal, llamada ahora avenida de Mediterráneo, era la sèquia d’en Gasch o de Gas; la calle Escalante, Amparo Guillem; la calle Pintor Ferrandis era la sèquia Pixavaques, más tarde la de los Ángeles; y la actual travesía de la Remonta, sèquia de la Cadena.
Dudo que estos sean los únicos nombres alterados de las calles a lo largo del tiempo, pero sí son todos los que he podido comprobar hasta este momento.
En el siglo XIV Jaume I concedió unos privilegios a unos pescadores. Es quizá entonces cuando se puede pensar en el primer asentamiento de un pequeño grupo estabilizado muy cerca del mar, posiblemente al abrigo de alguna duna.
Pero el origen del barrio, con algunas irregulares alineaciones de calles, parece remontarse a principios del siglo XVIII. Esclapés nos habla de la obligación de abrir pozos en las casas, del comienzo de las cloacas, y de una parte de la posiblemente calle Escalante, la tercera vía paralela al mar contando desde el lado oeste. El valioso plano de 1796, realizado tras los incendios del mismo año, marca claramente las primeras alineaciones de barracas (alineaciones no perfectas, desde luego) y su extensión, desde el puerto hasta posiblemente la calle Remonta, con las acequias que las atraviesan y que van buscando el mar y cuyos nombres responden a El Riuet, D’en Gasch o Gas, Pixavaques o los Ángeles y La Cadena, quedando establecido ya el Canyamelar, el Cabanyal y el Cap de França, como hemos dicho ya. Se aprecia también, curiosamente, una mínima mejor disposición en la zona central, el Cabanyal.
En el mismo plano hay una propuesta, ésta en hoja supletoria, donde aparece un modelo: calles perfectamente alineadas, tres en este caso del Cabanyal, con unos bloques de viviendas alargados de sur a norte, aceras y dos plazas, una ovalada en el extremo norte y otra cuadrada en su centro, donde se ubicaría el mercado.
Los edificios, también representados en alzado, son de tres tipos: de planta baja y ático, y de dos plantas o de tres, todos ellos son iguales en cuanto a disposición de puertas y ventanas y perfectamente regulares. Se menciona que los vecinos de la ciudad vienen a tomar baños de mar durante el verano y deben ser acogidos en las casas de los pescadores.
Ninguna de estas disposiciones fueron llevadas a cabo, y los pescadores reconstruyeron como pudieron las barracas antiguas que se habían quemado a pesar de la orden de reconstruirlas de obra con el fin de prevenir los incendios, ya que la paja de la cubierta ardía muy fácilmente. Pero esto no se hará hasta el siglo XIX y tras otro gran incendio. Era evidente que los pobres pescadores no disponían de medios económicos.
Se edificó la ermita nueva del Rosario en tiempos del arzobispo Mayoral y, en la parte sur, en 1791, la ermita de los Ángeles. Ambas se convirtieron más tarde en iglesias. La torre de la ermita de los Ángeles tenía unos grandes focos que orientaban a los pescadores por la noche respecto a su posición en el mar. Carreras Candi dice que la ermita del Rosario, en la calle del Rosario, en aquel tiempo muy cerca del mar, presentaba dos grandes anillas de hierro en su fachada para amarrar las embarcaciones.
IGLESIA DE LOS ÁNGELES
Antes ermita. Tenía, tal como se dice en el texto, dos grandes focos que orientaban a los marineros del Cabanyal por la noche cuando estos se encontraban en el mar.
Por estas fechas, una serie de obras muy importantes se llevaron a cabo. La ampliación del puerto, que se inicia en 1752 pero que fue un largo, costoso, dubitativo y no regular trabajo debido a las dificultades que entrañaba: a mar abierto y sin ningún accidente geográfico que lo protegiera. Y el paseo de los Aliados, ahora avenida del Puerto. Construcciones muy importantes y que tendrán sus repercusiones en los Poblados Marítimos en el siglo XIX.
Finalizando, tenemos que tener en cuenta que la trama urbana, todo lo irregular que se quiera, queda ya iniciada o marcada en el siglo XVIII, ya que, como se ha dicho, el plano de 1796 nos lo demuestra. Por lo tanto es posible que podamos deducir que fue comenzada antes de este año.