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Desde la Conquista del territorio argentino por parte de los españoles en el Siglo XVI, el Camino Real al Perú fue la vía de comunicación que permitió la llegada, ocupación y poblamiento de las futuras provincias. San Miguel de Tucumán, fundada en 1565 en Ibatín, y luego trasladada en 1685 hacia el paraje de La Toma, lugar que actualmente ocupa, estuvo marcada por el tránsito del camino que unía el océano Pacífico con el Atlántico. Hacia el último tercio del Siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, se creó el sistema de postas que mejoró la comunicación y circulación a lo largo del camino. Con el tiempo las postas fueron los núcleos poblacionales alrededor de los cuales se formaron ciudades y pueblos de la actual provincia de Tucumán. En la década de 1870 llegó el ferrocarril al territorio tucumano, comenzando una nueva etapa en las comunicaciones de la provincia, reemplazando al antiguo camino y sus postas por vías y estaciones donde se desplazó la población. En la actualidad el antiguo camino fue reemplazado por las rutas nacionales que casi coinciden con la antigua vía.
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Seitenzahl: 211
Veröffentlichungsjahr: 2021
JESÚS MIGUEL MARTÍNEZ TORRES
EL CAMINO REAL AL PERÚ EN LA JURISDICCIÓN DE SAN MIGUEL DE TUCUMÁN
Editorial Autores de Argentina
Martínez Torres, Jesús Miguel
El Camino Real al Perú en la Jurisdicción de San Miguel de Tucumán / Jesús Miguel Martínez Torres. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-1068-6
1. Ensayo Histórico. I. Título.
CDD 982
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Prólogo
Un camino que permitió gestar ciudades y comunicar poblaciones; un eje proyectado para surcar el territorio y que fue trazándose legua a legua para articular esta extensa región americana del gran imperio hispánico. Así el Camino Real al Perú, en su extensión, fue enlazando los eslabones de una cadena de ciudades entre las que San Miguel de Tucumán nació y se desarrolló vinculada a las comunicaciones por esta vía.
El presente libro de Jesús Miguel Martínez Torres no sólo presenta el Camino Real como ruta de conexión en el vasto territorio, sino que nos propone también seguir un derrotero histórico de transformaciones en el transcurrir de las sociedades que le dieron vida con el comercio, las postas y el correo.
Al asomarnos con curiosidad a las páginas que siguen, reconocemos la ardua tarea de su autor dedicado a desentrañar los zigzagueantes trayectos del Camino Real y su evolución. Su constancia en la investigación le ha llevado a reconstruir las etapas en el desarrollo social y económico, las modalidades de los viajes, los itinerarios usados, las paradas en el camino y los protagonistas que dieron carnadura al ajetreo de las jornadas de troperos, carreteros, soldados y viajeros.
En su recorrido el autor nos conduce inicialmente por los “caminos incas” que surcaron los primeros conquistadores y sus expedicionarios al sur del Perú uniendo en sus campañas los valles con el llano tucumano. Luego nos encuadra en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán con aquél tramo del Camino Real al Perú que eludía los valles calchaquíes para circular con mayor seguridad ante el ataque de los pueblos originarios de la zona. Arribamos al siglo XVIII que encontró a San Miguel y su jurisdicción creciendo acorde a la multiplicación de los intercambios comerciales y la producción. La carretería y la fletería recibirían gran impulso y el comercio y la intermediación serían actividades muy lucrativas para muchos tucumanos de la época.
Los puestos de descanso y reaprovisionamiento comenzaron a ser ineludibles en las travesías hacia Buenos Aires o hacia Jujuy, Salta, Potosí o Chuquisaca. En relación a ello Martínez Torres indaga en la organización y funciones de las postas y correos puestas en funcionamiento hacia 1772 y esenciales para las comunicaciones especialmente en la época de las guerras de la independencia. Su investigación nos lleva a visitar las postas de la jurisdicción y a conocer los Maestros de Postas y correos, funcionarios borbónicos reclutados entre las destacadas familias tucumanas.
Finalmente, más de cien años después de la inauguración de las postas el ferrocarril iniciaba una nueva etapa en las comunicaciones de la región. Tanto el trazado de las vías férreas como las posteriores rutas, propias del siglo XX, acusarían su impacto en el devenir de aquellas poblaciones surgidas en torno a las antiguas postas.
Este libro presenta además en su Anexo un conjunto de significativa documentación y fuentes que, sin dudas, lo hacen un valioso y un verdadero aporte en la construcción de nuestra historia regional. A lo largo de sus páginas, el lector encontrará una contribución para entender el origen y la evolución de los núcleos poblacionales, hoy ciudades, de nuestro Tucumán.
María Lelia García Calderón San Miguel de Tucumán, enero de 2021.
Palabras preliminares
El presente trabajo surgió de la idea de poner en valor la vía de comunicación que permitió el transporte de los primeros conquistadores y luego colonizadores del territorio tucumano, en el contexto de la ocupación de este confín del Imperio inca para establecer una conexión entre el centro del imperio con capital en Cuzco y luego virreinato del Perú con capital en Lima, ubicado en la zona occidental (océano Pacífico) con la zona oriental (océano Atlántico) del territorio. En este contexto es que se fundaron ciudades conectadas por el llamado Camino Real al Perú. Esta vía fue fundamental para el comercio y la comunicación de esta parte del Imperio español con la metrópolis española.
San Miguel de Tucumán estuvo marcada desde sus orígenes en Ibatín (1565) por su carácter defensivo, ya que desde ella partieron expediciones militares con el objetivo de ocupar y controlar territorios, especialmente en los valles Calchaquíes. Luego de haber cumplido este objetivo, la ciudad debió ser trasladada al paraje de La Toma, en 1685, debido a que por este lugar era por donde pasaban el Camino Real al Perú y el comercio, además era necesario defender este paso de los ataques mocovíes, enemigos del llano.
San Miguel de Tucumán experimentó un desarrollo económico y social a lo largo del s. XVIII, especialmente en el XIX, gracias a la vía que lo conectaba con los centros políticos y económicos (Buenos Aires, Potosí, Lima) y con las ciudades vecinas (Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Córdoba). Lo mismo ocurrió con las paradas y luego postas, a lo largo del camino, y que dieron origen a poblaciones que con el tiempo se convirtieron en núcleos urbanos.
Para la elaboración de este trabajo se usó bibliografía referida directa o indirectamente al tema; también se utilizaron fuentes primarias depositadas en el Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán y mapas históricos del archivo y de la bibliografía consultada.
El método empleado fue descriptivo, es decir que se presentaron los orígenes del Camino Real y sus etapas de evolución y la formación del correo que fue estableciendo las postas en lugares estratégicos del camino para el aprovisionamiento y recambio de cabalgaduras. En dichos lugares se formaron núcleos poblacionales que hoy constituyen centros urbanos. O sea que el camino primero y luego el correo y sus postas favorecieron la formación y desarrollo de poblaciones dentro del territorio tucumano.
Introducción
La presencia de España en América estuvo marcada por la ocupación de territorio a través de la fundación de ciudades que fueron la base de la dominación política, militar y económica. Las urbes fueron un oasis en medio de vastos y peligrosos territorios y, para comunicarlas, se debió crear un largo camino que facilitara el comercio y la circulación de personas. Así comenzó a funcionar, desde fines del s. XVI, el Camino Real al Perú, este denominado así por ser el Perú, con Lima, su capital, el punto de partida del derrotero.
El camino al Perú atravesaba el sudeste de Perú, de norte a sur la actual Bolivia, antes denominada Alto Perú y el noroeste argentino (Jujuy, Salta, Tucumán y Santiago), Córdoba, Santa Fe, y terminaba en la ciudad de Buenos Aires que, fundada en 1580, tuvo un gran desarrollo en los s. XVII y XVIII hasta convertirse en la capital del territorio desprendido del virreinato del Perú: el virreinato del Río de la Plata.
Dentro de las ciudades del Río de la Plata, San Miguel de Tucumán era una urbe importante, ya que estaba ubicada en el paso obligado del camino que unía el océano Pacífico con el Atlántico. Además, San Miguel estuvo fuertemente vinculada a la provisión de productos manufacturados (carretas, cueros curtidos, etc.), cría de bueyes y mulas y el servicio de transporte de mercancías que circulaban por el Camino Real al Perú, principalmente hacia el centro minero de Potosí, pero también a las demás ciudades del virreinato.
El Camino Real, en su gran recorrido, tenía paradas para el descanso, aprovisionamiento y alimentación de viajeros y animales. En estas paradas había una población dedicada al aprovisionamiento de animales de tiro y artesanos para la reparación de carretas y diligencias que atravesaban el camino.
En el s. XVIII se organizó el correo estatal para mejorar la comunicación privada y oficial, con postas a cargo de empleados estatales llamados “maestros de postas”. Estos tenían funciones reguladas por el Estado, recibían un sueldo y eran, generalmente, los propietarios del lugar donde se establecían las postas.
Las postas, ubicadas a la vera de Camino Real, fueron el único medio de comunicación en todo un sistema que abarcaba casi todo el territorio dominado por España, permitía la conexión entre el interior del territorio con Buenos Aires que en el s. XVIII ya era un centro económico y político.
El Camino Real y sus postas fue utilizado por los ejércitos en la guerra de Independencia, para el traslado de los oficiales y la tropa, y también prestaron el servicio de suministrar comida, aprovisionar y asistir a los soldados.
La administración de correos sirvió, con sus carruajes oficiales, para el traslado de jefes y generales que pasaron por las postas de nuestra provincia tucumana.
El Camino Real y sus postas favorecieron la comunicación entre las distintas partes de la región rioplatense y permitieron la gestación y desarrollo de núcleos urbanos dentro de nuestro territorio, argentino y tucumano.
Hacia 1852 se reorganizó el Correo Nacional, según lo dispuesto por el director de la Confederación Argentina, estableciéndose un sistema de mensajerías con diligencias y mensajerías administradas por empresas privadas. Este sistema funcionó hasta la llegada del ferrocarril en la década de 1870, comunicando San Miguel de Tucumán con las distintas regiones del país, en forma regular todas las semanas del mes.
En el último tercio del s. XIX, el Camino Real fue reemplazado por la ruta de las vías férreas, que permitiría el transporte de personas y mercancías de forma más rápida y económica. Este nuevo medio de comunicación fue verdaderamente revolucionario, ya que dejó atrás la historia gestada desde la época de dominación española. Como legado, quedaron los poblados establecidos en las inmediaciones al Camino Real y sus postas, reemplazadas por estaciones de ferrocarril que, en muchos casos, se emplazaron cercanas a las antiguas postas del correo.
Posteriormente, ya en el s. XX, surgieron las rutas asfaltadas, por las cuales circularían los automóviles. Estas vías, en muchos casos, se ubicaron en las cercanías y, a veces, paralelamente al antiguo Camino Real que sirvió de base histórica vertebradora del sistema de comunicación de los transportes nacionales de nuestros días.
Origen y evolución del Camino Real al Perú en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán
El Camino Real al Perú fue el primer derrotero que atravesó el territorio de Tucumán. Posteriormente, nuevos caminos fueron creados para la comunicación de la población que crecía junto al aumento del comercio y las actividades económicas de localidades como Trancas y Monteros que, detrás de San Miguel de Tucumán, fueron las más importantes de la jurisdicción (Setti, 1968).
Se pueden establecer cuatro períodos fundamentales de la historia del Camino Real al Perú, según el desarrollo social y económico y la presencia de poblaciones que fueron los bastiones de la colonización moderna.
1.Desde 1542 hasta 1593
2.Desde 1593 hasta 1685
3.Desde 1685 hasta 1772
4.Desde 1772 hasta 1876
1.La primera ruta usada por Diego de Rojas y los hombres que lo acompañaron, en las campañas militares del sur del Perú, fueron los “caminos incas” que comunicaban el centro del Imperio ubicado en Cuzco con el Collasuyo, parte a la cual pertenecía el noroeste de nuestro país. El camino era vía militar que atravesaba la Puna jujeña y los valles Calchaquíes, con tambos incaicos ubicados estratégicamente cada tres o cuatro leguas castellanas (6368 km)1 para el descanso y aprovisionamiento de comida y agua a los “chasquis”, preparados para recorrer hasta catorce leguas diarias (72 km).
Los conquistadores, con Rojas a la cabeza, salieron de Cuzco, atravesaron Charcas y Tarija. Luego ingresaron a la Puna jujeña y valles Calchaquíes, siguiendo el derrotero inca. En Chicoana hicieron una parada para esperar al resto de la expedición. Por boca de los habitantes originarios, existía en el este una región rica en oro, por lo que Rojas se desvió del Arauco (Chile), en dirección a Santiago del Estero. Pasaron por Angastaco (actual San Carlos) y luego por el pueblo de los tolombones y por Gualaqueni, al sudeste de la actual Amaicha en los Zazos. Los expedicionarios pasaron por el Abra del Infiernillo hasta llegar a Tafí del Valle; luego ingresaron a la Quebrada del Portugués por su boca, circulando por el río Los Reales, afluente del río Pueblo Viejo. Los expedicionarios descansaron al este de Cañete, en la actual Florida. En 1543, Rojas marchó hacia la región de los juríes, ubicada en la actual Santiago del Estero, donde fue abatido por guerreros de este pueblo.
Nicolás de Heredia se hizo cargo de la expedición y retornó por el mismo camino de su jefe, hasta llegar cerca de Monteros, donde se abasteció, para luego retornar al norte, pasando por los Lules y por la actual San Miguel de Tucumán, atravesando Humahuaca y la Puna, luego al Alto Perú, en 1546.
Núñez del Prado fue el fundador de la primera población permanente en Tucumán y fue quien continuó el uso de la ruta, empleado por su antecesor, Rojas, en territorio del norte argentino. Partió de La Plata a Potosí, atravesó la quebrada de Humahuaca y los valles Calchaquíes, Chicoana; siguió la ruta de Rojas y llegó al llano tucumano cerca de Pueblo Viejo. Núñez del Prado intentó fundar una población aquí, pero, finalmente, lo hizo cerca de Escaba, al sur de Río Chico, en agosto o septiembre de 1550, con el nombre de Barco I (según Lozano). Otra probable ubicación fue la actual ciudad de Concepción (según Cabrera) o también, a diez kilómetros al sur de Ibatín (según Jaimes Freire). En junio de 1551, Núñez del Prado trasladó la ciudad (Barco II) al valle del río Quiriquiri, afluente del río Santa María. En 1552, por orden de la Audiencia de Lima, tuvo que trasladar nuevamente la ciudad (Barco III), esta vez al llano, en la margen derecha del río Dulce, a dos kilómetros al sudoeste del actual Santiago del Estero (capital).
En 1552, el gobernador de Chile, Valdivia, reemplazó a Núñez del Prado por Francisco de Aguirre, quien trasladó la ciudad al noroeste del río Dulce, llamándola Santiago del Estero.
Esta ciudad, hasta 1558, fue la única población española existente en la inmensidad que hoy es el territorio argentino.
Para conectar Santiago del Estero con la red caminera incaica, se hizo necesario fundar otras ciudades: Londres, sobre el camino a Chile, en 1558, en Catamarca; la segunda, llamada Córdoba de Calchaquí, sobre el camino al Perú, en 1559, en los valles Calchaquíes; la tercera, Cañete, en 1560, ubicada al pie del Aconquija, cercana al lugar donde fue fundado el Barco I en 1550. Las tres ciudades fueron destruidas por los indígenas del valle, encabezados por el cacique Juan Calchaquí, quien dio su nombre al valle.
De esta forma, Santiago del Estero quedó como única ciudad española, nuevamente en 1562.
En 1563, el conflicto jurisdiccional entre Chile y Perú se soluciona con la creación de la Gobernación del Tucumán, que dependía administrativamente del virreinato del Perú, con sede en Lima y judicialmente de la Audiencia de Charcas. Posteriormente, en 1565, al pie del Aconquija, se funda San Miguel de Tucumán, ciudad que perduraría 120 años, emplazada a la vera del Camino Real, que bajaba de los valles por la quebrada del Portugués.
En 1565, por mandato de Francisco de Aguirre, su sobrino Diego de Villarroel recibe el título de teniente gobernador, y la tarea de fundar una ciudad: San Miguel de Tucumán (1565). Esta facilitaría la comunicación desde los valles Calchaquíes hacia el resto del virreinato del Perú, con las ciudades del centro y litoral (Santiago, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires). San Miguel de Tucumán, en Ibatín, tenía el valor estratégico de encontrarse frente a la principal salida de las montañas, por donde el tránsito de soldados y comerciantes bajaba de la ruta real que atravesaba el Alto Perú, Puna, Humahuaca, valles Calchaquíes, hacia la ruta del llano que desembocaba en el Atlántico.
El Camino Real, recorrido por Rojas y Aguirre y descripto por el licenciado Juan Matienzo, oidor de la Audiencia de Charcas, fue el que usaron los españoles en el s. XVI. Este derrotero unía los valles con el llano tucumano, entraba a la sierra, frente a Amaicha, seguía por Tafingasta, donde estaba la Tambería del Inca; se dirigía al lugar donde estaba Cañete, por la quebrada hoy llamada del Portugués. Francisco de Aguirre avizoró que una ciudad fundada sobre el Camino Real a la salida de dicha quebrada serviría para controlar a los belicosos pueblos originarios.
Por La Ciénaga, ubicada al pie de cerro, pasaba el Camino Inca, que iba de Tolombón a Tafí. En este lugar estaba el tambo, que era la parada del camino, construida de pircas. Este derrotero estaba lejos del río y dominaba el valle, por lo que fue usado por los españoles para mayor protección. El camino de la Ciénaga es un cruce en donde, del lado de la derecha viniendo de Tolombón, se va a Londres. Por el otro camino se va a Cañete.
Actualmente, el cruce de caminos conduce, por la derecha, a Amaicha y, por la izquierda, a El Moyar.
Gualaqueni, según Carrizo, es el actual Moyar, ubicado a tres leguas de la Ciénaga, y a una legua de la Tambería del Inca, señalada por el oidor Matienzo, ubicada posiblemente, entre el río Blanco y Tafí, al sur de Gualaqueni.
Según Matienzo, desde la Tambería del Inca hasta la boca de la Quebrada, hay cinco leguas coincidentes; según Carrizo, con las cinco leguas entre Tafí y el abra al sur el Rincón de Las Carreras. A la altura de la boca de la quebrada, Matienzo menciona otro camino, posiblemente el que sigue el curso escabroso del río la Angostura, o bien, el que cruza la cumbre de La Ventanita, actualmente usado.
Matienzo menciona nueve leguas de la boca de la quebrada, a Cañete; siete, por medio de la quebrada. Al poniente de las faldas del Ñuñorco y a la altura del paso del Mato, hay dos leguas a Cañete, ubicada en San Miguel, en Ibatín.
Este itinerario fue el que realizó Francisco de Aguirre en 1565, al regresar de los valles a Santiago del Estero, derrotado y dolido por la muerte de su hijo, Valeriano. Para evitar los ataques de los diaguitas, mandó a su sobrino Diego de Villarroel a fundar San Miguel, en Ibatín (31/5/1565), ubicada a la salida de la quebrada, sobre el Camino Real, camino a Santiago del Estero.
San Miguel de Tucumán fue durante el s. XVI una pequeña aldea con pocas posibilidades de progreso, fundamentalmente por estar alejada del Camino Real al Perú, que se dirigía en nuestra jurisdicción hacia nuestra Señora de Talavera (Esteco el Viejo). Además, expuesta a los ataques de los belicosos lules. En 1582, cuenta Sotelo de Narváez, que Esteco tenía 50 vecinos encomenderos, mientras que San Miguel, solo tenía 25.
En el itinerario del oidor, licenciado Juan Matienzo, según la carta a Felipe II, del 2 de enero de 1566, el Camino Real partía de la ciudad de La Plata (actual Bolivia), atravesaba Humahuaca, los valles Calchaquíes, Chicoana, hasta la ciudad de Córdoba, despoblada por el alzamiento calchaquí. Desde este lugar, a los Tolombones y la Ciénaga. En este punto, el Camino Real se apartaba del Camino Inca, para dirigirse a la ciudad de Londres, y de esta ciudad, hacia Chile, por la cordillera en la Ciénaga, el camino se desviaba hacia el este y pasaba por Cañete y Santiago del Estero.
Se menciona a la Ciénaga, distante tres leguas de Gualaqueni, y de este Lugar, a la Tambería del Inca, cuatro leguas. Desde este punto a la boca de la Quebrada, había cinco leguas a Cañete. Había una distancia de siete leguas de Cañete al río Yomancuna. Desde este, siete leguas al paraje de Lules, y había seis leguas de allí a Tipiro, y otras cinco más, hasta Santiago del Estero.2
La ciudad de San Miguel de Tucumán, en Ibatín, a seis leguas del río Grande o Salí, luego del cual, más al este, se encontraba el Camino Real al Perú. La ciudad de San Miguel de Tucumán era una parada en el camino, para el descanso en alguna vivienda de la población o en la plaza, con cabalgaduras, acompañantes y equipaje.
En 1585, el gobernador de Tucumán, Ramírez de Velasco, ordenaba a las ciudades de la Gobernación a poseer un mesón donde los viajeros podrían satisfacer necesidades básicas como alimento, bebida y alojamiento. Existían en Ibatín pulperías que serían el equivalente a los bares de la actualidad, también estaba la posibilidad de conseguir o reparar monturas, calzados, trajes, sombreros, muebles, carretas, como también obtener el descanso, pastaje y la compra de animales de tiro, como bueyes, mulas y caballos.
La arteria principal era la calle real que circulaba de oeste a este desde el descenso de la quebrada del Portugués a la zona del llano, en dirección a Santiago del Estero.
Ibatín o Ebatín deriva de la voz tonocotés Eatym (chacra sementera de maíz, según el Tonocoté de Machoni). Tierra labrada, para los indígenas; y para los españoles, tierras de panllevar, tierra próspera, o sea tierra de promisión.
La ubicación de San Miguel de Tucumán en Ibatín se estableció según un profundo conocimiento del terreno del conquistador Francisco de Aguirre, el cual localizó la ciudad en el centro de la Gobernación de Tucumán, en el lugar bisagra, que separaba el llano de la zona de los valles, sobre el camino desde Lima hasta el Río de la Plata. El lugar donde se abandonaba la montaña para introducirse en la llanura.
En este lugar se habían establecido El Barco I, de Núñez del Prado (1550) y Cañete, de Pérez de Zurita (1560), lo cual no significa que las tres ciudades estuvieran exactamente en el mismo lugar.
Las tres poblaciones estaban cerca del pie de la cuesta, que se usaba para bajar desde el valle de Tafí que, a su vez, era el camino hacia los Valles Calchaquíes, formando parte de una de las rutas posibles desde el Alto Perú.
La cuesta se llama hoy quebrada del Portugués, que bajaba de El Mollar, directamente hacia el sur y era la ruta usada por los diaguitas y, seguramente, los incas, para bajar de los valles Calchaquíes a la selva, para la búsqueda de recursos para su supervivencia (carne, madera, granos, etc.).
La antigua ciudad, limitada al norte por el río Pueblo Viejo (de la Quebrada o del Tejar), afluente del río Balderrama, al sur, a unos 7 kilómetros con Seco, afluente del Salí, al oeste, con las primeras estribaciones del Aconquija cerca del poblado de Pueblo Viejo.
2.Hacia fines del s. XVI, el derrotero que habían seguido los conquistadores (Rojas) dejó de usarse, y el sistema de comunicación de origen incaico retrocedió a una marcada desorganización, después de la conquista (Salas).
El primer antecedente del itinerario del Camino Real al Perú, en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán, en la zona del llano, evitando los valles Calchaquíes, fue el recorrido por Nicolás de Heredia en su regreso al Perú, en 1545. Desde Tocaima (Tacanas) atravesaron el actual departamento de Leales, de este a oeste, hasta llegar al río Salí en la confluencia con el río Lules. Siguiendo el curso del Salí por la banda occidental, hacia el norte, pasaron por el sitio actual de San Miguel de Tucumán, desde donde puede verse el amplio valle formado por las cumbres de San Javier y del Taficillo, al oeste, y las sierras de la Ramada y de Medina al este. Transitaron después por la zona donde actualmente está construido el dique Celestino Gelsi, ingresando en la cuenca Tapia-Trancas, hasta la altura del río Acequiones, desviando el itinerario hacia el oeste, paralelo al río, culminando la travesía en el suroeste del valle de San Pedro de Colalao, en el paraje llamado Hualinchay, desde donde arranca un antiguo camino que une el norte tucumano con la localidad salteña de Tolombón, otrora cabecera de la provincia Quiri-Quiri. Este camino posee las características de camino de montaña incaico: trazado en zigzag, pendiente uniforme en cada tramo, ancho parejo de más o menos 3 metros, muros de contención para afirmar la ladera, pircado en casi toda la extensión. La documentación histórica y la tradición oral apoyan la hipótesis, ya que los lugareños llaman a la vía Camino Real (Piossek Prebisch, 2005).
El itinerario del Camino Real utilizado hasta el s. XVII, coincide con el descripto por el oidor Matienzo: desde la Florida o las ruinas de San Miguel de Tucumán o Cañete, bajaba hasta Gastona, probablemente por Río Seco o por Amberes, y desde Gastona, hasta dar con el río Yomansuma3.
En un documento de 1606, sobre medición de tierras, se cita el “Camino Real de Carretas”, que va de Gastona, para Yomansuma, viaje de Santiago, y en otro documento de 1586, se cita una merced de tierras en Tucumán, donde uno de los límites es el camino viejo, que va por el pueblo de Yomansuma, al de Santiago del Estero, llamado Solicitas, siete leguas poco más o menos de la ciudad de Tucumán (Lizondo Borda, 1943).
El camino de la Puna y los valles, por ser peligroso, dejó de ser transitado, y en el s. XVII, la ciudad de San Miguel de Tucumán quedó a trasmano, o fuera del Camino Real al Perú que atravesaba Humahuaca, pasaba por Salta y seguía por el norte de Tucumán, directamente a la ciudad de Santiago, cabeza o capital de la gobernación (Lizondo Borda, 1965).
El Camino Real al Perú, en el s. XVII, eludía los valles Calchaquíes que eran hostiles por los ataques frecuentes de los pueblos originarios, y se desarrollaba en un territorio no siempre tranquilo, por los ataques de los pueblos originarios del Chaco, pero sí, más llano, sin el obstáculo de grandes montañas, más fácil para el tránsito de carretas y carruajes que frecuentemente circulaban en caravanas, custodiadas por soldados o por viajeros armados4.
