El candil que nos acompaña - Juan Antonio Borrego Díaz - E-Book

El candil que nos acompaña E-Book

Juan Antonio Borrego Díaz

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Anécdotas contadas por personalidades y otros que compartieron vivencias junto a Fidel. Muchas son las vivencias que han tenido los nacidos en las márgenes del río Yayabo y en las montañas del Escambray con el líder de la Revolución; unos más cerca que otros, pero el hecho de saber que las zancadas de ese gigante han pisado las calles empedradas de Sancti Spíritus ya es sentirlo consigo mismo y no apagar nunca El candil que nos acompaña.

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Seitenzahl: 170

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,  www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Yolexy Pérez Molinet

Diseño de cubierta: Yasser Gamoneda Montero

Diseño de interior: Liatmara Santiesteban García

Realización: Liatmara Santiesteban García, Sarai Rodríguez Liranza

Corrección: Maricel Pérez Aguilera, Magda Dot Rodríguez

Cuidado de la edición: Tte. Cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Conversión a ebook: Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

 

 

 

@ Juan Antonio Borrego Díaz, 2019

Sobre la presente edición:

Casa Editorial Verde Olivo, 2024

 

 

 

ISBN: 9789592246645

 

 

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación

no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

en ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial.

 

 

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916. CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

Índice
Prólogo
La esperada visita de aquel 6 de enero
Pedro Andrés Nápoles
Imagen en el tiempo
Pastor Guzmán Castro
En la apoteosis
El deseo postergado cuarenta y tres años
Batistianos y trujillistas se escachan en Trinidad
Pastor Guzmán Castro
Se gesta la conjura
¿El juego del gato y el ratón?
El engaño surte efecto
Hermandad a prueba del tiempo
Mary Luz Borrego
En la proa del Granma
En la proa de la sierra y el llano
Fidel en Jatibonico
Mary Luz Borrego y Rafael Daniel
La génesis
El suceso
Fidel en El Colorado
José Luis Camellón Álvarez
El alquiler de la cama
Mi hermano tuvo mucha atención
Fidel vivía
Fidel vivía para el plan Banao
José Luis Camellón Álvarez
Visitaba los campos
Victoria contra los prejuicios
Me volví cebollero por Fidel
La huella de Fidel
Una arrocera
Una arrocera con la horma de Fidel
José Luis Camellón Álvarez
El plan Sancti Spíritus
Existían arroceritas
Enseñanzas de Fidel
Verdaderos arroceros
Mi pasajero Fidel
Xiomara Alsina Martínez
Te voy a dar cuatro jonrones
Israel Hernández Álvarez
Anécdotas y recuerdos imborrables
Cuando Fidel regresó al Escambray
Delia Proenza Barzaga
Él sabía más de Sancti Spíritus que yo
Enrique Ojito Linares
Vuelve la noticia
Entre multitudes
Presencia infinita
Noventa minutos de impresiones indelebles
Pastor Guzmán Castro
Recompensa a la perseverancia
Mary Luz Borrego
¿Y en el Uruguay no se toma guarapo?
Delia Proenza Barzaga
¿Ustedes pueden llegar a eso?
Porfía entre centrales
Cartas de cariño
Persiguiendo a Fidel
Delia Proenza Barzaga
Permiso, Comandante
Mary Luz Borrego
La enmienda de Fidel
Mary Luz Borrego
Tertulia con Fidel
Mary Luz Borrego
Al pie de las urgencias
Enrique Ojito Linares
Gratitudes
El hito de Lebrije
Últimas páginas
Más que premiados por Fidel
Enrique Ojito Linares
Ambiente distendido
Lienzos improvisados
Guerrero por siempre
Enrique Ojito Linares
De héroes a héroe
De la solidaridad al asco
Certezas
Fidel se queda
Mary Luz Borrego
Otra vez iluminado
La vuelta al mundo
Nacido en el sol de la noche
Enrique Ojito Linares
El candil que nos acompaña
Mary Luz Borrego
El andariego de los viejos tiempos
Otros senderos para el caminante
Como un espirituano más: cronología
cronología
Datos de los autores
Testimonio gráfico

Prólogo

El periódico Escambray, de la provincia de Sancti Spíritus, no cesa de asombrarnos con sus primacías, siempre a la altura del homónimo macizo montañoso, tan heroico y esplendente, por donde se entrecruzan los trillos de bragados mambises, rebeldes barbudos, intrépidos cazabandidos y otros cruzados de la paz, el trabajo y la eterna lidia entre el bien y el mal, el progreso y la retranca.

Esta vez, ese inquieto colectivo «escambraico», sin dudas un exponente de la vanguardia, de lo mejor y más audaz de la prensa cubana, ha hurgado en sus archivos para condensarnos el reflejo en sus páginas de la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro en el territorio. Es el tributo de los periodistas espirituanos al líder histórico de la Revolución Cubana, fallecido el 25 de noviembre de 2016, un empeño que lleva el sello de la Casa Editorial Verde Olivo y el apoyo entusiasta de la Dirección de Cultura en esa provincia.

Como un obsequio debe corresponderse con el talante del destinatario, Escambray ha hecho una compilación de los reportajes, crónicas y testimonios más auténticos y elocuentes del paso fecundo, casi telúrico, de Fidel por esas tierras, siempre empapado del fervor popular y en diálogo permanente con la gente: desde una tribuna más solemne, otra medio improvisada, hasta conversaciones muy personales con seres que conservan esos encuentros luminosos como patrimonios sentimentales.

Los abordajes periodísticos «escambraicos» de la huella de Fidel por Sancti Spíritus muestran a un guía en una doble vía de comunicación con su auditorio: mirando hacia el futuro, reflexionando en términos de estrategias de país, y a la vez reparando en el micromundo de quienes se topa en su camino: dialogando con ellos de tú a tú. Una cátedra de liderazgo en razones y sentimientos personales a la vez.

Nadie más autorizado que el colectivo de Escambray para desempolvar los recuerdos del paso de Fidel por Sancti Spíritus, a manera de compilación. Porque ese equipo de reporteros, cronistas y articulistas briosos y valientes, plumas respetables, ha aprendido bien la lección fidelista del recorrer, el conocer y el palpar, de tener los oídos y los ojos bien pegados a la gente. Y no se ha dejado enmohecer por las rutinas que burocratizan el periodismo, y lo convierten en un segundón escribano de actas administrativas.

Bonito trabajo tendrán, como los de hoy, los del Escambray del mañana. Sí, porque ese candil seguirá acompañándonos y abriéndonos los caminos, por enzarzados que estén. En ese macizo, y por toda Cuba querida, andará siempre su huella susurrándonos y alertándonos, ante tantos acechos y barrancos.

 

José Alejandro Rodríguez

Premio Nacional de Periodismo

José Martí 2013

La esperada visita de aquel 6 de enero 

Pedro Andrés Nápoles*

* Pedro Andrés Nápoles laboraba en aquel entonces en la emisora Radio Nacional, de la ciudad de Sancti Spíritus.

Muchos lo habían escuchadoalguna vez por la radio clandestina, lo habían visto en fotos con su barba, espejuelosgrandes y fusil con mirilla telescópica, pero todosquerían conocerlo personalmente, aunque fuera a distancia. Y este momento se acercaba al oír de boca en boca la noticia de que Fidel, con su Columna No. 1 José Martí, estaba próximo a la ciudad, y que de un momento a otro entraría en ella.

La Caravana de la Libertad causaba grandes expectativas entre la población que se aglutinaba en calles, avenidas y plazas, entre ellas el parque Serafín Sánchez. El día era frío, la temperatura bajaba más de la tarde a la noche, y una llovizna fina, de tipo invernal, golpeaba a quienes aguardábamos el instante de la llegada.

Como la ansiedad de la espera producía fugaces ilusiones, a cada movimiento la masa humana se desplazaba para ver de cerca al líder de la Revolución, pero todo era en vano. Las horas pasaban, y con el deseo vivo de saludar a Fidel, el pueblo desafiaba cohesionadamente la baja temperatura y la molesta lloviznita. Se especulaba si vendría por la Carretera Central, si por la de El Jíbaro, o en helicóptero. Los puentes de la Central sobre los ríos Zaza y Tuinucú habían sido destruidos para evitar el flujo de refuerzos desde Camagüey, o desde Santa Clara, cuando Sancti Spíritus fue declarado territorio libre de Cuba.

Todo era tensión, impaciencia, ansiedad. Al fin, cerca de las 11:00 p.m., un auto se abrió paso sorpresivamente entre lamultitud, de él descendían el Comandante en Jefe Fidel Castro, su Estado Mayor y otros legendarios barbudos quelo acompañaban. El pueblo, al reconocerlo, estalló en vítores,palabras de felicidad y entusiasmo extraordinario. Con mucha dificultad pudo ascender la escalinata de mármol de la Sociedad El Progreso, donde la multitud se agolpaba también aguardándole, deseosa de palpar su presencia física.

Demoró un poco la aparición del querido Comandante ante el público que continuaba vitoreándole. Tal vez le detuvo un tanto el cambio de impresiones con los rectores revolucionarios de la ciudad, que la habían arrancado de las garras inhumanas de los personeros de la tiranía. Cuando su figura de leyenda se visualizó en el balcón central de la actual Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena, el regocijo de los presentes se hizo delirio, y solo se aplacó al conjuro del vocativo «compatriotas», que la amplificación local y los micrófonos de la Cadena Radial de la Libertad —integrada por las plantas de las emisoras del patio y los eslabones de las cadenas nacionales de radio— hicieron resonar en el ámbito bullicioso de la madrugada del 6 de enero. El reloj marcaba exactamente la 1:30 a.m.

Con su voz brillante, juvenil y precisa, su barba y pelo negros, su gorra de copa mediana y espejuelos de aros grandes, el líder vencedor de la Sierra Maestra comenzó sus palabras empleando matices suaves que fueron enardeciéndose moderadamente a medida que la emoción crecía. La introducción de su diálogo con el pueblo fue sencillamente un reconocimiento al heroísmo de los espirituanos:

«No podía ser para mí esta ciudad de Sancti Spíritus una ciudad más en nuestro recorrido. Si las ciudades valen por lo que valen sus hijos, si las ciudades valen por lo que se han sacrificado en bien de la Patria, si las ciudades valen por el espíritu y la moral de sus habitantes, por el fervor de sus hijos, por la fe y el entusiasmo con que defienden una idea, Sancti Spíritus no podía ser una ciudad más. Y si las ciudades se admiran y los pueblos se quieren por lo que han tenido de fe en las horas difíciles, es lógico que hacia esta ciudad, como hacia otras, especialmente en nuestra patria, sintamos nosotros especial cariño. Y hay algo además que se nota en el espíritu de los pueblos, hay ciudades más entusiastas que otras [...], el ardor que se observa entre los espirituanos es realmente incomparable».

Fidel continuó su conversación con los espirituanos señalando que la insurrección armada había triunfado con alta cuota de sangre, pero se iniciaba la etapa más difícil, compleja y concientizadora, que vendrían leyes para organizar el país con una concepción democrática y popular, que los tribunales revolucionarios juzgarían y castigarían severamente a quienes torturaron y asesinaron a nuestros conciudadanos y que la palabra de orden era el respeto a los bienes del pueblo y la consagración al trabajo creador en un clima de paz, sosiego y garantías para todos. Finalmente dijo: «Con el triunfo de la Revolución se ha cerrado un largo proceso de humillación y se inicia la definitiva dignidad de la Patria». Más de hora y media mantuvo fija en sus reflexiones la atención de la concurrencia.

Ya avanzada la madrugada, el hombre que traía en su bolso desde la Sierra Maestra el regalo más codiciado para los cubanos se reunió en el salón de actos de la Sociedad El Progreso con los dirigentes municipales y organizaciones revolucionarias de la localidad, puntualizando los pasos a seguir para la reivindicación de la Patria, y al despedirse estampó su firma en el libro de la institución, como última página del mismo que cerraba la era de la sociedad burguesa.

4 de enero de 1999

 

 

Imagen en el tiempo 

Pastor Guzmán Castro

Las buenas fotografías, esas que serán famosas por el lugar, el momento o las personalidades que reflejan, parece que siguen un destino aparte. No solo implican un misterio, sino que ese misterio se agiganta con el tiempo.

Y no se trata únicamente del instante eternizado en la imagen. Es también el derrotero seguido por el objeto en cuestión, el artista del lente y las circunstancias que hicieron trascendente su trabajo. Todo ello confluye en la foto que con celo ha guardado por cuarenta y tres años la espirituana Blanca Rosa Durán Cancio.

Tomar un vaso de leche es acción diaria común para muchas personas, pero cuando se trata de Fidel Castro, a las 3:00 a.m., el 6 de enero de 1959 en Sancti Spíritus, ya el personaje, la hora y el contexto histórico la hacen trascendente por derecho propio.

En la apoteosis

El día 5 de enero, nublado por momentos, aumentó la euforia desbordada de la población en Sancti Spíritus cuando circuló la noticia de que la Columna No. 1 del Ejército Rebelde, con Fidel al frente, se acercaba por la Carretera Central en su recorrido desde Santiago de Cuba.

Nadie en la vieja villa recordaba otras navidades como aquellas, llenas de venturosos acontecimientos. Con el nuevo año se estrenaba también la libertad. Ninguna Revolución como la nuestra hacía del viejo almanaque borrón y cuenta nueva, y abría curso a un proceso radicalmente distinto.

La gente engalanó las calles. Muchos cantaban himnos revolucionarios y las emisoras, unidas en una gran cadena, informaban paso a paso la cercanía inminente de la Caravana de la Libertad.

Pasadas las 8:00 p.m., la ciudad se colmaba con sus moradores y personas llegadas de todas partes que desafiaban la llovizna y el frío, congestionando las avenidas, plazas y especialmente el parque Serafín Sánchez, donde estaba prevista la llegada del líder.

A las 10:30 p.m. se expande el rumor de que la columna motorizada ya estaba aquí, y la multitud se movía de un lado a otro tratando de mejorar su ubicación. De forma sorpresiva bajaron de un auto Fidel y su Estado Mayor. El pueblo lo vitoreaba y agasajaba, mientras él se abría camino trabajosamente hacia la escalinata de la Sociedad El Progreso, hoy Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena.

A la 1:30 a.m., el Comandante en Jefe se dirigió al pueblo desde el balcón central del edificio en la segunda planta y pronunció un emotivo discurso de agradecimiento.

Los fotógrafos trabajaban sin descanso, buscando la mejor instantánea. Algunas presentaban al Jefe de la Revolución rodeado de combatientes y de miembros de las «clases vivas» locales, socios de El Progreso, con los cuales se reuniría poco después. La mayoría de ellos abandonaría el país en los meses y años siguientes.

En un instante dado, un miembro de la escolta le trae un vaso de leche, pues llevaban muchas horas sin ingerir alimento. Samuel Vega hace funcionar su cámara y atrapa para la posteridad la imagen hasta ahora inédita.

El deseo postergado cuarenta y tres años

Pocos días después de la llegada de Fidel al frente de la Caravana de la Libertad, el fotógrafo Vega se presentó en la casa de Blanca Rosa Durán y le espetó: «Toma, desde que la estaba revelando me dije que esta era para ti».

Blanca Rosa recibió aquella instantánea como un obsequio preciado, consciente del valor que los años y su carácter inédito han hecho crecer.

Vega era cuñado de su hermana, Evangelina Durán, y le tenía un gran aprecio a Blanca.

Pero la curiosidad periodística dio pie a una indagación con personas que lo conocieron, como José Vidarte y Elio Marín, quienes expresaron que Vega era jovial en el trato, trabajador; aprendió el oficio en el estudio El Arte e iba por lugares como Florencia, Fomento y otros puntos retratando bodas, cumpleaños y reuniones sociales, y falleció en los Estados Unidos, tras emigrar a mediados de los años sesenta.

Entretanto, Blanca Rosa no oculta su emoción al contemplar esta fotografía añosa, que ella vincula con los instantes más felices de su vida.

5 de enero de 2002

 

Batistianos y trujillistas se escachan en Trinidad 

Pastor Guzmán Castro

Nunca imaginóel entonces joven líder cubano Fidel Castro que su cumpleaños número 33 lo sorprendería en Trinidad, en plan de actor principal del drama tragicómico que marcaría el principio del fin de la peor dictadura en la historia de los pueblos latinoamericanos.

Realmente, lo ocurrido aquel 13 de agosto de 1959 en la sureña villa espirituana vino a ser como el último acto del enfrentamiento entre los ideales de redención y justicia encarnados por la Revolución Cubana y el más infame y abominable poder tiránico ejercido durante 29 años en República Dominicana por Rafael Leónidas Trujillo y Molina.

Trujillo, también conocido por Chapitas —dadasu megalomanía y su afición desmedida por las insignias y condecoraciones—, tenía una larga hoja de cuentas pendientes con la Revolución y Fidel, quien a fines de los años cuarenta participó en un intento de expedición frustrada a Quisqueya desde Cayo Confites.

Se gesta la conjura

La conspiración batistiano-trujillista tuvo en sus inicios parte de generación espontánea y parte inducida. En Santo Domingo, elementos como el exgeneral Eleuterio Pedraza y el gánster Policarpo Soler contaron con todo el apoyo del sátrapa en sus proyectos contra Cuba.

Entretanto, en el verde caimán iba tomando forma una oposición organizada, compuesta por remanentes de los politiqueros, ricos siquitrillados y militares del antiguo régimen, retirados y en activo, quienes crean la organización La Rosa Blanca.

Se plantea que uno de los confabulados, alentado por la deserción de Pedro Luis Díaz Lanz, hasta entonces jefe de la Fuerza Aérea, y apoyado por el señor Ferrando, cónsul Trujillista en Miami, se atrevió a proponerle al comandante William Morgan, un norteamericano agente de la CIA que formaba parte del Segundo Frente Nacional del Escambray, participar en la conjura para derrocar a Fidel.

Morgan informó a su jefe, Eloy Gutiérrez Menoyo, acerca de la proposición, y este, temiendo quizás las consecuencias —caso de que la Seguridad del Estado estuviese al tanto—, decidió comunicárselo a Fidel. El líder de la Revolución optó por darles cordel a los implicados y comenzar la infiltración de agentes en la conspiración.

A partir de ese momento, los preparativos se aceleran. El americano viaja a Miami y allí se entrevista con Ferrando y con otros personajes. Se establecen contactos directos con Trujillo.

Mientras tanto, en Venezuela se crean células de La Rosa Blanca. El clan directivo de esta organización contrarrevolucionaria lo encabeza Lorenzo Ibarra, quien comienza a reclutar a elementos marginales. Pronto se une al grupo un piloto yanqui amigo de Trujillo y Pedraza.

¿El juego del gato y el ratón?

Por orden de Fidel, Ramiro Valdés, a la sazón jefe del Departamento de Inteligencia del Ejército Rebelde, infiltró hombres en la conspiración. Otros dos oficiales —estos del Segundo Frente— dieron varios viajes a Miami para contactar con el cónsul de Chapitas y transportar a Cuba armas, plantas de radio y dinero. En algunos de esos viajes los acompañó Morgan.

El plan urdido de acuerdo con Trujillo incluía iniciar las operaciones el 7 de agosto. Ese día, aprovechando la supuesta estancia de Fidel en Chile, en ocasión de un evento panamericano, se desataría en la Isla una ola de sabotajes; Raúl Castro y otros jefes serían eliminados, mientras confabulados del Segundo Frente tomarían los principales campamentos militares.

Llegado el momento, Fidel decidió detener a los conspiradores presentes en La Habana. Todo se hizo con discreción, en medio del mayor silencio. A continuación, oficiales rebeldes se trasladaron a Las Villas para capturar a los conjurados civiles y militares en esa provincia.

Seguidamente se empezó a radiar a Santo Domingo para dar la impresión de que había comenzado la guerra. Se les informó a los representantes de Trujillo acerca de supuestos avances de los sublevados, los que «ya tenían sitiado Topes de Collantes y se disponían a atacar Trinidad». Se les solicitó el envío inmediato de municiones.

Esa propia noche, la Fuerza Aérea dominicana lanzó 25 paracaídas con cajas de balas de ametralladora calibre 50 en Playa Inglés. En la tarde del 12 de agosto arribaron a Trinidad Fidel, Camilo, Celia Sánchez y otros oficiales en un helicóptero. La radio de los «complotados» informó a Santo Domingo que ya Trinidad estaba en su poder y por lo tanto podían enviar los aviones directamente al aeropuerto de esa ciudad.

Desde Santo Domingo comunican que esa noche llegaría un enviado personal de Trujillo, el cura Velasco. Fidel, Camilo y Celia se ocultan en una casita a medio construir aledaña al aeropuerto. Soldados rebeldes ocupan posiciones en los matorrales circundantes. En las azoteas del cuartel y sus alrededores se emplazan ametralladoras.

El engaño surte efecto

Sobre las 8:00 p.m. llega el avión. Descienden el piloto Soto, el copiloto Betancourt y el sacerdote. El cura abraza a los oficiales que van a su encuentro, mientras los presentes gritan: «¡Viva Trujillo!, ¡Abajo Fidel!» y otras consignas contrarrevolucionarias. En los cerros próximos se escucha fuego de fusilería. Se les dice a los recién llegados que aún quedan francotiradores castristas. Del aparato se descargan diez bazucas, radios portátiles, balas calibre 50 y 3 000 pistolas.