El cementerio - ED WARREN - E-Book

El cementerio E-Book

Ed Warren

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Beschreibung

Los casos reales que han inspirado las películas de Expediente Warren Los fantasmas siempre están hambrientos y nadie sabe mejor que Ed y Lorraine Warren lo voraces que pueden llegar a ser. Durante años, este matrimonio de parapsicólogos se ha dedicado a viajar por el mundo tratando de desentrañar la verdad oculta detrás de los casos sobrenaturales más aterradores. Además de ayudar a numerosas familias, su actividad les ha permitido recopilar sorprendentes pruebas de sus encuentros con lo paranormal. Desde la famosa casa inmortalizada en La morada del miedo hasta los aterradores acontecimientos que inspiraron el éxito de taquilla Expediente Warren: The Conjuring, los Warren han investigado sin descanso la oscuridad del más allá, documentando auténticas posesiones demoníacas, manifestaciones de muertos vengativos que continúan merodeando el mundo de los vivos... El cementerio presenta casos reales de apariciones de fantasmas y acoso demoníaco, conmovedores encuentros sobrenaturales e historias de venganzas de ultratumba. Si no crees en nada de todo esto, terminarás creyendo.

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Seitenzahl: 238

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Ed y Lorraine Warren con Robert David Chase

El cementerio

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Colección Estudios y Documentos

EL CEMENTERIO

Ed y Lorraine Warren

1.ª edición en versión digital: junio de 2019

Título original: The Graveyard

Traducción: Daniel Aldea

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

© 1992, Ed y Lorraine Warren con David Chase

Edición publicada por acuerdo con Graymalkin Media Publishers, USA

(Reservados todos los derechos)

© 2018, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-509-0

Maquetación ebook: leerendigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

El cementerio

Créditos

La historia del cementerio Unión

Introducción

Un caso de lujuria y asesinato

El sacristán solitario

El monasterio embrujado

El quemado

La Dama Blanca

El extraño pasajero

Grabar en vídeo a un fantasma

Una visita del más allá

Incidentes en otros cementerios

El hombre que lo sabía todo

Demonios sexuales

El amigo invisible

La advertencia de una «banshee»

Conversando con los muertos

Los muertos regresan a la tierra

El hombre duplicado

Mi abuelo, el monstruo

Un espíritu amistoso

El fantasma acosador

Epílogo

Acerca de los autores

Los nombres y detalles de algunas de las siguientes historias se han modificado para proteger la reputación tanto de los vivos como de los muertos. Durante la redacción del libro he utilizado distintas fuentes, entre ellas, el excelente manual An Introduction to Psychic Studies de Hal N. Banks, del cual he obtenido numerosas ideas y citas, y The Mystic Sciences de Margaret Waite.

ROBERT DAVID CHASE

En los cementerios asistimos a la representación de una fase muy distinta de la cultura de Connecticut…, por ejemplo, en las enormes losas rectangulares de granito sin pulir del cementerio de Wequetequock, en la localidad de Stonington. Reciben el nombre de «piedras de lobo» porque probablemente estaban destinadas a evitar que los lobos de aquel distrito tan salvaje desenterraran los cuerpos, lo que transporta nuestra imaginación a una época muy remota. Se dice que la losa de mayor tamaño señala la tumba de un gigante. Está fechada en 1709.

ODELL SHEPARD, Sermons in Stone

Introducción

Ed Warren

Hace muchos años, cuando Lorraine y yo estábamos empezando a investigar fenómenos sobrenaturales y ocultos, lo primero que hicimos fue rebuscar en la historia del estado que amamos y que consideramos nuestro hogar: Connecticut.

El visitante percibe inmediatamente la fantástica historia de este lugar, fantástica en más de un aspecto.

Durante la guerra de Independencia, por ejemplo, Connecticut aportó soldados fuertes y valientes, pero también grandes cantidades de suministros: comida, ropa y armamento. De hecho, Connecticut desempeñó un papel tan importante en el abastecimiento de las tropas americanas que el mismísimo George Washington lo bautizó como el Estado de Provisión.

Connecticut también es fantástico por otros motivos. Desde sus inicios, a principios del siglo XVII, cuando los colonos se enfrentaron a los valientes y feroces indios pequot, nuestro estado ha estado impregnado de tradiciones sobrenaturales y paranormales.

Incluso antes de que Washington y sus tropas desfilaran por aquí, los lugareños de distintos asentamientos aseguraron haber sido testigos de extraños sucesos.

Un hombre informó de que su hija estaba «poseída por el diablo» y que, a los nueve años de edad, era capaz de «hacer arder» un objeto con sólo mirarlo. Hoy en día llamamos psicoquinesis a esta facultad.

No mucho tiempo después, una mujer confesó a sus vecinos que unos «seres» habían ocupado su casa. La mujer oía constantemente golpes en las paredes y el tintineo de unas campanas en la habitación contigua. También oía fuertes pisadas cerca de la cama durante la noche, pero cuando miraba, no veía a nadie. Obviamente, se trataba de un caso inicial (y relativamente moderado) de poltergeists.

Unas cuantas décadas después, un adolescente le confesó a un pastor puritano que solía ver y hablar con la joven que sus padres le habían prohibido frecuentar, a pesar de que ésta se había suicidado tirándose al río dos años antes. Al chico lo declararon loco.

Y después están las brujas. Ninguna otra región de EE. UU. ha demostrado una obsesión tal por las brujas y la brujería como la que vivió Nueva Inglaterra durante la etapa inicial desde su fundación.

Una bruja es una persona que, aparentemente, recibe poderes mágicos de espíritus malignos.

En la antigua Nueva Inglaterra, las brujas eran temidas por varias razones. Se creía, por ejemplo, que una bruja podía maldecir a una persona y a su familia, pero también arruinar la cosecha o dejar a las vacas sin una gota de leche.

Algunas parteras perjuraban haber visto a brujas dando luz a monstruos. En esa época, eran muchas las personas que creían que las brujas surcaban el aire montadas en escobas. Sólo tenías que esperar a la medianoche para ver la silueta de una bruja pasando por delante de la luna.

En la actualidad, consideramos que todas estas creencias no son más que tonterías. Pese a la existencia real de espíritus malignos y posesiones demoníacas, la mayoría de la gente no siente demasiado interés por las antiguas representaciones de las brujas.

Tal vez nos darían más miedo si supiéramos cómo eran tratadas las personas sospechosas de brujería.

En Europa, se juzgaron y ejecutaron a miles de brujas. En algunos de los juicios más famosos, los hijos testificaron en contra de sus propios padres; y después asistían a la ejecución desde un lugar de honor. En uno de los casos, un hombre influyente que anhelaba a una mujer imposible de conseguir, denunció al marido de ésta ante el tribunal acusándolo de hechicero o brujo. Poco después el marido fue juzgado y quemado en la hoguera.

Las cosas no eran mucho mejores en Nueva Inglaterra. La gente espiaba a sus vecinos en busca de «marcas del diablo». Éstas podían ser simples lunares que no dolían cuando se los pinchaba con un alfiler o una marca de nacimiento con una forma extraña. Algunas personas llegaron a acusar de brujería a sus vecinos basándose en «evidencias» como éstas.

En un solo año, 1692, se ejecutaron a diecinueve brujas solamente en el estado de Massachusetts.

A principios del siglo XVIII se ideó una nueva prueba para la detección de brujas. Si se lanzaba a una mujer sospechosa a las rápidas aguas del río Connecticut y se ahogaba, quedaba demostrado sin sombra de duda que no era una bruja. Si sobrevivía, es decir, si sabía nadar, entonces era una bruja.

ponerRombos

Desde un primer momento, los habitantes de Nueva Inglaterra han sentido una fascinación especial por lo paranormal.

Reunidos alrededor del hogar en las noches de tormenta, les encanta contar historias de fantasmas y meter el miedo en el cuerpo de sus amigos. Y continúan haciéndolo incluso cuando las sombras se alargan y el fuego se reduce a rescoldos.

Pastores puritanos, como el popular Cotton Mather, se enfurecían ante semejante fascinación, considerándola «inspirada por el diablo», una costumbre que estaba seguro de que los llevaría a «la mayor pérdida de todas, la pérdida de la propia alma». Posteriormente, Mather desempeñó un papel determinante en los juicios por brujería que se celebrarían en EE. UU.

No obstante, a pesar de todas las admoniciones, la gente de los estados de Nueva Inglaterra jamás perdió las ganas de adentrarse en los misterios de lo prohibido y lo desconocido.

ponerRombos

Con semejante contexto, Lorraine y yo decidimos, hace ya algunas décadas, empezar a estudiar el estado de Connecticut y, más concretamente, la zona de Monroe, donde vivimos.

Son muchos los que creen que nuestro estado es una importante zona industrial, y no se equivocan. También es famoso por las aseguradoras; sólo Hartford cobija la sede central de más de una cincuentena de ellas.

Pero hay otra Connecticut, más antigua y venerable, una tierra de puentes cubiertos, arquitectura colonial y pequeñas ciudades. En esta vieja Connecticut, las ciudades tienen parterres, salas de reuniones comunitarias y las clásicas iglesias blancas cuyas agujas parecen tocar el cielo.

Ésta es la Connecticut que Lorraine y yo amamos, especialmente la ciudad de Monroe.

Según señala Edward Nicholas Coffey en su magnífico libro A Glimpse of Old Monroe: «Originalmente, la ciudad formó parte de la colonia de Stratford y estuvo bajo su jurisdicción durante años. Por tanto, hunde sus raíces en la antigua herencia de Stratford, la cual se remonta a sus orígenes en 1639, menos de dos décadas después de que los padres fundadores pisaran por vez primera la costa de Nueva Inglaterra».

Cuando se fundó Stratford, la «amenaza de los lobos», como se denominó, hacía tiempo que era una realidad.

Los colonos se preguntaron si la tierra sería habitable debido a las manadas de lobos que merodeaban los bosques y que mataban a numerosos animales de granja.

Aunque los lobos no suelen atacar a los humanos, aquellos lobos acosaban a los hombres que intentaban cultivar la tierra.

Coffey escribió: «Ni siquiera un hombre estaba a salvo. En una ocasión, Joseph Curtiss, de Stratford, acompañó a unos cuantos hombres hasta Newton para recoger el cereal. De regreso a casa, al pasar por el norte, fueron atacados tan violentamente por los lobos que tuvieron que soltar los sacos de cereal y cabalgar a todo trapo para salvar sus vidas y las de sus monturas».

Posteriormente, investigadores de lo oculto se preguntaron sobre la naturaleza de estos lobos, por los motivos de su comportamiento tan feroz, tan distinto del de los lobos «normales».

Según Coffey, la antigua Monroe tuvo incluso su propia hechicera, una «bruja» llamada Hannah Cranna (aunque parece ser que su auténtico apellido era Hovey).

Aunque Coffey no cargó demasiado las tintas en sus habilidades sobrenaturales, sí lo hicieron muchos de sus vecinos.

Éstos creían que su destartalada y vieja casa estaba protegida por «serpientes de todo tipo y tamaño». Eran pocos los que se acercaban a ella. A pesar de que Hannah no tenía ninguna fuente de ingresos conocida, tampoco tenía que preocuparse mucho. Sus conciudadanos tenían tanto miedo de sus maleficios que le regalaban de buena gana comida, leña y cualquier otra cosa que pidiera.

Un grupo de granjeros que la habían importunado encontraron sus cosechas completamente secas, y la acusaron de haberlos maldecido.

Un pescador que siempre volvía a casa con varias truchas en la cesta descubrió que se había quedado sin suerte después de que Hannah lo maldijera.

Una mujer a quien se le daba muy bien hacer pasteles perdió sus dotes después de que, curiosamente, Hannah decidiera maldecirla.

Hannah tuvo un extraño final.

Así es como Coffey lo describe: «Una mañana del mes de enero, después de una de las mayores nevadas del invierno, un vecino oyó un llanto amortiguado procedente del interior de la casa de la bruja. Llegó a la puerta abriéndose paso con dificultad a través de la copiosa nieve acumulada. El ruido cesó y la puerta se abrió. Al otro lado se encontraba Hannah con el rostro lívido. Lo invitó a entrar y le dijo “Los espíritus me han llamado y dentro de poco estaré en el más allá. Tengo una última voluntad que debe llevarse a cabo. Mi entierro debe realizarse después del atardecer y mi ataúd debe ser transportado por varios portadores desde mi casa hasta la tumba”. Hannah terminó de forma ominosa: “Obedece mi última voluntad si deseas evitar problemas y aflicciones”».

Tras su muerte recibió la misma atención que había recibido en vida y sus vecinos la enterraron exactamente como había pedido.

Algunos de los que acompañaron el ataúd en la carreta aseguraron que la caja de madera se sacudió de tal modo que acabaron cayendo al suelo.

Después del funeral, la casa de Hannah ardió hasta los cimientos sin causa aparente.

Hasta el día de hoy algunos habitantes de Monroe aseguran que por la noche se oyen gemidos y lamentos procedentes del lugar donde se había levantado la casa de Hannah.

ponerRombos

En la actualidad, Monroe es una localidad de unos 17.500 habitantes, una ciudad dormitorio de Bridgeport y Nueva York. Aun así, cuenta con una zona comercial modesta pero con una atmósfera muy típica de Nueva Inglaterra que le otorga un aura muy especial.

En cualquier dirección a la que te dirijas, es muy probable que te topes con un cementerio. Según algunas estimaciones, la localidad cuenta con más de tres mil tumbas marcadas; algunas de ellas se remontan a 1765. En total, hay seis cementerios en la zona.

En tanto investigadores de fenómenos psíquicos, tanto Lorraine como yo sentimos un interés especial por los cementerios. Sabemos cómo conectar con el mundo de los espíritus y escucharlo. Los dos nos hemos comunicado con los muertos en diversas ocasiones.

A menudo «visitamos» tumbas con cámaras y grabadoras porque a veces hemos podido fotografiar y grabar espíritus.

Existen muchos malentendidos sobre las fotografías y grabaciones psíquicas. Para empezar, cuando algunos de los programas televisivos de temática «paranormal» tratan la cuestión, siempre muestran fotografías tomadas de noche. No hay nada intrínsecamente malo en esto –nosotros también solemos trabajar por la noche–, pero da la falsa impresión de que hacer fotografías psíquicas es una actividad inquietante.

Habitualmente no lo es.

Nosotros llevamos cámaras y grabadoras normales a los cementerios. No utilizamos ningún aparato especial. Y solemos trabajar a plena luz del día por una razón fundamental. Es mucho más fácil.

Cuando observas viejas tumbas, a menudo ves cómo el liquen y la decoloración le han dado a la superficie de la piedra una apariencia moteada. Cuando te fijas más detenidamente en las motas, a veces descubres patrones, del mismo modo en que a veces reconocemos patrones o formas en el cielo cuando observamos las nubes. O al observar detenidamente manchas de tinta.

De hecho, al revelar las fotografías, a menudo descubres que los «patrones» en la tumba en realidad son la cara y la ropa de las personas que están enterradas en ella. A lo largo de los años hemos descubierto que los espíritus proyectan sus imágenes en las tumbas, lo que nos permite fotografiarlos. Son muchos los espíritus que desean comunicarse con los vivos.

Ésta es una de las formas de la fotografía psíquica. La otra es mucho más aleatoria e impredecible.

En 1893, un fotógrafo californiano estaba revelando unas fotografías cuando reparó en algo extraño en el negativo. La imagen de la rechoncha dama de la alta sociedad que había contratado sus servicios estaba allí, pero también había otra imagen, una muy borrosa de una hermosa joven. El fotógrafo no tenía la menor idea de quién era aquella joven.

Llevado por la curiosidad, el hombre reveló el resto de las fotografías. En todas ellas aparecía la imagen de la dama, y también la de la joven.

Aquella misma noche, el fotógrafo fue a cenar con unos amigos bohemios y una de sus amistades sentía un interés especial por lo sobrenatural. La amiga le pidió si podía ver las fotografías con la imagen «fantasmagórica» de la joven. Al fotógrafo la sugerencia le pareció divertida. Aunque no creía en ese tipo de fenómenos, le fascinaba pensar en ellos.

Tras observar las fotografías, la amiga le aseguró que, de hecho, la joven era el fantasma de una persona que había sufrido una muerte violenta en aquel lugar.

Al día siguiente, mientras el fotógrafo pasaba el tiempo con las damas de la alta sociedad que esperaban que las retratara más esbeltas y atractivas, la mujer se dedicó a investigar la historia del edificio donde se habían tomado las fotografías.

Aquella noche, mientas cenaban, la mujer le contó la curiosa historia de una chica de quince años que había sido violada y asesinada por su primo de veinte. El joven había acabado confesando su crimen y en ese momento cumplía condena. La mujer había conseguido una fotografía de la joven poco antes de su muerte. Se la mostró al fotógrafo. La chica de ambas fotografías era la misma.

Éste fue uno de los primeros ejemplos de la presencia de un fantasma en un negativo fotográfico.

Hace unos años, sólo para demostrar que en la actualidad sucede lo mismo, un famoso actor hizo público en un programa de televisión que, durante el rodaje de una película, una mujer aparecía continuamente en la cinta revelada; una mujer que nadie había visto mientras se rodaba la película. En otras palabras, un fantasma.

Y lo mismo ocurre con las grabaciones de audio.

En muchas ocasiones hemos llevado grabadoras a los cementerios y las hemos dejado grabando durante horas. Al marcharnos, creíamos que no habíamos conseguido grabar nada. Sin embargo, al llegar a casa y reproducir la cinta, oíamos las voces de los espíritus que habitaban el cementerio.

Llevamos a cabo gran parte de nuestras investigaciones con otros miembros de la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra, de la cual he sido director desde hace años. La sociedad suele reunirse en el Hawley Manor Inn de New Town.

En un reciente programa de televisión, un espectador le preguntó con suficiencia a Lorraine si la sociedad estaba compuesta por «raritos».

La mujer pareció sorprendida cuando Lorraine le contestó: «En absoluto. A no ser que considere “raritos” a agentes de policía, psicólogos clínicos, profesores y curas católicos».

El público quedó impresionado por la respuesta de Lorraine y aplaudió con entusiasmo.

Evidentemente, Lorraine no mentía. A lo largo de los años, nuestro grupo, que siempre ha estado muy unido, ha contado con todo tipo de profesionales.

Incluso hemos tenido lo que denomino «escépticos profesionales», gente que no cree en nada a menos que se lo demuestres varias veces, como el agente inmobiliario al que en una ocasión llevé a una casa infestada de demonios. No sólo ponía en entredicho la existencia de los demonios, sino que ni siquiera creía una palabra de lo que había dicho el agitado hombre que nos había llamado. «Sólo busca publicidad», comentó mi escéptico amigo de la sociedad.

En realidad, su escepticismo duró hasta que empezaron a volar platos, vasos y cubiertos por la cocina y estuvo a punto de perder una oreja en el proceso. Salió a toda prisa por la puerta trasera de la casa y no dejó de correr hasta llegar al coche. Cuando subió a él, cerró todas las puertas.

La sociedad ha atraído a muchos tipos distintos de personas, desde médicos a amas de casa.

Y las primeras personas en oír rumores acerca del cementerio Unión eran miembros de la sociedad.

Como Lorraine y yo solemos comentar en nuestras conferencias, muchos de los cementerios de Nueva Inglaterra están «encantados». Con esto queremos decir que hemos encontrado en ellos la presencia de muchos espíritus.

Por extraño que resulte, nunca habíamos prestado demasiada atención al cementerio Unión, pese a encontrarse a escasos minutos de nuestra casa, en Monroe.

El cementerio Unión está situado en un hermoso y ondulado paraje junto al cual discurre una carretera rural. Aunque habíamos pasado por delante de él en numerosas ocasiones, nunca nos habíamos detenido a estudiar su historia.

Sin embargo, varios miembros de la sociedad empezaron a recopilar las historias que oían acerca de él. Poco después, prácticamente todos los miembros de la sociedad se pusieron a investigar la historia del cementerio.

Hoy en día estamos muy satisfechos por el hecho de haber dedicado tantos días y tantas noches a trabajar en el proyecto del cementerio. Gracias a él, aprendimos muchísimas cosas sobre el mundo paranormal y ratificó nuestro convencimiento de que el estudio de los cementerios es una disciplina fascinante en sí misma…, especialmente si estás interesado en los fenómenos sobrenaturales.

Lorraine Warren

Todo lo que has oído acerca de Nueva Inglaterra en otoño es verdad. Es el paisaje más hermoso que he visto jamás, especialmente las flores como el áster blanca, la ageratina y el áster de campo cuando florecen. Las colinas tienen un aspecto neblinoso y melancólico a la tibia luz del sol otoñal, y relucen con los ardientes colores de las hojas del álamo, el haya, el fresno y el arce.

Durante el otoño se hace más evidente el influjo de la historia, sobre todo al contemplar los olvidados senderos indios que serpentean a través de los profundos y brillantes bosques.

Uno de mis libros favoritos sobre el estado es el clásico de Odell Shepard Connecticut, Past and Present, en el cual se dice: «No debe olvidarse que los primeros colonos blancos llegaron aquí para huir precisamente de los árboles. Para ellos el bosque era un enemigo que debía ser derrotado a toda costa. Para los recién llegados, armados con hachas de limonita, el bosque debía de parecerles invencible, inagotable; no obstante, al considerarlo el refugio de bestias, hombres salvajes y cohortes del demonio, sentían la necesidad de conquistarlo si no querían verse empujados de vuelta al mar… Más adelante, desde el interior del bosque construyeron sus granjas y trazaron sus carreteras; desde más allá del bosque llegaba su comida, sus muebles, sus cunas y sus ataúdes».

Y como señala Odell en el mismo libro, esta misma gente desarrolló una fascinación por las tumbas y los cementerios: «Evidentemente, la aseveración, muy extendida en el pasado, según la cual los puritanos de Nueva Inglaterra no tenían sentido de la belleza resulta absurda a la luz de lo que sabemos actualmente sobre sus iglesias, casas, muebles e incluso su tosca música; pero la refutación más enfática a dicha acusación aún no ha sido realizada. Se encuentra en el trabajo de los escultores que tallaron las emblemáticas figuras que forman parte de prácticamente todas las tumbas erigidas en Nueva Inglaterra durante los dos primeros siglos de su existencia».

La sociedad comparte el interés de Odell por los cementerios. Aparte de su atractivo estético (el terreno ondulante, las vallas metálicas y los monumentos de piedra blanca resplandecientes bajo el sol otoñal), los cementerios también nos permiten, a las personas como nosotros, entrever su historia oculta.

Uno de los miembros de la sociedad la descubrió, varios meses después de hablarnos por primera vez del cementerio Unión, al recibir una llamada telefónica para informarle acerca de dos hermanos que deseaban hablar con él tras haber visto a la famosa «Dama Blanca» sobre la que tantos vecinos habían oído hablar desde que eran niños.

Ésta fue la primera pista real para descifrar la historia del cementerio Unión.

Poco tiempo después, Ed y yo empezamos a escuchar historias acerca de diversos sucesos trágicos que habían tenido como protagonistas a personas que vivían cerca del cementerio.

Durante los siguientes meses, la sociedad descubrió que el cementerio Unión encajaba en la categoría de los «aspectos negativos del terreno» que habíamos encontrado en otras partes del mundo, es decir, una zona del país en la que el índice de tragedias desafía la probabilidad estadística.

Actualmente, creemos que el cementerio Unión ha ejercido desde hace tiempo una influencia oscura en las vidas de numerosas personas que han vivido en un radio de diez kilómetros de él.

Un caso de lujuria y asesinato

Los puritanos sentían una especial aversión por el adulterio. Para ellos, se trataba de uno de los peores pecados porque amenazaba la santidad de la familia.

Las leyendas y la sabiduría popular de Nueva Inglaterra están repletas de historias que tratan sobre las consecuencias del adulterio. En New Hampshire, por ejemplo, se cuenta que una mujer infiel fue decapitada por su marido, y ahora la mujer deambula de noche por los espesos bosques vestida con un fino vestido blanco manchado de sangre. Sin cabeza. Existen informes de esta aparición que se remontan a principios del siglo XIX.

En otro incidente, que tuvo lugar en Maine, un hombre y una mujer se encontraban asiduamente en una cañada rodeada de árboles. Pese a que los dos estaban casados con otras personas, no tuvieron ningún reparo en continuar con su relación extramarital durante tanto tiempo como fuera posible. Una noche, cuando la pareja se encontró una vez más en la cañada y empezaron a hacer el amor, un joven de aspecto extraño apareció a unos pocos metros del prado en el que yacían. Entonces, la mujer oyó un gemido, el sonido más triste que hubiera oído nunca, que la obligó a detenerse. Apartó a su amante y se acercó al extraño joven que se encontraba de pie en el límite de la cañada. El joven seguía llorando y parecía estar profundamente apesadumbrado. El amante no vio ni oyó al joven. Probablemente se preguntó si la mujer habría sufrido algún tipo de ataque nervioso.

Bajo la luz de la luna que bañaba la cañada, la mujer alargó una mano para posarla sobre el hombro del joven, pero ésta atravesó su cuerpo sin oponer resistencia. El joven no era de este mundo. La mujer se dio la vuelta para llamar a su amante, pero vio que éste corría en dirección a su casa. Se estaba comportando de un modo muy extraño; iba a meterlos a los dos en un gran problema.

La mujer también hizo ademán de huir, pero algo la retuvo. Entonces se dio cuenta de que estaba completamente sola en mitad del bosque, a la hora más oscura de la noche. El joven delante de ella empezó a titilar, como una imagen fantasmagórica que se vislumbra de forma intermitente. Sólo su llanto continuaba siendo estable y real.

Entonces le habló. Pero no con palabras, sino con imágenes; imágenes que proyectó de algún modo en su cabeza. La mujer vio a una familia joven y feliz, a una esposa joven y vital, dos niños adorables y un marido… que era el mismo joven que tenía frente a ella aquella noche.

Las imágenes cambiaron y vio a la joven y vital esposa en los brazos de otro hombre, a punto de hacer el amor. A continuación, vio la imagen del joven esposo tirándose de un puente de piedra a última hora de una gélida noche del mes de febrero. Lo vio atravesar el hielo y sumergirse en las aguas frías y oscuras donde, pocos minutos después, moría ahogado.

Y ahora, vagando eternamente por los bosques donde su mujer le había traicionado, el espíritu del hombre lloraba por la vida que había tenido antes de que su joven esposa la destruyera.

La mujer, escarmentada y sabedora de que nada podía hacer por consolar al espíritu, se marchó a casa y nunca más volvió a serle infiel a su marido, pues ahora comprendía cuán destructivas pueden llegar a ser las consecuencias del adulterio.

ponerRombos

En los archivos del cementerio Unión hay un cuento que trata, hasta cierto punto, del adulterio. Más bien deberíamos llamarlo adulterio fallido, porque cuenta la historia de un hombre que anhelaba a la esposa de otro hombre y que, como consecuencia de ello, terminó destruyendo tres vidas, la suya incluida.

Hace unas cuantas décadas, el otoño registró unas temperaturas más propias del verano y el calor se alargó hasta bien entrado el mes de noviembre.

La mujer, que se llamaba Janet, era muy atractiva. Formaba parte del coro de la iglesia y muchos de los hombres que acudían a los servicios se sentían intensamente atraídos por ella.

Para desgracia de los aspirantes a pretendiente, Janet estaba felizmente casada con un hombre llamado Sam Headley. Sam trabajaba casi todo el día en una fábrica de las proximidades y, el fin de semana, puesto que era un gran amante de la naturaleza, se dedicaba a hacer senderismo.

En aquella época, un hombre llamado Bryan Walsh también vivía cerca de Monroe y veía a Janet con regularidad cuando ésta paseaba por la localidad. Janet solía pasar por delante del cementerio Unión, sobre todo los días que hacía buen tiempo. En sus paseos, los perros y los gatos la seguían allí adonde iba. Janet parecía despertar en estos la misma fascinación que sentían los aspirantes a pretendiente.

A Walsh le envolvía un aura de misterio. Pese a hacer sólo unos meses que residía en aquella zona y no tener ninguna ocupación conocida, parecía vivir razonablemente bien. Tenía alquilado un pequeño apartamento en una casa de huéspedes antigua y lujosa y se pasaba el día congraciándose con los habitantes de mayor edad, con los cuales se relacionaba durante el día cuando las personas de su edad estaban trabajando o en casa con los niños.