El comercio internacional - Elhanan Helpman - E-Book

El comercio internacional E-Book

Elhanan Helpman

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Beschreibung

Ensayo económico en el que Elhanan Helpman, profesor de Harvard, describe y explica la evolución de las teorías del comercio desde sus orígenes hasta la etapa actual. Contiene estudios comparativos de caso con los que se ilustran teorías clásicas y, finalmente, revisa la naturaleza de las estrategias de inversión actuales y el papel tanto de las grandes corporaciones como de las empresas independientes. Comienza por la llamada teoría de la ventaja comparativa para culminar con una revisión de las teorías actuales que explican la fragmentación de los procesos productivos y las estrategias de inversión, para acercar a los no economistas a la teoría macroeconómica.

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ELHANAN HELPMAN (1943) es un prominente economista estadunidense de origen israelí. Es profesor de comercio internacional en Harvard, donde se doctoró en economía. En febrero de 2014 recibió el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por sus contribuciones fundamentales a la comprensión de los mercados internacionales y el crecimiento económico. Ha colaborado en la edición de Journal of International Economics,The European Economic Review y Quarterly Journal of Economics. Es autor de The Mystery of Economic Growth (Belknap Press, 2004).

BREVIARIOSdelFONDO DE CULTURA ECONÓMICA

587

Traducción ROBERTO R. REYES MAZZONI

Elhanan Helpman

El comerciointernacional

Primera edición en inglés, 2011 Primera edición en español, 2014 Primera edición electrónica, 2014

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

Título original: Understanding Global Trade D. R. © 2011, President and Fellows of Harvard College

D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2427-7 (ePub)ISBN 978-607-16-2213-6 (impreso)

Hecho en México - Made in Mexico

SUMARIO

Prefacio

Introducción

  I.    Ventaja comparativa

 II.    Ganadores y perdedores

III.    Escala y extensión

IV.    Las empresas dentro de las industrias

 V.    Deslocalización y externalización

Epílogo

Bibliografía

Índice analítico

Índice general

A Assaf, Nimrod y Yarden

PREFACIO

Para entender la globalización es preciso conocer primero qué conforma al comercio internacional y cómo está organizada la producción a través de las fronteras nacionales. Aunque los escritos académicos sobre este tema —que han evolucionado a lo largo de los dos últimos siglos— son muy numerosos, muchos de ellos son demasiado técnicos para ser entendidos por quienes no son expertos. No obstante, contienen muchas intuiciones y resultados importantes que son de interés para un público más amplio, incluidos quienes elaboran las políticas, los científicos de la política y otros científicos sociales, así como personas sin ninguna experiencia científica que siguen con interés los acontecimientos mundiales. Mi finalidad al escribir este libro es contribuir a que esas personas desarrollen su comprensión sobre estos temas. Para lograrlo, este libro se escribió en un lenguaje sencillo utilizando lo menos posible los términos técnicos; pero cuando se usa un término técnico, se explica su significado.

Tengo la esperanza de que los estudiantes de licenciatura y posgrado en economía, así como los economistas profesionales, encontrarán interesante este tratado, que proporciona una visión general del pensamiento que predomina sobre esta materia en la profesión. Nuestro entendimiento del comercio internacional ha mejorado inmensamente con el paso de las generaciones, como consecuencia de incontables esfuerzos de académicos que usaron la teoría y el análisis empírico para obtener percepciones intuitivas de las complejas fuerzas que moldean el comercio exterior y la inversión extranjera directa. Puesto que la palabra economía ha cambiado su sentido continuamente, los economistas han tenido que reexaminar repetidas veces las opiniones sobre estos temas, para modificar las estructuras analíticas en vista de los nuevos descubrimientos empíricos y para desarrollar nuevas formas de comprobar las propuestas que han surgido de la teoría. Este esfuerzo de investigación ha implicado una carrera continua entre una economía mundial cambiante y la adaptación que hacen los economistas de estructuras analíticas y empíricas para ajustarlas a las cambiantes circunstancias.

Para que el lector se ponga al día en lo que se refiere a la situación en este campo, concentro la discusión de los temas de las obras más antiguas en aquellos aspectos que son de importancia para entender los sucesos actuales, y dedico más espacio a las investigaciones recientes. Por lo tanto, se tratan con más detenimiento los estudios de las décadas recientes. Como consecuencia, algunos lectores conocedores podrían sentir que ciertas conclusiones no resisten la prueba del tiempo, y que por ello se les debería prestar menos atención, en tanto que otros lectores sentirán que se deberían haber tratado con más profundidad otros temas. Puedo entender por qué distintos autores pudieron hacer elecciones diferentes. Sin embargo, si bien este libro refleja mis preferencias, me esforcé por proporcionar un punto de vista equilibrado de las obras escritas sobre este campo. En otras palabras, ésta no es una reseña sin sesgos del tema: refleja mis juicios acerca de lo que es importante, informativo y (así lo espero) perdurable.

Debo agradecer a varias personas que me dedicaron voluntariamente (¿bajo presión?) su tiempo para mejorar este manuscrito. Además de los estudiosos que generosamente proporcionaron los datos que se utilizan en el texto, y a los que se les reconoce explícitamente al tratar cada caso en que se emplean sus datos, recibí muchos comentarios útiles de Pol Antràs, Harry Flam, Adam Guren, Oleg Itskhoki, Kevin O’Rourke, Gianmarco Ottaviano, Stephen Redding y Daniel Trefler. Gene Grossman, mi colaborador desde hace mucho, hizo comentarios particularmente detallados y útiles que mejoraron en gran medida el manuscrito. Le agradezco a Jane Trahan su ayuda editorial; como es costumbre, me evitó muchas situaciones lingüísticas embarazosas. Finalmente, quiero agradecer al Canadian Institute for Advanced Research por darme la oportunidad de participar en sus programas, y a la National Science Foundation por su apoyo financiero.

INTRODUCCIÓN

La interdependencia internacional es un rasgo central de la economía mundial. Las fortunas económicas de los países están interrelacionadas por medio del comercio, de la inversión extranjera directa y de las corrientes de capital financiero. Las redes de producción están esparcidas en varios países y continentes, lo que hace que la oferta de productos en un país dependa mucho de las actividades económicas que se llevan a cabo en múltiples países. La crisis global de 2008 mostró esta interdependencia de un modo muy vívido; llevó a que el comercio mundial se redujera en más de una cuarta parte, lo que tuvo un efecto negativo sobre países cuyos sistemas financieros seguían siendo sólidos. Además, los registros históricos muestran que el comercio de larga distancia interactuó de maneras muy complejas con el desarrollo económico, y que desempeñó un papel central en la evolución de la economía mundial.

Por lo tanto, es importante entender qué es lo que impulsa al comercio internacional y de qué forma el comercio exterior afecta los resultados económicos. Aprovechando como base un número considerable de obras de investigación, este libro ofrece esta clase de entendimiento.

A diferencia de las ciencias naturales, en las que los objetos que importan para la investigación no cambian mucho con el tiempo, en las ciencias sociales por lo general, y en la economía particularmente, los objetos de la investigación se modifican y se reconforman. En este respecto, el comercio internacional no es la excepción. Cuando los países y las regiones se transforman como resultado de los cambios tecnológicos, políticos o institucionales, la naturaleza del comercio exterior también cambia. Más aún, esos cambios no son raros desde el punto de vista histórico, sino que más bien ocurren frecuentemente. Una consecuencia es que lo que se piensa sobre el tema se ha adaptado repetidas veces a circunstancias variables. Esto sirve como principio organizador del presente libro, que explica la evolución de la investigación académica acerca de la estructura del comercio mundial desde su inicio hasta su forma presente.

Mientras que el comercio a larga distancia desempeña un papel esencial en las economías modernas, también fue una característica importante del desarrollo económico después de la Revolución neolítica, al evolucionar los cazadores recolectores hasta convertirse en sociedades sedentarias que se especializaron en el cultivo de alimentos. La importancia del comercio aumentó aún más al surgir las ciudades y las primeras civilizaciones. Las caravanas viajaban por todo el Fértil Creciente, comerciando entre Mesopotamia y el Levante, y las rutas comerciales se expandieron con el tiempo hasta partes lejanas de Asia y Europa. El Imperio romano sostuvo una extensa red de comercio, la que, según McCormick (2001, p. 778), vinculó a Europa, Asia occidental y el norte de África. Grandes volúmenes de bienes viajaron por mar y tierra, entre ellos el aceite y los granos, mientras que el imperio subsidiaba una gran parte del comercio. Las mercancías se transportaban por toda Europa, principalmente en rutas de norte a sur y a través del Mediterráneo.

El colapso de la parte occidental del Imperio romano en el siglo v de nuestra era interrumpió muchos de esos desarrollos. Ward-Perkins (2005) documenta la disminución del nivel de vida en las regiones del imperio. Informa de investigaciones arqueológicas que muestran que los romanos vivían en un “mundo sofisticado, en el cual un campesino del norte de Italia en el periodo romano podía comer en vajillas procedentes de la región cercana a Nápoles, guardar líquidos en un ánfora procedente del norte de África y dormir bajo un techo de tejas” (pp. 87-88). El comercio de larga distancia fue necesario para la preservación de este patrón de vida, que no se limitaba a la élite sino que se filtraba hacia abajo, a las masas mediante la disponibilidad de productos funcionales de alta calidad. El mapa de Ward-Perkins en la figura 5-4 (2005, p. 98) muestra la amplia distribución, en toda Europa y el norte de África, de un tipo de cerámica producida en muy grandes cantidades en el sur de Francia. De acuerdo con una opinión que ha prevalecido durante mucho tiempo, al colapsarse el Imperio romano se presentaron las “edades oscuras”.1

McCormick (2001) documenta con mucho detalle la evolución de las comunicaciones y la movilidad de la gente a través de regiones distantes. Argumenta que a pesar de la falta de buena información sobre el comercio, estos desarrollos —que fueron particularmente notorios durante el Imperio carolingio en el siglo VIII— indican la presencia de un extenso comercio a largas distancias. Las importaciones europeas de especias fueron remplazadas por importaciones de medicinas exóticas y nuevas drogas proporcionadas por la farmacología árabe, en tanto que la seda continuó llegando al noroeste de Europa.

Para pagar por estas importaciones [escribe McCormick] Europa producía un rango relativamente limitado de bienes de alto valor y poco volumen. Parece posible que se tratara quizá de algunos textiles y un poco de estaño, aunque casi no están documentados. Probablemente algunas pieles, y con seguridad espadas producidas por los francos fueron exportadas al mundo musulmán [p. 791].

Pero la mayor exportación era, hacia el año 800, la de esclavos europeos, de los cuales existía una fuerte demanda en España y en las economías más avanzadas de África y Asia. Este comercio desempeñó un papel central en el avance de la economía europea.

Findlay y O’Rourke proporcionan una matriz de productos comerciados entre ocho regiones aproximadamente en el año 1000 de nuestra era (2007, cuadro 2.1).2 Según estos datos, por ejemplo, la Europa occidental exportaba espadas a la Europa oriental y esclavos y espadas al mundo islámico, mientras que la Europa oriental exportaba esclavos, pieles y plata a la Europa occidental y al mundo islámico, y pieles y espadas al Asia central. El mundo islámico exportaba pimienta y otras especias, textiles, seda y plata a la Europa occidental, y textiles y plata a la Europa oriental. También exportaba textiles al Asia central, y textiles, espadas y caballos al África subsahariana. Como un ejemplo adicional final, el Asia oriental exportaba seda al mundo islámico, al Asia central, al sur de Asia y al sureste de Asia; exportaba porcelana al mundo islámico y al sur de Asia, té al Asia central y cobre al sureste asiático.

En la Edad Media se dio una expansión del comercio con el ascenso de las ciudades-Estado, como Venecia y Génova, y la llegada de la revolución comercial (véase Findlay y O’Rourke, 2007, cap. 3). Aunque es difícil obtener datos cuantitativos, Findlay y O’Rourke (p. 140) informan de los hallazgos de Wake (1986) sobre el comercio de las especias. Las importaciones de pimienta aumentaron un modesto 20% entre 1400 y 1500, en tanto que las importaciones de otras especias (por ejemplo, clavo y nuez moscada) aumentaron a más del doble en este periodo. Venecia importaba cerca de 60% de la pimienta en los inicios del periodo y menos de la mitad de las otras especias.

Aunque no hay duda de que el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 y el paso a las Indias Orientales por la vía del Cabo de Buena Esperanza por Vasco da Gama en 1498 tuvieron efectos monumentales sobre la historia mundial y el comercio a larga distancia, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el efecto inmediato de estos descubrimientos. Los estados iberos de Portugal, Castilla y Aragón fueron obviamente afectados, y el resto del mundo se vio influido por estos sucesos en los siglos siguientes. Pero ¿qué tan importantes fueron estos descubrimientos para la integración global de los mercados? Algunos historiadores afirman que los mercados mundiales estaban integrados antes de la Edad de los Descubrimientos, en tanto que otros argumentan que la integración sólo empezó de forma importante después de ésta. Ciertamente, el número de viajes a América y a las Indias aumentó mucho como consecuencia de estos descubrimientos, e igual ocurrió con el tonelaje de los embarques. A pesar de lo anterior, O’Rourke y Williamson (2002) muestran que la convergencia de los precios en todas las regiones —que es una importante medida de la integración del mercado— no se presentó antes del siglo XIX.3

GRÁFICA A. Número de barcos que zarparon para Asia, por décadas

FUENTE: Datos de Findlay y O’Rourke (2007, figura 4.5).

Findlay y O’Rourke (2007, figura 4.5) presentan datos por décadas, fundamentados en De Vries (1993), acerca del número de barcos que zarparon rumbo a Asia y el tonelaje con el que retornaron a Europa. En la gráfica A4 se reproduce el panel a de su figura 4.5. Es evidente que Portugal dominó esta ruta en el siglo XVI, y que después Holanda tomó la delantera. Además, el número de barcos que zarparon de Portugal se redujo en el transcurso del tiempo. No obstante, el tonelaje que traían de regreso a Portugal durante el siglo XVI no disminuyó, porque aumentó el tamaño de las embarcaciones y retornaba una mayor proporción de las que hacían el viaje (véase Findlay y O’Rourke, 2007, p. 185). Pese a lo anterior, el tonelaje de los embarques portugueses empezó a decrecer después de que aumentara la competencia de Holanda, Inglaterra y Francia.

Aunque el descubrimiento del Nuevo Mundo y del paso a las Indias tuvo un papel prominente en la evolución de las economías europeas durante los siguientes siglos, el volumen del comercio exterior en relación con el ingreso continuó siendo muy pequeño hasta el siglo xix, de acuerdo con el argumento de la convergencia de los precios de O’Rourke y Williamson (2002). Según Estevadeordal, Frantz y Taylor (2003), las importaciones más las exportaciones llegaron a 2% del producto interno bruto (PIB) en 1800, y luego se incrementaron hasta llegar a un primer “máximo” de 21% en 1913 —justo antes de la primera Guerra Mundial—, aunque disminuyeron entre las dos guerras mundiales, como se muestra en la gráfica B.5 Después de la segunda Guerra Mundial, el comercio exterior aumentó con más rapidez que el ingreso, como aparece en la gráfica C, y el coeficiente del comercio exterior con respecto al ingreso se incrementó, superando el “pico” de 1913 a principios de la década de 1970. Actualmente el coeficiente del comercio exterior con respecto al ingreso es mucho más alto que en cualquier momento del pasado.

GRÁFICA B. Importaciones más exportaciones mundiales como porcentaje del PIB mundial

FUENTE: Estevadeordal, Frantz y Taylor (2003).

GRÁFICA C. Tasa de crecimiento promedio por década del monto de las exportaciones mundiales y el PIB

FUENTE: Organización Mundial del Comercio, International Trade Statistics, 2009 (se consultó en línea el 16 de abril de 2010).

Según O’Rourke y Williamson (2002), el comercio a larga distancia en el periodo anterior al siglo XVIII consistía en su mayor parte en productos no competitivos, es decir, productos que no se producían en las regiones importadoras (por ejemplo, seda y tejidos de lana). A principios del siglo XIX también cubría importantes cantidades de bienes básicos, como el trigo, y manufacturas sencillas, entre ellas los textiles. Durante el siglo xix, el comercio exterior se amplió rápidamente, en parte debido a una sorprendente disminución en los costos del transporte y en parte como resultado del ascenso de las manufacturas. Una consecuencia fue que las brechas de los precios entre los mercados se redujeron considerablemente. El cambio a partir de los bienes básicos no competitivos también hizo posible que el comercio se expandiera muy rápidamente. La última fase, que consistió en el crecimiento y la diversificación adicionales de las industrias manufactureras y en el ascenso de la diferenciación de los productos, reforzó aún más el crecimiento del comercio mundial. Esto es, el bajo volumen inicial del comercio y su aumento posterior fueron influidos materialmente por la transformación de la producción y del consumo.

Mientras la evolución del comercio a larga distancia estuvo relacionada con el desarrollo económico, la interdependencia entre ellos fue compleja. En particular, no se puede argumentar que los efectos fueran unidireccionales (esto es, que el desarrollo económico produjera la expansión del comercio exterior), porque el comercio a larga distancia afectó al desarrollo económico y el desarrollo económico afectó al comercio exterior. Además, la influencia de este último sobre el desarrollo económico operó mediante múltiples canales, incluyendo los medios institucionales y los políticos.

El comercio a larga distancia que fue consecuencia del descubrimiento de América se menciona a menudo como un importante evento que contribuyó a la divergencia en las condiciones económicas entre Europa y China. Aunque en el siglo XVIII Europa y China tenían un avance similar, la Revolución industrial ocurrió en Europa, y como resultado Europa creció más rápidamente que China. Con el tiempo, esto condujo a grandes diferencias en el ingreso per cápita (véase Pomeranz, 2000). Por supuesto, la Revolución industrial no fue impulsada por el comercio exterior per se; más bien, éste fue un factor que contribuyó a la misma. De conformidad con Allen (2009), la disponibilidad de carbón barato y de salarios altos en Inglaterra indujo el desarrollo de tecnologías que sustituían la mano de obra con máquinas, y estas tecnologías fueron las que impulsaron el crecimiento económico británico.6 A medida que las nuevas tecnologías se difundieron a la Europa continental, promovieron, primero, el crecimiento económico en Holanda y, después, en los demás países de la Europa occidental.

Acemoglu, Johnson y Robinson (2005) muestran que el crecimiento europeo en el periodo que siguió al año 1500 se concentró en los países que tenían acceso al Océano Atlántico: Inglaterra, Francia, Holanda, Portugal y España, países que participaron en el comercio con el Nuevo Mundo y adquirieron colonias en ultramar. Estas oportunidades comerciales fortalecieron el poder político de los grupos de mercaderes y empresarios, y debilitaron el poder de los monarcas. Como resultado, se ampliaron las limitaciones sobre el Ejecutivo y los derechos de propiedad se volvieron más seguros para un segmento mayor de la sociedad. Estas consecuencias no intencionales del comercio con el Nuevo Mundo hicieron posible a los comerciantes del Atlántico adelantarse a otros países europeos.7 Sin embargo, el comercio con el Nuevo Mundo también tuvo efectos negativos en España, donde las instituciones castellanas demostraron ser inadecuadas para limitar el poder de Felipe II. El flujo de plata desde América alentó a este monarca a participar en guerras que resultaron demasiado costosas y requirieron de impuestos internos y grandes préstamos de banqueros extranjeros. De acuerdo con Drelichman (2005) y Drelichman y Voth (2008), las subsiguientes luchas entre la Corona y las Cortes debilitaron a las instituciones internas, y esto tuvo consecuencias infortunadas para el crecimiento económico de España.8

Aunque el comercio internacional y el comercio a larga distancia no son exactamente el mismo fenómeno, están estrechamente relacionados porque mucho del comercio a larga distancia es también comercio internacional. Ciertamente, el comercio entre California y Massachusetts (dos estados de la federación estadunidense) es a larga distancia, como lo es el comercio entre la Columbia Británica y Quebec (dos provincias de Canadá), pese a lo cual ninguno es también comercio internacional. Por otra parte, en comparación con lo anterior, el comercio entre Turquía y Siria o entre Israel y Jordania, que es internacional, es a corta distancia. Pese a todo, nuestra discusión se concentrará en el comercio internacional, haciendo hincapié en los movimientos de los productos a través de las fronteras nacionales.

Los países difieren en los rasgos nacionales que conforman la estructura de su comercio exterior, en tanto que los rasgos geográficos son más importantes en la conformación de los flujos comerciales entre las regiones de un país. Además, las regiones de un mismo país están más integradas que las regiones de diferentes países. No obstante, los campos del comercio internacional y de la economía regional comparten rasgos comunes en los que ya puso el acento Ohlin (1933), como los costos de transporte, la aglomeración de la actividad económica y la desvinculación de la producción y el consumo.

Mi exposición sigue la evolución histórica del campo del comercio internacional, destacando la interacción recíproca entre la teoría y la evidencia. En particular, explico los argumentos teóricos en los contextos en que se les desarrolló; la evidencia que se acumuló para someterlos a prueba o desafiarlos, y las modificaciones de los argumentos teóricos que se desarrollaron para ajustarse a la nueva evidencia. Esta cadena de pensamientos teóricos, investigación empírica que confirma partes de la teoría y contradice otras, y la actualización de la teoría en vista de la nueva evidencia, ha servido como un patrón fructífero para entender el comercio internacional. Más aún, este patrón ha sido inevitable en vista de la cambiante naturaleza de las interacciones económicas internacionales. En otras palabras, teorías que fueron adecuadas en un tiempo, se hicieron menos adecuadas a medida que cambiaban las economías nacionales, y con ellas los patrones de la especialización internacional.

En el capítulo I se discuten los dos paradigmas principales del comercio internacional que fueron desarrollados en los primeros años de los siglos XIX y XX, respectivamente, el primero por David Ricardo y el último por Eli Heckscher y Bertil Ohlin. Cada uno fue cultivado en el contexto de su tiempo; el primero explicó las corrientes de comercio por las diferencias en la productividad de la mano de obra entre los países, mientras que el segundo explicaba el comercio exterior por diferencias en la dotación de recursos (esto es, la disponibilidad de recursos productivos, como la mano de obra, el capital y la tierra). En cada caso, las causas subyacentes del comercio estaban diseñadas para enfrentar problemas específicos. Estos dos paradigmas fueron ampliamente estudiados durante la mayor parte del siglo XX, y luego se les aplicó a una variedad de temas, como las ganancias obtenidas del comercio exterior, los conflictos de intereses entre diferentes grupos en la sociedad en lo que se refería a lo deseable que serían los mercados abiertos, el efecto de las políticas de comercio exterior —incluyendo los acuerdos de libre comercio y las negociaciones multilaterales de comercio— así como la relación entre el comercio internacional y el crecimiento económico. En el capítulo II se estudian los beneficios del comercio y los conflictos por la distribución. El efecto de las políticas de comercio exterior sobre las economías nacionales es un tema muy amplio que por sí solo merece ser tratado en un libro por separado, y elegí no cubrirlo en esta presentación deliberadamente breve. La relación entre el comercio y el crecimiento es un tema importante que se trata en detalle en Helpman (2004, capítulo 5), y como creo que no hay mucho nuevo que pueda añadirse a ese estudio, no he incluido el tema en este libro.

Aunque es cierto que la teoría neoclásica, que dominó el pensamiento acerca del comercio exterior durante la mayor parte del siglo XX, tiene muchos méritos, demostró ser inadecuada para tratar varios fenómenos que se hicieron particularmente importantes en el periodo que siguió a la segunda Guerra Mundial. Esto condujo a la primera revolución importante en la teoría del comercio exterior —a principios de la década de 1980— y al desarrollo de lo que entonces se llamó la “nueva” teoría del comercio exterior, de la que trato en el capítulo III. El motivo de esta revolución fue empírico, y los “nuevos” modelos del comercio exterior —que hacen hincapié en las economías de escala y la competencia monopólica— originaron nuevos trabajos empíricos. A pesar de todo, a medida que el comercio mundial siguió cambiando y estuvieron disponibles nuevos conjuntos de datos en los años noventa, lo inadecuado de los modelos teóricos de la década de 1980 se hizo visible. Como consecuencia, a principios de la década de 2000 se presentó una segunda revolución, que en esta ocasión se enfocó en las características de las empresas individuales y en la forma en que participan en las transacciones internacionales. El capítulo IV trata de la primera etapa de esta revolución, concentrándose en el comercio de bienes. El capítulo v trata la segunda etapa, centrando la atención en la inversión directa (esto es, la propiedad de subsidiarias en tierras extranjeras), los procesos de producción realizados en otros países o deslocalización9(offshoring) y las compras a proveedores no afiliados a la empresa ya sea en el propio país o en el extranjero, esto es, la externalización (outsourcing).

Podría preguntarse por qué no se ha mencionado la inversión extranjera hasta ahora. ¿Careció de importancia en el pasado lejano y sólo la adquirió a partir de la década de 1990? La respuesta es, por supuesto, que los flujos internacionales de capital, incluyendo la inversión extranjera directa (IED), desempeñaron un papel muy importante en la historia económica, especialmente después de la expansión de las colonias luego del descubrimiento del Nuevo Mundo. Las tenencias de activos extranjeros, en forma de IED y de activos financieros del extranjero, aumentaron con rapidez en el siglo XIX simultáneamente con el aumento del comercio exterior, y su tamaño relativo con respecto al PIB se incrementó a finales del siglo xix. Aunque la tenencia de activos extranjeros se colapsó después de la primera Guerra Mundial, igual que sucedió con el comercio exterior, aumentó de nuevo rápidamente después de la segunda Guerra Mundial (véase Obstfeld y Taylor, 2004, cuadro 2.1).

Mucha de la expansión de las tenencias de activos extranjeros en el periodo de la posguerra ha sido mediante inversiones en cartera, de la que no se tratará en este libro. La discusión de la IED, que está estrechamente vinculada con el comercio exterior, se deja para el capítulo v, en el que es posible construir con base en el conocimiento adquirido en los capítulos previos. Los flujos o corrientes de la IED crecieron con rapidez después de la segunda Guerra Mundial, y alcanzaron un máximo antes del colapso de la burbuja punto com o burbuja de la tecnología informativa en 2001, que los arrastró en su caída. Se recuperaron y volvieron a alcanzar un máximo entre 2006 y 2007 (véase UNCTAD, 2009). Es importante saber que el surgimiento de redes de producción de amplitud mundial, en que varias corporaciones multinacionales juegan un papel central, sólo puede entenderse dentro de las estructuras más amplias de que se tratará en los capítulos III y IV.

En el epílogo se proporciona una breve discusión de los programas de investigaciones en curso que no son tratados en los capítulos de este libro, junto con algunas reflexiones sobre las posibles direcciones a seguir en el futuro. En vista de que el estudio del comercio internacional y de la IED se ha vuelto sumamente especializado, tengo la esperanza de que esta exposición no técnica de lo que sabemos sobre este tema ayudará a que el lector entienda mejor el mundo que nos rodea.

1 Tanto McCormick (2001, capítulo 4) como Ward-Perkins (2005) hacen referencia a la evidencia arqueológica encontrada en los hallazgos cerámicos como medidas del nivel de vida y del comercio. Por ejemplo, McCormick hace la siguiente observación: “A partir del siglo III los bienes africanos prevalecen cada vez más entre las cerámicas identificables que llegaban a Ostia y a Roma. Lo más notable es que desplazaron a las importaciones de aceite de oliva de España, cuyos 53 millones (estimación) de recipientes rotos todavía forman una ‘montaña’ a lo largo del Tíber”. Ward-Perkins también comenta sobre esta “montaña”.

2 Las regiones son: la Europa occidental, la Europa oriental, el mundo islámico, el África subsahariana, el Asia central, el sur de Asia, el sureste asiático y el Asia oriental.

3 O’Rourke y Williamson (1999) proporcionan una discusión muy completa del proceso de “globalización” a finales del siglo XIX y principios del XX.

4 Agradezco a Kevin O’Rourke haberme facilitado los datos y permitirme usarlos para la elaboración de esta gráfica.

5 Agradezco a Alan Taylor haberme proporcionado los datos y permitirme usarlos para la elaboración de esta gráfica.

6 Pomeranz (2000) también hace hincapié en el papel del carbón.

7 La Gloriosa Revolución Británica de 1688 es considerada el primer ejemplo de esos cambios en las instituciones políticas. De acuerdo con North y Weingast (1989), también mejoró considerablemente las finanzas británicas, lo que tuvo una importancia principal en los desarrollos económicos subsecuentes.

8 En este caso, el monarca también se volvió un deudor cada vez más moroso, lo que influyó negativamente en el desarrollo económico español.

9 El término extraterritorialidad tiene connotaciones ya precisadas por la diplomacia que podrían crear aún más confusión, pues implican (simplificando) vigencia de las leyes del país de origen, aunque en las empresas ése no sea el caso. La extraterritorialidad en el trato de la inversión extranjera directa (IED) (vigencia de las leyes del país en que ésta se genera, sobre las del país que la recibe) es uno de los elementos que más reacciones negativas han provocado históricamente y en el presente contra la IED. Hoy en día, ésta, en la inmensa mayoría de los casos, no implica extraterritorialidad. Sin embargo, en algunas ocasiones empresarios asiáticos la han solicitado en ciertos países de América Latina. [T.]

I. VENTAJA COMPARATIVA

LOS PAÍSES han comerciado entre sí desde los tiempos antiguos. El rey Salomón ordenó madera de cedro del Líbano al rey Hiram de Tiro para la construcción del templo de Jerusalén hace aproximadamente 3 000 años (véase Reyes 1, 5:9), en tanto que ahora muchos residentes del Jerusalén moderno construyen sus pisos con tejas italianas. Desde hace mucho los economistas han reflexionado sobre la pregunta ¿qué motiva al comercio internacional? En lo que se refiere al cedro de Líbano, la respuesta puede parecer simple: si uno insiste en construir un templo o un palacio en Jerusalén con esta madera aromática de alta calidad, la madera debe ser traída desde Líbano, porque ahí es donde crece. En forma parecida, si uno insiste en construir en Jerusalén pisos con baldosas italianas, tendrá que importarlas desde Italia. Sin embargo, las respuestas no son del todo satisfactorias. Es cierto que el cedro crece en Líbano porque las condiciones naturales del área favorecen el crecimiento de estos árboles, y por lo tanto quienes deseen usarlos deberán traerlos del Líbano. Pero ¿por qué se insiste en usar cedro del Líbano en vez de alguna otra madera? Puede suponerse que la razón es que el costo relativo de buenos sustitutos no es lo suficientemente bajo. Pero, de ser así, ¿por qué?

El caso de las baldosas italianas es incluso más difícil, porque estas baldosas, que son hechas de piedra italiana, pueden hacerse en Jerusalén; se puede importar la piedra y cortar las baldosas en el país importador. Por lo tanto, ¿qué tienen de especial las baldosas hechas en Italia para justificar su compra en vez de sólo la piedra? Y en este caso se puede también preguntar ¿por qué usar baldosas italianas en lugar de baldosas manufacturadas en otro país, como Turquía, o baldosas hechas con piedras locales?

Por supuesto, estas preguntas no tienen una sola respuesta; más bien, hay múltiples razones para el comercio internacional. Muchas de las respuestas están relacionadas con fuerzas que conforman los patrones de especialización: diferencias de carácter tecnológico entre los países, de dotación de recursos, de gustos, de instituciones o de estructuras del mercado, por mencionar algunas. Adam Smith, entre otros, observó hace más de 200 años en La riqueza de las naciones (publicada en 1776) una analogía entre la especialización dentro de los países y la especialización entre ellos:

Es la máxima de todo prudente padre de familia, nunca intentar hacer en su casa lo que le costaría más hacer que comprar. El sastre por esta razón no intenta hacer sus propios zapatos, y en cambio prefiere comprárselos al zapatero. El zapatero no intenta hacer sus propios vestidos, sino que emplea al sastre. El granjero no intenta hacer ni uno ni el otro, sino que emplea a esos diferentes artífices. Todos ellos encuentran que es en su provecho emplear todo su esfuerzo de modo que tengan cierta ventaja sobre sus vecinos, y comprar con una parte de su producto, o lo que es lo mismo, con el precio de una parte de él, cualquier otra cosa que necesiten.

Lo que es prudencia en la conducta de toda familia no puede ser necedad en el caso de un gran reino. Si un país extranjero nos puede proveer una mercancía más barata de lo que a nosotros nos cuesta hacerla, es mejor comprársela a ellos con una parte del producto de nuestra propia industria, empleada de modo que tengamos alguna ventaja [Smith, 1937, p. 424].

Pese a todo, esta analogía no es del todo satisfactoria. Primero, la especialización a nivel del trabajador o del artesano puede ser reproducida fácilmente en diferentes países. ¿Que existan sastres en Italia hará que no sea lucrativo o que sea indeseable la costura de vestimentas en Francia o Alemania? Si fuera así, Italia proveería todas las vestimentas usadas por los franceses y los alemanes. Esta conclusión se aleja mucho de la realidad, en que muchas veces un producto es manufacturado por un gran número de países. Es difícil que la especialización sea completa; incluso si un país sobresale en la manufactura de ciertos bienes, es poco probable que se convierta en el único productor de esos bienes. Segundo, ¿qué hace posible que un país extranjero nos abastezca con una mercancía más barata de lo que nos costaría hacerla a nosotros? Algunos países tienen ventajas naturales en determinados productos, así como Líbano tiene la madera de cedro o Italia baldosas, y para otros países puede resultar muy caro manufacturar estos productos. Como observó Adam Smith:

Las ventajas naturales que un país tiene sobre otro en la producción de ciertas mercancías son a veces tan grandes, que todo el mundo reconoce que sería vano enfrentársele. Por medio de vidrios, suelos calientes y muros calientes pueden cultivarse muy buenas uvas en Escocia, y con ellas se pueden hacer muy buenos vinos con un gasto cerca de treinta veces lo que costaría traerlos de países extranjeros. ¿Sería razonable una ley que prohibiera la importación de todo vino extranjero, simplemente para propiciar la producción de clarete o borgoña en Escocia? Pero si fuera manifiestamente absurdo dirigir hacia cualquier empleo treinta veces más capital e industria del país de lo que sería necesario para comprar a países extranjeros una cantidad igual de las mercancías que se desean, esto tendría que ser un absurdo, aunque no tan marcado, pero de la misma clase, si se dirigiera a ese empleo una tercera parte o incluso una tricentésima parte de esos recursos [Smith, 1937, p. 425].

Es decir, no vale la pena hacer productos en un país que usará más recursos que los que se requieren para adquirir los mismos bienes en un país extranjero. Pero entonces surge una nueva pregunta: ¿qué determina los costos relativos de estos canales de abastecimiento alternos: nacional versus extranjero?

Esos costos relativos no están determinados inexorablemente, al menos no en la mayoría de los productos, y no sólo dependen de lo que ocurra en el mercado de un producto en particular. Por lo general, también dependen de lo que ocurra en los mercados de otros productos, en los mercados de mano de obra, en los mercados de máquinas y equipo, y en otros elementos parecidos, porque el costo de la producción depende de la tecnología disponible, la disponibilidad de los varios insumos y la demanda de estos recursos generada por todas las fuentes. En otras palabras, los costos relativos están determinados por lo que los economistas llaman “el equilibrio general”, por medio de la interacción de muchos sectores y diferentes tipos de mercado. Las interdependencias de esta clase hacen que el estudio del comercio internacional y de la inversión extranjera directa sea todo un desafío.

Las explicaciones tradicionales de la ventaja comparativa se concentran en los patrones de comercio sectoriales y hacen hincapié en las fuerzas que determinan las ofertas sectoriales, en que un sector está compuesto por productos similares, como carros o ropa. Los flujos comerciales entre los países dependen ciertamente de las características de los sistemas de oferta, pero no sólo de ellos. El comercio de un país está determinado por la diferencia entre su oferta sectorial y los niveles de la demanda. Un país que cosecha más trigo que el que consume exporta trigo, mientras que un país que cosecha menos, lo importa. Por esta razón, las fuerzas que conforman los patrones de la demanda también conforman la estructura del comercio exterior. Sin embargo, al papel de las consideraciones de la demanda se le ha restado importancia, primero por David Ricardo, el fundador de la teoría tecnológica de la ventaja comparativa, y posteriormente por Eli Heckscher y Bertil Ohlin, los fundadores de la teoría de las proporciones de los factores en la ventaja comparativa.

1. TECNOLOGÍA

David Ricardo desarrolló la primera teoría integral de la ventaja comparativa en el capítulo 7 de sus Principios de economía política y tributación (publicados en 1817). En el mismo capítulo aclara cuál es la causa de que la diferencia entre países no sea igual a la diferencia entre regiones del mismo país, en lo que se refiere a la actividad económica. Si la tasa de ganancia del capital fijo empleado en Yorkshire superara la tasa de ganancia del capital físico empleado en Londres, el capital se trasladaría rápidamente de Londres a Yorkshire. Algo parecido ocurre con la mano de obra: si el salario real de una región de un país excediera al salario real de otra región, los trabajadores de esta última región buscarían empleo en la primera. Pero las personas y el capital no se mueven con igual rapidez de un país a otro. Como resultado, los precios de los factores empleados en la producción, que no pueden diferir mucho entre las regiones del mismo país, sí pueden diferir, y así ocurre, entre los países. Esta premisa es central en la concepción de Ricardo de la ventaja comparativa, y ha sido adoptada por generaciones de estudiosos desde entonces.

Considere el ejemplo que da Ricardo del comercio de vino y paños entre Inglaterra y Portugal, que está fundamentado en su teoría del valor basado en el trabajo, una teoría en que el valor relativo de los bienes está determinado por las cantidades relativas de trabajo que se han incorporado en su producción. Principiando con Portugal, observa que su tasa de cambio con Inglaterra del vino por el paño no está determinada por “las respectivas cantidades de trabajo dedicadas a la producción de cada uno, como debería ser si ambas mercancías fueran manufacturadas en Inglaterra o ambas lo fueran en Portugal” (Ricardo, 1971, p. 153). Expresado de otro modo, lo que determina los precios relativos dentro de un país no los determina en las relaciones de comercio exterior. Prosigue:

Las circunstancias pueden ser tales en Inglaterra, que la producción del paño podría requerir el trabajo de 100 hombres durante un año; y si el país intentara producir vino, podría requerir el trabajo de 120 hombres durante el mismo tiempo. Entonces, Inglaterra encontraría que le convendría importar vino y comprarlo exportando paño.

Producir vino en Portugal podría requerir sólo el trabajo de 80 hombres durante un año, mientras que producir paño en ese mismo país podría requerir el trabajo de 90 hombres durante el mismo tiempo. Por lo tanto, en ese caso le resultaría ventajoso exportar vino a cambio de paño. Este intercambio podría ocurrir, a pesar de que la mercancía importada por Portugal pueda producirse en ese país con menos trabajo que en Inglaterra. Aunque pueda producir paño con el trabajo de 90 hombres, lo importaría de un país en que su producción requiere el trabajo de 100 hombres, porque le sería más ventajoso emplear su capital en la producción de vino, con el que obtendría más paños de Inglaterra que los que podría producir desviando una parte de su capital del cultivo de vino a la manufactura de paños.

Así, Inglaterra daría el producto del trabajo de 100 hombres por el producto del trabajo de 80 hombres. Ese intercambio no puede ocurrir entre individuos del mismo país. El trabajo de 100 ingleses no puede ser entregado a cambio del de 80 ingleses, pero el producto del trabajo de 100 ingleses sí puede ser entregado por el producto del trabajo de 80 portugueses, 60 rusos o 120 trabajadores de la India. La diferencia en este respecto, entre un solo país y muchos, es fácilmente explicable, si se considera la dificultad con que el capital se traslada de un país a otro, en busca de un empleo más lucrativo, y la actividad con que invariablemente pasa de una provincia a otra dentro del mismo país [Ricardo, 1971, pp. 153-154].

Ricardo entonces indica que en estas circunstancias sería ventajoso trasladar a Portugal los recursos que Inglaterra emplea en la producción de paños para manufacturarlos en el país más eficiente (esto es, el país con la ventaja absoluta en la manufactura de paños). Pero en vista de la atadura de los recursos a los países, estas ganancias en la eficiencia no pueden realizarse.

Esta discusión contiene uno de los resultados más célebres en la economía: los patrones de la especialización y el comercio están determinados por la ventaja comparativa y no por la ventaja absoluta.1 Inglaterra exporta paños a pesar del hecho de que se requieren más trabajadores ingleses que portugueses para producir la misma cantidad de paño, porque en Inglaterra el uso de la mano de obra en la producción de paño relativo al uso de la mano de obra en la producción de vino es 100/120 mientras que en Portugal es 90/80, y 90/80 es mayor que 100/120. Es decir, los trabajadores ingleses son relativamente más eficientes en la producción de paño, en tanto que los trabajadores portugueses son relativamente más eficientes en la producción de vino. ¿Cómo afectan estos dos datos tecnológicos a los salarios en los dos países? El salario de los trabajadores portugueses tiene que estar entre 100/90 y 120/80 multiplicado por el salario de los trabajadores ingleses, porque si fuera más alto sería más barato manufacturar tanto el vino como el paño en Inglaterra y si fuera más bajo sería más barato manufacturar tanto el paño como el vino en Portugal. En cada uno de estos casos no habría demanda de mano de obra en uno de los países, lo que haría que la tasa de salarios de ese país bajara.2 Dónde exactamente se fijará el salario relativo, y por consiguiente dónde se fijará exactamente el precio del paño relativo al precio del vino, dependerá de las condiciones de la demanda.3 Una demanda relativamente alta por el paño puede acercar el salario relativo de los trabajadores portugueses a 100/90, mientras que una demanda relativamente alta de vino lo acercaría a 120/80. A pesar de lo anterior, independientemente del salario relativo resultante, Inglaterra exporta paños mientras que Portugal exporta vino. El sistema de Ricardo predice la dirección de los flujos del comercio exterior, un resultado cualitativo, pero no el volumen del comercio. No basta con el conocimiento de las características tecnológicas de Inglaterra y Portugal para predecir el volumen del comercio; también es necesario conocer sus preferencias por el paño y el vino.4

¿Qué tan ampliamente se aplican las percepciones intuitivas de Ricardo? La respuesta dependerá de lo que uno considere que es el núcleo de su argumento. Si se acepta que el núcleo es que las diferencias en los niveles de la productividad sectorial entre los países son importantes determinantes de los flujos internacionales del comercio, y que las productividades relativas son una fuente importante de la ventaja comparativa, entonces sus entendimientos intuitivos son muy generales. Por otra parte, si uno considera que el núcleo del argumento es una predicción precisa de la dirección de los flujos del comercio, entonces las intuiciones de Ricardo no son muy generales, porque en un mundo complejo con muchos productos y muchos países, su tipo de análisis de los costos comparativos es insuficiente para esa finalidad.

Para entender estos enunciados, imagine un mundo de muchos países y muchos productos en que todos los productos son bienes de consumo final.5 Cada país tiene su propia tecnología para manufacturar productos con servicios de mano de obra, y no se necesita ningún otro insumo para esta finalidad. Además, cada producto requiere una cantidad fija de trabajo por unidad producida, independientemente del nivel de la producción. Como en el ejemplo de Ricardo, los requerimientos de trabajo relativo difieren entre todos los países y los trabajadores no emigran al extranjero.

Si conociéramos las tasas de salarios en todos los países, podríamos utilizar la información acerca de los requerimientos de trabajo para calcular el costo de producir cada producto en cada uno de ellos multiplicando la tasa de salario en él por los requerimientos de trabajo para cada unidad producida. Entonces se compararían estos costos unitarios de todos los países. De este modo podríamos identificar al de menor costo para cada producto. Si el que tiene el menor costo para un producto, digamos paño, resulta ser singular, entonces este país, digamos Inglaterra, tiene que ser el único productor de paño, lo que implica que exportará paño a todo otro país en el mundo que quiera consumir paño.6 Además, si sucede que el productor de menor costo es único en toda industria, entonces el razonamiento identifica al país de menor costo en cada producto como el único exportador de éste. En el ejemplo de Ricardo, Inglaterra es el manufacturero de menor costo para el paño, por lo que exporta paño, en tanto que Portugal es el productor de menor costo del vino, por lo que exporta vino. Este razonamiento genera dos preguntas. Primero, ¿qué sucede cuando hay más de un país de menor costo para algunos productos? Segundo, ¿qué determina las tasas de salarios?, y en particular ¿son las tasas de salarios independientes de otros patrones de especialización?

Considere, ante todo, muchos países con el mismo costo unitario más bajo. Para ser más concretos, suponga que Portugal y Francia tienen el mismo costo unitario para el vino, y que todos los otros países tienen costos unitarios más altos.7 Entonces podemos predecir que todos los países, con excepción de Francia y Portugal, importan vino y que ya sea Portugal o Francia, o ambos, exportan vino. Esto es, ambos, Portugal y Francia, pueden exportar vino; Francia puede exportar vino mientras que Portugal lo importa, o Francia puede importar vino en tanto que Portugal lo exporta. Para determinar la dirección del comercio portugués o francés, necesitamos información adicional sobre la producción y consumo de vino. Si, por ejemplo, Portugal sólo es un manufacturero con el menor costo para el vino, entonces Portugal tiene que exportar vino para poder pagar sus importaciones de otros bienes que no produce.8 Pero si Portugal es un productor de menor costo de varios bienes además del vino, entonces necesitamos saber cuánto vino produce y cuánto vino consume para poder calcular la diferencia entre su producción y su consumo de vino. Si la producción excede al consumo, Portugal exporta vino, pero si el consumo excede a la producción, importa vino. Está claro que la presencia de más de un país con el menor costo introduce la ambigüedad en la predicción de las corrientes comerciales con base puramente en las consideraciones ricardianas. Estas ambigüedades sólo pueden resolverse con la ayuda de información adicional sobre la producción y el consumo.

A continuación, considere la relación entre los salarios y los patrones de especialización, suponiendo, para simplificar, que sólo hay dos países, Inglaterra y Portugal, cada uno con sólo cuatro industrias. La gráfica I.1 muestra los requerimientos de mano de obra relativos. En este ejemplo se necesita 50% más mano de obra en Inglaterra que en Portugal para manufacturar paño, y se requiere cuatro veces más mano de obra en Inglaterra que en Portugal para manufacturar vino. Entre estos extremos hay dos sectores adicionales, los productos de madera y los de cuero. Inglaterra necesita el doble de trabajadores que Portugal para manufacturar los productos de madera y 2.5 veces el número de trabajadores para manufacturar productos de cuero. En la gráfica los sectores están dispuestos según el orden en que aumentan los requerimientos relativos de mano de obra en Inglaterra.

GRÁFICA I.1. Requerimientos relativos de mano de obra en cuatro industrias

Como en el ejemplo de Ricardo, también en este caso Portugal es la economía más eficiente. Por consiguiente, su tasa de salarios tiene que ser más alta que la tasa de salarios inglesa. En particular, tiene que ser 1.5 veces y cuatro veces más alta, porque si el salario portugués fuera menos de 50% más alto resultaría más barato manufacturar todos los productos en Portugal, y si los salarios en Portugal fueran más de cuatro veces más altos resultaría más barato manufacturar todos los productos en Inglaterra. A continuación, observe que si el salario portugués fuera más de 50% más alto pero menos de 100% más alto, Inglaterra sería el productor de menor costo de paño y Portugal sería el productor de menor costo de los productos de madera y de cuero, y del vino. En estas circunstancias, la demanda mundial de paño se canalizaría hacia Inglaterra y la demanda mundial de los otros productos se canalizaría hacia Portugal. Para satisfacer estas demandas, Inglaterra tendría que emplear cierta cantidad de mano de obra en la producción de paño a la vez que Portugal necesitaría emplear cierta cantidad de mano de obra en la producción de los otros productos. Podría ocurrir entonces que la mano de obra requerida para manufacturar el paño que se demanda fuera menor que la fuerza de trabajo de Inglaterra, mientras que la mano de obra requerida para manufacturar los otros productos fuera mayor que la fuerza de trabajo de Portugal.9 En este caso, el salario relativo de Portugal sería demasiado bajo.