El desarrollo económico de América Latina desde la Independencia - Luis Bértola - E-Book

El desarrollo económico de América Latina desde la Independencia E-Book

Luis Bértola

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Beschreibung

Esta obra ofrece una visión de conjunto del desempeño económico de las áreas latinoamericanas. En él se recoge y presenta muchos avances en el plano de la discusión sobre instituciones y desarrollo, sobre desarrollo humano, sobre niveles y disparidades del ingreso, sobre desarrollo tecnológico, sobre volatilidad financiera, sobre contabilidad del crecimiento, así como aportes más recientes a debates antiguos, como el relativo a los términos de intercambio y su relación con los precios reales de productos básicos.

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“La publicación de este libro permitirá que se vuelva a debatir, con nuevos elementos, la problemática del retraso que caracteriza a América Latina respecto de las áreas asiática, norteamericana y europea, para reactivar así la colaboración, que fue fuerte en el pasado, entre los economistas y los otros científicos sociales.”

MARCELLO CARMAGNANIEl Colegio de México

“Bértola y Ocampo han escrito la más actualizada síntesis de la historia económica de América Latina. Los autores escriben con vigor y claridad sobre las cuestiones principales que dominan los debates sobre el desarrollo de largo plazo de América Latina, incluyendo la convergencia y la divergencia, la distribución del ingreso, el marco institucional y la inestabilidad. Basan sus conclusiones en un impresionante conjunto de datos históricos que cubren todos los países en diferentes periodos de tiempo. Este libro está destinado a ser no sólo el libro de texto básico en la historia económica de América Latina, sino también una excelente plataforma para el debate intelectual sobre los desafíos para el desarrollo con perspectiva histórica.”

CARLOS MARICHALEl Colegio de México

“Los fallos del desarrollo y los desafíos de América Latina hoy en día están profundamente arraigados en su pasado. Este lúcido libro, respaldado por dos de los principales estudiosos del continente, es el lugar para comenzar a entender cómo se formó ese pasado y evolucionó para formar el presente en toda su complejidad. Indispensable.”

JAMES ROBINSONUniversidad de Harvard

“Un excelente estudio de dos siglos de la historia económica de América Latina, que reúne datos frescos y pensamiento moderno sobre el desarrollo. Por primera vez podemos rastrear en el tiempo los cambios en la desigualdad, a la par que se maneja magistralmente la inestabilidad que provoca el contexto mundial. Aquí se trazan delicadamente las variaciones de cada país pero nunca a expensas del patrón general.”

ROSEMARY THORPUniversidad de Oxford

“Bértola y Ocampo han producido una lúcida, penetrante y original historia económica de América Latina desde la Independencia a la globalización del siglo XXI. Ésta es una lectura indispensable para comprender el desarrollo tardío de América Latina, sus desigualdades históricas, la evolución de sus instituciones y sus desafíos económicos contemporáneos, todo brillantemente condensado en un solo volumen.”

JOHN COATSWORTHUniversidad de Columbia

SECCIÓN DE OBRAS DE ECONOMÍA

EL DESARROLLO ECONÓMICO DE AMÉRICA LATINADESDE LA INDEPENDENCIA

LUIS BÉRTOLAJOSÉ ANTONIO OCAMPO

El desarrollo económico de América Latina desde la Independencia

PREMIO JAUME VICENS VIVES 2012

Primera edición, 2013Primera edición electrónica, 2013

Premio Jaume Vicens Vives 2012, otorgado bianualmente por la Asociación Española de Historia Económica al mejor libro de historia económica de España o Latinoamérica

D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-1664-7

Hecho en México - Made in Mexico

SUMARIO

Prólogo

Introducción

  I. América Latina en la economía mundial, 1810-2010

 II. La historia económica de las jóvenes repúblicas independientes, 1810-ca. 1870

III. Globalización, fortalecimiento institucional y desarrollo primarioexportador, ca. 1870-1929

IV. La industrialización dirigida por el Estado

 V. La reorientación hacia el mercado

A modo de conclusión. La historia y los retos del desarrollo latinoamericano

Apéndice estadístico

Bibliografía

Índice de cuadros y gráficas

Índice general

PRÓLOGO

Siempre me ha interesado la historia y en particular la historia económica. De ella se extraen importantes experiencias que nos permiten entender mejor la compleja realidad social y la viabilidad de las políticas económicas.

América Latina cuenta con muy valiosas contribuciones de distinguidos economistas e historiadores que investigaron su historia económica. Durante mi estancia en el Banco Interamericano de Desarrollo contamos con la presencia de una distinguida economista e historiadora, la profesora Rosemary Thorp, para encabezar un prestigioso grupo de investigadores que produjo un valioso estudio sobre el desarrollo de la economía latinoamericana durante parte del siglo XX. Pero faltaba un esfuerzo adicional que ofreciera una visión de conjunto de la historia de los países de América Latina desde su independencia. Esto es lo que, al fin, han hecho dos economistas e historiadores económicos de gran prestigio: el uruguayo Luis Bértola y el colombiano José Antonio Ocampo. Ahora que América Latina celebra los bicentenarios de sus procesos de independencia es cuando, desde la Secretaría General Iberoamericana, hemos podido apoyar la elaboración de esta historia económica.

Los profesores Bértola y Ocampo son grandes figuras en las universidades de Uruguay y Colombia y en las instituciones internacionales. Ambos tienen una vida académica relevante que les ha llevado por universidades de la talla de Cambridge, Carlos III de Madrid, Columbia, Gotemburgo, Harvard, Notre Dame, Oxford, London School of Economics y Yale.

Con esta experiencia acumulada, los autores nos ofrecen una visión rigurosa y elaborada de 200 años de convivencia independiente de las repúblicas latinoamericanas. No es tarea fácil, por cierto. El objeto de su investigación está particularmente expuesto a diversas visiones culturales e ideológicas de la realidad, y de ahí deriva la dificultad de la tarea emprendida.

En un momento de profunda globalización de las relaciones económicas, políticas y sociales, que no es la primera que ha habido en la historia pero sí probablemente la más intensa y de más largo alcance, los desafíos de una mayor cohesión interna en América Latina y de una creciente presencia y proyección internacionales tienen una prioridad especial. Por ello, una de las grandes contribuciones de esta historia económica es su relación con la realidad económica internacional.

Me parece muy adecuado que la división en capítulos siga los grandes ciclos históricos. También celebro que, aun subrayando los elementos comunes, la obra tenga siempre presente ese gran activo latinoamericano que es nuestra diversidad, la cual deriva del mestizaje de las sociedades originarias, las euroamericanas y las afroamericanas.

Creo que es asimismo muy apreciable el estudio sobre el patrón de la especialización productiva basado en la explotación y exportación de los recursos naturales. Lo considero valioso porque intenta racionalizar la variedad de momentos y de sociedades mediante una tipología del desempeño económico, centrada en las variables del poder colonial, los tipos de mercado, el producto exportador prevaleciente, la situación laboral y el tamaño de cada economía nacional, que nunca se separa en exceso del contexto regional.

En esta “región de matices”, como los propios autores la definen, es importante identificar los problemas del desarrollo, como la dificultad del acceso al conocimiento y la tecnología, los interrogantes sobre las distintas formas de organización social y la difícil generación del bienestar, entre otros. Y, luego, la larga historia (a veces exitosa, pero también atribulada) de avances, rezagos y desilusiones que ha deparado la inestabilidad institucional que nos ha afectado históricamente, simbolizada en los procesos revolucionarios y, en fin, en la intensa conflictividad social y política que generaron a lo largo de la historia regímenes autoritarios.

La obra menciona lo que seguramente es la constante de nuestro devenir histórico: un desarrollo con gran volatilidad y una intensa desigualdad que ha lastrado desde siempre a nuestras sociedades, una desigualdad (“la principal deuda histórica de América Latina”, dicen Bértola y Ocampo) que, mostrándose muy resistente a desaparecer, no debe, sin embargo, oscurecer los logros de recientes desarrollos conseguidos gracias a acertadas políticas macroeconómicas en los últimos años.

De todo este variado acontecer, desde el fin de la época colonial hasta lograr una presencia internacional que nunca hubiéramos imaginado, Latinoamérica ha transitado un largo camino, como bien demuestra el valioso aporte de las series históricas de la CEPAL, institución sin la que sería difícil convocar y entender nuestra realidad actual. Subsisten, empero, desafíos en distintos frentes: educativo, tecnológico, productivo o fiscal, entre otros, que permitan una mejor modernización económica, social y política.

En un momento de esperanzas y realidades para América Latina, cuando parece que el medio ambiente y el cambio climático están poniendo límites al tipo de desarrollo aceptado por la parte más próspera de la humanidad desde la Revolución industrial, la presente obra innova y se une a una prestigiosa corriente historiográfica para ayudarnos a discernir las claves de un prometedor futuro, haciendo hincapié en las siempre irremplazables lecciones de la historia.

Ya lejos afortunadamente de la soledad que evocó uno de nuestros Premios Nobel y con el refuerzo de los adecuados mecanismos de cohesión social y desarrollo productivo, creo que puede empezar a escribirse, quizá con mayor vigor que antes, un futuro capítulo de prosperidad y solidaridad para nuestra América Latina.

ENRIQUE V. IGLESIASSecretario general iberoamericano

INTRODUCCIÓN

Las celebraciones en torno al bicentenario del inicio del ciclo de independencia de la mayoría de los países de América Latina ofrece una oportunidad excepcional para reflexionar sobre el derrotero de los países que conforman esta región en el contexto de la historia económica mundial. Complementariamente, la reciente crisis internacional y las importantes transformaciones que se experimentan en la economía mundial, y que continuarán generando desafíos y oportunidades a nuestros países, obliga una vez más a reflexionar sobre el pasado y a aprender de la historia.

La historia económica de América Latina de los dos últimos siglos es una historia de desarrollo: su población ha tenido un gran crecimiento, al igual que su producción por habitante. Ha habido también, aunque con mayor rezago, mejoras en la expectativa de vida al nacer y en educación. El porcentaje de la población que vive en condiciones de pobreza se ha reducido de manera importante, aunque con altibajos notables.

Es también una historia de inestabilidad, tanto por la volatilidad del financiamiento externo y de los términos de intercambio internacionales como por los consecuentes ciclos de la actividad productiva, con periodos de progreso sucedidos por otros de relativo estancamiento o retroceso. Es igualmente una historia de modificaciones profundas en las políticas y los modelos de desarrollo, que han cambiado con mucha frecuencia al influjo de procesos económicos, así como sociales, políticos e ideológicos.

Finalmente, es una historia de desigualdades, que no sólo se expresa en la desigualdad dentro de cada país, sino también entre los países latinoamericanos y, más aún, entre éstos y los líderes de la economía mundial. En varios periodos América Latina ha visto crecer las diferencias que la separan de los países más desarrollados, aunque, por otra parte, en forma relativamente temprana, también se alejó de las regiones más pobres del mundo.

Este libro ofrece al lector una visión compacta de esta historia económica desde la Independencia, intentando sintetizar algunos avances de una creciente bibliografía sobre el tema. Por las peculiaridades de sus procesos históricos, excluye, sin embargo, a dos países que muchos análisis incluyen como parte de América Latina: Haití y Puerto Rico.

En las últimas décadas es mucho lo que se ha producido. Afortunadamente contamos con muy buenos antecedentes con intenciones similares a las de este libro. Entre muchos, destacan la Historia económica de América Latina de C. F. S. Cardoso y H. Pérez Brignoli de 1979, en dos volúmenes; la Cambridge History of Latin America, editada en seis volúmenes a fines de los años ochenta en inglés y traducida en 14 volúmenes por Grijalbo, es otra referencia inevitable; el penetrante trabajo de Víctor Bulmer-Thomas, La historia económica de América Latina desde la Independencia, publicado originalmente en 1994, es otro hito; a ello se agrega el gran esfuerzo promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo, coordinado por Rosemary Thorp, que culminó en el volumen central Progreso, pobreza y exclusión: una historia económica de América Latina en el siglo XX (1998) y en dos volúmenes complementarios compilados por Enrique Cárdenas, José Antonio Ocampo y Rosemary Thorp: La era de las exportaciones latinoamericanas: de fines del siglo XIX a principios del XX (2003), Industrialización y Estado en la América Latina: la leyenda negra de la posguerra (2003), y la reedición de América Latina en los años treinta, editado originalmente en 1988 por Rosemary Thorp. Una última referencia insoslayable es la aparición en 2006 de los dos volúmenes de la Cambridge Economic History of Latin America, editados por Víctor Bulmer-Thomas, John Coatsworth y Roberto Cortés Conde.

Todas estas obras aún tienen vigencia y han sido fuentes de permanente inspiración y consulta para nuestro trabajo. A lo anterior se suman muchas historias nacionales y artículos y monografías sobre aspectos y periodos específicos de la historia económica de la región. También existen dos compilaciones publicadas en 2011: Institucionalidad y desarrollo económico en América Latina, editado por Luis Bértola y Pablo Gerchunoff, que aborda la historia económica de diferentes regiones latinoamericanas desde la Independencia, y el Oxford Handbook of Latin American Economics, editado por José Antonio Ocampo y Jaime Ros, que cubre el periodo más reciente.

Frente a estos antecedentes, el desafío de hacer una nueva contribución es muy grande. Creemos, no obstante, que la presente obra ofrece al lector avances considerables en diversos frentes. Aunque estamos lejos de haber hecho una revisión exhaustiva de la numerosa bibliografía reciente, podemos sostener que este trabajo recoge y presenta muchos avances en el plano de la discusión sobre instituciones y desarrollo, desarrollo humano, niveles y disparidades del ingreso, desarrollo tecnológico, volatilidad financiera, contabilidad del crecimiento, así como aportes más recientes a debates antiguos, como el relativo a los términos de intercambio y su relación con la tendencia de los precios reales de productos básicos.

Muchos de estos debates reflejan, a su vez, tendencias cambiantes desde el punto de vista de los enfoques teóricos. En este sentido, no hay prácticamente ningún periodo que no haya sido sujeto a revisión en las investigaciones recientes, lo que aquí se pretende ilustrar. Han aparecido nuevas discusiones en torno al balance del desarrollo en la época colonial y al significado de la herencia colonial para el desarrollo posterior. Igualmente, se ha revitalizado la discusión sobre el desarrollo económico en las décadas posteriores a la Independencia. La primera globalización (de fines del siglo XIX y comienzos del XX) no ha dejado de atraer la atención y ser estudiada desde múltiples puntos de vista, ahora en contraste con la segunda globalización (desde las tres últimas décadas del siglo XX). También el periodo de industrialización dirigida por el Estado —el término que preferimos aquí al más extendido e inexacto de industrialización por sustitución de importaciones— ha sido sometido a nuevas miradas y evaluaciones a la luz de los desempeños anteriores y, especialmente, posteriores. Obviamente, en estos momentos parece estar viviéndose una coyuntura importante desde la cual se pueden evaluar los resultados registrados durante la reciente reorientación hacia el mercado y la segunda globalización.

Un elemento particularmente importante que destacar de los recientes avances en el estudio de la historia económica de América Latina es la creciente intención de situarla en una perspectiva comparada internacional. Rescatar ese contexto comparativo ha sido un objetivo central del presente trabajo, lo que refleja no sólo la necesidad de poner logros y fracasos en perspectiva, sino también de pensar una América Latina integrada al mundo a lo largo de los dos últimos siglos.

No menos importante es que esta obra se ha beneficiado de un trabajo estadístico nuevo, que incluye particularmente las series históricas producidas recientemente por la CEPAL para el periodo 1950-2010 y a las que nos referimos en este libro sólo como series históricas de la CEPAL. A ellas se agregan los trabajos estadísticos de muchos otros autores, incluidos los que hemos realizado sobre desarrollo humano, términos de intercambio y precios reales de productos básicos, entre otros.

Este libro contiene seis capítulos. El capítulo I presenta las principales tendencias del desarrollo latinoamericano en perspectiva comparada y con algunas miradas novedosas. Cubre una serie amplia de planos: la población, el ingreso per cápita, la volatilidad y su relación con las formas de especialización y el acceso irregular a los mercados de capitales, la distribución del ingreso y el desarrollo humano.

Los siguientes cuatro capítulos abordan cada uno de ellos periodos prolongados, con la intención de poner énfasis en procesos de larga duración. El capítulo II abarca las décadas posteriores a la Independencia y hasta 1870. El capítulo III analiza la etapa de desarrollo primario-exportador, que coincide a nivel mundial con la llamada primera globalización y se extiende hasta 1929; se pone énfasis especial en distinguir las particularidades del complejo periodo 1914-1929. El capítulo IV aborda la industrialización dirigida por el Estado, el extenso periodo 1929-1980, que comprende momentos fuertemente diferenciados, como las coyunturas de la Gran Depresión y la segunda Guerra Mundial, y la etapa más clásica de industrialización, que se extiende hasta 1980, aunque con experiencias tempranas de ruptura con ese patrón de desarrollo en algunos países. El capítulo V presenta información sistemática desde 1980 hasta 2010, con sus distintas coyunturas, como la década perdida, los procesos de liberalización y reformas estructurales, la crisis de fines del siglo XX y el auge que precedió a la Gran Recesión mundial de 2008-2009.

En todos estos periodos intentamos encontrar un difícil balance entre la búsqueda de elementos comunes, que nos permitan hablar de América Latina como una región con especificidades históricas (económicas, políticas y culturales), y a la vez las importantes diferencias existentes al interior de esta comunidad de países. En ese sentido, hemos hecho un intento por aplicar diferentes tipologías, que hemos variado para diferentes periodos para captar mejor las especificidades de cada uno. En todo caso, se ha preferido un enfoque comparativo que nos permita colocar las experiencias nacionales dentro del contexto de la historia económica regional más que sumar sólo experiencias nacionales. Estas últimas siempre se presentan, por lo tanto, como ilustraciones de una historia regional.

El último capítulo presenta un breve balance histórico, con algunas consideraciones sobre los principales retos que enfrenta la región, vistos a la luz de su historia.

Creemos, por lo tanto, aportar una obra que combina una unidad interpretativa de dos siglos de desarrollo económico latinoamericano con una evidencia empírica rigurosa y el intento de buscar patrones comunes con un respeto a la diversidad interna de la región.

Queremos finalmente expresar nuestro agradecimiento a todos aquellos que, de una forma u otra, hicieron posible este trabajo. En especial a la Secretaría General Iberoamericana y a su secretario general, Enrique Iglesias, así como a la Fundación Carolina, por el respaldo brindado a la investigación inicial que diera lugar a una primera versión de este libro, publicado en español en diciembre de 2010 por la Segib con el título Desarrollo, vaivenes y desigualdad: una historia económica de América Latina desde la Independencia. Esta nueva versión se ha beneficiado de muchos aportes y comentarios de gran número de colegas y contiene muchas mejoras, extensiones y correcciones de las bases estadísticas manejadas en el libro de 2010.

Ha sido excelente la asistencia de Sebastián Fleitas y Ariane Ortiz y la cooperación de Jorge Álvarez, Reto Bertoni, Melissa Hernández, Jonathan Malagón, Eliana Rubiano, Javier Rodríguez Weber, Gustavo Saquier, Sabrina Siniscalchi y Juliana Vallejo en la construcción de estadísticas, relevamiento bibliográfico, discusión de temas y lectura de versiones preliminares de este trabajo. Mariángela Parra-Lancourt ha aportado igualmente la actualización de las series de precios reales de productos básicos desde 1865.

Han sido muy valiosos los comentarios e información suministrada por José Antonio Alonso, Ricardo Bielschowsky, John Coatsworth, Renato Colistete, Robert Devlin, Aldo Ferrer, Jorge Gelman, Pablo Gerchunoff, Karl Jaspers, Sandra Kuntz-Ficker, Bethania Lima, Eduardo Lora, Héctor Pérez Brignoli, Gabriel Porcile, Carmen Reinhart, Antonio Tena y Jeffrey Williamson, entre muchos otros con quienes hemos discutido temas puntuales.

Luis Bértola agradece también el respaldo del Fondo Clemente Estable del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.

Esperamos que esta obra sea de utilidad para los estudiantes de historia económica, economía y de los problemas del desarrollo en general, quienes siempre han sido un gran estímulo para nuestra labor.

I. AMÉRICA LATINA EN LA ECONOMÍA MUNDIAL 1810-2010

INTRODUCCIÓN

Todo aquel que ha escrito sobre la historia económica y el desarrollo de América Latina ha comenzado por preguntarse sobre la posibilidad de generalizar acerca de un continente tan amplio que, corriendo de norte a sur, con las diferencias climáticas que ello conlleva y surcado por enormes accidentes geográficos, como cordilleras, desiertos y selvas, termina mostrando una gran variedad de entornos en términos de geografía, clima y recursos naturales. En estos ámbitos también se han desarrollado diversas culturas que, a su vez, han experimentado cambios radicales en interacción con procesos de colonización, emigración e inmigración, tanto voluntaria como forzada, y de intercambio comercial y tecnológico.

A pesar de esas salvedades, creemos que es posible hablar de una historia económica de América Latina y que los países latinoamericanos muestran un conjunto de características comunes con base en el cual es posible entender su derrotero económico y social. En este capítulo intentaremos presentar algunos de esos rasgos, los que creemos más esenciales. Sin embargo, buscaremos matizar esas generalidades en dos sentidos. Por un lado, se pretende capturar qué es lo particular de América Latina y qué es lo que también comparte con otras regiones del mundo, es decir, distinguir qué rasgos del desarrollo de América Latina son más universales y cuáles no lo son. Por otro lado, y sin desmedro de lo general, buscaremos indagar y presentar matices, tipologías, diferencias que permitan mantener y valorar la diversidad en su interior. Debemos reconocer que problemas de espacio y de información, además de nuestras propias limitaciones, no nos permitirán tratar por igual las diferentes regiones y países.

A lo largo de este estudio buscaremos mostrar cómo América Latina es una región de matices también desde el punto de vista comparativo internacional. Nuestra región no forma parte de lo que hoy llamamos “el mundo desarrollado”. Ninguno de nuestros países ha accedido a niveles de vida, educación, competitividad y desarrollo tecnológico de manera elevada ni suficientemente homogénea como para ser considerado un país desarrollado. Sin embargo, la falta de esa gran transformación, la persistencia de pobreza y desigualdad, no han impedido a nuestra región crecer y mejorar sus condiciones de vida y desarrollo humano. Aun cuando algunos países latinoamericanos siguen siendo muy pobres y mantienen a importantes segmentos de sus poblaciones muy alejados de los logros del desarrollo económico y social moderno, América Latina es una región que ha obtenido avances importantes, que ha experimentado destacables cambios económicos, sociales y políticos que muestran que su trayectoria de desarrollo le ha permitido ubicarse, en conjunto y en algunas dimensiones, en una situación intermedia a escala mundial.

A pesar de lo anterior, desde el punto de vista de su estructura productiva, algunas características se han mantenido durante mucho tiempo. Desde la época de la conquista, tras distintos momentos de reformulación de sus lazos con la economía mundial y aun cuando algunos países han logrado diversificar sus estructuras productivas y acceder a mercados internacionales de manufacturas y servicios, el grueso de las naciones de América Latina no ha logrado superar un patrón de especialización productiva basado en la explotación de los recursos naturales. Más allá de fluctuaciones y coyunturas diversas para diferentes bienes, ese patrón de especialización productiva no ha permitido a América Latina tener acceso a los segmentos más dinámicos del mercado mundial, ya sea desde el punto de vista tecnológico o del de la expansión de la demanda. Ese mismo patrón de especialización, junto con el acceso marcadamente cíclico a los mercados de capitales, también contribuye a explicar la alta volatilidad del crecimiento económico de la región, que es en sí misma una amenaza para el desarrollo.

A pesar de ello, este patrón de especialización productiva, que difiere del patrón más intensivo en capital y tecnología de los países desarrollados y del patrón inicialmente intensivo en trabajo pero con creciente contenido tecnológico de los países de Asia Oriental, no es en sí mismo explicación suficiente para que América Latina no sea una región desarrollada, sino que es solamente una expresión de ello. Otros países y regiones lograron profundas transformaciones apoyándose en la disponibilidad de recursos naturales. Con distinto éxito en diferentes etapas de su trayectoria, los Estados Unidos, así como Canadá, Australia, Nueva Zelanda (un grupo que aquí denominaremos, siguiendo a Maddison, los “retoños de Occidente”) y los países nórdicos europeos, constituyen ejemplos de aprovechamiento de recursos naturales para transitar sendas de desarrollo más exitosas que las que han logrado los países latinoamericanos. Del mismo modo, los países de Asia Oriental que han basado su desarrollo en la abundancia de mano de obra, con ciertas similitudes con algunas regiones latinoamericanas, han logrado experimentar en décadas recientes procesos de crecimiento sostenido y mejora de la calidad de vida muy por encima de los logros latinoamericanos. A su vez, el acotado desarrollo económico y la limitada diversificación productiva han hecho particularmente difícil el mantenimiento de ambiciosas políticas de bienestar.

Esto nos lleva a preguntarnos cuáles han sido las razones que han impedido a América Latina realizar una transformación más radical de su economía y sociedad y obtener logros más categóricos en la calidad de vida de toda su población. Las respuestas a estas preguntas no se encuentran a partir de una mirada puramente económica. El desempeño económico es el resultado de un complejo conjunto de relaciones sociales, culturales, políticas y de su relación con el entorno geográfico. En las teorías del desarrollo han sido clásicos los debates sobre el papel de las instituciones y, a su vez, sobre las determinantes últimas del desarrollo institucional. Las estructuras sociales, la distribución del poder y la riqueza, el papel y la fortaleza de las élites y los procesos complejos y dolorosos de conformación de los Estados nacionales, que en muchos casos permanecieron endémicamente débiles, conjugado todo ello con la herencia colonial y las dificultades económicas y políticas de la inserción internacional de los Estados independientes, serán factores determinantes en los que habrá que buscar explicaciones a los logros y fracasos de la experiencia económica latinoamericana.

AMÉRICA LATINA EN LA ECONOMÍA MUNDIAL: CONVERGENCIA Y DIVERGENCIA DEL PIB PER CÁPITA

Las estadísticas históricas disponibles sobre la evolución del producto interno bruto de América Latina son muy débiles y no nos permiten hacer afirmaciones categóricas, especialmente en lo que respecta al siglo XIX y anteriores. En el cuadro 1 del apéndice estadístico presentamos una nueva base de series históricas de América Latina, construidas a partir de diversas fuentes, entre las que predominan las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de 1950 en adelante y las compilaciones de Angus Maddison para épocas más tempranas, basadas a su vez en estimaciones parciales de la CEPAL, de otros autores, y las propias. Esta nueva base, que adopta como referencia las series comparativas internacionales de Maddison de 1990, está expresada en dólares internacionales de ese año. Los resultados difieren, en algunos casos de manera muy notoria, de los de la base de Maddison. Una síntesis se presenta en el cuadro I.1.

Tomando con cautela estos datos, se puede sostener que el producto interno bruto (PIB) per cápita de América Latina ha fluctuado a lo largo de los dos últimos siglos en torno al promedio mundial, con tres grandes fases: un deterioro desde el inicio de la vida independiente hasta aproximadamente 1870 (aunque sólo en relación con los líderes del proceso de industrialización en el mundo, que aquí denominaremos simplemente como “Occidente”), una mejora relativa en 1870-1980 (aunque no sin fluctuaciones), y un nuevo deterioro posterior. De esta manera, América Latina fue, en compañía de la periferia europea, capaz de insertarse temprano en la ola del desarrollo económico moderno y colocarse en una especie de “clase media” del mundo.

Si comparamos a América Latina con Occidente, vemos una tendencia de deterioro de largo plazo, que está determinada por dos grandes caídas, de las cuales ha sido imposible recuperarse con posterioridad. La brecha con respecto a Occidente se amplió antes de 1870 y durante la “década perdida” de 1980. Pero, por otra parte, el crecimiento de América Latina superó claramente el de África hasta la actualidad y el de Asia hasta mediados del siglo XX. Cabe resaltar, sin embargo, que desde 1980 lo opuesto ha sido cierto (y en forma muy marcada) de América Latina en relación con Asia.

CUADRO I.1. PIB per cápita, población y PIB 1500-2008, por regiones (dólares internacionales de 1990)

Para entender el dispar crecimiento económico de las naciones se han utilizado últimamente los conceptos “pequeña” y “gran” divergencia entre los países más avanzados y los menos avanzados, o entre Occidente y el resto, en la terminología de Maddison. Las economías occidentales experimentaron una transformación importante, pasando de un patrón de bajo crecimiento económico entre 1500 y 1820, en el cual la expansión se explicaba principalmente por el aumento de la población y en menor medida por el crecimiento del PIB per cápita, a otro patrón en el que, desde aproximadamente 1820, el aumento del PIB per cápita claramente sobrepasó el de la población (gráfica I.1). Durante el primer periodo, el “resto del mundo”1 (que contiene lo que hoy se considera el mundo en desarrollo, incluida América Latina) creció únicamente de manera extensiva, pero a tasas menores que Occidente, dando lugar a la llamada “pequeña divergencia”, un proceso al cabo del cual las diferencias en los niveles de ingreso per cápita aún parecían pequeñas comparadas con las actuales. Durante el segundo periodo, aunque las tasas de crecimiento se aceleraron también en el “resto del mundo”, el incremento de su PIB per cápita fue a largo plazo apenas una tercera parte del de Occidente, dando lugar a la llamada “gran divergencia”, al cabo de la cual las diferencias en los niveles de ingreso per cápita resultaron muy notorias.

Desde el ciclo independentista hasta nuestros días América Latina parece haber seguido un patrón de crecimiento similar al del “resto del mundo”, mostrando una aceleración de las tasas de crecimiento aunque generada a partir de los mismos factores: el aumento del tamaño de la población explicaría 60% del total del crecimiento económico, en tanto que las tasas anuales de crecimiento del PIB per cápita de América Latina han sido equivalentes a sólo unas tres cuartas partes de las de Occidente. Entre 1820 y 2008 la brecha entre América Latina y Occidente pasó de 0.8 a 2.7 veces el PIB per cápita de América Latina o, lo que es equivalente, la región pasó a tener de poco más de la mitad del PIB per cápita de Occidente a poco más de una cuarta parte.

Es sumamente difícil y arriesgado hablar de los niveles de ingreso per cápita del periodo colonial, al igual que son muy discutidas las cifras de la evolución de la población. Si nos guiáramos por los frágiles supuestos de Maddison, deberíamos concluir que existía una brecha no despreciable entre América Latina y Occidente durante el periodo colonial, aunque esa brecha no se amplió de manera significativa durante ese tiempo y en algún país, como México, pudo llegar a ser muy pequeña en cierto momento. Durante los primeros tiempos de la colonización se produjo una drástica caída en los niveles de vida y, en particular, en la expectativa de vida al nacer. Pero luego, progresivamente, los sobrevivientes a la conquista y los colonizadores experimentaron cierta recuperación de los ingresos, lo que habría contribuido a que la brecha no fuera al final del periodo colonial mucho más amplia que en sus comienzos.

GRÁFICA I.1.Tasas de crecimiento de la población y el PIB per cápita mundial, 1500-1820 y 1820-2008, por regiones (porcentajes)

FUENTE: Cuadro I.1.

En suma, mientras Occidente crecía de manera extensiva y relativamente lenta, la brecha entre Occidente y América Latina no era despreciable pero no se ampliaba. Cuando Occidente cambió su patrón de crecimiento hacia uno con mayor aumento de la productividad, América Latina se retrasó aún más y la brecha se volvió muy importante, a pesar de que América Latina aceleró su crecimiento. Por lo tanto, si bien la brecha original y la herencia colonial son temas de mucho interés, a partir de la Revolución industrial surgieron nuevos patrones de crecimiento que cambiaron radicalmente el escenario de la economía y las relaciones internacionales. Por ello, difícilmente se puede decir que la historia posterior no es más que un reflejo de las condiciones de la era colonial.

LAS ETAPAS DEL DESARROLLO LATINOAMERICANO

Existe en la actualidad un importante debate acerca de cuán cierta es la afirmación de que América Latina experimentó una larga espera después de la Independencia, periodo en el que habría permanecido estancada debido principalmente a los importantes conflictos e inestabilidad política internos, hasta que las fuerzas de lo que hoy llamamos la primera globalización,2 al fin, la arrastraran. A este debate dedicaremos mucho espacio en el próximo capítulo. Como allí argumentaremos, la idea general de que las primeras décadas posteriores a la Independencia no fueron buenas en términos económicos en relación con los países del mundo hoy desarrollado resulta todavía válida. Cierto es que si se mira más de cerca se aprecian matices importantes, incluso entre regiones de un mismo país, pero entre 1820 y 1870 la brecha entre América Latina y Occidente creció de 0.8 a 1.8 veces el PIB per cápita de la primera. Mientras algunos países y antiguas colonias de otras regiones del mundo, las economías de los “retoños de Occidente”, crecían rápidamente, y aun cuando América Latina no era una economía esclerósica ni inmóvil, lo cierto es que en términos de desempeño comparativo con las economías más dinámicas y de las promesas que generaba la independencia de regiones tan ricas en recursos naturales, estas primeras décadas de la Independencia aparecen como una oportunidad perdida.

Entre 1870 y 1980, en contextos muy diferentes y con algunas fluctuaciones, América Latina mejoró su posición en relación con la media mundial, lo que contrasta con la caída, hasta mediados del siglo XX, del “resto del mundo”. Además, la participación de América Latina en la producción mundial se amplió continuamente: de 2.6% en 1870 a 5.2% en 1929 y 9.5% en 1980 (véase la última línea del cuadro I.1). Sin embargo, la región no pudo acortar distancias con Occidente. La brecha entre América Latina y Occidente se mantuvo más o menos estable a lo largo de este periodo e incluso tendió a aumentar ligeramente en algunos subperiodos, sobre todo entre 1950 y 1973, cuando las economías occidentales batieron sus récords históricos de crecimiento durante la denominada “edad de oro” del capitalismo, al tiempo que la región experimentó una explosión demográfica y sus economías de mayor desarrollo relativo enfrentaron serias dificultades para seguir creciendo (véase más adelante). En otras palabras, la brecha se amplió en relación con los “retoños de Occidente” en todo este periodo, pero en relación con la Europa industrializada la brecha primero se redujo hasta 1929, pero luego de la segunda Guerra Mundial volvió a ampliarse.

Este largo periodo corresponde, sin embargo, a dos fases enteramente diferentes, no sólo de la historia latinoamericana, sino mundial. La primera corresponde con la primera globalización y en América Latina con una etapa de expansión primario-exportadora. La primera globalización comenzó a flaquear en muchos sentidos desde la primera Guerra Mundial y colapsó definitivamente durante la Gran Depresión de la década de los treinta. A partir de ahí inicia una nueva fase del desarrollo latinoamericano que denominaremos “industrialización dirigida por el Estado”. A nivel internacional esta fase comienza con una crisis profunda de la economía mundial pero termina con la gestación de la segunda globalización a partir de la década de los sesenta.

De 1980 a la actualidad América Latina no sólo ha perdido posiciones con respecto a las economías desarrolladas, sino que también inició un proceso de deterioro en relación con la media mundial. Mientras muchas naciones, en especial en Asia, se han sumado a un rápido crecimiento económico, América Latina ha mostrado una dinámica sensiblemente menor. Como resultado de ello la región perdió participación en la producción mundial: de 9.5% en 1980 a 7.8% en 2008.

Podemos resumir entonces el desempeño de América Latina en una dualidad: un desarrollo mejor a la media mundial, exceptuando las primeras décadas posteriores a la Independencia y las últimas décadas del siglo XX y primera del XXI, pero una brecha con los países de Occidente que nunca se acortó y se amplió durante las dos fases de retroceso relativo mencionadas y, algo menos, durante la edad de oro posterior a la segunda Guerra Mundial.

Este panorama de claroscuros, y un tanto decepcionante, no significa, sin embargo, estancamiento ni inercia. Desde la Independencia el ingreso per cápita de la región se multiplicó por 11; si a ello sumamos el aumento de la población, el PIB se multiplicó por 284, mientras que el de Occidente sólo se multiplicó por 118.

Este crecimiento fue de la mano de profundas transformaciones estructurales, institucionales y políticas. La dinámica de este crecimiento supuso transformaciones profundas que también terminaron por afectar radicalmente la cultura y la forma y calidad de vida de la población. Y estas transformaciones tuvieron que ver tanto con entornos nacionales como con internacionales.

Este proceso se dio también en medio de grandes desigualdades al interior de la región. Ya hacia 1820 existían marcadas diferencias. Hasta aproximadamente 1913 la tendencia fue de creciente desigualdad entre los países latinoamericanos, proceso que según Gelman (2011) habría comenzado ya a inicios de la era independiente. Argentina y Uruguay mostraron altos ingresos desde épocas tempranas. Chile integra el grupo de altos ingresos ya en 1870, al igual que Cuba.

A partir de la segunda década del siglo XX se produjo, sin embargo, un cambio de tendencia, lo que se debió al lento crecimiento de los países de altos ingresos y al rápido crecimiento de algunos países como Brasil, México, Colombia y Venezuela, entre los de mayor tamaño, y de Costa Rica y Panamá, entre los pequeños. Como resultado de la declinación de los países más exitosos del siglo XIX y comienzos del XX, y del surgimiento de estos nuevos centros de dinamismo, se produjo una convergencia. Sin embargo, un conjunto amplio de países de bajo ingreso relativo mantuvo su rezago.

La historia posterior a 1980 es igualmente heterogénea: dentro de un patrón general de desaceleración se destacaron algunas economías, en especial Chile y República Dominicana, y en algunos subperiodos, otras (Colombia durante la “década perdida” de 1980 y Perú en la primera década del siglo XXI). El resultado fue de convergencia de los PIB per cápita hasta 1990 y luego una nueva etapa de creciente divergencia.

UNA TIPOLOGÍA PARA EL ANÁLISIS DE LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS

Es sumamente difícil encontrar una tipología de los países latinoamericanos que sea por igual útil y penetrante para explicar su desempeño a lo largo de estos 200 años de vida independiente. Algunas características pueden resultar muy decisivas en el periodo colonial, pero los propios procesos de crecimiento económico, cambio estructural y transformación social llevan a que nuevos aspectos adquieran relevancia y capturen mejor las diferencias existentes. Así, una tipología puede ser penetrante en un periodo, pero perder capacidad analítica en el siguiente. Para hacer las cosas aún más difíciles, al momento de intentar analizar los diferentes países y su desempeño no siempre la información disponible asegura una buena cobertura de los diferentes casos. La existencia de grandes países con marcadas diferencias regionales y la falta de información desagregada constituyen otra dificultad.

Sin embargo, existen algunas especificidades de distintos países y regiones que han perdurado a lo largo del tiempo y aún hoy tienen cierto poder explicativo.

Según el enfoque de Cardoso y Pérez Brignoli (1979), las sociedades latinoamericanas se conforman a partir del encuentro e interacción en territorio americano de tres sociedades: las nativas precolombinas, las europeas y las africanas. De su encuentro en diferentes contextos sociales y medioambientales surgen tres grandes tipos de sociedades coloniales, que se pueden entender como manifestaciones de la sociedad europea dominante pero que desarrollan características propias y específicas. Inspirados por estos autores, que a su vez se basan en muchos otros intentos de construir tipologías (Furtado, 1974; Sunkel y Paz, 1976; Cardoso y Faletto, 1971),3 seguiremos los siguientes criterios:

1. El tipo de poder colonial. Éste ha sido un criterio muy discutido, en especial para intentar diferenciar las colonias de países fuertemente mercantilistas, como España y Portugal, de las colonias principalmente inglesas. Si bien es cierto que ninguna ex colonia portuguesa o española es hoy un país desarrollado, hay muchos ejemplos de ex colonias inglesas, holandesas, francesas y belgas que tampoco hoy lo son. Si bien este aspecto no deja de tener importancia, no es tan decisivo como lo ha pretendido, entre otros, Landes (1999). También han existido reacciones contrarias a esta caracterización, como si se tratara antes de un aspecto genético de determinadas poblaciones que de las cualidades históricamente específicas de distintas sociedades. La hispanidad no está reñida con el desarrollo. Para nuestro actual estudio, la diferencia relevante es entre las colonias españolas y Brasil.

2. El tipo de mercado al que se vincula cada sociedad. Podemos distinguir aquí entre economías de exportación, economías subsidiarias de las economías de exportación, mercados nacionales y, finalmente, zonas de frontera o marginales. Estas actividades no tienen necesariamente espacios diferenciados, sino que pueden solaparse, aunque en proporciones y formas diferentes, en cada país o región.

3. El tipo de producto prevaleciente, en particular en la actividad exportadora: centros mineros, producción agrícola o extracción forestal. De los productos agrícolas importa la diferencia entre los de clima templado y los de clima tropical, tanto por la naturaleza de sus procesos de producción como por las relaciones de competencia o complementariedad implícitas con respecto a los mercados de destino. En efecto, los diferentes productos tienen especificidades que determinan las posibles trayectorias tecnológicas y de la organización social, aunque no se trate de un duro determinismo de los recursos sobre los aspectos tecnológicos e institucionales, al estilo de lo que se presenta en algunas visiones muy influyentes de los últimos años (Engerman y Sokoloff, 1997). Sin embargo, es innegable que diferentes productos ofrecen diferentes posibilidades de encadenamientos productivos hacia adelante y hacia atrás. A su vez, los mercados a los que se destina y con los que se compite presentan distintas estructuras, desde algunos productos en los que algunos países de la región ostentan monopolios u oligopolios, generalmente por periodos limitados de tiempo (nitratos, café, caucho), o los que compiten con regiones en las que el trabajo es abundante y relativamente barato (Asia y África), principalmente en productos de agricultura de clima tropical o subtropical, hasta productos que compiten con la agricultura de los países desarrollados, que presentan cierta escasez de recursos naturales y mayor nivel de remuneración de mano de obra (trigo, maíz, carnes, lanas) (véanse Lewis, 1969 y 1982; Bértola y Williamson, 2006). En particular, lo que va a adquirir creciente importancia es la capacidad de las diferentes economías de transformar su estructura exportadora, aumentando el valor agregado y su diversificación, lo que determina las características de su balanza comercial según el contenido tecnológico y las bases de competitividad de los productos exportados e importados. No obstante, también será de gran importancia la evolución del mercado interno, es decir, los cambios en la estructura de consumo y la producción. En este sentido el avance de la industrialización y el desarrollo de los servicios modernos serán los indicadores clave de la diversificación productiva.

4. Un criterio estructurador central son las diferentes transiciones hacia la conformación del mercado de trabajo asalariado típico de las economías capitalistas modernas que hoy predomina en toda la región. Aun cuando todos los países han convergido hacia este tipo de relaciones, los orígenes han sido muy diversos y han dejado huellas muy marcadas en las diferentes sociedades, que aún hoy son sumamente perceptibles en las relaciones laborales y en las modalidades de inserción internacional. Cardoso y Pérez Brignoli han distinguido tres grandes transiciones: a) Las de las zonas que denominaremos “indoeuropeas”, caracterizadas por una fuerte presencia de población indígena y mestiza, principalmente en las áreas centrales del desarrollo de las civilizaciones precolombinas y que habrían de constituirse en los ejes de la estructura colonial, combinando hacienda, comunidades campesinas indígenas y minería. Algunas de estas zonas experimentaron hasta muy entrado el siglo XX diversas formas de trabajo forzado. b) Las sociedades con fuerte presencia de afrodescendientes, las que denominaremos “euroafricanas”, predominantes en zonas particularmente adecuadas para la agricultura tropical (pero también algunas mineras), donde la importación de esclavos, el desarrollo de la economía esclavista y el complejo proceso de abolición de la esclavitud fueron determinantes. c) Finalmente, las sociedades “euroamericanas”, en regiones templadas de baja concentración de la población original del Cono Sur o en núcleos que se insertan en sociedades dominadas por las otras relaciones mencionadas y cuya expansión demográfica se basa en la inmigración europea.

5. Por último, el tamaño es una variable de importancia. Particularmente, ya iniciado el siglo XX y avanzados los procesos de transformación social, industrialización y diversificación productiva, el tamaño de los países parece haber adquirido un papel importante, ya que determina las posibles escalas de producción y sus oportunidades de diversificación productiva. Se verá cómo este aspecto puede tener un valor explicativo importante en el desarrollo de los distintos países, especialmente durante la fase de industrialización dirigida por el Estado.

De la combinación de este conjunto de criterios surge una variedad de posibles realidades y trayectorias. Incluso en países relativamente grandes puede constatarse la presencia simultánea de muchas de estas características, que se combinan de manera específica. Éste es notoriamente el caso de Brasil, Colombia y México. Aun países pequeños como Ecuador combinan situaciones diversas, como la plantación tropical en la costa y las típicas estructuras de las sociedades con fuerte presencia indígena en las sierras. Por ello, todo intento de realizar una plena identificación de estas características con países específicos está condenado a la imprecisión.

Sin embargo, de la combinación de los criterios 3 y 4 surge una primera aproximación a una tipología que es muy potente y que captura una buena parte de las realidades latinoamericanas, en especial hasta las primeras décadas del siglo XX. El cuadro I.2 muestra cómo se pueden estructurar los países latinoamericanos de acuerdo a estos criterios, con la ayuda de algunas definiciones ad hoc para ubicar algunos casos particularmente ambiguos.

CUADRO I.2.Una tipología de las economías latinoamericanas (hasta 1930)*

Desde el punto de vista de la conformación socioproductiva de los diferentes países se puede lograr un razonable agrupamiento en tres categorías: 1. los países dominados por el complejo hacienda, comunidad indígena y minería en sociedades predominantemente indoeuropeas; 2. el complejo dominado por las plantaciones tropicales en sociedades por lo general afroamericanas, y 3. el complejo de sociedades euroamericanas orientadas a la producción agrícola de clima templado o a la minería. Nótese que hablamos del predominio de determinado tipo de actividad, ya que siempre hemos de encontrar variedad de entorno en cada país. Incluso encontramos sociedades predominantemente euroamericanas en regiones tropicales, como en Costa Rica, las regiones de Antioquia y Santander, en Colombia, los andes venezolanos y la zona tabacalera de Cuba, cuyas estructuras se remontan al periodo colonial.

Ahora bien, a medida que entramos en el siglo XX, habiéndose transformado los mercados de trabajo, aumentado de manera muy importante los niveles de ingreso y crecido los mercados internos, las diferencias entre los dos primeros grupos parecen guardar más relación con el tamaño de las economías que con aquellas particulares diferencias iniciales. En ambos casos permanece cierto contexto de relativa abundancia de mano de obra con remuneraciones relativamente bajas. Por ello, al analizar el siglo XX y hasta la actualidad daremos lugar a un agrupamiento que se mantiene en tres categorías: permanece el grupo de las economías euroamericanas de clima templado del Cono Sur, que otrora fueran de nuevo asentamiento, pero los otros dos grupos se juntan y se subdividen de acuerdo a su tamaño: las economías grandes y medianas, por un lado (Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela), y el mayoritario grupo de economías pequeñas, por el otro.

El cuadro I.3 indica que a partir de la Independencia y hasta 1913, pero en especial a partir de 1870, se produce un aumento importante de las disparidades entre los países latinoamericanos, expresada en el coeficiente de variación de los niveles de ingreso per cápita. Entre 1913 y 1990 la tendencia cambia y se produce un importante proceso de convergencia, que se revierte de manera parcial a partir de 1990.

La creciente divergencia desde la Independencia hasta 1913 guarda relación con el fuerte crecimiento de los países relativamente más ricos, el Grupo 3, localizados en el Cono Sur. Este grupo alcanzó, hacia 1913, niveles de ingreso muy cercanos a la media de lo que llamamos Occidente, es decir, lo que hoy constituye el mundo desarrollado. Entre tanto, las economías afroamericanas e indoamericanas, de menores niveles de ingreso (grupos 1 y 2), mostraron muy poca dinámica económica; hacia 1913 su ingreso había caído a aproximadamente 30% del de sus vecinos latinoamericanos más ricos.

El proceso de convergencia entre los países latinoamericanos iniciado hacia 1913 tiene distintos componentes. Por un lado, puede constatarse la pérdida de dinámica de los países del Cono Sur, que se alejan de los niveles de ingreso de Occidente, primero de manera moderada y a partir de los años cincuenta (en plena edad de oro de las economías desarrolladas) de manera muy notoria. Recién en la última década del siglo XX o en la primera del XXI se notan algunos síntomas de recuperación relativa. La historia de Cuba es aún más negativa, ya que muestra una continua divergencia de largo plazo con el mundo industrializado desde los años veinte y pasa de ser la cuarta economía de la región en ingreso per cápita en 1913 a una de las de menor ingreso relativo. Éste es, además, un proceso que tiene lugar tanto antes como después de su revolución.

Otro importante componente de la convergencia entre los latinoamericanos es el buen desempeño de los países medianos y grandes fuera del Cono Sur. Ellos, después de alejarse del mundo industrializado antes de 1913, convergen hasta mediados del siglo XX y mantienen relativamente estable su ingreso en relación con el mundo desarrollado durante la edad de oro de este último. Como un todo, descontaron desde 1913, y en especial durante el periodo de industrialización dirigida por el Estado, una buena parte de la diferencia que los separaba de los países latinoamericanos más ricos. Para el conjunto de países pequeños y más pobres contamos con información más completa sólo a partir de 1950. Estas naciones, si bien siempre quedaron con ingresos medios muy inferiores a los líderes latinoamericanos, también lograron acortar distancias con ellos hasta los años setenta, contribuyendo a la caída del coeficiente de variación. Entre ellos, los de mayor éxito relativo a largo plazo han sido Costa Rica y Panamá.

Desde 1990, como ya lo señalamos, se retomó la tendencia divergente del periodo 1820-1913, pero no es posible determinar si se trata de una nueva tendencia que habrá de perdurar o si obedece a una coyuntura histórica particular.

CONVERGENCIA, DIVERGENCIA E INSERCIÓN EXTERNA

Convergencias truncadas y volatilidad

Luego de estos procesos de convergencia y divergencia, hay otros dos hechos destacables que guardan relación entre sí: algunos países latinoamericanos han experimentado periodos de muy rápido crecimiento (“milagros”, para utilizar la terminología que se popularizó con el rápido crecimiento brasileño de los años setenta) y han reducido su distancia en relación con los países desarrollados, pero no han podido mantener estos procesos de convergencia; por otra parte, toda la región muestra altos niveles de volatilidad económica.

En efecto, varios países de América Latina han experimentado episodios de rápido crecimiento y alcanzado niveles de ingreso per cápita relativamente altos en determinados periodos. Sin embargo, y hasta el momento, la regla ha sido que estos países no logran mantener las altas tasas de crecimiento después de cierto momento. En lugar de aproximarse a los niveles de los países desarrollados, han experimentado procesos de convergencia truncada (Ocampo y Parra, 2007) y han alternado, por lo tanto, entre regímenes de convergencia y divergencia con los países líderes (Bértola y Porcile, 2006). Algunos de estos “milagros” han durado periodos no despreciables, en particular los de Argentina en los tres decenios anteriores a la primera Guerra Mundial, Venezuela entre las décadas de los veinte y sesenta y Brasil y México durante los cuatro decenios anteriores a la crisis de la deuda de 1980. Sin embargo, estas fases de crecimiento han sido generalmente seguidas de profundas crisis, por las que estos mismos países se alejan del mundo desarrollado.

CUADRO I.3.PIB per cápita de los países latinoamericanos, 1820-2008 (dólares Geary-Khamis de 1990)

La volatilidad del crecimiento económico ha sido otra característica sobresaliente de las economías latinoamericanas. La experiencia internacional parece indicar que cuando los países inician procesos de rápido crecimiento económico también se produce un aumento de la volatilidad de dicho crecimiento. Esto se puede deber a los ciclos del comercio internacional, a los ciclos industriales, a movimientos demográficos y migraciones internacionales, a fluctuaciones en los flujos de capital o incluso a la sucesión de diversos estilos y patrones de cambio tecnológico. A su vez, cuando el desarrollo económico alcanza niveles altos, la volatilidad económica tiende a disminuir, aunque no a desaparecer, como lo ha demostrado con toda claridad la crisis mundial que se inició en 2007-2008.

No obstante, todo indica que la volatilidad de los países latinoamericanos va más allá de las tendencias generales. El cuadro I.4 muestra medidas de volatilidad de distintos grupos de países según su nivel de ingreso para el último medio siglo (desde 1960). Hemos visto que América Latina es un conjunto heterogéneo desde este punto de vista: comprende países de ingreso bajo, medio y medio alto. A pesar de ello, en conjunto muestra una volatilidad mayor a la de cualquier otro grupo de países de niveles similares de ingreso. Por otra parte, esa alta volatilidad no puede asociarse a que Latinoamérica haya crecido más rápidamente que otras regiones, ya que ese patrón no ha estado presente.

CUADRO I.4.Volatilidad del crecimiento (1961-2008)

Es difícil estimar qué parte de la escasa dinámica de la economía latinoamericana está asociada a este factor. Pero no es difícil comprender todos los problemas relacionados con la alta volatilidad, en términos de estabilidad social, de las empresas, las instituciones, la política y en las posibilidades de planificar inversiones de mediano y largo plazos. Si los procesos de innovación están fuertemente relacionados con sinergias iterativas y acumulativas, los procesos de acumulación de conocimiento y de innovación se ven seriamente afectados por la inestabilidad económica. A ellos se suman el comportamiento procíclico dominante de la política fiscal y de la macroeconómica en general, que ha tendido a reforzar, más que a moderar otras perturbaciones que afectan la actividad productiva (Kaminsky, Reinhart y Végh, 2004; Ocampo y Vos, 2008: cap. IV).

Algunos autores (Fanelli, 2008) han aludido a esta característica de Latinoamérica como “sobrevolatilidad” (excess volatility), es decir, una volatilidad mayor a la que experimentan otras economías de similar nivel de desarrollo económico.

Un aspecto importante de la volatilidad latinoamericana deviene de su particular forma de inserción en la economía internacional: en tanto que a partir de la Revolución industrial los países industrializados han desarrollado un perfil de especialización e inserción internacional basado en la intensidad de su dotación de bienes de capital, y mientras que los países asiáticos han contado con abundancia de mano de obra, y ambos han experimentado crecimiento en la acumulación de conocimientos tecnológicos, los países latinoamericanos han basado su inserción internacional principalmente en sus recursos naturales. Éstos han estado expuestos a cambios muy bruscos, tanto de oferta como de demanda, y han mostrado una volatilidad de precios muy alta. Por otra parte, la alta concentración del comercio exterior en pocos bienes ha incrementado la exposición a los cambios en la demanda y precios y tornado difícil la adaptación a circunstancias cambiantes.

La sobrevolatilidad resulta también de que los flujos internacionales de capital hacia los países en desarrollo tienen un carácter procíclico. Así lo señaló clásicamente Triffin (1968) en relación con la primera globalización, lo que volvió a constatarse en la segunda (Ocampo, 2008b). De esta manera, los ciclos expansivos provenientes del comercio han tendido a ampliarse en diversos periodos con la entrada de capitales. Por el contrario, cuando se producen reversiones cíclicas de la economía internacional, los efectos negativos de la caída de la demanda y precios de los productos básicos se amplifican por la retracción e incluso reversión de los flujos de capital.

El cuadro I.5 muestra la volatilidad total de América Latina expresada como promedio ponderado de la de todos los países (la información por país se encuentra en el apéndice estadístico: cuadro 3). Las series se descomponen entre tendencia y ciclo y se estima la volatilidad de cada uno de estos componentes. Interesa señalar que en ninguno de estos aspectos notamos que haya una tendencia a la reducción de la volatilidad. Existen fluctuaciones en la propia volatilidad, con niveles particularmente elevados durante el periodo que va de la primera a la segunda guerras mundiales, pero ésta no parece tender a reducirse. El cuadro I.6 muestra que no hay una clara correlación entre el nivel medio del ingreso y la volatilidad. Tampoco existe alta correlación entre la tasa de crecimiento y la volatilidad, es decir, no importa si hay rápido o lento crecimiento para que haya más o menos volatilidad.

Otra cara de la volatilidad es la frecuencia e intensidad de las crisis financieras: de deuda externa, de balanza de pagos (que se definen como aquéllas en las que hay fuertes ajustes del tipo de cambio) y bancarias, y generalmente una mezcla de ellas. La parte superior de la gráfica I.2 muestra las variaciones históricas en la frecuencia de crisis financieras. Los picos suceden en todos los casos a periodos de fuertes entradas de capitales, cuyo origen, como lo analizan tantos estudios,4 está asociado esencialmente a ciclos de carácter internacional: el auge de financiamiento externo posterior a la Independencia, el que antecede a la crisis internacional de 1873 (el inicio de un largo periodo de deflación internacional), la Gran Depresión de los años treinta, la crisis de la deuda latinoamericana de los años ochenta y la nueva secuencia de crisis del mundo en desarrollo que inicia en Asia Oriental en 1997; las dos últimas se confunden en la gráfica en una crisis prolongada. Nótese, además, que durante estos periodos casi todos, y en algunas ocasiones los 19 países latinoamericanos (18 desde los años sesenta, ya que a partir de entonces excluimos a Cuba), quedan envueltos en una crisis de uno u otro tipo. El auge de los ochenta del siglo XIX también generó una crisis financiera internacional, la de Baring de 1890, cuyo epicentro internacional fue Argentina pero cuyas dimensiones regionales fueron más limitadas (afectó con fuerza sólo a Argentina y Uruguay). Únicamente dos de los grandes auges de financiamiento internacional no han sido sucedidos por crisis financieras en la región: los que antecedieron a la primera Guerra Mundial y a la Gran Recesión mundial de 2008-2009. En ambos casos se generaron, sin embargo, recesiones fuertes de la actividad productiva en la región, y en el primero hubo un abandono del patrón oro por parte de varios países, siguiendo la tendencia europea, un fenómeno que se generaría en mayor escala durante la Gran Depresión de 1930.

CUADRO I.5.Volatilidad del PIB de América Latina, del PIB de su mundo relevante y de sus términos de intercambio (porcentajes)

CUADRO I.6.Posibles determinantes de la volatilidad: cuadro de correlaciones (1870-2008)

GRÁFICA I.2.Crisis económicas en América Latina, 1820-2008

A. Número de países de América Latina en crisis cambiaria, de deuda externa o bancaria por año

B. Número de países-años en América Latina en crisis por cada periodo

FUENTE: Base de datos de Reinhart y Rogoff (2009) gentilmente provista por los autores.

La definición de crisis, de acuerdo con Reinhart y Rogoff, es la siguiente:

Cambiaria: una devaluación anual vs. el dólar americano (o la moneda ancla relevante) por igual o más de 15 por ciento.

Deuda externa: incumplimiento de pago (principal o interés) por el gobierno.

Bancaria: corrida o pánico bancario que lleva al cierre o fusión de instituciones financieras por parte del gobierno.

Si no hay corridas bancarias se considera crisis bancaria cuando la asistencia gubernamental a una institución financiera en forma de cierre, fusión o cambio de administración lleva a episodios similares en el sector financiero.

La parte inferior de la gráfica I.2 muestra los cambios en la composición de las crisis, mirando exclusivamente algunos periodos seleccionados de alta intensidad de este fenómeno. Como se puede apreciar, lo más frecuente en la vida independiente de América Latina han sido las crisis de deuda externa. Las devaluaciones fuertes asociadas a crisis de balanza de pagos han sido frecuentes desde la primera Guerra Mundial; ésta fue, además, la principal fuente de crisis entre mediados de las décadas de los cincuenta y sesenta, un periodo que no fue precedido por un auge de financiamiento externo. Finalmente, las crisis bancarias son el fenómeno de más reciente data, ya que su frecuencia aumentó sensiblemente desde la década de los ochenta. Como resultado de ello, desde los años treinta las crisis han sido generalmente “duales” (de deuda y de balanza de pagos), y desde la década de los ochenta muchas han sido triples (las anteriores más las bancarias). En realidad, habría que agregar en épocas recientes otras dimensiones: alta inflación (pero ésta ha estado altamente correlacionada en la historia de América Latina con crisis de balanza de pagos), colapsos de balanza de pagos y, en menos casos, crisis internas de deuda.5

Ha existido, además, una importante convergencia entre los ciclos de comercio exterior y de los flujos de capitales. Normalmente las crisis se producen por fuertes caídas de las exportaciones en medio de coyunturas internacionales críticas (1873, 1890, 1913, 1929, 1973, 1979, 1997, 2008), que generan fuertes deterioros de los precios de productos básicos y se traducen, a su vez, en saldos negativos de las balanzas comerciales. Las más de las veces estas crisis coinciden, como ya lo señalamos, con una retracción de la oferta de capitales, normalmente abundantes en etapas de expansión exportadora.

Inserción internacional

Una posible hipótesis es que la volatilidad sea un fenómeno inducido desde el exterior, es decir, o bien se deba a las fluctuaciones de los mercados externos o bien a las fluctuaciones de los términos de intercambio de cada país (amplificado por el comportamiento procíclico de los flujos de capital, que desafortunadamente no se puede incluir en el ejercicio que se hace a continuación).

El cuadro I.5