El discreto - Baltasar Gracián - E-Book

El discreto E-Book

Gracián Baltasar

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Beschreibung

El discreto (1646), es un manual práctico de Baltasar Gracián, perteneciente al género de la prosa didáctica. En él se describe cómo tiene que ser el hombre inteligente y discreto en la España del siglo XVII. Con esta obra Gracián continúa en la línea de sus anteriores obras dedicadas a la filosofía moral. Está dividida en veinticinco realces (es decir, virtudes que realzan la sabiduría, la elegancia, la cultura, la buena educación y el comportamiento adecuado del hombre discreto). Este libro de Gracián propone —entre otros requisitos para alcanzar la plena discreción— ejercitar siempre - «el genio y el ingenio», - «no ser desigual», - «no estar siempre de burlas», - «no rendirse al humor».Natu­raleza y arte, inteligencia y actividad prác­tica («genio e ingenio») son cualidades esen­ciales para toda persona que, a pesar de afirmarse por lo que es, conoce los límites y los respeta y no sacrifica a los demás para su propio beneficio.  El discreto presenta divergencias importantes respecto a sus libros anteriores. En cuanto al contenido, el protagonista ya no es un hombre excepcional, como sucedía en su obra precedente El Héroe. Ahora se trata de un hombre prudente, que necesita muchas cualidades para desenvolverse en sociedad. A dife­rencia de El héroe que aspiraba a la formación del perfecto hombre de estado, aquí Gracián explica por partes los aspectos típicos, sin­gulares y eminentes, que son propios del hombre de mundo cuando sabe realizarse en sociedad.

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Seitenzahl: 158

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Baltasar Gracián

El discreto

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El discreto.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-1126-797-7.

ISBN ebook: 978-84-9953-745-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Presentación 9

La vida 9

Al príncipe Baltasar Carlos 11

Aprobación 11

Aprobación 12

A los lectores 15

Soneto acróstico al autor 16

Epigrama 17

I. Genio e ingenio 19

II. Del señorío en el decir y en el hacer 22

Discurso académico 22

III. Hombre de espera 26

Alegoría 26

IV. De la galantería 29

Memorial a la discreción 29

V. Hombre de plausibles noticias 32

Razonamiento académico 32

VI. No sea desigual 36

Crisis 36

VII. El hombre de todas horas 39

Carta a don Vincencio Juan de Lastanosa 39

VIII. El buen entendedor 42

IX. No estar siempre de burlas 47

Sátira 47

X. Hombre de buena elección 50

Encomio 50

XI. No ser malilla 54

Sátira 54

XII. Hombre de buen dejo 57

Carta al doctor don Juan Orencio de Lastanosa, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca, singular amigo del autor 57

XIII. Hombre de ostentación 60

Apólogo 60

XIV. No rendirse al humor 66

Invectiva 66

XV. Tener buenos repentes 69

Problema 69

XVI. Contra la figurería 72

Satiricón 72

XVII. El hombre en su punto 75

Diálogo entre el doctor don Manuel Salinas y Lizana, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca, y el autor 75

XVIII. De la cultura y aliño 80

Ficción heroica 80

XIX. Hombre juicioso y notante 84

Apología 84

XX. Contra la hazañería 88

Sátira 88

XXI. Diligente e inteligente 91

Emblema 91

XXII. Del modo y agrado 94

Carta al doctor don Bartolomé de Morlanes, capellán del Rey nuestro señor en la santa iglesia de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza 94

XXIII. Arte para ser dichoso 97

Fábula 97

XXIV. Corona de la discreción 100

Panegiris 100

XXV. Culta repartición de la vida de un discreto 103

Libros a la carta 109

Presentación

La vida

La vida Baltasar Gracián (Belmonte, Zaragoza, 1601-Tarazona, Zaragoza, 1658). España.

Se educó en Toledo con un tío clérigo. A los dieciocho años ingresó en la Compañía de Jesús, más tarde fue profesor de teología moral y filosofía en colegios de Valencia, Lérida, Gandía y Huesca.

En Zaragoza fue confesor del virrey de Aragón y luego predicador en Madrid y Valencia. Después ocupó una cátedra de Sagrada Escritura, pero fue destituido por publicar El criticón (1651).

Al príncipe Baltasar Carlos

Señor:

Este feliz asunto, que la amistad pudo hacerle mío, dedicándole yo V. A. le consagro a la eternidad. Pequeño es el don, pero confiado, que si al gran Jerjes le cayó en gusto la vulgar agua brindada, con más realce será lisonja a V. A. el singular sudor de un estudioso, ofrecido en este culto trabajo. Émulo es de El Héroe, más que hermano, en el intento y en la dicha, que si aquél se admiró en la mayor esfera del selecto Museo Real, éste aspira al sumo grado del juicioso agrado de V. A. Examínese de águila esta pluma a los rayos de un Sol, que amanece tan brillante a eclipsar lunas y marchitar flores. Señor, pues Vuestra Alteza es el verdadero Discreto, dígnese dar a un imaginado el ser, la vida, la fama de tan augusto patrocinio.

Don Vincencio Juan de Lastanosa

Aprobación

Del doctor don Manuel de Salinas y Lizana, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca Por comisión del ilustre señor Jerónimo Arasques, doctor en Derechos, canónigo de esta Santa Iglesia de Huesca, oficial y vicario general del ilustrísimo y reverendísimo señor don Esteban Esmir, obispo de Huesca, del Consejo de su Majestad, vi El Discreto, que publica don Vincencio Juan de Lastanosa. Costome su lectura admiración y cuidado, que ha menester tenerle el más perspicaz ingenio, para no ocupar el tiempo sin lograrle, que hay distancia de lo que percibe el oído a lo que penetra el entendimiento. Sólo el título promete mucho, pero desempeña más, que en genios de remonte de águila está asegurado el acierto en la dificultad del asunto. Todos los que ha logrado este autor (otros emprenden, él logra) son singulares; no lo atribuyo a afectación, sino a fuerza del natural, que el entendimiento siempre busca proporcionado el objeto, por diferenciarle de la voluntad, que es ciega. Dio las primeras luces de su idea a la enseñanza de un príncipe, en El Héroe y Político, que es muy propio de sol dorar con sus primeros rayos las cumbres. Por ser tan eminente el modo de su enseñanza, dio Arte al Ingenio, que mal se caminara por senda tan desconocida y nueva sin arte. Forma ahora de política general un Discreto, si le halla entendido, que ésta es prenda del natural y aquélla del arte y la experiencia. Enseña a un hombre a ser perfecto en todo; por eso no enseña a todos. Autoriza cuerdamente su doctrina con ejemplos de insignes varones de todos siglos, que siempre han menester la virtud y magnanimidad, en nuestra flaqueza, el estímulo. El estilo es lacónico, y tan divinizado, que a fuer de lo más sacro, tiene hasta en la puntuación misterios. Mídese con la grandeza de la materia. Todo conseguirá la aprobación de los entendidos, que no acredita el aplauso de todos, cuando son tan pocos los doctos. Obra es, no para ocupar las horas, sino para lograrlas, que ofrece poco a la lectura, pero mucho al discurso. No contiene cosa contra la Fe, antes la aviva, porque excita el entendimiento; ni contra las costumbres, pues no trata sino de enseñar a mejorarlas. Y así puede darse licencia para que se imprima. Éste es mi parecer, en Huesca, a 30 de enero de 1646.

Manuel de Salinas y Lizana

Vista la Aprobación del señor canónigo Salinas, damos licencia que se imprima el Varón Discreto.

El Dr. Jerónimo Arasques, Oficial y Vicario general

Aprobación

Del doctor Juan Francisco Andrés

El Discreto, de Lorenzo Gracián, que publica don Vincencio Juan de Lastanosa, se me comete de orden del ilustre señor don Miguel Marta, doctor en ambos derechos, del Consejo de su Majestad y Regente de la Real Cancillería del reino de Aragón, para que diga mi sentir y le asegure de los encuentros de las preeminencias reales y bien de la república, en cuyos escollos está muy lejos de peligrar la Discreción. El asunto que describe es tan provechoso cuanto experimentarán los que atentamente le meditaren, que no basta leerle para comprenderle. La cultura de su estilo y la sutileza de sus conceptos se unen con engarce tan relevante, que necesita la atención de sus cuidadosos reparos para aprovecharse de su doctrina. Ostentó sus airosos rasgos en el Arte de Ingenio y Agudeza, y en otras fatigas de igual artificio, pero ¿quién admirará la singularidad de su idea, pues tiene por cuna a Bílbilis (hoy Calatayud), patria augusta de Marcial, que también se hereda el ingenio como la naturaleza? Las constelaciones influyen con más benevolencia en unos climas que en otros; de aquí nace la abundancia en unos y la necesidad en otros de varones sabios, aunque esta falta se ocasiona muchas veces de la violencia de los genios, señalando los padres a sus hijos las artes y ciencias que eligió un antojo, sin averiguar sus geniales inclinaciones; de esta causa se originan las desdichas o los aciertos de las repúblicas, porque faltando en ellas la sabiduría y madurez fácilmente vacilan, porque éstas son los ejes políticos donde se asegura la estabilidad. Pudiera la ignorancia desengañarse en sus desaciertos, pero depusiera su malignidad si llegara a conocerlos, y así vanamente desvanecida en su tema, procura adelantarlo y aun persuadirlo, pues desprecia las observaciones de aquellos que examinan la propensión del ánimo. En muchas provincias se practican los dictámenes del acierto y se lucen también, que las artes liberales, encontradas con los sujetos que las profesan, no resplandecen con eminencia, sino con mediocridad.

Estos errores podrá enmendar quien observare las reglas del Varón Discreto, porque sin la discreción será lo mismo que un diamante rudo, pues aunque tiene valor intrínseco, no le descubre hasta que el buril lo proporciona, debiendo más luces al artífice que a su oculto resplandor; y así merece darse a la estampa.

Huesca, 5 de febrero, 1646.

El Dr. Juan Francisco Andrés Imprimatur:

MARTA Regens.

A los lectores

Don Vincencio Juan de Lastanosa

El cuarto (que es calidad) de los trabajos de un amigo doy al lucimiento. Muchos faltan hasta doce, que aspiran a tanta emulación. Puedo asegurar que no le desaniman al presente los pasados, aunque el primero fue un Héroe, cuya mayor gloria no es haberse visto impreso tantas veces y en tantas leguas, todas de su fama; no haber sido celebrado de las más cultas naciones; no haberle honrado tanto algunos escritores, que injirieron capítulos enteros en sus eruditas obras, como lo es El Privado Cristiano. Su verdadero aplauso, y aun su vida, fueron estas reales palabras que dijo, habiéndose dignado de leerle el gran Filipo IV de las Españas: «Es muy donoso este brinquiño; asegúroos que contiene cosas grandes». Que fue lo mismo que laurearlo de inmortal. Tampoco le retira la crisis real aquella célebre Política del rey clon Fernando el Católico, que a votos de juiciosos es lo mejor de este autor. No la prodigiosa Arte de Agudeza, por lo raro, erudito e ingenioso, que antes de ella se tenía por imposible hallarle arte al ingenio. Contentole tanto a un genovés, que la tradujo luego en italiano, y aun se la apropió, que no se contentan éstos con traducir el oro y plata de España, sino que quieren chuparla hasta los ingenios. Ninguno, pues, de los que le preceden, juzgaría que le espanta, si los que le siguen, especialmente un Atento y un Galante, que le vienen ya a los alcances y le han de pasar a non plus ultra.

Mas a dos géneros de lectores he oído quejarse de estas obras; a unos de las cosas y a otros del estilo; aquéllos por sobra de estimación, y éstos por deseársela. Objetan los primeros, y aun se lastimaba la Fénix de nuestro siglo para toda una eternidad, la excelentísima señora Condesa de Aranda, en fe de sus seis inmortales plumas, de que materias tan sublimes, dignas de solos Héroes, se vulgarizasen con la estampa y que cualquier plebeyo, por precio de un real, haya de malograr lo que no le tiene. Oponen los segundos que este modo de escribir puntual, en este estilo conciso, echa a perder la lengua castellana, destruyendo su claridad, que ellos llaman pureza. ¡Oh, cómo solemnizara este vulgar cargo, si lo oyera, el crítico Barclayo, y aun lo añadiera a su Satiricón, donde apasionadamente condena a barbaridad la española llaneza en sus escritores!

Intento responder a entrambos de una vez, y satisfacer a los unos con los otros, de suerte que la objeción primera sea solución de la segunda, y la segunda, de la primera. Digo, pues, que no se escribe para todos, y por eso es de modo que la arcanidad del estilo aumente veneración a la sublimidad de la materia, haciendo más veneradas las cosas el misterioso modo del decirlas. Que no echaron a perder Aristóteles ni Séneca las dos lenguas, griega y latina, con su escribir recóndito. Afectáronle, por no vulgarizar entrambas filosofías, la natural aquél y la moral éste, por más que el Momo inútil los apode a entrambos, de jibia al uno y de arena sin cal al otro.

Merezca, lector discreto, o porque lo eres o para que lo seas, tener vez este arte de Entendidos, estos aforismos de prudencia, en tu gusto y tu provecho.

Soneto acróstico al autor

Del doctor don Manuel de Salinas y Lizana, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca Benjamín de Minerva, no ya en vano Al mundo el nombre recatar intentes.

Lauro, el laurel con que el nativo mientes

Te corona y te ostenta más ufano.

Hombre que, humilde, hazañas de su mano

A la noticia esconde de las gentes,

Solicita con rayos más lucientes

Aplausos del Apolo soberano.

Repetidos blasones,

El Discreto Goce ya de la fama, que ligera

Rompe el aire tu nombre publicando.

Atento ya el Varón, varón perfecto,

Corra en la prensa con veloz carrera,

Y váyanse hasta doce continuando,

Así serás tú solo

Norte de ingenios y laurel de Apolo.

Epigrama

Del doctor Juan Francisco Andrés a don Vincencio Juan de Lastanosa

Cuánto a tu genio toda España deba

Contarán tus medallas conocidas,

Si antes la oscuridad desconocidas,

Juzgó hasta que tu pluma las renueva.

Nuevos aplausos a los doctos mueva

La edición de las luces escondidas

A tus ansias debiendo esclarecidas

El lucimiento, que su autor reprueba.

A cuál debamos más no fácilmente

Se podrá discernir; aquél oculta

Su propio nombre artificiosamente.

Tú, porque del retiro le resulta

Mayor gloria, divulgas diligente

Las sutilezas de su lima culta.

I. Genio e ingenio

Elogio Estos dos son los ejes del lucimiento discreto; la naturaleza los alterna y el arte los realza. Es el hombre aquel célebre microcosmo, y el alma, su firmamento. Hermanados el genio y el ingenio, en verificación de Atlante y de Alcides, aseguran el brillar, por lo dichoso y lo lucido, a todo el resto de prendas.

El uno sin el otro fue en muchos felicidad a medias, acusando la envidia o el descuido de la suerte.

Plausible fue siempre lo entendido, pero infeliz sin el realce de una agradable genial inclinación; y, al contrario, la misma especiosidad del genio hace más censurable la falta del ingenio.

Juiciosamente, algunos, y no de vulgar voto, negaron poderse hallar la genial felicidad sin la valentía del entender; y lo confirman con la misma denominación de genio, que está indicando originarse del ingenio; pero la experiencia nos desengaña fiel, y nos avisa sabia, con repetidos monstruos en quienes se censuran barajados totalmente.

Son culto ornato del alma, realces cultos, mas lo entendido entre todos corona la perfección. Lo que es el sol en el mayor, es en el mundo menor el ingenio. Y aun por eso fingieron a Apolo dios de la discreción. Toda ventaja en el entender lo es en el ser; y en cualquier exceso de discurso no va menos que el ser más o menos persona.

Por lo capaz se adelantó el hombre a los brutos, y los ángeles al hombre, y aun presume constituir en su primera formalísima infinidad a la misma Divina Esencia. Tanta es la eminente superioridad de lo entendido.

Un sentido que nos falte nos priva de una gran porción de vida y deja como manco el ánimo. ¿Qué será faltar en muchos un grado en el concebir y una ventaja en el discutir, que son diferentes eminencias?

Hay a veces entre un hombre y otro casi otra tanta distancia como entre el hombre y la bestia, si no en la substancia, en la circunstancia; si no en la vitalidad, en el ejercicio de ella.

Bien pudiera de muchos exclamar, crítica, la vulpeja: «¡Oh, testa hermosa, mas no tiene interior! En ti hallo el vacuo que tantos sabios juzgaron imposible». Sagaz anatomía mirar las cosas por dentro; engaña de ordinario la aparente hermosura, dorando la fea necedad; y, si callare, podrá desmentir el más simple de los brutos a la más astuta de ellos, conservando la piel de su apariencia. Que siempre curaron de necios los callados, ni se contenta el silencio con desmentir lo falto, sino que lo equivoca en misterioso.

Pero el galante genio se vio sublimado a deidad en aquel, no solamente cojo, sino ciego tiempo, para exageración de su importancia a precio de su eminencia; los que más moderadamente erraron, lo llamaron inteligencia asistente al menor de los universos. Cristiano ya el filosofar, no le distingue de una tan feliz cuanto superior inclinación.

Sea, pues, el genio singular, pero no anómalo; sazonado, no paradojo; en pocos se admira como se desea, pues ni aun el heroico se halla en todos los príncipes, ni el culto en todos los discretos.

Nace de una sublime naturaleza, favorecida en todo de sus causas; supone la sazón del temperamento para la mayor alteza de su ánimo, débesele la propensión a los bizarros asuntos, la elección de los gloriosos empleos, ni se puede exagerar su buen delecto No es un genio para todos los empleos, ni todos los puestos para cualquier ingenio, ya por superior, ya por vulgar. Tal vez se ajustará aquél y repugnará éste, y tal vez se unirán entrambos, o en la conformidad o en la desconveniencia.

Engaña muchas veces la pasión, y no pocas la obligación, barajando los empleos a los genios; vistiera prudente toga el que desgraciado arnés; acertado aforismo el de Quilón: «Conocerse y aplicarse».

Comience por sí mismo el Discreto a saber, sabiéndose; alerta a su Minerva, así genial como discursiva, y déle aliento si es ingenua. Siempre fue desdicha el violentar la cordura, y aun urgencia alguna vez, que es un fatal tormento, porque se ha de remar entonces contra las corrientes del gusto, del ingenio y de la estrella.

Hasta en los países se experimenta esta connatural proporción, o esta genial antipatía; más sensiblemente en las ciudades, con fruición en unas, con desazón en otras; que suele ser más contrario el porte al genio que el clima al temperamento. La misma Roma no es para todos genios ni ingenios, ni a todos se dio gozar de la culta Corinto. La que es centro para uno, es para el otro destierro; y aun la gran Madrid, por ser madre del mundo desde el Oriente hasta el Ocaso, en fe del Gran Filipo en su cuarta esfera, algunos la reconocen madrastra. ¡Oh, gran felicidad topar cada uno y distinguir su centro! No anidan bien los grajos entre las musas, ni los varones sabios se hallan entre el cortesano bullicio, ni los cuerdos en el áulico entretenimiento.

En la variedad de las naciones es donde se aprueban y aun se apuran, al contraste de tan varios naturales y costumbres. Es imposible combinar con todas, porque ¿quién podrá tolerar la aborrecible soberbia de ésta, la despreciable liviandad de aquélla, lo embustero de la una, lo bárbaro de la otra, si no es que la conformidad nacional en los mismos achaques haga gusto de lo que fuera violencia?

Gran suerte es topar con hombres de su genio y de su ingenio; arte es saberlos buscar; conservarlos, mayor; fruición es el conversable rato y felicidad la discreta comunicación, especialmente cuando el genio es singular o por excelente o por extravagante; que es infinita su latitud, aun entre los dos términos de su bondad o su malicia, la sublimidad o la vulgaridad, lo cuerdo o lo caprichoso; unos comunes, otros singulares.

Inestimable dicha cuando diere lugar lo precioso de la suerte a lo libre de la elección, que ordinariamente aquélla se adelanta y determina la mansión y aun el empleo, y, lo que más se siente, la misma familiaridad de amigos, sirvientes y aun consortes, sin consultarlo con el genio, que por esto hay tantos quejosos de ella, penando en prisión forzosa y arrastrando toda la vida ajenos yerros.