El político - Baltasar Gracián - E-Book

El político E-Book

Gracián Baltasar

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Beschreibung

El político pertenece al género literario denominado «espejo de príncipes» o «instrucción de príncipes y caballeros», que se cultivó en Oriente y Occidente. Su fin era ilustrar a quienes iban a ser gobernantes para que administrasen bien la autoridad y el poder en los territorios bajo su soberanía. Tal vez la obra más conocida en este género sea El Príncipe de Maquiavelo, escrita en 1513. Sin embargo, también El político de Baltasar Gracián, escrita en 1640, es uno de los ejemplos más notables del mismo en lengua española. La presente obra, cuyo título completo es El político don Fernando el Católico, presenta la forma de un encomio de Fernando el Católico, a quien se considera el mejor y más grande rey de la monarquía española. Aquí se describen las ejemplares dotes políticas y virtudes de Fernando para que otros hombres políticos —incluido Felipe IV— puedan emularlas.

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Baltasar Gracián

El político

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El político.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de la colección: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-517-3.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-696-3.

ISBN ebook: 978-84-9897-507-9.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

[Preliminares] 9

I 13

Libros a la carta 73

Brevísima presentación

La vida

Baltasar Gracián (Belmonte de Gracián, 1601-Zaragoza, 1658) fue un ensayista del Siglo de Oro español, muy apreciado por algunos moralistas franceses posteriores, como La Rochefoucauld, o, ya en el siglo XIX, por filósofos alemanes como Schopenhauer o Nietzsche, quien afirmaba de él que «Europa no ha producido nada más fino ni más complicado en materia de sutileza moral». Formado en humanidades, especialmente en Filosofía, y en Teología, Gracián fue ordenado sacerdote en 1627 y comenzó a impartir Humanidades en Calatayud, actividad que seguiría desempeñando durante años en distintas instituciones religiosas, siempre con el mismo resultado: los enfrentamientos con algunos miembros de la Iglesia. Más adelante ejercería de confesor del virrey de Aragón, y finalmente terminaría retomando la actividad docente, que le permitió ocuparse de la redacción de la mayor parte de sus obras, entre las que cabe destacar: El político, Oráculo manual y arte de prudencia (traducido al alemán por Schopenhauer, quien en su El Mundo como Voluntad y Representación escribió que El Criticón era «quizá la más grande y la más bella alegoría que se haya escrito jamás»), El Criticón o su célebre Agudeza y arte de ingenio.

El denominado «espejo de príncipes» o «instrucción de príncipes y caballeros» es un género muy antiguo, que se cultivó en Oriente y Occidente, cuyo fin era ilustrar a quienes iban a ser gobernantes para que administrasen bien la autoridad y el poder en los territorios bajo su soberanía. Aunque tal vez la obra más conocida en este género sea El Príncipe de Maquiavelo, escrita en 1513, también El político don Fernando el Católico de Gracián, escrita en 1640, es uno de los ejemplos más notables del mismo en lengua española. La obra presenta la forma de un encomio de Fernando el Católico, a quien se considera el mejor y mayor rey de la monarquía española. En ella se describen las ejemplares dotes políticas y virtudes de Fernando para que otros hombres políticos —incluido Felipe IV— puedan emularlas.

[Preliminares]

Censura

Del Doctor Pedro de Abella, catedrático de artes en la universidad de Zaragoza

Por comisión del señor doctor Juan Perat, canónigo de la santa iglesia metropolitana de la Seo de Zaragoza, y en lo espiritual y temporal vicario general por el ilustrísimo y reverendísimo señor don Pedro Apaolaza, arzobispo de Zaragoza, del Consejo de Su Majestad, etc., he leído al Católico Fernando, que renaciendo en nuevas memorias podrá servir de ejemplo a los príncipes y de idea a los mayores monarcas. Ofrécelo su Autor ilustrado con erudición curiosa, enseñanza advertida y política prudente, sin haber en él algo que pueda deslucir el renombre de católico, ni ofender a las buenas costumbres. Así lo siento, en Zaragoza, en Palacio, a 9 de noviembre 1640.

El Doctor Pedro de Abella

Licencia

Doy licencia para que se imprima. En Zaragoza, a 12 de noviembre, 1640.

El Doctor Juan Perat, Oficial y Vicario General

Censura

Del doctor Juan Francisco Andrés de Uztarroz de orden del Excelentísimo Señor Duque de Nochera, Príncipe de Scila, lugarteniente y capitán general en los reinos de Aragón y Navarra

Eterniza las memorias, señor excelentísimo, del glorioso rey don Fernando II de Aragón y V de Castilla este breve diseño de sus heroicas acciones, coloriendo artificiosamente Lorenzo Gracián con el ingenioso pincel de su pluma, no solo su idea, pero dibuja, en diferentes lejos y distancias, las virtudes y deliquios de otros príncipes. Gloriarse puede la villa de Sos por haber nacido en ella, en la antigua casa de los Sadas, príncipe tan singular, cuya dicha pudieran envidiar muchas ciudades. No puedo dejar de darle muchas gracias al Autor de este erudito trabajo por haber sabido escoger Mecenas de tan excelentes y aventajadas partes, cuya prudencia se acredita con acciones propias. Publíquelo la peregrinación que Vuestra Excelencia hizo por Francia, Flandes, Alemania, Inglaterra, Polonia y otras provincias, dejando sus esclarecidos lares por volver a ellos rico de experiencias y glorioso de trofeos, habiendo vertido en Argentina, en defensa de la religión católica, mucha sangre de sus generales venas. Diga la militar disciplina cuántas veces vio a Vuestra Excelencia acaudillar numerosos ejércitos, y con el valeroso denuedo que reconoció, de orden del señor Infante Cardenal, las fortificaciones y cuarteles de Veymar para descubrir sus designios. Y, habiéndolo ejecutado dichosamente como práctico soldado, predijo los intentos del enemigo, que, a no haberlos previsto su marcial viveza, pudieran haber causado algún desorden. Hable Viena, Corte de los emperadores de Alemania, las veces que vio Vuestra Excelencia embajador elocuente en sus estrados y doseles. Pero yo solamente diré que debe Vuestra Excelencia ennoblecer con su protección El Político de Lorenzo Gracián por dos causas: la primera, porque la nobilísima Casa de Vuestra Excelencia sabe defender los Serenísimos Reyes de Aragón. No lo callarán las historias, ni son hazañas que las puede oscurecer el olvido, pues no hay quien ignore la prudencia y el valor de los dos famosos caballeros, don Antonio Carrafa y don Diomedes, su hijo, por cuyo medio recobró el magnánimo rey don Alonso el opulento reino de Nápoles, y Vuestra Excelencia, como sucesor de tan esclarecidos príncipes, defenderá esta obra. La segunda causa por la cual hallará tutelar asilo el Autor de este desvelo político, es por ser Vuestra Excelencia. protector de los varones doctos, heredando esta inclinación con la sangre, pues sabe Italia que el Palacio del Excelentísimo Señor don Fernando Carrafa, padre de Vuestra Excelencia, fue museo de eruditos y célebres ingenios. Merece El Político que Vuestra Excelencia le haga la honra que al Héroe y la que previene al Ministro Real, dándole la licencia que suplica, por no hallarse en este libro cosa que ofenda las buenas costumbres ni las regalías de Su Majestad. Así lo siento, en Zaragoza, a 21 de noviembre, año 1640.

El Doctor Juan Francisco Andrés de Uztarroz

Suma del privilegio

Tiene privilegio por diez años Lorenzo Gracián para imprimir un libro del Político don Fernando el Católico, sin que otra persona lo pueda imprimir sin su licencia, so las penas en el dicho privilegio contenidas. Despachado por José Yubero, en Zaragoza, a 27 de noviembre de 1640.

Al Excelentísimo Señor Duque de Nochera

I

Pongo un rey a todos los pasados; propongo un rey a todos los venideros: don Fernando el Católico, aquel gran maestro del arte de reinar, el oráculo mayor de la razón de Estado.

Sera éste (¡oh, excelentísimo Duque, Mecenas y maestro mío juntamente), no tanto cuerpo de su historia cuanto alma de su política; no narración de sus hazañas, discurso sí de sus aciertos; crisis de muchos reyes, que no panegiris de uno solo, debida a la magistral conversación de Vuestra Excelencia, lograda de mi observación.

Comentaré algunos de sus reales aforismos, los más fáciles, los accesibles, que los primorosos, los recónditos, esos cederlos he a quien presumiere alcanzarlos. Apreciaré reglas ciertas, no paradojas políticas, peligrosos ensanches de la razón, estimando más la seguridad que la novedad.

Protesto que no alienta mi pluma el favonio de la lisonja, pues nunca esta buscó tan remotos los asuntos. Excusa, sí, mi osadía, y aun la solicita, mi suerte de hallarme, digo, con muchas noticias eternizadas por su propia real católica mano; deformes caracteres, pero informados de mucho espíritu. Oráculo dos veces por lo arcano de la inscripción, y más por lo profundo del pensamiento.

Quedó envidiando a Tácito y a Comines las plumas, mas no el cetro; el espíritu, mas no el objeto.

Fundó Fernando la mayor monarquía hasta hoy en religión, gobierno, valor, estados y riquezas; luego fue el mayor rey hasta hoy.

Concurrieron siempre grandes prendas en los fundadores de los imperios; que si todo rey, para ser el primero de los hombres ha de ser el mejor de los hombres, para ser el primero de los reyes ha de ser el máximo de los reyes.

Fueron comúnmente tan prodigiosos los hechos de todos los fundadores, que las narraciones de ellos se juzgaron antes por invenciones de la Épica que por rigores de la Historia. Los suyos los imaginaron más que hombres, hasta inaugurarlos en dioses: los extraños, echando por otro extremo, los tuvieron por héroes fabulosos.

Destinose la elegante pluma de Jenofonte al glorioso cetro de Ciro, cabeza del imperio de los persas, y remontose tanto, que se perdió de crédito, pues creyó la posteridad que había escrito, no lo que había sido Ciro, sino lo que debe ser un perfecto monarca.

Es el fundador de un imperio hijo de su propio valor; sus sucesores participaron de la grandeza. Hízose rey, que pudo, sobre la corona de los méritos, fabricársela de diamantes. Ellos, o nacen reyes, o son hechos reyes.

Fue Rómulo un prodigio de la capacidad y del valor, para fundar la monarquía romana, tan dilatada en espacios como en siglos. Déjoles a los suyos en su significativo nombre depositada, como en semilla, la virtud y vinculado el valor, para ocupar lo mejor del mundo, y fue tanto más cuanto comenzó de menos.

Las principales de estas heroicas prendas son antes favores del celestial destino que méritos del propio desvelo.

Hijos fueron de esta divina elección suprema, y hermanos en la grandeza, Constantino y Carlos, para fundar los dos cristianos imperios, el uno en el Oriente y el otro en el Occidente.