El enigma de la reelaboración - Félix Giménez Noble - E-Book

El enigma de la reelaboración E-Book

Félix Giménez Noble

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En el ámbito de la primera tópica, lo inconsciente psíquico exterioriza la supremacía de un factor, proveniente de las mociones pulsionales, lo bastante poderoso para doblegar el principio de placer: una compulsión de repetición probablemente dependiente de la naturaleza más íntima de las pulsiones. Durante la última teoría freudiana de las pulsiones, el poder de la compulsión de repetición es atribuido a la atracción que ejercen los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido y recibe la designación de resistencia de lo inconsciente. La hipótesis de la compulsión de repetición puso en crisis a la primera tópica, pero también devino garante de su renovación. Freud designó como reelaboración a una fase del tratamiento analítico. En 1926 se refirió a ella justificando su necesariedad, en vista que cancelar la resistencia yoica no es suficiente. Hace falta, todavía, superar el poder de los arquetipos inconscientes latente en las represiones. Según su consejo técnico original (1914), la reelaboración había que dejarla por cuenta del paciente, sin apremiarlo. Aparte de estas menciones, no existe indicio alguno acerca de lo que Freud habrá concebido como "Durcharbeiten". Este libro desarrolla algunas conjeturas acerca de esa omisión.

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Félix Giménez Noble

El enigma de la reelaboración

Fase decisiva del tratamiento psicoanalítico

PRIMERA EDICIÓN

Agradecimientos

Tuve la suerte de escuchar a pensadores del psicoanálisis sobresalientes. A algunos de ellos les importaba más hablar que transmitir. Pero, cada quien, me dejó lo suficiente como para alimentar mi empeño de escudriñar y comprender el alma humana. Sus imágenes fortalecieron mi ideal de ser psicoanalista, y aún hoy, se hacen presente cuando acudo a sus textos. Porque, y a veces no se repara en ello, el psicoanálisis no se construyó solamente con el diván, sino también con la pluma. Mauricio Abadi, Fidias Cesio, Jorge De Gregorio, André Green, Mary Langer, Enrique Pichon Riviére, Arnaldo Rascovski, Luis Storni, viven en mi recuerdo.

Mi acercamiento a Freud se lo debo a Ana Spagnuolo.

En la intimidad de mi consultorio, he conocido seres entrañables. Su presencia y la confianza que en mí depositaron, hizo de mi vida profesional una fuente de satisfacciones. Muchos de los que comparten conmigo el amor al psicoanálisis, siguen a mi lado. Juntos, nos repartimos la responsabilidad didáctica que hemos elegido. Sin la colaboración de Nelly Cortés, Marcelo De Castro, y Sandra Goldstein, mi Seminario del Instituto de Psicoanálisis y el Seminario de Graduados de APA, no hubiera sido posible. Con Ana Bidondo y Laura Pugnali, tengo una deuda de gratitud por el apoyo incondicional que siempre me brindaron.

La generalidad del establishment casi nunca contribuyó a otra cosa que a amenazarme con el desánimo. Por mi entusiasmo en la divulgación y enseñanza del psicoanálisis debo culpar, en cambio, y muy particularmente a mis alumnos. María Abella, Javier Antoniuk, Marina Andrea Alonso, Marina Barrancos, Laura Bauso, Cora Botchner, Mariana Estrin, Graciela Fondovila, Diego Giménez Noble, Adriana Gómez de García, Cristina Griffa, Malena Imposti, Patricia Katz, Adriana Kehm, Inés Klein, Ana Mattenet, Matías Luzuriaga, Liliana Popoff, Ana Rosenfeld, Teresa Roux, Miriam Santibañez, Laura Saidman, Vivian Secco, Mariano Solari, Verónica Vincini, Analy Werbin, Liliana Zaccarello, Camila Zapiola, y muchos otros. Gracias, a cada uno de ellos, por su interlocución y por ayudarme a pensar.

Debido a su hospitalidad, mi reconocimiento a Norma Cerrudo y a Daniel Biebel. Su calidez hizo de la tarea de edición, una experiencia muy grata.

De mi vida privada, debo destacar la actitud llana y valiente –en sus cuestionamientos– de mi hijo Gaspar. Martín es leal, y siempre está atento a mis necesidades o a las de cualquier otro miembro de la familia. El templado carácter de Diego se transluce en su aptitud psicoanalítica e incrementa nuestro entendimiento mutuo. Jorge es de pocas palabras, pero de mucha presencia y disposición a darme una mano con lo que sea. Los cuatro, cuya presencia no es necesariamente física, son un parte importante de la fuerza impulsora de mis empeños.

Mi vida no hubiera sido lo satisfactoria que fue, si no hubiera conocido a Graciela, y me hubiera casado con ella.

En el texto, el lector reconocerá, por momentos, cierta reiteración de conceptos. En capítulos distintos, y a partir, tanto desde el punto de vista clínico, como de la teoría de la técnica, hallará nociones que se vuelven a enunciar.

Dicha insistencia está dedicada a aquellos colegas que no estén familiarizados con las ideas de Freud fundamentales en la vinculación con este tema, o que no le hayan atribuido la importancia que la investigación sobre el mismo, necesita darle. Aquellos a los que les resulten consabidos, sepan dispensar esa recurrencia.

Presentación

Al lector de Freud

Estimado amigo:

Nuestro querido Professor está tan dedicado a construir el psicoanálisis, que a veces nos da la impresión de olvidarse un poco de nosotros. Por momentos, es difícil seguirle el tranco.

Inicialmente lo vemos cifrar gran parte de su perspectiva económica del aparato anímico en el comportamiento de los afectos, al tiempo que subordina el avatar pulsional al yo únicamente en el caso de la autoconservación. Las aspiraciones sexuales –en cambio– perseveran en ostentar una misteriosa autonomía que en muchas ocasiones se contrapone a los intereses del yo.

Caemos en la cuenta de que toda esta orientación conceptual que nos ha señalado nuestro respetado guía, se confió a una brújula sobrestimada: el principio de placer-displacer y su heredera consecuente, la teoría de la represión.

Como vos y yo, estimado lector, hemos recorrido muchas veces, y de su mano, el pensamiento de nuestro Maestro; también hemos asistido a sus fracasos (y a los nuestros propios) hasta resignarnos al doloroso esfuerzo de reconsiderar hasta la última de nuestras convicciones teóricas.

De nuestro “padre” en común, sabemos que dedicó su vida a descubrir una terapia para el sufrimiento del hombre.

Y sabemos que la encontró.

Pero…

Primera parte

 

 

 

Freud designó como reelaboración a una fase del tratamiento analítico. En 1926 se refirió a ella justificando su necesariedad, en vista que cancelar la resistencia yoica no es suficiente. Hace falta, todavía, superar el poder de los arquetipos inconscientes latente en las represiones. Según su consejo técnico original (1914), la reelaboración había que dejarla por cuenta del paciente, sin apremiarlo. Aparte de estas menciones, no existe indicio alguno acerca de lo que Freud habrá concebido como {Durcharbeiten}. Este trabajo es la construcción de una conjetura acerca de esa omisión.

Capítulo 1 Consideración preliminar

ONTOGENIA Y TEORÍA DE LA REPRESIÓN.FILOGENIA Y COMPULSIÓN DE REPETICIÓN

Freud inventó el psicoanálisis buscando una cura más eficaz para la neurosis que la que ofrecían otras psicoterapias.

La encontró.

La inconsciencia del yo prometía un repertorio de resistencias obsesivas, fóbicas o, con suerte, histéricas, que podían desafiarse. “La Interpretación de los sueños” cumplió con auspiciar veinte años de fecundidad teórica y convalidación clínica apuntaladas en una sexualidad infantil que cifraba el secreto del desarrollo del adulto.

Sólo que eso no era todo.

Lo más funesto de su descubrimiento fue el develamiento de que la miseria humana no es consecuencia –solamente– de las defensas. El análisis “de las profundidades” del Hombre de los Lobos terminó de sacar el problema a la luz. En el consultorio, encalló sin remedio en la tenacidad de las fijaciones. (“El caso no fue particularmente propicio”, informará Freud en la página 95 del historial). Pero, la contrariedad lo anima a reconsiderar el problema de la disposición. “A menudo podemos observar que el esquema (filogenético {El complejo de Edipo es el ejemplo mejor conocido de esta clase}) triunfa sobre el vivenciar individual:1 en nuestro caso, por ejemplo, el padre deviene el castrador y pasa a ser el que amenaza la sexualidad infantil pese a la presencia de un complejo de Edipo invertido en todo lo demás.”2

Strachey consideró que «el posible carácter hereditario del contenido psíquico de las fantasías primordiales era “un oscuro problema”»,3 y en su Nota Introductoria a “la descripción científica de sucesos psicológicos cuya novedad y complejidad no habían sido jamás imaginadas” 4 omitió destacar los inquietantes descubrimientos que el enfrentamiento entre el psicoanálisis y Sergei Pankejeff habíanle deparado a Freud: la capacidad del esquema edípico hereditario para imponerse a las impresiones vitales en la ontogenia, y la presunta existencia de un núcleo instintual del inconsciente. Dichas conjeturas corroboraban una intuición que Freud le confesara a Fliess veintiocho años antes: “La leyenda de Edipo captura una compulsión {Zwang} que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia de ella.”5

La conclusión resulta indiscutible: la compulsión que se repite en cada ser humano trasluce la coacción pulsional de un ello que le impone al yo la realización del incesto y el crimen. “La avidez del Edipo por la realización del incesto (compulsión {Zwang}) está en la sangre, siendo el complejo de representaciones del cortejo edípico (celos, filiparricidio) la historia de cómo cada ser humano intenta domeñarla.” 6

Desde afuera del yo, el desvalimiento acecha al psicoanálisis.

1 Nota del autor: el destacado es mío.

2 Freud, S. (1918[1914]). De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, pp. 108 y 109.

3 Strachey, J., Nota Introductoria en S. Freud (1918[1914]). De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, AE, 1989, pp. 6 y 7.

4 Ibídem.

5 Freud, S. (1886). Cartas a Fliess, O.C., Vol. I, AE, 2006, carta 71, p. 307.

6 Giménez Noble, F. (2014). Lo ominoso de la compulsión de repetición. Compulsión de repetición, eXel Publishing, p. 131.

Capítulo 2 El individuo: una semblanza metapsicológica

PULSIÓN. INVESTIDURA. NECESIDAD. OBJETO. YO. REPRESENTABILIDAD. DESEO. LAS CINCO RESISTENCIAS. COMPULSIÓN DE REPETICIÓN. LIBIDO. DESEXUALIZACIÓN.

Por compulsión de la naturaleza, el alma humana se configura albergando dos estirpes distintas de fuerzas naturales: el continente real-material de la percepción conciencia que reconocemos como yo, y el incontinente virtual-potencial de lo pulsional-ello, indiscernible de la realidad externa. Es en el segundo inquilino, que hace pie la humanidad toda. El individuo se amamanta de él, pero, en lo que puede, le pone condiciones a su influjo. Es lo que Freud llama “domeñamiento” {Bändigung}.7

Pulsión es un término de origen conjetural, virtual, al que se le atribuye un origen somático pero que se deslinda en lo psíquico. En cuanto a sus propiedades, se ha logrado aislar lo alternante de sus metas y la invariancia de su perentoriedad, sobre todo cuando la contingencia del objeto, no la asiste. En tal caso, la ingobernabilidad de su poder es atribuible a las propiedades de indiscernibilidad e inconsciente que caracterizan lo pulsional. Solamente esas cualidades pueden explicar el engendramiento de su propia necesidad; lo pulsional es empuje en procura de lo que no hay; es la búsqueda de una forma afectada por los límites que imponen el tiempo y el espacio (la metáfora que mejor alude a esta búsqueda es el objeto).

La exhumación de “el ello” en 1923 le atribuye a lo pulsional un mítico anterior, pero dinámicamente actual, eficaz. Son, definitivamente, energías naturales que el hombre ha reconocido constitutivas de sí –aprehendiéndolas con análogos perceptuales como investiduras, cargas, cathexis, etcétera. Dichas fuerzas vestigiales de la humanidad en su conjunto habrían logrado (con ayuda de la realidad), para la naturaleza, una hazaña sin par: trasmutar lo potencial-virtual en real.

Asistimos de este modo a la figuración de dos aspiraciones completamente diferentes obligadas a complementarse entre sí. La presencia de la herencia arcaica patrimonio del ello es la responsable de mantener constante la fuerza de insistir en pos de un fin. Considerada en forma aislada, la ingobernabilidad de su poder es atribuible a lo indiscernible e inconsciente de las propiedades que caracterizan lo pulsional. Solamente esas cualidades pueden explicar el engendramiento de su propia necesidad; lo pulsional-ello es empuje en procura de lo que no hay; es la búsqueda de una forma afectada por los límites que imponen el tiempo y el espacio (la metáfora que mejor alude a esta búsqueda es el objeto).

“El yo representa su máximo logro, pero las pulsiones en sí mismas son indiferentes a su destino; “les resulta indistinto” ser fijadas a una represión, transferir la perentoriedad sobre su propia fuente somática y crear una enfermedad, o devenir compulsión incoercible. Son justamente esos modos “incompletos” de alivio de las necesidades del ello las que mejor translucen el afán del alma por cobrar alguna clase de formalización: la locura “erótica”, el masoquismo y las resoluciones trágicas representan sólo algunas de ellas.” 8

Si de conceder que la pulsión tiene un propósito, “para novedad no hay como lo clásico”.

“Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Más tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades.” 9

Las investiduras resultan, entonces, acción y efecto de la necesidad pulsional: la pulsión tiene que investir. Ellas importan los atributos pulsionales que el ello le impone encarnar al objeto, y por eso devienen portavoces del mismo, cual “traductoras” que –a cada yo– le dictaminan el mundo exterior. Verbigracia: esa “realidad-ello” también contribuye a configurar al propio yo. La investidura que hace pie en el objeto satisface la aspiración agregadora10 del ello en una primera fase de la dimensión formal, real perceptual, fundando la diferencia entre lo pulsional y lo representable. Más luego, el siguiente movimiento de la investidura que –partiendo del objeto lo abandona y ocupa el yo– aunque representante de las aspiraciones eróticas del ello, le transfiere poder al yo. A través de esa mediación, “lo humano” no consabido e inconsciente se transforma en libido que –aunque desexualizada–11 pretende seguir sirviendo a los dos amos.

Hasta aquí, en el panorama descripto –el cual responde al principio de Eros– el término pulsión admite ser reconocido –no por “un propósito propio”– sino por lo alternativo de sus destinos: tanto como objetalizarse y acceder a la representabilidad, como contribuir al mecanismo de la represión ejercida por el yo y participar prestando su energía a las transferencias.

La primera dualidad pulsional le adjudica a la pulsión dos ocupaciones diferentes según la clase de necesidad en juego: la conservación del individuo o la relación de objeto. En el caso de las funciones de autoconservación no hay modo de extraviarse: pasado un tiempo, solamente el alimento calma el hambre. Pero las pulsiones sexuales se ven comprometidas en la estructura del deseo, que es un campo con memoria autónoma: la imagen del objeto que proporcionó la satisfacción. El planteo de ambas alternativas se registra en el marco del principio yoico placer-displacer, y las mociones pulsionales se distinguen por el ámbito en que se despliega su colocación: en procura de la manutención del cuerpo o hacia el investimiento del objeto.

En la segunda tópica, lo pulsional-ello, en cambio, es advertido según dos manifestaciones: aquella capturada en la representabilidad y consecuente capacidad de ligazón (las resistencias del yo) y el contingente pulsional indiscernido e inconsciente al estado puro o resistencias impersonalizables. Este último corresponde a las resistencias no-yoicas: la inconsciencia de culpa y la atracción que sufre el proceso pulsional reprimido desde los arquetipos inconscientes o {Schema} filogenéticos. Dicha imposición de lo arcaico en la ontogenia se verifica por medio la compulsión de repetición, un factor que Freud atribuye a la naturaleza de todas las pulsiones, y al cual le designa la función de resistencia de lo inconsciente: esa definición inviste a la compulsión de repetición como un arcano del alma y la propone ubicua.

Sin embargo, el poder potencial de este factor compulsional, no siempre es irrestricto. En la clínica, por ejemplo, tenemos lo que Freud llama “su gobierno del psicoanálisis en una parte de su decurso”: la compulsión de repetición permitiendo que la transferencia positiva la “reclute” para alimentar la “figuración del cumplimiento de deseo” (el sector inconsciente de la tranferencia) en cultivos –imaginarios– del principio de placer. El análisis se “aprovecha” de la compulsión con la mira futura de instaurar el principio de realidad. Más a veces ocurre que la compulsión de repetición “desengañada” se emancipa de las obligaciones de ese pacto y no se contenta con el retorno de las imágenes oníricas (interpretaciones) y desacatando el convenio de aceptar solamente palabras por parte de la analista, impulsa una actuación.12

En términos descriptivos, la compulsión de repetición como voracidad de la especie humana se encuentra en dos estados: libidinizada por el yo (objetalizada), o al estado originario (como pura aspiración erótica sin continente). El punto de vista dinámico la localiza subyacente en las resistencias de represión, de transferencia y en el beneficio secundario, haciéndola responsable de cada retorno de lo reprimido por el yo inconsciente. Más allá del yo, su manifestación económica es, en ausencia del objeto, exclusivamente deductible a partir de actos de conducta, actos somáticos, o actos inconscientes que engendran hechos –a veces– inanalizables. Es decir que a la compulsión de repetición que participa de la conducta en la transferencia de los neuróticos, se le suma el conocimiento de individuos no neuróticos, en quienes toda relación humana conduce a idéntico desenlace (el vivenciar pasivo de Freud y Emmy de N. y la viuda triple). La compulsión de destino sufrida por individuos “vividos por poderes ignotos, ingobernables” víctimas de la compulsión del ello inconsciente que no presentan retornos de lo reprimido (afectado en forma directa, no mediado por la neurosis).

7 Domesticación, control, refreno. Término que describe la admisión total de la pulsión en la armonía del yo para ser asequible a toda clase de influjos por otras aspiraciones que hay en el interior del yo. Correspondería a la tramitación duradera de una exigencia pulsional. En 1895 Freud define este recurso yoico por sus efectos: “Los recuerdos penosos dejan de portar afecto.” Treinta años después se lo atribuirá a la libido: “La libido inactiva la pulsión de muerte.”

8 Giménez Noble, F. (2014). Compulsión de repetición, eXel Publishing, Véanse pp. 177 y 178.

9 Freud, S. (1923). El yo y el ello, O.C., AE, Vol. XIX, p. 31.

10 Platón. El Banquete. La fuerza de Eros: re-unir lo que alguna vez formó parte de un todo. Freud, S. (1923). El yo y el ello, AE, Vol. XIX, p. 41. “Eros persigue la meta de complicar la vida mediante la reunión, la síntesis de la sustancia viva dispersada en partículas, y esto, desde luego, para conservarla.”

11 Condición inmanente al ideal-yo.

12 Freud, S. (1923 [1922]). “Nuevas observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños”, O.C., AE, Vol. XIX, p. 119: “Tal como lo consigné en ese libro, con gran frecuencia sucede que la compulsión de repetición se emancipa de las obligaciones de aquel pacto y no se contenta con el retorno de lo reprimido en la forma de imágenes oníricas.”

Capítulo 3 Definición y características de la compulsión de repetición según el Diccionario de Psicoanálisis Argentino, 2020, APA Editorial

TÉRMINOCOMPULSIÓN DE REPETICIÓN

–Al.: Wiederholunzwang. –Fr.: compulsion de répétition. –Ing.: compulsion to repeat. It.: compulzione della ripetizione. Por.: compulção de repetição.

Definición

En el ámbito de la primera tópica, lo inconsciente psíquico exterioriza la supremacía de un factor, proveniente de las mociones pulsionales, lo bastante poderoso para doblegar el principio de placer: una compulsión de repetición probablemente dependiente de la naturaleza más íntima de las pulsiones.

Durante la última teoría freudiana de las pulsiones, el poder de la compulsión de repetición es atribuido a la atracción que ejercen los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido y recibe la designación de resistencia de lo inconsciente.

Según los desarrollos en la obra de Freud, la compulsión de repetición fue cobrando distintas semblanzas como: *insospechado ahorro de gasto psíquico13, *actitud de un paciente en análisis14, *fuente de un sentimiento15, *responsable de la impulsión del juego en el niño, del carácter demoníaco de ciertos aspectos de la vida anímica16 y del gobierno del psicoanálisis de los neuróticos en una parte de su decurso.

ANTECEDENTES

(1999). “Repetición y compulsión de repetición”, Giménez Noble, F. en Técnica Psicoanalítica, Letra Viva, Buenos Aires.

(2006). “Introducción de la compulsión de repetición”, Giménez Noble, F., La Peste de Tebas, N° 36.

(2007). “Entre el recuerdo y el destino: la repetición”. Marucco, N., Revista de APU.

(2010). “Más allá de la palabra”, Giménez Noble, F., La Peste de Tebas, N°47.

(2012). “Repetición y compulsión de repetición”, Giménez Noble, F., La Peste de Tebas, N° 53.

(2014). “Compulsión de repetición”, Giménez Noble, F. eXel Publishing, p. 437.

(2017). “Aportes de la compulsión de destino a la segunda tópica freudiana”, Laznin, Lubián y Klingmann. UBA, Anuario de Investigación, XXIV, pp. 143-148.

CONCEPTO

Historia del término y sus traducciones al castellano.

1) Su primera aparición17 remite la compulsión de repetición a un efecto del encuadre psicoanalítico, el cual produciría la “repetición de una actitud homosexual que se fuerza hacia el primer plano como resistencia a todo recordar.” [Cabe destacar que dicha resistencia: a) Es un acto18 y b) De naturaleza narcisista.] 2) Probablemente la traducción en López Ballesteros, Rueda y otras19, sigan la sugerencia implícita de la Standard Edition, la cual atribuye a la compulsión “causar” la repetición. La versión de Etcheverry20 se aproxima –en cambio– a “compulsión que repite”, “que se vuelve a imponer”.

Relaciones entre los hallazgos clínicos y la hipótesis de la existencia de una compulsión de repetición.21

1) Durante la primera tópica el término compulsión de repetición aludió a: a), Un acto de resistencia a todo recordar22 como efecto de la técnica y vinculado con la transferencia, b) La fuente del sentimiento ominoso,23 c) un carácter universal de todas las pulsiones.

2) Conexiones teóricas entre las manifestaciones polifacéticas de la compulsión de repetición en la teoría de la represión: su conjetura se despliega a punto de partida de la carta 71 a Fliess: “la leyenda de Edipo captura una compulsión que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia de ella.” Se apoyará, más tarde, en la dificultad en el análisis del hombre de los lobos y la sospecha de que los {Schema} filogenéticos mandan por sobre la ontogenia. En contemporaneidad, alude a un imprevisto: la técnica psicoanalítica, finalmente decidida por el diván y la asociación libre, se ve obligada a enfrentarse con el paciente que calla y a quien no se le ocurre nada.

El paciente de 1914 que no podía hablar (Freud, 1914, p. 171) (revisitado por Freud en el capítulo III de su “Mas allá…), el descubrimiento clínico de los {Schema} filogenéticos y su ascendencia sobre el vivenciar individual (Freud, 1918, p. 108), los enfermos de destino (Freud, 1920, pp. 22-23) y muchos testimonios más, prefiguraron el develamiento de un factor desde siempre ubicuamente activo; invisible en las profundidades del alma, pero todopoderoso en sus afanes. “En vista de estas observaciones relativas a la conducta durante la transferencia y al destino fatal de los seres humanos, osaremos suponer que en la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se instaura más allá del principio de placer.” (Freud, S., 1920, p. 22).24

Análisis del término y la aplicación que Freud hace de él

Compulsión de repetición {Wiederholenzwang} resulta de la combinación de dos conceptos de distinto rango: compulsión {Zwang} (de origen virtual-potencial; pulsional, en suma) y repetición {Wiederholen}, (de origen real-perceptual; yoico). Su ascendiente epistémico más antiguo, la compulsión {Zwang} aparece en la –ya mencionada– temprana carta a Fliess, fechada en 1886, para ilustrar la participación obligada del complejo de Edipo en la constitución de la psique. El complejo de Edipo es el ejemplo mejor conocido de los esquemas {Schema} congénitos por vía filogenética. A menudo podemos observar que el esquema triunfa sobre el vivenciar individual. (Freud, S., 1918, p. 109) Compulsión trasluce el modo en que lo pulsional-ello se impone sobre el yo como coerción. Repetición {Wiederholen} designa un acto sintomático del yo que participa en toda transferencia, cual contrainvestidura que sustituye la representatividad genuina. Pone de manifiesto el enfrentamiento entre la insistencia pulsional que no puede hacerse entender, que no ha devenido representable, y la defensa que le opone el yo. Compulsión de repetición nos habla, entonces, de un desenlace de fuerzas siempre singular entre la necesidad que siente el ello de emplazar sus investiduras para cumplir sus aspiraciones eróticas y del fracaso de la satisfacción de esa necesidad.

Inferencias

En tanto la teoría de la represión se hubo tornado insuficiente, la compulsión de repetición sugería esconder un propósito que, al margen de inconsciente, se revelaba como indiscernible. Los enfermos “de destino” eran el ejemplo de dicha fatalidad.

La hipótesis de la compulsión de repetición puso en crisis a la primera tópica, pero también devino garante de su renovación.

En tal ámbito metafórico, las resistencias resultan defensoras de los intereses de cada instancia frente al asedio de los {Schema}. La huida del yo, el ataque del superyó y el reclutamiento del ello componen al individuum, campo de litigio de la especie.

Propiedades de la compulsión de repetición

La compulsión de repetición es uno de los factores de la psiquis menos esclarecidos. La intuición que llevó a Freud a caracterizarla como “demoníaca”, señaliza sus propiedades más destacables. Las mismas son: su ubicuidad, su capacidad de pasar inadvertida, y su poder. Lo impersonalizable, en suma.

En cuanto a su ubicuidad: participa en distinta medida en todo acto psíquico.

Su “invisibilidad” se debe a su marginación, distanciamiento y discriminación del Yo. Como sustituto denigrado de la represión, carece de la orientación que depende del principio placer-displacer, y desconoce la existencia del objeto. Dicha mutilación explica las sustituciones insólitas de las adicciones consecuentes a una frustración libidinal: la pérdida de un objeto de investidura sustituIdo; por ejemplo, por la ingesta de alcohol o sustancias.

Los alcances de su poder son inversamente proporcionales a la posibilidad de su descubrimiento: cuanto menos se la denota, mayor es su eficacia.

Aunque reconocida muchas veces por Freud en su función de causa, también se le aparece como efecto. Tal la compulsión de repetición como escena que se reproduce (caso Emmy Von N.) y que manifiesta el resultado siempre singular de cómo cada Yo se opone a la atracción de los arquetipos inconscientes.

Características

La compulsión de repetición es el componente universal de toda pulsión. Sus manifestaciones parecen reflejar el anhelo de retorno de lo pulsional al soma del que se ha desprendido y la tenacidad del querer alcanzar –subrogados del mismo– expresado por su perentoriedad.

Su empeño es transformar su rango virtual en rango real, cobrar forma perceptible.

Acciona imponiendo al vivenciar individual el esquema filogenético.

Se evidencia siempre como un desenlace; el resultado de las tensiones entre la necesidad del ello, el domeñamiento siempre parcial del yo y la inconsciencia de culpa y condena por parte del superyó.

Para la especie, representa garantía de continuidad.

Bibliografía

Freud S. (1886). Carta a Fliess n. 71.

———— (1893-1895). Estudios sobre la histeria, II. Historiales clínicos (Breuer y Freud), Breuer, J. y Freud, S., 2. Señora Emmy Von N. (40 años, de Livonia)”, Buenos Aires: Amorrortu.

———— (1896). Manuscrito K. O.C., Vol. II, Buenos Aires: Amorrortu.

———— (1914). Recordar, repetir, reelaborar, O.C., Vol. II, Buenos Aires: Amorrortu.

———— (1914). Recalling, remembering and working through (New advices on psychoanalysis technique), en The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, Vol. 6, The Hogarth Press Ltd. The Institute of Psychoanalysis (Londres) y Angela Richards: Compulsion “to” repeat. J. Strachey, The Standard Edition.

———— (1918 [1914]). De la historia de una neurosis infantil, O.C., Vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu.

———— (1919). Lo ominoso. O.C., Vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu.

———— (1920). Mas allá del principio de placer. O.C., Vol. XVIII, Buenos Aires, Amorrortu.

———— (1923). El Yo y el Ello. O.C. Vol. XIX, Buenos Aires, Amorrortu.

———— (1923[22]). Observaciones sobre la teoría y práctica de la interpretación de los sueños. O.C., Vol. XIX, Buenos Aires, Amorrortu.

———— (1926). Inhibición, síntoma y angustia. O.C., Vol. XX, Buenos Aires, Amorrortu.

Giménez Noble, F. (1998). Repetir, volver a pasar por “Eso”. Coloquio Psicoanalítico, La peste de Tebas.

———— y cols. (1999). En Técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Letra Viva.

———— (2000). “Entre el dolor y la muerte, la compulsión de repetición”. XXIII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis

———— (2006). Introducción de la compulsión de repetición, La peste de Tebas, Volumen XXXVI.

———— (2014). Compulsión de repetición, eXel Publishing.

Palabras clave

Repetición - Resistencia de lo inconsciente - Esquemas filogenéticos - Demoníaca.

13 Freud, S. (1905). El chiste y su relación con lo inconsciente, O.C., AE, Vol. VIII, p. 123.

14 Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar, O.C., AE, Vol. XII, p. 152.

15 Freud, S. (1919). Lo ominoso, O.C., AE, Vol. XVII, p. 236.

16 Freud, S. (1919). Lo ominoso, O.C., AE, Vol. XVII, p. 238.

17 Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar, O.C., AE, Vol. XII, p. 152.

18 No una representación en función de contrainvestidura (N. del A.)

19 Compulsión a la repetición.

20 Compulsión de repetición. Traducción directa del alemán en Amorrortu.

21 En apariencia, el concepto sufrió una serie de mutaciones que lo llevaron desde consignar una actitud del paciente en análisis hasta la descripción del modo en que el ello no cesa de imperar en el yo. En el trayecto aludió a una forma de ahorrar gasto psíquico, al silencio y a la viscosidad de la libido. Además de ser considerada un carácter de la vida orgánica, la compulsión de repetición resulta secreta protagonista en la reproducción del trauma. Develada su ubicuidad, dejará al descubierto tanto el lazo de sangre con lo demoníaco como su subversión a la ley del placer.

22 “Actually the original idea expresses a patient in analysis attitude, which appears as a consequence of treatment. This compulsion will conform an acting instead of thinking.”

23 Freud, S. (1919). Lo ominoso, O.C., AE, Vol. XVIII.

24 Cabe subrayar que lo que se instaura no es una “tendencia que obliga al Yo a repetir” sino una compulsión que el Yo reconoce en su insistencia, que –en suma– siente que se le vuelve a imponer displacenteramente. (N. del A.)

Capítulo 4 Punto de partida: la necesidad de reelaboración {Durcharbeiten}

LAS RESISTENCIAS DEL YO.LAS RESISTENCIAS DEL ELLO.

“tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar todavía el poder de la compulsión de repetición...”25 “En cuanto a la cuarta clase, la [resistencia] del ello26, acabamos de hacerla responsable de la necesidad de reelaboración…”27

Indiscutible el lazo de sangre inaugurado doce años antes, cuando el paciente de Freud se recostaba y guardaba silencio.

“el médico había olvidado que nombrar la resistencia no puede producir su cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para enfrascarse en la resistencia no consabida para él para reelaborarla {Durcharbeiten},28 vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental.”29

Nombrar la resistencia no afectaba más que al componente yoico de la resistencia, su revestimiento libidinal. En su entraña, la atracción del ello desafiaba el ensalmo de la palabra con la fuerza antigua del arquetipo trágico. Un Freud desconcertado y vacilante prefiere atribuirle la responsabilidad de este enfrentamiento decisivo al paciente, como si estuviera en manos del mismo (y no del analista) lidiar con aquello suyo/propio –pero al margen de su yo– “que lo puede”.

Ante la compulsión de repetición conviene reconocer que “nombrar la resistencia” no es un análogo de “interpretarla”. No es el caso del desalojo de una representación. No se trata de diagnosticar una contrainvestidura para “aflojar” la represión. Tampoco corresponde a un falso enlace ni una consecuencia del masoquismo. Al enfermo no hay nada que revelarle que él no sepa. Pero ¿por qué le pasa? Ante “el abismo, la grieta, entre el individuo real y el concepto de la especie [...] no puede hablarse, por cierto, de una herencia directa en el yo.” Pero “el ello no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del yo”. Tal dificultad solamente puede superarse si el análisis es capaz de procurar al ello una forma de expresión más favorable para el yo. Y no es sino el yo mismo –al coparticipar a la compulsión de repetición en su defensa de las mociones pulsionales que lo amenazan, quien nos enseña el camino.