La APA que he vivido - Félix Giménez Noble - E-Book

La APA que he vivido E-Book

Félix Giménez Noble

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"El psicoanálisis es un desprendimiento del discurso médico. Fue creado con el fin de curar la enfermedad conocida como neurosis. Pero la capacitación y práctica de un psicoanalista es ajena a la Universidad. No resulta de una especialización –como la Psiquiatría, por ejemplo–, que la Facultad de Ciencias Médicas habilite. El Estado no subvenciona ni se hace responsable de la formación psicoanalítica. Sigmund Freud, el inventor del psicoanálisis, ideó un sistema de formación incompatible con el modelo universitario. Las condiciones que regulan los Institutos de Psicoanálisis pertenecientes a la Asociación Psicoanalítica Internacional son conocidas como el 'trípode de formación': el análisis del aspirante, la supervisión clínica de su desempeño práctico y el estudio de la Obra de Freud y continuadores. Dichas experiencias vivenciales resultan marginales e independientes de lo que se conoce como 'conocimiento académico', y su costo debe ser asumido de manera privada por el aspirante. A veces, por el desconocimiento de estas normas o por limitaciones de los recursos propios, muchos profesionales optan por una capacitación psicoterapéutica en hospitales públicos o instituciones privadas no reconocidas por la Asociación Psicoanalítica Internacional. Este libro expone mi acatamiento a las pautas de formación instituidas por Freud y sus vicisitudes, durante mi experiencia de formación y mi consecuente pertenencia a la Asociación Psicoanalítica Argentina" (Félix Giménez Noble).

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FÉLIX GIMÉNEZ NOBLE

La APA que he vivido

Una bitácora psicoanalítica

Primera edición

Índice

CubiertaPortadaEpígrafeEntrevista preliminar al autorPreámbuloLa Asociación1. Un rito de iniciación2. La herencia filogenética3. Catequesis y bautismo4. Un genoma complejo5. Mis aledaños del psicoanálisis6. Los inaccesibles7. La sangre azul8. Un claustro sin clausura (¿y sin censura?)9. Sintonías de “radio pasillo” en los años 8010. El esfuerzo11. Instantáneas de mis maestros12. Los balcones de APA13. Sortilegios y maleficios de la formación. (Hechizos & embrujos)14. Taxman15. Honorarios. Mitos y realidades16. Cuando la hipocresía esplendePsicoanálisis17. ¿Es que acaso existe “un” psicoanálisis?18. Enigmas de la cura psicoanalítica. Una paradoja y una insuficiencia19. Transferencia: una intermediación entre la vida psíquica y la realidad20. “Estabilidad”, “vida útil” y sexualización de las transferencias21. Palabra: la herramienta técnica y efectos consecuentes22. Configuraciones: las dos tópicas y sus alcances23. Consecuencias y derivaciones del hallazgo24. Ascendiente epistémico de la compulsión de repetición25. Lo vivencial en la compulsión de repetición. Sucesos ominosos26. El lado oscuro27. La definición más completa28. Principio del fin del reinado del recuerdo29. Vestigios de la transición30. Reorientar, continuar, ensayar31. Entre vacilaciones y definiciones, el fantasma de ¿una pulsión de muerte?32. Segunda fase: Sigmund, Emmy y una serendipia33. El factor fijador a la represión34. El problema35. Acerca de la necesidad de reelaboración {Durcharbeiten}36. Propiedades de la compulsión de repetición37. El desamparo técnico38. Recapitulación de la hipótesis39. La experiencia de satisfacción40. La importancia del resto diurno41. La sesión analíticaLa APA y el psicoanálisis42. Transferencia versus “establishment”43. Pertenecer tiene sus privilegios44. El húsar valiente45. ¿Paciente o vasallo? Una encrucijada del destino46. Los psicoanalistas47. La leyenda de los congresos48. APA en el paísLa APA y nuestra sociedad49. 1942-202250. La quimera de una ilusión51. La realidad como interrogante52. El desvalimiento y sus antídotos en la cultura53. Muerto Dios, larga vida a los dioses54. La APA y su destinoEpílogo. Querida APA de mis pensamientosSobre este libroSobre el autorOtras obras del autorCréditos

Este libro está dedicado a León Giménez Noble, por si en el futuro quiere conocer una parte de la vida de su abuelo.

ENTREVISTA PRELIMINAR AL AUTOR

Entrevistador: — ¿Cómo le surgió la idea de escribir este libro?

Dr. Giménez Noble: — La necesidad surgió asociada a la fantasía de dejar el país; pasar mis últimos años lejos de los fenómenos absurdos que venimos sufriendo los argentinos.

E: — Una especie de despedida.

GN: — En parte. Mi pertenencia a la APA ha sido la más larga de mi vida.

E: — Por eso su libro incluye varios testimonios, cosas que sucedieron.

GN: — Cosas que, cuando pasaron, me iban descubriendo rincones secretos, y asuntos que, cuando salían a la luz, ponían en crisis la imagen de una APA ideal de la que no me gustaba desprenderme.

E: — La APA legendaria de los buenos tiempos.

GN: — Sí, esa especie de Sociedad secreta, mitificada porque su intimidad no podía ser escudriñada desde agentes externos. Por ejemplo: en la época de Perón, en las reuniones científicas se infiltraban individuos de los servicios… Los pobres se aburrían y no entendían nada.

E: — Y en su opinión, en comparación con otras sociedades psicoanalíticas, ¿qué es lo que diferencia o caracteriza a la APA?

GN: — El pluralismo científico, sin duda. APA siempre tuvo lugar para todas las corrientes del psicoanálisis.

E: — ¿Lacan también?

GN: — Hay muchos miembros interesados en Lacan. En el Instituto, en la formación, siempre hay seminarios de Lacan, tanto como de Bion, Klein, Winnicott, y autores especializados en psicosis. También la aplicación del psicoanálisis en terapias de pareja, niños y familia.

E: — Pluralismo científico. ¿El psicoanálisis es una ciencia?

GN: — Tengo mis dudas. En principio, no, si se considera que una ciencia es convalidable con independencia del sujeto que comprueba sus leyes. Dos más dos es cuatro tanto para usted como para mí. Los resultados de mi análisis personal son capaces de generarme convicción solamente a mí. Creo que no hay “un psicoanálisis”. La experiencia analítica individual ocurre en una relación específica con determinado analista, y es respaldada, predominantemente, por una expectativa que se asemeja a una cuestión de fe.

E: — Entonces ¿es una religión?

GN: — Con el pensamiento religioso, el psicoanálisis comparte su motivación: la necesidad de amparo. Pero su consumación encamina la búsqueda de esa satisfacción hacia el sí mismo, el self. Y a su concomitante: la renuncia a la dependencia de cualquiera que se proponga influirlo o condicionarlo.

E: — Hay tantos psicoanálisis como psicoanalistas, ¿eso es así?

GN: — Tantos análisis como “parejas” de analistas y pacientes. Es como cualquier otro tipo de relaciones; las amistosas, las familiares, las sexualizadas. La conjunción entre dos individuos produce algunos efectos genéricos, pero siempre se reserva rasgos que la singularizan. Por ejemplo, mis experiencias como paciente de análisis con dos analistas de APA fueron perceptualmente diferentes. Pero ambas me ayudaron mucho.

E: — ¿Podría explicar por qué?

GN: — Me viene a la mente la teoría de los conjuntos. Cada uno de mis analistas es un círculo; yo otro. Con cada cual hubo una “zona” anímica, una intersección, mayor, menor, en diferentes partes de nuestro terreno pulsional y afectivo. Mi análisis con Luis Storni estaba respaldado por la precisión teórica que lo caracterizaba. Las sesiones con Fidias Cesio, en cambio, me resultaban más oníricas, más vivenciales que representacionales. Hoy día, la precisión conceptual y la ambigüedad propia de lo inconsciente, adquirida en esos análisis, conviven pacíficamente en mi labor.

E: — Cuando la APA se fundó, no había analistas en Argentina. Pero en pocos años, el psicoanálisis se difundió de manera sorprendente.

GN: —En efecto, sobre todo si consideramos el decisivo rol que cumplió APA en engendrar sociedades pertenecientes a la IPA en nuestro país y en toda Latinoamérica. Hay un libro de Cesio que recopila el proceso: La gesta psicoanalítica en América Latina. En cuanto a la profusión de instituciones que no siguen las pautas freudianas para la formación del analista...

E: — El trípode…

GN: — El trípode y otros requisitos que facultan la pertenencia a la IPA. En esos casos, no siempre es psicoanálisis lo que se ejerce. Muchos de esos movimientos “psi” encubren psicoterapias sugestivas y multiplicidad de enfoques incapaces de sostenerse en una praxis así de exigida como es el psicoanálisis.

E: — Pero en su libro usted habla muy mal de la IPA.

GN: — Es cierto. Puede que sean restos de mi desilusión que no desaparecen. Pero lo que cuento es verdad. La membresía supuesta como “internacional” no es reconocida por ninguna otra Sociedad que la propia; APA, en este caso. Las veces que envié correos electrónicos o cartas, nunca me contestaron. Ni siquiera cuando le escribí a la presidente, que en esa ocasión era argentina. Probé con la secretaria y aún estoy esperando acuse de recibo. ¿Qué beneficio o servicio estuve pagando en dólares durante casi cuarenta años?

E: — ¿Cómo se lo explica?

GN: — No me gusta pensar así. Es lamentable. Pero puedo imaginarme algo. Freud tuvo muchos pacientes ingleses, fueron esas transferencias las que promovieron que fuera puesto a salvo de los nazis. También lo hicieron dueño de la propiedad de Maresfield Gardens. Jones fue su biógrafo y Strachey prologó cada trabajo de su Gestamelte Werke. ¿Acaso se adueñaron de él? La cuestión es que la Asociación Psicoanalítica fundada por Freud en 1910 en Núremberg, quedó como patrimonio definitivo del Reino Unido.

E: — Usted la describe como una agencia recaudadora de impuestos, cuando sus funciones son múltiples.

GN: — ¿Cómo cuáles?

E: — Boletines informativos, meetings, reuniones científicas, congresos internacionales, mucha gente trabajando para la difusión y desarrollo del psicoanálisis.

GN: — Y la continuidad del negocio. La IPA se convirtió en un Estado, en nombre del psicoanálisis, pero su gestión fundamental es recaudar impuestos ¿a cambio de qué? Espejitos de colores. La membresía no es reconocida en otra Sociedad que la propia. ¿Participación en cónclaves internacionales? Solamente los burócratas hacen carrera y cuando llegan a una posición para ser vistos o escuchados, en general no cuentan con nada psicoanalítico para compartir.

E: — ¿No le parece que usted habla por resentimiento? ¿Por no haber sido tomado en cuenta?

GN: — Sí. Claro que estoy resentido. Pero eso no me nubla la razón. Por ejemplo: cuando APA publica el primer diccionario de psicoanálisis argentino y me rechazan mi artículo.

E: — ¿Sobre qué tema?

GN: — La compulsión de repetición. Mi libro había sido publicado y presentado en la Asociación Psicoanalítica de Madrid, en Biblioteca e Instituto de APA, tengo decenas de trabajos y publicaciones sobre el tema a lo largo de cuarenta años, pero la Comisión del diccionario me lo rechazó reiteradamente.

E: — ¿Le explicaron por qué?

GN: — Mire: en el fondo tenían razón. Ocurre que ninguna de mis versiones se ajustaba a las condiciones que debe tener un término en un diccionario. Pero como esa primera edición contenía también biografías, las pautas para los que escribíamos eran ambiguas. De hecho, mi artículo sobre Enrique Pichon Rivière no solo fue aceptado, sino que les resultó muy emocionante.

E: — No entiendo…

GN: — Hasta aquí, todo bien, okey. Pero lo imperdonable es que el primer Diccionario Argentino de Psicoanálisis haya sido editado sin el término.

E: — Tan importante es eso… ¿la compulsión?

GN: — ¿Se imagina un diccionario de psicoanálisis sin el término inconsciente? Tanto como eso. Ninguno de los integrantes de la presumida Comisión del Diccionario lo advirtió. Pero, en definitiva, no es culpa de ellos. No podían tener en cuenta lo que desconocen, y la ventaja principal con la que cuenta esta resistencia “maldita”, es la capacidad de pasar inadvertida.

E: — ¿Estos descontentos han afectado su labor, su dedicación al psicoanálisis?

G.N: — ¡Para nada! En las dificultades está el mayor aprendizaje, y la ingratitud “aviva el seso y despierta”, como decía Jorge Manrique. Analizar y enseñar es lo que me apasiona. Las resistencias y la ignorancia existen para ser desafiadas.

E: — La convivencia entre ustedes, los psicoanalistas, ¿cómo la definiría?

G.N.: — Apenas formal, una mera apariencia. Nuestro oficio tiene algún ingrediente difícil de definir que nos hace desconfiados. La sinceridad es habitualmente postergada por la conveniencia, el ansia de figurar o la necesidad de —merced ciertas apariencias— conseguir buenos pacientes.

E: — Buenos pacientes… ¿casos interesantes?

G.N.: — ¡Ojalá! No, no. Que paguen bien.

E: — Entonces, para analizarse es importante tener capacidad económica. ¿Y los que no la tienen?

G.N.: — Capacidad y disposición a pagar. Muchas personas que podrían analizarse no están dispuestas a comprar el servicio. Los que no están en condiciones económicas para afrontar el costo de un análisis, también sufren otras restricciones. Quizá no tienen vivienda propia o no pueden darse gustos como viajar, pero nadie repara en eso. En general se recurre al tema del costo de un análisis, para cuestionarlo. Sin embargo, nadie pone en duda que otros bienes tengan su precio. El reparto de recursos y bienes en la sociedad nunca es justo. Su discrecionalidad resulta una compulsión de la naturaleza humana.

E: — Al principio de esta entrevista dijo que querría irse del país. Se refirió a fenómenos absurdos…

G.N.: — Absurdos para la cultura. En realidad, no tienen nada de absurdos si se miran según lo que es el hombre. Hace años que, en nuestro país, venimos sufriendo una degradación moral que es la consecuencia de la falta de amparo de los mandatarios a quienes, los ciudadanos de a pie, poco les importamos. No puede imaginarse mayor descalabro social con padres a quienes los hijos no le importan y que además exhiben sus rencillas públicamente.

E: — A su entender, ¿es esta la razón de que estemos tan mal?

G.N.: — Es difícil asegurar que sea la causa última, pero sí que es eficaz. El detrimento de la educación y el menoscabo de la Ley denuncian que la decadencia del orden, en la sociedad, aumenta cada vez más. El déficit moral y la audacia del ignorante son las únicas fuerzas que sostienen a los improvisados que detentan el poder. Imagínese, ¿qué queda para nosotros?

E: —Si detentan el poder, tan improvisados no son…

G.N.: — Tiene razón. Me refería al déficit de altruismo en sus gestiones. En cuanto a la capacidad de dominación, son campeones porque tienen dotes intuitivas para la sugestión; son hipnotizadores. Se valen de la figuración que promete cumplir el deseo de bienestar con el que todos soñamos.

E: — Nos acercamos al final de esta entrevista. Mi última pregunta sería: ¿recomendaría usted, a alguien cercano que desee formarse como analista…

G.N.: — ¿Que entre a APA? Sí. De hecho, uno de mis hijos es psicólogo y practica el psicoanálisis. Todavía no me ha consultado al respecto, pero si lo hiciera, la recomendaría.

E: — Su libro contiene críticas y desacuerdos. ¿Aun así?

G.N.: — Es difícil que una institución humana que depende de sus instituyentes para defender lo instituido no tenga fallas. Pero considero que el afán por el orden es un valor decisivo que es menester defender. Yo he tenido la suerte de usufructuarlo en mi educación, en mi Servicio Militar, en la Universidad y también en APA.

E: — Gracias doctor. Suerte con su nuevo libro.

G.N.: — Gracias a usted. La suerte no es todo, pero siempre viene bien.

PREÁMBULO

Mis estudios primarios en la Escuela Normal Mariano Acosta me enseñaron lo que era un maestro. El Colegio Nacional de Buenos Aires me convirtió en estudiante. En la Asociación Psicoanalítica Argentina me descubrí y desarrollé como psicoanalista. La Facultad de Ciencias Médicas, el Conservatorio Municipal, mis estudios de idioma y la Escuela de Psicología Social representaron complementos importantes de mi formación humana y profesional.

El número 24 de La peste de Tebas del 2 de junio de 2002 publicó un artículo mío que describía cómo analizaba mi analista. Para entonces, yo llevaba dieciséis años ejerciendo mi función didáctica entrenando analistas y me había parecido un desafío describir una experiencia tan individual como es el análisis de un analista, desde alguien que lo ejercía en forma activa. Cuando él lo leyó, me dijo: “Ese es tu analista. El que vos tenés”.

Lo que sigue, merece la misma advertencia

La APA que yo tuve.

La Asociación

1. UN RITO DE INICIACIÓN

Automáticamente. Tercera puerta que se abre sola; la de la calle, la del departamento, y ahora la de esta habitación. Hay un hombre enjuto, casi más pequeño que su escritorio. Ahora me ha dejado con la mano tendida y tampoco ha respondido a mi saludo. Supongo que podré sentarme, le dije. Él hizo aparecer un grabador menudo, lo encendió ostensivamente y lo puso sobre ese escritorio tan desierto como el cuarto. Supongo que tengo que hablar, pensé. Y así transcurrieron cuarenta y nueve minutos. Cumplido el tiempo, apagó el grabador, lo introdujo en un bolsillo del traje y me habló por única vez: Informaré a la Asociación Psicoanalítica.

Así me encuentro desandando las puertas hasta volver a la calle ya que he supuesto que podía marcharme.

Las entrevistas de admisión eran una pieza clave para sostener el prestigio de una sociedad científica, en principio sobresaliente entre las de su género, y devenida casi legendaria por haber iniciado y sostenido la historia del psicoanálisis en nuestro país, y en todo el continente latinoamericano.

Los aspirantes para formarse como psicoanalistas debíamos ser médicos porque las leyes no habilitaban al psicólogo para realizar tareas terapéuticas. Las solicitudes para el ingreso comprendían una serie de condiciones curriculares y debían ser abonadas por anticipado. Una vez iniciada las tramitaciones, se ponía en descubierto un equívoco que, hasta hoy, a veces se mantiene. Es el Instituto de Psicoanálisis el responsable de admitir o rechazar a los postulantes. Los mismos habrán de adquirir su condición de Miembros de la Asociación Psicoanalítica una vez cumplidos los requisitos que el Instituto regula como condición de formación del aspirante: su análisis personal, el control de su trabajo clínico y la aprobación de los seminarios teóricos, a lo cual deben dedicarse varios años.

La admisión se las arregló siempre para conservar su misterio. Durante décadas se mantuvo indiferente a gestiones diversas que pugnaron por estandarizarlas. En un tiempo, el Miembro Titular en función didáctica que se prestaba a hacerlas, cobraba su honorario privado. Otras veces, el precio lo imponía el Instituto de turno. En una oportunidad se las redujo a un cuestionario, y los miembros nos negamos a realizarlas; si no tenían nada de psicoanalítico, ¿por qué no encomendarlas a una secretaria? Pero lo que nunca se aclaró es qué sentido tenían, ya que la posible admisión habilitaba, fundamentalmente, el acceso del postulante a un análisis personal, llamado didáctico, con uno de los miembros titulares que ejercieran dicha función.

A falta de mejor explicación, el sondeo de los recursos yoicos del candidato venía a rellenar la incógnita. Se supone que ciertas patologías extremas o posiciones sexuales consideradas anormales podrían perturbar la convivencia en el Instituto. En mi caso, cuarenta y dos años después, sigo ignorando el motivo por el que fui rechazado la primera vez que me presenté.

Porque, además, no daban explicaciones.

Es la hora, pero nadie contesta. Ahora sale del ascensor de servicio una señora corpulenta sosteniendo dos bolsas de mercado. Me saluda y ¿será el doctor tan amable de sostenerme esto mientras abro la puerta? El consultorio es acogedor, y el diván, ¡asombrosamente ancho! Cuando regrese, se sentará conmigo a explicarme qué es el Instituto y cómo funciona la APA. Finalizada la entrevista, inundado de cordialidad, deambulo un rato por la Avenida del Libertador preguntándome si, después de dos rondas de entrevistas, desde su Parnaso privado la Diosa APA me ha considerado curado y digno de usufructuar un psicoanálisis didáctico (léase de excelencia) y me ha abierto las puertas de su Instituto.

Los dos ejemplos que elegí –de las siete u ocho entrevistas que sufrí–, responden a la amplitud y diversidad de criterios que por mucho tiempo fue capaz de mantener nuestra institución a través de la identidad profesional de cada uno de sus instituyentes.

Las experiencias referidas no son invulnerables a la crítica, pero también deben considerarse emergentes de la necesidad institucional de proteger al psicoanálisis. Freud no tuvo elección; para defender su invento, habría que encomendar su cuidado solamente a los iniciados. Como uno de sus retoños, APA hubo de crecer sin desentenderse y, también, gracias a su impronta de sociedad secreta.

2. LA HERENCIA FILOGENÉTICA

La gestación de la creatura APA puede, en el tiempo, ubicarse algunos años antes del diciembre de 1942 en que vio la luz.

“La llegada de Ángel Garma el 24 de junio de 1938, significó el punto de partida de lo que ahora es APA. […] Cárcamo, médico argentino, había hecho su formación psicoanalítica en el Instituto de la Asociación Psicoanalítica de Francia desde 1936. […] En 1939, A. Rascovsky comenzó su análisis con Garma y algunos meses después, en 1940, lo hizo E. Pichon Rivière. A mediados de 1942, María Langer llegó a Buenos Aires. Había realizado su formación psicoanalítica en el Instituto de la Asociación Psicoanalítica de Viena. En diciembre de ese año, época para la cual algunos de sus candidatos habían alcanzado un nivel suficiente en sus análisis didácticos, se fundó la Asociación Psicoanalítica Argentina. Los miembros fundadores fueron: Ángel Garma, Celes E. Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon Rivière, y María Langer.”1

En cuanto a los “padres” de la creatura:

A mediados de la década de 1920, el psicoanálisis se encontraba en auge como disciplina y Alemania era el centro más importante de las investigaciones psicoanalíticas. Ángel Garma, natural de Bilbao, España, había obtenido el diploma de psiquiatra en la Universidad de Tubinga, Alemania, en 1929. En Berlín estudió con Von Hoeffer, y formó parte del Instituto Psicoanalítico de Berlín dirigido por Max Eitingon. Comenzó a analizarse con Theodor Reik, analista profano que se había instalado en Berlín, después de que Freud lo defendiera en un juicio por ejercicio ilegal de la medicina en Viena. En 1931, obtuvo su diploma de estudios de grado como psicoanalista, siendo elegido miembro de la Asociación Psicoanalítica Alemana, con la presentación de su trabajo La realidad y el ello en la esquizofrenia, en el cual disentía con algunas posiciones clásicas de Freud sobre la estructura de las neurosis y las psicosis.

Una vez culminada su carrera universitaria en Ciencias Médicas, Celes Cárcamo viaja a Europa para continuar sus estudios en la Sociedad Psicoanalítica de París, recibiéndose de psicoanalista en el año 1933. Con el apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores Argentino, retorna al viejo continente y en Alemania y Francia se dedica al estudio de la psicoterapia y la reeducación psíquica, culminando los mismos en el año 1936. La presentación de un estudio clínico y un trabajo de psicoanálisis aplicado que trataba sobre la serpiente emplumada de la religión maya y azteca, le otorgó la membresía de la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP). Por esa misma época vuelve a estudiar en la Universidad de Buenos Aires, en donde obtiene esta vez el título de médico psiquiatra en el año 1946 y en el año 1949, tras haber estudiado en la Asociación Médica Homeopática Argentina, se recibe de homeópata.

Hijo de una familia de inmigrantes judíos rusos, Arnaldo Rascovsky ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y se orientó hacia la pediatría. En 1926 ingresó al Hospital de Niños, y en 1932 fue practicante en su Servicio de Neuropsiquiatría y Endocrinología. En esa especialidad tuvo destacadísima actuación. Así, años después, fue fundador de la Asociación Endocrinológica Argentina.

Hacia fines de la década de 1930 se abrió profesionalmente hacia el psicoanálisis. Las lecturas de los más destacados psicoanalistas del mundo, en especial de Jung, lo impulsaron a romper con la pediatría clásica y a orientarse hacia la medicina psicosomática.

El padre de Enrique Pichon Rivière había tenido dos hijas y tres varones de un primer matrimonio. Al fallecer su esposa, contrae matrimonio en segundas nupcias con la hermana de su mujer fallecida. Enrique será el único hijo nacido de este segundo matrimonio y, en consecuencia, el más joven de la familia. Tanto Alphonse como Joséphine –sus padres– renegaron de su origen burgués, abrazando ideas progresistas y mostraron una actitud de rebeldía a las normas culturales de la época. Ambos eran admiradores de la poesía “rebelde” de Rimbaud y Baudelaire y de fuertes convicciones socialistas. Rechazaban el racismo y los estereotipos machistas que predominaban en el inicio del siglo XX. Cuando Enrique tiene seis o siete años se entera de lo que él llamaría “el gran secreto familiar”: sus hermanos y hermanas no son de la misma madre que él, sino medio hermanos y hermanas (solo del mismo padre).

Habiendo terminado sus estudios secundarios en la ciudad de Goya, su interés por lo social se manifiesta en la fundación del Partido Socialista de Goya y la ambivalencia vocacional entre la Antropología y las Ciencias Médicas.

Inicialmente, su observación de la realidad revistió carácter mítico, ya que en la cultura guaraní la concepción del mundo es mágica y está regida por la culpa. Pichon intuyó tempranamente que estas estructuras primitivas sepultadas por la lógica formal incluían siempre una relación con la muerte en una situación triangular.

La necesidad de contacto con la marginalidad y el desamparo lo llevaría a inclinarse finalmente por la psiquiatría, la cual ejerció, al principio en el Asilo de Torres, cerca de Luján, y a poco de recibido y durante diez años, en el Servicio de Admisión del hoy Hospital Borda.

La incursión en la psiquiatría lo convencería de que, en los seres humanos, los aspectos manifiestos de una conducta respondían a conflictos con los objetos internos. Orientado así definitivamente hacia el psicoanálisis, comienza a concebir la enfermedad como un fallido intento de adaptación al medio. Su formación psicoanalítica concluye en su análisis didáctico con Ángel Garma y la lectura de la Gradiva de Freud, la cual le ocasionó la vivencia de haber encontrado un denominador común entre los sueños y el pensamiento mágico; entre el arte y la psiquiatría.

Marie Lizbeth Glas Hauser fue hija segunda y menor de una familia de la alta burguesía judía dedicada a los hilados y tejidos y al comercio de caballos. A sus cuatro años, estalló la Primera Guerra Mundial y vio a su padre partir al frente. Marie contó que “Hubiera querido acompañarlo, pero ya sabía que eso no era posible, no solamente porque era pequeña, sino también porque era mujer. Las únicas mujeres que iban a la guerra eran las enfermeras ... Desde entonces supe que tendría una profesión: sería enfermera”. “La izquierda me salvó la vida. Si no hubiera sido por la izquierda, me habría quedado en Viena y me hubieran matado por judía”.2

La semblanza de los pioneros del psicoanálisis en nuestro país contiene ciertos detalles que habrían de implicar la gestación, el parto y la evolución de aquella creatura que, merced una curiosa intersección vital de los cinco, nació para revolucionar la cultura sudamericana.

En diciembre de 1942, el tiempo se detuvo en la fotografía que los uniría con el aparente mismo propósito de todos.

3. CATEQUESIS Y BAUTISMO

[…] “Garma