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María Novo nos presenta una innovadora forma de éxito: hacer de cada vida una obra de arte. No se trata de realizar algo deslumbrante, sino de un proceso a nuestro alcance, para el que no hace falta ser genios ni héroes sino recorrer los caminos que nos hacen artífices de nuestro destino, que nos invitan a ser dueños de la propia vida, a soñarla y darle forma, poniendo en juego la imaginación y la creatividad, el coraje y la lucidez. En esto consiste el éxito vital. En las sugerentes páginas de este libro la autora nos ofrece reflexiones y propuestas para caminar hacia el buen vivir un modo de ser como nos soñamos con los materiales frágiles e inseguros que nos proporciona la vida diaria.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
María Novo
El éxito vital
Apuntes sobre el arte del buen vivir
© María Novo, 2016
© de la edición en castellano:
2017 by Editorial Kairós, S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España
www.editorialkairos.com
Composición: Pablo Barrio
Diseño de cubierta: Katrien Van Steen
Imagen de cubierta: Schab
Primera edición en papel: Marzo 2017
Primera edición digital: Junio 2017
ISBN papel: 978-84-9988-549-0
ISBN epub: 978-84-9988-586-5
ISBN kindle: 978-84-9988-593-3
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A mis hijos, Irene y Guillermo,que tantean, día a día, los caminos del buen vivir.
A mis maestros, Federico Mayor Zaragoza,Luz Pozo Garza y Leonardo Boffcuyas vidas son espejo y reflejo de sus sueños.
Abordar la escritura de este libro ha supuesto para mí un cierto desafío. El concepto de éxito, en nuestras sociedades, está muy focalizado en los aspectos profesionales y económicos, ligado a la fama, y rara vez se vincula con la experiencia de serenidad y disfrute de una vida con sentido. Sin embargo, una observación atenta nos dice que la forma de «triunfo» basada en el reconocimiento externo y social muchas veces resulta engañosa. La necesidad de concentrar toda la energía en una dirección, deja de lado vivencias y tiempos que son el abrigo cordial de nuestra vida diaria: esos momentos de afecto, encuentros y conexión con nuestras ilusiones personales que tanto valor tienen cuando miramos hacia dentro o hacia atrás.
Esto no significa que personas famosas o con reconocimiento social no puedan, al mismo tiempo, desarrollar un éxito vital. Es más, algunas de ellas tienen la capacidad de emanar una mirada positiva sobre el mundo, irradiar energía, sentido del humor… Bienvenidas sean. El paisaje de las historias personales es multicolor, pero el buen vivir de cada uno de nosotros no solo se nutre de los aspectos externos –aunque también–, sino, sobre todo, de la riqueza de afectos y vivencias que cada persona cosecha a lo largo de su existencia. Así que hablar de todo ello exigía, en mi caso, cierta cautela que me llevó al ejercicio previo de escuchar y preguntar, para no enfocarlo nunca desde una sola mirada –la mía–, sino para intentar abrir el concepto de éxito a las diferentes concepciones y trayectorias del mosaico humano que conforma nuestras sociedades.
Una larga serie de entrevistas, en los meses anteriores a esta escritura, me llevó así a enriquecer y matizar mi visión con la de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que generosamente me desnudaron un poco su alma en un ejercicio de confianza y complicidad. Ello me ha permitido poner el foco de atención no solo en mis ideas o experiencias, sino también en las de personas de diferentes edades y estatus social, algunas claramente exitosas según los cánones de nuestra cultura, y otras totalmente anónimas, pero que reúnen en su vida el difícil maridaje de todo proyecto vital con la felicidad. En ambos casos, gentes que han sabido superar dificultades para cumplir su vocación, encontrar su destino y encaminarse hacia él sin miedos.
Los entrevistados han ido confirmando poco a poco mi intuición primera: nuestra realización como seres humanos únicos, irrepetibles, incluye los logros profesionales, artísticos, sociales, familiares, pero lo importante es saber que no se queda en ellos sin más. Es preciso pasarlos por el tamiz de la cordura, por la vara de medir de la sencillez, por la claridad estimulante del sentido del humor mezclado con el sentido del amor. Un éxito vital puede convivir con toda clase de triunfos externos, pero también con lo que socialmente se consideran fracasos. Es el aprendizaje de transitar por la existencia con o sin aplausos, da lo mismo, pero con la alegría interior de saber que estamos cumpliendo aquello que da sentido profundo a nuestras vidas.
Al mismo tiempo, ese éxito vital es incompleto si no estamos atentos al entorno, a la naturaleza que nos acoge, a la comunidad humana en toda su extensión. Precisamente, el planteamiento de este libro surgió en mí al preguntarme por qué somos una especie tan extraña que, destruyendo el propio hábitat, ponemos en juego nuestras formas de vida. Lo que pude entonces intuir es que corremos tanto sin saber hacia dónde, expoliamos recursos naturales, impulsados por un falso concepto de éxito que es el que se ha impuesto en las sociedades tecnológicamente avanzadas. Sin embargo, esa actitud es, con más frecuencia de la deseable, una fuente de insatisfacción para muchas personas. Así que entendí que el tema de nuestra relación con el mundo natural tendría que aparecer como una cuestión transversal: no como un capítulo concreto sino iluminando varios capítulos.
Al mismo tiempo, nuestro buen vivir se relaciona también con la capacidad de amar que podamos poner en juego. Consiste no solo en alcanzar nuestros sueños sino en impulsar el bienestar de las personas que nos rodean y de la parte doliente de la humanidad. Esa es nuestra seña de identidad, de pertenencia a un grupo que ha crecido gracias a la cooperación.
El éxito vital es uno de los rostros de la felicidad. Se asoma a nuestra existencia pisando el umbral despacio, con los pies desnudos, para enseñarnos a sonreír, a abrazar sin miedo, a compartir… Estalla de pronto, cualquier mañana, como una revelación, la de que nuestra vida es nuestro mejor tesoro. Pero no todo vale para alcanzarlo. En el camino que cada persona elija, es preciso estar atentos al precio que hemos de pagar por conseguir nuestros sueños y el que hacemos pagar a las personas de nuestro entorno próximo y a la naturaleza. Y, por supuesto, estar siempre vigilantes sobre el ser humano en el que nos vamos convirtiendo cuando lo que hemos deseado se hace realidad.
La propuesta de una tarea así, que concilie nuestro bienestar personal con el respeto y cuidado del entorno, se parece mucho a una obra de arte. Se trata de ir modelando nuestra vida a la manera en que un artista, con los materiales disponibles, construye algo que tiene sentido para él y que al mismo tiempo enriquece al mundo. En eso consiste “el arte del buen vivir”, un arte para el que no hace falta ser genios ni héroes, que está al alcance de todos los seres humanos. Un arte que nos invita a cultivar la parte poética de la existencia, esos momentos en los que sentimos que, aunque sea por un instante, estamos en el paraíso.
Cada uno de nosotros es un artista en potencia. Somos seres que imaginan y vislumbran lo improbable. Podemos mejorar el mundo y mejorarnos. Para ello debemos estar dispuestos a afrontar el misterio, esa parte de la vida a la que solo se accede desde la intuición, la curiosidad, la ruptura del pensamiento convencional… La creatividad no es un don exclusivo de los genios ni requiere cualidades especiales. Está en todo ser humano que se atreve a hacerse la pregunta ¿por qué no? y no se conforma con la primera respuesta. Es, con sus glorias y desencantos, la fuente inspiradora de cualquier revolución personal o colectiva. Porque su fuerza motora –la imaginación– nos permite vislumbrar lo desconocido a partir de lo conocido, asomándonos a lo nuevo que se abre paso.
Recorrer los caminos del buen vivir requiere aceptar que el destino no es algo inamovible, que está en nuestras manos optar y tomar decisiones, estrenar la sonrisa pese al mal tiempo, resguardarnos en el silencio para tomar fuerzas…, dejar, al fin, que la vida nos despeine, saludando al cambio como una fuerza vivificante.
Y aprender a confiar. No tanto por las certezas que tengamos, sino por la terca voluntad de seguir adelante, de caminar en la luz y también a través de la oscuridad, alimentados por el asombro, esa voz íntima y profunda con la que entonamos nuestro canto a la vida. Porque la buena noticia es que nuestro destino no está determinado, que en cada uno de nuestros actos caben la lucidez y la aventura, y que podemos albergar la legítima esperanza de ir modelando paso a paso nuestras vidas sin dejar que sean otros los que las escriban por nosotros.
Para ello, casi siempre es necesario aceptar una cuota de riesgo, grande o pequeña, según cada persona y circunstancia. Donde hay una experiencia de éxito vital alguien tomó un día, muchos días, decisiones arriesgadas que se abrazaban a sus sueños. Y el éxito no consiste precisamente en la conquista de lo esperado, sino en la dignidad, la templanza y alegría con las que cada cual ha recorrido ese camino. En la forma en que ha transitado por él sin dejar de lado la pasión, ese gramo de locura que es siempre necesario para edificar un destino… Y en el abrazo que da cada mañana a una vida imperfecta e impura, misteriosa casi siempre, tentadora a veces…, el único jardín en el que podemos plantar la semilla del arte del buen vivir.
Los caminos y paisajes donde se vislumbra el éxito vital no son únicos ni lineales, no se recorren necesariamente uno tras otro. Bien al contrario, se trata de pequeñas sendas, trayectos que se bifurcan, que componen en su conjunto un mosaico de lugares abiertos a la sorpresa y al asombro. Porque el buen vivir no es un objetivo final, más bien se nos va presentando en el proceso mismo de caminar. Por eso, este libro puede leerse de delante hacia atrás o de atrás hacia delante, en orden o a saltos, porque todos los capítulos tienen la misma importancia. Cada uno es un camino que nos invita a asomarnos a él, y ha de ser la persona que lo lea la que construya su itinerario vital único e irrepetible.
De todo esto hablan las páginas que siguen, en diálogo contigo, querido lector o lectora. Tratando de conversar con tus búsquedas y hallazgos, tu fragilidad y tus fortalezas, tus utopías grandes y pequeñas…
Ojalá ni el desaliento ni el abismo, cuando lleguen, te hagan olvidar los caminos sencillos y apasionados, hermosos y sugerentes, en los que se vislumbran las claves del éxito vital.
Ojalá tu felicidad se construya en la liviandad de la ternura, en la fuerza del amor, la confianza y el coraje para llevar adelante tu proyecto personal… Y en la plenitud de una esperanza alegre y profunda que te acompañe siempre para ser como te sueñas.
MARÍA NOVO
Ignoramos nuestra verdadera estaturahasta que nos ponemos de pie.
EMILY DICKINSON
La vida es una aventura estimulante. En ella hay espacios en los que es posible imaginar y soñar. Esos espacios son fogatas que iluminan la geografía de nuestra existencia.
El riesgo y el miedo conviven en nosotros a diario. Asumir una decisión o un proyecto requiere una buena combinación de lucidez y coraje, supone la apertura a una experiencia inédita.
Todo ser humano es el poeta de su propia vida. Las elecciones que tomamos conforman en gran parte nuestro destino. Optar con audacia y alegría es preguntarse ¿por qué no…?
La pregunta de los porqués nos persigue a lo largo de la vida. Intentamos explicar de forma lógica lo que vamos a hacer o lo que hicimos. Sin embargo, se trata de una cuestión tramposa que envuelve nuestra nostalgia de ser seres absolutamente racionales y se recrea en el olvido de nuestras experiencias, porque la realidad es que, cuando hacemos algo, lo hacemos condicionados por una lluvia de impulsos entre los cuales están presentes la emoción, las intuiciones, los afectos…, incluso las pasiones. Entonces los porqués quedan relegados a su humilde lugar, precario y momentáneo.
En todo caso, a diario nos movemos entre interrogantes: evaluamos, confrontamos pros y contras… A veces incluso los escribimos en un papel para verlos más claramente. Por lo general, estos procesos nos ayudan a posicionarnos; son como pequeñas luminarias que, aun rodeadas de sombras, nos hablan de la vida todavía no vivida, de lo que podemos ser o hacer cuando nuestra inteligencia y nuestros proyectos vitales crecen juntos.
Pero hay otra pregunta –¿por qué no?– que nos formulamos con menos frecuencia. La eludimos en la medida en que nos aproxima al peligro, nos hace salir del confortable e inexistente lugar en el que nos imaginamos la vida como un depósito a plazo fijo. Es la interrogante que aparece en el filo de los sueños y los amores, de las nostalgias y los insomnios, de los cruces de puertas o la llegada a orillas sin destino. Asumir esta pregunta supone transitar por los caminos del buen vivir y dejar que aparezcan respuestas sin ponerles freno o rechazarlas.
Preguntarse «por qué no» es asomarse a un abismo que tiene mucho de riesgo pero también de oportunidad. Al otro lado, si lo saltamos, aparecen propuestas fértiles, estimulantes, que nos aproximan a lugares donde viven nuestras ilusiones y anhelos más queridos. Vislumbrar ese paisaje nos hace ver un margen de maniobra que ignorábamos, un territorio donde dejan de tener sentido las palabras «siempre» y «jamás»… ¿Será verdad que somos más capaces de arriesgar de lo que creemos?
La incertidumbre que acompaña a cualquier salto puede ser paralizante, sobre todo si confundimos la palabra «ahora» con la palabra «siempre». Nos hemos apegado a nuestro entorno y a las cosas con vocación de permanencia absoluta y esa atadura nos impide saltar más allá del horizonte. Sin embargo, regresar a un ahora incierto no excluye el amor o el cuidado, simplemente los sitúa en el momento donde las cosas ocurren. Nos coloca ante un presente en el que comprendemos que la vida no es una simple imitación del vivir sino una aventura estimulante
Y así, bajo ese reto, algunos se dejan guiar por el aforismo que dice que, frecuentemente, el mayor riesgo es no arriesgar. Que cada sorbo de vida tiene su cuota parte de alegría y de dolor. Que la existencia sabe a seguridad, pero también a promesa, a prólogo de algo por cumplir… Escribir ese prólogo con mano temblorosa es abrirse a una verdad no revelada. Lo que vendrá a continuación será, sin duda, unos capítulos cuyo contenido total desconocemos. Ese es su riesgo y su atractivo…
Generalmente, desechamos lo inseguro. Lo tachamos de irracional por ser poco planificable, por la escasa objetividad que permite. Vivir de forma insegura es, con frecuencia, quedarse a la intemperie, limitar las certezas a una mera posibilidad… Nada fácil, en unas sociedades como las nuestras, que tiran a la cuneta a los que no pueden valerse por sí mismos. Nuestros temores son, por tanto, parte inseparable de la lucidez. Pero, afortunadamente, no son la única.
La lucidez también nos habla de la confianza. Nos señala ejemplos de personas y grupos que supieron confiar en el éxito arriesgando. Ellos imaginaron retazos de futuro y, a fuerza de soñarlos y trabajar a un tiempo, los fueron bautizando con palabras y hechos, con alegrías y logros inesperados… Su ejemplo nos demuestra que en las fronteras del futuro hay grietas, lugares por los que podemos infiltrar nuestros anhelos. Espacios en los que cabe imaginar, aventurarse… Fogatas dispuestas a iluminar la geografía de nuestras vidas.
Entrevisté para este libro a Pello, un ingeniero navarro afincado en Madrid. Él organiza cada primer domingo de mes una mañana de danzas en el Parque del Oeste de la capital, en la que convoca a todo aquel que quiera presentarse, sin hacerle preguntas. Tengo la suerte de disfrutar con frecuencia de esta experiencia única en la que el cuerpo y el alma se expresan al unísono. Tomarse de la mano de personas desconocidas y danzar es, entonces, parte de nuestro feliz presente.
Resulta muy estimulante compartir con doscientas personas de cualquier edad y condición social el placer de la danza y la sonrisa inconsciente que brotan todos cuando la música comienza. En esos momentos no hay preguntas, no hay juicios de valor, solo un archipiélago de pequeñas islas danzantes que, unidas por puentes invisibles, saludan a la vida en una misma canción. Lo demás desaparece. ¿Conocen algo más parecido a una meditación gozosa…?
Le pregunté a Pello cómo se había lanzado a iniciar esta experiencia. Él me confesó que necesitaba bailar y no encontraba en Madrid un lugar para hacerlo así, al aire libre, disfrutando del sol de invierno y de la sombra de un inmenso árbol en verano. Pello me dijo: no había nada organizado, así que la pregunta que me hice fue ¿por qué no probar a hacerlo yo?
Esa pregunta abrió las puertas de su proyecto hace años. Hoy es una realidad hermosa que hace felices a muchas personas y que a él le devuelve un eco invisible de alegría que se renueva cada domingo, al margen de cualquier rutina, porque siempre se estrena como una primera vez.
Pello me confesaba que el primer día estaba muy nervioso, que la noche anterior no había podido dormir… ¿Un chico de «la buena sociedad navarra» danzando en un parque público con gentes desconocidas…? No le habían preparado para eso…
Así nos ocurre a la mayoría de las personas cuando deseamos iniciar algo nuevo. Intuitivamente sabemos que lo que hagamos nos tomará por sorpresa en muchas ocasiones, que el horizonte se verá borroso y convivirán en nosotros el ánimo y la duda, el sueño y el cansancio… Por eso aparecen los miedos, que son también parte de lo humano, incluso un mecanismo de defensa para que no nos estrellemos corriendo detrás de algunos espejismos. ¿Dónde está la línea divisora entre el riesgo y el miedo? ¿Cómo abrirle las puertas al primero sin que el otro levante barricadas?
Se trata de ensayar, y ahí cada persona es infinita en sus experiencias y sus contradicciones, en la cordura y la forma en que la visitan los sueños… Cruzar los puentes, afrontar algún riesgo significa asumir un cierto vértigo en nuestras vidas. Un vértigo que suele revelarse creador, vivificante, y que cada cual ha de administrar según sus fuerzas; lo que hace que existan muchas opciones diferentes. Por eso el éxito vital no puede ser definido, sino construido por cada cual.
Desde luego, asumir una cuota de riesgo exige saber combinarlo con una cierta lucidez para medir las fuerzas. No se trata de lanzarse al vacío sin paracaídas, sino de llevar con nosotros la mochila invisible de nuestras experiencias y capacidades. Pero también requiere un cierto ejercicio de abandono en el que damos poder y batuta a las partes menos racionales de nuestro ser: el corazón, nuestro centro sentimental e intuitivo, y esa zona del vientre que los orientales llaman «Hara» y que se identifica con nuestros impulsos emocionales. Si ellos no participan, no hay riesgo que se pueda asumir con alegría…
El desorden es un aliado natural del riesgo. Hablando sobre él y su papel imprescindible en la vida, un viejo profesor me aconsejaba: no introduzcas más desorden del que puedas controlar. Esa parece ser una medida de prudencia, que no excluye la necesidad, incluso la conveniencia, de abrirle las puertas a lo que nos desorganiza, pero de conocer también nuestros límites para no perdernos y naufragar.
En todo caso, es bueno recordar que la aventura de la vida avanzó gracias al papel del desorden, esa fuerza que impulsa a los sistemas vivos a mantenerse cambiando, tratando de organizarse y de llevarse bien con el entorno. Lo vivo se mantiene aprendiendo a cambiar, son las reglas del juego. Así ha prosperado la naturaleza. Así evoluciona, también, nuestra propia existencia.