Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El galán fantasma es una obra de teatro del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca. Pertenece al género de la comedia de capa y espada, que era muy popular en la época del Siglo de Oro español. Este tipo de comedias se caracterizan por sus enredos y equívocos, protagonizados generalmente por personajes de la nobleza menor o emergente, y se ambientan en un contexto urbano contemporáneo. En El galán fantasma, Calderón de la Barca crea un mundo lleno de engaños, persecuciones y relaciones amorosas complicadas. La trama está llena de sorpresas y giros inesperados que mantienen al espectador en constante expectación. Al igual que otras comedias de capa y espada, la obra se centra en la destreza, el honor, la lealtad y los dilemas amorosos de sus personajes. El galán, personaje principal de este tipo de comedias, es en este caso un fantasma, que complica aún más la trama y añade un elemento sobrenatural a la historia. A través de este personaje, Calderón de la Barca explora temas como la apariencia versus la realidad, la vida después de la muerte y el amor incondicional.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 95
Veröffentlichungsjahr: 2010
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Pedro Calderón de la Barca
El galán fantasma
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El galán fantasma.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-243-9.
ISBN rústica: 978-84-9816-412-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-229-0.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Capa y espada 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 45
Jornada tercera 89
Libros a la carta 139
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermanó José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
El galán fantasma es un comedia de enredos que narra con humor una historia de capa y espada llena de persecuciones y amores.
Astolfo, primer galán
Candil, gracioso
Carlos
El Duque
Enrique, barba
Julia, primera dama
Laura, dama
Leonelo
Lucrecia, criada
Otavio
Porcia, criada
(Salen Julia, dama, Porcia, criada, con mantos, y detrás Astolfo.)
Astolfo De vuestras señas llamado,
de vuestra voz advertido,
hasta el campo os he seguido
ciego, confuso y turbado.
Sacad, pues, deste cuidado, 5
señora, el discurso mío:
si es por dicha desafío,
ya estamos en buen lugar;
bien podéis desenvainar
el garbo, el donaire, el brío, 10
que son las armas que vós
habéis contra mi desvelo
de esgrimir en este duelo.
Solos estamos los dos.
¡Descubríos ya, por Dios! 15
Sepa quién sois, que no es bien
matar con ventaja a quien
de vós se ha fiado hoy.
Julia Pues no dudéis más, yo soy.
Astolfo Julia, señora, mi bien, 20
¿tú en este traje?, ¿tú aquí?
¿Qué dicha o desdicha es mía?
Que si una duda tenía
sin verte, cuando te vi
son infinitas. ¿Tú así 25
has salido de tu casa?
El corazón se me abrasa.
¡Dime, por Dios, lo que ha sido!
¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?
Julia Oye y sabrás lo que pasa. 30
Astolfo, en quien la fortuna
y el amor vieron iguales,
por descubrirse uno a otro
los gustos y los pesares,
no la novedad te admire, 35
no la extrañeza te espante
de verme, siendo quien soy,
venir en aqueste traje;
porque importando a tu vida
el verte, ¡ay de mí!, el hablarte, 40
no hay respeto que no venza,
no hay decoro que no allane.
Tu vida importa, tu vida,
que hoy te vea y hoy te hable;
y así pasando al oído 45
la admiración del semblante,
oye el peligro en que vives,
aunque mezcle en un instante
las desventuras que miras,
con las venturas que sabes. 50
Dos años ha, Astolfo mío,
que firme y rendido amante
de mi hermosura que quiero
confesarla en esta parte,
fuiste de día y de noche 55
la estatua de mis umbrales,
el girasol de mis rayos
y la sombra de mi imagen,
tantos ha que agradecida
y que obligada a las partes 60
de lo sutil de tu ingenio,
de lo galán de tu talle,
de lo airoso de tu brío,
de lo ilustre de tu sangre,
respondí menos ingrata 65
que debiera aconsejarme
del decoro de mi amor,
el respeto de mi padre;
si bien decoro y respeto
no pudieron agraviarse 70
de que torpes sacrificios
sus sagradas aras manchen,
siendo yo tu esposa, pues
la causa de dilatarse
nuestra boda fue el rigor 75
de aquellas enemistades
que a mi padre le costaron
tanto, que largas edades
enterrado antes que muerto,
tuvo su casa por cárcel, 80
adonde preso murió.
Pero esto en silencio pase,
y volvamos a enlazar
discursos de amor; no hallen
digresiones mis desdichas 85
que su remedio embaracen.
Agradecida, en efeto,
de tus finezas constantes,
cómplice a la noche hice
de hurtos de amor agradables, 90
y cómplice hice un jardín,
que a los dos quise fiarme;
porque al jardín y a la noche,
que son el vistoso alarde,
ya de estrellas, ya de flores 95
hiciera mal en negarles
a las unas lo que influyen
y a las otras lo que saben.
Viento en popa nuestro amor
navegaba hermosos mares 100
de rayos y de matices,
quieto el golfo y manso el aire.
¿Quién duda, quién, que han de ser
los celos los huracanes
que la tormenta despierten, 105
que la mareta levanten?
El gran duque Federico
de Sajonia, que Dios guarde,
o que no le guarde Dios,
si ha de ser para quitarme 110
mi media vida en la tuya,
acaso me vio una tarde,
que al mar a verte salí:
barbarismo de amor grande,
salir a ver y ser vista, 115
pues mal gramático sabe
persona hacer que padece
de la persona que hace.
Viome, en fin, y desde entonces
firme, rendido y constante, 120
si de día me visita,
de noche ronda mi calle.
Hartos enojos te cuesta
su cuidado vigilante;
mas como querido, en fe 125
de mis disculpas, trocaste
tus celos a mis favores,
no es mucho, si otros galanes,
por llegar al desenojo,
pasaran por el desaire. 130
Viendo el Duque que mi pecho
a los continuos embates
de lágrimas y suspiros
era roca de diamante,
pasando de enamorados 135
a celosos sus pesares,
averiguó que te quiero.
No sé a quién la culpa darle:
a sus celos o a mi amor,
pues ellos dos fueron parte 140
a decirlo, que no hay
amor ni celos que hallen.
En fin, sabiendo, ¡ay de mí!,
que eres tú, ¡desdicha grande!,
la ocasión de sus desprecios, 145
la causa de mis desaires,
para vengarse de mí
en ti pretende vengarse,
matándome a mí en tu pecho.
¡Oh duelo de amor cobarde, 150
disponer que un hombre muera
porque una mujer agravie!
Poderoso y ofendido,
¿quién ignora, quién no sabe
que es rayo oprimido, que es 155
pólvora encerrada que hace
en la mayor resistencia
la batería más grande?
Los avisos destos días,
que tan confuso te traen, 160
diciéndote que te ausentes,
diciéndote que te guardes,
suyos son; pero sabiendo
que dellos desprecios haces,
esta misma noche, esta 165
te esperan para matarte.
Y así te ruego que no
vayas a verme, ni pases
cubierto ni descubierto
la esfera de mis umbrales. 170
Deja que por unos días,
sin que allí puedan toparte,
se desmienta en la sospecha,
salga su recelo en balde.
Y, pues, que yo vengo así 175
a persuadirte, a rogarte
Astolfo, que no me veas,
esposo, que no me hables,
menos harás tú en hacerlo;
y pues en extremos tales 180
yo ruego lo más difícil,
concede tú lo más fácil.
Astolfo No sé cómo responder,
que no sé en acciones tales
si tengo que agradecerte, 185
o tengo de qué quejarme.
De una venenosa yerba
escriben los naturales
que donde hay llaga, la cura,
y donde no la hay, la hace. 190
Este mismo efecto, este
quieres que en mi pecho cause
tu voz; pues si cuando estoy
herido de tantos males
suele curarme el dolor 195
solamente el escucharte;
hoy que tuve sano el pecho,
le hieres, para que labre
tu voz ahora la herida
que hubieras curado antes. 200
Adonde hay celos, las curan,
donde no las hay, las hacen;
y si quieres darme vida,
no de darme celos trates;
pues son piadosos rigores, 205
o rigurosas piedades,
darme tú misma la muerte
porque otro no me mate.
Dejarasme morir, Julia,
a su acero penetrante, 210
no a tu penetrante voz,
viviera más el instante
que hay de tu voz a su acero,
que no es, no, piedad afable,
porque su espada no llegue 215
que la tuya se adelante.
Fuera de que no remedias
nada tú en aconsejarme
que no te vea, supuesto
que el decirme que no pase 220
de noche por tus jardines,
ni de día por tu calle,
es decirme que no salga
dellas un punto, un instante.
¡Vive Dios que he de saber 225
si el cuidado que te trae
a que tu casa no vea,
y a que tu jardín no ande,
es porque de tu jardín
y de tu casa las llaves 230
rendiste a mayor poder,
y a mayor fuerza entregaste!
Perdona desconfianza,
Julia mía, tan cobarde,
siendo quien eres, y siendo 235
yo quien soy; y no te espante
que esto de andar desvalido
lo augusto, Julia, lo grande,
es bueno para las farsas
españolas, donde nadie 240
vio querido al poderoso.
Nada llega a aventurarse
en esto, pues o es mentira
o es verdad dolor tan grave.
Si es mentira, ¿qué aventuras 245
tú en que yo me desengañe?
Y si es verdad, ¿qué aventuro
yo en que allí el Duque me halle?
Pues el que me diere celos
no importará que me mate. 250
Julia Astolfo, señor, bien mío,
¿que de esa manera agravies
las finezas de mi amor?
Astolfo Quererte no es agraviarte.
Julia ¿Quién te ha dicho que es quererme 255
el querer aventurarte?
Astolfo ¿Quién dice que no hay peligro
que a los celos acobarden?
Julia Pues ¿qué viene esta fineza
a deberte?
Astolfo No olvidarte. 260
Julia Cuanto más me obligas, más
me obligas a que te guarde,
y aquesto has de hacer por mí.
Astolfo Detente, Julia, y no en balde
tantas perlas desperdicies 265
y tanto aljófar derrames,
que yo quiero obedecerte.
Digo que saldré esta tarde
de Sajonia, antes que el Sol,
que ya entre pardos celajes 270
se desvanece, en las ondas
su dorado coche bañe.
Será la mayor fineza
volver la espalda, pues nadie
es más valiente que aquel 275
que con celos es cobarde.
¿Quieres más, Julia?
Julia Ni tanto,
que no quiero yo que pase
de extremo a extremo tu amor.
(Dentro Carlos.)
Carlos Echa por aquesta parte. 280
Julia ¡Ay de mí, que viene gente,
y no es bien que aquí me hallen!
Astolfo Pues vete, que yo me quedo
a que no te siga nadie;
pero dime, ¿en qué quedamos? 285
Julia En quererte mis pesares
retirado, mas no ausente.