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"El galán fantasma", obra maestra del teatro barroco del gran Calderón de la Barca, es una comedia de enredos y misterio que narra con humor una historia de capa y espada llena de persecuciones y amores. El duque de Sajonia, el poderoso cruel, cree dar muerte al protagonista, Astolfo, el caballero enamorado de la dama (Julia) ante los ojos de todos. Cuando Enrique, padre de Astolfo, descubre que su hijo no está muerto, lo esconde fuera de la ciudad. Recuperado de sus heridas, Astolfo se aparece, como si fuera un fantasma, en el jardín de la casa de Julia por un pasadizo secreto, creando la confusión en todos los personajes, menos en su dama, conocedora del secreto. Como en todas las comedias áureas, "El galán fantasma" termina con el final feliz del casamiento del galán y la dama.
Calderón presenta con forma de comedia uno de los temas del teatro barroco: la apariencia engañosa del mundo. A través del enredo característico en el que se ven sumidos los personajes, se explica de manera cómica la complicación del conocimiento. Además, Calderón quiso aprovecharse en esta obra de la intriga y el juego amoroso que le brindaba la figura del fantasma.
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Veröffentlichungsjahr: 2025
EL GALÁN FANTASMA
Personas que hablan en ella
Jornada I
Jornada II
Jornada III
ASTOLFO, primer galán.
CARLOS
EL DUQUE
JULIA, primera dama
ENRIQUE, barba
CANDIL, gracioso
LAURA, dama
LEONELO
OTAVIO
PORCIA, criada
LUCRECIA, criada
Salen JULIA, dama, PORCIA, criada, con mantos, y detrás ASTOLFO.
ASTOLFO.— De vuestras señas llamado,
de vuestra voz advertido,
hasta el campo os he seguido
ciego, confuso y turbado.
5Sacad, pues, deste cuidado,
señora, el discurso mío:
si es por dicha desafío,
ya estamos en buen lugar;
bien podéis desenvainar
10el garbo, el donaire, el brío,
que son las armas que vós
habéis contra mi desvelo
de esgrimir en este duelo.
Solos estamos los dos.
15¡Descubrios ya, por Dios!
Sepa quién sois, que no es bien
matar con ventaja a quien
de vós se ha fiado hoy.
JULIA.— Pues no dudéis más, yo soy.
20ASTOLFO.— Julia, señora, mi bien,
¿tú en este traje?, ¿tú aquí?
¿Qué dicha o desdicha es mía?
Que si una duda tenía
sin verte, cuando te vi
25son infinitas. ¿Tú así
has salido de tu casa?
El corazón se me abrasa.
¡Dime, por Dios, lo que ha sido!
¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?
30JULIA.— Oye y sabrás lo que pasa.
ASTOLFO.—, en quien la fortuna
y el amor vieron iguales,
por descubrirse uno a otro
los gustos y los pesares,
35no la novedad te admire,
no la extrañeza te espante
de verme, siendo quien soy,
venir en aqueste traje;
porque importando a tu vida
40el verte, ¡ay de mí!, el hablarte,
no hay respeto que no venza,
no hay decoro que no allane.
Tu vida importa, tu vida,
que hoy te vea y hoy te hable;
45y así pasando al oído
la admiración del semblante,
oye el peligro en que vives,
aunque mezcle en un instante
las desventuras que miras,
50con las venturas que sabes.
Dos años ha, Astolfo mío,
que firme y rendido amante
de mi hermosura que quiero
confesarla en esta parte,
55fuiste de día y de noche
la estatua de mis umbrales,
el girasol de mis rayos
y la sombra de mi imagen,
tantos ha que agradecida
60y que obligada a las partes
de lo sutil de tu ingenio,
de lo galán de tu talle,
de lo airoso de tu brío,
de lo ilustre de tu sangre,
65respondí menos ingrata
que debiera aconsejarme
del decoro de mi amor,
el respeto de mi padre;
si bien decoro y respeto
70no pudieron agraviarse
de que torpes sacrificios
sus sagradas aras manchen,
siendo yo tu esposa, pues
la causa de dilatarse
75nuestra boda fue el rigor
de aquellas enemistades
que a mi padre le costaron
tanto, que largas edades
enterrado antes que muerto,
80tuvo su casa por cárcel,
adonde preso murió.
Pero esto en silencio pase,
y volvamos a enlazar
discursos de amor; no hallen
85digresiones mis desdichas
que su remedio embaracen.
Agradecida, en efeto,
de tus finezas constantes,
cómplice a la noche hice
90de hurtos de amor agradables,
y cómplice hice un jardín,
que a los dos quise fiarme;
porque al jardín y a la noche,
que son el vistoso alarde,
95ya de estrellas, ya de flores
hiciera mal en negarles
a las unas lo que influyen
y a las otras lo que saben.
Viento en popa nuestro amor
100navegaba hermosos mares
de rayos y de matices,
quieto el golfo y manso el aire.
¿Quién duda, quién, que han de ser
los celos los huracanes
105que la tormenta despierten,
que la mareta levanten?
El gran duque Federico
de Sajonia, que Dios guarde,
o que no le guarde Dios,
110si ha de ser para quitarme
mi media vida en la tuya,
acaso me vio una tarde,
que al mar a verte salí:
barbarismo de amor grande,
115salir a ver y ser vista,
pues mal gramático sabe
persona hacer que padece
de la persona que hace.
Viome, en fin, y desde entonces
120firme, rendido y constante,
si de día me visita,
de noche ronda mi calle.
Hartos enojos te cuesta
su cuidado vigilante;
125mas como querido, en fe
de mis disculpas, trocaste
tus celos a mis favores,
no es mucho, si otros galanes,
por llegar al desenojo,
130pasaran por el desaire.
Viendo el Duque que mi pecho
a los continuos embates
de lágrimas y suspiros
era roca de diamante,
135pasando de enamorados
a celosos sus pesares,
averiguó que te quiero.
No sé a quién la culpa darle:
a sus celos o a mi amor,
140pues ellos dos fueron parte
a decirlo, que no hay
amor ni celos que hallen.
En fin, sabiendo, ¡ay de mí!,
que eres tú, ¡desdicha grande!,
145la ocasión de sus desprecios,
la causa de mis desaires,
para vengarse de mí
en ti pretende vengarse,
matándome a mí en tu pecho.
150¡Oh duelo de amor cobarde,
disponer que un hombre muera
porque una mujer agravie!
Poderoso y ofendido,
¿quién ignora, quién no sabe
155que es rayo oprimido, que es
pólvora encerrada que hace
en la mayor resistencia
la batería más grande?
Los avisos destos días,
160que tan confuso te traen,
diciéndote que te ausentes,
diciéndote que te guardes,
suyos son; pero sabiendo
que dellos desprecios haces,
165esta misma noche, esta
te esperan para matarte.
Y así te ruego que no
vayas a verme, ni pases
cubierto ni descubierto
170la esfera de mis umbrales.
Deja que por unos días,
sin que allí puedan toparte,
se desmienta en la sospecha,
salga su recelo en balde.
175Y, pues, que yo vengo así
a persuadirte, a rogarte
ASTOLFO.—, que no me veas,
esposo, que no me hables,
menos harás tú en hacerlo;
180y pues en extremos tales
yo ruego lo más difícil,
concede tú lo más fácil.
ASTOLFO.— No sé cómo responder,
que no sé en acciones tales
185si tengo que agradecerte,
o tengo de qué quejarme.
De una venenosa yerba
escriben los naturales
que donde hay llaga, la cura,
190y donde no la hay, la hace.
Este mismo efecto, este
quieres que en mi pecho cause
tu voz; pues si cuando estoy
herido de tantos males
195suele curarme el dolor
solamente el escucharte;
hoy que tuve sano el pecho,
le hieres, para que labre
tu voz ahora la herida
200que hubieras curado antes.
Adonde hay celos, las curan,
donde no las hay, las hacen;
y si quieres darme vida,
no de darme celos trates;
205pues son piadosos rigores,
o rigurosas piedades,
darme tú misma la muerte
porque otro no me mate.
Dejarasme morir, Julia,
210a su acero penetrante,
no a tu penetrante voz,
viviera más el instante
que hay de tu voz a su acero,
que no es, no, piedad afable,
215porque su espada no llegue
que la tuya se adelante.
Fuera de que no remedias
nada tú en aconsejarme
que no te vea, supuesto
220que el decirme que no pase
de noche por tus jardines,
ni de día por tu calle,
es decirme que no salga
dellas un punto, un instante.
225¡Vive Dios que he de saber
si el cuidado que te trae
a que tu casa no vea,
y a que tu jardín no ande,
es porque de tu jardín
230y de tu casa las llaves