El galán fantasma - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

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Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

"El galán fantasma", obra maestra del teatro barroco del gran Calderón de la Barca, es una comedia de enredos y misterio que narra con humor una historia de capa y espada llena de persecuciones y amores. El duque de Sajonia, el poderoso cruel, cree dar muerte al protagonista, Astolfo, el caballero enamorado de la dama (Julia) ante los ojos de todos. Cuando Enrique, padre de Astolfo, descubre que su hijo no está muerto, lo esconde fuera de la ciudad. Recuperado de sus heridas, Astolfo se aparece, como si fuera un fantasma, en el jardín de la casa de Julia por un pasadizo secreto, creando la confusión en todos los personajes, menos en su dama, conocedora del secreto. Como en todas las comedias áureas, "El galán fantasma" termina con el final feliz del casamiento del galán y la dama.

Calderón presenta con forma de comedia uno de los temas del teatro barroco: la apariencia engañosa del mundo. A través del enredo característico en el que se ven sumidos los personajes, se explica de manera cómica la complicación del conocimiento. Además, Calderón quiso aprovecharse en esta obra de la intriga y el juego amoroso que le brindaba la figura del fantasma.

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Pedro Calderón de la Barca

El galán fantasma

Tabla de contenidos

EL GALÁN FANTASMA

Personas que hablan en ella

Jornada I

Jornada II

Jornada III

EL GALÁN FANTASMA

Pedro Calderón de la Barca

Personas que hablan en ella

ASTOLFO, primer galán.

CARLOS

EL DUQUE

JULIA, primera dama

ENRIQUE, barba

CANDIL, gracioso

LAURA, dama

LEONELO

OTAVIO

PORCIA, criada

LUCRECIA, criada

Jornada I

Salen JULIA, dama, PORCIA, criada, con mantos, y detrás ASTOLFO.

ASTOLFO.— De vuestras señas llamado,

de vuestra voz advertido,

hasta el campo os he seguido

ciego, confuso y turbado.

5Sacad, pues, deste cuidado,

señora, el discurso mío:

si es por dicha desafío,

ya estamos en buen lugar;

bien podéis desenvainar

10el garbo, el donaire, el brío,

que son las armas que vós

habéis contra mi desvelo

de esgrimir en este duelo.

Solos estamos los dos.

15¡Descubrios ya, por Dios!

Sepa quién sois, que no es bien

matar con ventaja a quien

de vós se ha fiado hoy.

JULIA.— Pues no dudéis más, yo soy.

20ASTOLFO.— Julia, señora, mi bien,

¿tú en este traje?, ¿tú aquí?

¿Qué dicha o desdicha es mía?

Que si una duda tenía

sin verte, cuando te vi

25son infinitas. ¿Tú así

has salido de tu casa?

El corazón se me abrasa.

¡Dime, por Dios, lo que ha sido!

¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?

30JULIA.— Oye y sabrás lo que pasa.

ASTOLFO.—, en quien la fortuna

y el amor vieron iguales,

por descubrirse uno a otro

los gustos y los pesares,

35no la novedad te admire,

no la extrañeza te espante

de verme, siendo quien soy,

venir en aqueste traje;

porque importando a tu vida

40el verte, ¡ay de mí!, el hablarte,

no hay respeto que no venza,

no hay decoro que no allane.

Tu vida importa, tu vida,

que hoy te vea y hoy te hable;

45y así pasando al oído

la admiración del semblante,

oye el peligro en que vives,

aunque mezcle en un instante

las desventuras que miras,

50con las venturas que sabes.

Dos años ha, Astolfo mío,

que firme y rendido amante

de mi hermosura que quiero

confesarla en esta parte,

55fuiste de día y de noche

la estatua de mis umbrales,

el girasol de mis rayos

y la sombra de mi imagen,

tantos ha que agradecida

60y que obligada a las partes

de lo sutil de tu ingenio,

de lo galán de tu talle,

de lo airoso de tu brío,

de lo ilustre de tu sangre,

65respondí menos ingrata

que debiera aconsejarme

del decoro de mi amor,

el respeto de mi padre;

si bien decoro y respeto

70no pudieron agraviarse

de que torpes sacrificios

sus sagradas aras manchen,

siendo yo tu esposa, pues

la causa de dilatarse

75nuestra boda fue el rigor

de aquellas enemistades

que a mi padre le costaron

tanto, que largas edades

enterrado antes que muerto,

80tuvo su casa por cárcel,

adonde preso murió.

Pero esto en silencio pase,

y volvamos a enlazar

discursos de amor; no hallen

85digresiones mis desdichas

que su remedio embaracen.

Agradecida, en efeto,

de tus finezas constantes,

cómplice a la noche hice

90de hurtos de amor agradables,

y cómplice hice un jardín,

que a los dos quise fiarme;

porque al jardín y a la noche,

que son el vistoso alarde,

95ya de estrellas, ya de flores

hiciera mal en negarles

a las unas lo que influyen

y a las otras lo que saben.

Viento en popa nuestro amor

100navegaba hermosos mares

de rayos y de matices,

quieto el golfo y manso el aire.

¿Quién duda, quién, que han de ser

los celos los huracanes

105que la tormenta despierten,

que la mareta levanten?

El gran duque Federico

de Sajonia, que Dios guarde,

o que no le guarde Dios,

110si ha de ser para quitarme

mi media vida en la tuya,

acaso me vio una tarde,

que al mar a verte salí:

barbarismo de amor grande,

115salir a ver y ser vista,

pues mal gramático sabe

persona hacer que padece

de la persona que hace.

Viome, en fin, y desde entonces

120firme, rendido y constante,

si de día me visita,

de noche ronda mi calle.

Hartos enojos te cuesta

su cuidado vigilante;

125mas como querido, en fe

de mis disculpas, trocaste

tus celos a mis favores,

no es mucho, si otros galanes,

por llegar al desenojo,

130pasaran por el desaire.

Viendo el Duque que mi pecho

a los continuos embates

de lágrimas y suspiros

era roca de diamante,

135pasando de enamorados

a celosos sus pesares,

averiguó que te quiero.

No sé a quién la culpa darle:

a sus celos o a mi amor,

140pues ellos dos fueron parte

a decirlo, que no hay

amor ni celos que hallen.

En fin, sabiendo, ¡ay de mí!,

que eres tú, ¡desdicha grande!,

145la ocasión de sus desprecios,

la causa de mis desaires,

para vengarse de mí

en ti pretende vengarse,

matándome a mí en tu pecho.

150¡Oh duelo de amor cobarde,

disponer que un hombre muera

porque una mujer agravie!

Poderoso y ofendido,

¿quién ignora, quién no sabe

155que es rayo oprimido, que es

pólvora encerrada que hace

en la mayor resistencia

la batería más grande?

Los avisos destos días,

160que tan confuso te traen,

diciéndote que te ausentes,

diciéndote que te guardes,

suyos son; pero sabiendo

que dellos desprecios haces,

165esta misma noche, esta

te esperan para matarte.

Y así te ruego que no

vayas a verme, ni pases

cubierto ni descubierto

170la esfera de mis umbrales.

Deja que por unos días,

sin que allí puedan toparte,

se desmienta en la sospecha,

salga su recelo en balde.

175Y, pues, que yo vengo así

a persuadirte, a rogarte

ASTOLFO.—, que no me veas,

esposo, que no me hables,

menos harás tú en hacerlo;

180y pues en extremos tales

yo ruego lo más difícil,

concede tú lo más fácil.

ASTOLFO.— No sé cómo responder,

que no sé en acciones tales

185si tengo que agradecerte,

o tengo de qué quejarme.

De una venenosa yerba

escriben los naturales

que donde hay llaga, la cura,

190y donde no la hay, la hace.

Este mismo efecto, este

quieres que en mi pecho cause

tu voz; pues si cuando estoy

herido de tantos males

195suele curarme el dolor

solamente el escucharte;

hoy que tuve sano el pecho,

le hieres, para que labre

tu voz ahora la herida

200que hubieras curado antes.

Adonde hay celos, las curan,

donde no las hay, las hacen;

y si quieres darme vida,

no de darme celos trates;

205pues son piadosos rigores,

o rigurosas piedades,

darme tú misma la muerte

porque otro no me mate.

Dejarasme morir, Julia,

210a su acero penetrante,

no a tu penetrante voz,

viviera más el instante

que hay de tu voz a su acero,

que no es, no, piedad afable,

215porque su espada no llegue

que la tuya se adelante.

Fuera de que no remedias

nada tú en aconsejarme

que no te vea, supuesto

220que el decirme que no pase

de noche por tus jardines,

ni de día por tu calle,

es decirme que no salga

dellas un punto, un instante.

225¡Vive Dios que he de saber

si el cuidado que te trae

a que tu casa no vea,

y a que tu jardín no ande,

es porque de tu jardín

230y de tu casa las llaves