El golpe en Valparaíso - Manuel Salazar - E-Book

El golpe en Valparaíso E-Book

Manuel Salazar

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Investigación periodística que revela la preparación y las consecuencias del golpe militar en Valparaíso en 1973, analizando el protagonismo de la Armada y de las otras ramas de las fuerzas armadas y de orden en el puerto y en sus alrededores.

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© LOM Ediciones Primera edición, agosto 2023 Impreso en 1000 ejemplares ISBN Impreso: 978-956-00-1731-4 ISBN Digital: 9789560017673 RPI: 2023-a-8224 Motivo de portada: <https://ury1.com/8Fbv5>. Edición y Composición LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56–2) 28606800 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Santiago de Chile

Primera ParteAlgunos antecedentes

1.1. La marea democratacristiana

Eduardo Frei Montalva consiguió un triunfo avasallador en 1964 con el 56,09% de los votos, la más alta mayoría conseguida hasta ese momento en una elección presidencial. El 4 de noviembre, por primera y única vez en el siglo XX, se instaló un solo partido en La Moneda. Vastos sectores populares en todo el país votaron por Frei. Salvador Allende se impuso en el norte y en la zona del carbón. Las bases comunistas y socialistas siguieron intactas, pero algunos dirigentes empezaron a dudar si la izquierda era capaz de llegar al gobierno.

A los pocos días de haber asumido Frei, los socialistas insistieron en que el Partido Demócrata Cristiano, PDC, era «la otra cara de la derecha» y confirmaron su decisión de realizar una cerrada oposición al gobierno entrante. Los comunistas, en tanto, matizaron su posición anunciando que apoyarían toda iniciativa de carácter popular. En privado, eso sí, les inquietaba que la clase trabajadora escuchara los cantos de sirena del «reformismo burgués» que encarnaba, según ellos, el partido de la flecha roja.

Dirigentes sindicales democratacristianos propusieron por esos días la creación de un nuevo movimiento sindical que desplazara a la «caduca y decadente CUT».

La «revolución en libertad» de Frei incluyó un ambicioso programa de reformas: «Chilenización» del cobre, que era la asociación del Estado con la gran minería del sector; una reforma agraria rápida, drástica y masiva; estabilización y crecimiento económico para los sectores populares; libertad sindical y negociación colectiva; unificación del sistema previsional; y «promoción popular», que era un intenso programa de organización, integración y educación de los grupos sociales más pobres.

Los principales ideólogos del PDC, influidos por la nueva Doctrina Social de la Iglesia Católica, habían llegado a la conclusión de que Chile vivía una crisis integral y que capitalismo y el socialismo marxista podían ser superados en una sociedad comunitaria.

Bajo la consigna «Todo tiene que cambiar», los activistas del PDC diseñaron el Programa de Promoción Popular, que formó más de 20 mil unidades de juntas de vecinos, centros de madres, clubes deportivos, sindicatos y asociaciones de padres y apoderados. Capacitaron a cerca de 670 mil personas en más de 17.500 cursos. Una central de centros de madres, Cema, agrupó a 450 mil mujeres en nueve mil centros que les brindaron trabajo y ocupación. Desde el Banco del Estado se entregaron ventajosos créditos para adquirir 70 mil máquinas de coser que permitieron producir más de dos millones de prendas de vestir.

El gobierno pretendía triplicar el ingreso per cápita alcanzado antes de 1964. Otras metas eran lograr un crecimiento sostenido del 6%, aumentar el ahorro desde el 12% hasta el 20% del PGB, resolver los desequilibrios en la balanza de pagos renegociando el servicio de la deuda externa, duplicar la producción de cobre y cuadruplicar las exportaciones industriales1.

1.2. La reacción de los terratenientes

A comienzos de 1965 el Ejecutivo envió al Congreso un mensaje para modificar el artículo 10° de la Constitución, referido al derecho de propiedad, con el propósito de realizar una reforma agraria más profunda que la iniciada tímidamente por el gobierno derechista de Jorge Alessandri (1958–1964). Los terratenientes, principales afectados, reaccionaron a través de una seguidilla de inserciones publicadas en el diario El Mercurio y firmadas por jóvenes universitarios reunidos en torno a la revista Fiducia.

Eran unos 800 suscriptores, casi todos provenientes de las familias más ultraconservadoras de la sociedad chilena y que en los años siguientes serían los más duros enemigos del gobierno de Frei y luego de la Unidad Popular.

Sergio Onofre Jarpa.

La declaración de Fiducia en El Mercurio contó con el apoyo del arzobispo de La Serena, Alfredo Cifuentes, el mismo que varios años antes había tratado de que se excomulgara a los fundadores de la Falange Nacional, el origen del PDC. Adhirieron también a la publicación la Junta Ejecutiva del Partido Conservador, la Sociedad Nacional de Propietarios Urbanos, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad Nacional de Minería, la Sociedad de Fomento Fabril, la Cámara Central de Comercio, la Unión Social de Empresarios Católicos, la Confederación Interamericana de la Producción y el Comercio y el Instituto Chileno de Administración de Empresas2.

La derecha se aglutinó rápidamente para defender sus intereses. En abril de 1966 se reunieron liberales y conservadores para fundar el Partido Nacional, PN, e invitaron a sumarse a los nacionalistas de Jorge Prat. El primer presidente del PN fue Víctor García Garcena, secundado por el pratista Sergio Onofre Jarpa Reyes. En esa misma semana, en el Aula Magna de la Universidad Católica de Valparaíso, UCV, se efectuaron las Terceras Semanas Sociales. El tema central fue «La Propiedad Privada: ¿Obstáculo o Valor?».

En tanto, en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, en Santiago, se agruparon los sectores más resistentes a los cambios promovidos por el gobierno de Frei. Entre los profesores destacaban Jaime del Valle, Sergio Miranda Carrington, José María Eyzaguirre, Arturo Aylwin, Enrique Evans, Ramón Luco, Alejandro Silva Bascuñán, Gustavo Cuevas Farren y Víctor García Garcena. Bajo la influencia de estos académicos conservadores, en marzo de 1967, se constituyó el llamado Movimiento Gremialista, que emitió una declaración de principios firmada entre otros por Manuel Bezanilla, Sergio Gutiérrez, Arturo Irarrázabal, Alfredo Foster, Jovino Novoa, José Joaquín Ugarte, Maximiano Errázuriz, Raúl Lecaros, Hernán Larraín, Jaime Náquira, Juan Pablo Bulnes y Eugenio Guzmán3.

1.3. Cuentas alegres en La Moneda

Los resultados fueron muy auspiciosos en los dos primeros años del gobierno de Frei Montalva. Las tasas de desocupación alcanzaron un 5,42% en 1965 y un 5,35% en 1966, la producción manufacturera se elevó en casi un 20%, las cuentas externas mejoraron y el ingreso se redistribuyó parcialmente en favor de los trabajadores.

Esto multiplicó las expectativas de los grupos sociales ascendentes. Los reajustes de remuneraciones proyectados en un cien por ciento del alza de precios se convirtieron en la partida de las negociaciones y las huelgas crecieron en forma explosiva: entre 1960 y 1964 se registraron 98 huelgas; en 1965, 146; en 1966, 586; y en 1967, 6934.

En febrero de 1965 el gobierno presentó al Parlamento un proyecto de ley para reformar las organizaciones sindicales, intentando imponer lo que denominaron «pluralidad sindical» y que no era otra cosa que un intento por permear a la izquierda obrera aglutinada en la CUT. La polémica se mantuvo durante todo ese año, pero finalmente la iniciativa fue archivada, pues el creciente sector «rebelde» del PDC se inclinó por mantener una central sindical única.

Edmundo Pérez Zujovic, Frei, Jaime Castillo y Modesto Collados.

El 6 de marzo de 1965 se efectuaron elecciones parlamentarias y el PDC consiguió una amplia mayoría. Los partidos de izquierda mantuvieron su votación y la derecha junto a los radicales cayeron bruscamente en el apoyo ciudadano. En Valparaíso los resultados fueron los siguientes: Partido Demócrata Cristiano 133.014 votos, Partido Conservador 13.800, Partido Liberal 19.770, Partido Radical 24.420, Partido Comunista 35.429, Partido Socialista 15.656, Partido Agrario Laborista 742, Partido Demócrata 294 y Partido Acción Nacional 1.5645.

Al mes siguiente, en abril, el gobierno lanzó un plan económico que reajustó los salarios en el cien por ciento de la inflación y estableció la inamovilidad del empleo durante un año.

El PDC creó el Comando Nacional de Trabajadores, CNT, para agrupar a sus dirigentes sindicales. El 1° de mayo convocaron, a un acto de celebración paralelo al de la CUT donde el orador de fondo fue el presidente Frei Montalva. La pugna sindical se agudizó con una serie de conflictos colectivos en la Compañía de Acero del Pacífico, CAP, en Cemento Melón y en la Empresa Portuaria de Chile, Emporchi. El más grave fue este último, originado cuando la administración despidió a unos mil obreros portuarios pertenecientes a un sindicato de Valparaíso dirigido por comunistas y socialistas, entre ellos Exequiel Ponce, un connotado dirigente del PS. Los dirigentes sindicales de izquierda fueron reemplazados por otros que de inmediato formaron un sindicato proclive al PDC.

En junio de 1965 se efectuó la Junta Nacional del PDC. Los «rebeldes» intentaron ganar la presidencia llevando como candidato al senador Alberto Jerez, pero se impuso el «freista» Patricio Aylwin por 224 contra 188 votos.

Surgió entonces un sector «tercerista» para intentar mediar entre «rebeldes» y «freistas». Lo integraron, entre otros, Radomiro Tomic, Bosco Parra, Julio Silva Solar, Pedro Felipe Ramírez y Luis Maira. «Rebeldes» y «terceristas» dieron forma a la izquierda del partido y de ahí en adelante se opusieron a casi todas las iniciativas más conservadoras del gobierno.

Ya a mediados de 1966 el fuerte incremento del gasto público y la escasez de recursos obligaron a reducir violentamente la inversión fiscal, sobre todo en las áreas de vivienda y obras públicas. En 1967, la tasa de crecimiento económico cayó desde el 10,1% de 1966 al 1,2%. Aumentó el desempleo y las demandas sociales se hicieron casi inmanejables. Se intensificaron las tomas de terreno y desde las universidades surgió una tormenta que provocaría cambios profundos en la educación superior.

Desde comienzos de año no paraba de temblar en todo el territorio, sobre todo en el norte. En Santiago, los sacudones tenían su epicentro en el sector de Las Melosas. La naturaleza se mostraba inclemente. Una prolongada sequía obligó al gobierno a decretar zona de catástrofe entre las provincias de Atacama y Colchagua.

A comienzos de mayo de 1967, Fiducia se presentó públicamente como la Sociedad Chilena de Defensa de las Tradición, Familia y Propiedad. Su presidente nacional era Patricio Larraín Bustamante, acompañado en la directiva por Patricio Amunategui Monckeberg, Cristián Vargas Lyon, José Miguel Lecaros Mackenna, Jaime Antúnez Aldunate, Alejandro Bravo Lira, Max Griffin Ríos, Gonzalo Larraín Campbell, Fernando Larraín Bustamante, Alfredo MacHale Espinoza, Luis Montes Bezanilla, Héctor Riesle Contreras y Mauricio Vargas Lyon6.

El PS adelantó su XXI Congreso, realizado en junio de 1965 en Linares. Allí se reiteró la vigencia del Frente de Trabajadores y la participación en el Frente de Acción Popular, FRAP. Aniceto Rodríguez fue elegido secretario general con 166 votos contra 64 que consiguió Mario Garay, muy cercano a Raúl Ampuero. El «Cheto» anunció en esa oportunidad que los socialistas «a este gobierno le negaremos la sal y el agua»7.

1.4. La Reforma Universitaria

El 15 de junio de 1967 profesores y alumnos ocuparon la Escuela de Arquitectura de la UCV y firmaron un manifiesto que fue el primer eslabón de la reforma universitaria que se extendió a todas las casas de estudios superiores del país. Aquella escuela había sido refundada en 1952, cuando varios arquitectos fueron despedidos en la UC de la capital y el sacerdote jesuita Jorge González Förster, entonces rector de la UCV, los invitó a integrarse a esa casa de estudios. Llegaron los arquitectos Alberto Cruz, Miguel Eyquem, Fabio Cruz, Arturo Baeza, José Vial, el pintor Francisco Méndez y el poeta Godofredo Iommi. Poco después se les unieron el escultor argentino Claudio Girola y los profesores Hugo Montes, Romolo Trebbi, Claudio Díaz y Ernesto Rodríguez. Ellos fueron los cerebros del manifiesto que impulsó la reforma; en especial Godofredo Iommi, quien había alcanzado cierta celebridad tras quitarle la esposa al poeta Vicente Huidobro. Más tarde, Godo –como le decían– creó la Ciudad Abierta de Ritoque.

Seis días después, el 21 de junio, varios cientos de alumnos se tomaron la Casa Central de la UCV. Entre los principales líderes estudiantiles estaban Raúl Allard, Sergio Spoerer, Alejandro Foxley y Eduardo Vio.

El principal conflicto de la reforma en todas las universidades fue la disputa por el poder. La UCV –al igual que su símil de Santiago– detentaba un sistema de gobierno dirigido por la jerarquía de la Iglesia católica. El obispo de Valparaíso, Emilio Tagle Covarrubias, era el Gran Canciller y nombraba al rector, vicerrectores, decanos y miembros del Consejo Superior por un período indefinido de tiempo. Las finanzas no eran de conocimiento público y las autoridades no daban cuenta pública de su gestión. El movimiento concluyó el 8 de agosto con un cambio profundo que hizo más moderna y eficiente la estructura de la UCV.8

A fines de junio los alumnos de la Universidad Católica de Santiago, encabezados por Miguel Ángel Solar, convocaron a un plebiscito donde la única pregunta en consulta fue ¿debe renunciar el rector de la UC, designado directamente por El Vaticano? La respuesta fue categórica: 3.221 estudiantes contestaron Sí y 569 No; 2.500 alumnos se abstuvieron y hubo 300 votos en blanco, declarados nulos. Con los resultados en la mano, los estudiantes ocuparon la Casa Central del plantel el 28 de junio de 1967.

Chilenos: El Mercurio miente.

Los del Sí se pusieron en contacto con el cardenal Raúl Silva Henríquez para pedirle su apoyo y el cardenal se comprometió a tomar contacto con El Vaticano para solicitar el nombramiento de un prorrector que asumiera la dirección de la universidad y asegurara su democratización.

El obispo Alfredo Silva Santiago era rector de la UC desde 1958. De los dos mil obispos que votaron por las reformas planteadas en el Concilio Vaticano II, Silva Santiago fue uno de los 90 que se opusieron a esos planteamientos. Los alumnos no se lo perdonaron nunca.

Se creó entonces un nuevo reglamento general que venía discutiéndose desde hacían dos años. En él se indicó que el nombramiento del rector lo seguiría haciendo El Vaticano, pero ya no en forma arbitraria, sino a través de una terna propuesta por el Consejo Superior. Se suprimió una cláusula anterior que exigía que el rector fuera un sacerdote. Del mismo modo, se eliminó la obligación de los profesores de hacer profesión de fe. También se le entregarían facultades al rector para nombrar a los profesores y autoridades superiores. Anteriormente estos eran nombrados solo por el gran canciller y el arzobispado de Santiago. El rector ya no dictaría los planes de estudios, debido que estos serían elaborados a través de las facultades.

Finalmente, el nuevo rector, excepcionalmente en esa oportunidad, sería elegido a través de la convocatoria a un claustro pleno, formado por profesores y representantes estudiantiles.

Silva Santiago expresó su disposición a retirarse en el momento que El Vaticano aprobara el nuevo reglamento. Frente a ello, los reformistas de la PUC convocaron al Consejo General de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, FEUC, el 10 de agosto e iniciar una huelga para destituir al rector. La votación concluyó con 63 votos a favor de la toma de la Universidad y nueve en contra. Uno de estos últimos era el gremialista y vicepresidente del centro de alumnos de la Escuela de Derecho, Jaime Guzmán Errázuriz, un férreo opositor a la reforma.

La madrugada del viernes 11 de agosto la Casa Central de la PUC fue tomada por los estudiantes. Los líderes de aquella toma fueron Carlos Montes y Fernando Lara, secundados por Harry Evans, un macizo estudiante de química que parecía boy scout con sus pantalones cortos. Sus demandas eran: designar un prorrector encargado de organizar un claustro pleno, con un 75 por ciento de profesores y un 25 por ciento de estudiantes para en un plazo no superior a seis meses elegir a un nuevo rector.

En la mañana de aquel viernes, estudiantes de derecha, encabezados por Jaime Guzmán, Juan Luis Bulnes, Gerardo Arteaga, Julio y Diego Izquierdo, Sergio Gutiérrez Irarrázaval y Jaime Correa, intentaron retomarse la casa central ingresando a través de algunas dependencias traseras. La refriega fue intensísima. Se cuenta que la confusión era tal, entre golpes y gritos, que los pacientes del Hospital Clínico, adyacente a la UC, optaron por lanzar las chatas –orinal de cama para los enfermos que no pueden incorporarse–, desde las ventanas para que finalizara la gresca. El intento de retoma no prosperó.

En la noche se reunió un grupo de estudiantes de Economía, Derecho y Agronomía de la UC en el Palacio Pereira para decidir las nuevas acciones a seguir. Se habían aglutinado en un comité antihuelga y coincidían en que había que desalojar la casa central, pero que no podían verse involucrados en pugilatos. Algunos sugirieron contratar a cargadores de La Vega o del matadero municipal. Jaime Guzmán llamó a la sensatez e impuso la calma. Prometió, para apaciguar a los más iracundos, que si fracasaban las instancias jurídicas para quebrar el movimiento de los huelguistas, recurrirían a la violencia, «incluso a las armas, si fuese necesario», como declaró a periodistas de la revista Ercilla9.

El diario El Mercurio denunció la toma como «un plan elaborado y divulgado por los comunistas». Al día siguiente, los alumnos ocupantes desplegaron un enorme lienzo en el frontis de la casa central que decía: «¡Chilenos: El Mercurio miente!».

Seis días después de la toma, Frei advirtió al cardenal Raúl Silva Henríquez que la situación había desbordado los ámbitos universitarios y era una amenaza para el orden público. Agregó que si la Iglesia no resolvía el conflicto, el gobierno debería intervenir. Silva Henríquez, designado mediador por El Vaticano, aceptó el cogobierno de los estudiantes y designó como prorrector a Fernando Castillo Velasco, quien luego sería elegido rector en un claustro pleno de académicos y estudiantes. La toma finalizó el 22 de agosto.

1.5. La Cofradía Náutica del Pacífico Austral

El 22 de agosto de 1967, Agustín Edwards –propietario de El Mercurio y de uno de los principales grupos económicos del país– creó la Cofradía Náutica del Pacífico Austral, inspirándose en el Royal Yacht Squadron inglés. A la reunión constitutiva concurrieron, además de Edwards, Hernán Cubillos Sallato, Enrique Puga, Bendro Drummond, José Toribio Merino, Oscar Buzeta, Eric Weber, Isidoro Melero Rodríguez, John Hardy y Roberto Kelly Vásquez. La cofradía, bajo el pretexto de «cultivar los deportes náuticos», sirvió de tapadera para empezar a congregar a empresarios, banqueros y altos mandos de la Armada nacional, inquietos por el crecimiento de los partidos de izquierda que aspiraban a ganar las elecciones presidenciales programadas para 1970. La Cofradía recibió su personalidad jurídica mediante el D.S. Nº 1870 del 17 de octubre de 1968.

Agustín Edwards Eastman.

Pieza fundamental en la Cofradía fue Hernán Cubillos Sallato, hijo de Hernán Cubillos Leiva, excomandante en Jefe de la Armada entre 1962 y 1964 y exembajador en Brasil. Su abuelo fue el contralmirante Demetrio Cubillos, que estuvo destinado en Gran Bretaña como agregado naval en la legación de Chile cuando el embajador y representante ante la Liga de las Naciones y era Agustín Edwards Mac Clure, abuelo de Edwards Eatsman. En su niñez Cubillos Sallato estudió en los colegios Sagrados Corazones de Viña del Mar y en el Oratory Preparatory School de Branksome Park, en Bournemouth, Gran Bretaña. Fue amigo de Roberto Kelly desde su infancia.Ingresó a la Escuela Naval de donde egresó en diciembre de 1953 como guardiamarina. En dicha institución armada permaneció hasta 1961, fecha en que se retiró con el grado de teniente y como experto en navegación. Asumió en 1962 como secretario general de Cemento Melón, en Valparaíso, una empresa con mayoría de capitales británicos. Más tarde fue asesor e integrante del directorio de la Empresa El Mercurio, entre 1963 y 1973.

En el acta de fundación de la Cofradía, levantada el 22 de agosto de 1967, se señala que una de sus tareas será «aportar los mejores esfuerzos para atraer al seno de esta Cofradía los Oficiales de la Armada, que por sus puestos, responsabilidad institucional o simple afición, sean constantemente un aporte al capital marítimo nacional».

Roberto Kelly y Hernán Cubillos.

También se acordó «invitar como primeros socios navales por derecho propio al CJA, DGPA, DGSA, DGTM, CJ1aZN, Comandantes del Buque Escuela Esmeralda, Jefe de la Base Naval de Puerto Montt, Presidente de la Liga Marítima y Fedeyates» y se designó «al Sr. Roberto Kelly para que haga los primeros contactos entre los Jefes de la Armada y al Sr. Hernán Cubillos con los civiles». Se decidió, además, «donar anualmente un premio al cadete de la Escuela Naval que egrese al servicio y que haya demostrado el más sobresaliente espíritu marítimo» y «apadrinar al Buque Escuela Esmeralda para darle el máximo de apoyo a su labor de divulgación del espíritu náutico chileno, en sus viajes de instrucción». Hubo acuerdo, a su vez, «para que el socio fundador, Don Agustín Edwards proponga el nombre definitivo de esta Cofradía, su gallardete distintivo y su plan de desarrollo»10.

En 1968 el entonces coronel Sergio Arellano Stark fue designado edecán militar del presidente Eduardo Frei Montalva, sustituyendo en el cargo al también coronel Oscar Bonilla, que fue enviado a Madrid como agregado militar de la representación diplomática chilena en la España del dictador Francisco Franco. Al año siguiente, en 1969, Arellano partió también a España como agregado militar, donde se mantuvo hasta agosto de 1971. En 1970, luego del triunfo de Allende, le tocó recibir y vincularse con numerosos chilenos que huyeron del país, temerosos del «régimen comunista» que supuestamente impondría la Unidad Popular, entre ellos algunos de los partícipes del intento de secuestro y asesinato del general René Schneider, comandante en jefe del ejército, en octubre de 1970. A fines de agosto de 1971 Arellano regresó a Santiago y a comienzos de 1972 fue designado comandante del regimiento de Infantería «Maipo», la principal unidad del ejército en la guarnición militar de Valparaíso.

Por esa fecha la Cofradía Náutica creada por Agustín Edwards había crecido significativamente. A los fundadores se sumaron otros altos oficiales de la Armada como Patricio Carvajal, Ismael Huerta, Arturo Troncoso y Pablo Weber, todos claves en la gestación del futuro golpe del 73. También se incorporaron civiles como Fernando Léniz, administrador de los bienes de Agustín Edwards; Jorge Ross, dueño de la Compañía Refinadora de Azúcar de Viña del Mar, CRAV; Ricardo Claro, Enrique Puga Concha, Alfredo Barriga Cavada, Marcos Cariola, René Silva Espejo, Sergio de Castro y Emilio Sanfuentes, entre otros.

Jorge Ross Ossa.

Roberto Kelly, que actuaba como secretario ejecutivo de la Cofradía, fue oficial de la Armada hasta 1967, compañero de promoción de los almirantes Lorenzo Gotuzzo, primer ministro de Hacienda de la dictadura; Jorge Paredes Wetzer, intendente de Valparaíso entre 1974 y 1976; Horacio Justiniano, comandante de la Tercera Zona Naval en 1973; y Pablo Weber, comandante en jefe de la Escuadra al momento del golpe. Como muchos de sus camaradas de la Marina, Kelly rechazaba de plano el «mundo político» y Edwards había deslizado comentarios sobre lo mal pagados que estaban, a su juicio, los oficiales tan capacitados como él en la Armada. Así, Kelly, a los 47 años, poco antes de ascender a almirante, decidió abandonar las filas y se transformó en uno de los colaboradores de confianza de Edwards, quien lo puso al frente del criadero de aves Genética Avícola y Animal Limitada. Su sueldo era varias veces superior al que ganaba un almirante.

Arturo Yovane.

Kelly de administración y de pollos no sabía nada. En realidad, su tarea fue estrechar vínculos entre los detentores de las grandes fortunas y los círculos de oficiales golpistas existentes en la Armada, el Ejército, la Fuerza Aérea y Carabineros. Al promediar 1972, Kelly incorporó a la Cofradía al coronel Sergio Arellano, comandante del regimiento «Maipo» de Valparaíso, y al general de Carabineros Arturo Yovane, al mando de las fuerzas policiales uniformadas en el puerto, quien se transformaría en el gestor del golpe en la policía uniformada a nivel nacional. Casi al mismo tiempo, Kelly creó nuevas cofradías en Talcahuano, Puerto Montt y Punta Arenas, ciudades–puertos donde existían bases navales11.

1.6. El nacimiento del MAPU

En las elecciones parlamentarias de marzo de 1969, la DC perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados; la derecha, unificada en el Partido Nacional, recuperó su representación, y la izquierda –integrada por comunistas, socialistas y radicales– la aumentó. Lo, rebeldes del PDC mantuvieron sus fuerzas y la Unión Socialista Popular, Usopo, casi desapareció del Parlamento. Raúl Ampuero fue derrotado por Allende en la circunscripción de Chiloé, Aysén y Magallanes, zona donde la Usopo había reclutado a la mayoría de las estructuras partidarias socialistas. Solo en Magallanes, Allende obtuvo más votos que Ampuero en las tres provincias juntas. Allí demostró que sus capacidades políticas estaban intactas para enfrentar un nuevo intento por llegar a La Moneda.

Reunión del MAPU

En Valparaíso, las elecciones parlamentarias del 2 de marzo de 1969 tuvieron los siguientes resultados. Senadores. Tercera Agrupación Aconcagua y Valparaíso: Partido Demócrata Cristiano, 112.756 votos; Partido Nacional 57.324; Partido Comunista, 69.971; Partido Socialista, 13.289; Unión Socialista Popular, 2.615; Partido Radical, 50.104. Total votos, 304.059. Diputados: Partido Demócrata Cristiano, 87.389 votos; Partido Nacional, 49.610; Partido Radical, 32.845; Partido Comunista, 60.373; Partido Socialista, 21.952; Partido Demócrata Nacional, 3.735; Unión Socialista Popular, 1.139; Partido Social Demócrata, 94512.

En ese mismo mes de marzo de 1969, tres años después de la matanza de El Salvador, una nueva masacre profundizó la separación entre el gobierno de Frei y el movimiento popular. Tras realizarse una toma de terrenos en Pampa Irigoin, en Puerto Montt, carabineros desalojaron por la fuerza a sus ocupantes y en medio de una batalla campal murieron ocho pobladores y otros cuarenta quedaron heridos. La reacción fue furibunda. Hubo marchas de protesta en Valparaíso, Concepción y Santiago; la CUT convocó a una concentración en el centro de Santiago; la Unión de Federaciones Universitarias de Chile, Ufuch, dirigida por los DC José Joaquín Brunner y Jaime Estévez, llamó a los estudiantes a permanecer en los locales de la FECh. Gran parte del país culpó de la acción represiva al ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic.

Enrique Correa, presidente de la JDC, emitió una dura declaración en parte de la cual señaló: «Nuestra convicción más absoluta es que el pueblo se liberará de las balas sólo cuando esté en el poder de verdad y en el Estado como en su propia casa. Sólo en un Estado y en un gobierno ajeno y opuesto a los intereses dominantes, el pueblo se librará de la represión, injusticia y explotación»13.

A comienzos de mayo de 1969 se efectuó otra Junta Nacional de la DC que enfrentó, una vez más, a la izquierda del partido con el «freísmo». La alianza entre «rebeldes» y «terceristas», más Radomiro Tomic, presentó un voto que rechazaba cualquier entendimiento con la derecha y afirmaba como objetivo la creación de la Unidad Popular, sin descontar que fuese en torno a un candidato presidencial ajeno a la DC. El «freísmo» presentó el voto del «camino propio», redactado e impulsado por Jaime Castillo Velasco. Se impuso este último por un estrecho margen: 233 contra 215 votos. A la salida, Rodrigo Ambrosio anunció lo que se venía: «El partido tendrá que lamentar antes de un mes esta resolución. La Juventud experimentará una grave sangría, y un partido sin juventud es un partido sin futuro».

Dos semanas después, el 18 de mayo de 1969, se fundó el Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU. Su vertiente principal fue la JDC, que aportó cuadros como el propio Rodrigo Ambrosio, Enrique Correa, Jaime Gazmuri, Juan Enrique Vega y Fernando Ávila; militantes y dirigentes del movimiento estudiantil, sobre todo de la UC y de la UCV, como Miguel Ángel Solar, José Joaquín Brunner, Manuel Antonio Garretón, Tomás Moulian, Carlos Montes, Carlos Ortúzar, Rodrigo Egaña, José Antonio Viera–Gallo, Jaime Estévez, Manuel Riesco, Sergio Spoerer, Marcelo Contreras, Jaime Esponda y José Miguel Insulza. A ellos se sumó el alto mando «rebelde» integrado por los parlamentarios Alberto Jerez, Rafael Agustín Gumucio, Julio Silva Solar y Vicente Sota; algunos dirigentes «terceristas» como Jacques Chonchol e Ismael Llona, y dirigentes sindicales como Sergio Sánchez, Juan Codelia, Andrés Tapia, María Antonieta Saa y Eduardo Rojas. Largamente preparado, el acto se realizó en la sede de un sindicato del transporte en Santiago y allí se designó la Comisión Coordinadora Nacional del Movimiento, presidida por Chonchol e integrada por varios de los mencionados14.

La inscripción del partido fue una tarea ardua. La ley establecía 10 mil firmas y la directiva, pecando de optimista, lanzó la campaña «El pueblo inscribe al MAPU» y «Seremos 100 mil». La cifra resultó inalcanzable y la barrera autoimpuesta debió rebajarse a 40 mil, y luego a 20 mil. Al final, el 12 de agosto de 1971, el MAPU se inscribió con 34 mil firmas, cifra bastante lejana a sus expectativas originales.

El MAPU –el mismo partido que había provocado el primer quiebre en la DC– sufrió una convulsión similar en agosto de 1971. Los exrebeldes del falangismo –incómodos con la doctrina marxista– optaron por migrar hacia la Izquierda Cristiana y dejaron al movimiento sin parlamentarios. El golpe más fuerte, sin embargo, llegó el 7 de marzo de 1973, cuando las diferencias internas frente al poder y al gobierno de la UP se hicieron insalvables y el MAPU se quebró

La mecha la encendió un documento que aseguraba que el gobierno de Allende solo tenía recursos económicos para mantenerse hasta fines de abril, elaborado por los militantes de ese partido Eduardo Aquevedo, Rodrigo González, Enrique Olivares, Kalky Glausser y Carlos Montes. El gobierno de Salvador Allende exigió sanciones y Garretón se negó aduciendo libertad de expresión.

Jaime Gazmuri se autonominó secretario general subrogante, conformando una nueva directiva en conjunto con Fernando Flores, José Miguel Insulza, José Antonio Viera–Gallo y Carmen Gloria Aguayo. Y Garretón hizo lo propio. El 15 de marzo, tanto el Partido Socialista como el MIR afirmaron que el verdadero MAPU era el que conducía Garretón, por lo que el grupo de Gazmuri pasó a llamarse MAPU Obrero Campesino15.

1.7. Pueblo, conciencia, fusil…

Los días 14 y 15 de agosto de 1965, en el local de la Federación del Cuero y del Calzado, en Santiago, se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Asistieron noventa delegados de todo el país, la mayoría de Concepción y Santiago. Entre ellos, jóvenes socialistas que habían roto con el PS un año antes, como Miguel Enríquez y Bautista Van Schouwen; jóvenes comunistas disidentes, como Luciano Cruz; los miembros de la Vanguardia Revolucionaria Marxista, fundada en 1963, con Enrique Sepúlveda y Ernesto Benado; integrantes del Partido Socialista Popular; y sindicalistas como Clotario Blest, organizador del evento.

El objetivo del MIR fue construir un «partido unido de las fuerzas revolucionarias» que «rompa con las concepciones tradicionales de la izquierda» propias de los partidos Comunista y Socialista –calificados como «entreguistas y colaboradores tácitos del dominio capitalista e imperialista»– para dotar a la revolución chilena de un instrumento idóneo en la «lucha armada», única forma de conquistar el poder. Como secretario general fue elegido el médico Enrique Sepúlveda, de formación trotskista.

En diciembre de 1967, en el III Congreso del MIR, efectuado en el local del PS en San Miguel, se produjo la división entre la línea «tradicional» y las nuevas generaciones. Triunfaron estos últimos y Miguel Enríquez asumió la dirección del partido. Poco antes el MIR consiguió la conducción de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, FEC, con Luciano Cruz a la cabeza. El MIR comenzó entonces a preparar su estrategia de «lucha armada»16.

Plana mayor del MIR a comienzos de los setenta.

En Valparaíso, el MIR se constituyó inicialmente en algunas tomas de terrenos y en las universidades. Entre los fundadores locales destacaron Roberto Araya («Clarito»), Leopoldo Luna, el «Jovencito» Arriagada, Luis Costa del Pozo («Pablo»), Félix Vidal («El Rucio»), Alfredo García, Carlos Díaz («Agustín» o «Pecho de buque») José Luis Polffald, Jorge Donoso («El Negro), Alejandro Romero («Tranquilo») y Carlos Petu, entre otros.

El 6 de junio de 1969, un grupo del MIR secuestró al periodista democratacristiano Hernán Osses en Concepción. Tras algunas horas de vejaciones, el periodista fue liberado desnudo cerca de la Ciudad Universitaria. La acción, preparada y dirigida por Luciano Cruz, fue desautorizada por Miguel Enríquez y la dirección del MIR. Muy poco después, el MIR decidió pasar a la clandestinidad y en agosto inició las llamadas «acciones directas», que eran asaltos a bancos y otros objetivos. Fueron asaltados los bancos Londres, del Estado, de Crédito e Inversiones, Osorno y La Unión y Nacional del Trabajo, más un sanatorio y la «Armería Italiana»17.

1.8. El crecimiento de los comunistas

Entre el 10 y el 17 de octubre de 1965, en Santiago, se efectuó el XIII Congreso del Partido Comunista. Su secretario general, Luis Corvalán, informó que «el imperialismo y la oligarquía tienen más influencia en el gobierno de Frei que el movimiento popular». En la ocasión, aparte de agudizarse las críticas al gobierno, se reafirmó la política de unidad de la clase obrera y de las alianzas amplias que incluían a los sindicalistas del PDC y que los socialistas objetaban. Reiteraron que Frei no lograría sacar a Chile de su crisis y que el PDC poseía una composición pluriclasista, que era la principal fuente de sus contradicciones internas.

El PC sostuvo que la clave era la lucha de masas en pos de las reivindicaciones del pueblo, y que había que trabajar con todos los sectores políticos dispuestos a rescatarlo de la influencia burguesa. El gran desafío consistía en aislar a los enemigos principales –el imperialismo y la oligarquía–, para conquistar un futuro gobierno popular antiimperialista y antioligárquico, las bases de lo que sería la Unidad Popular.

Poco después de las elecciones presidenciales de 1964, el Comité Central del partido inició una discusión sobre cuál era el partido que se necesitaba para triunfar. Concluyeron que se requería un partido de masas, capaz de arrastrar la mayor cantidad de gente. En ese momento, cada voto, cada militante del partido se multiplicaba por nueve. Necesitaba agrandar eso, captar más militantes. Tenía 25 mil el año 1966 y se propuso duplicar la cantidad de militantes en el menor tiempo posible. Enviaron a un grupo de militantes a estudiar la situación en Italia, donde el PCI había crecido rápidamente. Luego, con todos los antecedentes reunidos, iniciaron la campaña de reclutamiento.

La expansión del PC.

Se decidió también hacer algunos cambios en la estructura del partido y se dividió el país en cuatro partes. De Aconcagua a Arica, se hizo cargo Sergio Ovalle; Valparaíso y Santiago, le correspondió a Américo Zorrilla y Marta Ugarte; O’Higgins hasta Valdivia, lo tomó Oscar Ramos; y, de Valdivia a Punta Arenas, «Mario Silva». El PC tenía entonces 19 diputados y unos cuantos senadores. Así, en 1970 el PC saltó de 25 mil a 100 mil militantes, y en las elecciones de septiembre logró medio millón de votos. Avanzó mucho en Concepción, Valparaíso y Santiago. Sin embargo, no pudo conseguir demasiado entre el campesinado, que dependía mucho de la Iglesia católica y de los recursos que había manejado la DC en el gobierno de Frei Montalva18.

Entre 1962 y 1967, el secretario del comité regional en Valparaíso fue Alejandro Toro, pero fue separado del cargo y enviado a Talca por mantener una relación amorosa «impropia» con una camarada de partido. En su reemplazo llegó Gaspar Díaz –«Don Pedro» o «Don Roberto»–, quien había sido secretario regional del PC en Antofagasta y Atacama, militante desde 1943. Díaz expandió al partido en el puerto, principalmente en la zona del barrio Almendral, en las poblaciones obreras y en las universidades19.

El XIV Congreso del Partido, denominado «Unidad Popular para un gobierno popular», efectuado en noviembre de 1969, constató el fracaso de lo que los comunistas llamaban «el reformismo democratacristiano» y sentó las bases para la conquista del poder por parte del movimiento popular para hacer las transformaciones requeridas por el país. El Congreso indicó que la clave era conseguir la unidad del pueblo alrededor de la clase obrera y el Partido buscaba crear un frente patriótico aún más extenso que el Frente de Acción Popular, FRAP, logrado en 1964. Como resultado de ello, en 1969 quedó conformada la Unidad Popular, UP, con la participación de comunistas, socialistas, radicales, socialdemócratas, la Acción Popular Independiente, API, y el Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU. Cada colectividad puso a disposición un candidato presidencial propio para lograr un consenso que condujera a una sola postulación para La Moneda. El partido levantó la candidatura del poeta Pablo Neruda.

En el XIV Congreso, Luis Corvalán informó que el PC estaba conformado en 1969 por 3.618 células, que el 66,6% del total de militantes eran obreros, 7,7% campesinos y 20% artesanos, pequeños comerciantes e industriales, empleados, intelectuales y profesionales. Había 660 militantes que llevaban más de 40 años en el partido, 2.783 con más de 30 años y 5.388 con más de 20. Todos ellos habían luchado en los duros períodos de clandestinidad sufridos en las últimas décadas. Corvalán se preció de que el 29,4% de la militancia correspondía a mujeres. Los comunistas duplicaron su militancia en el gobierno de Frei llegando a unos 60 mil militantes20.

1.9. El auge de la sindicalización campesina

El mayor enfrentamiento entre la DC y la izquierda se dio en torno a la política del cobre. Los primeros querían efectuar convenios con las compañías norteamericanas; los segundos deseaban la nacionalización. En 1969, cuando Radomiro Tomic dejó la embajada de Chile en Estados Unidos, le propuso a Frei nacionalizar por ley el cobre.

En el transcurso de las discusiones, la Confederación de Trabajadores del Cobre, CTC, declaró una huelga general que se extendió casi todo el mes de noviembre de 1965, hasta que el gobierno aceptó incorporar algunas de sus peticiones al nuevo estatuto de los trabajadores del cobre. El 1° de enero de 1966 los mineros de El Teniente iniciaron una huelga general que duró tres meses y originó un paro solidario de la CTC al que solo se restó el mineral de Chuquicamata.

El gobierno decretó estado de emergencia en los minerales y entregó el control del orden público a las Fuerzas Armadas. El 11 de marzo, bajo el pretexto de dispersar una reunión sindical en El Salvador, los militares dispararon y mataron a seis obreros y dos mujeres, dejando, además, treinta heridos. La CUT llamó a un paro general de veinticuatro horas para protestar por la masacre. El PC acusó al ministro de Defensa, Juan de Dios Carmona, de mentir para justificar la represión; y al gobierno de someterse a la «hegemonía norteamericana» en la política del cobre.

En diciembre de 1966 un acuerdo entre el FRAP y los radicales permitió elegir a Salvador Allende como presidente del Senado y al radical Luis Fernando Luengo como vicepresidente. Era el primer entendimiento entre radicales y socialistas. Poco después los radicales votarían junto a la DC y la derecha la aprobación de la «chilenización» del cobre. El proyecto de ley de reforma agraria del gobierno, en cambio, tuvo un trámite distinto al del cobre y recibió el apoyo de toda la izquierda.

En enero de 1967, con la oposición de la derecha y de un sector de los radicales, se aprobó una reforma constitucional para agilizar la expropiación de tierras en la Reforma Agraria. Allí se estableció un nuevo concepto de la función social de la propiedad, que sirvió de base para cualquier expropiación. En ese mismo mes, la Cámara Alta despachó el proyecto de sindicalización campesina, iniciativa destinada a robustecer a un grupo social transformado en poderoso músculo del gobierno. En 1959 existían solo 20 sindicatos que agrupaban a 1.656 campesinos; en 1969 se llegaría a 423 sindicatos, con más de 106 mil afiliados.

Por esos mismos días una alianza entre «rebeldes», «terceristas» y miembros de la JDC ganó la dirección del PDC en la Junta Nacional y eligió a Rafael Agustín Gumucio como presidente del partido. En esa misma Junta se encargó a una comisión política y técnica la redacción en sesenta días del documento «Proposiciones para una acción política en el período 1967-1970 de una vía no capitalista de desarrollo». La comisión la presidió Jacques Chonchol y la integraron Tomás Reyes, Luis Maira, Vicente Sota, Julio Silva Solar, Carlos Massad y Pedro Felipe Ramírez. El documento provocó un duro enfrentamiento entre el «freísmo» y sus adversarios, pugna que se prolongaría por largos años21.

Hacia mediados de 1967 diversos movimientos revolucionarios se extendieron por toda América latina. Los cubanos trataron de unificarlos por medio de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, cuyo primer presidente fue Salvador Allende. Pese a los esfuerzos, no logró consolidarse y pasó a la historia sin pena ni gloria.

En julio de 1967 se efectuó la 23° Convención Radical, donde el sector más progresista eligió como presidente a Hugo Miranda, iniciándose un diálogo con los partidos de izquierda que culminará dos años después con la creación de la Unidad Popular.

En septiembre de 1967, la CUT amenazó con una huelga general, debido a la posición sediciosa adoptada por el Partido Nacional, acusado por el gobierno de violar la Ley de Seguridad Interior del Estado. El gobierno hizo detener a los dirigentes de derecha y consiguió el apoyo de la CUT y de los partidos de izquierda.

1.10. Los socialistas legitiman la «violencia revolucionaria»

Los días 24, 25 y 26 de noviembre de 1967 el PS realizó en Chillán su XXII Congreso, donde radicalizó su línea política al definirse como «marxista–leninista» y postular el carácter inevitable y legítimo de la «violencia revolucionaria» para conquistar el poder. También insistió en su rechazo a todo tipo de alianzas con los radicales. Aniceto Rodríguez fue reelegido como secretario general y en la votación para elegir los miembros del Comité Central las dos primeras mayorías fueron para Carlos Altamirano y Rolando Alarcón, dirigente de la Confederación Campesina Ranquil y representante de la tendencia interna que pretendía constituirse en la fuerza político-militar del partido. En esa misma posición estaban los llamados «elenos» –en referencia al ELN boliviano–, integrados, entre otros, por Elmo Catalán, Arnoldo Camú, Félix Huerta, Beatriz Allende, Sergio Contardo, Tirso Montiel, Walterio Fierro, Carlos Gómez, Fernando Gómez, Félix Vargas, Paulina Weber, Celsa Parrau y Eduardo Carvallo.

Carlos Altamirano se dirige a los militantes.

El voto sobre política nacional aprobado en el Congreso de Chillán señaló textualmente en sus tres primeros puntos:

«1. El Partido Socialista, como organización marxista–leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del Socialismo.

2. La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y, a su ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista.

3. Las formas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas, electorales, etc.) no conducen por sí mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada.

Consecuencialmente, las alianzas que el partido establezca sólo se justifican en la medida en que contribuyen a la realización de los objetivos estratégicos ya precisados».

En el PS, desde 1968, con dirigentes y cuadros campesinos que habían recibido instrucción guerrillera en Cuba, y a partir de grandes huelgas, tomas de tierras y agitación campesina, se creó la «Organa», una tendencia político–militar que bajo el influjo de la revolución cubana y el ejemplo del Che Guevara se preparaba para la lucha armada. La «Organa» y el ELN se unificaron a fines de 1969 y tomaron el nombre de ELN. Estaban convencidos de que Allende ganaría las elecciones de 1970 y que el imperialismo estadounidense, los militares y la burguesía financiera intentarían un golpe de Estado. Proponían la organización de la defensa armada del pueblo para derrotar ese intento e iniciar una revolución socialista en Chile. El ELN desarrolló en los años 1969 y 1970 escuelas guerrilleras en diversos lugares del país, de las cuales son conocidas la escuela de guerrilla urbana de Guayacán, en las inmediaciones de Santiago, y la escuela de guerrilla rural de Chaihuín, al sur de Valdivia.

Así, lograron reunir fuerzas para llegar al siguiente congreso del PS que se efectuó en 1971 en La Serena, y fueron elegidos para el comité central varios de sus representantes, entre ellos Exequiel Ponce, Arnoldo Camú, Néstor Figueroa, Hernán Coloma y Carlos Lorca22.

A comienzos de 1967 el Che Guevara envió a Chile al economista Jaime Barrios Meza para organizar la sección chilena del ELN. Barrios había sido expulsado del PC y viajado a La Habana en 1960, donde trabajó junto con el comandante en el Banco Nacional de Cuba. El enviado se contactó con el periodista Elmo Catalán Avilés, quien había sido el jefe de prensa de la campaña presidencial de Allende en 1964 y en 1967 trabajaba en el vespertino socialista «Noticias de Última Hora», y era relacionador público de los sindicatos del cobre. Catalán convocó a su amigo Arnoldo Camú Veloso, compañero en el PS y abogado laboralista, que también era asesor de la Confederación de Trabajadores del Cobre, así como de otras organizaciones sindicales. También se incorporó al naciente ELN chileno Jaime Sotelo Ojeda, uno de los dirigentes obreros del El Salvador. El reclutamiento de militantes «elenos» se extendió a la Brigada Universitaria Socialista, BUS, y desde la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile se sumaron Beatriz Allende Bussi, Eduardo Paredes Barrientos y Domingo Blanco Tarrés. Luego de que Catalán partiera a Bolivia y fuera asesinado en 1970, Camú asumió el mando del ELN.

Tras el fracaso de la experiencia guerrillera en Bolivia y el triunfo de Allende en las elecciones de 1970, la conducción de los «elenos» resolvió hacer suya la «vía chilena al socialismo», con la decisión de asumir la tarea de defender el proceso. Su primer esfuerzo, en este sentido, fue la creación del Dispositivo de Seguridad Presidencial, conocido como Grupo de Amigos Personales, GAP.

En enero de 1971, en el XXIII Congreso General efectuado en La Serena, se formó un Frente Interno con una estructura militar, una Comisión de Defensa que será conocida como Aparato Armado y tendrá cinco partes: el Dispositivo de Seguridad Presidencial; el Sistema de Inteligencia y Contrainteligencia; los Grupos Especiales Operativos, GEO; el Equipo de Agitación y Propaganda, AGP; y el trabajo hacia las Fuerzas Armadas, EMA, es decir, Ejército, Marina y Aviación.

Asumió como jefe Arnoldo Camú, «Agustín», recién elegido miembro de la Comisión Política. Al mando del GAP, puso a los elenos Domingo Blanco Tarrés, «Bruno», y Jaime Sotelo Ojeda, «Carlos Álamos». Como jefe de Contrainteligencia quedó Ricardo Pincheira Núñez, «Máximo», otro hombre del ELN y estudiante de Medicina de la Universidad de Chile. Todos ellos debían coordinarse con el nuevo director general de la Policía de Investigaciones, Eduardo Paredes.

La Fuerza GEO, que sería la fuerza militar del socialismo, nunca superó los 130 militantes. El EMA era un equipo de altos funcionarios del PS que, supuestamente, debía establecer redes con oficiales de las Fuerzas Armadas. El AGP, en tanto, se orientaba a la instrucción masiva de las organizaciones de base en comunicaciones, defensa de locales y vigilancia de las tareas de producción en las industrias. Camú asumió el mando del «Aparato», trabajando con Exequiel Ponce Vicencio, el jefe del Frente Interno del PS23.

1.11. La candidatura de Radomiro Tomic

A mediados de 1969 Radomiro Tomic –senador entre 1961 y 1965 por la Tercera Agrupación Provincial Aconcagua y Valparaíso– aceptó ser candidato presidencial del PDC en las elecciones de septiembre de 1970 y competir con Allende y el derechista Jorge Alessandri. Tomic propuso un programa parecido al de la UP, como se desprende de uno de sus discursos:

Tomic en campaña.

«El Estado se constituirá en el órgano transformador que dirija, guíe, realice y estimule el proceso de cambio cultural, institucional, económico y social; el pueblo no sólo ejercerá su soberanía delegando su ejercicio en autoridades representativas y constitucionales, sino directamente por medio del plebiscito en cuestiones de importancia fundamental. El instrumento primordial de participación popular, y de la acción del gobierno será la planificación. Se creará un ministerio de Planificación, con poder real de decisión, que hará coherentes los objetivos básicos de crecimiento económico y de transformación de la estructura económica y social. Se crearán consejos de desarrollo regional que tendrán, dentro del marco del plan nacional, facultades planificadoras, administrativas y financieras».

Tomic y «La Tarea del Pueblo» propuso la profundización de las reformas, dio por agotado el sistema capitalista en Chile y propuso una «revolución chilena, democrática y popular». El PDC estaba por la nacionalización del cobre, el estímulo a las empresas estatales y comunitarias y reformas a los sistemas bancario y financiero.

A fines de 1969, el senador Renán Fuentealba denunció ante el Parlamento que la CIA estaba preparando un golpe en Chile. El embajador de Estados Unidos en Santiago, Edwards Korry, no hablaba con el canciller Gabriel Valdés ni tampoco con el cardenal Raúl Silva Henríquez. Sí lo hacía con Eduardo Frei en su casa de calle Hinderburg24.

1.12. La Unidad Popular

En agosto de 1969, la dirección del PS proclamó a Allende como su candidato presidencial, con 13 votos a favor y 14 abstenciones, entre ellas las de Carlos Altamirano, Clodomiro Almeyda y Aniceto Rodríguez. Este último, jefe del partido y candidato rival de Allende, sostuvo que un amplio sector de la dirección nacional y de la militancia lo apoyaba a él, y que las tres derrotas anteriores no hacían de Allende el candidato más indicado para las elecciones de 1970. Sin embargo, agregó Rodríguez, y a pesar de que la mayoría lo respaldaba, él decidió renunciar a su candidatura para evitar que la derrota de Allende dividiera al socialismo y al movimiento popular revolucionario. La posición del «Cheto» también tenía otros fundamentos: antes del pleno efectuado en agosto, los miembros del Comité Central habían hecho un recorrido por los 35 comités regionales del PS en el país consultando las preferencias de los militantes entre los dos posibles candidatos. Solo dos de esos comités habían apoyado a Rodríguez. El partido, en sus bases, quería que Allende fuera su candidato y la dirección se vio forzada a proclamarlo.

Allende en Valparaíso en 1970.

En octubre se formó la Unidad Popular que integraron el FRAP, los radicales, el MAPU y la Acción Popular Independiente, API. El PC levantó como candidato a la Presidencia a Pablo Neruda; el MAPU a Jacques Chonchol, el PR a Alberto Baltra; el API a Rafael Tarud; y el PS a Salvador Allende. Se iniciaron de inmediato las discusiones para redactar el programa de gobierno y de los mecanismos para nominar al candidato común. Costó mucho elegir a Allende, pero finalmente se le designó el 22 de enero. El candidato planteó la «Vía chilena al socialismo», que incluyó la nacionalización del cobre y de los monopolios extranjeros, del comercio exterior, bancos, seguros y grandes empresas en los sectores claves de la economía para constituir el Área de Propiedad Social, dirigida por el Estado con participación de los trabajadores. También propuso acelerar la Reforma Agraria, reestructurar el poder legislativo y crear una cámara única llamada «Asamblea Popular», para mejorar las condiciones de vida de los sectores populares.

En la estructura de organización de la campaña de Allende se formaron los Comités de Unidad Popular, CUP, una gran red de organizaciones de base en fábricas, empresas, fundos, barrios, servicios, universidades y poblaciones, que trabajaron en cada realidad local y que ayudaron decisivamente al desarrollo de la política en el mundo popular25.

1.13. Rebelión en los cuarteles

En julio de 1967, el gobierno llamó a retiro a ocho generales, incluido el comandante en jefe del Ejército, general Bernardino Parada. Pocas semanas después hizo lo mismo con el comandante en jefe de la Armada, el almirante Jacobo Neumann. Una semana más tarde, en el tercer piso del Club de La Unión, decorado con claveles rojos y todas sus lámparas de arañas encendidas, se realizó un almuerzo en honor al marino. La manifestación la ofreció el almirante (r) Ronald Mc-Intyre, y estaban presentes Hugo Zepeda, Jorge Prat y Sergio Onofre Jarpa, entre otros destacados miembros de la derecha.

Entre corvina con mayonesa y pollo con champiñones, Mc-Intyre dijo que la destitución de Neumann había producido sorpresa y confusión. Pidió que se legislara para que los altos mandos de las Fuerzas Armadas se retiraran solo por enfermedad o extrema vejez y que, si se les pedía su renuncia, las causales deberían explicársele al Congreso para que todo el país las conociera. Más tarde, antes del último brindis, los asistentes comentaron con indisimulado entusiasmo las tácticas políticas de Onganía, Castelo Branco y otros militares que en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay dirigían gobiernos castrenses. Varios de esos nuevos regímenes militares tenían su raíz ideológica en el integrismo católico y en las relaciones establecidas por oficiales de diversos países en la Europa de la posguerra.

Los nacionalistas, insertos en el nuevo partido de la derecha, con el apoyo de los parlamentarios del sector y los medios de comunicación afines, se transformaron en voceros de las demandas de la oficialidad joven. Tal apoyo político fue acompañado de actividades secretas para alentar los actos sediciosos que comenzaron a impulsar los uniformados «rebeldes».

Durante la administración del presidente Frei Montalva, las fuerzas armadas sufrieron su peor momento como corporación, cuando el presupuesto que había promediado en un 13%, cayó al 9%, provocando una serie de movimientos de descontento entre la oficialidad joven y la suboficialidad, tales como el «Manifiesto de los tenientes», la «renuncia» de los estudiantes de la Academia de Guerra y el denominado «Tacnazo».

Se acentuó la presencia militar estadounidense, el respaldo oficial a la Unitas, reuniones de inteligencia con argentinos y norteamericanos, la creación de escuela de comandos y otras iniciativas que fortalecieron la política antisubversiva. Un año antes los oficiales del Ejército se habían indignado cuando el alto mando pidió a la Infantería de Marina, de formación estadounidense, que instruyera a los alumnos de la Escuela de Suboficiales.

En mayo de 1967, la oficialidad joven de la Armada entregó una carta a su alto mando y a las autoridades políticas donde manifestó «la urgente necesidad de mejores medios técnicos y de alza en los sueldos». La misiva, denominada por la prensa como el «Manifiesto de los tenientes», mostró la inquietud de los mandos medios de la Escuadra Nacional, convencidos de lo que para ellos era una evidente desidia de sus jefes y de las autoridades políticas.

En agosto de ese año, se publicó una carta en el diario El Mercurio, supuestamente escrita por un comandante, que resumía el pensamiento de un sector importante de los militares y que en parte señalaba: «...no tenemos derecho a deliberar en política; pero no somos tarados mentales», agregando que «en estos momentos está, justamente, produciéndose efervescencia en nuestra oficialidad joven y nada bueno puede traer». En su carta, el firmante «coronel NN», exigía remuneraciones dignas para los uniformados y un aumento en el presupuesto destinado a la defensa.

Coincidentemente empezó a circular el libro «Frei frente a frente. El Kerensky chileno», editado en Buenos Aires por Fiducia, donde se afirmaba que «elementos de las tres armas estarían seriamente contrariados con el proceso de izquierdización que el gobierno está promoviendo en todos los sectores de la vida nacional». En un subcapítulo titulado «Insatisfacción en los medios militares», se publicó un cuadro comparativo de los sueldos pagados en la Corporación de la Reforma Agraria, Cora, y en la Corporación de Mejoramiento Urbano, Cormu, versus los obtenidos por los oficiales de las Fuerzas Armadas. Bajo el cuadro se comentaba: «Esto significa que un muchacho de 18 años, con 4° año de humanidades, que recién entraba a prestar servicios en Cora o Cormu (democratacristiano desde luego, como todos los que se habían instalado en esos y otros servicios), ganaba más que un general de Ejército o de otras Fuerzas Armadas, con cuarenta años de servicio y con muchas jornadas de intensa preparación y perfeccionamiento profesional»26.

Funcionarios de la misión militar de Estados Unidos en Santiago entregaron a oficiales chilenos varias listas de las remuneraciones de uniformados de los diversos países latinoamericanos. Los chilenos aparecían comparativamente en los escalones más bajos27.

Por esos días se congregó en el Club Militar más de un centenar de oficiales jóvenes del Ejército. En el encuentro, conocido como la «Reunión de la Pílsener», los uniformados deliberaron acerca de la mala situación económica que tenían y la actitud poco comprometida que manifestaba el alto mando frente a la frustración profesional y personal que los afectaba.

El 18 de marzo de 1968 se realizó una asamblea en el Club Militar a la que asistieron 45 capitanes, tenientes y subtenientes, todos del Ejército. Pretendían ponerse de acuerdo para ir al Congreso Nacional y reclamar por la postergación de los ascensos de veinte oficiales, entre coroneles y generales. Acusaban al gobierno de usar a los militares en la represión en las zonas de Emergencia de Chuquicamata y El Teniente28.

La rebeldía militar estalló el 1º de mayo en la Academia de Guerra del Ejército, cuando 98 de los oficiales alumnos pertenecientes al curso regular y al de informaciones, a través de sus profesores jefes, presentaron individualmente su renuncia a la institución. En la Academia Politécnica, en tanto, otros 54 tomaron igual decisión.

Aquella actitud, la más grave de las ocurridas hasta ese instante, fue gatillada por la paralización en el Congreso del proyecto de aumento de las remuneraciones del personal de las Fuerzas Armadas, en contraste con la rapidez con que se había aprobado el reajuste de la dieta de los congresistas pocos días antes29.

La crítica al alto mando que llevó consigo las «renuncias» significó para el entonces comandante en jefe del Ejército, general Luis Miqueles Caridi, ser llamado a retiro junto a los generales Jorge Quiroga Mardones, René Cabrera Soto y Rodolfo Abé Ortiz. El ministro de Defensa, Juan de Dios Carmona, fue reemplazado por el general (r) Tulio Marambio Marchant. El mando del Ejército lo asumió el general Sergio Castillo Aránguiz, primo de los hermanos Jaime y Fernando Castillo Velasco y tío de Raúl Troncoso Castillo, prominentes figuras del PDC.

A fines de 1968, el Movimiento de Acción Democrática publicó en la prensa un llamado al expresidente Jorge Alessandri para que aceptara ser candidato en las próximas elecciones de septiembre de 1970. Un comité de recolección de firmas encabezó la iniciativa, integrado por Eduardo Boetsch, Adolfo Silva Henríquez, Jaime Guzmán Errázuriz, Guillermo Feliú Cruz, Jorge Délano y Hugo Gálvez. Ese movimiento se amplió, en marzo de 1969, al Movimiento Independiente Alessandrista que encabezó Ernesto Pinto Lagarrigue y formaron Ernesto Ayala, Eduardo Boetsch, Guillermo Carey, Carlos Cruz-Coke Ossa, Jaime del Valle Alliende, Jorge Délano, Hugo Gálvez, Jaime Guzmán Errázuriz, Eugenio Heiremans, Fernando Léniz, Eliodoro Matte, Luciano Morgado, Enrique Ortúzar, Julio Phillippi Izquierdo, Miguel Schweitzer, Gisela Silva Encina, Rafael Valdivieso Ariztía, Federico Willoughby y Antonio Zamorano, entre otros.

El malestar en el Ejército se encauzó a través de dos altos oficiales que aparecieron como líderes naturales. Los oficiales de las armas de Infantería y Blindados se identificaron con el mayor Arturo Marshall Marchesse; y, los de Artillería, Ingeniería y Caballería, con el general Roberto Viaux Marambio.

En 1969 irrumpió públicamente la figura de un militar conocido y respetado en los cuarteles como era el recién ascendido general de brigada Roberto Viaux Marambio, comandante en jefe de la Primera División del Ejército. Viaux había expresado ya su creciente inquietud por el estado en que se encontraba su institución e incluso pidió en tres ocasiones una entrevista con el presidente Frei, pasando por encima de sus superiores. Como respuesta, le notificaron que el mandatario «no recibiría a ningún general antes de que se reúna la Junta Calificadora.». Viaux decidió entonces escribir una extensa carta al gobernante, fechada el 2 de octubre, donde le expresaba todas sus aprehensiones por la situación de la defensa nacional.

En la misiva enumeró seis problemas que consideró principales: Situación de la Planta del Ejército, Falta de material y equipo, Infraestructura, Situación Económico Social, Incumplimiento de promesas y Situación Moral y Disciplinaria.

Viaux retuvo la carta mientras efectuaba algunas últimas gestiones para ser recibido por Frei. Mientras, varios integrantes del alto mando consideraron que la conducta del oficial rayaba en la insumisión, y el 16 de octubre la Junta Calificadora del Ejército resolvió llamarlo a retiro junto a otros dos generales. Enterado de la noticia, Viaux se negó a cursar su baja de la institución. Ese mismo día decidió enviar al presidente Frei la carta que le había escrito.

El 17 de octubre, el diario vespertino La Segunda divulgó una declaración pública dirigida al presidente Frei, suscrita por sesenta oficiales de la Primera División que rechazaban el llamado a retiro de Viaux. Lo mismo hizo La Estrella del Norte y El Mercurio de Antofagasta, periódicos de Agustín Edwards.

Viaux regresó a Santiago y el 21 de octubre, apoyado por su suegro, el coronel (r) Raúl Igualt, y varios otros militares que lo visitaron durante el día anterior, encabezó el alzamiento del regimiento de artillería Tacna.

Viaux llegó al Tacna a las siete de la mañana y recibió el apoyo de la Escuela de Suboficiales y del Batallón de Tanques. En las horas siguientes adhirieron el Batallón de Intendencia, los alumnos de la Academia de Guerra y de la Academia Politécnica Militar, la Escuela de Fuerzas Especiales, la Escuela de Telecomunicaciones y la Guardia del Ministerio de Defensa, además de varias decenas de oficiales de la Escuela de Infantería y de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes. Las tropas del Tacna, además, tenían bajo control los Arsenales de Guerra y los depósitos de armas y municiones de Batuco. Sabían también que la gran mayoría de las unidades del Ejército no estaban dispuestas a marchar en su contra.

Mientras el alto mando reaccionaba para tratar de dominar la rebelión, el general Viaux llamó a la prensa y aseguró que el movimiento «que se ha generado en el Ejército es absolutamente profesional, motivado por la crítica situación económica que afecta a las Fuerzas Armadas».

La actitud «gremialista» de los líderes del levantamiento concitó un considerable respaldo en las filas de las Fuerzas Armadas, obligando al gobierno a satisfacer las condiciones exigidas por Viaux, las que fueron resumidas en el «Acta del Tacna». En los días siguientes se llamó a retiro al entonces comandante en jefe, general Sergio Castillo, y a seis oficiales generales. También se removió al ministro de Defensa, general (r) Tulio Marambio. Por antigüedad le correspondía asumir el mando del Ejército al general Guillermo Mahn, considerado por Viaux como el más apto. Sin embargo, el presidente Frei optó por la segunda antigüedad, el general René Schneider, quien se encontraba al mando de la Quinta División de Ejército con asiento en Punta Arenas.