El hijo del viento - María Eugenia Saby - E-Book

El hijo del viento E-Book

María Eugenia Saby

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Beschreibung

¿Es posible vivir una vida digna y feliz, aunque haya sucedido un hecho tan relevador y angustiante que involucra la oscuridad y que saca a relucir aquel ser que habitaba en vos, pero que hasta ese momento jamás habías conocido? ¿Cómo es posible que convivan en una sola alma tantos sentimientos, angustias y dolores que te empujan al fondo de aquel océano de aguas gélidas y profundidades lúgubres, pero que, al tocar el fondo, una fortaleza te invada desde el centro de tu cuerpo, para tocar base y salir en búsqueda de nuevos aires que te llenen de oxígeno suficiente para nadar sobre cualquier corriente, contra todo viento, en búsqueda de aquellas porciones de tierras donde finalmente sentimos que pertenecemos? Estoy segura de que los caminos solo pueden encontrarse cuando nos encontramos a nosotros mismos, a través de todas aquellas situaciones que nos desestabilizan, pero que, por medio de la transformación propia de cada esencia, nos llevan a descubrir cuánto amor somos capaces de dar, recibir y expresar.

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Seitenzahl: 62

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Saby, María Eugenia

El hijo del viento / María Eugenia Saby. - 1a ed - Córdoba : Tinta Libre, 2024.

68 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-875-2

1. Autobiografías. 2. Relatos Personales. 3. Superación Personal. I. Título.

CDD 808.883

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Saby, María Eugenia

© 2024. Tinta Libre Ediciones

Vos de aquel lado, yo de este lado.

Vos en mí, yo a través de vos.

Vos, mi corazón; yo, tu corazón.

Vos, mi vida; yo, tu vida.

Vos mi hijo, yo tu mamá. Yo tu hija, vos mi maestro.

Vos mi piel, yo tu piel.

Sigo celebrando tu nacimiento, nuestro nacimiento.

Gracias para siempre.

Todos y cada uno de los días.

Agradecimientos

Creo en el poder de la gratitud y en que si se comparte es aún más poderosa, porque se multiplica irrefrenablemente.

Este espacio lo dedico a las personas que me han brindado su apoyo absoluto en todos estos años, que me han prestado su hombro para llorar, que me han escuchado, me han dado amor o algún consejo o simplemente un abrazo cuando no había nada para decir y todo para sostener.

Principalmente, a mi musa inspiradora: mi hijo Pedro, protagonista de esta historia. A mi familia directa, mis hermanos Maximiliano y Juan Pablo, mi mamá Liliana y mi papá Carlos, que se sumó hace poco para expresar sus sentimientos para con su nieto: finalmente lo logró, pudo expresarse y salir de ese dolor que le impedía canalizarlo y transformarlo en amor.

A mi terapeuta, María Ángel, un ser increíble que la vida se encargó de poner en mi camino.

A mis sobrinas Julieta y Agostina y a mi ahijada Pía, que son la luz de mis días y han sido el faro de mis noches de oscuridad.

A mis seres de luz, que me enviaron toda su energía para poder concluir este libro ya que venía de años de estar en pausa: Gabriela Quinteros, Gabriela Cragnolini, Carla Ricci, Jesús Aravena, Miriam Rodríguez, Sandra A. López, Miriam S. Barrionuevo, Laura Baima.

Por supuesto, a mis amigas más queridas: Viviana Pereyra, Belén Izquierdo, Virginia Espeche, Carla Nieto, Marianita Altamira.

Y por último al papá de mi hijo: si bien nuestras vidas tomaron rumbos diferentes, sin él nunca hubiese llegado a ser la mamá que fui.

Introducción

Este libro se escribió desde la conciencia del amor, pero llegó a través de la intensa oscuridad y el dolor. Fue mutando, recobrando fuerzas, sanando heridas desde adentro hacia afuera hasta transformarse.

Nació de un amor que no conoce de límites ni de espacios, de tiempos ni de barreras, porque todo lo puede.

De un amor que aprendí a contemplar dentro de la misma naturaleza, como en las semillas que se esparcen sobre los suelos áridos y son desplazadas por los vientos para generar nuevas vidas.

Tras una larga gestación llegó el momento de que salga a la luz.

El hijo del viento

CAPÍTULO I

Mañanas de octubre

Era una mañana de octubre distinta a cualquier otra, la de una primavera poco convencional que aletargaba los despertares de las flores.

El frío estaba presente, casi un invierno de pleno julio nos visitaba. La sala olía a jazmines, aunque no contábamos con su presencia.

La lluvia se espesaba con el transcurrir de las horas, las nubes eran protagonistas de aquel día que recién comenzaba.

La vida se percibía con coraje, amor y alegría, no había dudas sobre la felicidad que su llegada al mundo nos traería.

Lo había esperado por treinta y tres años. Su nombre era sinónimo de fortaleza y persistencia: sabía que iba a llamarse Pedro desde que era una niña, casi parecía un pacto de amor que trascendía vidas, mundos y sueños.

Lo había visualizado tomado de mi mano por lo menos un millón de veces, caminábamos juntos por bosques de eucaliptus, él se alejaba corriendo por el sendero de pajas bravas con coloraciones amarillas y yo intentaba seguirlo, tratando de no perder la nitidez de su presencia.

Su ropa olía a las manos de las abuelas que habían colaborado con la preparación de su primer ajuar. El bolso se encontraba a medio hacer, la cuna aún no estaba ubicada en el cuarto (de hecho, seguía en la caja, como el día que la habíamos comprado cuatro meses antes).

Me sentía plena, maga, una alquimista de mi vida; el poder crecía dentro de mí y a través de mí. Una leona se reflejaba en el espejo cada vez que me miraba. Convivían la ilusión y la incertidumbre en mi mente. ¿Es que acaso sería yo lo suficientemente capaz y digna de recibir tanto amor?

El sillón de la sala adoptaba la figura de nuestros cuerpos, casi podía sentir su abrazo de contención cada vez que me recostaba sobre él: me hundía como en un cielo de nubes acolchonadas, de vientos cálidos que avecinaban cambios.

Por momentos me sentía impaciente, la casa murmuraba con los ecos de la lluvia que al impactar sobre las macetas que estaban en el balcón despertaban un olor a tierra y humedad que me recordaba el origen de las raíces.

En el cuarto de la casa, un velón blanco con fragancia a vainilla reposaba justo al lado de un cuadro con un oso polar blanco con bufanda y orejeras; su nombre rezaba Pedro. Lo había preparado yo misma dos días antes para la puerta de su cuarto, y parecía haber predicho el clima de esa semana.

La maleta a medio hacer sobre la mesa del comedor murmuraba nostalgias, por momentos alegrías, por momentos angustias; un viaje pactado al norte del país se materializaba por ese entonces. El motivo era un trabajo que había surgido medio de imprevisto para el papá de Pedrito.

Nada podía salir mal, la fecha de su nacimiento estaba prevista, por cesárea programada, para una semana después. La ilusión de comenzar un dulce noviembre era esperanzadora, aquella familia que por años habíamos deseado nos había sumergido en un mar cristalino de aguas cálidas, profundas, dignas de ser recorridas aun con la incertidumbre del abismo. En nuestra imaginación, siempre una mano se estrechaba sobre la otra para salir a flote cuando las vistas sobre la tierra parecían inalcanzables.

En el umbral de la puerta, un fuerte abrazo de despedida fundió nuestros corazones y convirtió los tres en uno supergigante: no había tiempo de separarnos, ya estábamos ligados unos con otros, nos percibíamos completos, felices, eternos.

La puerta de salida se cerró y en el interior quedamos nosotros dos, ligados aún por la perfecta naturaleza del cordón umbilical que nos unía por dentro. También en la sala estaba nuestro Alfonso, un gato amarillo que había llegado a nuestras vidas dos años antes para hacernos comprender la responsabilidad y el amor que un nuevo ser traería a nuestra casa.

Estábamos completos, no había nada más que pudiéramos desear, era el sueño de cualquier persona que siguiera los estándares típicos de una familia convencional: la casa, el auto, la mascota y nuestro hijo en camino.

CAPÍTULO II

Juntos a distancia

Las horas fueron pasando, y el miedo tocó a mi puerta por primera vez. No lo sentía moverse.