El Individuo Soberano - William Rees-Mogg - E-Book

El Individuo Soberano E-Book

William Rees-Mogg

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Beschreibung

Dos reconocidos asesores de inversión y autores del bestseller The Great Reckoning muestran tanto las corrientes de desastre como el potencial de prosperidad y renovación frente a los cambios radicales en la historia de la humanidad a medida que avanzamos hacia el próximo siglo. El Individuo Soberano detalla las estrategias necesarias para adaptarse financieramente a la siguiente fase de la civilización occidental. Pocos observadores de finales del siglo xx toman tan proféticamente el pulso del realineamiento político y económico global que marca el comienzo del nuevo milenio como lo hacen James Dale Davidson y Lord William Rees-Mogg. El Martes Negro confirmó la audaz predicción que hicieron del desastre en Wall Street en Blood in the Streets. En su bestseller siguiente, The Great Reckoning, publicado pocas semanas antes del intento de golpe de Estado contra Gorbachov, analizaron el colapso inminente de la Unión Soviética y predijeron la guerra civil en Yugoslavia y otros eventos que han estado entre los acontecimientos más importantes de los últimos años. En The Sovereign Individual, Davidson y Rees-Mogg exploran la mayor transición económica y política en siglos: el cambio de una sociedad industrial a una sociedad basada en la información. Esta transición, que han denominado «la cuarta etapa de la sociedad humana», liberará a los individuos como nunca, alterando irrevocablemente el poder del gobierno. Este libro excepcional reemplazará las falsas esperanzas y ficciones con una nueva comprensión y claros valores.

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EL INDIVIDUO SOBERANO

Una guía para dominar la transición hacia la era de la información

James Dale Davidson

Lord William Rees-Mogg

Titulo original: The Sovereign Individual, 1997

© Del texto: James Dale Davidson, William Ress-Mogg

© De la introducción: Miguel Anxo Bastos Boubeta

Editores: Adolfo Contreras y Javier Maestre

Traducctores: Marta Orrontia, May Parra, John Gil y Eliana Vivas Rivas

Esta edición: mayo 2022

ISBN papel: 978-84-685-6567-5

ISBN epub: 978-84-685-6568-2

Depósito legal: M-14309-2022

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

Nueva introducciónEL INDIVIDUO SOBERANO

Prólogo original

Capítulo 1 LA TRANSICIÓN DEL AÑO 2000La cuarta etapa de la sociedad humana

Capítulo 2LAS TRANSFORMACIONES MEGAPOLÍTICAS DESDE UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA

Capítulo 3AL ESTE DEL EDÉNLa revolución agrícola y la sofisticación de la violencia

Capítulo 4LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA POLÍTICAParalelismos entre la decadencia senil de la santa madre Iglesia y el Estado niñera

Capítulo 5LA VIDA Y LA MUERTE DEL ESTADO-NACIÓNDemocracia y nacionalismo como recursos estratégicos en la era de la violencia

Capítulo 6La megapolítica de la era de la informaciónEl triunfo de la eficacia por encima del poder

Capítulo 7Trascender lo localLa aparición de la cibereconomía

Capítulo 8 EL FIN DE LA ECONOMÍA IGUALITARIALa revolución de la capacidad de ganar dinero en un mundo sin empleo

Capítulo 9EL NACIONALISMO, LA REACCIÓN Y LOS NUEVOS LUDITAS

Capítulo 10EL CREPÚSCULO DE LA DEMOCRACIA

Capítulo 11MORAL Y CRIMEN EN LA «ECONOMÍA NATURAL» DE LA ERA DE LA INFORMACIÓN

EpílogoLA DESCENTRALIZACIÓN Y LA LEY DE LOS RENDIMIENTOS MARGINALES DECRECIENTES

Apendice RECURSOS PARA LOGRAR LA INDEPENDENCIA

Nueva introducciónEL INDIVIDUO SOBERANO

Nuestra época es cuando menos peculiar en relación a sus libros y a otros objetos culturales. Se desprecia a sí misma y por tanto olvida rápidamente sus grandes obras mientras que reverencia al pasado que, cuanto más remoto, más apreciado es. El descubrimiento de algún olvidado fragmento de un poema o un drama griego es acogido con reverencia y estudiado hasta la extenuación, mientras que obras maestras de hace veinte o veinticinco años son enterradas en el polvo de las bibliotecas universitarias. Esta es una de ellas, felizmente reeditada y ahora traducida. Podríamos pensar que veinticinco años son demasiados para una obra prospectiva de las características de esta, pero para nada. El tiempo no parece haber pasado por ella, primero porque muchas de sus predicciones, como la de las cibermonedas que eran solo un sueño en aquellos tiempos, se han visto confirmadas tanto en su difusión como en las consecuencias potenciales que traerían tanto en el ámbito político como en el económico y social. Después, porque hace un análisis teórico de primer nivel sobre el poder, siguiendo especialmente la obra del olvidado Frederic Lane, y por último por sus intuiciones sobre las guerras y el futuro de los Estados-nación. Hay un aliento libertario en todo el libro, en el que se nos muestra la verdad histórica acerca de los Estados y de las instituciones que estos establecen para consagrar su dominio.

Pero hay mucho más que contar en el libro. La historia del ahorro, por ejemplo, casi nunca ha sido narrada como en este libro. El ahorro no solo no fue un invento del capitalismo moderno, sino una precondición sin la cual nuestros antepasados habrían perecido de hambre y falta de abrigo en los largos y duros inviernos de tiempos pasados, mucho más fríos que en la actualidad y rodeados de fieras que pronto darían buena cuenta de ellos de no haber sido previsores y acumulado alimentos y construido refugios, privándose de ellos en los felices días del verano. La pérdida de los valores tradicionales de ahorro en nuestras sociedades sería también un rasgo propio de la modernidad. Los autores lo ligan, en un muy interesante capítulo, con la pérdida de la capacidad de sacrificio de nuestros contemporáneos. El ahorro no deja de ser una pérdida de utilidad inmediata a cambio de alguna hipotética mejor situación en el futuro. Requiere por tanto de una gran capacidad de autocontrol y de disciplina que precisan a su vez de algún sistema de valores morales que les dé sentido. En la época en la que la caballería imperaba en Europa, como nos recuerda Pierre Vial en un excelente libro, era frecuente entre los estratos más nobles de la población la realización de votos o juramentos mediante los cuales los individuos se autoinfligían castigos o se prohibían a sí mismos la realización de determinadas actividades, por otra parte legítimas. Estas prácticas, de origen religioso, se trasladaron a los caballeros y de ahí se difundieron en mayor o menor grado entre el resto de la población. No era infrecuente el voto de castidad o la mortificación de la carne en aquellos tiempos, o las promesas a los santos a cambio de algún favor celestial. Promesas, algunas quedan hoy, que podían implicar desde el pesado traslado de imágenes del santo en alguna procesión a limosnas o recorrer de rodillas o en alguna postura incómoda grandes distancias para adorarlo. La consecuencia es que aquellas poblaciones interiorizaban el sacrificio si era preciso en orden a algún bien superior y sabían afrontar las molestias de algún infortunio o una alteración radical en su forma de vida. No es de extrañar tampoco que el ahorro surgiese en un sistema de valores tal, pues el ahorro no deja de ser también una molestia autoimpuesta sin más motivo que el de la previsión de un futuro incierto o, mejor aún, para poder disfrutar de las ventajas de la independencia y la soberanía individual.

Pero nuestras sociedades, como bien ilustran los autores, ya no son así. Se pierde el valor de la palabra dada, primero a nosotros mismos y luego a los demás. Promesas de fidelidad en la pareja, en los negocios o en la política quedan pues en nada y el resultado es una sociedad menos confiable, o, peor aún, que dependa del Estado para el cumplimiento de nuestras obligaciones. Pero esta pérdida de la capacidad de aguante y del autocontrol lleva también a un mayor control de los estados sobre nuestras vidas y haciendas, pues no es casual tampoco la dinámica impositiva que padecemos tan bien descrita en esta obra. Si no somos capaces de atender a nuestros mayores, muchas veces por no sacrificar placeres inmediatos, o si no somos capaces de guardar algo para nuestra vejez esto querrá decir que dependeremos inexorablemente de los Estados en nuestra vejez. Sino somos capaces de sufrir pequeñas pérdidas de calidad de vida, la consecuencia, en nuestras modernas sociedades democráticas, será que los gobiernos no osarán realizar de forma anticipada los ajustes pertinentes en caso de una crisis y esta se agravará más aún. La consecuencia en cualquier caso es una pérdida de la sagrada independencia del ser humano moderno y su sometimiento a las organizaciones estatales en cada vez más ámbitos.

El tópico de la decadencia de nuestra civilización ya no es tal. Está pasando a ser una realidad y en este gran libro se describe su proceso. Las posibles soluciones también se esbozan en el libro. Desde el abandono del dinero estatal a la reducción en alcance de intervención y en el tamaño geográfico de los Estados-nación, dinámica imparable según los autores. Ni la forma de la guerra ni la atención de los numerosos problemas sociales es la adecuada en los megaestados modernos, incluyendo la Unión Europea. Si se quiere preservar al individuo soberano no hay otra solución y aquí se expresa de forma inmejorable. Pero me temo que este libro va seguir vigente otros veinticinco años más, pues la dinámica de cambio social que lo permitirá si bien se esboza, aún no está del todo madura.

Miguel Anxo Bastos Boubeta

Prólogo original

Los hombres medievales menospreciaban la voluntad. Consideraban a los humanos como heridos y débiles. Pero respetaban el intelecto. Pensaban que incluso los humanos, si pensamos cuidadosamente, tenemos el poder de responder a las preguntas más profundas de Dios y del universo.

Los hombres modernos idolatran la voluntad, pero menosprecian el intelecto. La sabiduría de las multitudes; el giro de partículas aleatorias; la influencia de los sesgos inconscientes: todos estos clichés contemporáneos son formas de hablar de la debilidad intelectual, o formas de convencernos de ella.

Lord William Rees-Mogg y James Dale Davidson no prometen respuestas sobre Dios y el Universo, ni tampoco las proporcionan. Pero su investigación de la megapolítica —una anatomía de las fuerzas que actúan en la historia y un conjunto de predicciones para el futuro próximo— es inusual, o incluso contracultural, porque aplica la razón humana a asuntos que nos han enseñado a dejar al azar o al destino.

Al mirar atrás, casi un cuarto de siglo después de la primera publicación de El individuo soberano, lo más fácil de hacer, y lo más alentado por la cultura que nos rodea, sería buscar en qué se equivocaron, casi como para asegurarnos de que no tenía sentido pensar cuidadosamente en el futuro.

Y, por supuesto, hay algunas cosas que erraron: sobre todo, el ascenso de China. La República Popular China del siglo xxi, bajo el Partido Comunista, ha creado su propia versión de la Era de la Información con características decididamente nacionalistas, étnicamente homogéneas y profundamente estatistas. Este es probablemente el mayor desarrollo megapolítico desde que se publicó el libro. Por citar solo una ilustración clave, la China comunista ha aplastado la ciudad estado de Hong Kong, mientras que Rees-Mogg y Davidson habían descrito Hong Kong como «un modelo mental del tipo de jurisdicción que esperamos ver florecer en la era de la información».

Por un lado, se trata de un punto ciego por parte de los autores. Por otro lado, puede parecer que el politburó de China debe haber sido un gran lector de El individuo soberano. Solo a través de una conciencia única a largo plazo que mira hacia atrás, hacia Lenin y Stalin, así como hacia adelante, hacia la era de la información, los líderes del partido prevalecieron en medio de las tendencias analizadas por este libro.

Estas tendencias —la economía de «el ganador se lo lleva todo», la competencia jurisdiccional, el abandono de la producción en masa y la discutible obsolescencia de la guerra interestatal— siguen vigentes hoy en día. El auge de China no es tanto una refutación de Rees-Mogg y Davidson como un aumento drástico de los intereses que describieron.

En realidad, el gran conflicto sobre nuestro futuro megapolítico no ha hecho más que empezar. En la dimensión de la tecnología, el conflicto tiene dos polos: la IA y las criptomonedas. La inteligencia artificial ofrece la perspectiva de resolver por fin lo que los economistas llaman el «problema del cálculo»: la IA podría, en teoría, hacer posible el control centralizado de toda una economía. No es casualidad que la IA sea la tecnología favorita del Partido Comunista de China. La criptografía fuerte, en el otro polo, ofrece la perspectiva de un mundo descentralizado e individualizado. Si la IA es comunista, la criptografía es libertaria.

El futuro puede estar en algún lugar entre estos dos polos extremos. Pero sabemos que las acciones que realicemos hoy determinarán el resultado global. La lectura de El Individuo Soberano en 2020 es una forma de pensar cuidadosamente en el futuro que tus propias acciones ayudarán a crear. Es una oportunidad que no debe desperdiciarse.

Peter Thiel

6 de enero de 2020

Los Ángeles

A Annunziata y Brooke,

individuos soberanos en el nuevo milenio

El futuro es desorden. Puertas como esta se han abierto cinco o seis veces desde que nos incorporamos en nuestras patas traseras. Es el mejor tiempo para estar vivo, cuando prácticamente todo lo que creías saber es incorrecto.

Tom Stoppard, Arcadia

Capítulo 1 LA TRANSICIÓN DEL AÑO 2000La cuarta etapa de la sociedad humana

Parece que algo grande está a punto de suceder: los gráficos nos muestran el crecimiento anual de las poblaciones, las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, las direcciones de la red y los megabytes por dólar. Se elevan hasta una asíntota más allá del cambio de siglo: La singularidad. El fin de todo lo que sabemos. El comienzo de algo que tal vez nunca entendamos1.

DANNY HILLIS

PREMONICIONES

La llegada del año 2000 ha alimentado la imaginación occidental en los últimos mil años. Como el mundo no se acabó en el primer milenio después de Cristo, teólogos, evangelistas, poetas, videntes y ahora incluso los programadores de computadoras han mirado el final de esta década esperando que traiga consigo algo trascendental. Nada menos que una autoridad como Isaac Newton especuló que el mundo terminaría en el año 2000. Michel de Nostradamus, cuyas profecías han sido leídas por todas las generaciones desde que se publicaron por primera vez en 1568, pronosticó la venida del Tercer Anticristo en julio de 19992. El psicólogo suizo Carl Jung, conocedor del inconsciente colectivo, imaginó el nacimiento de una nueva era en 1997. Tales pronósticos pueden ser fácilmente ridiculizados, como también pueden serlo los sobrios pronósticos de economistas como el doctor Edward Yardeni del Deutsche Bank Securities, que espera que el mal funcionamiento de los ordenadores en la medianoche del cambio de milenio «altere toda la economía global»3. Pero ya sea que se vea el problema informático del Y2K como una histeria infundada, creada por programadores informáticos y consultores de Tecnología de la Información para mover el negocio, o como un misterioso caso de una tecnología que se desarrolla en concierto con la imaginación profética, no se puede negar que lo que ocurra la víspera del milenio emociona más que las habituales dudas morbosas sobre hacia dónde tiende el mundo.

Una sensación de inquietud sobre el futuro ha comenzado a manchar el optimismo que ha caracterizado a las sociedades occidentales los últimos 250 años. La gente en todas partes está indecisa y preocupada. Se les ve en la cara. Se les escucha en su conversación. Se ve reflejado en las encuestas y está registrado en las urnas. Así como un cambio físico invisible de iones en la atmósfera indica que una tormenta eléctrica es inminente incluso antes de que las nubes se oscurezcan y caigan los rayos, así ahora, en el crepúsculo del milenio, las premoniciones de cambio están en el aire. Una persona tras otra, cada una a su manera, siente que a esta forma de vida moribunda se le acaba el tiempo. A medida que la década expira, un siglo asesino expira con ella, y también un glorioso milenio de logros humanos. Todo llega a su fin con el año 2000.

No hay nada encubierto que no haya de ser manifestado, ni oculto, que no haya de saberse.

MATEO 10:26

Creemos que la fase moderna de la civilización terminará con él. Este libro cuenta por qué. Como muchas obras anteriores, este es un intento de ver la oscuridad a través del cristal, de esbozar las vagas formas y las dimensiones de un futuro que aún está por ser. En ese sentido, pretendemos que nuestro trabajo sea apocalíptico, en el significado original de la palabra. Apokalipsis significa ‘develar’ en griego. Creemos que una nueva etapa de la historia, la era de la información, está a punto de ser develada.

Estamos observando los comienzos de un nuevo espacio lógico, una electrónica instantánea en todas partes, a la que podemos acceder, entrar y experimentar. En resumen, hemos comenzado un nuevo tipo de comunidad. La comunidad virtual se convierte en el modelo para un Reino de los Cielos secular: como Jesús dijo que había muchas mansiones en el Reino de su Padre, así hay muchas comunidades virtuales y cada una refleja sus propias necesidades y deseos.

MICHAEL GRASSO4

LA CUARTA ETAPA DE LA SOCIEDAD HUMANA

El tema de este libro es la nueva revolución del poder, que está liberando a los individuos a expensas del Estado-nación del siglo xx. Las innovaciones que alteran la lógica de la violencia de formas nunca antes vistas están transformando los límites dentro de los cuales debe enmarcarse el futuro. Si nuestras deducciones son correctas,nos encontramos en el umbral de la revolución más radical de la historia. Más rápido de lo que la mayoría imagina, el microprocesamiento subvertirá y destruirá el Estado-nación, creando nuevas formas de organización social en el proceso. Esta no será una transformación sencilla.

El desafío que planteará será mayor porque sucederá con una rapidez increíble en comparación con cualquier cosa vista anteriormente. A lo largo de la historia de la humanidad, desde sus inicios más tempranos hasta ahora, solo ha habido tres etapas básicas de la vida económica: (1) sociedades cazadoras-recolectoras; (2) sociedades agrícolas, y (3) sociedades industriales. Ahora en el horizonte hay algo completamente nuevo, la cuarta etapa de la organización social: las sociedades de la información.

Cada una de las etapas anteriores de la sociedad se ha correspondido con fases claramente diferentes en la evolución y el control de la violencia. Como explicaremos en detalle, las sociedades de la información prometen reducir drásticamente el regreso a la violencia, en parte porque trascienden lo local. La realidad virtual del ciberespacio, lo que el novelista William Gibson caracterizó como una alucinación consensuada, estará tan lejos del alcance de los matones como la imaginación pueda soportarlo. En el nuevo milenio, la ventaja de controlar la violencia a gran escala será mucho menor de lo que ha sido en cualquier momento desde antes de la Revolución francesa. Esto tendrá profundas consecuencias. Una de ellas será el aumento de la delincuencia. Cuando la recompensa por crear violencia a gran escala decae, es probable que crezcan las ganancias que conlleva la violencia a menor escala. La violencia se volverá más aleatoria y localizada. El crimen organizado crecerá en alcance. Aquí explicamos por qué.

Otra implicación lógica de que no se regrese a épocas violentas es el eclipse de la política, que es el escenario del crimen de mayores proporciones. Hay mucha evidencia de que la adhesión a los mitos cívicos del Estado-nación del siglo xx se está erosionando rápidamente. La muerte del comunismo no es más que el ejemplo más notable. Como exploraremos en detalle, el colapso de la moral y la creciente corrupción entre los líderes de los gobiernos de Occidente no son consecuencias aleatorias. Son evidencia de que el potencial del Estado-nación se ha agotado. Incluso muchos de sus dirigentes ya no creen en los tópicos que proclaman. Tampoco les creen los demás.

La historia se repite

Esta es una situación con sorprendentes paralelismos en el pasado. Cada vez que el cambio tecnológico ha separado las viejas formas de las nuevas fuerzas móviles de la economía, los estándares morales cambian, y la gente comienza a tratar a los que están al mando de las viejas instituciones con creciente desdén. Esta repulsión generalizada a menudo se manifiesta mucho antes de que la gente desarrolle una nueva ideología coherente con el cambio. Así fue a finales del siglo xv, cuando la Iglesia medieval era la institución predominante del feudalismo. A pesar de la creencia popular en lo sagrado del oficio sacerdotal, tanto los rangos más altos como los más bajos del clero fueron despreciados, algo parecido a la actitud popular hacia los políticos y los burócratas de hoy5.

Creemos que se puede aprender mucho de la analogía entre la situación a finales del siglo xv, cuando la vida estaba completamente saturada por la religión organizada, y la situación actual, cuando el mundo está saturado con la política. Los costes de apoyar a la religión institucional a fines del siglo xv habían alcanzado extremos históricos, al igual que los costes de apoyar el gobierno han alcanzado hoy un extremo demencial.

Sabemos lo que sucedió con la religión organizada como resultado de la revolución de la pólvora. Los desarrollos técnicos crearon fuertes incentivos para reducir el tamaño de las instituciones religiosas y abaratar sus costes. Una revolución tecnológica similar está destinada a reducir radicalmente el Estado-nación a principios del nuevo milenio.

Hoy, tras más de un siglo de tecnología eléctrica, hemos extendido nuestro sistema nervioso central hasta abarcar todo el globo, aboliendo tiempo y espacio, al menos en cuanto a este planeta se refiere6.

MARSHALL MCLUHAN, 1964

La revolución de la información

A medida que se acelera el colapso de los grandes sistemas, la compulsión sistemática dejará de ser un factor que da forma a la vida económica y a la distribución del ingreso. La eficiencia será más importante que los dictados del poder en la organización de las instituciones sociales. Esto significa que las provincias e incluso las ciudades que, sin usar muchos recursos, pueden defender con eficacia los derechos de propiedad y administrar justicia, serán entes autónomos viables en la era de la información, como casi nunca lo han sido durante los últimos cinco siglos. Un nuevo ámbito de actividad económica, que no depende de la violencia física, surgirá en el ciberespacio. Los beneficios más obvios serán para la élite del conocimiento, que operará cada vez más fuera de las fronteras políticas. Ellos ya se sienten igualmente en casa en Frankfurt, Londres, Nueva York, Buenos Aires, Los Ángeles, Tokio o Hong Kong. Los ingresos serán más desiguales entre las diferentes jurisdicciones y más equitativos entre ellos.

El Individuo soberano explora las consecuencias sociales y financieras de este cambio revolucionario. Nuestro deseo es ayudar a que aprovechemos las oportunidades de la nueva era y evitemos ser destruidos por su impacto. Si sucediera solo la mitad de lo que esperamos, nos enfrentamos a un cambio de una magnitud tal que ha tenido pocos precedentes en la historia.

La transformación del año 2000 no solo revolucionará el carácter de la economía mundial, sino que lo hará más rápidamente que cualquier cambio anterior. A diferencia de la revolución agrícola, la revolución de la información no tardará milenios en hacer su trabajo. A diferencia de la revolución industrial, su impacto no se extenderá a lo largo de los siglos. La revolución de la información ocurrirá en el lapso de una vida.

Además, sucederá en casi todas partes a la vez. Las innovaciones técnicas y económicas ya no se limitarán a pequeñas porciones del mundo. La transformación será casi universal. Y supondrá una ruptura tan profunda con el pasado que casi dará vida al reino mágico de los dioses tal y como lo imaginaban las primeras poblaciones agrícolas, como la Grecia antigua. En mayor medida de lo que casi todos están dispuestos a aceptar ahora, resultará difícil o imposible preservar muchas instituciones contemporáneas en el nuevo milenio. Cuando las sociedades de la información tomen forma serán tan diferentes de las sociedades industriales como lo fue la Grecia de Esquilo del mundo de los habitantes de las cavernas.

PROMETEO DESENCADENADO: EL ASCENSO DEL INDIVIDUO SOBERANO

No conozco un hecho más alentador que la incuestionable capacidad del hombre de mejorar su vida a través de un esfuerzo consciente.

HENRY DAVID THOREAU

La próxima transformación trae tanto buenas noticias como malas. La buena noticia es que la revolución de la información liberará a los individuos como nunca antes. Por primera vez, aquellos que pueden educarse y motivarse a sí mismos serán casi completamente libres de inventar su propio trabajo y darse cuenta de todos los beneficios de su propia productividad. La genialidad se desatará, liberada tanto de la opresión del gobierno como de las restricciones de los prejuicios raciales y étnicos. En la Sociedad de la Información, nadie que sea verdaderamente capaz será detenido por las opiniones mal formadas de los demás. No importará lo que la mayoría de la gente en la tierra pueda pensar de su raza, su apariencia, su edad, sus inclinaciones sexuales o la forma en que lleva su pelo. En la cibereconomía nunca lo verán. Los feos, los gordos, los viejos, los discapacitados competirán con los jóvenes y los hermosos en igualdad de condiciones, en el anonimato ciego de las nuevas fronteras del ciberespacio.

Las ideas se convierten en riqueza

El mérito, donde quiera que surja, será recompensado como nunca antes. En un entorno donde la mayor fuente de riqueza serán las ideas que tenemos en la cabeza en lugar de solo el capital físico, cualquiera que piense con claridad puede ser potencialmente rico. La era de la información será la era de la movilidad social. Ofrecerá mucha más igualdad de oportunidades para los miles de millones de seres humanos en lugares del mundo que nunca compartieron plenamente la prosperidad de la sociedad industrial. Entre estos, los más brillantes, exitosos y ambiciosos emergerán como verdaderos individuos soberanos.

Al principio, solo un puñado logrará la total autonomía financiera. Pero esto no niega las ventajas de la independencia financiera. El hecho de que no todos alcancen una fortuna igualmente vasta no significa que el enriquecimiento sea inútil o carezca de sentido. Hay 25 mil millonarios por cada multimillonario. Si es millonario y no multimillonario, eso no lo convierte en pobre. Igualmente, en el futuro, uno de los hitos por los que mediremos nuestro éxito financiero, no será solo por los muchos ceros que podamos añadirle a nuestro patrimonio neto, sino si podemos estructurar nuestros asuntos de tal manera que nos permitan obtener plena autonomía e independencia. Cuanto más inteligentes seamos, menos impulso necesitaremos para lograr una rápida mejora financiera. Incluso las personas de pocos recursos podrán volar a medida que se debilite la atracción gravitacional de la política sobre la economía global. Una independencia financiera sin precedentes puede ser una meta alcanzable en nuestra vida o en la de nuestros hijos.

En la meseta más alta de la productividad, estos individuos soberanos competirán e interactuarán en unos términos que hacen eco de las relaciones entre los dioses en la mitología griega. El esquivo Monte Olimpo del próximo milenio estará en el ciberespacio, un reino sin existencia física que, sin embargo, desarrollará lo que promete ser la economía más grande del mundo para la segunda década del nuevo milenio. Para 2025, la cibereconomía tendrá muchos millones de participantes. Algunos de ellos serán tan ricos como Bill Gates, con miles de millones de dólares cada uno. Los pobres cibernéticos pueden ser aquellos con un ingreso de menos de 200.000 dólares al año. No habrá ciberestado de bienestar. Sin ciberimpuestos y sin cibergobierno. La cibereconomía, más que China, bien podría ser el mayor fenómeno económico de los próximos treinta años.

La buena noticia es que los políticos tendrán menos poder para dominar, suprimir y regular la mayor parte del comercio en este nuevo espacio que los legisladores de las antiguas ciudades-Estado griegas tenían para afeitar la barba de Zeus. Esa es una buena noticia para los ricos. Y es mejor noticia para los que no son tan ricos. Los obstáculos y las cargas que impone la política son más obstáculos para hacerse rico que para ser rico. Los beneficios de la disminución de la violencia y la delegación de las jurisdicciones crearán un margen para que las personas enérgicas y ambiciosas se beneficien de la muerte de la política. Incluso los consumidores de servicios gubernamentales se beneficiarán a medida que los empresarios amplíen los beneficios que conlleva la competencia. Hasta ahora, la competencia entre jurisdicciones ha significado generalmente la competencia por medio de la violencia para hacer cumplir la regla de un grupo predominante. En consecuencia, gran parte del ingenio de la competencia en estas zonas se canalizó en el esfuerzo militar. Pero el advenimiento de la cibereconomía le traerá a la competencia nuevas reglas en el suministro de servicios autónomos. La proliferación de jurisdicciones significará una proliferación de la experimentación con nuevas formas de garantizar el cumplimiento de contratos y también la seguridad de las personas y la propiedad. La liberación de una gran parte de la economía global del control político obligará a que, lo que quede del gobierno tal como lo hemos conocido, opere en términos más cercanos al mercado. En última instancia, los gobiernos no tendrán más remedio que tratar a las poblaciones en sus territorios más como clientes, y menos en la forma en que los delincuentes organizados tratan a las víctimas de su estafa.

Más allá de la política

Lo que la mitología describía como el dominio de los dioses se convertirá en una opción viable para el individuo, una vida fuera del alcance de reyes y consejos. Primero de a poco, luego en cientos y finalmente en millones, los individuos escaparán de las cadenas de la política. Al hacerlo, transformarán el carácter de los gobiernos, reduciendo el ámbito de la coacción y ampliando el alcance del control privado sobre los recursos.

El surgimiento del individuo soberano demostrará una vez más el extraño poder profético del mito. Como sabían poco de las leyes de la naturaleza, los primeros pueblos agrícolas imaginaban que los poderes que deberíamos llamar sobrenaturales estaban ampliamente distribuidos. Estos poderes a veces eran empleados por hombres, a veces por dioses humanos encarnados que parecían hombres e interactuaban con ellos en lo que sir James George Frazer describió en su libro The Golden Bough como «una gran democracia»7.

Cuando los antiguos imaginaron a los hijos de Zeus viviendo entre ellos, se inspiraron en una profunda creencia en la magia. Compartían con otros pueblos agrícolas primitivos un temor reverencial por la naturaleza y una convicción supersticiosa de que las obras de la naturaleza se ponían en movimiento por voluntad individual, por magia. En ese sentido, no había nada conscientemente profético en su visión de la naturaleza y sus dioses. No podían predecir la microtecnología. No podrían haber imaginado el impacto que tendría en la alteración de la productividad marginal de los individuos miles de años después. Ciertamente, no podrían haber previsto cómo cambiaría el equilibrio entre poder y eficiencia y, por lo tanto, cómo revolucionaría la forma en que se crean y se protegen los activos. Sin embargo, lo que imaginaron mientras tejían sus mitos tiene una extraña resonancia con el mundo que es probable que veamos.

Alt.Abracadabra

El abracadabra de la invocación mágica, por ejemplo, guarda una curiosa similitud con la contraseña empleada para acceder a un ordenador. En algunos aspectos, la computación de alta velocidad ya ha hecho posible imitar la magia del genio. Las primeras generaciones de sirvientes digitales ya obedecen las órdenes de quienes controlan las computadoras en las que están contenidos, de la misma manera que los genios estaban encerrados en lámparas mágicas. La realidad virtual de la tecnología de la información ampliará el ámbito de los deseos humanos para lograr que casi cualquier cosa que se pueda imaginar parezca real. La telepresencia les dará a las personas la misma capacidad de abarcar distancias a una velocidad sobrenatural y monitorear eventos desde lejos que los griegos suponían que disfrutaban Hermes y Apolo. Los individuos soberanos de la era de la información, como los dioses de los mitos antiguos y primitivos, disfrutarán a su debido tiempo de una especie de inmunidad diplomática frente a la mayoría de las dificultades políticas que han acosado a los seres humanos mortales en casi todas las épocas y los lugares.

El nuevo individuo soberano operará como los dioses del mito en el mismo ambiente físico que el ciudadano común y corriente, pero políticamente en un reino independiente. Con dominio sobre recursos mucho mayores y más allá del alcance de muchas formas de coacción, el individuo soberano rediseñará los gobiernos y reconfigurará las economías en el nuevo milenio. Las implicaciones completas de este cambio son inimaginables.

Genio y némesis

A los amantes de la ambición y del éxito humanos, la era de la información les proporcionará una recompensa. Esa es seguramente la mejor noticia en muchas generaciones. Pero también es una mala noticia. La nueva organización de la sociedad, implícita en el triunfo de la autonomía individual, y la verdadera igualdad de oportunidades, basada en el mérito, conducirá a enormes recompensas por el mérito y la gran autonomía individual. Esto hará que las personas sean mucho más responsables de sí mismas de lo que estaban acostumbradas a ser durante el período industrial. También precipitará varias crisis durante la transición, incluida una depresión económica posiblemente severa que reducirá la calidad en los niveles de vida que han disfrutado —sin haberla trabajado— los ciudadanos de las sociedades industriales avanzadas a lo largo del siglo xx. Mientras escribimos, el 15 % más rico de la población mundial tiene un ingreso per cápita promedio de 21.000 dólares al año. El 85 % restante del mundo tiene un ingreso promedio de solo 1000 dólares. Esa enorme ventaja acumulada en el pasado está destinada a desaparecer bajo las nuevas condiciones de la era de la información.

A medida que esto ocurra, colapsará la capacidad de los Estados-nación para redistribuir el ingreso a gran escala. La tecnología de la información facilita una competencia dramáticamente mayor entre las diferentes jurisdicciones. Cuando la tecnología sea móvil y las transacciones se lleven a cabo en el ciberespacio, como ocurrirá cada vez más, los gobiernos ya no podrán cobrar por sus servicios más de lo que valen para quienes los pagan. Cualquiera con un ordenador portátil y un enlace satelital podrá realizar casi cualquier negocio de información en cualquier lugar, y eso incluye casi la totalidad de las transacciones financieras multimillonarias en el mundo.

Esto significa que para obtener un ingreso elevado ya no estará obligado a vivir en una jurisdicción que imponga impuestos elevados. En el futuro, cuando la mayor parte de la riqueza pueda ganarse desde cualquier lugar, e incluso gastarse en cualquier lugar, los gobiernos que intenten cobrar demasiado por vivir en su territorio simplemente ahuyentarán a sus mejores clientes. Si nuestro razonamiento es correcto, y creemos que lo es, el Estado-nación tal como lo conocemos no se parecerá en nada a su forma actual.

EL FIN DE LAS NACIONES

Los cambios que disminuyen el poder de las instituciones predominantes son inquietantes y peligrosos. Así como los monarcas, nobles, papas y potentados lucharon sin piedad para preservar los privilegios a los que estaban acostumbrados en las primeras etapas del período moderno, los gobiernos de hoy emplearán la violencia, a menudo de forma encubierta y arbitraria, en un intento por hacer retroceder el reloj. Debilitado por el desafío de la tecnología, el Estado tratará a los cada vez más autónomos individuos, sus antiguos ciudadanos, en el mismo rango entre crueldad y diplomacia que hasta ahora ha mostrado en su trato con otros gobiernos. El advenimiento de esta nueva etapa en la historia comenzó con fuerza el 20 de agosto de 1998, cuando Estados Unidos disparó desde el mar misiles de crucero Tomahawk BGM-109 con un valor aproximado de 200 millones de dólares, contra objetivos supuestamente asociados con un millonario saudí exiliado llamado Osama bin Laden. Bin Laden se convirtió en la primera persona en la historia a la que unos misiles de crucero le atacaron su teléfono satelital. Simultáneamente, Estados Unidos destruyó una planta farmacéutica en Jartum, Sudán, en honor a Bin Laden. El surgimiento de Bin Laden como enemigo en jefe de los Estados Unidos refleja un cambio trascendental en la naturaleza de la guerra. Un solo individuo, aunque tenga cientos de millones de dólares, puede ser mostrado ahora como una amenaza plausible para la mayor potencia militar de la era industrial. En declaraciones que recuerdan la propaganda empleada durante la Guerra Fría para referirse a la Unión Soviética, el presidente de los Estados Unidos y sus asesores en materia de seguridad nacional retrataron a Bin Laden, un individuo particular, como un terrorista transnacional y el principal enemigo de los Estados Unidos.

La misma lógica militar que ha elevado a Osama bin Laden a la posición de principal enemigo de los Estados Unidos, se impondrá en las relaciones internas de los gobiernos con sus ciudadanos. El endurecimiento de las técnicas de exacción serán un resultado lógico del surgimiento de un nuevo tipo de negociación entre gobiernos e individuos. La tecnología hará que los individuos sean más autónomos que nunca. Y serán tratados de esa manera. A veces con violencia como enemigos, a veces como partes iguales en una negociación, a veces como aliados. Pero por muy despiadados que sean los gobiernos, particularmente en el período de transición, casar a las agencias recaudadoras de impuestos con los servicios de inteligencia nacionales les servirá de poco. La presión de la necesidad les exigirá cada vez más que deban micronegociar con individuos autónomos cuyos recursos ya no serán tan fáciles de controlar.

Los cambios que conlleva la revolución de la información no solo crearán una crisis fiscal para los gobiernos, sino que tenderán a desintegrar todas las grandes estructuras. En el siglo xx ya han desaparecido catorce imperios. El desmoronamiento de los imperios es parte de un proceso que disolverá el propio Estado-nación. El gobierno tendrá que adaptarse a la creciente autonomía del individuo. La capacidad para recaudar impuestos caerá desde un 50 hasta un 70 %. Esto tenderá a hacer que las jurisdicciones más pequeñas sean más exitosas. El desafío de establecer condiciones competitivas para atraer a personas capaces y a su capital será más fácil de afrontar en enclaves que entre continentes.

Creemos que a medida que el Estado-nación moderno se descomponga, serán los bárbaros que aparezcan al final quienes ejerzan cada vez más el poder tras bambalinas. Grupos como la mafia rusa, que recoge los sobrados de la antigua Unión Soviética, otras bandas criminales étnicas, nomenklaturas8, capos de la droga y agencias rebeldes encubiertas se convertirán en leyes en sí mismas. Ya lo son. En mayor proporción de lo que se cree, los bárbaros modernos ya se han infiltrado en las formas del Estado-nación sin cambiar mucho su apariencia. Son microparásitos que se alimentan de un sistema moribundo. Tan violentos y sin escrúpulos como un estado en guerra, estos grupos emplean las técnicas del Estado en menor escala. Su creciente influencia y poder forman parte del efecto de la reducción de la política. El microprocesamiento reduce el tamaño que necesitan alcanzar los grupos para ser efectivos en el uso y control de la violencia. A medida que se desarrolla esta revolución tecnológica, la violencia depredadora se organizará cada vez más fuera del control central. Los esfuerzos por contener la violencia también se desarrollarán de formas que dependen más de la eficiencia que de la magnitud del poder.

La historia al revés

El proceso por el cual creció el Estado-nación durante los últimos cinco siglos será revertido por la nueva lógica de la era de la información. Los centros locales de poder se reafirmarán a medida que el Estado se transforme en entidades fragmentadas y superpuestas9. El creciente poder del crimen organizado es simplemente un reflejo de esta tendencia. Las empresas multinacionales ya tienen que subcontratar casi todo el trabajo, excepto el esencial. Algunos conglomerados como AT&T, Unisys e ITT, se han dividido en varias empresas para funcionar de manera más rentable. El Estado-nación se descentralizará como un conglomerado difícil de manejar, pero probablemente solo cuando se vea obligado a hacerlo por la crisis financiera.

No solo está cambiando el poder en el mundo, sino que también está cambiando la naturaleza del trabajo. Esto significa que la forma en que funciona el negocio inevitablemente cambiará. La corporación virtual es la evidencia de una transformación radical en la naturaleza de la empresa, facilitada por la caída en los costes transaccionales y de información. Exploramos las implicaciones de la revolución de la información para disolver corporaciones y acabar con el buen trabajo. En la era de la información, un trabajo será una tarea que hacer, no un puesto que tienes. El microprocesamiento ha creado nuevos horizontes de actividad económica que trascienden las fronteras territoriales. El trascender fronteras y territorios es quizás el desarrollo más revolucionario desde que Adán y Eva salieron del paraíso bajo la sentencia de su Creador: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente». A medida que la tecnología revoluciona las herramientas que usamos, también hace anticuadas nuestras leyes, reorganiza nuestra moral y altera nuestras percepciones. Este libro explica cómo.

El microprocesamiento y la rápida mejora de las comunicaciones ya hacen posible que el individuo elija dónde trabajar. Las transacciones en Internet o en la Web se pueden encriptar y pronto será casi imposible que las capten los recaudadores de impuestos. El dinero libre de impuestos ya se acumula mucho más rápido en cuentas en paraísos fiscales que en las que aún están sujetas a la alta carga fiscal impuesta por el Estado-nación del siglo xx. Después del cambio de milenio, gran parte del comercio mundial migrará a la nueva esfera del ciberespacio, una región donde los gobiernos no tendrán más dominio que el que ejercen sobre el fondo del mar o los planetas exteriores. En el ciberespacio se desvanecerán las amenazas de violencia física, que han sido el alfa y el omega de la política desde tiempos inmemoriales. En el ciberespacio, los sumisos y los poderosos se encontrarán en igualdad de condiciones. El ciberespacio es la máxima jurisdicción fuera de tierra firme. Una economía sin impuestos. Las Bermudas en el cielo con diamantes10.

Cuando este enorme paraíso fiscal mundial esté funcionando a toda marcha, todos los fondos estarán básicamente en cuentas fuera del control estatal y a discreción de su propietario. Esto tendrá una serie de consecuencias. El Estado se ha acostumbrado a tratar a sus contribuyentes como un granjero trata a sus vacas, manteniéndolas en un campo para ordeñarlas. Pronto, las vacas tendrán alas.

La venganza de las naciones

Como un granjero enojado, el Estado sin duda tomará medidas desesperadas al principio para lazar y manear a su ganado en fuga. Empleará medios encubiertos e incluso violentos para restringir el acceso a las tecnologías liberadoras. Tales recursos funcionarán solo temporalmente, si es que lo hacen. El Estado-nación del siglo xx, con todas sus presunciones, morirá de hambre a medida que disminuyan sus ingresos fiscales.

Cuando el Estado se vea incapaz de cumplir con los gastos a los que se había comprometido al subir los impuestos, recurrirá a otras medidas más desesperadas. Una de ellas es imprimir dinero. Los gobiernos se han acostumbrado a disfrutar de un monopolio sobre una moneda que pueden depreciar a voluntad. Esta inflación arbitraria ha sido una característica destacada de la política monetaria de todos los Estados del siglo xx. Incluso la mejor moneda nacional de la posguerra, el marco alemán, perdió el 71 % de su valor desde el 1 de enero de 1949 hasta finales de junio de 1995. En el mismo período, el dólar estadounidense perdió el 84 % de su valor11. Esta inflación tuvo el mismo efecto que haberle cobrado un impuesto a todos los que tenían esta moneda. Como exploraremos más adelante, la inflación como opción de ingresos será en gran medida eliminada gracias a la aparición del ciberdinero. Las nuevas tecnologías permitirán a los poseedores de riqueza eludir los monopolios nacionales que han emitido y regulado el dinero en el período moderno. De hecho, las crisis crediticias que se extendieron por Asia, Rusia y otras economías emergentes en 1997 y 1998 atestiguan el hecho de que las monedas nacionales y las calificaciones crediticias de los países son anacronismos adversos al buen funcionamiento de la economía global. Como el ejercicio de la soberanía implica que todas las transacciones dentro de una jurisdicción se realizan en una moneda nacional, esto expone a los banqueros del emisor a cometer errores y a ser atacados por los especuladores, que han precipitado crisis deflacionarias en una jurisdicción tras otra. En la era de la información, los individuos podrán utilizar las cibermonedas y por lo tanto declarar su independencia monetaria. Cuando los individuos puedan manejar sus propias políticas monetarias a través de la red, importará poco o nada que el Estado continúe controlando las imprentas de dinero de la era industrial. La injerencia que tenga sobre el control de la riqueza mundial será superada por algoritmos matemáticos que no tienen existencia física. En el nuevo milenio, el ciberdinero controlado por los mercados privados reemplazará al dinero autorizado y emitido por los gobiernos. Solo los pobres serán víctimas de la inflación y los consiguientes colapsos de deflación, que son consecuencia del apalancamiento artificial que el dinero fiduciario inyecta en la economía.

Al carecer de su capacidad habitual para gravar y aumentar la inflación, los gobiernos, incluso en los países tradicionalmente civilizados, se volverán desagradables. A medida que el impuesto sobre la renta se vuelva incobrable, resurgirán métodos de exacción antiguos y más arbitrarios. Los gobiernos, desesperados por evitar que la riqueza se escape lejos de su alcance, crearán una forma peor de retener impuestos: de facto o incluso en una toma de rehenes abierta. Algunos desafortunados serán escogidos y retenidos para pedir rescate de una manera casi medieval. Las empresas que ofrecen servicios para ayudar a los individuos a funcionar de manera autónoma estarán sujetas a infiltraciones, sabotaje y alteraciones en su funcionamiento. La expropiación arbitraria de propiedades, que ya es común en los Estados Unidos, donde ocurre cinco mil veces por semana, será aún más generalizada. Los gobiernos violarán los derechos humanos, censurarán el libre flujo de la información, sabotearán las tecnologías útiles e incluso harán cosas peores. Por las mismas razones por las que la desaparecida Unión Soviética intentó en vano impedir el acceso a los ordenadores personales y las máquinas fotocopiadoras, los gobiernos occidentales buscarán impedir, usando medios totalitarios, la cibereconomía.

EL REGRESO DE LOS LUDITAS

Dichos métodos pueden resultar populares entre algunos segmentos de la población. Las buenas noticias sobre la liberación individual y la autonomía parecerán malas noticias para muchos que están asustados por la crisis de la transición y no esperan ganar con la nueva configuración de la sociedad. La aparente popularidad de los draconianos controles sobre el capital, impuestos en 1998 por el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, como resultado del colapso asiático, es una prueba del entusiasmo residual que suscita en muchos un anticuado modelo de economía cerrada dominada por un Estado-nación. Esta nostalgia por el pasado será alimentada por el resentimiento, exacerbado por la inevitable crisis que produce la transición. Es probable que el mayor resentimiento se concentre entre quienes tienen algo de talento y viven en países que hoy son ricos. Ellos en particular pueden llegar a sentir que la tecnología de la información representa una amenaza para su forma de vida. Los beneficiarios de la coacción organizada, incluidos los millones que reciben los ingresos que redistribuyen los gobiernos, pueden resentirse por la nueva libertad alcanzada por los individuos soberanos. Su disgusto ilustrará la perogrullada de que dónde te pares depende de dónde te sientes.

A veces me preguntaba cómo podía experimentar una tristeza tan profunda por el destino de un puñado de hombres que no conocía, que jugaban un partido contra otro grupo de extraños en un estadio de béisbol a cientos de kilómetros de distancia. La respuesta es simple. Amaba a mis equipos. Aunque era arriesgado, valía la pena esa pasión. Los deportes encendieron mi sangre, me emocionaron, hicieron que mi corazón latiera con fuerza. Me gustaba tener algo en juego. La vida era más intensa durante un partido.

CRAIG LAMBERT

Sin embargo, sería engañoso atribuir todos los malos sentimientos que se generarán en la próxima crisis de transición al deseo descarado de vivir a expensas de otros. Habrá más que eso en juego. El carácter mismo de la sociedad humana sugiere que es probable que haya una dimensión moral equivocada en quienes se opondrán al cambio. Piense en ello como si el deseo fuera un calvo y la moral fuera un peluquín. Exploramos las dimensiones morales y moralistas de la crisis de la transición. El aferrarse conscientemente y de manera egoísta a algo no motiva tanto a la acción como la ira que produce el creerse dueños de la verdad. Si bien el apoyo a los mitos cívicos del siglo xx está desapareciendo rápidamente, estos cuentan todavía con fieles creyentes. Muchos seres humanos, como lo atestigua el pasaje citado de Craig Lambert, quieren pertenecer a algo, le dan importancia a ser miembros de un grupo. La misma necesidad de identificación que motiva a los fanáticos de los deportes organizados hace que algunos sean partidarios de las naciones. A todos los que llegaron a la mayoría de edad en el siglo xx se les han inculcado los deberes y las obligaciones del ciudadano del siglo xx. Los imperativos morales que vienen de la sociedad industrial estimularán al menos algunos ataques de neoluditas —como se llamaba a los grupos que se oponían al cambio en la revolución industrial— contra las tecnologías de la información.

En este sentido, esta violencia que vendrá será, al menos parcialmente, una expresión de lo que llamamos «anacronismo moral», que es la aplicación de una censura moral extraída de una etapa de la vida económica y aplicada a las circunstancias de otra. Cada etapa de la sociedad requiere sus propias reglas morales para ayudar a los individuos a superar las trampas que conllevan las elecciones que enfrentan con esa forma de vida particular. Así como una sociedad agrícola no podría vivir según las reglas morales de una comunidad de esquimales nómadas, la Sociedad de la Información no puede satisfacer los imperativos morales que surgieron para facilitar el éxito de un estado industrial militante en el siglo xx. Explicamos por qué.

En los próximos años, el anacronismo moral se hará evidente en los países más importantes de Occidente de la misma manera que se ha visto en la periferia durante los últimos cinco siglos. Los colonos occidentales y las expediciones militares estimularon crisis similares cuando se encontraron con comunidades nativas de cazadores y recolectores, así como con pueblos cuyas sociedades aún estaban organizadas alrededor de la agricultura. La introducción de nuevas tecnologías en escenarios anacrónicos provocó confusión y crisis moral. El éxito de los misioneros cristianos en la conversión de millones de nativos puede atribuirse en gran medida a las crisis locales causadas por la repentina introducción de nuevos modelos de poder venidos desde el exterior. Tales encuentros se repitieron una y otra vez, desde el siglo xvi hasta las primeras décadas del siglo xx. Esperamos choques similares a comienzos del nuevo milenio a medida que las Sociedades de la Información suplanten a las que se han organizado alrededor de los parámetros industriales.

La nostalgia por la coacción

El nacimiento de la Sociedad de la Información no será del todo recibido como una nueva y prometedora fase de la historia, incluso entre quienes más se benefician de ella. Todos tendrán algunas dudas. Y muchos despreciarán las innovaciones que socavan el Estado-nación territorial. Es un hecho de la naturaleza humana que cualquier cambio radical casi siempre se ve como un dramático giro hacia algo peor. Hace quinientos años, los cortesanos reunidos en torno al duque de Borgoña habrían dicho que las innovaciones que ocurrían y que socavaban el feudalismo eran malas. Pensaron que el mundo estaba decayendo vertiginosamente en el mismo momento en que los historiadores más tarde vieron una explosión del potencial humano en el Renacimiento. Del mismo modo, lo que algún día puede verse como un nuevo Renacimiento, desde la perspectiva del próximo milenio resultará aterrador para los cansados ojos del siglo xx.

Existe una alta probabilidad de que algunos que se sientan ofendidos por las novedades, así como muchos que estén en desventaja frente a ellas, reaccionen de manera desagradable. Su nostalgia por la coacción probablemente se volverá violenta. Los encuentros con estos nuevos luditas harán que la transición hacia nuevas formas radicales de organización social traiga, al menos, un poco de malas noticias para todos. Preparémonos para protegernos. Debido a que la velocidad del cambio supera la capacidad moral y económica de adaptación de muchas generaciones vivas, se puede esperar una resistencia feroz e indignada contra la revolución de la información, a pesar de su gran promesa de liberar el futuro.

Debemos comprender y prepararnos para tal desavenencia. Se avecina una crisis de transición. Los problemas de deflación como el contagio asiático que se propagó por el Lejano Oriente hasta Rusia y otras economías emergentes en 1997 y 1998, estallarán esporádicamente a medida que las anticuadas instituciones nacionales e internacionales, rezagos de la era industrial, demuestren ser inadecuadas para los desafíos de una economía nueva, dispersa, transnacional. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son más subversivas para el Estado moderno que cualquier amenaza política a su primacía desde que zarpó Colón. Esto es importante porque los que están en el poder rara vez han reaccionado pacíficamente a los acontecimientos que han socavado su autoridad. No es probable que lo hagan ahora.

El choque entre lo nuevo y lo viejo moldeará los primeros años del nuevo milenio. Suponemos que será un tiempo de grandes peligros y grandes recompensas, y una época de una muy reducida civilidad en algunos territorios y de un alcance sin precedentes en otros. Los individuos cada vez más autónomos y los gobiernos en bancarrota y desesperados se enfrentarán entre sí en esta nueva brecha. Esperamos ver una reestructuración radical en la naturaleza de la soberanía y la muerte total de la política antes de que termine la transición. En lugar de la dominación estatal y el control de los recursos, estamos destinados a ver la privatización de casi todos los servicios que ahora brindan los gobiernos. Por razones evidentes, que exploramos en este libro, la tecnología de la información destruirá la capacidad del Estado para cobrar más por sus servicios de lo que valen para nosotros y otras personas que pagan por ellos.

Los gobiernos tendrán que lidiar con lo que significa soberanía.

ROBERT MARTIN, DIRECTOR DE TECNOLOGÍA, LUCENT TECHNOLOGlES

Soberanía a través de los mercados

Pocos habrían imaginado hace solo una década que los individuos lograrán una creciente autonomía frente a los Estados-nación territoriales a través de mecanismos de mercado. Todos los Estados-nación se enfrentan a la bancarrota y la rápida erosión de su autoridad. Por poderosos que sean, el poder que conservan es el poder de aniquilar, no el de mandar. Sus misiles intercontinentales y portaaviones son artefactos tan imponentes e inútiles como el último caballo de batalla del feudalismo.

La tecnología de la información hace posible una expansión enorme de los mercados al alterar la forma en que se crean y protegen los activos. Esto es revolucionario. De hecho, promete ser más revolucionario para la sociedad industrial de lo que resultó ser el advenimiento de la pólvora para la agricultura feudal. La transformación del año 2000 implica la comercialización de la soberanía y la muerte de la política, así como las armas implicaron la desaparición del feudalismo. La ciudadanía seguirá el camino de la caballería medieval.

Creemos que se acerca la era de la soberanía económica individual. Así como las acerías, las compañías telefónicas, las minas y los ferrocarriles que alguna vez fueron nacionalizados se han privatizado rápidamente en todo el mundo, pronto podrá ver la máxima forma de privatización: la radical desnacionalización del individuo. El individuo soberano del nuevo milenio dejará de ser un activo del Estado, una partida asegurada en el balance del tesoro público. Luego de la transición del año 2000, los ciudadanos desnacionalizados ya no serán ciudadanos como los conocemos, sino clientes.

EL ANCHO DE BANDA SUPERA LAS FRONTERAS

La comercialización de la soberanía hará que los términos y condiciones para ser ciudadano en el Estado-nación parezcan tan anticuados como los juramentos caballerescos después del colapso del feudalismo. En lugar de relacionarse con un Estado poderoso como ciudadanos sujetos a impuestos, los individuos soberanos del siglo xxi serán clientes de gobiernos que operan desde un nuevo espacio lógico. Negociarán por cualquier gobierno mínimo que necesiten y lo pagarán de acuerdo con el contrato. Los gobiernos de la era de la información estarán organizados según principios diferentes a los que el mundo ha llegado a esperar durante los últimos siglos. Algunas jurisdicciones y servicios de soberanía se formarán a través de la coincidencia selectiva, un sistema por el cual las afinidades, incluidas las afinidades comerciales, son la base sobre la cual las jurisdicciones virtuales ganan lealtad. En algunos casos, las nuevas soberanías pueden ser vestigios de organizaciones medievales, como la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, de 900 años de antigüedad. Más comúnmente conocida como los Caballeros de Malta, la orden es un grupo afín de católicos ricos, con diez mil miembros actuales y un ingreso anual de varios miles de millones de dólares. Los Caballeros de Malta emiten sus propios pasaportes, sellos y dinero, y tienen relaciones diplomáticas plenas con setenta países. Mientras escribimos, están negociando con la República de Malta para retomar posesión del fuerte de San Ángel. El hecho de tomar posesión del castillo les daría el ingrediente territorial que necesitan para que sean reconocidos como una soberanía. Los Caballeros de Malta podrían volver a convertirse en un microestado soberano, legitimado instantáneamente por una larga historia. Fue desde el fuerte de San Ángel desde donde los Caballeros de Malta hicieron retroceder a los turcos en el Gran Sitio de 1565. De hecho, gobernaron Malta durante muchos años a partir de entonces, hasta que Napoleón los expulsó en 1798. Si los Caballeros de Malta regresaran en los próximos años, no podría haber evidencia más clara de que el moderno sistema de Estado-nación, introducido después de la Revolución francesa, fue simplemente un interludio en un largo recorrido de la historia en el que la norma ha sido que existan muchos tipos de soberanías al mismo tiempo.

Otro modelo muy diferente de soberanía posmoderna basada en el emparejamiento selectivo es la red telefónica satelital Iridium. A primera vista puede parecer extraño tratar un servicio de telefonía celular como una especie de soberanía. Sin embargo, Iridium ya ha recibido el reconocimiento como una soberanía virtual por parte de las autoridades internacionales. Como se sabe, Iridium es un servicio global de telefonía celular que permite a los suscriptores recibir llamadas en un solo número, en cualquier lugar del planeta en el que se encuentren, desde Featherston, Nueva Zelanda, hasta el Chaco boliviano. Para permitir que las llamadas se enruten a los suscriptores de Iridium en cualquier parte del mundo, dada la arquitectura global de las telecomunicaciones, las autoridades internacionales de telecomunicaciones tuvieron que acordar reconocer a Iridium como un país virtual, con su propio código de país: 8816. Lógicamente, hay poca diferencia entre un país virtual compuesto por abonados de telefonía satelital y la más lógica soberanía de comunidades virtuales que traspasan las fronteras en la red. El ancho de banda, o la capacidad de carga de un medio de comunicación, se ha expandido más rápido que la capacidad computacional multiplicada por la invención de los transistores. Si esta tendencia hacia un mayor ancho de banda continúa, como creemos probable, es solo cuestión de pocos años después del cambio de milenio para que el ancho de banda sea lo suficientemente amplio como para hacer técnicamente posible el «metaverso», el mundo alternativo del ciberespacio imaginado por el novelista de ciencia ficción Neal Stephenson. El metaverso de Stephenson es una nutrida comunidad virtual con sus propias leyes. Creemos que es inevitable que, a medida que la cibereconomía se enriquezca, sus participantes busquen y obtengan una exención a las leyes anacrónicas de los Estados-nación. Las nuevas comunidades cibernéticas serán al menos tan ricas y capaces de promocionar sus intereses como la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. De hecho, serán más capaces de imponerse debido al largo alcance de su capacidad de crear una guerra de comunicaciones e información. Exploramos también otros modelos de soberanía fragmentada en los que pequeños grupos pueden alquilar la soberanía de Estados-nación débiles y operar sus propios paraísos económicos de la misma manera en que los puertos libres y las zonas de libre comercio tienen licencias para hacerlo en la actualidad.

Se requerirá de un nuevo vocabulario moral para describir las relaciones de los individuos soberanos entre sí y con lo que queda del gobierno. Sospechamos que a medida que se aclaran los términos de estas nuevas relaciones, se ofenderán muchas personas que llegaron a la mayoría de edad como ciudadanos de los Estados-nación del siglo xx. El fin de las naciones y la desnacionalización del individuo desinflarán algunas nociones tenidas en alta estima, como la igualdad de protección ante la ley, que presuponen relaciones de poder que pronto quedarán obsoletas. A medida que las comunidades virtuales ganen coherencia, insistirán en que sus miembros rindan cuentas de acuerdo con sus propias leyes, en lugar de las de los antiguos Estados-nación en los que residan. Múltiples sistemas legales coexistirán de nuevo en la misma área geográfica, como lo hicieron en la antigüedad y en la época medieval.

Así como los intentos de preservar el poder de los caballeros con armadura estaban condenados al fracaso frente a las armas de pólvora, las nociones modernas de nacionalismo y ciudadanía están destinadas a sufrir un cortocircuito debido a la microtecnología. De hecho, eventualmente causarán risa, de la misma manera que los principios sagrados del feudalismo del siglo xV cayeron en ridículo en el siglo xvi. Las apreciadas nociones cívicas del siglo xx serán anacronismos cómicos para las nuevas generaciones después de la transformación del año 2000. El don Quijote del siglo xxi no será un caballero andante que lucha por revivir las glorias del feudalismo, sino un burócrata con traje marrón, un recaudador de impuestos que anhela auditar a un ciudadano.

REVIVIR LAS LEYES DE LA MARCA