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El presente libro resulta una ponencia que intenta resolver las desmesuradas como erróneas faltas conceptuales expuestas en sus críticas hacia el Psicoanálisis por los autodenominados neurocientíficos. Con un enfoque riguroso, el autor deconstruye y cuestiona las ideas con las que se intenta atacar la práctica y la teoría psicoanalítica, mostrando la validez y profundidad del Psicoanálisis frente a una visión superficial y reduccionista desde un supuesto conocimiento científico que pretende adscribirse como Neurociencia.
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Seitenzahl: 215
Veröffentlichungsjahr: 2024
Pedro Antonio Kolev
Kolev, Pedro Antonio El libro negro de los autodenominados neurocientíficos / Pedro Antonio Kolev. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5241-9
1. Ensayo. I. Título. CDD A864
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Tributo a la Familia y Seres Amados
Sobre el Autor
Prólogo
Sinopsis
A mi Esposa, Lic. Mirta M. Cerri:
A mi amada Mirta, cuyo amor y apoyo han sido mi roca en este viaje. Tu sabiduría, tu ternura y tu constante aliento han hecho posible cada logro. Este libro es un tributo a nuestra complicidad y a la fortaleza de nuestro vínculo. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar.
A mis Hijos, Ulises, Jonathan y Belinda:
A mis preciosos hijos, quienes han llenado mi vida de amor, risas y significado. Vuestra curiosidad, vuestra valentía y vuestra bondad son un recordatorio constante del poder del amor y la familia. Que este libro les inspire a perseguir sus sueños y a nunca dejar de explorar el mundo con asombro y gratitud.
A mis queridas Nietas, Milena, Emma y Avril:
Ustedes son la continuación de ese legado de amor y alegría. Su energía y entusiasmo iluminan mis días. Que cada página de este libro les inspire a seguir creciendo con esa misma maravilla y gratitud, y a descubrir todo lo que el mundo tiene para ofrecerles.
A mis Padres y Hermana QEPD:
A mis queridos padres y a mi hermana, quienes me han dado raíces sólidas y alas para volar. Vuestra sabiduría, vuestro ejemplo y vuestro amor incondicional han sido mi mayor bendición. Que este libro sea un modesto homenaje a vuestro legado y una expresión de profunda gratitud.
Bachiller Comercial - Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini,” (UBA)
Licenciatura en Psicología - Facultad de Psicología (UBA)
Estudios en la Facultad de Agronomía (UBA)
Estudios en la Facultad de Medicina (UBA)
1982-1985: Representante de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires en la Comisión Nacional para el Control del Narcotráfico y Abuso de Drogas (cambiando su denominación por Uso Indebido de Drogas durante esa gestión). Nominado Asesor Presidencial en el Ministerio de Salud y Educación de la Nación
1982-1986: Desarrollé una labor pionera, en colaboración con la Lic. Mirta María Cerri y con anuencia del Ministerio de Educación de la Nación, enfocada en el ‘Esclarecimiento Psico-Sexual’ en la Escuela N°1 DE N°11 José Alfredo Ferreira en CABA. Este proyecto destacó por su innovador enfoque, que involucró activamente a la comunidad educativa en su totalidad, desde los estudiantes y docentes hasta los padres y madres de familia, promoviendo una integración activa y participativa en cada etapa de su implementación.
1997: Posgrado: Mediador Judicial designado por el Poder Judicial de la Nación en la Facultad de Psicología (UBA)
1985-2024: Cofundador del primer Servicio de Asistencia Psicoanalítica de la Asociación Bancaria (SEB) Seccional Bs. As. junto con la Lic. Mirta María Cerri
1986-2024: Perito Judicial en múltiples fueros
El libro según mis escritos, refiere a la controversia planteada hace unos años atrás por el llamado Libro Negro del Psicoanálisis, cuyos autores intervinientes en el mismo desarrollan una serie de ataques al Psicoanálisis, que resultan infundados y erróneos en su concepción, por lo cual me encargo en discriminar y avanzar en mostrar conceptualmente por determinadas citas los prejuicios y la falta de lectura manifiesta de los postulados en que se basa el conocimiento psicoanalítico esbozado por el Dr. Sigmund Freud, y de las revisiones que se complementan a través de la aplicación de esta técnica, durante los diversos tratamientos a quienes se atienden bajo este procedimiento curativo, durante las sesiones terapéuticas a la sintomatología inherente que presentan estos pacientes, y que pone entre paréntesis, como en ninguna Ciencia, (o conocimiento científico), todos los postulados de los que el psicoanalista se sirve como instrumento, para auxiliar a la comprensión de los mecanismos patológicos.
Asimismo, en este libro desarrollo la idea, por la cual no se puede prescindir de una lectura profunda, para intentar desbaratar, y más en este caso, las atentas como complejas observaciones que precedieron a la información y formación psicoanalítica, discriminando a su vez, que dicho conocimiento prospera desde la observación clínica de lo sintomático, que determina desde la metodología y la práctica, el alcance teórico de sus proposiciones. O sea, es la praxis la que conlleva a la teoría, y esta se enriquece a su vez, psicoanalíticamente, con el cuestionamiento y la creación de modelos que conducen a una hermenéutica que permiten eficazmente la comprensión y articulación de los postulados a los cuales se arriba.
Además, es una práctica el Psicoanálisis, que lleva no sólo muchos años desde su descubrimiento, sino toda una caterva de psicoanalistas que con sus aportes, aumentaron, a mi entender, en una mejora y avance de sus criterios, como práctica y verificación asimismo, de los cimientos en que se funda la escuela psicoanalítica, como tal.
Es por ello, y por la falta de respeto, a los innúmeros esfuerzos que en casi más de un siglo, y sin solución de continuidad, fueron llevados a cabo, estos profesionales de la salud, intentan esgrimir ideas vacuas de sentido, y de una lectura pormenorizada, para producir estos ataques, y tratando de hacernos considerar que en tan breve tiempo, esta escuela que pretende a través de sus mentores en este libro, y que se catalogan como Neurocientíficos, enrolados en lo que denominan Neurociencia, (cuyo título merece asimismo cierta precaución por cuanto se desvanece la integridad del pensador, que utiliza de todo su cuerpo en cualquier investigación como el principal instrumento de observación) y que remite inexorablemente a una reducción científica, la cual es inadmisible como arbitraria, y atenta al valor de las premisas que se estudian y elaboran.
Como título he propuesto por ello, el Libro Negro de los autodenominados Neurocientíficos, tomando en cuenta que en Psicoanálisis no existe, ningún postulado que invite a pregonar algo Oscuro y/o Discriminatorio, como sí lo efectúan y sin ningún elemento que así lo conforme, los que se autodenominan Neurocientíficos; al establecer el intitulado del libro cuestionado como el Libro Negro del Psicoanálisis.
Quien es el autor de esta réplica de cuestionamientos acredita en su haber, no sólo una amplia experiencia como terapeuta psicoanalítico, sino además de varias investigaciones tanto en salud como en educación, y asimismo, incursionar, (y continuar desarrollándolo como perito judicial, en temas jurídicos).
Mi intento consiste en mostrar los Errores y la falta de lectura hacia aquello que se evidencia como cuestionamientos al Psicoanálisis como tal, y en llevar a la comprensión que la Neurociencia, no constituye, ni mucho menos, una escuela que pretende ser innovadora en tanto superadora en su forma ambiciosa de auspiciar incluso el fracaso del Psicoanálisis. Por otra parte, cupo al Psicoanálisis ocuparse de los Errores, además de la interpretación de los sueños, (actividad que insume una tercera parte de nuestra vida y que desconocemos), de los olvidos, de los chistes, de las distracciones, de los accidentes, etc.; en fin, de todas las conductas que desarrolla un ser humano cotidianamente, y principalmente de lo que es su fuente: o sea Lo Inconsciente. El libro negro de los autodenominados neurocientíficos, comienza intentando desacreditar el vasto conocimiento psicoanalítico, devenido de la práctica en teoría psicoanalítica, considerándolo un conocimiento engañoso y por lo tanto falso, ora negando sus herramientas y aduciendo la falta de éxito en la cura, como así también tomándolo como un tratamiento costoso y prolongado, y recordándonos que sin el padre del psicoanálisis, esto es, Sigmund Freud, podemos vivir, pensar y estar mejor SIN FREUD.
Según parece de esta última cita surge la idea que los neurocientíficos, no se han dado cuenta alguna que hace rato estamos SIN FREUD, y que vivimos, pensamos y estamos (NO MEJOR), SIN FREUD. La triste REALIDAD de su muerte implica, para los que tanto se ufanan de considerar la REALIDAD, que hace rato estamos SIN FREUD, pero parece que AUN no se dieron debida cuenta de ello; valiéndonos tan solo de cómo se expresan.
Muestran su oposición calumniando, y jactándose algunos de los autores en SU LIBRO NEGRO, de haber pertenecido alguna vez a la corriente psicoanalítica; quizá pretendiendo de este modo adquirir reconocimiento y validez en sus premisas denostadoras y contrarias acerbamente a la posición considerada por ellos equívoca y que asumieron en otra época como profesionales de la “salud” adhiriendo a lo que tomaron por el dogma psicoanalítico. El Psicoanálisis no es un credo basta para ello observar su corpus teórico, donde las religiones constituyen una masa artificial, como bien lo expuso, el fallecido y bien recordado por los psicoanalistas, Sigmund Freud, en PSICOLOGIA DE LAS MASAS; por si se atrevieron alguna vez a leerlo, tanto como pretenden descalificarlo con sus ácidas y melancólicas críticas, dando por sentado un saber que presentan plagado de ignorancias y contradicciones.
Son abundantes sus afirmaciones censuradoras sobre la persona de Freud, tanto las que refieren a su vida privada, como la atención de sus pacientes, al conjeturar que como profesional, el mismo se comportó como un mentiroso y falsificador de datos, y que tan sólo hoy en día, permanece ésta práctica terapéutica, que ha logrado numerosos adeptos, y los conserva en Argentina y Francia; mientras se encuentra en franca desaparición en todo el resto del planeta. Cabe recordarles, para llenar sus numerosas lagunas, a estos señores que los hacedores del arte del cine actuales, con películas taquilleras, y de ésta década, como Analízame y Analízate, y con actores de la talla de Robert De Niro y Billy Cristal, y que fueron vistas en casi todo el mundo, pagan para ver y entender de qué se trata el quehacer de un psicoanalista y la aplicación del psicoanálisis, con una mezcla de sátira, y de comedia, donde abundan puntuaciones tan caras al Psicoanálisis, como el chiste, los sueños, el complejo de Edipo, el encuadre de las sesiones, el analista en algunas sesiones, la irrupción sorpresiva de un mafioso y padrino de la mafia, a la sazón y que le promete que le puede “limpiar” la agenda de los pacientes que el analista atiende, así lo atiende a él sólo, lo cual muestra las ganas de ser el único paciente, como el “his majesty the baby” freudiano, que por otra parte es común a todo paciente. Las idas y vueltas en las escenas y su imbricación con el contexto del retorno de lo reprimido inconsciente en el paciente mafioso, muestran además del gran trabajo actoral, del gran trabajo de sus directores para atravesar tan compleja trama y que debieron de ser asistidos, sin lugar a dudas y lógicamente por psicoanalistas, y como si esto fuera poco, tan sólo bastaba que la hubieran producido a esta realización cinematográfica, en un país como los EE.UU., donde prácticamente se ha abandonado ésta terapéutica, según las estadísticas proporcionadas por los neurocientíficos. Me interrogo para qué se ocuparían de algo que ya no interesa y se halla en franca decadencia los mentores del Libro Negro, y a su vez, porqué invertirían tanto dinero en este tipo de películas, con una terapéutica en extinción los productores de estas películas, y el estudio profundo de los personajes, combinándolo con el conocimiento y auxilio de profesionales psicoanalistas. Es más en otras épocas una película que había sido candidata a recibir el Oscar, como “El príncipe de las mareas”, tan bien interpretada como dirigida por una gran actriz como Bárbara Streissand, no fue aceptada, aunque contaba con grandes méritos para asirse con el premio correspondiente, y el rechazo obedeció a que su trama no respondía adecuada y científicamente a los postulados psicoanalíticos, por cuanto la actriz en cuestión actúa como una psicoanalista que trata a una paciente comatosa, por intermedio del hermano de la misma, y recorriendo a través del recuerdo de éste los aspectos de la vida y conocimiento adquirido por su hermana, pudiendo a la postre devolverle sana y salva del estado de coma, a la paciente, a su vida cotidiana y a través de dichos recuerdos proporcionados por su hermano; realmente una locura que carece de todo rigor científico que se le precie; lo menciono porque fue en EE.UU. donde no se aceptó esta película para recibir el Oscar, y simplemente por este nimio error, ¿qué les parece?; y en un lugar, por otra parte, donde evidentemente, los neurocientíficos afirman que hay un abandono del ejercicio del psicoanálisis. Además, un país donde importa tanto el negocio, cómo harían negocio poniendo en escena una terapéutica que cada vez tiene menos adeptos y está condenada a su desaparición, y que no provoca entonces gran consumo, y a su vez, un país donde celebran la máxima del “time is money”. Lo que sí es llamativo que las terapéuticas neurocientíficas a ningún cineasta de renombre importe, y menos que se las lleve, por lo tanto, a ser promocionadas cinematográficamente. Quizá SU LIBRO NEGRO, los promocione definitivamente al estrellato tan deseado. Es evidente que es poco conocida esta terapéutica, y tiene muy pocos adeptos, y que van por mal camino si piensan promocionarse criticando la terapéutica que les hace sombra, en lugar de mostrarnos sus grandes aciertos. ¿No es válido acaso un sondeo de la opinión pública por su adherencia a ciertos temas y su concurrencia masiva a un espectáculo, una muestra estadística suficiente de la REALIDAD, como lo puede proponer una buena puesta cinematográfica? ¿Quiénes elaboran las estadísticas de los neurocientíficos que no coinciden con la REALIDAD, o nos quieren tomar por ingenuos? Asimismo, lo que vende en un sentido, quién niega que no vende en otros.
En su 16° conferencia que versa sobre Psicoanálisis y Psiquiatría, Freud nos acotaba que: “...Ni siquiera a nuestros pacientes les exigimos un acto de convencimiento o de adhesión al psicoanálisis. Que lo hagan nos resulta sospechoso. La actitud que más deseamos en ellos es la de un benévolo escepticismo...” y a continuación agrega que: “...Por otra parte, ni por un instante deben creer que esto que les presento como concepción psicoanalítica sea un sistema especulativo. Es más bien experiencia: expresión directa de la observación o resultado de su procesamiento. Si este último procedió o no de manera suficiente y justificada, he ahí algo que se verá con el ulterior progreso de la ciencia; y por cierto tengo derecho, transcurridos ya casi dos decenios y medio y bastante avanzado yo en la vida, a aseverar sin jactancia que fue un trabajo particularmente difícil, intenso y empeñoso el que brindó estas observaciones. A menudo he recibido la impresión de que nuestros oponentes no querían considerar para nada este origen de nuestras aseveraciones, como si creyesen que no eran sino unas ocurrencias de cuño subjetivo a las que otro podría oponer su propio capricho. Este comportamiento opositor no me resulta del todo comprensible. Quizá provenga de que los médicos se comprometen muy poco con los neuróticos; oyen con tan poca atención lo que ellos tienen que decirles que se han enajenado la posibilidad de extraer algo valioso de sus comunicaciones, y por tanto de hacer en ellos observaciones en profundidad...” y prosigue más adelante, diciéndonos: “... Me gustaría responderles que si a costa de tantos trabajos ustedes adquiriesen una convicción, les cabría cierto derecho de sostenerla con alguna tenacidad. Además, puedo invocar en mi favor que en el curso de mis trabajos he modificado mis opiniones sobre algunos puntos importantes sustituyéndolas por otras nuevas, de lo cual, desde luego, hice comunicación pública en cada caso. ¿Y el resultado de esta sinceridad? Algunos ni siquiera han tomado conocimiento de mis autoenmiendas y todavía hoy me critican por tesis que desde hace mucho ya no significan para mí lo mismo. Los otros me reprochan justamente esas mudanzas y me declaran por eso mismo poco sólido...”
Hago un alto aquí para señalar que una muy corriente versión médica, para aquellos pacientes a quienes los resultados de los exámenes médicos dan negativo, les suelen indicar por toda respuesta que no padecen de nada o del más bien del “mal de unca... un carajo” y le espetan que lo que les pasa es de orden psicológico y agregan que “no tienen nada, pero por las dudas les recomiendan que visiten a un psicólogo”. Esto es con frecuencia para los médicos un concepto del que en numerosas oportunidades se sirven; que los psicólogos atienden: “nada”; que como bien señalara Freud y repitiendo una de mis citas arriba expuestas, y suyas, que:...“oyen con tan poca atención (los médicos)lo que ellos (los neuróticos) tienen que decirles que se han enajenado la posibilidad de extraer algo valioso de sus comunicaciones...” Acoto que los entre paréntesis son míos y tienen tan sólo un fin aclaratorio de la cita subrayada; no obstante ello, los médicos que observan la Realidad, dejan de lado la Realidad de las comunicaciones de sus pacientes, y se basan en Su Propia Realidad para comunicarnos sus denominadas conclusiones científicas, cuyas expresiones, por supuesto, son las que consideran únicamente como reales. Digamos, entonces, que una vasta cantidad de hechos observables, como el discurso del paciente y sufriente, no importa lo más mínimo a los médicos, lo único que nos debe importar es el discurso del médico, que está como podemos observar validado de antemano, sin ninguna verificación sino la sola cita de emergencia que otros colegas suyos aseverarían lo mismo; lo cual asimismo, es falso, por cuanto ya sabemos bastante de la explicación de que: “... cada médico va de acuerdo con su librito...”
Los psicólogos atienden todo aquello que humanamente hablando no atienden los médicos, supuestamente revisando el cuerpo del paciente, y cuyo discurso interesa muy poco o “nada”, sin embargo, el médico no sólo lo revisa, sino que le señala un diagnóstico a su paciente mencionando un término técnico-médico, y si su paciente le pregunta: ¿es malo lo que tengo doctor? (¡Ah! porque no nos olvidemos que es el Dr.); le puede contestar lisonjeramente, quédese tranquilo que está en buenas manos, confíe en nosotros, lo vamos a sacar adelante... (y esperemos que no sea un malentendido y lo saquen a uno con “los pies hacia adelante”; o sea “finado” o más burlescamente “fiambre”). Se habla graciosamente, pero no lo es. El médico, de este modo juega con el dolor ajeno hipócritamente, pero no lo hace así cuando se trata de sí mismo, o de otro colega. ¡Qué extraño!
Por otra parte, los médicos se comportan como si hubieran nacido médicos, y algunos provienen de una cuna de médicos; esto es, el saber médico lo tuvieron desde siempre, no tuvieron que pasar como todos nosotros, por el previo aprendizaje del lenguaje y todos sus costos y dificultades, nacieron con el lenguaje puesto, y el lenguaje médico también, por derivación, y por si esto fuera poco no consideran importante al lenguaje mismo. El dios Asclepio, proveniente de la mitología griega los habría formado así; tal vez. Ahora bien, el lenguaje descansa en convencionalismos, así como todo otro lenguaje, que se precie de tal, a saber: el matemático, el químico, el físico, el filosófico y el de cualquier otra disciplina. Esto es, que no puede considerarse algo como verdadero cuando debiéramos fundamentar como verdadero primero todo lo correspondiente al lenguaje, y esto denota que, asimismo, en el lenguaje hablado hay más de un lenguaje convencional, cuando a cualquier fonema le corresponde unos determinados signos o letras, que se codificó y convino que así fuera; por lo tanto, ninguna definición científica descansa sino sobre convencionalismos; convengamos en ello. Esto es, uno lo define a algo con el uso de ciertas palabras, y otro científico, podría considerar o ponderar que dice lo mismo, que vio lo mismo, pero con otras palabras. No se dice de una sola manera, sino que se puede decir de varias maneras lo mismo utilizando, entonces, otras palabras para expresar lo mismo; (que no es lo mismo, suena diferente, se escribe con otros signos, y probablemente se sienta de otro modo y hasta más a gusto cada científico con su propia expresión, que recala coincidentemente, a veces, con aquello que a lo mejor luego rechaza, y tiene que ver con su propia historia y de sus propias experiencias y, asimismo, de cómo aprendió a expresarse en el seno de su familia primordial). Cuando el médico no presta atención a su paciente en lo que dice, saltea pues todo esto, y mucho más por cuanto lo que diagnostica y pronostica lo hace usando palabras, aunque no le parezca, y que no tienen ninguna confirmación valedera o verdadera hipotéticamente, sino tan sólo palabras que no pueden probarse verdaderas; cuando como he dicho el lenguaje descansa sobre convenciones; que compartimos. Asimismo, se supone que el paciente entiende adecuadamente lo que le dosifica en la toma de los medicamentos y se lo considera responsable de sus actos, por parte del médico; por lo que si el paciente mencionado llega a considerar que lo que le cura siempre actúa de manera benévola para restablecer su salud afectada, y aumentara por sí mismo la dosificación, no entraría en ninguna contravención, por cuanto lo que cura no puede sino curarlo; no puede ser de riesgo para su vida; el médico, en estos casos no nos diría que lo ayudó a drogarse y a hacerse adicto, sino que no siguió sus indicaciones adecuadamente; y de seguir a pies juntillas, sus indicaciones el paciente, diría tal vez, que la medicación no le hizo efecto, o que se defiende de la medicación, o hay que cambiarle la medicación, y que, en algunos casos, se comportaría como una excepción a la regla; ¿qué tal? En todo caso el médico no reconocería sus equívocos; por lo que se deduce que tratar los errores y reconocer que debe tratarlos es una quimera; pretender entonces, se deduce de esto aceptar que existe hace tiempo una forma científica de tratarlos, como la psicoanalítica, sería oportuno que la rechace, y así se comportaría como un verdadero ignorante, aunque asimismo, lo desconozca. Platón acotaba que un sabio nunca desearía sobrepasar a otro sabio, sino aprender de él lo que desconoce, o no sabe; en cambio el ignorante, no se contentaría con sentirse superior a otro de su clase, sino y asimismo, de alguien que no es de su condición, como lo es un sabio. El médico se comportaría pues como un ignorante, negando lo que no sabe, y considerando que lo sabe todo.
Los autores del Libro Negro de las Neurociencias, lo denomino así por cuanto los psicoanalistas no hemos escrito AUN el nuestro; además, no resulta que quienes se declaran NO partidarios de la disciplina psicoanalítica, pretendan imponernos sus concepciones equívocas denominándolo Libro Negro del Psicoanálisis, a un libro tendencioso y que no tiene soporte psicoanalítico, y a su vez, escrito por ellos; los neurocientíficos. Señores, ese Libro al que aluden no fue escrito por nosotros, lo tenemos que escribir los psicoanalistas, en todo caso para llamarlo de ese modo, y por lo que sé, nuestro libro de Psicoanálisis no presenta problema alguno de color, ni es contrario a ello. Si con lo Negro se trata de lo Obscuro, se trata de otra palabra, y por lo que he hallado en vuestro Libro Negro, y a pesar, de las numerosas citas bibliográficas, es bien Obscuro, porque muestra desconocimiento de lo que ahí se pretende criticar y también avalar en favor de las neurociencias, y por ende, en detrimento del saber psicoanalítico.
Recurro para observar este error a otra cita ya expuesta por mí y, obviamente referida a Freud a quien intentan mostrarnos que han leído y comprendido en profundidad, lo cual a todas luces carece de veracidad o si se prefiere: “no es cierto”. Repito la cita: “... Algunos ni siquiera han tomado conocimiento de mis autoenmiendas (por ejemplo la seducción, a la que Uds. autores del Libro Negro han criticado sin cesar) y todavía hoy me critican por tesis que desde hace mucho ya no significan para mí lo mismo. Los otros me reprochan justamente esas mudanzas y me declaran por eso mismo poco sólido...” El agregado entre paréntesis es mío.
Continuando con ciertas citas de Freud, correspondientes la 16° conferencia que hube mencionado para referirme a los puntos que establecí, adiciono otras que auxilian, a mi entender a una mayor comprensión de lo hasta ahora expuesto por mí, y avalándolo, a saber: “... El analista no atina a hacer gran cosa con la gente que lo visita en su consultorio médico para desplegar frente a él, en un cuarto de hora, las lamentaciones de su larga vida. Su saber más profundo le impide pronunciar el veredicto a que recurriría otro médico: “Lo que usted tiene no es nada”, e impartir el consejo: “Tome una ligera cura de aguas”. Uno de nuestros colegas, preguntado por lo que hacía en el consultorio, respondió incluso, con un encogimiento de hombros: “Les impongo una multa de unas buenas coronas”. Por eso no les asombrará enterarse de que aún en el caso de psicoanalistas con mucha clientela las horas de consulta no suelen ser muy concurridas. Yo puse doble puerta en reemplazo de la simple que separaba mi sala de espera de mi sala de tratamiento y consultorio, reforzándola además con una cubierta de fieltro. El propósito de este pequeño artificio no es nada dudoso. Ahora bien, siempre acontece que personas que hago pasar desde la sala de espera descuidan cerrar la puerta tras de sí, y por cierto casi siempre dejan las dos puertas abiertas. Tan pronto lo observo, me obstino, con tono bastante inamistoso, en que el o la ingresante vuelva sobre sus pasos para reparar ese descuido, por más que se trate de un elegante caballero o de una dama empingorotada...” y transcribo, también literalmente, y más adelante, donde Freud nos señalaba lo siguiente: “...La omisión del paciente obedece entonces a un determinismo, no es contingente ni carece de sentido; ni siquiera es intrascendente, pues veremos que ilustra la relación del recién llegado con el médico...” Y continuo con otra transcripción literal que considero útil a lo que pretendo discutir y discurrir, más luego: “...Tiene que hacerle pagar al médico su intención de ofrecerle una muestra tan superflua de respeto y... omite cerrar las puertas entre sala de espera y consultorio. Con eso quiere decirle: “¡Ah! Aquí no hay nadie, y probablemente durante todo el tiempo en que yo esté no vendrá nadie tampoco...”
A qué nos pueden conducir estas aseveraciones como una de las anteriormente expuesta, como la cita del médico diciéndole a su paciente que “lo que Ud. tiene no es nada... y recomendándole: tome una ligera cura de aguas”.