El mágico prodigioso - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El mágico prodigioso E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El mágico prodigioso (1637) forma parte de los dramas religiosos (comedias de santos) escritos por Calderón de la Barca, según su interpretación de la Biblia.Esta obra es una de las más representativas del teatro del siglo de oro por el calado filosófico y teológico de los temas tratados, la potencia de la devoción ante lo divino, y su fuerza visual. El mágico prodigioso relata la leyenda de san Cipriano y de santa Justina de Antioquía, mártires cristianos del siglo III y debería ser representado en la celebración del Corpus Christi. Cipriano lucha contra el Demonio en una epopeya del teatro de la ilusión y del desengaño.

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Seitenzahl: 91

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

El mágico prodigioso

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El mágico prodigioso.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-266-8.

ISBN rustica: 978-84-96428-42-3.

ISBN ebook: 978-84-9897-238-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La trama 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 49

Jornada tercera 93

Libros a la carta 143

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse. Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636). En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa.

La trama

El mágico prodigioso (1637) forma parte de los dramas religiosos (comedias de santos) escritos por Calderón de la Barca según su interpretación de la Biblia. Esta obra es una referencia en el teatro del siglo de oro por el espíritu filosófico y teológico de los temas tratados, la intensidad de la devoción ante lo divino, y su fuerza visual.

El mágico prodigioso relata la leyenda de san Cipriano y santa Justina de Antioquía, mártires cristianos del siglo III, y debería ser representado en la celebración del Corpus Christi. Cipriano lucha contra el Demonio en una epopeya del teatro de la ilusión y del desengaño.

Personajes

Cipriano

Clarín, criado

Demonio

Fabio

Floro

Gobernador de Antioquía

Justina

Lelio

Lisandro, viejo

Livia, criada

Moscón, criado

Jornada primera

(Salen Cipriano, vestido de estudiante, y Clarín y Moscón, de gorrones, con unos libros.)

Cipriano En la amena soledad

de aquesta apacible estancia,

bellísimo laberinto

de flores, rosas y plantas,

podéis dejarme, dejando

conmigo —que ellos me bastan

por compañía— los libros

que os mandé sacar de casa;

que yo, en tanto que Antioquía

celebra con fiestas tantas

la fábrica de ese templo

que hoy a Júpiter consagra,

y su traslación, llevando

públicamente su estatua

adonde con más decoro

y honor esté colocada,

huyendo del gran bullicio

que hay en sus calles y plazas,

pasar estudiando quiero

la edad que al día le falta.

Idos los dos a Antioquía,

gozad de sus fiestas varias,

y volved por mí a este sitio

cuando el Sol cayendo vaya

a sepultarse en las ondas,

que entre oscuras nubes pardas

al gran cadáver de oro

son monumentos de plata.

Aquí me hallaréis.

Moscón No, puedo,

aunque tengo mucha gana

de ver las fiestas, dejar

de decir, antes que vaya

a verlas, señor, siquiera

cuatro o cinco mil palabras.

¿Es posible que en un día

de tanto gusto, de tanta

festividad y contento,

con cuatro libros te salgas

al campo solo, volviendo

a su aplauso las espaldas?

Clarín Hace mi señor muy bien;

que no hay cosa más cansada

que un día de procesión

entre cofadres y danzas.

Moscón En fin, Clarín, y en principio,

viviendo con arte y maña,

eres un temporalazo

lisonjero, pues alabas

lo que hace, y nunca dices

lo que sientes.

Clarín Tú te engañas,

que es el mentís más cortés

que se dice cara a cara;

que yo digo lo que siento.

Cipriano Ya basta, Moscón; ya basta,

Clarín. Que siempre los dos

habéis con vuestra ignorancia

de estar porfiando, y tomando

uno de otro la contraria.

Idos de aquí, y, como digo,

volved aquí cuando caiga

la noche, envolviendo en sombras

esta fábrica gallarda

del universo.

Moscón ¿Qué va,

que, aunque defendido hayas

que es bueno no ver las fiestas,

que vas a verlas?

Clarín Es clara

consecuencia. Nadie hace

lo que aconseja que hagan

los otros.

Moscón (Aparte.) (Por ver a Livia,

vestirme quisiera de alas.)

(Vase Moscón.)

Clarín (Aparte.) (Aunque, si digo verdad,

Livia es la que me arrebata

los sentidos. Pues ya tienes

más de la mitad andada

del camino, llega, Livia,

al «na», y sé, Livia, liviana.)

(Vase Clarín.)

Cipriano Ya estoy solo, ya podré,

si tanto mi ingenio alcanza,

estudiar esta cuestión

que me trae suspensa el alma

desde que en Plinio leí

con misteriosas palabras

la difinición de Dios.

Porque mi ingenio no halla

este Dios en quien convengan

misterios ni señas tantas,

esta verdad escondida

he de apurar.

(Pónese a leer. Sale el Demonio, de galán, y lee Cipriano.)

Demonio (Aparte.) (Aunque hagas

más discursos, Cipriano,

no has de llegar a alcanzarla,

que yo te la esconderé.)

Cipriano Ruido siento en estas ramas.

¿Quién va? ¿Quién es?

Demonio Caballero,

un forastero es, que anda

en este monte perdido

desde toda esta mañana,

tanto que, rendido ya

el caballo, en la esmeralda

que es tapete de estos montes

a un tiempo pace y descansa.

A Antioquía es el camino

a negocios de importancia;

y apartándome de toda

la gente que me acompaña,

divertido en mis cuidados,

caudal que a ninguno falta,

perdí el camino y perdí

criados y camaradas.

Cipriano Mucho me espanto de que

tan a vista de las altas

torres de Antioquía, así

perdido andéis. No hay, de cuantas

veredas a aqueste monte

o le línean o le pautan,

una que a dar en sus muros,

como en su centro, no vaya.

por cualquiera que toméis

vais bien.

Demonio Ésa es la ignorancia:

a la vista de las ciencias,

no saber aprovecharlas.

Y supuesto que no es bien

que entre yo en ciudad extraña,

donde no soy conocido,

solo y preguntando, hasta

que la noche venza al día,

aquí estaré lo que falta;

que en el traje y en los libros

que os divierten y acompañan

juzgo que debéis de ser

grande estudiante, y el alma

esta inclinación me lleva

de los que en estudios tratan.

(Siéntase.)

Cipriano ¿Habéis estudiado?

Demonio No;

pero sé lo que me basta

para no ser ignorante.

Cipriano Pues ¿qué ciencia sabéis?

Demonio Hartas.

Cipriano Aun estudiándose una

mucho tiempo no se alcanza,

¿y vos —¡grande vanidad!—

sin estudiar sabéis tantas?

Demonio Sí, que de una patria

soy donde las ciencias más altas

sin estudiarse se saben.

Cipriano ¡Oh, quién fuera de esa patria!

Que acá mientras más se estudia,

más se ignora.

Demonio Verdad tanta

es ésta que sin estudios

tuve tan grande arrogancia

que a la cátedra de prima

me opuse, y pensé llevarla,

porque tuve muchos votos;

y, aunque la perdí, me basta

haberlo intentado; que hay

pérdidas con alabanza.

Si no lo queréis creer,

decid qué estudiáis, y vaya

de argumento; que aunque no

sé la opinión que os agrada,

y ella sea la segura,

yo tomaré la contraria.

Cipriano Mucho me huelgo de que

a eso vuestro ingenio salga.

Un lugar de Plinio es

el que me trae con mil ansias

de entenderle, por saber quién

es el dios de quien habla.

Demonio Ése es un lugar que dice

—bien me acuerdo— estas palabras:

«Dios es una bondad suma,

una esencia, una sustancia;

todo vista y todo manos.»

Cipriano Es verdad.

Demonio ¿Qué repugnancia

halláis en esto?

Cipriano No hallar

el dios de quien Plinio trata;

que si ha de ser bondad suma,

aun a Júpiter le falta

suma bondad, pues le vemos

que es pecaminoso en tantas

ocasiones: Dánae hable

rendida, Europa robada.

Pues ¿cómo en suma bondad,

cuyas acciones sagradas

habían de ser divinas,

caben pasiones humanas?

Demonio Ésas son falsas historias

en que las letras profanas

con los nombres de los dioses

entendieron disfrazada

la moral filosofía.

Cipriano Esa respuesta no basta,

pues el decoro de Dios

debiera ser tal, que osadas

no llegaran a su nombre

las culpas, aun siendo falsas;

y apurando más el caso,

si suma bondad se llaman

los dioses, siempre es forzoso

que a querer lo mejor vayan;

pues ¿cómo unos quieren uno,

y otros otro? Esto se halla

en las dudosas respuestas

que suelen dar sus estatuas.

Porque no digáis después

que alegué letras profanas...

A dos ejércitos, dos

ídolos una batalla

aseguraron, y el uno

la perdió: ¿no es cosa clara

la consecuencia de que

dos voluntades contrarias

no pueden a un mismo fin ir?

Luego, yendo encontradas,

es fuerza, si la una es buena,

que la otra ha de ser mala.

Mala voluntad en Dios

implica el imaginarla;

luego no hay suma bondad

en ellos, si unión les falta.

Demonio Niego la mayor porqué

aquesas respuestas, dadas

así, convienen a fines

que nuestro ingenio no alcanza,

que es la providencia;

y más debió importar la batalla

al que la perdió el perderla,

que al que la ganó el ganarla.

Cipriano Concedo; pero debiera

aquel dios, pues que no engañan

los dioses, no asegurar

la victoria; que bastaba

la pérdida permitirla

allí, sin asegurarla.

Luego, si Dios todo es vista,

cualquiera dios viera clara

y distintamente el fin;

y al verle, no asegurara

el que no había de ser;

luego, aunque sea deidad tanta,

distinta en personas, debe

en la menor circunstancia

ser una sola en esencia.

Demonio Importó para esa causa

mover así los afectos

con su voz.

Cipriano Cuando importara

el moverlos, genios hay,

que buenos y malos llaman

todos los doctos, que son

unos espíritus que andan

entre nosotros, dictando

las obras buenas y malas,

argumento que asegura

la inmortalidad del alma;

y bien pudiera ese dios,

con ellos, sin que llegara

a mostrar que mentir sabe,

mover afectos.

Demonio Repara

en que esas contrariedades

no implican al ser las sacras

deidades una, supuesto

que en las cosas de importancia

nunca disonaron. Bien

en la fábrica gallarda

del hombre se ve, pues fue

solo un concepto al obrarla.

Cipriano Luego, si ése fue uno solo,

ése tiene más ventaja

a los otros; y si son

iguales, puesto que hallas

que se pueden oponer

—ésta no puedes negarla—

en algo, al hacer el hombre,

cuando el uno lo intentara,

pudiera decir el otro:

«No quiero yo que se haga.»

Luego, si Dios todo es manos,

cuando el uno le criara,

el otro le deshiciera,

pues eran manos entrambas

iguales en el poder,

desiguales en la instancia.