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El mayor monstruo, los celos es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.
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Seitenzahl: 100
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
El mayor monstruo de los celosCover image: Shutterstock Copyright © 1664, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726496499
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
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Salen los Músicos cantando, y detras elTetrarca , Mariene , Libia , Sirene yFilipo .
Music. La divina Mariene,
El sol de Jerusalen,
Por divertir sus tristezas,
Vió el campo al amanecer.
Las aves, fuentes y flores
La dan dulce parabien,
Repitiendo por servirla
Al aire una y otra vez:
Sea triunfo de sus manos
Lo que es pompa de sus pies;
Fuentes, sus espejos sed,
Corred, corred;
Aves, su luz saludad,
Volad, volad;
Flores, paso prevenid,
Vivid, vivid.
Tetr. Hermosa Mariene,
Á quien el orbe de zafir previene
Ya soberano asiento,
Como estrella añadida al firmamento,
No con tanta tristeza
Turbes el rosicler de tu belleza.
Qué deseas? qué quieres?
Qué envidias? qué te falta? ¿tú no eres,
Amada gloria mia,
Reina en Jerusalen? ¿su monarquía,
En cuanto ciñe el sol, el mar abarca,
No me aclama su inclito Monarca?
Como dan testimonio
Letras de Marco Antonio,
Y firmas de Octaviano;
Porque los dos intentan, aunque en vano,
Repartir el imperio,
Que dilata y extiende su emisferio
Desde el Tiber al Nilo.
¿Y yo con cauto pecho y doble estilo
De Antonio no defiendo
La parte, porque asi turbar pretendo
La paz, y que la guerra
Dure, porque despues, cuando la tierra
De sus huestes padezca atormentada,
Y el mar cansado de una y otra armada,
Pueda yo declararme,
Y en Roma, tú á mi lado, coronarme?
¿Tu hermano y Tolomeo,
No son á quien les fio mi deseo,
Y ley de mi albedrío,
Pues con los dos socorro á Antonio envio?
Y en tanto (o cielo hermoso!)
Que al triunfo llega el dia venturoso,
¿No estás de mí adorada?
¿De mis gentes no estás idolatrada?
¿No habitas esta quinta,
Que sobre el mar de Jope el cielo pinta?
Pues no tan fácilmente
Se postre todo el sol á un accidente,
Liberal restituya tu alegría
Su luz al alba, su esplendor al dia,
Su fragrancia á las flores,
Al campo sus colores,
Sus matices á Flora,
Sus perlas á la Aurora,
Su música á las aves,
Mi vida á mí; pues con discursos graves
Á zelos me ocasionan tus desvelos:
No sé qué mas decir, ya dije zelos.
Mar. Tetrarca generoso,
Mi dueño amante, y mi galan esposo,
Ingrata al cielo fuera,
Y á mi ventura ingrata, si rindiera
El sentimiento mio
Á pequeño accidente su albedrío.
La pena, que me aflige,
De causa (ay cielos!) superior se rige,
Tanto, que es todo el cielo
Depósito infeliz de mi desvelo;
Pues todo el cielo escribe
Mi desdicha, que en él grabada vive,
En papel de cristal con letras de oro;
No con causa menor mi muerte lloro.
Tetr. Menos entiendo ahora yo, y mas dudo
El mio y tu dolor; y si es que pudo
Tanto mi amor contigo,
Hazme ya de tu mal, mi bien, testigo;
Sepa tu pena yo, porque la llore,
Y mas tiempo no ignore
Muerte, que ya con mis sentidos lucha.
Mar. Nunca pensé decirlo; pero escucha:
Un doctísimo Hebreo
Tiene Jerusalen, cuyo deseo
Siempre ha sido estudioso
Apresurar al tiempo presuroso
La edad, como si fuera
Menester acordarle que corriera.
Este pues vigilante,
En láminas leyendo de diamante
Caractéres de estrellas,
Hoy los futuros contingentes dellas
Á todos adelanta,
Tanta es la fuerza de su estudio, tanta,
Que es oráculo vivo
De todo ese cuaderno fugitivo,
Que en círculos de nieve
Un soplo inspira, y un aliento bebe.
Yo, que muger nací, (con esto digo,
Que amiga de saber) docto testigo
Le hice de tu fortuna y mi fortuna;
Porque viendo, que al orbe de la luna
Hoy empinas la frente,
El futuro previne contingente.
Con el mio juzgó tu nacimiento,
Y á los delirios de la suerte atento,
Halló...... Aqui el labio mio
Torpe, muda la voz, el pecho frío,
Se desmaya, se cansa y desfallece,
Y aqui todo mi cuerpo se estremece. —
Halló en fin, que seria
Trofeo injusto yo (qué tiranía!)
De un monstruo el mas cruel, horrible y fuerte
Del mundo; halló tambien, que daria muerte
(¿Qué daño no se teme prevenido?)
Ese puñal, que ahora te has ceñido,
Á lo que mas en este mundo amares.
Mira, si tales penas, si pesares
Tan grandes es forzoso
Que tengan mi discurso temeroso,
Muerta la vida y vivo el sentimiento;
Pues infaustos los dos, con fin sangriento,
Por ley de nuestros hados,
Vivimos á desdichas destinados;
Tú, porque ese puñal será homicida
De lo que mas amares en tu vida;
Y yo, siendo con llanto tan profundo
Trofeo del mayor monstruo del mundo.
Tetr. Bellísima Mariene,
Aunque ese libro inmortal
En once hojas de cristal
Nuestros discursos contiene,
Dar crédito no conviene
Á los secretos, que encierra;
Que es ciencia, que tanto yerra,
Que en un punto solamente
Mayores distancias miente,
Que hay desde el cielo á la tierra.
De esa ciencia singular
Solo se debe saber
El mal que se ha de temer,
Mas no el que se ha de esperar.
Sentir, padecer, llorar
Desdichas, que no han llegado,
Ya lo son; pues tu cuidado
No puede haberte oprimido,
Despues de haber sucedido,
Á mas que haberlas llorado.
Y si ahora tu desvelo
Lo que ha de suceder llora,
Tú haces tu desdicha ahora
Mucho primero que el cielo.
Que llorar con desconsuelo,
Por imaginada dicha,
Ó la desdicha, ó la dicha,
Ya es hacer cara en rigor,
Pues no hay desdicha mayor,
Que el esperar la desdicha.
Con otro argumento yo
Vencer tu dolor quisiera:
Si ventura acaso fuera
La que el astrólogo vió,
¿Diérasla crédito? No,
Ni la estimaras, ni oyeras;
¿Pues por qué en nuestras quimeras
Han de ser escrupulosas
Las venturas mentirosas,
Las desdichas verdaderas?
Dé crédito el llanto igual
Al favor como al desden,
Ni aquel dudes porque es bien,
Ni este creas porque es mal.
Y si en argumento tal
No estás satisfecha, mira
Otro, que al discurso admira:
Esta prevista crueldad,
Ó es mentira, ó es verdad;
Dejémosla, si es mentira,
Pues nada nos asegura,
Y aunque sea verdad, vamos,
Porque siéndolo, arguyamos,
Que es el saberla ventura.
Ninguna vida hay segura
Un instante; cuantos viven,
En su principio aperciben
Tan contados los alientos,
Que se cumplen por momentos
Los números que reciben.
Yo en aqueste instante no
Sé, si mi cuenta cumplí,
Ni si la ví ya; tú sí,
Á quien el cielo guardó
Para un monstruo: luego yo
Llorar debiera ignorante
Mi fin, tú no, si este instante
Á ser tan dichosa vienes,
Que seguro el vivir tienes,
Pues no está el monstruo delante.
Y pasando al fundamento
De lo que sabes de mí,
¿Cómo es compatible, di,
Que aqueste puñal sangriento
Dé en ningun tiempo violento
Muerte á lo que yo mas quiero,
Y á tí un monstruo? Ver no espero
Cosa de mí mas querida:
¿Luego amenazan tu vida
Aquel monstruo y este acero?
Pues si hoy el hado importuno,
Que es de los gentiles Dios,
Te ha amenazado con dos
Fines, no temas ninguno.
No hay mas rigor para el uno,
Que para el otro piedad:
Luego será necedad
Temer, al rigor atenta,
Cuando es fuerza que uno mienta,
Que el otro diga verdad.
Y porque veas aqui,
Como mienten las estrellas,
Y que triunfar puedo dellas,
Mira el puñal.
Mar. Ay de mí!
Tente, señor!
Tetr. ¿De qué asi
Tiemblas? di!
Mar. Mi muerte advierte
Mirarle en tu mano fuerte.
Tetr. Pues porque no temas mas,
Desde hoy inmortal serás;
Yo haré imposible tu muerte.
Sea el mar, campo de hielo,
Sea el orbe de cristal
Deste funesto puñal,
Monstruo acerado del suelo,
Sepulcro. [Arroja el puñal al mar.
Tolomeo dentro.
Tol. Válgame el cielo!
Mar. ¡O qué voz tan triste he oido!
Fil. Aire y agua han respondido
Con asombro ó con desmayo.
Lib. El trueno fue de aquel rayo
Un lastimoso gemido.
Mar. ¿Qué mucho que á mí me asombre
Acero tan penetrante,
Que hace heridas en las ondas,
É impresiones en los aires?
Tetr. Los pequeños accidentes
Nunca son prodigios grandes;
Acaso la voz se queja.
Y porque te desengañes,
Iré á saber lo que ha sido,
Penetrando á todas partes
Las entrañas de los montes,
Los cóncavos de los mares.
[Vanse el Tetrarca, Filipo y los criados.
Mar. Toda soy horror!
Lib. El mar
Es monumento inconstante
De un mísero, que rendido
Entre sus espumas trae.
Sir. Ya tu esposo, el gran Tetrarca,
Con generosas piedades
Movido, al bajel humano
Ha dado puerto en la márgen.
Mar. El puñal, que fue cometa
De dos esferas errantes,
Arpon del arco del cielo,
Clavado en un hombro trae.
Lib. Tolomeo es, ay de mí!
Mas bastaba ser mi amante,
Para ser tan infelice.
¡Qué prodigio tan notable!
¡Qué espectáculo tan triste!
Mar. ¡Qué asombro tan admirable!
Vamos de aqui, que no tengo
Ánimo para mirarle: [Vanse.
Vuelven á salir elTetrarca , Filipo y los criados, que traen áTolomeo , con el puñal clavado.
Tetr. Ya del mar estais seguro,
Infelice navegante;
Asi la mortal herida
Diera treguas á mis males.
Tol. ¡Detente, señor, detente!
Ese puñal no me saques,
Porque, al ver la puerta abierta,
Sus espíritus no exhale
El alma; ya que los cielos
Solamente en esta parte
Son piadosos, pues me dan,
Para verte y para hablarte,
Tiempo, no se pierda el tiempo,
Mi muerte, y la tuya sabe.
Tetr. Tolomeo?
Tol. Sí, señor.
Tetr. Llevadle de aqui, llevadle
Á curar.
Tol. Aqueso no;
Que cuando el riesgo es tan grande,
Menos importa mi vida,
Que la tuya. Y asi, antes
Que acaben mi poco aliento
Desdichas que son tan grandes,
Oye las tuyas, señor;
Y cuando helado cadáver,
Me falte el tiempo al decirlas,
Al saberlas no te falte.
Octaviano en tierra y mar,
Ondas ocupando y valles,
Llegó á Egipto; salió Antonio,
Con tu socorro, á buscarle,
De Cleópatra acompañado,
En el Bucentoro, nave,
Que labró para él Cleópatra,
De marfiles y corales.
Á los principios fue nuestra
(Fuerte pena! injusto trance!)
La fortuna; ¿pero cuándo
Estuvo firme un instante?
Enojáronse las ondas,
Y el mar, Nembrot de los aires,
Montes puso sobre montes,
Ciudades sobre ciudades.
La armada del enemigo,
Como estaba hácia la parte
Del puerto abrigada, en él
Quiso el cielo que se ampare;
Mas la nuestra, dividida,
Deshecha y sin órden, sale
Á la campaña del mar,
Donde impelida mi nave
Caballo fue desbocado,
Que no hay freno que le pare.
Atormentada en efecto,
Desmantelado el velámen,
Los árboles destroncados,
Enmarañados los cables,
Y trayendo finalmente
Arena y agua por lastre,
Á vista ya de las torres
De Jerusalen la grande,
Fue ruina en un escollo,
Y aqui una tabla, á los ayes
Repetidos, fue delfin,
Enseñado á sus piedades.
¿Quién creerá, que la fortuna
En un hombre, que se vale
De la piedad de un fragmento,
Pudiera hacer otro lance?
Yo lo afirmo; pues yo ví
De acero un cometa errante
Contra este humano bajel
Correr la esfera del aire.
Este pues, que de mi vida
Tasando está los instantes,
Solo el decir me permite,
Que tu enemigo triunfante
Queda en Egipto, y Antonio,
Ó rendido, ó muerto yace;
Que de Aristobolo, hermano
De tu esposa, no se sabe;
Y en fin, que tus esperanzas,
Como el humo, se deshacen.
Y ya que de tus desdichas,