El médico de su honra - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El médico de su honra E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El médico de su honra es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. La obra comienza cuando el príncipe don Enrique, con su hermano el rey don Pedro y otros nobles, yendo a caballo de camino a Sevilla, cae del caballo y pierde el conocimiento. El rey sigue camino hacia Sevilla con prisa, y los acompañantes del infante lo introducen en una casa de campo.

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Seitenzahl: 87

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

El médico de su honra

Comedia famosa

Saga

El médico de su honraCover image: Shutterstock Copyright © 1670, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497618

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella:

—94v→

DON GUTIERRE. REY DON PEDRO. INFANTE DON ENRIQUE. DON ARIAS. DON DIEGO. DOÑA MENCÍA DE ACUÑA. [DOÑA] LEONOR. [JACINTA,] una esclava.INÉS, criada.[COQUÍN.] [SOLDADOS.] [VIEJO.] [TEODORA.] [LUDOVICO.]

Jornada I

Suena ruido de caja y sale cayendo el INFANTE DON ENRIQUE y DON

ARIAS y DON DIEGO y, algo detrás, el REY DON PEDRO, todos de

camino.

 

DON ENRIQUE ¡Jesús mil veces!

DON ARIAS ¡El cielo

te valga!

REY ¿Qué fue?

DON ARIAS Cayó

el caballo y arrojó

desde él al Infante al suelo.

REY Si las torres de Sevilla 5

saluda de esa manera,

nunca a Sevilla viniera,

nunca dejara a Castilla.

¿Enrique, hermano?

DON DIEGO ¡Señor!

REY ¿No vuelve?

DON ARIAS A un tiempo ha perdido 10

pulso, color y sentido.

¡Qué desdicha!

DON DIEGO ¡Qué dolor!

REY Llegad a esa quinta bella que está del camino al paso,

don Arias, a ver si acaso 15

regocijo un poco en ella:

cobra salud el Infante.

Todos os quedad aquí

y dadme un caballo a mí

que he de pasar adelante; 20

que aunque este horror y mancilla

mi rémora pudo ser,

no me quiero detener

hasta llegar a Sevilla.

Allá llegará la nueva 25

—95→

del suceso.

(Vase.)

DON ARIAS Esta ocasión

de su fiera condición

ha sido bastante prueba:

¿quién a un hermano dejara

tropezando deste fuerte 30

en los brazos de la muerte?

¡Vive Dios...!

DON DIEGO Calla, y repara

en que, si oyen las paredes,

los troncos, don Arias, ven,

y nada nos está bien. 35

DON ARIAS Tú, don Diego, llegar puedes

a esa quinta; di que aquí

el Infante mi señor

cayó. Pero no, mejor

será que los dos así 40

le llevemos donde pueda

descansar.

DON DIEGO Has dicho bien.

DON ARIAS Viva Enrique, y otro bien

la suerte no me conceda.

 

(Llevan al INFANTE, y sale DOÑA MENCÍA y JACINTA, esclavaherrada.)

 

DOÑA MENCÍA Desde la torre los vi 45

y, aun quién son no podré

distinguir, Jacinta, sé

que una gran desdicha allí

ha sucedido: venía

un bizarro caballero 50

en un bruto tan ligero

que en el viento parecía

un pájaro que volaba;

y es razón que lo presumas

porque un penacho de plumas 55

matices al aire daba;

el campo y el sol en ellas

compitieron resplandores,

que el campo le dio sus flores

y el sol le dio sus estrellas; 60

porque cambiaban de modo,

y de modo relucían

que en todo al sol parecían

y a la primavera en todo.

Corrió pues, y tropezó 65

el caballo de manera

que lo que ave entonces era,

cuando en la tierra cayó

fue rosa; y así, en rigor

imitó su lucimiento 70

en sol, cielo, tierra y viento,

ave, bruto, estrella y flor.

JACINTA ¡Ay señora! En casa ha entrado...

DOÑA MENCÍA ¿Quién?

JACINTA Un confuso tropel

de gente.

DOÑA MENCÍA ¿Mas que con él 75

a nuestra quinta han llegado?

 

(Salen DON ARIAS y DON DIEGO, y sacan al INFANTE, y siéntanle enuna silla.)

 

DON DIEGO En las casas de los nobles

tienen tan divino imperio

la sangre del Rey, que ha dado

en la vuestra atrevimiento 80

para entrar desta manera.

DOÑA MENCÍA [Aparte.]

¿Qué es esto? ¿Qué miro? ¡Ay cielos!

DON DIEGO El infante don Enrique,

hermano del rey don Pedro,

a vuestras1 puertas cayó

85

y llega aquí medio muerto.

DOÑA MENCÍA ¡Válgame Dios, qué desdicha!

DON ARIAS Decidnos a qué aposento

podrá retirarse en tanto

que vuelva al primero aliento 90

su vida. Pero, ¡qué miro!

¿Señora?

DOÑA MENCÍA ¡Don Arias!

DON ARIAS Creo

que es sueño fingido cuanto

estoy escuchando y viendo;

que el infante don Enrique, 95

más amante que primero,

vuelva a Sevilla y te halle

con tan infeliz encuentro,

¿puede ser verdad?

DOÑA MENCÍA Sí es,

—95v→

y ojalá que fuera sueño. 100

DON ARIAS Pues, ¿qué haces aquí?

DOÑA MENCÍA Despacio

lo sabrás, que ahora no es tiempo

sino solo de acudir

a la vida de tu dueño.

DON ARIAS ¡Quién le dijera que así 105

llegara a verte!

DOÑA MENCÍA Silencio;

que importa mucho, don Arias.

DON ARIAS ¿Por qué?

DOÑA MENCÍA Va mi honor en ello.

Entrad en ese retiro

donde esté un catre cubierto 110

de un cuero turco y de flores,

y en él, aunque humilde lecho,

podrá descansar. ¡Jacinta!,

saca tú ropa al momento,

aguas y olores que sean 115

dignos de tan alto empleo.

 

(Vase JACINTA.)

 

DON ARIAS Los dos mientras se adereza

aquí al Infante dejemos,

y a su remedio acudamos

si hay en desdichas remedio. 120

 

(Vanse los dos.)

 

DOÑA MENCÍA Ya se fueron, ya he quedado

sola. ¡Oh, quién pudiera, ah cielos,

con licencia de su honor

hacer aquí sentimientos!

¡Oh quién pudiera dar voces, 125

y romper con el silencio

cárceles de nieve, donde

está aprisionado el fuego,

que ya resuelto en cenizas,

es ruina que está diciendo: 130

«Aquí fue amor»! Mas, ¿qué digo?

¿Qué es esto, cielos, qué es esto?

Yo soy quien soy; vuelva el aire

los repetidos acentos

que llevo, porque aun perdidos 135

no es bien que publiquen ellos

lo que yo debo callar;

porque ya con más acuerdo,

ni para sentir soy mía,

y solamente me huelgo 140

de tener hoy que sentir,

por tener en mis deseos

que vencer, pues no hay virtud

sin experiencia. Perfeto

está el oro en el crisol, 145

el imán en el acero,

el diamante en el diamante,

los metales en el fuego;

y así, mi honor en sí mismo

se acrisola cuando llego 150

a vencerme, pues no fuera

sin experiencias perfeto.

¡Piedad divinos cielos,

viva callando pues callando muero!

Enrique, suena.

DON ENRIQUE ¿Quién llama? 155

DOÑA MENCÍA ¡Albricias!

DON ENRIQUE ¡Válgame el cielo!

DOÑA MENCÍA ¡Que vive Tu Alteza!

DON ENRIQUE ¿Dónde

estoy?

DOÑA MENCÍA En parte, a lo menos,

donde de vuestra salud

hay quien se huelgue.

DON ENRIQUE Lo creo 160

si esta dicha por ser mía

no se deshace en el viento;

pues consultando2 conmigo

estoy si despierto sueño

o si dormido discurro, 165

pues a un tiempo duermo y velo.

Pero, ¿para qué averiguo,

poniendo a mayores riesgos

la verdad? Nunca despierte

si es verdad que ahora duermo, 170

y nunca duerma en mi vida

si es verdad que estoy despierto.

DOÑA MENCÍA Vuestra Alteza, gran señor,

trate prevenido y cuerdo

de su salud, cuya vida 175

dilate siglos eternos,

fénix de tu misma fama,

imitando al que en el fuego

ave, llama, ascua y gusano,

urna, pira, voz y incendio, 180

nace, vive, dura y muere,

hijo y padre de sí mismo,

—96→

que después sabrá de mí

dónde está.

DON ENRIQUE No lo deseo,

que si estoy vivo y te miro 185

ya mayor dicha no espero,

ni mayor dicha tampoco

si te miro estando muerto;

pues es fuerza que sea gloria

donde vive ángel tan bello. 190

Y así, no quiero saber

qué acasos ni qué sucesos

aquí mi vida guïaron

ni aquí la tuya trajeron;

pues con saber que estoy donde 195

estás tú, vivo contento.

Y así, ni tú qué decirme

ni yo qué escucharte tengo.

DOÑA MENCÍA [Aparte.]

(Presto de tantos favores

será desengaño el tiempo.) 200

Dígame ahora cómo está

Vuestra Alteza.

DON ENRIQUE Estoy tan bueno

que nunca estuve mejor;

solo en esta pierna siento

un dolor.

DOÑA MENCÍA Fue gran caída; 205

pero, en descansando, pienso

que cobraréis la salud,

y ya os están previniendo

cama donde descanséis;

que me perdonéis os ruego 210

la humildad de la posada,

aunque disculpada quedo.

DON ENRIQUE Muy como señora habláis,

Mencía. ¿Sois vós el dueño

desta casa?

DOÑA MENCÍA No, señor, 215

pero de quien lo es, sospecho

que lo soy.

DON ENRIQUE ¿Y quién lo es?

DOÑA MENCÍA Un ilustre caballero,

Gutierre Alfonso Solís,

mi esposo y esclavo vuestro. 220

DON ENRIQUE ¿Vuestro esposo?

DOÑA MENCÍA Sí, señor.

No os levantéis, deteneos;

ved que no podéis estar

en pie.

DON ENRIQUE Sí puedo, sí puedo.

 

(Sale DON ARIAS.)

 

DON ARIAS Dame, gran señor, las plantas 225

que mil veces toco y beso,

agradecido a la dicha

que en tu salud nos ha vuelto

la vida a todos.

 

(Sale DON DIEGO.)

 

DON DIEGO Ya puede

Vuestra Alteza a ese aposento 230

retirarse, donde está

prevenido todo aquello

que pudo en la fantasía

bosquejar el pensamiento.

DON ENRIQUE Don Arias, dame un caballo; 235

dame un caballo, don Diego:

salgamos presto de aquí.

DON ARIAS ¿Qué decís?

DON ENRIQUE Que me deis presto

un caballo.

DON DIEGO Pues señor...

DON ARIAS Mira...

DON ENRIQUE Estase Troya ardiendo 240

y, Eneas de mis sentidos,

he de librarlos del fuego.

¡Ay don3 Arias! La caída

no fue acaso sino agüero

de mi muerte, y con razón, 245

pues, fue divino decreto

que viniese a morir yo

con tan justo sentimiento

donde tú estabas casada

porque nos diesen a un tiempo 250

pésames y parabienes

de su boda y de mi entierro.

De verse el bruto a su sombra

pensé que, altivo y soberbio,

engendró con osadía 255

bizarros atrevimientos

cuando presumiendo de ave

con relinchos cuerpo a cuerpo

desafïaba los rayos

después que venció los vientos; 260

y no fue sino que, al ver

—96v→

tu casa, montes de celos

se le pusieron delante

porque tropezase en ellos,

que aun bruto se desboca 265

con celos y no hay tan diestro

jinete que allí no pierda

los estribos al correrlos.

Milagro de tu hermosura

presumí el feliz suceso 270

de mi vida; pero ya

más desengañado pienso

que no fue sino venganza

de mi muerte, pues es cierto

que muero y que no hay milagros 275

que se examinen muriendo.

DOÑA MENCÍA Quien oyere a Vuestra Alteza

quejas, agravios, desprecios

podrá formar de mi honor

presunciones y concetos 280

indignos dél; y yo ahora,

por si acaso llevó el viento

cabal alguna razón,

sin que en partidos acentos