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Ervin Laszlo

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Beschreibung

Al fin, la teoría definitiva del paradigma akáshico: una perspectiva nueva y audaz que emerge a partir de descubrimientos en la física de vanguardia. El concepto de akasha abarca, y luego trasciende, los viejos esquemas de la religión y los paradigmas de la ciencia moderna. Se establece como un genuino paradigma de la unidad, capaz de integrar valores como la armonía o la verdad, y con profundas implicaciones para la sostenibilidad.

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Ervin Laszlo

EL PARADIGMA AKÁSHICO

(R)evolución en la vanguardia de la ciencia

Traducción del inglés de Antonio Francisco Rodríguez

Título original: THE AKASHA PARADIGM IN SCIENCE, by Ervin Laszlo

© 2012 by Ervin Laszlo. Todos los derechos reservados.

© de la edición en castellano:

2013 by Editorial Kairós, S. A.

Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés: Antonio Francisco Rodríguez

Revisión científica: Juan Arnau

Revisión tipográfica: Amelia Padilla

Composición: Pablo Barrio

Foto cubierta: clearviewstock

Primera edición en papel: Octubre 2013

Primera edición digital: Febrero 2014

ISBN en papel: 978-84-9988-306-9

ISBN epub: 978-84-9988-387-8

ISBN Kindle: 978-84-9988-388-5

ISBN Google: 978-84-9988-389-2

Depósito legal: B 5.088-2014

Todos los derechos reservados.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Para Carita Marjorie,

sin cuya inagotable paciencia, amor constante y apoyo no podría haber tenido la resistencia, la inspiración y la concentración para vivir y respirar el Akasha mientras esta antigua perspectiva se abría camino en conceptos que pueden articular un nuevo paradigma que lucha por nacer en la ciencia y en la sociedad

SUMARIO

 Prefacio: (R)evolución en la ciencia PARTE I: EL COLAPSO DEL PARADIGMA ACTUAL1. Anomalías en el mundo cuántico2. Anomalías en el mundo viviente3. Anomalías en el universoPARTE II: PRESENTACIÓN DEL PARADIGMA AKÁSHICO4. Campos5. El AkashaPARTE III: UNA VISIÓN AKÁSHICA DEL MUNDO6. Cosmos7. Cognición8. Libertad9. El bien10. Consciencia ResumenNotasComentariosAgradecimientosAnexos

PREFACIO: (R)EVOLUCIÓN EN LA CIENCIA

Einstein dijo: «Estamos buscando el esquema de pensamiento más simple posible capaz de relacionar los hechos observados». Esta oración sintetiza la quintaesencia del proyecto que conocemos como ciencia. La ciencia no es tecnología, ni siquiera descubrimiento: es comprensión. Cuando nuestra comprensión del mundo coincide con la naturaleza del mundo descubrimos progresivamente más aspectos de él, aumentando nuestra capacidad para afrontarlo. La comprensión es básica.

La ciencia genuina persigue un esquema capaz de expresar una comprensión exhaustiva, coherente y óptimamente simple. Ese esquema no se fija de una vez por todas; tiene que actualizarse periódicamente. Los hechos observados aumentan con el tiempo y se diversifican. Relacionarlos en un esquema óptimamente simple y a la vez exhaustivo exige revisar y a veces re-inventar ese esquema. En los últimos años, el repertorio de hechos observados ha aumentado y se ha diversificado de forma extraordinaria. Necesitamos un nuevo esquema: un nuevo paradigma. Este libro pretende contribuir al avance de la ciencia investigando la naturaleza del nuevo paradigma.

La ciencia evoluciona mediante una sucesión de fases de lo que Thomas Kuhn llamó ciencia normal y mediante los procesos no lineales constituidos por cambios en el paradigma dominante. Los cambios de paradigma suponen pasos radicales: son una forma revolucionaria de evolución, una (r)evolución. La ciencia normal trata de no estancarse, pero solo es innovadora marginalmente. Relaciona los hechos observados con un esquema establecido y validado por consenso, y si encuentra observaciones que no se ajustan a ese esquema, lo amplía y ajusta. Sin embargo, esto no siempre es posible. Si no se abandona el intento, el esquema dominante se torna intratable, opaco y complejo, como le ocurrió a la astronomía ptolemaica con la constante adición de epiciclos a sus ciclos básicos a fin de explicar el movimiento “anómalo” de los planetas. Cuando se alcanza este punto crítico en el desarrollo de la ciencia, es hora de asumir un paso (r)evolucionario radical. El esquema dominante ha de ser sustituido. Hay que encontrar un nuevo paradigma para fundamentar las teorías e interpretar las observaciones que las sustentan.

En las ciencias naturales ya se ha alcanzado este punto. Han surgido a la luz cierto número de observaciones inesperadas y terriblemente anómalas para el actual paradigma.

La serie de observaciones anómalas se remonta a un hallazgo experimental en 1982. Un artículo del físico francés Alain Aspect y sus colaboradores que daba cuenta de un experimento llevado a cabo en condiciones rigurosamente controladas. Este experimento demostró que las partículas divididas y cuyas dos mitades se proyectan a una distancia finita una de otra siguen estando conectadas a pesar del espacio que las separa. Es más, esta conexión parece ser instantánea. Esto contradice un principio básico de la relatividad: según la teoría de Einstein, la velocidad de la luz es la mayor velocidad a la que puede propagarse una partícula o señal en el universo.

El experimento de Aspect se repitió y siempre produjo el mismo resultado. La comunidad científica quedó desconcertada, pero finalmente ignoró el fenómeno al considerar que no era muy significativo: el “entrelazamiento” de partículas divididas, dijeron los físicos, es extraño, pero no transmite información ni “produce” nada. Sin embargo, esto también se puso en cuestión en experimentos posteriores. Resultó que el estado cuántico de las partículas, e incluso de los átomos, puede proyectarse instantáneamente en cualquier distancia finita. Este fenómeno recibió el nombre de “teleportación”. Más tarde, las interacciones cuánticas instantáneas basadas en la resonancia también se descubrieron en sistemas vivos, e incluso en el universo en general.

Un hecho anómalo relacionado con este salió a la luz en relación con el nivel y la coherencia encontrados en complejos de sistemas. La coherencia observada “sugiere” la interacción “no local” entre partes o elementos de los sistemas: una interacción que trasciende los límites admitidos del espacio y el tiempo. Este tipo de interacción afloró no solo en el mundo cuántico sino, asombrosamente, también en dimensiones macroscópicas.

Otro hallazgo inexplicable mediante el paradigma actual es que las moléculas orgánicas se producen en las estrellas. El conocimiento heredado nos dice que el universo es un sistema físico en el que la vida es, si no anómala, al menos un fenómeno raro y con toda probabilidad accidental. Después de todo, un sistema vivo solo puede evolucionar bajo condiciones extremadamente raras en el espacio y el tiempo. Sin embargo, resulta que las sustancias fundamentales en las que se basa la vida se producen en la evolución físico-química de las estrellas. Estas moléculas orgánicas son lanzadas al espacio circundante y revisten los asteroides y fragmentos de materia interestelar, incluyendo aquellos que más tarde se condensaran en estrellas y planetas. Parece que el universo está claramente preparado para la vida: los procesos físicos básicos producen las sustancias requeridas para la evolución de los sistemas vivos.

Las observaciones de este tipo ponen en tela de juicio el esquema dominante: desafían no solo la velocidad máxima del efecto propagación en el espacio, sino nuestra comprensión de los procesos más básicos de la naturaleza. Cuestionan el paradigma vigente: el esquema fundamental gracias al cual los científicos enlazan los hechos observados. Así ocurrió al llegar el siglo XX, con el cambio del paradigma newtoniano al de la relatividad, y otra vez en los años veinte con el advenimiento de la teoría cuántica. Desde entonces se han producido (r)evoluciones más limitadas en ámbitos específicos, entre ellas en psicología, con la aparición de las teorías transpersonales, y en cosmología, como ha mostrado el surgimiento de modelos multicíclicos sin Big Bang. La próxima (r)evolución promete volver a ser global: un cambio del actual paradigma del estado local a un paradigma basado en la interacción no local y la coherencia sistémica; un paradigma que abrace la totalidad en la naturaleza, con importantes implicaciones para las aspiraciones y la vida humana.

Este libro presenta los rasgos básicos del paradigma de estado no local “akasha” y explora sus implicaciones para nuestra visión del mundo y nuestro comportamiento en el mundo.

Las observaciones que despiertan la búsqueda de un nuevo paradigma se examinan en la Primera Parte.Los supuestos básicos del nuevo paradigma “akáshico” son el objeto de la Segunda Parte.La Tercera Parte explora el poder del paradigma akáshico para fundar una visión integral y coherente del mundo.Las hipótesis matemáticas exploran los fundamentos del paradigma akáshico en física. Un resumen conciso pero exhaustivo seguido por cinco comentarios iluminadores concluye el libro.

PARTE I: EL COLAPSO DEL PARADIGMA ACTUAL

Las teorías creíbles sobre el mundo deben basarse en observaciones del mundo. Teoría y observación están inherentemente interrelacionadas. No existe una “inmaculada percepción”: todo cuanto vemos y oímos está teñido por nuestras creencias acerca de las cosas que vemos y oímos.

Pero no todo lo que vemos y oímos sirve como base para una teoría creíble; nuestras observaciones deben sostenerse de una forma comprensible. Las teorías pueden relacionar las observaciones en la mayoría de los casos, pero no siempre. Algunas observaciones se muestran recalcitrantes: parecen rechazar, o al menos resistir, la integración en una teoría; son anómalas respecto a sus principios básicos. Si las anomalías persisten, hay necesidad de revisar la validez de las observaciones –podrían ser erróneas– o examinar la teoría que las interpreta. Si las observaciones se comprueban y repiten y siguen siendo anómalas, es necesaria la innovación en el campo de la teoría.

Las observaciones a un tiempo generalizadas y anómalas para los supuestos básicos de las teorías establecidas son especialmente molestas. Los ajustes respecto a hallazgos específicos son mejor tolerados, pero cuando se acumulan hacen que las teorías que los explican sean increíblemente complejas. Si desafían sus supuestos básicos plantean la posibilidad de que el paradigma que fundamenta dichas teorías se haya vuelto obsoleto. Esto requiere un paso radical: abandonar el actual paradigma y encontrar y asumir uno nuevo.

Las observaciones de un nivel sorprendente de coherencia en la naturaleza plantean un desafío fundamental de este tipo. Son abundantes. La coherencia encontrada no es una coherencia ordinaria o convencional: indica una conexión no clásica, instantánea o casi instantánea entre partes de los sistemas. Las partes están correlacionadas de modo que lo que sucede a una sucede también a las demás, y también al sistema como un todo. Todas las partes responden al “resto del mundo” como un todo, se mantienen como un todo y cambian y evolucionan como un todo.

Las implicaciones de estos descubrimientos son profundas. Parece que las partículas y átomos, y las entidades macroscópicas constituidas por conjuntos de átomos y partículas, no son meramente locales. Las partes de estas entidades no están limitadas al lugar donde han sido halladas; abarcan todo el sistema del que forman parte. Y los propios sistemas son no locales: no se limitan a estar aquí y ahora, sino que en cierto sentido están presentes en todo el espacio y el tiempo. A fin de cuentas, todas las cosas del mundo son esencialmente “no locales”.

Se creía que la no localidad estaba confinada al mundo microscópico de los cuantos, e incluso ahí solo a su estado prístino. Pero parece un fenómeno generalizado. Los capítulos siguientes muestran que la no localidad se da asimismo en la mesoescala de la vida, e incluso en la macroescala del universo. Un paradigma que concibe las interacciones como locales no puede dar cuenta de estos hechos; ha de ser reconsiderado y sustituido.

1. ANOMALÍAS EN EL MUNDO CUÁNTICO

El mundo cuántico está intrínsecamente interconectado, con una conexión no local entre los cuantos. En el nivel fundamental, el mundo es inequívocamente no local.

Como veremos, el fenómeno de la no localidad es vital para nuestra comprensión del mundo no solo a una escala muy pequeña, sino también en las macroescalas. Este no es un mundo con múltiples estratos y diferentes niveles que obedecen a sus propias leyes y siguen su propia dinámica; es un mundo integral, un sistema integral, en el que los procesos básicos se producen y reproducen en todas las escalas de tamaño y complejidad. El modo en que los elementos fundamentales están interconectados y cómo interactúan nos dice mucho acerca de cómo está construido y cómo funciona el mundo.

EL MUNDO DE LOS CUANTOS

Los cuantos, las entidades más pequeñas que se conocen en el mundo físico, no se comportan como objetos a escalas más grandes. Hasta que un instrumento o una medida los registra, no presentan una posición o un estado únicos. Y están conectados no localmente a través del espacio y el tiempo.

El estado cuántico se define por la función de onda que codifica la superposición de todos los estados potenciales que un determinado cuanto puede ocupar. El estado superpuesto del cuanto es el estado prístino, en ausencia de toda interacción. La duración del estado prístino puede variar. Puede durar el milisegundo que tarda un pión en desintegrarse en dos fotones, o pueden ser los 10.000 años de desintegración de un átomo de uranio. Al margen de su duración, el estado de superposición es conocido como un tictac del reloj cuántico o tictac-c. Según la interpretación de Copenhague de la teoría cuántica, la realidad (o al menos el espacio y el tiempo) no existe durante un tictac-c, solo al final de este, cuando la función de onda ha colapsado y el cuanto ha pasado del estado superpuesto indeterminado al estado determinado clásico.

No está claro qué es lo que produce el colapso de la función de onda. Eugene Wigner conjeturó que podía deberse al acto de observación: la consciencia del observador interactúa con la partícula. Sin embargo, también el instrumento con el que se realiza la observación puede transmitir el impulso crucial, en cuyo caso la transición se produce tanto si está presente un observador como si no. Heisenberg se inclinaba a veces hacia una postura y a veces hacia la otra.

Hasta que el cuanto es medido (o posiblemente solo observado), tiene tanto las propiedades de las ondas como las de los corpúsculos. Pero, como nos dice la teoría de la complementariedad onda-partícula de Niels Bohr y el principio de indeterminación de Heisenberg, estas propiedades no ocurren y no pueden ocurrir al mismo tiempo. El estado-onda del cuanto excluye el estado-partícula, y viceversa. Esto significa que todas las propiedades del cuanto no pueden medirse simultáneamente. Al medir una propiedad, otra propiedad se desdibuja o su valor se dispara al infinito.

LOS EXPERIMENTOS DE NO LOCALIDAD

En el mundo de los cuantos, la no localidad aparece en toda una serie de experimentos, cada cual más asombroso que el anterior.

Esta serie de experimentos empezó con las exploraciones ahora “clásicas” de Thomas Young a principios del siglo XIX. Young hizo pasar una luz coherente a través de una superficie con dos rendijas. Colocó una pantalla detrás de esta superficie para recibir la luz que penetraba por las rendijas. Descubrió que en la pantalla aparecía un patrón de interferencia de ondas. Esto sugería que los fotones, como ondas, habían atravesado ambas rendijas. Pero ¿cómo podía suceder esto si la fuente de luz era tan débil que solo se emitía un fotón cada vez? Un único paquete de energía luminosa debería comportarse como una entidad corpuscular; debería atravesar solo una de las dos rendijas. Sin embargo, incluso en este caso se reflejaba un patrón de interferencia en la pantalla. ¿Puede un único fotón comportarse como una onda?

John Wheeler realizó una serie de experimentos más precisos y sofisticados en los años setenta y ochenta.1 También, en sus experimentos, los fotones se emiten aisladamente y viajan desde un proyector-emisor hasta un detector. Este último emite un clic al ser alcanzado por el fotón. En el camino del fotón se inserta un espejo semiplateado que divide el rayo, lo que plantea la probabilidad de que uno de cada dos fotones atraviese el espejo y uno de cada dos sea desviado. Para confirmar esta probabilidad, detrás del espejo y en el ángulo adecuado, se sitúan contadores de fotones que emitirán un clic al ser alcanzados por un fotón. La expectativa es que por término medio uno de cada dos fotones seguirá el primer camino y el otro, el segundo. Cosa que confirman los resultados: los dos contadores registran un número aproximadamente igual de clics, y por tanto de fotones. Cuando un segundo espejo se inserta en el camino de los fotones desviados por el primero, también esperaríamos oír un idéntico número de clics en los dos contadores: los fotones individualmente emitidos se habrían limitado a intercambiar su destino. Pero el experimento no confirma esta expectativa. Sólo emite un clic uno de los contadores, nunca el otro. Todos los fotones llegan a un mismo destino.

Parece que los fotones emitidos individualmente, y por tanto supuestamente corpusculares, interfieren unos con otros en forma de ondas. Sobre uno de los espejos su interferencia es destructiva –la diferencia de fase entre los fotones es de 180 grados–, por lo que las ondas de fotón se cancelan respectivamente. Bajo el otro espejo, la interferencia es constructiva. La fase de onda de los fotones es la misma y, en consecuencia, se refuerzan unos a otros.

Los fotones que interfieren con los demás al ser emitidos en el laboratorio también interfieren con otros al emitirse en la naturaleza en considerables intervalos de tiempo. La versión “cosmológica” del experimento de Wheeler así lo atestigua. En un experimento se examinaron los fotones de un rayo de luz emitido por el doble cuásar conocido como 0957 + 516A,B. Se cree que este lejano objeto cuasi estelar es una estrella y no dos, y que la imagen doble se debe al desvío de su luz a causa de una galaxia situada a una cuarta parte de distancia de la Tierra. (Se cree que la presencia de la galaxia curva la matriz del espacio-tiempo, y por tanto el camino de los rayos de luz que se propagan a través de ella.) El desvío originado por esta “lente gravitacional” es lo suficientemente grande como para fusionar los dos rayos emitidos hace miles de millones de años. Debido a la distancia adicional recorrida por el rayo desviado por la galaxia intermedia, este ha recorrido 50.000 años más que el rayo que ha seguido la ruta directa. Sin embargo, pese a haberse originado hace miles de millones de años y pese a haber llegado con un intervalo de 50.000 años, los dos rayos de luz interfieren uno con el otro como si los fotones que los constituyen acabaran de ser emitidos hace unos segundos en el laboratorio. Parece que tanto si la luz es emitida con un intervalo de unos pocos segundos en el laboratorio, o con intervalos de miles de años en el universo, los que han sido originados en la misma fuente crean patrones de interferencia de onda entre ellos.

La interferencia de los fotones y otros cuantos es extremadamente frágil: cualquier asociación con otro sistema la destruye. Experimentos recientes han realizado descubrimientos aún más asombrosos. Resulta que cuando cualquier parte del aparato experimental se asocia con la fuente de los fotones, las franjas que indican interferencia entre ellos se desvanecen. Los fotones se comportan como partículas clásicas.

Se han ideado otros experimentos para determinar a través de qué rendija pasa un fotón determinado, donde el llamado “detector de camino” se asocia a la fuente emisora. El resultado es que tan pronto como el aparato empieza a funcionar, las franjas de interferencia se debilitan y, finalmente, se desvanecen. El proceso puede calibrarse: cuanto mayor sea el poder del detector del camino, más franjas desparecerán.

Un experimento realizado en el Instituto Weizmann de Israel utilizó un aparato de un tamaño inferior a un micrómetro. El instrumento crea una corriente de electrones que fluye a través de una barrera en uno de los dos caminos. Los caminos concentran las corrientes de electrones y permiten que los investigadores midan el nivel de interferencia entre corrientes. Con el detector enfocado a ambos caminos, las franjas de interferencia desaparecen, como se esperaba. Y cuanto mayor sea el ajuste de sensibilidad del detector, menores serán los patrones de interferencia. Un factor sorprendente entra en juego: la asociación de los aparatos de medida a la fuente de luz.

También aparece un factor aún más asombroso. En algunos experimentos, las franjas de interferencia desaparecen en cuanto el aparato detector está preparado, e incluso cuando no ha sido conectado. En los experimentos de interferencia óptica de Leonard Mandel, se generan dos rayos de luz láser y se permite que interfieran.2 Cuando está presente un detector que permite determinar el camino de la luz, las franjas desaparecen. Pero se desvanecen tanto si la determinación se lleva efectivamente a cabo como si no. Parece que la mera posibilidad de una “detección del camino” colapsa la función de onda de los fotones: destruye su estado superpuesto.

Este descubrimiento fue confirmado en experimentos realizados por Dürr y sus colaboradores en la Universidad de Constanza en 1998.3 En estos experimentos, las desconcertantes franjas de interferencia se produjeron mediante la difracción de un haz de átomos fríos por ondas luminosas constantes. Cuando no se intenta detectar qué camino siguen los átomos, el interferómetro ofrece franjas de alto contraste. Sin embargo, cuando la información se codifica en los átomos en virtud del camino que siguen, las franjas se desvanecen. No obstante, el instrumento no puede, por sí mismo, ser la causa del colapso: no ofrece el suficiente “impulso”, porque el camino de acción del detector presenta una magnitud cuatro órdenes inferior a la separación de las franjas de interferencia. En cualquier caso, para que desaparezca el patrón de interferencia no es necesario clasificar realmente los caminos: basta con que los átomos se clasifiquen para que el camino que pueden tomar quede determinado. Da la impresión de que el aparato de medición está “entrelazado” con el objeto medido.

EL EXPERIMENTO EPR

La conexión no local entre los cuantos originada en el mismo estado cuántico fue estudiada por el célebre experimento mental EPR (Einstein-Podolski-Rosen). Ideado por Albert Einstein, Boris Podolski y Nathan Rosen en 1935, se trataba de un experimento “mental” porque en su época no podía comprobarse empíricamente.

Einstein y sus colegas sugirieron que tomáramos dos protones u otras partículas en estado simple cuyos espines se anulan unos a otros y ofrecen un espín total de cero. Permitimos que las partículas se separen y viajen a larga distancia. Entonces deberíamos poder medir un estado del espín de una partícula y otro espín de la segunda. Si esto es posible, conoceríamos los dos estados al mismo tiempo. Einstein creía que demostraría que la limitación especificada por el principio de incertidumbre de Heisenberg podía superarse. El principio de incertidumbre afirma que cuanto mayor sea la precisión con la que especifiquemos uno de los parámetros del estado cuántico de una partícula, como el momento o espín, menor será nuestra precisión a la hora de especificar sus otros parámetros, por ejemplo, su ubicación en el espacio. Cuando definimos exactamente un parámetro, los otros se enturbian completamente: no es posible medir todos los parámetros del estado cuántico de una partícula al mismo tiempo. Einstein creía que esta prohibición no era intrínseca a la realidad de la partícula; y que se debía a nuestros sistemas de observación y medida. Sugirió el EPR como un experimento mental para convencernos de que, probablemente, las cosas eran así.

Cuando pudo disponerse de aparatos experimentales sofisticados capaces de llevar a cabo el experimento EPR, resultó que el principio de incertidumbre de Heisenberg resistía. De hecho, se mantenía bajo condiciones que el propio Heisenberg no consideró: concretamente, en cualquier distancia finita.

Supongamos que medimos el espín de una de las partículas –partícula A– en alguna dirección, digamos el eje z (los espines posibles son “arriba” y “abajo” a lo largo de los ejes x, y y z). Digamos que descubrimos que esta medida muestra el espín en dirección “arriba”. Debido a que los espines de las partículas tienen que anularse unos a otros, el espín del eje z de la partícula B debe ser “abajo”. Si las partículas se separan, esta exigencia no debería persistir. ¡Pero lo hace! Toda medición de una partícula ofrece un resultado complementario en la medición de otra partícula distante. La medición de la partícula A ejerce un efecto instantáneo en B, lo que provoca que la función de onda de su espín colapse en el estado complementario.

Parece que la medición de A no solo revela un estado ya establecido de B: realmente produce ese estado. El estado de B depende rigurosamente de la medición de A. Entre A y B parece propagarse una señal que transmite información de la medición de A. El efecto en B es simultáneo respecto a la medición en A: si hay una señal implicada, se propaga a una velocidad infinita.

Estos hallazgos indican una correlación inesperadamente estrecha entre cuantos, las entidades mensurables más pequeñas del mundo físico. Demuestran que las partículas A y B permanecen conectadas –instantáneamente conectadas– en cualquier distancia que las separe.

¿Cómo puede persistir esta conexión cuando las partículas están separadas? Se ha especulado que una señal emitida desde A a B crearía la conexión, pero ese no es el caso. Se han realizado decenas de experimentos a distancias aún mayores que atestiguan una interconexión instantánea entre las partículas, y no es transmitida por ningún efecto conocido que se propague de una a otra.

La separación en el espacio y el tiempo no divide las partículas que se originaron en el mismo estado cuántico. No es necesario que las partículas hayan tenido que originarse en el mismo lugar y al mismo tiempo: basta con que en un momento y lugar hayan compartido un mismo estado cuántico. Partículas que una vez ocuparon un mismo estado cuántico en un lugar e instante determinados pueden estar separadas por años luz en el espacio y miles de años en el tiempo. Su conexión no la disuelve la distancia o el tiempo.

Ya en 1935 Erwin Schrödinger señaló que las partículas en un mismo estado cuántico no presentan estados individualmente definidos: sus estados están intrínsecamente “entrelazados”. El estado de superposición colectiva se aplica a una o más propiedades de una única partícula, y otro tanto puede decirse de un conjunto de partículas. Una sola partícula o una única propiedad de una partícula no transporta información del estado cuántico, sino la función de onda colectiva del sistema al que pertenece la partícula.

Las observaciones relativas al mundo cuántico trascienden el llamado “realismo del estado local”. En este mundo, las interacciones no están confinadas dentro de los límites prescritos por la física clásica, y ni siquiera por los de la teoría de la relatividad. En el nivel de los cuantos, el nuestro es un mundo entrelazado: un mundo de interacciones universales, no locales.

2. ANOMALÍAS EN EL MUNDO VIVIENTE

En las fases iniciales de la revolución cuántica se creía que esos fenómenos se limitaban al mundo cuántico: a escalas macroscópicas el mundo es esencialmente “clásico”. No obstante, resultó que las cosas no eran así. La interacción no local también se ha manifestado a escalas macroscópicas. El tipo de coherencia demostrada por sistemas en la escala de la vida proporciona una evidencia indirecta en esta cuestión: el tipo y nivel de coherencia que aflora en el mundo vivo difícilmente podría suceder en ausencia de una interconexión no local entre las partes y elementos de los sistemas vivos, y también entre los propios sistemas.

NO LOCALIDAD EN LA BIOSFERA: TEORÍA

Hace más de medio siglo, Erwin Schrödinger, convencido de la realidad de lo que llamó “entrelazamiento” en el mundo cuántico, sugirió que este fenómeno no tenía que limitarse únicamente al universo de los cuantos. El tipo de orden manifiesto en los sistemas vivos no es un orden mecánico: es un orden dinámico. El orden dinámico no se basa en encuentros azarosos entre partes mecánicamente relacionadas, y no puede surgir por colisiones aleatorias entre moléculas individuales. Es un orden basado en una conexión global ultrarrápida entre todas las partes del sistema, incluso entre aquellas que no guardan relaciones de contigüidad.