El placer por el cambio - Carlo Petrini - E-Book

El placer por el cambio E-Book

Carlo Petrini

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Beschreibung

Basándose en la sabiduría espiritual de san Francisco de Asís y guiados por el papa Francisco –quien prologa la obra–, los autores de El placer por el cambio dan respuestas para una coexistencia armoniosa entre la humanidad y el planeta Tierra. A través del sentimiento de comunidad y el sentido de justicia social, abordan la urgente necesidad de hacer frente a la degradación del medio ambiente, el derecho a un trabajo digno, la creciente desigualdad y una forma de existencia más simple y significativa. El ecologismo, la búsqueda de una vida buena y la filosofía de la alimentación están presentes en estas páginas en forma de conmovedora llamada a la acción. Su objetivo es claro: proyectar un futuro sostenible y justo, en el que los principios del slow food y la vida consciente contribuyan al bienestar de las personas y del planeta. «Este libro ha generado en mí una sensación de esperanza, de autenticidad, de futuro». Papa Francisco

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FRANCISCO (Jorge Mario Bergoglio). Elegido papa de la Iglesia Católica en 2013. Su interés en la ecología, las cuestiones medioambientales y el cuidado del planeta y la naturaleza, el ser humano incluido, se ven reflejado en las encíclicas Laudato si’ (2015), Fratelli tutti (2020) y en la exhortación apostólica Laudate Deum (2023).

STEFANO ARDUINI. Licenciado en Ciencias Políticas. Dirige Vita magazine y Vita.it, después de haber sido redactor jefe central durante varios años. Escribió junto a Maurizio Carrara Storie di straordinaria filantropía (2011).

CARLO PETRINI. Fundador de SlowFood, organización internacional que está presente en 160 países, ha elaborado una nueva idea de la gastronomía, que considera al alimento como resultado de los procesos culturales, históricos, económicos y ambientales. Fundó la Universidad de Ciencias Gastronómicas, la primera de su clase en el mundo, el Salón del Gusto de Turín y la red Terra Madre. En 2004, la revista Time le otorgó el título de Héroe Europeo de Nuestro Tiempo. Ha publicado Atlante delle vigne di Langa (1990), Le ragioni del gusto (2001), Buono, Pulito e Giusto. Principi di nuova gastronomia (2005), Che cos’è il gusto? (2010), Terra Madre. Come non farsi mangiare dal cibo (2009) y Terrafutura. Diálogo con el Papa Francisco sobre ecología integral (2020).

GAËL GIRAUD. Jesuita, economista, matemático y teólogo. Fundó y dirige el Programa por la justicia ambiental en la Universidad de Georgetown. Allí enseña Economía política. Forma parte del Centre d’Économie de la Sorbona y de la Escuela de Economía de París. Es profesor visitante en Stellenbosch Institute (Sudáfrica) y en la LUISS de Roma. Colabora con La Civiltà Cattolica. Es miembro de la Pontificia Academia de la Vida y ha publicado varios libros: Vingt Propositions pour réformer le capitalisme (2009), La Théorie des Jeux (2009), Illusion financière (2013), L'Économie à venir (2021, con F. Sarr) y La rivoluzione dolce della transizione ecológica (2022).

TÍTULO ORIGINAL:

Il gusto di cambiare. La transizione ecologica come via per la felicità

©2023 SLOW FOOD EDITORE S.R.L.

[email protected] – www.slowfood.it –

©2023 – Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana

This edition of the Work is arranged with Slow Food Editore via

Oh! Books Literary Agency

©Traducción: Manuel Manzano

© Malpaso Holdings, S. L. 2024

Diputació, 327, principal 1.ª

08009 Barcelona

www.malpasoycia.com

ISBN: 978-84-19154-71-2

Depósito legal: B-305-2024

Primera edición: 2024

Imagen de cubierta: Chux Picco

Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro (incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet), y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo, salvo en las excepciones que determine la ley.

PRÓLOGO

Lo bueno que se muestra como bello contiene la razón por la que debe realizarse. Este es el primer pensamiento que me surgió tras leer este hermoso diálogo entre Carlo Petrini, gastrónomo y activista conocido en todo el mundo, a quien conozco y aprecio desde hace años, y Gaël Giraud, economista jesuita cuyas aportaciones he apreciado recientemente en La Civiltà Cattolica, donde escribe artículos especializados sobre economía, finanzas y cambio climático.

¿Por qué esta conexión? Porque la lectura de este texto me produjo un verdadero «placer» entre lo bello y lo bueno, es decir, un placer de esperanza, de autenticidad, de futuro. Lo que los dos autores aportan en este intercambio es una especie de «narración crítica» respecto a la situación global: por un lado, elaboran un análisis razonado y riguroso del modelo económico-alimentario en el que estamos inmersos, que, tomando prestada la famosa definición de un escritor, «conoce el precio de todo y el valor de nada»; por otro, proponen varios ejemplos constructivos, experiencias consolidadas, historias singulares de cuidado del bien común, y de lo común, que ofrecen al lector una mirada de bondad y confianza sobre nuestra época. Crítica de lo que está mal, relatos de situaciones positivas: lo uno con lo otro, no lo uno sin lo otro.

Me gustaría destacar un dato significativo: el hecho de que en estas páginas Petrini y Giraud, activista de 70 años y profesor de economía de 50, respectivamente, es decir, dos adultos, encuentren en las nuevas generaciones buenas razones para la confianza y la esperanza. Los adultos solemos quejarnos de los jóvenes, repetimos que los tiempos «pasados» fueron mejores que este convulso presente, y que los que vienen detrás de nosotros están echando a perder nuestros logros. No obstante, debemos admitir que son los jóvenes quienes encarnan el cambio que todos necesitamos. Son ellos quienes nos piden, en todo el mundo, que cambiemos; cambiar nuestro estilo de vida, tan depredador del medio ambiente; cambiar nuestra relación con los recursos de la Tierra, que no son infinitos; cambiar nuestra actitud hacia ellos, las nuevas generaciones, a las que estamos robando el futuro. No solo nos lo están pidiendo, sino que ya lo están haciendo: salen a la calle, manifiestan su malestar frente a un sistema económico injusto con los pobres y enemigo del medio ambiente, y exploran nuevos caminos. Lo están haciendo, también, empezando por lo cotidiano: tomando decisiones responsables sobre la alimentación, el transporte y el consumo.

¡Los jóvenes nos están educando! Eligen consumir menos y vivir más las relaciones interpersonales; se preocupan por comprar objetos producidos siguiendo estrictas normas medioambientales y sociales; son imaginativos a la hora de utilizar medios de transporte colectivos o menos contaminantes. Para mí, ver que estos comportamientos se extienden hasta convertirse en una práctica común, es motivo de consuelo y confianza. Petrini y Giraud hablan a menudo de los movimientos juveniles que, en distintas partes del mundo, están impulsando las exigencias de justicia climática y justicia social: ambas deben mantenerse unidas, siempre.

Los dos autores apuntan a posibles vías para un desarrollo económico sostenible, y critican el concepto de bienestar, hoy tan en boga, según el cual el PIB es un ídolo al que sacrificamos todos los aspectos de la vida en común: el respeto al medio ambiente, el respeto de los derechos y el respeto de la dignidad humana. Me ha impresionado mucho que Gaël Giraud haya reconstruido la manera en que históricamente se ha impuesto el PIB como único parámetro para juzgar la salud de la economía de un país. Afirma que esto sucedió durante la época nazi, y que el punto de referencia fue la industria armamentística: el PIB tiene un origen «bélico», podríamos decir. Por eso nunca se ha contabilizado el trabajo de las amas de casa: porque su esfuerzo no sirve para la guerra. Otra prueba de lo urgente que es deshacerse de esta perspectiva economicista, que parece despreciar el lado humano de la economía, sacrificándolo en el altar del beneficio como vara de medir absoluta.

Este libro es interesante por dos motivos. En primer lugar, porque se desarrolla en forma de diálogo, y me parece importante subrayarlo. El intercambio nos enriquece, en vez de mantenernos firmes en nuestras posiciones. La conversación se convierte en una oportunidad de crecimiento, mientras que el fundamentalismo cierra el paso a la novedad. El debate nos hace madurar, y no debemos caer en la certeza hermética de que siempre «tenemos razón», sobre todo cuando hablamos de la búsqueda de la verdad. El beato Pierre Claverie, obispo de Orán y mártir, decía: «No poseemos la verdad, y yo necesito la verdad de los demás». Permítanme añadir: el cristiano sabe que no conquista la verdad, sino que es él quien es «conquistado» por la Verdad, que es Cristo mismo. Por eso creo firmemente que la práctica del diálogo, la confrontación y el encuentro es hoy lo que más urge enseñar a las nuevas generaciones, empezando por los niños, para no fomentar la construcción de personalidades encerradas en la estrechez de sus propias convicciones.

En segundo lugar, los dos interlocutores —sabiamente estimulados por el editor— representan puntos de vista y orígenes culturales diferentes: Carlo Petrini, que se define como agnóstico y con quien ya he tenido la alegría de dialogar para otro texto; y Gaël Giraud, jesuita. Este hecho objetivo no les impide mantener una conversación intensa y constructiva que se convierte en el manifiesto de un futuro plausible para nuestra sociedad y nuestro propio planeta, tan amenazados por las nefastas consecuencias de un enfoque destructivo, colonialista y dominador de la creación.

Un creyente y un agnóstico hablan y se encuentran, desde posturas diferentes, sobre diversos aspectos que nuestra sociedad debe asumir para que el mundo de mañana siga siendo posible: ¡me parece algo hermoso! Y lo es aún más porque, en el desarrollo de la discusión entre los dos interlocutores, emerge claramente la convicción de la importancia decisiva de la única palabra de Jesús, recogida en los Hechos de los Apóstoles, que no se encuentra en los Evangelios: «Hay más alegría en dar que en recibir». Sí, porque cuando los dos interlocutores encuentran en el consumo excesivo y en el despilfarro sistémico el mal de la vida contemporánea, e identifican el altruismo y la fraternidad como las verdaderas condiciones de una convivencia duradera y pacífica, prueban que la perspectiva de Jesús es fecunda, y en ella hay un lugar de vida para todos los hombres. Para los que tienen un horizonte de fe y para los que no lo tienen. La fraternidad humana y la amistad social, dimensiones antropológicas a las que dediqué la última encíclica Fratelli tutti, deben convertirse cada vez más en la base concreta y operativa de nuestras relaciones, a nivel personal, comunitario y político.1

El horizonte de preocupación en el que Petrini y Giraud centran su atención es la situación medioambiental verdaderamente crítica en la que nos encontramos, hijos de esa «economía que mata» y que ha provocado el grito doliente de la Tierra y el llanto angustioso y angustiado de los pobres del mundo. Ante las noticias que nos llegan a diario —sequías, desastres ambientales y migraciones forzadas a causa del clima— no podemos permanecer indiferentes: seríamos cómplices de la destrucción de la belleza que Dios quiso regalarnos en la creación que nos rodea. Tanto es así que perecerá ese don «muy bueno» que el Creador forjó del agua y del polvo: el hombre y la mujer. Reconozcámoslo: el desarrollo económico imprudente al que nos hemos plegado está provocando desequilibrios climáticos que pesan sobre las espaldas de los más pobres, en particular en el África subsahariana. ¿Cómo podemos cerrar las puertas a quienes huyen y huirán de situaciones medioambientales insostenibles, consecuencias directas de nuestro consumismo desmedido?

Creo que este libro es un regalo precioso, porque nos muestra un camino y la posibilidad concreta de seguirlo, a nivel individual, comunitario e institucional: la transición ecológica puede ser un ámbito en el que todos, como hermanos, cuidemos de la casa común, apostando por que, consumiendo menos cosas y experimentando más relaciones personales, entraremos por la puerta de nuestra felicidad.

Ciudad del Vaticano, 11 de abril de 2023

INTRODUCCIÓN

Un libro nace de diferentes formas, a veces imprevisibles: una lectura, un encuentro o una sugerencia. En este caso, confluyen todas estas cosas: la experiencia profunda de Carlo Petrini, el radicalismo intelectual de Gaël Giraud y un obispo, Domenico Pompili, ayer prelado en Rieti, hoy en Verona, que de alguna manera los une. Y se presenta una ocasión concreta: tres días de estrechas reflexiones en una ciudad, Rieti, el umbilicus Italiae, casi como para significar que las palabras que Petrini y Giraud intercambian allí, estimuladas por preguntas, cuestionamientos e interrogantes, conciernen al centro mismo de nuestra existencia: para qué existir, cómo vivir.2

El diálogo, que comenzó en el verano de 2022 en el frescor estival de las salas del austero palacio pontificio medieval de Rieti, se enriqueció con una visita a Amatrice, ciudad-símbolo del terremoto ocurrido en 2016 en el centro de Italia, fenómeno epifánico de la malsana relación entre el hombre y el medio ambiente que ha impuesto la modernidad. Más tarde, la reflexión crítica continuó por medios tecnológicos, videollamadas, correos electrónicos y otros intercambios telemáticos. El lector comprobará que ambos interlocutores llegan a acuerdos significativos desde puntos de partida distantes; comparten conclusiones cargadas de sentido y comprometidas con los problemas actuales y con aquellos que nos esperan en el futuro. Demuestran, en cualquier caso, que desde la discrepancia se puede viajar, secular y cristianamente, hacia el terreno de la esperanza confiada.

Gaël Giraud y Carlo Petrini son dos intelectuales-activistas con antecedentes, biografías y trayectorias vitales muy diferentes. Por un lado, tenemos al erudito economista, matemático y teólogo jesuita, profesor de la Universidad de Georgetown, en Washington. Por el otro, un intelectual, gastrónomo de profesión, fundador del conocido movimiento internacional slow food y de la primera Universidad de Ciencias Gastronómicas.3 Por un lado, uno de los teóricos internacionales de la transición ecológica y fiel intérprete de la Laudato si’ del papa Francisco;4 por otro, el creador, en nombre del buen comer y del buen vivir, de Terra Madre, la red mundial que reúne a miles de agricultores, pescadores, ganaderos y productores de ciento cincuenta países de todo el mundo. Dos figuras clave de nuestro mundo contemporáneo, capaces de combinarse de forma sorprendente en el diseño de un futuro nuevo, pero posible, y al alcance de todos. En la capacidad de construir visiones pragmáticas y prácticas de fuerte impacto social reside lo extraordinario de este diálogo, que sugiere una transición feliz a la que todos están llamados a ser protagonistas.

Una exhortación atribuida al santo de Asís (aunque las fuentes no son unánimes) resonó más de una vez durante aquellos días de julio pasados a la sombra del monte Terminillo, etapa en el camino de Francisco por el Valle Sagrado de Rieti: «Empieza por hacer lo necesario, luego lo posible. Y de repente te encontrarás haciendo lo imposible». La transición hacia una sociedad más justa y cohesionada no tiene nada de imposible, coinciden Giraud y Petrini. Y esta sociedad más justa no se basa ni en el sacrificio ni en la privación: la historia nos enfrenta a la posibilidad de llenar nuestras vidas de justicia, sentido y felicidad. No aprovecharla sería una imprudencia, en primer lugar, como individuos y miembros de una gran comunidad. En segundo lugar, porque nos hará más infelices a nosotros, a nuestros hijos y a las generaciones venideras.

Este texto es, en el fondo, una sentida llamada a la acción en común. A una movilización colectiva de conciencias y prácticas que pasa inevitablemente por una racionalización de los comportamientos individuales cotidianos. Hay dos puntos de partida: cómo elegimos alimentarnos y cómo elegimos comportarnos dentro del sistema económico-financiero. Según enseñan Giraud y Petrini, son las caras especulares de una misma moneda, y de la misma revolución cultural y social que lleva el nombre de transición ecológica.

Stefano Arduini

EL FIN DE UN MUNDO

No podemos seguir así

STEFANO ARDUINI. Este libro nace de una conciencia común: vivimos en un mundo que se desliza cada vez más deprisa hacia el abismo ecológico y social. Usted afirma que no hay salvación fuera del camino de la sostenibilidad. ¿En qué basa esta certeza?

CARLO PETRINI. Estamos en el umbral de un nuevo periodo histórico que no durará unos años ni unas décadas. Será un largo proceso que provocará un cambio comparable a la Revolución Industrial. No se trata de pasar de un «mal comportamiento» a uno «bueno», sino de cambiar el modelo social, de abrazar un nuevo paradigma económico, de modificar radicalmente los supuestos y las razones de nuestra vida.

La Revolución Industrial abarcó más de un siglo —desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del XIX— y se basó en un proceso de industrialización y evolución económica que transformó las realidades agrícola, artesanal y comercial en sistemas dominados por el uso de máquinas movidas por energía mecánica y el recurso a nuevas fuentes inanimadas, sobre todo combustibles fósiles; todo ello favorecido por una fuerte innovación tecnológica. La humanidad ha podido disfrutar de una mejora significativa del bienestar, de la salud y la educación gracias a este cambio de época. Pero, para transformar y producir, la Revolución Industrial se basó en un mito: la infinitud de los recursos de la Tierra. Un mito que hoy se ha derrumbado porque hemos llegado a un punto de no retorno. Debemos abrir los ojos. Estamos ante una situación dramática: hemos llegado a la irreversibilidad. La transición ecológica hacia un modelo sostenible es el único camino posible. La tarea es ardua, pero una sociedad civil consciente puede hacerlo.

GAËL GIRAUD. Lo más importante es darse cuenta de que la alternativa no es seguir como hasta ahora, la alternativa es un desastre mundial. No aparece en el debate público, pero en los círculos científicos ya se habla de la posible extinción de la humanidad en el próximo siglo.

Supongamos que seguimos como hasta ahora. Desde el este de Siberia y el océano Ártico nos llega la confirmación de que el proceso de liberación de metano del permafrost, el suelo que debería estar siempre congelado, ha comenzado a gran escala. Esto significa que nos enfrentaremos a un aumento de las temperaturas de entre 6 y 7 °C a finales de este siglo, y, a finales del próximo, el aumento alcanzará los dos dígitos, lo que implicaría que nos acercamos peligrosamente a la extinción de la humanidad. Por ejemplo, el aumento de la temperatura reduce el agua disponible, y en Italia la escasez de agua ya es un problema muy grave. Según la ONG de investigación World Engagement Intitute (WEI), en 2040, si no hacemos nada, el mundo dispondrá de un 20 % menos de agua que en la actualidad. Mientras tanto, aumentarán la frecuencia y la gravedad de fenómenos extremos como tifones, inundaciones y desertificación. No podemos cerrar los ojos ante este probable desastre, entre otras cosas porque, a estas alturas, el 95 % de los científicos saben que seguir como hasta ahora es un suicidio. Ahora todo el mundo lo tiene claro: ya no se trata de ser optimista o pesimista, estamos en el terreno del realismo científico.

La transición ecológica es un deber, a menos que caigamos víctimas de la fascinación por el desastre; en realidad, hasta cierto punto y en algunos círculos, sigue existiendo, y es muy peligrosa.

C. P. Llegados a este punto, conviene insistir en una de las palabras clave de nuestro argumento: sostenible. Sostenible tiene la misma raíz que sustain, palabra inglesa que indica el pedal derecho del piano que alarga la resonancia de la nota. Los franceses la traducen por durable. El término da a entender que las acciones que emprendemos deben tener un resultado duradero, de larga duración. Por el contrario, la persecución ciega de una lógica capitalista, inscrita en la carrera de la globalización de los últimos setenta años, ha tenido entre sus muchos efectos la formación de modelos económicos y de producción insostenibles, por efímeros. Pero quienes, como nos enseñan nuestros primos franceses, traducen la palabra «sostenibilidad» —de uso ya demasiado común— por «durabilidad», son capaces de reconocer a simple vista el dramático empobrecimiento de nuestra sociedad en las últimas décadas. Con la industrialización y el uso indiscriminado de los recursos naturales, hemos provocado, como un efecto dominó, una crisis climático-ambiental y una pérdida galopante de biodiversidad sin parangón en la historia que atentan contra nuestra propia supervivencia. Como decía Gaël Giraud, estamos inmersos en una dinámica socioeconómica suicida. Y debemos salir de ella.

Por tanto, hay que emprender un nuevo camino. Pero los cambios de esta magnitud no se producen con una varita mágica, sino que necesitan un periodo de crecimiento y concienciación, y por tanto la implicación de las comunidades. ¿Cuánto durará esta fase? ¿Y todo el proceso? Como he dicho, no lo sabemos, nadie lo sabe. Durará lo que tenga que durar. Lo que es seguro es que el camino ya ha comenzado, la gente se ha puesto en marcha, impulsada sobre todo por la protesta de tantos jóvenes que reclaman su derecho a vivir en un medio ambiente sano. Y esto me da una gran confianza en el futuro.

G. G. Quiero poner un ejemplo personal. Desde hace algún tiempo arrastro una angustia muy concreta. Me atormenta la idea de que en 2040 el Mont Blanc, en verano, estará completamente descubierto, sin glaciares. Del mismo modo que no soporto la idea de la desaparición de las abejas y los peces, y el sufrimiento causado por la falta de acceso al agua potable antes mencionada. El desastre de este modelo está ante nuestros ojos.