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En un mundo lleno de distracciones y automatismos, el maestro Ramiro Calle nos invita a recuperar la atención como herramienta esencial para transformar nuestra vida. En El poder de estar presente, descubrirás cómo ejercitar la atención plena te permitirá superar el estrés, gestionar tus emociones con mayor claridad y encontrar serenidad en el día a día. Con un enfoque práctico y accesible, este libro combina enseñanzas milenarias con ejercicios concretos que te guiarán en el camino hacia el autoconocimiento y te ayudarán a alcanzar un bienestar integral. Descubre el arte de vivir plenamente a través de la atención consciente, una práctica que no solo te conectará contigo mismo, sino que también enriquecerá tus relaciones y te permitirá afrontar la vida con una nueva perspectiva. Este libro cuenta con un prólogo del prestigioso catedrático en psiquiatría y experto en mindfulness y meditación, Javier García Campayo.
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Seitenzahl: 207
Veröffentlichungsjahr: 2025
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El poder de estar presente
Meditaciones para cultivar serenidad y sabiduría interior
Ramiro calle
Siglantana
© Ramiro A. Calle
Para esta edición:
© Editorial Siglantana S. L., 2025
www.siglantana.com
Instagram: @siglantana_editorial
YouTube: www.youtube.com/siglantanalive
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).
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ISBN: 978-84-10179-61-5
En memoria de mi admirado amigo el venerable Nyanaponika Thera, cuyos conocimientos sobre el poder liberador de la atención eran amplísimos y de valor incomparable. Tuve la inmensa fortuna de entrevistarle largamente y así poder recoger sus instrucciones cargadas de precisión y sabiduría. Le recuerdo con profundo y sentido afecto, y sus magníficos libros se han convertido en compañeros reveladores e incomparables para mí.
Ramiro Calle
Índice
PRÓLOGO
por Javier García Campayo
Introducción
PARTE 1: sobre la atención
I. La atención: la luz de la mente
2. La atención consciente y pura
3. La atención como guía
4. Permanecer atento enseña a estar atento
PARTE 2: el poder de la atención
5. La utilidad de la atención
6. El dominio de la mente
7. Superar las raíces de lo insano, cultivar las raíces de lo sano
8. Los cuatro esfuerzos correctos para el control del pensamiento
9. Actualizar y desplegar los factores del autodesarrollo
10. Vencer las trabas de la mente
11. Permanecer más atentos a la mente, la palabra y los actos
12. Descubrir los hábitos nocivos para refrenarlos
13. Explorar la psiquis, superar conflictos internos y tendencias neuróticas, desarticular conductas inadecuadas
14. Mejorar la afectividad y la relación con los demás
15. La atención y la transformación interior
16. Percepción clara y sabiduría
17. Dominio del ego
18. La senda gradual hacia la realización de la persona
19. La atención en la acción
20. La atención y la salud emocional
21. Ejercitando la salud emocional
PARTE 3: el cultivo de la atención
22. La meditación y su alcance
El desarrollo de la atención
¿Qué es la meditación?
El alcance de la meditación
23. Técnicas de ensimismamiento e inhibición del pensamiento
Técnicas de ensimismamiento
24. Técnicas de atención a la respiración
Atención a la sensación táctil de la respiración
Atención al punto de encuentro entre la inhalación y exhalación
Atención al exhalar para relajarse y tranquilizarse
Atención al movimiento de la respiración
Atención al ritmo de la inhalación y de la exhalación
Atención a la respiración contando las exhalaciones
25. Técnicas de percepción ecuánime
Atención al cuerpo
Atención a las sensaciones
26. Técnicas devocionales y místicas
27. Técnicas de visualización
28. La meditación analítica
29. La meditación amorosa
30. La atención en la acción y el trabajo interior
Apéndice I – Conversaciones con Nyanaponika
Apéndice II – Sentencias sobre la muerte y la atención
Ramiro Calle es el Maestro de Maestros de meditación y yoga en nuestro país. Cuando en los últimos años de la España franquista, nuestra nación era un erial donde resultaba imposible acceder a cualquier conocimiento sobre una espiritualidad diferente a la católica, para los que teníamos interés en la meditación, el yoga, el hinduismo o el budismo, él era la única referencia.
Desde 1971 dirige en Madrid el Centro de Yoga Shadak y desde allí ha formado a varias generaciones de instructores y practicantes en todas estas disciplinas. Ha viajado más de 100 veces a la India y ha escrito más de 250 libros de estos temas. Ha sido durante años, y continúa siéndolo, un gran divulgador de la meditación en diferentes programas de televisión y en todos los periódicos nacionales. Su labor es incansable y admirable.
El libro que hoy tengo la suerte de prologar no es uno más, sino que resulta fundamental para todos los amantes de la meditación, ya que la atención es la cualidad clave a desarrollar. En El poder de estar presente. Meditación para cultivar serenidad y sabiduría interior, el autor desgrana sabiamente todos los temas relacionados con esta técnica. Empieza con aspectos definitorios más generales, como la diferencia entre atención consciente y pura, para posteriormente analizar la utilidad de la atención en el mundo moderno y cómo posee un poder transformador sobre la mente, las emociones, la percepción y la senda espiritual.
La sección sobre su cultivo es apasionante, y en ella el autor demuestra su amplio conocimiento de diferentes tradiciones espirituales. Incluye todos los tipos de meditación que desarrollan la atención en los diferentes contextos. Existe un amplio capítulo sobre la atención a la respiración en distintos formatos, desde la sensación táctil o las fases de la respiración, hasta técnicas como contar respiraciones o notar el movimiento respiratorio como tal. Se describen meditaciones de ensimismamiento, devocionales, de visualización, de meditación analítica o amorosa, y también en el contexto de la actividad diaria, incluso laboral. En suma, un recorrido profundo y exhaustivo sobre todas las técnicas conocidas para desarrollar la atención.
Por último, el libro nos regala un resumen de las muchas y valiosas conversaciones que Ramiro Calle mantuvo con el venerable Nyanaponika Thera en Kandy (Sri Lanka). Este monje alemán nacionalizado cingalés y gran erudito y practicante del budismo theravada ha sido uno de los grandes maestros de meditación de la historia de la humanidad.
En suma, nos encontramos ante un libro de referencia por el autor más sabio y entrañable en el mundo de la meditación que hemos tenido en España. Les aseguro que lo disfrutarán como yo lo he hecho.
Javier García Campayo
Catedrático de psiquiatría
Director del Máster de Mindfulness
Universidad de Zaragoza
En Occidente no hemos concedido toda la importancia que se merece a esa valiosísima función de la mente que es la atención y que es la que nos permite percibir, observar y percatarnos de todo aquello que acontece dentro y fuera de nosotros. Este descuido es lo que ha hecho que se le dé menos importancia aún a la puesta en práctica de métodos que nos permitan desarrollarla de forma armónica y metódica, pudiendo así recobrar todo su poder integrador para ponerlo al servicio de la evolución de nuestras consciencias y de nuestro desarrollo como personas.
Solo en las antiguas y espirituales culturas de Oriente, y muy especialmente en las de la India, se ha considerado siempre a la atención como si fuera un diamante en bruto que debe pulirse de manera incesante para recuperar así su brillo, energía, poder e intensidad.
El adiestramiento de la atención desempeña un papel sumamente importante y decisivo dentro del proceso de evolución de nuestra consciencia y del desarrollo de la comprensión clara. Tanto es así que, desde tiempos inmemoriales, se han concebido y utilizado muy diversos métodos para intensificar y amplificar la atención, y así emplearla como herramienta de autoconocimiento y perfeccionamiento del individuo.
Si se desarrolla y establece adecuadamente, tiene notables efectos positivos sobre la mente y el carácter, pudiéndose así conferir el peso específico adecuado a cada situación o evento vital de nuestras vidas, por insignificante que pueda parecernos este a primera vista. Es el instrumento más fiable que existe para combatir todo mecanicismo y automatismo mental, ya que nos permite poder ser paulatinamente conscientes de todo aquello que acontece dentro y fuera de uno. Cuando se ha ejercitado y purificado lo suficiente, nos reporta un tipo de conocimiento vivencial que no se consigue mediante el simple intelecto, pero que nos ayuda a alcanzar una comprensión muy rica en posibilidades existenciales y que nos permite tener otro tipo de relación con nosotros mismos, con los demás seres y con el mundo.
La atención nos ayuda a quebrar las cadenas de lo ilusorio (de la ignorancia básica) y ayuda a esclarecer el entendimiento para que este no distorsione todo aquello que pueda entrar dentro de su terreno. Si se desarrolla, esta se torna energía terapéutica y reveladora y, si entonces se utiliza debidamente, puede enfocarse hacia lo que es esencial, dejando a un lado todo aquello que es trivial o banal. De ese modo se activa la inteligencia primordial de la persona, propiciando un conocimiento de la realidad que no esté velado por condicionamientos del subconsciente o por viejos modelos mentales caducos.
Las excelencias de una atención bien desarrollada y aplicada son, desde luego, muchas. Tantas y en tal grado que se merecen toda una obra en la que se investigue a fondo sobre su alcance y nos procure métodos para cultivarla de forma eficiente y metódica. Entre los numerosos objetivos que se pretenden alcanzar con su desarrollo y establecimiento se cuenta el de poder descubrirse a uno mismo y mejorar así nuestra propia condición humana; una condición que más que humana debería ser considerada homoanimal, pues a todas las personas nos queda aún un largo camino por recorrer si queremos alcanzar nuestra verdadera condición de humanas. Al igual que cuando la atención se ejerce de forma indebida o descarriada acentúa el énfasis en todo lo que es accesorio, aumentando así los obstáculos con que nos encontrarnos en la senda de la autoliberación, cuando se aplica de forma correcta y debida nos permitirá reconocer y superar muchos autoengaños, además de salvar todos aquellos escollos nacidos de nuestros condicionamientos subliminales y que solo sirven para frenar el autodesarrollo y ahogar las potencialidades anímicas de la persona.
De este modo, si se aplica con rigor, la vida adquirirá un nuevo sentido, y ese mismo uso de la atención dotará a la vida de un significado más fecundo y enriquecedor. Pues la atención que se ejercita para liberarnos de las impresiones subconscientes, y que se consigue percibir sin filtros egocéntricos, puede llegar a ser mucho más poderosa que la simple reflexión o argumentación, otorgándonos un conocimiento vivencial que reintegrará nuestra psiquis y hará posible un verdadero autodescubrimiento.
Pero debe ser cada persona por sí misma quien la ejercite por su cuenta sin descanso, para poder ir disfrutando de los muchos beneficios que se desprenden de un desarrollo metódico. En este mundo tendente a la mecanicidad, sumido en todo tipo de automatismos, la mejor manera de dejar atrás nuestro sonambulismo psíquico y así poder vivir despierto es con el ejercitamiento de la atención consciente.
Ramiro Calle
(Director del Centro de Yoga
“SHADAK”)
La atención es una función espléndida de la mente. Si bien es cierto que todas las funciones mentales son necesarias e importantes, pocas lo son más que la atención, pues cuando se la utiliza debidamente, adquiere un poder extraordinario y eficacísimo con el que se acrecienta el progreso interior, el desarrollo de nosotros mismos y la transformación de nuestros modelos mentales. En este sentido, una utilización sabia de la misma no solo resulta necesaria, sino imprescindible. El camino de la atención se torna así senda de liberación, permitiendo que la adecuada utilización de esta preciosa función mental convierta la vida en un aprendizaje continuado y que nos muestre todo lo que hay de especial y noble en el arte de vivir. Es una función que dispone de su propia sabiduría, y su energía es tan fabulosa en sí misma que, cuando es estimulada y esclarecida, nos ayuda con gran efectividad a cambiar la consciencia y, por supuesto, a alcanzar un autoconocimiento más fecundo.
Es la facultad que nos permite «darnos cuenta», percatarnos, percibir las cosas. Si se desarrolla, hace que nuestra mente esté más alerta y sea más perceptiva, clara, sosegada y lúcida. Si está abotargada o débil, le roba viveza a la mente, embotándola y entorpeciéndola. Según sea el grado y agudeza de la atención, la mente puede estar alerta y receptiva, centrada en la realidad del momento, o bien distraída y embotada, desatendiendo el instante y extraviándose en divagaciones mecánicas. Cuando se está atento, uno puede darse cuenta de las cosas, enterarse de su existencia, captarlas; si se está desatento, nuestra alerta se debilita hasta casi apagarse, permitiendo que la mente se empañe y aletargue.
Una atención desarrollada desempaña la mente y estimula la consciencia, revitalizándola y dejándola alerta, purifica el entendimiento y esclarece la visión mental. Si se despliega la atención de manera acentuada, la mente se ordena, despejándose y sensibilizándose, haciéndose más consciente y más presta a reaccionar de forma equilibrada, pudiendo proceder con mayor precisión y cordura. Y al estar más atentos, nos hacemos más conscientes; al estar más conscientes, nos enteramos mejor de todo, dándonos más cuenta de aquello que sucede dentro y fuera de nosotros, abriéndonos a la realidad del instante, impidiendo así que el desorden reinante en nuestras psiquis nos aturda en exceso.
La atención se puede ejercitar en alto grado. Y, al hacerlo, se consigue que se haga más fuerte, más intensa, penetrante y controlada. Obviamente, cuando está bien ejercitada, es el antídoto ideal contra la distracción, la negligencia y la consciencia torpe y embotada. Puede aplicarse en todo tipo de circunstancias y momentos, e ir desarrollándose de forma metódica y paulatina. Cuando se está más atento, se consigue estar consciente, y cuando uno está más consciente, más cuenta se da de lo que ocurre tanto en su interior como en su exterior, pudiendo así bloquear todo pensamiento capaz de distraernos y agudizar la percepción, además de intensificar y esclarecer nuestra consciencia, consiguiendo mejorar en mucho la calidad de nuestra vida psíquica.
La atención es una herramienta magnífica, la más fiable y válida que hay para despejar la mente, amplificar la consciencia y eliminar las barreras de nuestra comprensión. Es su luz la que permite a la persona orientarse y reorientar su vida interior y exterior. Si Buda solía pronunciarse enfáticamente tan a menudo sobre su poder era porque, cuando está bien establecida y se aplica de la manera debida, se convierte en un instrumento liberador e integrador de primerísima importancia. Buda afirmaba que: «Todas las cosas pueden ser dominadas mediante la atención mental». Y también: «Declaro que la atención mental es todopoderosa».
En el Dhammapada podemos leer:
«Quien está atento está vivo; quien es negligente es como si ya estuviera muerto».
Ciertamente, cuanto mayor es la atención, más viva está la mente y más consistencia y plenitud adquiere la vida. Su ejercitamiento estimula nuestra perspicacia, desencadena una comprensión profunda y clara, ordena y purifica el hogar mental; hace posible una visión integradora, fortalece el ánimo de forma ecuánime y esclarece el discernimiento. Estos solo son algunos de los numerosos beneficios que se obtienen con un cultivo metódico y constante de la atención mental, ya sea mediante la meditación en reposo o mediante su aplicación a la vida cotidiana, pues lo que se consigue es combatir las distracciones y conectarse mejor con todo aquello que acontece a cada instante, tanto dentro como fuera de uno mismo. Los antiguos maestros de Oriente insistían en la necesidad de «conectar», es decir, de percatarse de todo aquello que acaece a cada instante. Una de las sagaces instrucciones que proporcionó Buda a sus discípulos puede cifrarse en muy pocas palabras:
«Acude y mira».
No decía «acude y espera», o «acude y compara», o «acude e imagina», o «acude e interpreta», o «acude y ve lo que quieras, temas o deduzcas». No, solamente «acude y mira». Mira lo que pasa en cada momento, atento, liberado de juicios y prejuicios, esperando percibir cada instante como lo que es. Es un magnífico ejercitamiento no solo para desarrollar la atención mental, sino para favorecer la verdadera salud de la mente.
Al activarse la atención mental, también se consigue que podamos mirar nuestros contenidos mentales con mucha más perspicacia, pudiendo así conocerlos y regularlos mejor, pues se es más consciente de ellos. Cuando esa luz ilumina nuestra propia mente, nos permite captar y examinar sus diferentes estados, ayudándonos o bien a intervenir sobre ellos, o bien a dejar de hacerlo y poder mirarlos con distanciamiento. Pone al descubierto toda la maraña de pensamientos, procesos, reacciones y vivencias, a menudo caóticas y desordenadas, que fluyen por nuestra mente. Permite que seamos conscientes de los pensamientos inconexos, de intenciones y hábitos mentales, de juicios y prejuicios; de los modelos de pensamiento que rigen nuestra conducta; de nuestras respuestas psíquicas estereotipadas, de las pautas inconscientes que salen a la superficie… En resumen, la atención mental permitirá que seamos conscientes de todo ese conglomerado de procesos mentales que con tanta frecuencia manipula de forma automática nuestros actos y falsea nuestra percepción.
A medida que la atención vaya captando ese incontenible flujo mental, la persona irá siendo mucho más libre e independiente, superando todos sus automatismos psicomentales y emancipándose progresivamente de todo ese «continuum» mental precipitado e incontrolado. Es algo que representa un gran avance por el sendero del autoconocimiento y el desarrollo de la persona, porque ese «punto de atención» procura estabilidad, coherencia y refugio y supone terreno firme en medio del caos, desde el que se puede escudriñar y entender toda esa masa de reacciones, esquemas, latencias y condicionamientos que hormiguean en el espacio mental. De este modo, la persona que se haya adiestrado en este atento observar y examinar de sus propios contenidos mentales, no solo conseguirá llegar a sentirse más libre del torbellino que implican dichos contenidos, sino que conseguirá inhibirlos si tiene necesidad de ello, acabando así con su identificación personal con ellos y pudiendo reencauzarlos de la forma más oportuna para su propio progreso como individuo.
Cuando la atención se utiliza sabiamente, tiene un carácter generosamente liberador e integrador de la mente. Para conseguir que tenga este efecto, se la debe ejercitar, desarrollar y aplicar con firmeza, ya que por lo general, en la mayoría de las personas, suele ser débil, intermitente o demasiado fluctuante, superficial y mecánica. Todo ello, por supuesto, mientras no se dé inicio a su entrenamiento metódico.
Esta brota cuando hay un objeto de atención que interesa a la persona, pero en ese momento lo hace de forma mecánica e inconsciente, no de manera voluntaria y consciente. Además, es frecuente que la atención vaya acompañada de reacciones, ya sea a favor o en contra de dicho objeto, por no decir que mediatizada por todo tipo de asociaciones de ideas, hábitos emocionales o respuestas mentales estereotipadas. En ningún caso se trata, pues, de algo voluntario y consciente, penetrante y libre de prejuicios o tendencias inconscientes. Al ser una atención débil, automática y demasiado fluctuante y superficial, no se manifiesta en toda su fuerza y no consigue desencadenar un entendimiento puro y una comprensión clara de las cosas.
No obstante, tiene cierta capacidad funcional que resulta útil para la vida cotidiana, aunque por su carácter superficial y mecánico carezca de capacidad de propiciar una mejora y una intensificación de la consciencia personal. Del mismo modo, tampoco puede utilizarse con eficacia para el autoconocimiento, el desarrollo de uno mismo como persona o para la captación lúcida de cada momento o de las circunstancias que lo rodean.
En cambio, hay otro tipo de atención, de una naturaleza mucho más importante, que es aquella que se consigue mediante un ejercitamiento continuado y metódico y que puede provocarse de manera lúcida y voluntaria. Es entonces cuando se reviste de toda su energía liberadora e integradora, cuando se vuelve consciente, directa, pura y penetrante. En tal caso puede convertirse en una herramienta muy valiosa para el conocimiento y el autoconocimiento, para el dominio y purificación de la mente; en una manera de regular conscientemente palabras y actos, además de un medio muy útil, y extraordinariamente fiable, para llegar a la superación de los hábitos psíquicos nocivos, al saneamiento de las emociones y a la renovación de los potenciales anímicos.
La atención consciente es aquella que, a diferencia de la mecánica, tiene el «sello» de la consciencia y se provoca voluntariamente, incluso cuando el objeto en que se centra carece de interés por sí mismo. Es, pues, voluntaria y, por tanto, exige cierto esfuerzo y una firme determinación por parte de quien la ejerce. Al ser consciente y voluntaria, la persona tiene la opción y la capacidad de dedicarla a aquello que se considere oportuno, incluyendo la misma persona o su propia mente, para así poder desarrollar su autoconocimiento y posibilitar su autovigilancia. Por tanto, y según la conveniencia de cada caso, puede mantenerla abierta (o sea, captando todo aquello que vaya sucediendo) o concentrarla en un objeto concreto (excluyendo todo lo demás). Está, pues, regulada y dirigida por la consciencia; algo solo posible mediante un ejercitamiento metódico que suele consistir, por un lado, en la práctica de la meditación (que representa su cultivo de manera sistemática) y, por otro, en el entrenamiento de la atención mental en la vida diaria. Así es como se consigue potenciar para que la persona aprenda a estar más atenta cada día, pero de una manera progresivamente menos forzada y más natural, pues, como reza la antigua instrucción mística, a todo se llega «desde lo intencionado a lo no intencionado».
La atención directa es la que percibe las cosas de manera directa, sin interferencia alguna de la memoria o las expectativas personales. Es la que nos permite conectar a cada instante con la esencia de lo que hay, ya sea dentro o fuera de uno mismo, captando así la realidad momentánea. Se aplica a cualquier situación o acontecimiento del momento presente, consiguiéndose que de ese modo se vaya fortaleciendo metódica y armónicamente. Así, la persona va haciéndose poco a poco más consciente, y más lúcida con ello.
Al respecto, hay una historia zen muy significativa:
Maestro y discípulo van paseando por el campo.
El discípulo dice:
—Maestro, ¿puedes instruirme en la verdad?
—¿Escuchas el trinar de los pájaros? —pregunta el mentor.
—Sí.
—Entonces no tengo verdad alguna en la que instruirte.
• • • • •
La atención directa surge en el mismo momento en que la consciencia conecta con el objeto de dicha atención.
Por su parte, la atención pura (también denominada desnuda) es aquella que percibe con pureza, libre de prejuicios, opiniones o asociaciones de ideas, sin reacciones contaminantes de apego o aversión, escuetamente, sin condicionamientos. Se basa en la percepción pura y, por tanto, no se ve adulterada o falseada, ni está sujeta a falaces interpretaciones, juicios o prejuicios. Es, por tanto, una clase de atención que reporta sabiduría a la persona y la libra poco a poco de la ofuscación, cooperando en la reorganización de su psiquis a un nivel más elevado e integrado, permitiendo superar esquemas y modelos estereotipados.
La atención penetrante es aquella que no se conforma ni se satisface con «posarse» leve y superficialmente sobre el objeto de la atención, sino que profundiza en ese mismo objeto para así poder captarlo con la mayor intensidad posible.
La atención consciente o vigilante, directa, pura y penetrante (libre, pues, de mecanismos mentales, prejuicios, condicionamientos y todo tipo de elementos superficiales) es la que en realidad puede ser excepcionalmente efectiva para el desarrollo de uno mismo, para el autoconocimiento, el dominio de la mente, la visión pura y la comprensión profunda y clara de las cosas. Es cuando finalmente se alcanza todo esto cuando sale a la luz todo su gran potencial y la atención se vuelve una aliada segura para poder seguir adelante por el camino de la autorrealización. Así es como se convierte en la verdadera luz de la mente, aquella que puede iluminar con claridad tanto el mundo que nos rodea como el propio universo interior. La persona que la ejercite metódica y pacientemente, logrando que gane en intensidad y eficacia, deberá hacerlo mediante la meditación y a través de la aplicación en la vida diaria de la atención vigilante (estando de este modo más atento a lo que se piensa, se dice y se hace).
Cualquier persona puede entrenarse para desarrollar su atención de forma armónica y poder continuar así por el sendero de la autoiluminación con una mente más clara, consciente, sana y liberada. No es este un camino que esté reservado para unos pocos, sino todo lo contrario: está abierto a toda persona que desee mejorar la calidad de su vida psíquica y su relación con los demás seres del mundo.
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