Postura y respiración - Ramiro Calle - E-Book

Postura y respiración E-Book

Ramiro Calle

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Beschreibung

En este volumen de la serie «La Sabiduría del Yoga», Ramiro Calle nos invita a profundizar en dos aspectos esenciales de la práctica yóguica: las posturas (asana) y el control de la respiración (pranayama). A lo largo de sus páginas, el lector conocerá la importancia y el propósito de cada postura y cada respiración, no solo como ejercicios físicos sino como prácticas espirituales capaces de transformar el cuerpo y la mente. Guiados por la vasta experiencia y conocimiento de Ramiro Calle, pionero en la difusión del yoga en el mundo hispanohablante, este libro revela cómo asana y pranayama actúan concatenadamente como pilares en el camino hacia una mayor serenidad y claridad interior. Cada postura y cada respiración no son un fin en sí mismos, sino parte de un sistema más amplio que apunta al equilibrio, la salud y el autoconocimiento. En suma, Postura y respiración consiste en una invitación a experimentar el yoga desde su esencia, explorando cómo el cuerpo y la mente abren las puertas hacia una vida más consciente y plena.

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Seitenzahl: 119

Veröffentlichungsjahr: 2025

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La sabiduría del yoga

Ramiro Calle

Postura y respiración

Asana y Pranayama

© 2024 Ramiro Calle

© de la edición en castellano:

© 2025 Editorial Kairós, S. A.

www.editorialkairos.com

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Katrien van Steen

Foto del autor: José Ignacio Vidal

Primera edición en papel: Enero 2025

Primera edición en digital: Enero 2025

ISBN papel: 978-84-1121-337-0

ISBN epub: 978-84-1121-360-8

ISBN kindle: 978-84-1121-361-5

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Con Almudena Hauríe comenzó mi trabajo espiritual y yóguico más riguroso en la India, a lo largo de numerosos viajes.

Le dedico esta obra con inmenso cariño y gratitud.

Sumario

Nota del editor

Agradecimientos

Introducción

Parte I. Asana

1. El asana como senda hacia la quietud

2. Las posturas meditativas

3. La revalorización del cuerpo

4. Asanas culturales

5. Los asanas básicos

6. Instrucciones y observaciones sobre los asanas

Parte II.

Pranayama

1. Prana

2. La ciencia del

pranayama

3. Ejercicios respiratorios preliminares

4. Principales técnicas del

pranayama

5. Instrucciones generales sobre el

pranayama

6.

Bandhas

de apoyo al

pranayama

Conclusiones

Apéndice

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Dedicatoria

Epígrafe

Sumario

Comenzar a leer

Agradecimientos

Nota del editor

Algún tiempo de los primeros siglos de la era común, vivió el sabio indio Patañjali. A él debemos la recopilación en poco menos de doscientos aforismos de una serie de enseñanzas y prácticas diversas y dispersas que compartían la etiqueta «yoga»; una sabiduría espiritual que se había ido gestando a lo largo de mil años.

Las Upanishads ya hablaban del yoga como «control de los sentidos», el budismo y el jainismo desarrollaron sus yogas, en el sentido de conjunto de prácticas espirituales (marga), como el famoso Noble Óctuple Sendero budista. La Bhagavadgita ahondaba en este significado amplio de yoga como «camino espiritual», proponiendo tres vías de progresión (conocimiento, acción y devoción).

Patañjali reunió en sus famosos Yoga Sutras gran parte de ese bagaje espiritual y filosófico. Lo denominó Kriya-Yoga (yoga de la acción) o Ashtanga-Yoga (yoga en ocho miembros). De esta forma, sistematizó una larga tradición espiritual, transmitida entre círculos de yoguis, ascetas y sabios, y le dio consistencia filosófica. Lo transformó en «punto de vista» (darshana), en clara sintonía con otra antigua escuela filosófica denominada Samkhya.

Sus Yoga Sutras fueron profusamente comentados. Las corrientes yóguicas posteriores tendieron a legitimarse y anclarse en los ocho miembros de Patañjali, incluso cuando la práctica yóguica se vio insuflada –primero– por las tradiciones tántricas, –luego– por la filosofía vedanta, y –a partir del siglo xx– por la eclosión de los nuevos yogas corporales. En todos los casos, el yoga en ocho miembros del legendario maestro ha quedado como referente ineludible de los yogas modernos.

Quién mejor que Ramiro Calle, pionero en la introducción y divulgación del yoga en lengua española, con una larguísima experiencia en interpretar, desgranar y facilitarnos lo más elevado de la cultura yóguica, para sumergirnos en la sabiduría de Patañjali. La serie que presentamos consta de cuatro libros concisos y esclarecedores que reúnen –en pares– los famosos ocho miembros que articulan la síntesis clásica del yoga.

El Yama y el Niyama versan sobre las predisposiciones éticas y de conducta del practicante; Asana y Pranayama, sobre las posturas y prácticas de respiración; Dharana y Pratyahara abordan las técnicas de concentración y focalización, y Dhyana y Samadhi, finalmente, tienen que ver con la meditación yóguica y su culminación.

El conjunto representa una síntesis impagable acerca de la sabiduría yóguica; una milenaria tradición de acción espiritual que desborda con creces las prácticas posturales, pues las incluye en un programa liberador muy amplio, siempre abierto a múltiples interpretaciones y tradiciones.

Agustín Pániker

Cuando el pensamiento cesa, se revela la luz del Ser.

Agradecimientos

Por su cariño, generosa atención y su muy valiosa amistad, siempre estoy profundamente agradecido a los doctores Rafael Rubio, José Manuel Muñoz de Unamuno, Vicente Díez y Jesús Casado.

Mi gratitud para Isabel Asensio y María Alasia de la editorial Kairós, por su gran eficacia y proverbial amabilidad.

Siempre en deuda con Antonio García Martínez, porque es de esos amigos que están siempre en disponibilidad y apertura amorosa, ejemplo de un verdadero yogui urbanita.

Siempre tendrán mi agradecimiento los leales amigos de búsqueda, que vienen caminando junto a mí desde hace mucho tiempo, como Simón Mundy, César Vega y Carlos Campo.

Por su renovada y contumaz confianza en mis obras, por esa sabiduría que comparte conmigo a través de nuestras enjundiosas conversaciones y de sus libros, por los sinceros abrazos que nos damos, aunque sea de tarde en tarde, mis más expresivas gracias para Agustín Paniker, director de la Editorial Kairós y un inspirador e inspirado pensador.

Siempre tendrán mi gratitud mis alumnos del centro de yoga Shadak, pues con su afecto y fidelidad han conseguido que, a mis ochenta y un años, continúe impartiéndoles clases de meditación con invariable motivación e ilusión.

¿Cómo no estar agradecido a Luisa, Silvia y Adoración, que me han acompañado en Shadak a lo largo de veinticinco años impartiendo formidables clases de genuino Hatha-Yoga y apoyándome con su confortador cariño y amistad?

Algunos amigos cumplen a la perfección aquello que apuntaba Khalil Gibrán cuando decía: «Que lo mejor de uno sea para su amigo», como es el caso de mi fraterno amigo Jesús Fonseca, quien tanto me quiere y al que tanto quiero, porque siempre le estaré hondamente agradecido.

Introducción

Esta colección de cuatro volúmenes titulada La sabiduría del yoga, quiere abordar los ocho grados o miembros del Raja-Yoga, conocido como del sabio Patañjali o Ashtanga-Yoga, que son:

Asana

y

Pranayama

.

Dharana

y

Pratyahara

.

Yama

y

Niyama

.

Dhyana

y

Samadhi

.

Aunque representan un camino ascendente, perfectamente diseñado, para alcanzar la liberación o moksha, se trata de ir asumiendo y observando también simultáneamente estos grados para ponerlos al servicio de la conquista del octavo de ellos, el samadhi o experiencia liberadora. En los cuatro volúmenes que configuran esta colección, iremos abordando estos grados o miembros de dos en dos, comenzando intencionadamente por Asana y pranayama y dejando para el tercer volumen yama y niyana, o sea esa disciplina genuinamente ética y que nunca debe faltar en ningún sistema liberador serio y fiable. Buda subsumía todo en su Noble Óctuple Sendero y en lo que denominó las tres disciplinas o entrenamiento: el ético, el mental y el desarrollo de la Sabiduría. No hay que olvidar que Mahavira y Buda fueron dos de los más grandes yoguis y la buena cantidad que hay de vasos comunicantes entre el Noble Óctuple Sendero de Buda y los Yoga Sutras de Patañjali, ambas magníficas sendas para ir más allá de la mente ordinaria y nesciente y conquistar la mente liberadora.

Comparados con las enseñanzas más antiguas del yoga, los Yoga Sutras casi resultan al menos relativamente recientes. Muy anteriores son las enseñanzas y yogas de Mahavira y Buda, que a su vez las recibieron de maestros de más edad que ellos, por lo menos de los de Buda sabemos sus nombres y que ya estaban muertos cuando el Despierto fue a buscarlos tras su despertar.

Los Yoga Sutras son del siglo iv de nuestra era, pero las enseñanzas de Buda y Mahavira tienen dos mil quinientos años de antigüedad, aunque el yoga como tal es anterior. Las primeras Upanishdas cuentan al menos con ochocientos años de antigüedad, por eso, lo que trato de decir es que los conocimientos y técnicas que recoge Patañjali en sus cuatro libros de aforismos son muy anteriores a él, aunque supo sistematizar y ofrecer dichos conocimientos como una salvífica escalera hacia la Liberación, partiendo de lo que se enuncia en los dos primeros aforismos: que el yoga consiste en inhibir los pensamientos o fluctuaciones (torbellinos) en la mente. De ese modo, se sobrepasa la consciencia ordinaria y se obtiene la sabiduría liberadora. Patañjali ofrece instrucciones y métodos para lograr superar obstáculos en el viaje hacia kailvalya, el aislamiento o la emancipación que representan la más alta liberación.

Hay dos maneras de aproximarse a los aforismos de Patañjali, para adentrarse en sus cuatro libros y extraerles sus enseñanzas y métodos psicomentales. Una es de manera teórica, y la otra, práctica. La primera aporta conocimiento, informa y en algo orienta, pero la segunda proporciona Sabiduría, transforma y aproxima al plano de la emancipación. Me siento en la obligación de aclarar que he conocido infinidad de personas que han leído los Yoga Sutras, pero que pocas han alcanzado una aplicación realmente práctica y transformativa en sus vidas. Sin embargo, al hacerme cargo de esta colección, mi intención ha sido lograr un aprovechamiento práctico y de verdadera transformación, con las enseñanzas, las pautas de orientación y los métodos de Patañjali. Esta es la intención con que enfoco esta obra y las que seguirán en esta serie, con un carácter didáctico y práctico, pues la teoría está bien cuando conduce hacia la práctica, convirtiendo la expectativa en autorrealización. ¡Hay tantas técnicas que el yoga nos proporciona para poder cambiar, y mejorar, para poder cruzar de la orilla de la ignorancia y la servidumbre a la de la sabiduría suprema y la libertad!

Parte I. Asana

1. El asana como senda hacia la quietud

En los orígenes del yoga, se buscaba la introspección, a fin de explorar otros espacios de la mente, que estuvieran libres de ideaciones y corrientes mentales, en los que los incontrolados torbellinos pudieran cesar, para tener la oportunidad de conseguir un tipo de experiencia más transformativa y reveladora de otras dimensiones veladas y ocultas para la mente ordinaria, es decir, la pensante, que está basada en los denominados pares de opuestos o contrarios (amargo-dulce, blanco-negro, arriba-abajo, etcétera). Para que ese viaje interior fuera posible y se concretara, los yoguis creaban y ensayaban infinidad de técnicas, convirtiéndose así en su propio laboratorio viviente, confiando en la experiencia y no en la creencia, pues es la que permite evolucionar. En cambio, esta última genera, a menudo, todo tipo de prejuicios y estrechamientos mentales que nos desvían de la senda hacia nuestro interior.

En este viaje existencial, el cuerpo es un compañero inseparable, pues como ejemplifica un antiguo adagio, nos acompaña como el caparazón a la tortuga. El cuerpo se hace sentir siempre, salvo cuando estamos profundamente dormidos o anestesiados, y algunas veces es fuente de dolor y otras de placer. Pero lo que es innegable es que en la aventura del espíritu y en el viaje interior, el cuerpo está presente, tal como lo está en la práctica meditativa, pese a que para muchas personas se puede convertir en un obstáculo, en una fuente de tensiones o dolores y, cuando menos, en incomodidades.

Sin embargo, el yoga siempre ha convertido en algo bueno lo que en un principio parecía un obstáculo, pues siempre es un aliado. De ese modo, los yoguis empezaron a indagar en la forma de utilizar el cuerpo o por lo menos en no dejar que los obstaculizara en la vía introspectiva. A partir de su experimentación, descubrieron que la inmovilidad del cuerpo va conduciendo a la de la mente y que, además estimula una especial vivencia de ser-estar, favoreciendo la concentración y la interiorización.

Toda persona que medite con frecuencia sabe que, si el cuerpo está inmóvil durante un tiempo, emerge un sentimiento de quietud y solidez. Además de un estado de consciencia calma e imperturbable, aunque no se llegue a mantener la inmovilidad durante esas tres horas, que según aseguran algunos yoguis permiten un salto de consciencia, incluso ir más allá de la consciencia ordinaria. Al haber una interrelación estrechísima entre cuerpo y mente, o entre la mente y el cuerpo, este puede utilizarse con gran eficacia para calmar y unificar aquella. Por esto es por lo que Ramakrishna insistía en que en el cuerpo hay perlas que hay que saber encontrar, porque son como simientes de energía, para ayudar en el proceso de la evolución.

En la disciplina del Raja-Yoga (el yoga primigenio, el núcleo central del sistema yóguico) pronto se descubrió la utilidad de una postura corporal estable y confortable para la meditación, evitando la de decúbito supino, porque no se puede mantener la mente alerta y clara, además de provocar pereza y torpor. Es por esto que se propuso la postura sentada, con el tronco erguido, recurriéndose al simbolismo de que de ese modo las nalgas se apoyaban en la tierra y la cima de la cabeza se proyectaba hacia el éter, mientras que la espina dorsal se equiparaba con la columna vertebral del Universo. De ese modo, el yogui (simbólicamente hablando) se convertía en un guardián de la tierra y en un testigo del cielo, siendo una conexión entre una y otro, es decir, una especie de antena entre lo material (la sustancia primordial o prakiriti) y lo espiritual (purusha). Por otra parte, la postura sentada es la que adopta Shiva, el dios del yoga, a excepción de cuando danza recreando los innumerables espacios cósmicos, donde pasa de la inmovilidad más rigurosa al movimiento más frenético y de la suprema quietud a la danza cósmica. Todos deberíamos imitar a Shiva y combinar y conciliar la inacción con la acción, pero una acción que sea consciente y no mecánica, lo que nos permitirá llevar la meditación o contemplación a la acción y la acción a la meditación, pues la introspección requiere mucha atención interior, además de mucha voluntad para evitar dispersarnos.

En sus comienzos, el yoga ya era sinónimo de quietud y podríamos decir que también de autocontrol, pero sobre todo de sosiego, pues como la quietud se alcanza sobre todo con la meditación, era también su sinónimo. El término yoga deriva de jug, o sea yugo, enlace, unión, fusión, porque por un lado es el método para lograr que la mónada espiritual del individuo se desligue de la materia y se libere, representando la disociación del purusha (espíritu) de la prakriti (sustancia material, naturaleza). Asimismo, es la unión de la energía personal (atmán) con la cósmica (Brahmán