El poder de la atención - Ángel Martín - E-Book

El poder de la atención E-Book

Ángel Martín

0,0

Beschreibung

ENTRENA TU ATENCIÓN, CAMBIA TU MENTE Y CAMBIARÁS TU VIDA. El doctor Ángel Martín, experto en Hipnosis Clínica, nos propone un nuevo paradigma de la meditación basado en las neurociencias. Desde las fases iniciales de la práctica hasta las más avanzadas, sin referencias espirituales ni esotéricas. En El poder de la atención aprenderás a entrenar tu cerebro con 20 ejercicios mentales muy prácticos, cambiarás tu mente desarrollando la habilidad de inhibir las respuestas automáticas de tu cerebro y aumentarás tu bienestar físico y emocional. «La magia de este libro aparece cuando las reflexiones teóricas dejan paso al desarrollo de las capacidades de concentración y atención». Camilo José Cela Conde, catedrático de Filosofía

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 207

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



dr. ángel martín

El poder de la atención

Entrena tu mente desde las neurociencias y la meditación

© del texto: Ángel Martín Jiménez, 2024.

© del prólogo: David Remartínez, 2024.

© del anexo 1: Camilo José Cela Conde, 2024.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2024.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: junio de 2024.

ref: obdo359

isbn: 978-84-1132-808-1

aura digit • composición digital

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.

a mis hijas ángela y elena,

que el amor a la verdad

os guíe en vuestro camino

Podemos estar ciegos ante lo evidente y, además, estar ciegos ante nuestra propia ceguera.

daniel kahneman, psicólogo (Premio Nobel 2002)

CONTENIDO

Prólogo: Un lugar pequeñito por David Remartínez

Introducción: Un cambio de paradigma

1. ¿Meditación o autohipnosis?

2. Conoce tu cerebro de la Edad de Piedra

3. El «darse cuenta»

4. Entrena tu atención

5. Cruza el umbral

6. Abre los ojos

7. Reflexiones para mentes críticas

Epílogo: El final del camino

Anexo 1: Reflexiones de un escéptico por Camilo J. Cela Conde

Anexo 2: Las sendas espirituales

Referencias bibliográficas

Nota del autor

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Dedicatoria

Epígrafe

Índice

Comenzar a leer

Referencias bibliográficas

PRÓLOGO: UN LUGAR PEQUEÑITO

por david remartínez

Periodista y escritor.

Autor de Una historia pop de los vampiros (Arpa, 2021)

Es increíble el bombardeo de pensamientos que recibo cuando cierro los ojos e intento concentrarme en mi respiración. Sigue asombrándome cada día. Llevo tres meses sentándome a meditar y ese bombardeo se ha convertido en un espectáculo, ajeno a mí, que incluso me divierte. Cada vez dura menos, cada vez es menos intenso. Pero la independencia de mi cerebro no deja de fascinarme. ¿Por qué funciona sin hacerme caso? ¿Acaso él no soy yo?, ¿acaso no me pertenece mi cabeza?

Calla un momento, David, que te estoy hablando.

Meditar solo tiene una acepción en el diccionario: «Pensar atenta y detenidamente sobre algo». Dos adverbios para definir una reflexión realizada con ahínco. Como sustantivo, la meditación es el ejercicio de esa inteligencia, de ese gobierno cerebral dirigido por tu voluntad. Pienso, luego existo.

Sin embargo, la palabra meditación también nos remite a una experiencia de índole espiritual, a una suerte de oración que te conecta con algo superior, externo y amplio (la naturaleza, la trascendencia, tu yo interior... esas cosas). O que simplemente te relaja: el mantra, el yoga, el mindfulness, Richard Gere, los chakras, la contemplación.

Este libro no va de eso. Aquí no hay dioses, ni monjes iluminados ni actores de Hollywood. Aquí hay una silla, tu cuerpo y tu mente. Nada más.

Para mí, meditar es un lugar. El hallazgo que atesoro después de los primeros meses siguiendo el método de Ángel es ese: un lugar propio. Como la habitación de Virginia o como la película de Adolfo Aristarain, pero en pequeñito. No me refiero al lugar físico en el que medito, sino a un emplazamiento indefinido donde ni el tiempo ni el espacio se comportan con la lógica de los ojos abiertos. No puedo describirlo, la verdad. Es mi sitio y solo quepo yo.

Con este libro vas a encontrar el tuyo.

Probablemente no podrás explicárselo con precisión a tu pareja, amigos, familia. Es una vivencia íntima y, como todo lo íntimo, inefable. Probablemente, también, te dé corte decirles que has empezado a meditar. Te mirarán raro. Quizá pienses que ellos piensan que estás desesperado.

Deja de pensar.

La primera barrera que tienes que superar para encontrar ese lugar propio, sencillo y magnífico es precisamente el lenguaje, el instrumento que articula tu pensamiento. Si eres ateo, agnóstico, o yo qué sé... anticlerical, palabras y expresiones como gozo, éxtasis o la sonrisa interior te sonarán a chufla de incienso y platillos. A Eddie Murphy buscando por el Tíbet al chico de oro. Olvida esas reminiscencias y traduce los términos y enunciados como a ti te dé la gana. Vas a entrar a un mundo sin palabras, sin ni siquiera comillas. Un lugar sin diccionario.

Tengo que confesar que la moda del mindfulness me tenía harto: ¿por qué ese empeño en arrojarnos en manos de gurús y filosofías místicas, en lugar de atacar los motivos personales y sociales de nuestra ansiedad colectiva, de la angustia, el insomnio, las depresiones y el estrés? Vivimos una época de ansiolíticos y férulas para el bruxismo. La meditación me parecía otro parche que evitaba la raíz del problema e incluso se resignaba a ella, como sucede con los psicofármacos.

Sigo pensando lo mismo de las pastillas —y del negocio dental a costa de la brutal frustración laboral y sentimental del siglo xxi—. Pero con la meditación soy un converso. Gracias al encomiable esfuerzo de Ángel por desvincularla de cualquier espiritualidad, y por traducir en palabras todo lo que ha aprendido durante veinte años en silencio, en la intimidad de sus ojos cerrados. Ese mismo conocimiento que, como médico, aplica al control del dolor crónico a través de la hipnosis clínica, cuyas bases neurológicas son las mismas que enseña en este manual.

Este libro empieza explicándote cómo funciona tu cerebro. Especialmente cuando no lo gobiernas tú, sino tu piloto automático. Un piloto de un B-52 Stratofortress, un bombardero supersónico preñado siempre de pensamientos nucleares, que libera su carga sobre tu consciencia cuando menos te lo esperas. En ocasiones, con tanta virulencia que tu cabeza se convierte en la ciudad de Dresde el 16 de enero de 1945. Son esas noches dando vueltas en la cama aventurando la bronca del día siguiente con el jefe o especulando sobre el mensaje de WhatsApp que al final no has mandado. Son esas vigilias de nervios exacerbados y ruinas minúsculas en las que solo leer a Kurt Vonnegut logra calmarte por dentro.

Kurt, o el lorazepam.

Sin embargo, incluso cuando duermes como un bebé o ríes a carcajadas leyendo a P. G. Wodehouse, el B-52 sigue sobrevolando los preciosos barrios de tu cabeza. Porque —y he aquí mi segundo hallazgo— tu cerebro no te pertenece realmente, es mucho más autónomo de lo que crees. Además, su formidable funcionamiento genera, por defecto, una inquietud imperceptible, independiente de tu estado de ánimo, independiente de tu humor, e inevitable. Algo así como la inercia de tu inteligencia, el sedimento de tu constante actividad mental. Otro reloj, distinto al de pulsera con el que organizas tus días. Un reloj interno de arena, que te cubre siempre parte del cuerpo, andes contento, ocupado o preocupado con algún malestar.

Ángel llama a esa arena, a esa inquietud constante, la «ansiedad de fondo».

Con ella no sirven ni Kurt ni el lorazepam.

Pero sí la meditación. Porque meditando aprendes a detener la montañita de arena, descansando de su impertinente lluvia. Sales de Dresde y apareces en una playa despejada.

Te sientas en la silla y cierras los ojos. Recuerdas los motivos por los que quieres meditar. Estiras la espalda, relajas los hombros. Sientes la oscuridad de tus ojos, el silencio de tus oídos. Inspiras ampliamente y espiras lentamente. Calma. Vamos allá. Vamos a concentrarnos en la respiración, en el aire entrando y saliendo de tu nariz, tratando de no pensar en nada.

Los primeros días, fliparás.

La furia del bombardero apenas te dejará concentrarte en dos ciclos respiratorios seguidos. Cualquier ruido exterior también los interrumpirá. Tu propio cuerpo, junto al cerebro, se rebelará igualmente, con picores impertinentes en los brazos o en la cara, molestias en las vértebras, tensión general, rugidos de estómago o músculos temblando sin que hayan recibido ninguna orden... Un alucinante desorden. Si logras mantener la concentración unos minutos, te entrará el sueño, hasta confundir la meditación con un plácido duermevela que, justamente, es lo contrario a lo que pretendes lograr.

Un consejo para esos días: no pelees.

Si tu cabeza y tu cuerpo se cabrean porque no los dejas funcionar a su antojo, no te enfades con ellos. Contempla ese pandemonio, y trata simplemente de concentrarte en la próxima respiración. Despeja el pensamiento, olvida el picor, admite la tensión... y respira de nuevo.

Cada concentración es un avance. Cada respiración que detiene por un instante el bombardeo, un armisticio.

Y con cada armisticio, llega otra forma de sentir tu cabeza, tu cuerpo y el mundo.

Porque, poco a poco, la pelea se transformará en satisfacción.

Y así construirás tu lugar pequeñito.

Disfrútalo.

INTRODUCCIÓN: UN CAMBIO DE PARADIGMA

Estudios recientes estiman que generamos, cada día, unos 60.000 pensamientos; aproximadamente un pensamiento cada 15 segundos.1 El 90 % son automáticos, negativos y repetitivos. Refluyen continuamente en tu consciencia, como las olas rompiendo en la playa. Te dejarán un reguero de inquietud, de nerviosismo y de agitación. Una sensación de urgencia. Una ansiedad «de fondo» que te acompaña desde que te levantas hasta que te acuestas. Llámalo, si quieres, preocupación, nerviosismo, irritabilidad, agitación, impaciencia o intranquilidad.

Sentarse en silencio, seguir la respiración y calmar la mente parece una buena opción para frenar ese oleaje.

Desde hace unos años, el mindfulness de Jon Kabat-Zinn, en sus múltiples variantes, se ha erigido en la modalidad de meditación más habitual en nuestro entorno, y su práctica se ha extendido al campo de la salud, la educación, la economía, etc.

Jon Kabat-Zinn (Nueva York, 1944) se doctoró en Biología Molecular en el MIT. Desde joven estaba familiarizado con la meditación zen y el yoga, lo que le llevó a profundizar en el estudio de las prácticas meditativas orientales. Fue consciente de que, para poder «exportarlas», tenía que actualizarlas y así adecuarlas a la mentalidad occidental. En 1977 publicó Vivir con plenitud las crisis, que se convirtió en un superventas mundial.2

El objetivo del Programa MBSR —acrónimo de Reducción del Estrés Basado en el Mindfulness— es practicar la «consciencia plena» para estar presente en el «aquí y ahora». Consiste en cursos presenciales de ocho semanas, con instrucciones estandarizadas, claras y asimilables, y generalmente, aunque no siempre, guiadas por profesionales de la salud —médicos, psicólogos, terapeutas—. Se realizan en grupo y permiten compartir las experiencias. En más del 80 % de los casos los participantes aseguran haber experimentado vivencias significativas, y cada vez más evidencias científicas apoyan los beneficios físicos y psicológicos de estas prácticas.

Sin embargo, tal como reflejan algunos informes, aproximadamente el 30 % de las personas que empiezan estos cursos no los acaban, y solo una minoría continúa con la práctica diaria al cabo de un año.3 Es decir que, a pesar de la motivación inicial para apuntarse, pagar y asistir a estos cursos intensivos, y a pesar del entusiasmo por las vivencias significativas que aportan, la práctica no se continúa en la gran mayoría de los casos.

¿Cuál es el problema?

El problema radica en que, a pesar de que el mindfulness se ideó para que fuera aceptable para el público occidental, reconfigurando los conceptos de la filosofía budista de la que proviene, sus bases de conocimiento siguen ancladas en ella. La práctica está construida sobre dichas concepciones, fundamentada en sus conocimientos y orientada a sus objetivos. Lo que implica, en definitiva, que resulta muy difícil practicar la meditación sin asumir, en mayor o menor medida, los marcos filosóficos sobre los cuales se asienta.

Para aquellos que se sientan cómodos con alguno de estos marcos espirituales, la meditación no supondrá, claro está, ninguna dificultad. En cambio, sí que resulta un problema para aquellos que sentimos estas filosofías muy alejadas de nuestra mentalidad: las personas escépticas. Necesitamos un cambio de paradigma. Este es el propósito de este libro.

Veamos cuál es ese nuevo paradigma en el que nos vamos a mover.

Los pensamientos automáticos son producto de la incesante actividad de tu corteza cerebral y, como veremos más adelante, responden a un mecanismo neurológico adaptativo de la supervivencia que hemos heredado de nuestros antecesores: los cazadores-recolectores. Ese mecanismo está inscrito en nuestros genes y no podemos suprimirlo. Es tu estado mental ordinario.

Pero dispones de un «superpoder» para controlarlo: la atención.

La atención no solo te permite procesar la información que recibes constantemente y retenerla el tiempo suficiente en tu mente para poder dar una respuesta adecuada; también, como veremos, construye tu percepción del mundo y configura tu sensación de identidad.

¿Qué ocurre cuando no prestas atención?

Pues que tu estado mental entra en «piloto automático». Tu cerebro trabaja solo, sin que sientas que tu voluntad interviene. Más de 150.000 años de evolución de nuestra especie han configurado este piloto automático con un propósito fundamental: que sigas vivo.

Se calcula que, aproximadamente, el 60 % de nuestra experiencia consciente está dominada por el piloto automático de la atención.4 Y es lógico que sea así. Nuestro cerebro ha evolucionado para enfrentarse a los retos de la supervivencia: predecir los eventos futuros basándose en las experiencias pasadas. Aprender de los errores. La percepción de la realidad, que solo puede ocurrir en el momento presente, se ha reducido a la mínima expresión para maximizar los recursos cognitivos dirigidos a la predicción y a la simulación (los pensamientos).

Pero hemos pagado un precio muy alto por esta habilidad: la ansiedad se convirtió en el modo por defecto de nuestro estado mental ordinario. De forma que apenas somos conscientes del escaso control que tenemos sobre nuestro recurso cognitivo más preciado: la atención.

A lo largo del libro podrás comprobar que la calidad de tu vida depende de cómo utilices tu atención. La manera según lo hagas determinará tu experiencia de la realidad.

Y la meditación es, en esencia, un fenómeno de la atención.

Se basa en un ejercicio muy simple de concentración: enfocas la atención en la percepción de algo que esté ocurriendo —por ejemplo, las sensaciones de la respiración—, hasta que te das cuenta de la pérdida inevitable de la concentración; hasta que tu mente, escapándose a tu voluntad, se distrae con los pensamientos que cruzan por tu consciencia. Cuando eso sucede, reorientas de nuevo la atención hacia el objeto de la meditación. Meditar es como si pulsaras el botón de pausa, de forma que tu atención pueda centrarse plenamente en el momento presente, el «aquí y ahora».

Ese botón es el que vas a aprender a trabajar.

Abordaremos la meditación centrándonos en el adiestramiento de la atención, evitando presupuestos espirituales o metafísicos preestablecidos. La finalidad es trascender cualquier versión de ti mismo, y no cambiar tu versión actual por otra ficción más espiritual.

En la parte teórica revisaremos con más detalle los principales elementos de nuestro paradigma: qué entendemos por «estado mental ordinario», cómo se produce la percepción, qué significan y de dónde vienen tus pensamientos, cómo se generan tus emociones, cómo entender la consciencia. Estos conocimientos te ayudarán a entender qué está pasando en tu mente cuando cierras los ojos y realizas los ejercicios de concentración. Le darán consistencia y sentido a tu práctica.

Puedes leer este libro de un tirón para tener una visión general del proceso antes de empezar tu entrenamiento. Eso está bien. O, si estás impaciente por «probar» los ejercicios, puedes pasar directamente a la parte práctica. Ya volverás más adelante sobre estos capítulos teóricos. Lo que tienes que recordar, como base fundamental, es que todos los fenómenos que aparecen en tu consciencia se clasifican en tres grupos: percepciones de los sentidos, sensaciones y pensamientos. No hay ningún otro elemento. Percibes, sientes y piensas. Y esas tres actividades generan emociones. Ese es el material con el cual vas a trabajar.

La parte práctica consta de veinte ejercicios, ordenados de menor a mayor dificultad, para que entrenes, de forma pautada y metódica, la habilidad mental de «sostener» la atención. Estos ejercicios no son meditaciones guiadas. Son instrucciones que debes ir memorizando hasta poder completar los ejercicios por ti mismo con los ojos cerrados. Su objetivo es entrenar tu atención de la misma forma que te entrenarías para levantar pesas o correr un maratón.

La neuroplasticidad requiere de un entrenamiento metódico y repetitivo.

Tal y como demostró el psicólogo y premio nobel Daniel Kahneman, el cerebro es un órgano dinámico que se conserva altamente maleable durante el transcurso de toda nuestra vida. La continua reorganización de sus redes neuronales permite el desarrollo de las capacidades cognitivas que posibilitan el aprendizaje y la memoria. En el momento en que determinadas acciones o procesos se asimilan y realizan con frecuencia, se vuelven automáticos.4 Así has aprendido a andar, a cepillarte los dientes, a conducir y a realizar todo tipo de tareas «complejas».

Y así aprenderás a «meditar».

Como para entrenar cualquier otra habilidad, necesitarás generar una fuerte intención, autodisciplina y paciencia. Adquirir un cierto dominio de las capacidades mentales básicas te llevará varios meses de entrenamiento sistemático. Nuestro programa está planteado para ponerlo en práctica durante veinte semanas (cinco meses), pero tendrás que adaptarlo a tus propias características, que dependerán de factores tales como el tiempo que le dediques, la motivación, las condiciones de vida, tus particularidades, etc.

Si ya tienes experiencia en las prácticas contemplativas, puedes leer esta obra de forma lineal o saltar a los capítulos que más te interesen. Siéntete libre de amoldar tu método a los ejercicios aquí expuestos. Al fin y al cabo, los ejercicios están basados en dichos procedimientos. La atención en la respiración es una práctica esencial en la mayoría de las tradiciones meditativas. No necesitamos reinventar la rueda.

Asimismo, los conceptos neurológicos son, también, muy conocidos: la red neuronal por defecto, el procesamiento «inconsciente», la codificación predictiva, el cerebro social, la interocepción, etc. Son la base de las neurociencias cognitivas actuales.

El objetivo de este libro es conectar todos estos conocimientos de una forma ordenada, lógica y comprensible para que cualquier persona, con la suficiente motivación, haga rodar esa rueda «milenaria».

Con un poco de voluntad, disciplina y paciencia alcanzarás los niveles de absorción más elevados. Experimentarás estados mentales no habituales, estados mentales más placenteros, estados mentales libres de ansiedad.

Pero, querido lector, el camino no será fácil. Solo podrás eludir las respuestas instintivas de tu cerebro por unos breves instantes. Sin embargo, si persistes en la práctica de los ejercicios, y gracias a la extraordinaria capacidad plástica del cerebro, poco a poco conseguirás sustituir esa ansiedad «de fondo» por un estado mental de bienestar y disfrute, una sensación de plenitud que está más allá de las sensaciones ordinarias.

Esa es la promesa.

En este libro te propongo una práctica objetiva, directa y veraz. Recorreremos juntos el camino, asidos a la barandilla del conocimiento. La razón y el sentido común nos ayudarán a atravesar los trechos menos iluminados. Te acompañaré hasta el umbral, pero solo tú puedes cruzarlo.

Y eso solo será el principio.

Este umbral te llevará mucho más allá de lo que puedas imaginar. Experimentar el silencio mental, libre de pensamientos automáticos, te proporcionará un conocimiento intuitivo que puede modificar tu percepción de la realidad, de quién crees que eres.

Te puede cambiar la vida.

1¿MEDITACIÓN O AUTOHIPNOSIS?

En realidad, es la propia persona quien se hipnotiza a sí misma. Se autohipnotiza, de la misma forma que cuando, por ejemplo, absorbes tu atención en el cine, en la lectura... o en la meditación.

Me inicié en la meditación hace más de veinte años. No me impulsó el deseo de crecimiento personal, ni ninguna búsqueda espiritual. Mi vida transcurría de forma razonablemente satisfactoria, sin grandes altibajos, con un trabajo estimulante y un entorno familiar confortable. Fue pura curiosidad intelectual.

No recuerdo cómo cayó en mis manos el ejemplar de un pequeño libro titulado Cómo meditar, de Lawrence LeShan, editado en 1974.1 Cuando terminé la última página y lo cerré, seguía dándole vueltas al tema. Necesitaba saber más. Empecé a leer todo tipo de libros, asistí a cursos, seminarios y retiros espirituales y, sobre todo, practiqué. Practiqué mucho. Cerca de mi domicilio había un centro de yoga donde me inicié en la meditación tibetana. A partir de ahí fui accediendo a otras modalidades: vipassana, zen, etc.

Quizás por mi mentalidad práctica, cartesiana, poco dada a la especulación, y quizás también por mi formación profesional como médico, me interesaban sobre todo los aspectos técnicos y científicos de la meditación, más que los espirituales. Si bien podía entender las bases epistemológicas en las que se basan las diferentes tradiciones meditativas, necesitaba poder explicar la experiencia desde un punto de vista racional, excluyendo las interpretaciones metafísicas.

Profundizar en el estudio de estos procesos mentales me llevó a interesarme en una práctica relacionada con ellos: la hipnosis. Me refiero a la hipnosis científica, no a la hipnosis de espectáculo teatral, que tiene más de truco que de realidad. Completé el postgrado universitario de Hipnosis Clínica bajo la dirección del profesor Antonio Capafons, catedrático de Psicología y presidente de la Asociación Profesional para el Avance de la Hipnosis Experimental y Aplicada (www.AAHEA.net); después, la incorporamos como terapia complementaria en nuestra Unidad de Dolor Pélvico Crónico del hospital.

El dolor crónico es aquel que dura más de seis meses. Es el síntoma que, con más frecuencia, motiva una consulta médica. Afecta al 18 % de la población adulta, y en un 12 % de los casos adquiere una intensidad entre moderada y grave.2 Los tratamientos de los cuales disponemos para tratar a estos pacientes incluyen una serie de medidas, tanto farmacológicas como de reeducación psicológica, para intentar controlar los síntomas. Entre ellas, la meditación y la hipnosis han demostrado que pueden aportar un cierto grado de bienestar a la mayoría de los pacientes.3, 4

La hipnosis clínica, al igual que la meditación, es un fenómeno de la atención.

En la asistencia clínica solemos empezar el procedimiento hipnótico mediante algún ejercicio de focalización de la atención. Por ejemplo, pedir a la persona que se concentre en un punto en la pared o en un objeto —un péndulo, la punta de un dedo, etc.—. Esta técnica se denomina fijación ocular y su finalidad es reducir la divagación mental, el piloto automático de nuestro estado mental ordinario. Una vez la persona cierra los ojos, iniciamos la administración de sugestiones de forma lenta, pausada, repetitiva y centrada en las sensaciones. De esa forma, la conducimos a vivir la experiencia que le estamos sugiriendo.

Al principio, la persona se concentra activamente en seguir las sugestiones, hasta que su atención queda absorta en la película mental que va generando. En ese momento ya no necesita realizar ningún esfuerzo consciente para sostener su atención. Ha entrado en un estado mental no habitual: el estado de hipnosis, un estado parecido a un trance. Ahora su sistema nervioso está convirtiendo en reales las sugestiones. Y podemos modificar su percepción suministrando sugestiones terapéuticas de relajación, de bienestar, de reducción del dolor o la ansiedad...

En realidad, es la propia persona quien se hipnotiza a sí misma. Absorbe su atención en la película que está proyectándose en su mente. Se autohipnotiza, de la misma forma que en el cine, en la lectura... o en la meditación.

Imagina que entras en el cine, te sientas en tu butaca, se apagan las luces y empieza la proyección de la película. ¿Estás en situación? Fíjate en lo que ocurre con tu atención.

Cuando empiezan a proyectarse los primeros planos, te concentras en la pantalla. Te interesa captar todo lo que está ocurriendo, meterte en la película. Transcurren unos minutos hasta que llega un momento en que tu atención hace un «clic» y queda atrapada en la historia. Ya no tienes que realizar ningún esfuerzo consciente para concentrarte en las imágenes. Has perdido la noción de tu entorno, e incluso de ti mismo. Ahora estás viviendo la película. Tu sistema nervioso está reaccionando como si fuera real: puedes sentir alegría, felicidad, asombro, pesar, miedo... Tu mente hace real la experiencia porque tu atención está plenamente absorta en ella. Has entrado en un estado no habitual, un estado parecido a un trance.

Este libro trata de estos estados mentales. Es el resultado de muchos años de práctica personal, investigación y experiencia profesional. Su enfoque es diferente al de los libros de meditación clásicos, basados, en mayor o menor medida, en escuelas y marcos filosófico-religiosos preestablecidos.

He seguido ejercitando la meditación, sintiendo cómo progresaba, hasta que la práctica ha pasado a formar parte de mi rutina diaria. Hoy en día, no me supone ningún esfuerzo. Al contrario. Sentarme a meditar, en cualquier momento y en cualquier lugar, es un auténtico regalo. Una fuente de bienestar y disfrute.

Una conexión profunda con la realidad que me rodea, la realidad de mi vida.

2CONOCE TU CEREBRO DE LA EDAD DE PIEDRA