El poder de tu belleza - Lucy Lara - E-Book

El poder de tu belleza E-Book

Lucy Lara

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Beschreibung

Acepta tu belleza y transforma tu actitud ante la vida. Las claves elementales para redescubrir nuestra belleza interior y proyectarla hacia el exterior. Ser bonita no lo es todo, la imagen que proyectamos al mundo se constituye de varios aspectos como la personalidad, la inteligencia y la autoestima. En El poder de la belleza Lucy Lara invita a las lectoras a emprender una búsqueda del bienestar físico y psicológico para construir desde el interior la belleza exterior. Se trata de una guía muy completa donde se destaca la importancia de aceptarnos a nosotras mismas para poder explotar el potencial que poseemos, porque aprender a ser atractiva va de la mano de ese reconocimiento y, también, de renunciar a conductas que resultan perniciosas como la obsesión por ser perfecta, el estrés o la resistencia a envejecer.

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A mi hijo Francisco, mi inspiración y el motivo por el que me siento completa.

A Nydia, Nini, mi hermana adorada. A Nydia Zavala Martínez y Hernán Lara y Lara, mis padres, in memoriam.

“Uno nace con la belleza que Dios le da y muere con la que merece”.

María Elena Marqués, actriz mexicana.

Prólogo

Una belleza sin sustento es absolutamente estéril

Lucy Lara y yo nos encontramos por primera vez hace ya casi un cuarto de siglo. Le encanta recordar la anécdota. Estábamos en la premiación de un concurso de periodismo de belleza, del cual ella había sido la ganadora. Yo, el segundo lugar, charlaba con la periodista que había quedado en tercero y nos preguntábamos: "¿Quién diablos es la tal Lucy Lara que nos ganó el primer lugar?". (Así suele ser uno de arrogante en la juventud.) Resulta que la susodicha estaba sentada justo a mi lado y había escuchado toda la conversación. Cuando se puso de pie para recoger su premio, yo quería meterme debajo de la mesa. Ése fue nuestro primer encuentro.

No obstante, prefiero recordar otro que, si bien no fue el primero, sí fue el más representativo de lo que esta mujer significaría en mi vida. En un desfile de moda estábamos sentados Lucy (vestida de Chanel), Fernando Toledo y yo. No recuerdo bien de qué hablábamos, pero, en un momento en que ella se alejó de la mesa, Toledo me dijo que discrepaba de algún comentario que Lucy había expresado. Yo, contundente, le contesté: “Fernando, una mujer que usa Chanel no puede estar equivocada”. Toledo rio con toda su fuerza y siempre que puede saca a colación esta anécdota; pero lo importante es que en ese momento Lucy entró en mi vida. No es ningún secreto que, además de quererla, la admiro; que siempre que entraba a la oficina interrumpía lo que estaba haciendo para verla caminar a su escritorio y apreciar lo que llevaba puesto, cómo lo había combinado, cómo se había peinado. Admiraba —y admiro— las aristas que la conforman: su amor por la moda, su gentileza, su carácter fuerte, su saber estar. Liza Minelli dijo alguna vez que ella se había considerado afortunada en la vida por haber tenido la suerte de trabajar con sus héroes. Yo también he tenido esa fortuna: Lucy es una de los míos.

De la misma forma en que las top models desfilan por diversas pasarelas en el mundo, Lucy y yo hemos recorrido juntos un largo camino profesional como mancuerna por las publicaciones más importantes de México. La he conocido como una jefa estricta, una maestra generosa con sus conocimientos, una socia centrada y equilibrada, una amiga entrañable y divertida, pero, más allá, si algo he admirado, además de su estilo impecable, es esa forma tan suya de ser bella. Por eso, creo que no hay nadie mejor que Lucy para desmenuzar el fenómeno de la belleza.

En ocasiones, solemos pensar que la belleza es un don, un regalo de Dios o de la genética. En parte es verdad, pero en mi larga experiencia de trabajo con modelos me he dado cuenta de algo: la belleza física que no cuenta con un sustento interno se vuelve estéril. Lo he dicho siempre al tratar con las concursantes de Mexico’s Next Top Model y a lo largo de mi vida personal y profesional: me he encontrado con muchas niñas bonitas de fachada y otras —las verdaderamente interesantes— que son hermosas desde los cimientos. Lucy abunda en esta tesis a lo largo de su libro y me fascina que, como todo lo que hace, la desarrolla con seriedad, profundidad y un lenguaje amable y cálido.

Dar un consejo sobre cómo aplicar una sombra de ojos o hacerte el corte de pelo correcto es muy fácil. Lo difícil es saber cuándo ese maquillaje o corte tiene un valor específico para ti, si te ayuda a resaltar una característica únicamente tuya y si es el camino ideal para encontrar tu propio estilo, tu propia belleza. Coco Chanel decía: "Hay tantos allures como mujeres existen en el mundo", y Lucy explora en este libro esa posibilidad: encontrar tu propio allure, tu discurso de belleza personal. Es verdad: ser agraciada por la genética ayuda, pero no serlo no es un impedimento para ser bella. Estoy de acuerdo con Lucy: la belleza no es sólo una cualidad física, sino también un conjunto de elementos que bien cultivados dan por resultado algo estético. Educación, autoconfianza, buenas maneras y un conocimiento de cosmética bien aplicado redundan en belleza, sin lugar a dudas.

Todos en algún momento de la vida nos hemos sentido “patitos feos”. Yo peleo constantemente con la báscula, pero, gracias a mi rutina diaria de tratamientos cosméticos, he llegado a la edad madura sintiéndome bien conmigo mismo. Aunque nunca fui guapo, creo que he logrado ser atractivo. En este libro, Lucy evoca a su madre, quien sin ser una mujer bonita, tenía un porte espectacular, y cuenta cómo ella decidió aprender de su ejemplo. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que viéndola hoy en un salón repleto de gente resalta de la multitud no sólo por su forma de vestir, sino también por su inconfundible belleza: los labios de color rojo intenso que se han vuelto su rúbrica y que deslumbran aún más cuando sonríe. Esto no es casual o fortuito: Lucy en su momento inició la búsqueda de un camino para conquistar su propio discurso de belleza. Seguramente, tras experimentos, aciertos y errores, logró encontrar su lenguaje de belleza y ahora quiere ayudarte a que logres exactamente lo mismo.

Me encanta su filosofía de belleza: tus cualidades externas ya las tienes, ahí están y son susceptibles de mejora, pero con las internas puedes ir más allá y transformarlas incluso por completo. Tú tienes el dominio absoluto y ésta es la belleza que te sustenta, te hace brillar y va a quedarse toda la vida contigo. Por otra parte, aprender sobre alimentación, rutinas de cuidado cosmético y maquillaje y, sobre todo, saberte guapa y atractiva, te darán seguridad en ti misma. Esa seguridad es la que hará que tu cabellera de comercial de televisión, tu sonrisa de millón de dólares y tus ojazos no sólo atraigan las miradas del mundo, sino que además seas una mujer recordada, una persona cuyo ejemplo quiera ser imitado.

Me encanta también la forma en que Lucy ofrece herramientas para la construcción de tu propio proyecto de belleza, pero sin darte un plano o mapa, porque eso te toca trazarlo según tus necesidades o deseos. Este libro no es para nada un recetario de trucos de belleza, lo cual es un acierto porque creo que la belleza es mucho más que eso: es un descubrimiento y no una fórmula.

Recuerdo cuando Lucy era mi jefa en la revista Infashion. Muchas veces nos tocó asombrarnos de cómo, teniendo todo para lograr una buena sesión fotográfica de moda, las fotos resultaban terribles, y a la inversa, cuando teníamos aspectos en contra lográbamos fotos sublimes. Esto nos habla de la espontaneidad de la belleza y de cómo no hay que "apretar demasiado" para conseguirla, porque en ocasiones simplemente se abre paso por sí misma. Otro aspecto que me fascina es el balance logrado entre sus entrevistas a expertos en diversas materias de la cosmética y sus propios puntos de vista, fruto de una considerable trayectoria en la industria editorial. Y me gusta, sin duda, que toque historias como las de Kelly Osbourne o Lady Gaga, porque son ejemplos plausibles de mujeres que han ido más allá de lo establecido mostrándonos que la belleza no es una, sino muchas, y que ellas, aun con características físicas que salen del canon, se han convertido en iconos de estilo y belleza en el mundo del espectáculo. Es muy probable que en el mundo haya más Kellys Osbournes que Audreys Hepburns; por eso, este libro posee un inmenso valor: demuestra que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar esa belleza única, muy nuestra, que nos representa ante el mundo.

No puedo pensar en alguien mejor para hablar de belleza que Lucy, porque además no cree en lo banal, sino en lo estético como resultado de un trabajo previo en los diferentes aspectos de la vida. A Lucy, más que el lipstick, le interesa la sonrisa; más que la sombra de ojos, la mirada; más que la base de maquillaje, la expresión del rostro; y más que el perfume, le interesa la esencia de la mujer.

Ingresemos en este universo de reflexión y de experimento, de descubrimiento y regocijo, retomando la frase de Helena Rubinstein que Lucy cita al inicio de este libro: “No hay mujeres feas, sino perezosas”. Yo la modifico para invitarte, amable lectora, a un viaje fascinante: “No hay mujeres feas, sólo aquellas que aún no han leído este libro”.

Antonio González de Cosío

Introducción

¿Eres bonita? ¡Felicidades!, pues tienes la fortuna de ser el resultado de un buen coctel genético. La vida es un casting constante, así que, si eres hermosa, la gente te trata bien, disfrutas de ventajas en tu trabajo, es posible que estés o vayas a estar relacionada emocionalmente con un hombre rico y hasta cuentas con más posibilidades de ser rescatada, si se presentara una emergencia, que si fueras fea. Pero te tengo otras preguntas: ¿tienes personalidad?, ¿te gustas cuando te miras al espejo en el probador de una tienda?, ¿eres segura de ti misma? Ah, es claro que una cara preciosa y un cuerpo bien formado no siempre incluyen el paquete de felicidad completa que nosotras, las que no pertenecemos al equipo de las bonitas, suponemos que existe.

Hay otro tipo de mujeres, menos perfectas y hasta más llamativas: las guapas, que si bien tienen un físico agraciado, distan mucho de ser consideradas entre las muñequitas de rostro simétrico, cintura de avispa y cabellera sedosa del privilegiado grupo que mencioné antes. No, ellas poseen una mezcla de ingredientes que las hace únicas y memorables, y las sitúa muchas veces por encima de sus hermosas amigas.

También están las mujeres atractivas. Éstas sí que son dueñas de un imán que, para muchos, puede ser incomprensible. En lo físico no poseen suficientes elementos para ser catalogadas como bonitas o guapas. Sin embargo, son irresistibles. Simplemente no puedes dejar de verlas, sientes una gran curiosidad por conocer más sobre ellas y hasta unos deseos incontenibles de permanecer a su lado.

Habría que aclarar que las tres categorías anteriores no siempre se excluyen entre sí. De hecho, hay mujeres afortunadas que pertenecen a dos o incluso a las tres. Sin embargo, quien ha podido hacerlo tiene mucho más que un físico privilegiado. De ahí que me hayan intrigado sus secretos y los caminos que han recorrido para lograrlo.

Sin duda, también conoces a una chica francamente fea, pero que a los hombres les parece la más sexy del mundo. Incluso tú, desde el punto de vista despiadado con el que solemos vernos de mujer a mujer, sabes que no te gustaría tenerla por rival. ¿Qué posee ella que tú no tengas? ¿Cómo es que ella, con un aspecto tan ordinario, puede traer loco al hombre más guapo y poderoso de tu empresa, de tu grupo de amigos o de la industria del espectáculo?

Hace unos meses recibí las respuestas de un test que fue enviado a más de 55 lectoras de la revista Glamour, la mayoría entre los 20 a 35 años. Se les preguntó si se sentían excepcionalmente bonitas, bonitas, promedio, no muy bonitas o francamente feas. Para mi sorpresa, 50% decía considerarse bonita a secas. No hubo ni una sola que se declarara fea, a pesar de que 64% confesó ser demasiado dura cuando se juzga ante el espejo. Las preguntas que seguían, como es de imaginar, buscaban indicios sobre la autoimagen, la autoestima, el hábito de compararse con la “mujer perfecta” y el mal sabor de boca que nos queda cuando lo que somos dista mucho de representar “lo ideal”.

En efecto, cuando se les pidió que escribieran los primeros pensamientos que cruzaban por su mente cuando se miraban, las frases podían llegar a ser crueles. Al momento de describir qué hacía a una mujer más bonita que ellas, mencionaban cuestiones físicas como que tenía el cuerpo más estético o delgado y sus facciones eran más lindas, pero con la misma frecuencia indicaban la seguridad y buena actitud como sus virtudes distintivas. Quedó claro que, al preguntar sobre qué hace que una mujer se vea más atractiva que otra, las respuestas tenían menos relación con una cualidad física y más con algo adquirido a través del tiempo y el esfuerzo puesto en la persona. Un nada despreciable 89% consideró que el arreglo personal (y no la belleza) es esencial para que una chica se vea hermosa. Todas (100%) dijeron que la seguridad y la autoestima hacían la diferencia en cualquier persona. Al cuestionarles si preferían ser ricas o bonitas, las respuestas se dividieron en sendos 50% y 50%, aunque las que se decidieron por el dinero afirmaron que lo utilizarían en operaciones estéticas y tratamientos para ser más bellas.

El hecho es que, querámoslo o no, aceptémoslo o no, todas deseamos sentirnos hermosas. Queremos gustarnos y sentirnos apreciadas en este mundo que constantemente nos hace casting. Pero en el fondo sabemos que no importa lo delgadas que estemos, las operaciones estéticas a las que nos hayamos sometido o el esfuerzo realizado al arreglarnos; hay que buscar muy adentro y trabajar en nuestra autoestima. Debemos cultivar un mundo interior, ser más compasivas y tolerantes con nosotras mismas, apreciar las miles de virtudes de nuestro ser, pues construir nuestra personalidad, con base en el conocimiento de nuestras fortalezas, hará que después podamos capitalizar todo lo maravilloso que se ha creado para potenciar nuestra belleza: tratamientos, cosméticos, cirugías, herramientas y, desde luego, la ropa y los accesorios.

No debemos odiar a la bonita ni despreciar a la fea, porque de ellas, así como de la guapa, la atractiva, la sexy, podemos aprender algo y poner en práctica lo que les ha funcionado. Pero debemos abrirnos a la idea de explorar sus mundos sin caer en la tentación de compararnos. Sólo así es posible entender que es mejor trabajar con lo que tenemos y no con lo que no tenemos.

En este libro encontraremos juntas la manera de hacerte sentir bien contigo misma. Vamos a construir desde dentro la belleza que después reflejarás por fuera. Analizaremos ejemplos de mujeres bonitas, guapas, atractivas, sensuales y hasta de las que no son tan agraciadas físicamente, pero que han logrado desarrollar una personalidad formidable. Este trabajo te llevará a generar seguridad y amor por ti misma, que harán la diferencia en tu autoestima y en todos los aspectos de tu vida. Luego pasaremos a las herramientas para cuidar tu físico, agraciarlo, mejorarlo con técnicas, consejos prácticos y nuevos hábitos.

Estás a punto de comenzar el cambio de tu imagen ante el espejo porque tu mundo interior será un sitio placentero y tu cuerpo, el lugar que habitarás plenamente. Conoce y sácale provecho al poder de tu belleza. Después de todo, ésta es única, excepcional y es sólo tuya.

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SER BONITA

Hablemos de la belleza, que es el aspecto más público que puede tener una persona y que, a primera vista, podría parecer un concepto en el que todos podríamos coincidir, como si fuera una suma de virtudes universales. Pero ¿es así?

Antes que nada, no podemos perder de vista que los estándares de belleza que pudieron haber sido fascinantes en otra época o en diferente civilización, en un contexto diferente nos parecen horribles. Ya nadie se rasura el nacimiento del pelo para ampliar la frente y verse más atractiva, como lo hacían las mujeres durante el reinado de Isabel I, en Inglaterra. ¿Cuántas de nosotras accederíamos a ponernos aros en el cuello para estirarlo al máximo y sentirnos divinas, como lo hacen algunas mujeres en Tailandia? Hoy mismo, lo que resulta atractivo en un sitio del planeta puede ser repulsivo en otro. Sin ir más lejos, a mí no me gustan los hombres bonitos al estilo Brad Pitt, pero evidentemente hay millones de chicas que mueren por estar con un tipo como él. Así que no podemos asumir que la persona que nosotros consideramos hermosa, también lo sea para el resto de la gente. Más adelante hablaremos de los elementos que pueden coincidir en la mujer que es calificada como bonita. No obstante, las opiniones divergen cuando se trata de lo que a alguien le parece una chica guapa o atractiva, ya que eso depende de muchas cosas y hay mucha subjetividad por parte de quien la coloca en esa categoría.

Lo que provoca

La belleza produce placer. No sólo al ver a un hombre atractivo o a una mujer hermosa se estremece algo en nuestro interior, sino que también podemos perdernos en el gozo de una sinfonía o al contemplar un paisaje imponente. La diferencia reside en que, por ejemplo, una mujer bella resulta irresistible para los ojos y algo se mueve en la profundidad de nuestros sentimientos que nos conmueve, nos atrae, provoca nuestra admiración o incluso puede producirnos envidia.

Sin embargo, estamos hablando de la sensación que experimenta el personaje que mira lo bello. Pero está también la otra cara de la moneda: la persona admirada. Porque lo más complicado de esta ecuación no es únicamente que deseamos estar cerca de lo hermoso, sino que además nuestra cultura nos ha alimentado el deseo de ser esa mujer observada con regocijo y veneración, no sólo para alimentar nuestro ego, sino también para sentirnos aceptadas y amadas o, incluso, para sabernos poderosas ante los demás.

Las personas con un físico agraciado suelen tener mejores oportunidades laborales y salarios más altos. ¿Cómo sucede esto? David Perrett, autor de In Your Face. The New Science of Human Attraction (En tu cara. La nueva ciencia de la atracción humana), asegura que los responsables son dos factores:“Primero, los que poseen buen físico se autoevalúan mejor por el simple hecho de que colocarse en un concepto alto los lleva a tener potencialmente un mejor sueldo. […] Segundo, e inseparable, la buena apariencia da como resultado que [estas personas] se eduquen por más tiempo”.* Lo que no hay que perder de vista es que la atracción por lo bello en el sexo opuesto ha estado históricamente relacionada con nuestro instinto de reproducirnos con alguien que asegure una descendencia con mejor genética. Por eso, los hombres buscaban mujeres de facciones y cuerpos simétricos. Una piel tersa, una cabellera abundante y lustrosa daban pistas de una buena alimentación. Una cintura breve denotaba buena salud, mientras que los senos abultados y las caderas generosas se consideraban como un buen augurio para la procreación.

Las mujeres, por su cuenta, buscaban más allá del físico, ya que un varón tenía, ante todo, que parecernos un buen proveedor, pues era deseable tener a un hombre grande, fuerte y con una actitud segura para proteger a nuestros hijos. Quizá ya no se pretendía que saliera a cazar, pero su cuerpo de espalda amplia, brazos fuertes y cintura marcada daba la certeza de que resguardaría a la familia, y ese hecho resultaba en una gran atracción hacia él.

De amor y celos

“Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se miran siendo observadas.”

John Berger, autor de Modos de ver

Hoy ya no es tan fácil apuntar hacia lo que se considera bello como concepto universal. La dinámica de pareja ha cambiado tanto que la mujer ya no suele contar con un hombre para triunfar, sostenerse económicamente y hasta convertirse en cabeza de familia. Los varones, en consecuencia, también han cambiado sus prioridades para elegir pareja. Lo que parece no haber variado es que ellos siguen concentrándose más en el físico y nosotras en el respaldo económico y de poder cuando queremos relacionarnos a largo plazo.

Como es lógico, el afán por conseguir pareja con ciertos parámetros estimula una competencia entre los miembros del mismo sexo. La mayoría de las mujeres desea atraer a un hombre con una posición económica ventajosa y un halo de poder que le dé estatus y le pueda ofrecer comodidad y seguridad. Entre tanto, por lo general, los varones aspiran a encontrar una mujer hermosa porque mientras más bella sea su pareja, mayor será el reconocimiento que obtendrá de la sociedad. Nada más recuerda, ¿qué sucede cuando entra una pareja, hombre y mujer, a una habitación llena de gente? Pues los hombres la miran a ella y las mujeres también. Si la mujer tiene un físico agraciado, el hombre inmediatamente causa una buena impresión. No importa si éste es guapo o feo; eso es lo de menos. Por ello, no es gratuito que las mujeres consideremos nuestro físico como un activo para negociar un mejor trabajo, pertenecer a un grupo social más exclusivo y formar parte de una pareja que nos ofrezca un estilo de vida estable. “La belleza excepcional es un artículo de lujo que confiere estatus no sólo a la persona misma, sino también a sus amigos, parientes y colegas por asociación”, afirma Catherine Hakim, autora de Capital erótico. Es el poder de fascinar a los demás. Las bonitas, entonces, parecen llevar la ventaja para atraer a un buen partido.

Desde el primer segundo

Lo más extraño del asunto es que somos clasificadas como bellas o feas desde que nacemos. Se nos juzga en silencio en la cuna del hospital y se nos trata ya con privilegios si nos consideran hermosas. Hay investigaciones que han declarado en sus conclusiones que las mamás de niños bonitos son más cariñosas con ellos. Y si quieres verle el lado irónico, te va a intrigar saber que un bebé también descalifica a la gente poco agraciada físicamente y, en cambio, contempla y sonríe con mayor frecuencia a los más bellos.

La selección estética se aplica de lleno en el kínder o en la primaria, donde el niño es capaz de gozar de las mieles que le ofrece ser atractivo y elegir compañeros con esa misma cualidad. Claro que si, por el contrario, el mensaje de la sociedad es que su aspecto es ordinario o desagradable, está probado que comienza a marcarse una clara desventaja que dará como resultado que los maestros lo regañen más, le exijan por encima de los guapos y lo culpen de cualquier incidente que ocurra a su alrededor.

En ese proceso, el destino de las bonitas se ve perfilado como afortunado desde el inicio, pero se va convirtiendo en una ventaja temporal. O sea, es absolutamente correcto asumir que una mujer hermosa va a obtener mejores calificaciones, se verá menos involucrada en problemas en su etapa de estudiante y conseguirá posiciones más ventajosas en la empresa en donde forje su carrera. Después, sin embargo, habrá dificultades: envidias de las otras mujeres que en su camino al ascenso pueden obstaculizarla por celos.

Algunos hombres también constituyen un freno para las mujeres con un físico agraciado, pues puede que traten de abusar de su poder ante su belleza o las descalifiquen con cierta regularidad asumiendo que son tan tontas como hermosas. Según Deborah L. Rhode, autora de The Beauty Bias: The Injustice of Appearance in Life and Law (El sesgo de belleza: la injusticia de la apariencia en la vida y la ley), las chicas que no son atractivas están en desventaja en puestos dominados principalmente por mujeres, como el de recepcionista o secretaria, pues en esos trabajos, donde se espera contacto con el público, una chica guapa es muy valorada por su físico. Pero en niveles más altos, en áreas en las que laboran mayor cantidad de hombres, una mujer bonita o sexy es víctima del impacto que Rhode denomina como el bloopsy effect: o sea que su físico sugiere que ella es menos competente o posee menor habilidad intelectual. Las mujeres con pechos grandes, pone de ejemplo la autora, “son consideradas menos inteligentes y eficientes que las demás. Las hermosas, por si fuera poco, frecuentemente son acusadas de haber llegado a sus puestos a cambio de favores sexuales, y no es raro que, dentro de su círculo de colegas, les exijan más para probar esa teoría como cierta. A las no atractivas, en cambio, se les percibe como más entregadas al puesto, desapasionadas en su vida personal y comprometidas con la empresa. En esta dinámica, los jefes y compañeros de trabajo, tanto de las feas como de las bonitas, no pueden o no saben otorgarles el mérito equivalente al de un varón profesional, constante y con empuje en su desempeño laboral, independientemente de su físico.

Las bonitas pueden llegar a la cima laboral o personal más rápidamente. Pero una falla en su desempeño puede hacer que su caída sea más fuerte y su fracaso muy severo.

La ironía de todo esto reside en que, por un lado, se afirma que las mujeres hermosas tienen grandes ventajas y, por el otro, se reconoce que su físico no lo es todo. En Survival of the Prettiest. The Science of Beauty (Supervivencia de la más bonita, la ciencia de la belleza), Nancy Etcoff dice que la belleza, de hecho, no trae la felicidad adjunta. Menciona que los psicólogos Ed Diener y David Myers pasaron mucho tiempo tratando de identificar lo que hace dichosas a las personas y su conclusión es que, en ocasiones, el ser hermosa puede hacer más feliz a una mujer que a otra, pero también la puede hacer sentir menos realizada. La felicidad, afirma Etcoff, tiene que ver con una satisfacción sentimental en su vida de pareja. Sin embargo, los estudiosos descubrieron que la verdadera plenitud está relacionada “con cualidades como el optimismo, un sentido de control personal, una buena autoestima, la tolerancia ante la frustración y los sentimientos de seguridad gracias al afecto que recibe de otros.

En la misma línea, en el libro Looks: Why They Matter More than You Ever Imagined (Apariencia: por qué importa más de lo que pensabas), de Gordon Patzer, se menciona el estudio de “mujeres reales” que fue elaborado por la marca Dove, de Unilever, a través de la doctora Nancy Etcoff y Susie Orbach, en el que éstas concluyeron que las mujeres consideramos que la belleza es el resultado de cualidades y circunstancias: sentirse querida, realizar actividades que quieres hacer, tener una relación cercana, estar feliz, ser buena, tener confianza, vivir con dignidad y con humor. Dicho de otra manera, si la belleza no viene de dentro, un físico estupendo no es ni será nunca suficiente. De ahí que primero tengamos que cultivar nuestro mundo interior y aprender a ser felices; después, a ser guapas o atractivas.

¿Belleza única?

Si antes imperaba una estética en particular, actualmente hemos llegado al punto en que no hay regla ni límites. La belleza no puede ser estereotipada ni puntualizada. El verdadero motivo de este cambio consiste en que una persona no se puede considerar hermosa sin que en ese término estén incluidos conceptos como seguridad, personalidad, refinamiento, estilo y encanto. Por lo tanto, estamos hablando de un conjunto de virtudes cuya combinación única no es repetible. Es decir, la belleza es original en cada mujer.

Así que podemos sentirnos agradecidas por lo que la genética nos brindó, pero eso ya no es suficiente. Si quieres ser hermosa, debes tomar un papel activo para lograrlo. Todo es cuestión de pulir tu belleza de dentro hacia fuera hasta que te sientas segura: gozar el proceso, estar relajada y no torturada por éste.

Sentirte bonita, guapa o atractiva no tiene nada que ver con estar sobreproducida: con demasiado maquillaje, un cuerpo hecho a base de cirugías o un pelo tieso de tanto spray. Todo lo contrario, ahora la belleza implica verte natural, casi sin esfuerzo, pero utilizando los mejores recursos para alguien que se conoce y se quiere.

El camino para encontrar tu atractivo es tan individual como tu propio físico. Para ti puede ser teñirte el pelo, usar ropa más ceñida y caminar sin arrastrar los pies, mientras que para otra chica quizá tenga que ver con quitarse los kilos de maquillaje que usa y que la hacen verse artificial o vulgar. Tú debes elegir lo que te hace sentirte y verte mejor, encontrar tu propio estilo y personalidad.

Variedad y calidad

Si en su momento Helena Rubinstein dijo que no había mujeres feas, sino perezosas, hoy más que nunca esto es cierto. La tecnología está de nuestro lado y ahora es posible desde eliminar el vello de todo tu cuerpo, hasta poblar tu cabeza de pelo fuerte y brillante. Los tratamientos, los productos y los nuevos procedimientos y cirugías han puesto a la belleza como una meta alcanzable.

Algunos cambios externos tan superficiales como depilarte las cejas o tan rotundos como cambiar la forma de tu cuerpo pueden ser un excelente recurso para que te sientas atractiva. Pero hay infinidad de aspectos en los que puedes trabajar puliendo tu imagen, tu personalidad e incluso tu manera de ver la vida. Lo primero es empezar por desear sentirte hermosa, guapa o atractiva, después sigue informarte sobre tus opciones y, por último, mas no por ello menos importante, trazar tu camino para sentirte feliz con quien eres.

La belleza obligada

Si bien es cierto que un hombre atractivo tiene más ventajas que uno ordinario, las mujeres nos sentimos más responsables de nuestro físico. Somos nosotras las que nos sometemos, desde tiempos inmemoriales, a toda clase de torturas, tratamientos y hábitos con tal de mejorar nuestro aspecto.

Nos guste o no, a una mujer como Hillary Clinton se le juzga no sólo por su inteligencia y capacidad profesional, sino también por su corte de pelo y su ropa. Un hombre como Bill Clinton nos parece más interesante con su cabellera blanca y a su esposa no le perdonamos ni una cana. Es decir, nosotras nos ponemos mayor presión por lucir estupendas y se nos castiga de diferentes formas cuando no nos esmeramos lo suficiente. Hace poco pregunté a las chicas de mi equipo, en la revista Glamour, qué preferían, si ser ricas o bonitas. Todas contestaron que bonitas porque todo lo demás llega al tener un buen físico, dijeron. Pero esa insistencia por ser hermosas nos hace confrontar una realidad ambivalente: por un lado se espera que nosotras hagamos todo lo que está en nuestras manos para ser guapas y, por el otro, se nos acusa constantemente de ser superficiales y vanidosas.

Pero no se dejen engañar. Muchos de los que suelen juzgarnos como banales, por querer vernos y sentirnos más guapas y atractivas, manejan un auto alemán, escriben con una pluma suiza y no se aplican ninguna crema que no sea francesa. Todos, incluyendo a nuestros críticos, nos peinamos frente al espejo, nos subimos a la báscula y nos compramos ropa. La diferencia es que nosotras sabemos que sentirnos divinas requiere de trabajar con lo que tenemos y hacer que esto se vea y se sienta mejor, de dentro hacia fuera y, también, de fuera hacia dentro.

BONITA, GUAPA O ATRACTIVA: LA VERDADERA DIFERENCIA

Seamos realistas: no hay tantas mujeres bonitas en el mundo. Yo, por ejemplo, no lo soy. Pero desde pequeña supe que eso no era tan importante. Me lo enseñó mi mamá, que tampoco podría haber sido catalogada como una mujer perfecta porque no tenía un rostro simétrico ni cuerpo de modelo, pero fue una de las personas más guapas y atractivas que he conocido. Quien la vio, no olvida lo espectacular que era. Así que crecí con la certeza de que lo que mi mamá tenía, yo lo podía aprender, y hoy mi deseo es enseñártelo a ti.

El secreto, definitivamente, tiene que ver con sentirte bien contigo misma. Tengo una amiga, por ejemplo, que es una chica con mucha gracia, pero es ligeramente narigona para poder ser catalogada como bonita. No obstante, ella juraría que es la más hermosa de todas y lejos de parecer poco modesta, el solo hecho de que se sienta segura la hace verse muy guapa y atractiva. En mi grupo, otras amigas pueden tener un mejor look, pero nadie se desenvuelve con la soltura de ella, pues se siente feliz con lo que la naturaleza le dio.

Ser bonita consiste en tener un físico agradable a la vista. Muchos estudios han concluido que lo que la gente cataloga como un rostro bonito es aquel que tiene una simetría casi perfecta. Una piel tersa, unos ojos hermosos o la sonrisa de dientes parejos y blancos rodeada de labios suavemente carnosos ayudan a completar el cuadro. Lo curioso es que una bonita no siempre tiene el cuerpo que correspondería a la perfección de su cara. A veces sucede, pero frecuentemente el mundo se conforma con esa cara divina y puede darse el lujo de ignorar lo que hay del cuello para abajo.

Elizabeth Taylor fue considerada una mujer bonita toda su vida, aun cuando en su madurez subió mucho de peso. Pero, como dije antes, eso no pareció ser un elemento definitivo para que perdiera ese calificativo.

Cuando se trata de guapas, hay muchos elementos que se combinan. Quizá ni la cara ni el cuerpo sean tan armónicos, pero hay una carga de personalidad, una manera de conducirse, un esmero por su arreglo personal y un aplomo en su autoestima que hace que las guapas terminen por ser encantadoras.

Piensa en Julia Roberts que bonita, bonita no es. De hecho, si hubiera sido tu vecina hace unas décadas, quizá nunca hubieras imaginado que triunfaría en Hollywood. Sin embargo, ella se siente increíblemente confortable con su físico. Sabe que no hay duda de que el mundo entero la mira cuando sonríe.