El postrer duelo de España - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El postrer duelo de España E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El postrer duelo de España es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.

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Seitenzahl: 105

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

El postrer duelo de España

 

Saga

El postrer duelo de EspañaCover image: Shutterstock Copyright © 1660, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726510133

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

Don Petro Torrellas. Don Gerónimo de Ansa. Carlos Quinto , joven galan.ElCondestable de Castilla, viejo.ElAlmirante, joven galan.ElMarquesde Brandemburg , joven galan.ElCondede Benavente , viejo.El Duquede Alburquerque . Gines , criado de D. Pedro.Gonzalo , criado de D. Geronimo. Fernando , criado del Conde.Benito , villano.Violante , dama.Serafina , dama.Flora , criada.Gila , villana.Caballeros 1 y 2.Un Tambor mayor.Cuatro Reyes de armas.Músicos.Acompañamiento.

__________________

JORNADA I.

Dentro atabalillos y chirimías, y con las primeras voces salen por una parte Don Pedro Torrellas , vestido de camino, y por otraDon Gerónimo de Ansa , de cortesano.

 

Unos [dent.] ¡Nuestro heróico César viva!

Otros. ¡Viva el invicto Rey nuestro!

Unos. Viva Cárlos!

Otros. Viva Cárlos!

Todos. ¡Viva por siglos eternos!

Ger. Don Pedro, tan bien venido

Seais, como sois de mi afecto

Deseado. [Abrázanse.

Pedr. Y vos tan bien

Hallado, como el deseo,

Don Gerónimo, se explica

En tal amigo y tal deudo.

Ger. Cómo venis?

Pedr. No tan solo

Con salud; pero contento,

Honrado y favorecido

Del jóven Cárlos, Rey nuestro,

Y toda su corte. ¿Vos

Cómo estais?

Ger. Que responderos

No sé; que es contrario estilo

Á retóricos preceptos,

Hablándome en gozos vos,

Responder yo en sentimientos.

Y asi, dejando mis penas

Á menos precioso tiempo,

Contadme vuestra jornada.

Pedr. ¿No será mejor, supuesto

Que fundidos corazones

Son los dos en nuestros pechos,

Tanto, que comun de dos

Placer y pesar han hecho

Tan vuestro el contento mio,

Como mio el dolor vuestro,

Que me digais vos la causa

De vuestras penas primero,

Dejando para resguardo

De su alivio y su consuelo

Mis felicidades?

Ger. No;

Que, en metáfora de enfermo,

Quien se cura en salud goza

Anticipado el remedio.

Pedr. Si pretendiera argüiros,

No faltara á mi argumento

Fuerza, en que sobre seguro

Cae el que cae, previniendo

El lecho en que caer.

Ger. Ni al mio,

En que es socorro mas cuerdo

Aquel que, antes de caer,

Repara el peligro; y puesto

Que yo soy el lastimado,

Y vos el gustoso, medio

Mas seguro es, que acudamos

En la precision de un riesgo

Al que necesita mas

Del alivio, que al que menos

Ha menester el cuidado.

Pedr. Darme por vencido quiero,

Deponiendo mi dictámen,

Por complacer con el vuestro.

Despues que el invicto Cárlos,

Como hijo y heredero

De Juana, hija de los Reyes

Católicos, y el Primero

Felipe de Austria, á quien debe

España el blason excelso,

De que siempre repetido

Vea el dulce nudo estrecho

Del castellano Leon,

Y el Águila del imperio:

Despues que el invicto Cárlos,

(Otra vez á decir vuelvo)

Su menor edad cumplida,

Tomó posesion del reino,

Con no sé qué graves causas

Que honestaron sus pretextos,

Fue fuerza dar vuelta á Flándes,

Dejando en el desconsuelo

De la ausencia de su Rey

Á España, que, como centro

De la lealtad y el amor,

Á fuer de dama, el pequeño

Espacio apenas de un año

Le contó á siglos eternos.

Supo pues, como volvia,

Nuevo sol, á darla nuevo

Esplendor con la cesárea

Magestad, en que el imperio,

Por sucesor del piadoso

Maximiliano, su abuelo,

Le juró Rey de Romanos;

Con que, si á lo amante vuelvo,

Adelantando esperanzas

Y anticipando deseos,

No hubo ciudad, que á la raya

Diputados caballeros

Á darle la bienvenida

No enviase; yo, aunque menos

Que otros esta honra esperaba,

(No es la primer vez que ha hecho

Semejantes sinrazones

La dicha al merecimiento)

De parte de Zaragoza

Nombrado fui, con que habiendo

Llegado á besar su mano,

Me parece que se ha puesto

Conmigo en paz mi fortuna;

Pues ya que envidiar no tengo.

Si le viérais cuan afable,

Si le viérais cuan severo

Daba lugar al amor,

Sin quitársele al respeto,

Os admirárais de ver,

Entre temores de atento

Y licencias de admitido,

Lidiar dentro de mi pecho

Los dos encontrados bandos

Del cariño y del obsequio.

No paró mi dicha en verle

Usar grave y halagüeño

En diez y ocho años de edad

Diez y ocho mil de talento,

Sino en que habiendo salido

Con el mismo justo intento

Cuanta nobleza contienen

Las dos Castillas, no habiendo

Gran señor, que no se haya

Para su recibimiento

Adornado de sí mismo,

Que es su mejor lucimiento.

Todos me honraron de suerte,

Que de mil honores lleno

Vuelvo á la patria; si bien

El que mas de todos ellos

Se esmeró en honrarme, fue,

Como mas señor, mas dueño

Mio, el señor Almirante

De Castilla, que en sabiendo

Que estaba alli Zaragoza,

Me buscó en mi alojamiento,

Y acompañó á la funcion

Del besamano, teniendo

Convidados, no tan solo

Á los tres Duques excelsos,

De Alba, de Alburquerque y Bejar;

Pero á cuantos caballeros

De su casa y su familia

Gozan el blason de serlo.

Bien sé que tanto esplendor

No era Y tanto lustre atento

Á mí, sino á la corona,

En noble conocimiento

De la alta real sangre suya,

Desde el feliz casamiento,

Que hizo Don Fadrique Enriquez,

Dando al invicto Rey nuestro,

Don Juan Segundo, el hermoso

Milagro, el prodigio bello

De su hija Doña Juana

Para esposa y Reina á un tiempo

De Navarra y de Aragon,

De quien fue tan digno nieto

El católico Fernando,

Primo hermano suyo; pero

Aunque era esta la razon,

No sé qué se tiene esto

De gozar uno la dicha,

Que otro le adquirió primero,

Que no deja de alcanzarle,

Por lo personal del puesto,

De los méritos de otro

Á él el desvanecimiento.

Á este honor agradecido,

Al ver que Cárlos, viniendo

Por Francia, en Fuenterrabía

Tomó de su español centro

Primer tierra, y que, dejando

De Navarra á un lado el reino,

Por Aragon á Castilla

Ir quiere, correspondiendo

Á la obligacion y al gusto,

Tuve osado atrevimiento

Para ofrecerle mi casa

El breve ó no breve tiempo,

Que Cárlos en Zaragoza

Se detenga: él admitiendo,

Mas por su benignidad,

Que por mí, el ofrecimiento,

El hospedage aceptó.

Con que he dicho cuanto puedo

Decir de mis dichas, pues

Aparte dejando el pleito

Del estado, que hoy litigo,

Para todos mis aumentos,

Ya en la paz, ó ya en la guerra,

Ó para cualquier suceso,

Ya de honor, ya de fortuna,

Que al fin no sabe el mas cuerdo

Á que nace destinado,

No ha de faltarme á lo menos

Favor, pues para padrino,

Para valedor y dueño,

Para abrigo y para amparo

Tan alto Mecénas tengo.

Ger. Tan general esa dicha

Es hoy en todos, que entiendo,

(Sin meterme á graduaciones,

Donde todos son primeros)

Que no hay noble en Zaragoza

Á quien no pase lo mesmo.

Dígalo yo, pues tambien,

Habiendo con todos hecho

De precisa cortesía

Voluntario alojamiento,

Dando á la corte mi casa,

Por huésped en ella tengo

Al Marques de Brandemburg,

Un aleman caballero,

Que no mal visto del Rey,

Goza por su heróico esfuerzo

El baston de general

De las armas del imperio,

Pedr. Es sobre su ilustre sangre

Y su valor el sugeto

Mas amable y mas bien visto;

Y dejando á parte esto,

Pues antes que salga el Rey

Á su capilla, da tiempo

Y ociasion la ociosidad

De haber de esperarle, os ruego,

Don Gerónimo, merezca

Saber el cuidado vuestro.

Ger. Mi cuidado, si es preciso

No negárosle, es, Don Pedro,

Haber visto una hermosura,

Que, por no dar, no encarezco,

En los lugares comunes

De ser sus rizados crespos

Peinados rayos del sol,

Su frente bruñido y terso

Ampo de nieve, sus cejas

Arqueados Iris, luceros

Sus ojos, rosa y jazmin

Sus mejillas, nácar bello

De blancas perlas su boca,

Torneado marfil su cuello,

Y toda el aura su talle.

Pedr. ¡Cuánto de oirlo me huelgo!

Que estaba tibio ese paso

Hasta aqui, pues es lo mesmo

Oir sin amor una historia,

Que vivir sin alma un cuerpo.

Ger. ¿Burla haceis de mi cuidado?

Pedr. ¿Pues qué he de hacer, si pendiendo

De un hilo el alma tenia,

Creyendo algun mal suceso,

Que os hubiese acontecido?

Ger. ¿Qué mayor, si á manos muero

De una perdida esperanza,

Que apenas nació en el viento,

Cuando en el viento murió,

Deshecha á los soplos fieros

De iras, desdenes y agravios?

Pedr. ¿Pues qué mayor bien que veros

Con sentimiento, cuando es

Tan airoso el sentimiento?

Nunca mas galante, mas

Garboso, ni mas bien puesto

Está un amante, que cuando

Está llorando desprecios.

Dejad á los dichosazos

Lo querido; que un discreto

No ha menester mas que causa

De saber quejarse á tiempo;

Y asi padeced, sufrid,

Amad y esperad, creyendo

Que solo merece amando

Aquel que ama padeciendo.

Ger. Bien el consejo viniera,

Si no viniera el consejo

Tarde.

Pedr. Cómo?

Ger. Como no

Nace solo mi tormento……

Pedr. Decid.

Ger. De sufrir rigores.

Pedr. Pues de qué?

Ger. De sentir zelos.

Pedr. Ya es otro el caso. De quién?

Ger. No sé; aunque sé, que los tengo.

Pedr. Sin saber de quien?

Ger. Sí.

Pedr. Cómo?

Ger. Como en los lances primeros,

Sobornando á una criada,

Por tener conocimiento,

Antes que á ella la sirviera,

Con un criado mio, el secreto

De otro amor me reveló,

Sin revelarme el sugeto.

Y fue el caso, que ella ha poco

Que la sirve, y pretendiendo

Averiguar si nacian

De otra causa mis desprecios,

Á hurto escuchó á una criada

Antigua estarla diciendo:

Presto volverá, señora,

Á tus cariños, y el cielo

Querrá, que llegue el dichoso

Dia, en que tú, consiguiendo

Tu pretension, y él su herencia,

Con gusto de entrambos deudos,

Le des la mano de esposa.

Á que ella respondió: si eso

Consigo, dichosas penas

Son cuantas por él padezco.

De suerte que, sin nombrarle,

El daño supe, y no el dueño;

Pues por mas que desvelado

Y zeloso lo pretendo,

Sin faltar dia, ni noche

De su calle, el mas pequeño

Indicio, rastro, ni seña

He encontrado; de que infiero,

Que el decir que volveria

Á sus cariños, es cierto

Que es por retiro de algun

Amante desabrimiento.

Y asi, habiendo vos llegado……

 

Sale GONZALO.

 

Gonz. Señor!

Ger. Qué me dices, necio?

Gonz. Que ya es hora de que bajes,

Si es que á su acompañamiento

Has de asistir; porque ya

Se ha apeado en el primero

Zaguan de palacio.

Ger. Aqui

Quede el discurso suspenso,

En que, habiendo vos llegado,

Habeis de ser…… Pero luego

Desto hablaremos despacio;

Porque esta dama, viniendo

Á dar hoy un memorial

Al Rey, cerca del derecho

Que tiene á un honroso cargo,

Á vista suya no quiero

Faltar de entre sus criados,

Pues por ahora no puedo

Darme por mas entendido.

Esperadme mientras vuelvo.

[Vanse D. Gerónimo y Gonzalo.

Pedr. ¡Qué de otra manera yo

Trato mi pasion, supuesto

Que nadie ha sabido della,

Sino solo mi deseo!

¿Por cuanto, ay Violante mia!

Al mas amigo, al mas deudo

Le fiara yo mis penas?

Dígalo él, que cuando vengo

De torpe acusando al aire,

Y de perezoso al tiempo,

Aun para ver tus umbrales

No he tenido atrevimiento,

Sin licencia de la noche,

Que es sola la que al secreto

De nuestro amor supo echar

La doble de su silencio.

 

Sale GINES.

 

Gin. ¡Gracias á Dios, que te hallo

Solo y ocioso un momento!

Pedr. Pues qué quieres?

Gin. Que me ajustes

La cuenta de todo el tiempo

Que te he servido, y te quedes

Con Dios.

Pedr. ¿Pues bien, qué hay de nuevo,

Para despedirte?

Gin. Hay

El haber conmigo hecho

Una sinrazon, á que

Ya me falta el sufrimiento,

Y basta haber esperado

Para irme, á que hayas vuelto

Á tu casa.

Pedr. ¿Sinrazon

Yo contigo?

Gin. Tan sin duelo,

Que no se le da ejemplar

En cuantos hasta hoy subieron

De lacayos regoldanos

Á gentilhombres engertos

En servicio de amo mozo.

Pedr. Cuál es? que yo no la entiendo.

Gin. Un amor de contrabando,