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Adéntrate en una época de valentía y honor, donde los ideales son puestos a prueba y la lealtad es la piedra angular de la narrativa. "El Príncipe Constante" de Pedro Calderón de la Barca es un drama épico que te transportará a un mundo de intrigas palaciegas y desafíos morales.
La trama sigue la vida del príncipe Fernando, un hombre cuya fidelidad es puesta a prueba en medio de conspiraciones y traiciones. La historia es un viaje de autodescubrimiento y persistencia, donde Fernando enfrenta adversidades y lucha por mantener su constancia y virtud.
A través de diálogos profundos y personajes complejos, Calderón de la Barca explora los conflictos internos y externos que enfrenta el príncipe Constante. Es una narrativa que habla sobre la lucha entre el deber, la lealtad y la pasión, mostrando la fuerza de carácter necesaria para mantenerse firme en las creencias y valores personales.
En la quietud de la lectura, sentirás la intriga de una corte real y la intensidad de un conflicto interno que resuena a lo largo de los siglos. Esta obra maestra del teatro clásico español te invita a reflexionar sobre la perseverancia y la integridad en un mundo lleno de desafíos.
"El Príncipe Constante" es mucho más que una obra de teatro; es un recordatorio intemporal de que la virtud y la constancia son luces guía en las tinieblas de la adversidad. Prepárate para adentrarte en este drama épico que te inspirará y te hará cuestionarte sobre tu propio sentido de fidelidad y honor. ¡Una experiencia teatral que resonará en tu corazón mucho después de haberla leído!
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Veröffentlichungsjahr: 2023
Copyright 2023
Cervantes Digital
All rights reserved
Pedro Calderón de la Barca
EL PRÍNCIPE CONSTANTE
Personajes:
DON FERNANDO.
DON ENRIQUE.
DON JUAN.
REY MORO.
MULEY, rey de Fez.
FÉNIX.
ROSA.
ZARA.
[ESTRELLA.]
TARUDANTE.
DON ALFONSO1.
SOLDADOS.
[CAUTIVOS.]
[MOROS.]
Salen dos Cautivos, cantando lo que quisieren, y ZARA.
ZARA
Cantad aquí, que ha gustado
mientras toma de vestir
Fénix hermosa, de oír
las canciones que ha escuchado,
tal vez en los baños, llenas 5
de dolor y sentimiento.
CAUTIVO 1.º
Música cuyo instrumento
son los hierros y cadenas
que nos aprisionan, ¿puede
haberla alegrado?
ZARA
Sí; 10
ella escucha desde aquí:
cantad.
CAUTIVO 1.º
Esa pena excede,
Zara hermosa, cuantas son,
pues solo un rudo animal
sin discurso racional 15
canta alegre en la prisión.
ZARA
¿No cantáis vosotros?
CAUTIVO 2.º
Es
para divertir las penas
propias, mas no las ajenas.
ZARA
Ella escucha, cantad pues. 20
(Cantan.)
[CAUTIVOS]
Al peso de los años
lo eminente se rinde,
que a lo fácil del tiempo
no hay conquista difícil.
(Sale ROSA.)
ROSA
Despejad cautivos, dad 25
a vuestras canciones fin,
porque sale a este jardín
Fénix, a dar vanidad
al campo con su hermosura,
segunda aurora del prado. 30
(Salen las moras vistiendo a FÉNIX.)
FÉNIX
Hermosa te has levantado.
ZARA
No blasone el alba pura
que la debe ese jardín
la luz y fragrancia hermosa,
ni la púrpura la rosa, 35
ni la blancura el jazmín.
FÉNIX
El espejo.
ESTRELLA
Es excusado
querer consultar con él
los borrones que el pincel
sobre la tez ha dejado. 40
(Danle un espejo.)
FÉNIX
¿De qué sirve la hermosura,
cuando lo fuese la mía,
si me falta la alegría,
si me falta la ventura?
ZARA
¿Qué tienes?
FÉNIX
Si yo supiera, 45
¡ay Celima!, lo que siento,
de mi mismo sentimiento
lisonja al dolor hiciera.
Pero de la pena mía
no sé la naturaleza, 50
que entonces fuera tristeza
lo que hoy es melancolía.
Solo sé que sé sentir:
lo que sé sentir no sé,
que ilusión del alma fue. 55
ZARA
Pues puédente divertir
tu tristeza estos jardines,
cual la primavera hermosa
labra en estatuas de rosa
sobre templos de jazmines, 60
hace, tal mar, un barco sea
dorado carro del sol.
ROSA
Y cuando tanto arrebol
errar por sus ondas vea,
con grande melancolía, 65
el jardín al mar dirá:
«Ya el sol en su centro está;
muy breve ha sido este día».
FÉNIX
Pues no me puedo alegrar,
formando sombras y lejos, 70
la emulación que en reflejos
tienen la tierra y el mar
cuando con grandezas sumas
compiten entre esplendores
las espumas a las flores, 75
las flores a las espumas.
Porque el jardín envidioso
de ver las ondas del mar,
su curso quiere imitar,
y así el céfiro amoroso 80
matices rinde, y olores,
que soplando en él las bebe;
hacen las hojas que mueve
un océano de flores.
Cuando el mar, triste de ver 85
la natural compostura
del jardín, también procura
adornar y componer,
su playa la pompa pierde;
y, a segunda ley sujeto, 90
compite con dulce efecto
campo azul y golfo verde,
siendo ya con rizas plumas,
ya con mezclados colores,
el jardín un mar de flores, 95
y el mar un jardín de espumas.
Sin duda mi pena es mucha:
no la pueden lisonjear
campo, cielo, tierra y mar.
ZARA
Gran pena contigo lucha. 100
(Sale el REY con un retrato.)
REY
Si a caso permite el mal,
cuartana de tu belleza,
dar treguas a tu tristeza:
que este bello original,
que no es retrato el que tiene 105
alma y vida, es del infante
de Marruecos, Tarudante.
A rendir a tus pies viene
su corona; embajador
es de su parte; y no dudo 110
que embajador que habla mudo
trae embajadas de amor;
favor en su amparo tengo:
diez mil jinetes alista
que enviar a la conquista 115
de Ceuta, que ya prevengo
de la vergüenza esta vez;
licencia permite amar
a quien se ha de coronar
rey de tu hermosura en Fez. 120
FÉNIX
¡Válgame Alá!
REY
¿Qué rigor
te suspende de esa suerte?
FÉNIX
[Aparte.]
La sentencia de mi muerte.
REY
¿Qué es lo que dices?
FÉNIX
Señor,
si sabes que siempre has sido 125
mi dueño, mi padre y rey,
¿qué he de decir? (Aparte.) ¡Ay Muley!
¡Grande ocasión has perdido!
El silencio, ay infelice,
hace mi humildad inmensa, 130
miente el alma si lo piensa,
miente la voz si lo dice.
REY
Toma el retrato.
FÉNIX
[Aparte.]
Forzada,
la mano le tomará,
pero el alma no podrá. 135
(Disparan una pieza.)
ZARA
Esta salva es a la entrada
de Muley, que hoy ha surgido
del mar de Fez.
REY
Justa es.
(Sale MULEY, con bastón de general.)
MULEY
Dame, gran señor, los pies.
REY
Muley, seas bienvenido. 140
MULEY
Quien penetra el arrebol
de tan soberana esfera,
y a quien en el puerto espera
tal aurora, hija del sol,
fuerza es que venga con bien: 145
dame, señora, la mano;
que este favor soberano
puede mereceros quien
con amor, lealtad y fe
nuevos triunfos te previene 150
y fue a serviros y viene
tan amante como fue.
[Aparte.]
¡Válgame el cielo! ¿Qué haré?
FÉNIX
Tú Muley (¡estoy mortal!)
vengas con bien.
MULEY
[Aparte.]
No, con mal 155
será si a mis ojos creo.
REY
En fin, Muley, ¿qué hay del mar?
MULEY
Hoy tu sufrimiento pruebas:
de pesar te traigo nuevas,
porque ya todo es pesar. 160
REY
Pues cuanto supieres di;
que en un ánimo constante
siempre se halla igual semblante
para el bien y el mal. Aquí
te sienta, Fénix.
FÉNIX
Sí haré. 165
REY
Todos os sentad. Prosigue
y nada a callar te obligue.
MULEY
Ni hablar ni callar podré.
Salí, como me mandaste,
con dos galeazas solas, 170
gran señor, a recorrer
de Barbería las costas.
Fue tu intento que llegase
a aquella ciudad famosa
llamada en un tiempo Elisa, 175
aquella que está a la boca
del Preto Eurelio fundada,
y de Ceydo ý nombre toma,
que 'Ceydo', 'Ceuta' en hebreo,
vuelto el árabe idioma 180
quiere decir 'hermosura';
y ella es ciudad tan hermosa...;
aquella, pues, que los cielos
quitaron a tu corona,
quizá por justos enojos 185
del gran profeta Mahoma.
Y en oprobio de las armas
nuestras, habemos agora
que pendones portugueses
en sus torres se enarbolan, 190
tenidos siempre a los ojos
un padrastro que baldona
nuestros aplausos, un freno
que nuestro orgullo reposa,
un Cáucaso que detiene 195
al Nilo de tus victorias
la corriente y, puesta en medio,
el paso a España le estorba.
Iba con órdenes, pues,
de mirar y inquirir todas 200
sus fuerzas para decirte
la disposición y forma
que hoy tiene, y cómo podrás
a menos peligro y costa
emprender la guerra, el cielo 205
te conceda la victoria
con esta restitución,
aunque la dilate agora
mayor desdicha; pues creo
que está su empresa dudosa 210
y con más necesidad
te está apellidando otra;
pues las armas prevenidas
para la gran Ceuta, importa
que sobre Tánger acudan 215
porque amenazada llora
de igual pena, igual desdicha,
igual ruina, igual congoja;
y lo sé porque en el mar
una mañana (a la hora 220
que, medio dormido el sol,
atropellando las sombras
del ocaso, desmaraña
sobre jazmines y rosas
rubios cabellos que enjuga 225
con paños de oro a la aurora
lágrimas de fuego y nieve,
que el sol convirtió en aljófar)
que a largo trecho del agua
venía una gruesa tropa 230
de naves, si bien entonces
no pudo la vista absorta
determinarse a decir
si eran naos o si eran rocas;
porque como en las raíces 235
sutiles pinceles logran
vanos visos, vanos lejos,
que en prespetiva dudosa
parecen montes, tal vez,
y tal ciudades famosas, 240
porque la distancia siempre
monstruos imposibles forma,
así en países azules
hicieron luces y sombras,
confundiendo mar y cielo 245
con las nubes y las ondas:
mil engaños a la vista
pues ella, entonces curiosa,
solo apercibió los bultos
y no distinguió las formas. 250
Primero nos pareció,
viendo que sus puntas tocan
con el cielo, que eran nubes
de las que a la mar se arrojan
a concebir en zafir 255
lluvias que el cristal aborta;
y fue bien pensado, pues
esta innumerable copia
pareció que pretendía
sorberse el mar gota a gota. 260
Luego de marinos monstruos
nos pareció errante copia
que a acompañar a Neptuno
salían de sus alcobas;