El Principito - Antoine de Saint-Exupéry - E-Book

El Principito E-Book

Antoine de Saint-Exupéry

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Beschreibung

«Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan)». (Antoine de Saint-Exupéry, El Principito).

Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry (1900-1944) fue un escritor y aviador francés, autor de la famosa obra El Principito (1943).

Traducción de Manuela Galiano

Manuela Galiano nació en Gaeta en 10/29/1985, estudió en la Universidad de Cassino, Licenciado en Educación, cualificación educador profesional, tiene una Maestría en primer nivel en el Instituto Europeo de Investigación y formación (IERF) en Consejería Strategicvo relacional. Obtuvo el nivel de maestría en la Universidad de Cassino, en Ética de Gestión de Recursos Humanos. Participó en el programa Erasmus, llevada a cabo en España, Granada, en la Universidad de Granada, en la que asistió a un curso de español, nivel intermedio A, en el Centro de Lenguas Modernas. Durante varios años trabajó como educador en las estructuras de tipo residencial para menores no acompañados, también lleva a cabo terapias educativas y ocupacionales, bajo el hogar, destinados a usuarios con deficiencias cognitivas, problemas de aprendizaje, autismo.

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Antoine de Saint-Exupéry

El Principito

The sky is the limit

ISBN: 9788893459174
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Tabla de contenidos

A LEON WERTH

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

XX

XXI

XXII

XXIII

XXIV

XXV

XXVI

XXVII

Agradecimientos

Antoine de Saint-Exupéry

El Principito

*

Traducción de Manuela Galiano

*

(en francés: Le Petit Prince)

A LEON WERTH

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:
A LEON WERTH, cuando era niño.

I

Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. Esta es la copia del dibujo.

En el libro estaba escrito :” Las serpientes boa se tragan su presa entera, sin masticarla. Luego ya no pueden moverse y duermen durante los seis meses que dura su digestión".

Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla. A mi vez logré trazar mi primer dibujo. Mi dibujo número uno era de esta manera: Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. -¿por qué habría de asustar un sombrero? - me respondieron.

Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre las personas mayores tienen necesidad de explicaciones. Mi dibujo número dos era así:

Esta vez, las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran por dentro o fuera, envitandome a poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné la que pudiera ser una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número uno y número dos. Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. He volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo puedo distinguir perfectamente la China de Arizona, esto es muy útil, sobre todo si alguien se pierde durante la noche.

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente mayor. Los he observado mucho, viví con ellos y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.

Cuando encontraba alguien que me parecía un poco de mente mas abierta, ententaba el experimento de mi dibujo número uno que he conservado siempre. De modo que quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. Pero cualquier ser fuera, hombre o mujer, invariablemente me contestaban siempre: "Es un sombrero". Entonces no habalba de la serpiente boa, de las selvas virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.

II

Viví así, solo, sin nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve un incidente on el mio avion en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.

La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imaginaos, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:- ¡Por favor... píntame una oveja!

-¿Eh?

-¡Píntame una oveja!

Me puse en pie de un salto comosi me hubiera golpeado un rayo.

Me froté los ojos mas veces, miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario hombrecito que me miraba gravemente. Aqui tenéis el mejor retrato que más tarde logré hacer de él:

Aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que enterior y exsterior de boas.

Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el hombrecito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo.

Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:- Pero… ¿qué haces tú por aquí?

Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:

-¡Por favor… píntame ua oveja!

Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todos lugares habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una estilográfica.

Luego me recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al hombrecito (ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar.- No importa - me respondió-, píntame una oveja!

Como nunca había dibujado una oveja, dibujé para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el enterior de la serpiente boa. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:

- ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho espacio. En mi tierra es todo muy pequeño. Necesito una oveja. Píntame una oveja. Hize el dibujo. Lo miró atentamente y dijo:

-¡No! Esta esta enferma. Haz otra”. Hize otro dibujo. Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.

-¿Ves? Esto no es una oveja, es un carnero. Tiene Cuernos…