El purgatorio de san Patricio - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El purgatorio de san Patricio E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El purgatorio de san Patricio es un auto sacramental de Calderón de la Barca relativo a la leyenda del santo irlandés san Patricio. Según la leyenda San Patricio pidió a Dios una prueba de la existencia del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Y Cristo le mostró la entrada a una cueva en donde se podían observar los sufrimientos de los pecadores y la dicha de los justos en su paso al más allá. Allí el santo construyó un monasterio y cerró la puerta de acceso a la cueva, con la orden de permitir la entrada solo quienes lo desearan con fervor, tras someterlos a una serie de pruebas para tratar de disuadirlos.

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Pedro Calderón de la Barca

El purgatorio de san Patricio

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El purgatorio de San Patricio.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN rústica: 978-84-9816-743-6.

ISBN ebook: 978-84-9953-116-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 49

Jornada tercera 87

Libros a la carta 129

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Personajes

Egerio, rey de Irlanda

Leogario

Un Capitán

Polonia

Patricio

Lesbia

Ludovico

Philipo

Paulín, villano

Locía, villana

Un hombre embozado

Un Ángel bueno

Dos Canónigos Reglares

Un Ángel malo

Un viejo, de villano

Dos villanos

Jornada primera

Salen Egerio, rey de Irlanda, vestido de pieles; Leogario; un Capitán; Polonia y Lesbia, deteniéndole.

Rey Dejadme dar la muerte.

Leogario Señor, detente.

Capitán. Escucha.

Lesbia Mira.

Polonia Advierte.

Rey Dejad que desde aquella

punta vecina al Sol, que de una estrella

corona su tocado, 5

a las saladas ondas despeñado,

baje quien tantas penas se apercibe:

muera rabiando quien rabiando vive.

Lesbia ¿Al mar furioso vienes?

Polonia Durmiendo estabas; di, señor, ¿qué tienes? 10

Rey Todo el tormento eterno

de las sedientas furias del infierno,

partos de aquella fiera

de siete cuellos que la cuarta esfera

empaña con su aliento. 15

En fin, todo su horror y su tormento

en mi pecho se encierra,

que yo mismo a mí mismo me hago guerra

cuando, en Brazos del sueño,

vivo cadáver soy; porque él es dueño 20

de mi vida, de suerte

que vi un pálido amago de la muerte.

Polonia ¿Qué soñaste, que tanto te provoca?

Rey ¡Ay, hijas! Atended: que de la boca

de un hermoso mancebo 25

—aunque mísero esclavo, no me atrevo

a injuriarle, y le alabo—;

al fin, que de la boca de un esclavo

una llama salía,

que en dulces rayos mansamente ardía, 30

y a las dos os tocaba,

hasta que en vivo fuego os abrasaba.

Yo, en medio de las dos, aunque quería

su furia resistir, ni me ofendía,

ni me tocaba el fuego. 35

Con esto, pues, desesperado y ciego,

despierto de un abismo,

de un sueño, de un letargo, un parasismo,

tanto mis penas creo,

que me parece que la llama veo, 40

y, huyendo a cada paso,

ardéis vosotras, pero yo me abraso.

Lesbia Fantasmas son ligeras

del sueño, que introduce estas quimeras

al alma y al sentido. 45

Tocan una trompeta.

Mas, ¿qué clarín es éste?

Capitán Que han venido

a nuestro puerto naves.

Polonia Dame licencia, gran señor, pues sabes

que un clarín, cuando suena,

es para mí la voz de la sirena; 50

porque a Marte inclinada,

del militar estruendo arrebatada,

su música me lleva

los sentidos tras sí; porque le deba

fama a mis hechos, cuando 55

llegue en ondas de fuego navegando

al Sol mi nombre, y con veloces alas

allí compita a la deidad de Palas.

(Aparte.) (Aunque más parte debe a este cuidado,

el saber si es Filipo el que ha llegado.) 60

Vase.

Leogario Sal, señor, a la orilla

del mar, que la cabeza crespa humilla

al monte, que le da, para más pena,

en prisión de cristal, cárcel de arena.

Capitán Divierta tu cuidado 65

este monstruo nevado,

que en sus ondas dilata

a espejos de zafir, marcos de plata.

Rey Nada podrá alegrarme.

Tanto pudo el dolor enajenarme 70

de mí, que ya sospecho

que es Etna el corazón, volcán el pecho.

Lesbia Pues, ¿hay cosa a la vista más suave

que ver quebrando vidrios una nave,

siendo en su azul esfera, 75

del viento pez, y de las ondas ave,

cuando corre veloz, surca ligera,

y de dos elementos amparada,

vuela en las ondas y en los vientos nada?

Aunque agora no fuera 80

su vista a nuestros ojos lisonjera,

porque el mar alterado,

en piélagos de montes levantado,

riza la altiva frente,

y sañudo Neptuno, 85

parece que, importuno,

turbó la faz y sacudió el tridente.

Tormenta el marinero se presuma,

que se atreven al cielo

montes de sal, pirámides de yelo, 90

torres de nieve, alcázares de espuma.

Sale Polonia.

Polonia ¡Gran desdicha!

Rey Polonia,

¿qué es eso?

Polonia Esa inconstante Babilonia,

que al cielo se levanta

—tanta es su furia y su violencia tanta— 95

con un furor sediento

—¿quién ha visto con sed tanto elemento?—

en sus entrañas bárbaras esconde

diversas gentes, donde

a consagrar se atreve 100

sepulcros de coral, tumbas de nieve

en bóvedas de plata;

porque el Dios de los vientos los desata

de la prisión que asisten;

y ellos, sin ley y sin aviso, embisten 105

a ese bajel, cuyo clarín sonaba,

cisne que sus exequias se cantaba.

Yo, desde aquella cumbre,

que al Sol se atreve a profanar la lumbre,

contenta le advertía, 110

por ver que era Filipo el que venía;

Filipo, que en los vientos, lisonjeras

tus armas, tremolaban sus banderas;

cuando su estrago admiro

y, cada voz envuelta en un suspiro, 115

desvanecí primero sus despojos,

efeto de mis labios y mis ojos,

porque dieron veloces

más agua y viento en lágrimas y voces.

Rey Pues, dioses inmortales, 120

¿cómo probáis con amenazas tales

tanto mi sufrimiento?

¿Queréis que suba a derribar violento

ese alcázar azul, siendo segundo

Nembrot, en cuyos hombros 125

pueda escaparse el mundo,

sin que me cause asombros

el ver rasgar los senos

con rayos, con relámpagos y truenos?

Dentro Patricio.

Patricio ¡Ay de mí!

Leogario Triste voz.

Rey ¿Qué es eso?

Capitán A nado 130

un hombre se ha escapado

de la cruel tormenta.

Lesbia Y con sus Brazos dar la vida intenta

a otro infelice, cuando

estaba con la muerte agonizando. 135

Polonia Mísero peregrino,

a quien el hado trujo, y el destino,

a tan remota parte,

norte vocal, mi voz podrá guiarte

si me escuchas, pues por animarte hablo: 140

llegad.

Salen mojados Patricio y Ludovico, abrazados los dos, y caen saliendo cada uno a su parte.

Patricio ¡Válgame Dios!

Ludovico ¡Válgame el diablo!

Lesbia A piedad han movido.

Polonia Si no es a mí, que nunca la he tenido.

Patricio Señores, si desdichas

suelen mover los corazones dichas, 145

sucedidas no espero

que pueda hallarse corazón tan fiero

a quien no ablanden. Mísero y rendido,

piedad por Dios a vuestras plantas pido.

Ludovico Yo no, que no la quiero; 150

que de los hombres ni de Dios la espero.

Rey Decid quién sois; sabremos

la piedad y hospedaje que os debemos.

Y porque no ignoréis quién soy, primero

mi nombre he de decir; porque no quiero 155

que me habléis indiscretos,

ignorando quién soy, sin los respetos

a que mi vista os mueve,

y sin la adoración que se me debe.

Yo soy el rey Egerio, 160

digno señor deste pequeño imperio;

pequeño porque es mío,

que hasta serlo del mundo desconfío

de mi valor. El traje,

más que de rey, de bárbaro salvaje 165

traigo porque quisiera

fiera ansí parecer, pues que soy fiera.

A Dios ninguno adoro,

que aun sus nombres ignoro,

ni aquí los adoramos ni tenemos, 170

que el morir y el nacer solo creemos.

Ya que sabéis quién soy, y que fue mucha

mi majestad, decid quién sois.

Patricio Escucha:

mi propio nombre es Patricio,

mi patria Irlanda o Hibernia, 175

mi pueblo Emptor, por humilde

y pobre sabido apenas.

Este, entre el setentrión

y el occidente, se asienta

en un monte, a quien el mar 180

ata con prisión estrecha,

en la isla que llamaron,

para su alabanza eterna,

gran señor, isla de santos:

tantos fueron los que en ella 185

dieron la vida al martirio

en religiosa defensa

de la fe; que ésta en los fieles

es la última fineza.

De un caballero irlandés, 190

y de una dama francesa,

su casta esposa, nací,

a quien debí en mi primera

edad —fuera deste ser—

otro de mayor nobleza, 195

que fue la luz de la fe

y religión verdadera

de Cristo, por el carácter

del santo bautismo, puerta

del cielo como primero 200

sacramento de su iglesia.

Mis piadosos padres, luego

que pagaron esta deuda

común que el hombre casado

debió a la naturaleza, 205

se retiraron a dos

conventos, donde en pureza

de castidad conservaron

su vida hasta la postrera

línea fatal; que rindieron, 210

con mil católicas muestras,

el espíritu a los cielos

y el cadáver a la tierra.

Huérfano entonces quedé

debajo de la tutela 215

de una divina matrona,

en cuyo poder apenas

cumplí un lustro o cinco edades

del Sol, que en doradas vueltas

cinco veces ilustró 220

doce signos y una esfera,

cuando mostró Dios en mí

su divina omnipotencia;

que de flacos instrumentos

usa Dios porque se vea 225

más su majestad, y a El solo

se atribuyan sus grandezas.

Fue, pues —y saben los cielos

que no es humana soberbia,

sino celo religioso 230

de que sus obras se sepan,

el contarlas yo—, que un día

un ciego llegó a mis puertas,

llamado Gormas, y dijo:

«Dios me envía aquí, y ordena 235

que en su nombre me des vista.»

Yo, rendido a su obediencia,

la señal de la cruz hice

en sus ojos, y con ella

pasaron restituidos 240

a la luz, de las tinieblas.

Otra vez, pues, que los cielos,

rebozados entre densas

nubes, con rayos de nieve

hicieron al mundo guerra, 245

cayó tanta sobre un monte

que, desatada y deshecha

a los rigores del Sol,

inundaba de manera