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Esta traducción y edición está basada en el Español Latinoamericano y no en el Español Castellano hablado en España. Después de haber sido secuestrada por un cazador de vampiros, el primer instinto de Yvette, un vampiro guardaespaldas, era matar al bastardo. Pero antes de que se presentara la oportunidad, se da cuenta de que él había sido traicionado por la bruja para la cual trabajaba y ahora se encuentra en tanto peligro como ella. Para sacar a su hermano de problemas, Haven, el cazador de recompensas/asesino de vampiros, tiene que entregar a la joven actriz Kimberly a una bruja. Desafortunadamente, ella está protegida por la criatura que más odia: un vampiro. Mientras Yvette y Haven tratan de escapar de su prisión y rescatar a la actriz y al hermano de Haven, ¿el odio natural entre ellos los mantendrá separados, o la pasión que brota entre ellos será lo suficientemente fuerte como para que se atrevan a arriesgar sus vidas para derrotar a la bruja, que trata de aprovecharse del poder más grande de todos? SOBRE LA SERIE La serie Vampiros de Scanguards está llena de acción trepidante, escenas de amor ardientes, diálogos ingeniosos y héroes y heroínas fuertes. El vampiro Samson Woodford vive en San Francisco y es dueño de Scanguards, una empresa de seguridad y guardaespaldas que emplea tanto a vampiros como a humanos. Y, con el tiempo, también a algunas brujas. ¡Agrega unos cuantos guardianes y demonios inmortales más tarde en la serie, y ya te harás una idea! Cada libro puede leerse de manera independiente, ya que siempre se centra en una nueva pareja encontrando el amor. Sin embargo, la experiencia es mucho más enriquecedora si los lees en orden. Y, por supuesto, siempre hay algunas bromas recurrentes. Lo entenderás cuando conozcas a Wesley, un aspirante a brujo. ¡Que la disfrutes! Lara Adrian, autora bestseller del New York Times de la serie Midnight Breed: "¡Soy adicta a los libros de Tina Folsom! La serie Vampiros de Scanguards® es de lo más candente que le ha pasado al romance de vampiros. ¡Si te encantan las lecturas rápidas y apasionantes, no te pierdas de esta emocionante serie!" La serie Vampiros de Scanguards lo tiene todo: amor a primera vista, de enemigos a amantes, encuentros divertidos, insta-amor, héroes alfa, parejas predestinadas, guardaespaldas, hermandad, damiselas en apuros, mujeres en peligro, la bella y la bestia, identidades ocultas, almas gemelas, primeros amores, vírgenes, héroes torturados, diferencias de edad, segundas oportunidades, amantes en duelo, regresos del más allá, bebés secretos, playboys, secuestros, de amigos a amantes, salidas del clóset, admiradores secretos, últimos en enterarse, amores no correspondidos, amnesia, realeza, amores prohibidos, gemelos idénticos, y compañeros en la lucha contra el crimen. Vampiros de Scanguards La Mortal Amada de Samson (#1) La Revoltosa de Amaury (#2) La Compañera de Gabriel (#3) El Refugio de Yvette (#4) La Redención de Zane (#5) El Eterno Amor de Quinn (#6) El Hambre de Oliver (#7) La Decisión de Thomas (#8) Mordida Silenciosa (#8 ½) La Identidad de Cain (#9) El Retorno de Luther (#10) La Promesa de Blake (#11) Reencuentro Fatídico (#11 ½) El Anhelo de John (#12) La Tempestad de Ryder (#13) La Conquista de Damian (#14) El Reto de Grayson (#15) El Amor Prohibido de Isabelle (#16) La Pasión de Cooper (#17) La Valentía de Vanessa (#18) Deseo Mortal (Storia breve) Guardianes Invisibles Amante Descubierto (#1) Maestro Desencadenado (#2) Guerrero Desentrañado (#3) Guardián Descarriado (#4) Inmortal Develado (#5) Protector Inigualable (#6) Demonio Desatado (#7)
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Seitenzahl: 438
Veröffentlichungsjahr: 2022
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VAMPIROS DE SCANGUARDS # 4
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
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Orden de Lectura
Sobre el Autor
Después de haber sido secuestrada por un cazador de vampiros, el primer instinto de Yvette, un vampiro guardaespaldas, era matar al bastardo. Pero antes de que se presentara la oportunidad, se da cuenta de que él había sido traicionado por la bruja para la cual trabajaba y ahora se encuentra en tanto peligro como ella.
Para sacar a su hermano de problemas, Haven, el cazador de recompensas/asesino de vampiros, tiene que entregar a la joven actriz Kimberly a una bruja. Desafortunadamente, ella está protegida por la criatura que más odia: un vampiro.
Mientras Yvette y Haven tratan de escapar de su prisión y rescatar a la actriz y al hermano de Haven, ¿el odio natural entre ellos los mantendrá separados, o la pasión que brota entre ellos será lo suficientemente fuerte como para que se atrevan a arriesgar sus vidas para derrotar a la bruja, que trata de aprovecharse del poder más grande de todos?
Traducido al español por Gely Rivas
Editado por Stella Ashland, María Riega y Josefina Gil Costa
Derechos de Copia © 2012 – 2021 por Tina Folsom
Scanguards ® es una marca registrada.
Haven fue el primero en oír el grito alarmado de su madre. Inmediatamente, tomó a su hermano menor Wesley por el cuello de su camisa polo, haciéndolo chillar en protesta.
—Suéltame, Hav. Quiero jugar.
Haven ignoró la objeción de su hermano de ocho años de edad y estampó la mano sobre su boca. —Cállate—, le ordenó, manteniendo la voz baja. Podía sentir el miedo de su madre, a pesar de que él y Wesley estaban en el estudio, y el grito de pánico de su madre había provenido de la cocina donde estaba mezclando pociones.
—Hay alguien en la casa. No hagas ruido—. Dio a su hermano una mirada severa. Los ojos de Wesley estaban abiertos de par en par por el miedo, sin embargo, él asintió con la cabeza. Haven retiró la mano de la boca de Wesley, y fue recompensado con el silencio de su hermano.
Anticipándose a algo como esto, su madre les había dado un protocolo estricto a él y a su hermano: ocultarse y guardar silencio. Si bien Haven quería obedecer a su madre, su grito le había desgarrado el alma, sería un cobarde si no la ayudaba. Era alto para su edad, casi un hombre. El haber sido abandonado por su padre hace menos de un año, le había obligado a crecer rápido. Él era el hombre de la casa ahora. Dependía de él poder ayudar a su madre.
—Ve por Katie y escóndanse debajo de las escaleras—. Su hermana pequeña estaba durmiendo en la habitación de abajo y no en el piso de arriba en el cuarto del bebé, para que se le pudiera escuchar si se despertaba. Ella no tenía que alimentarse hasta dentro de dos horas, y era de esperarse que permaneciera dormida.
Wesley se fue corriendo por el pasillo, sus pies sólo llevaban calcetines y no hacían ruido en el piso de madera. Haven se armó de valor y se arrastró hacia la puerta de la cocina.
—Sabes que tienes que sacrificar a uno de ellos, ¿cuál será? — El hombre decía desde el interior de la cocina. La maldad en la voz del desconocido era inconfundible, y un escalofrío se deslizó por la columna vertebral de Haven como una serpiente.
—Nunca—, respondió la madre de Haven, un destello de luz blanca acompañaba sus palabras. Sabía que, si ella usaba magia tan abiertamente sobre el intruso, significaba que era una criatura sobrenatural: no humana.
¡Mierda!
Mamá no tendría ningún problema en lidiar con un ladrón, pero esto era diferente. Es por eso que necesitaba su ayuda, ya sea que lo hubiera prohibido o no. Podía castigarlo todo lo que quisiera después, pero no iba a quedarse y esconderse como una rata cobarde. Wesley podía hacerse cargo de Katie por sí mismo, pero Haven tenía la edad suficiente... once años para ser exactos… para ayudar a su madre a derrotar a un atacante.
Haven avanzó lentamente y miró detrás del marco de la puerta hacia la cocina bien iluminada. Horrorizado, se apartó.
¡Doble mierda!
Sin lugar a dudas, su atacante era un vampiro… la cúspide de la cadena alimentaria. Sus colmillos se habían alargado y se abrían paso entre sus labios abiertos, sus ojos brillaban de color rojo, cual luces traseras de un coche en la noche. Si bien los vampiros no eran inmunes a la brujería, la madre de Haven no era más que una bruja menor sin poderes más allá de sus pociones y hechizos. Nunca había dominado el control de ninguno de los elementos: agua, aire, fuego y tierra, como lo habían hecho otros de su especie. Ella estaba completamente indefensa.
El vampiro alto y delgado, tenía su mano sujetándola alrededor de su cuello aún mientras sus labios se movían como si tratara de hacer un hechizo. Pero las palabras no salían de su garganta. Luchaba por zafarse de su agarre, sus ojos se lanzaban a un lado, buscando desesperadamente una vía de escape. No había forma de salir... no había manera de que pudiera liberarse si no podía pronunciar un hechizo para hacer que el vampiro la liberara. Y aun así...
Haven sabía lo que tenía que hacer. Reuniendo todo su valor, se precipitó por la puerta y corrió hacia el mostrador de la cocina, donde una variedad de utensilios de cocina estaba dentro de una jarra de barro. Tomó una cuchara de madera y la partió por la mitad.
Con el sonido, el vampiro volvió con rapidez la cabeza hacia Haven y mostró sus colmillos enojado. Un gruñido de advertencia salió desde su garganta.
—Gran error pequeño niño, gran error.
Nadie lo llamaba pequeño y se salía con la suya.
Un gorgoteo ahogado emitió su madre. Ella parpadeó sus ojos hacia Haven, decidida a enviarle un mensaje a pesar de su evidente dificultad. Él la comprendía muy bien, pero no iba a huir. Ella quería que él se salvara a sí mismo. Pero él no era un cobarde. ¿Cómo podía ella siquiera pensar que él iba a correr y dejarla en las manos de ese monstruo?
—¡Suelta a mi madre! —, le exigió al vampiro y levantó la mano que sostenía la estaca improvisada.
Haven se lanzó contra el vampiro, dejando escapar un grito guerrero como los que él había visto en las películas del oeste que le encantaba ver en la televisión. Antes de llegar al chupasangre, el vampiro soltó a su madre y la arrojó contra la cocina, el sonido de su espalda chocando con la puerta metálica del horno, hizo volar una ola de furia a través de Haven. Más rápido de lo que sus ojos pudieron seguir, el vampiro se lanzó sobre él y lo agarró de la muñeca, manteniéndolo inmóvil.
Haven apretó los dientes y comenzó a dar patadas contra la espinilla de la enorme criatura, pero fue en vano. Un gruñido salió de la boca del vampiro. Detrás de él, Haven vio a su madre levantarse, gemidos de dolor salían de su boca. Pero su rostro parecía decidido, y sus labios articulaban un hechizo.
—La noche trae el día, el día trae la noche, ayuda a los pequeños, y...
El vampiro torció la muñeca de Haven, arrancando la estaca de su puño cerrado. Cayó al suelo, rodando fuera de su alcance. Entonces el vampiro lo soltó. Dándose la vuelta, metió la mano en su chaqueta y sacó un cuchillo. —¡Tú, bruja estúpida! — Gruñó. —Yo iba a dejarte vivir.
Sin inmutarse, la madre de Haven continuó recitando: —... a los grandes, y dales poder...
Haven se lanzó al vampiro por detrás, tratando de quitarle el cuchillo de las manos, pero su oponente clavó el codo en los músculos blandos del estómago de Haven y lo empujó al suelo. Cuando Haven levantó la mirada, sólo vio el movimiento de la muñeca del vampiro mientras lanzaba el cuchillo para alcanzar su objetivo.
Un grito sobresaltado interrumpió el conjuro de su madre. El cuchillo le había pegado en el pecho. Mientras ella caía al suelo, la sangre manchaba su delantal blanco, Haven se apresuró a acercarse, pero el vampiro le bloqueó el camino.
—Haven—, gritó su madre con voz tensa. —Recuerda... amar...
—¡No! ¡Hijo de puta! —, gritó Haven. —¡Te voy a matar!
Pero antes de que pudiera hacer nada, el llanto de un bebé llenó la casa. Katie.
La cabeza del vampiro giró hacia el pasillo. Entonces una sonrisa de satisfacción de sí mismo, se extendió sobre su boca. No hizo nada para aliviar la fealdad de su rostro. —Mucho más fácil—, proclamó. —Como si yo quisiera molestarme con un pequeño niño problemático.
—¡No! —, gritó Haven, dándose cuenta de que iba por Katie. El vampiro le había dicho que lo único que necesitaba era a uno de ellos.
El vampiro se precipitó fuera de la cocina hacia el pasillo. Haven corrió tras él, tomando una escoba que se apoyaba contra la pared. Rompió el mango por encima de su rodilla y se apoderó de la parte más corta, que quedó como una estaca.
Cuando llegó al escondite debajo de las escaleras unos segundos después que el chupasangre, el llanto de Katie se mezclaba con los gritos de pánico de Wesley.
—¡Ayuda! ¡Haven, mamá, ayúdenme!
El vampiro apartó el pequeño bulto, que era Katie, de los brazos de Wesley y la apretó contra su pecho, mientras sujetaba con la otra mano al pequeño hermano de Haven que forcejeaba. Los intentos de Wesley de darle puñetazos al vampiro en el estómago, fueron inútiles… sus puños pequeños no hacían ningún daño a la criatura.
—Detente, pequeño idiota.
Ni Wesley ni Haven, escucharon la orden del vampiro. En su lugar, saltó sobre él con la estaca improvisada levantada en su mano, pero el muy cabrón giró demasiado rápido. Empujó a Wesley contra la pared y levantó su brazo para defenderse de la estaca de Haven, mientras sostenía a Katie fuertemente con su otro brazo. Haven no era rival para tal engendro sobrenatural, a pesar de su feroz determinación para salvar a su hermana.
El vampiro le dio una patada contra la pared, el golpe le sacó el aire a Haven. El dolor lo atravesó, recordándole que era sólo un ser humano sin ningún tipo de habilidades para luchar contra el poderoso chupasangre.
—No quiero hacerles ningún daño. Sólo tomaré a uno de ustedes—. Había cierto destello en sus ojos, casi como si se arrepintiera de lo que estaba haciendo. —Para mantener el equilibrio.
Un segundo después, se había ido. La puerta principal se quedó abierta, la oscuridad entrometiéndose en la casa devastada de Haven, el frío y la niebla apoderándose del lugar donde antes había reinado el calor y el amor.
Wesley gimió. —Mamá, ayúdanos.
Haven se arrastró por los pocos metros que lo separaban de su hermano. ¿Cómo podría decirle a Wes lo que le había sucedido a su madre? Y Katie, ¿qué iba a pasarle a Katie?
—Mamá no puede ayudarnos—, susurró Haven a su hermano, ignorando el dolor en sus costillas lo mejor que podía. No era nada en comparación con el dolor que sentía en su corazón. Miró a Wesley y vio las lágrimas corriendo por sus mejillas al comprender sus palabras. Haven no podía llorar, en cambio, su corazón se llenó de odio: odio por todo lo mágico y lo sobrenatural, todo lo no humano. Porque, a pesar de no saber lo que el vampiro había querido ni por qué había matado a su madre, Haven sospechaba que tenía que ver con su magia. No podía haber otra razón. No había estado allí para robarle ninguno de sus bienes materiales. Era para mantener el equilibrio, lo que él había dicho. ¿El equilibrio de qué?
Haven se quedó mirando a su hermano y le apretó la mano. —Lo encontraré y lo mataré, y a todos los vampiros que se crucen en mi camino. Y encontraremos de nuevo a Katie. Te lo prometo.
Y no descansaría hasta que hubiera cumplido su promesa.
San Francisco, 22 años después
Era una trampa… una trampa tan grande, que Haven nunca podría habérsela imaginado.
Después de recibir mensajes de texto de Wesley para reunirse con él en el almacén abandonado en uno de los barrios menos elegantes de la ciudad, revisó el área y se percató que al menos uno o dos asaltantes lo estaban esperando. Sería como quitarle un dulce a un niño, se imaginó.
No sería la primera vez que liberara a su hermano de las garras codiciosas de un usurero, o de cualquier otro estafador con el que se hubiese metido en problemas. Cualquiera que fuera la cantidad de dinero que quisieran extorsionarle por liberar a su hermano, no verían ni un centavo del mismo. Su arma oculta lo garantizaba.
La puerta del almacén estaba abierta. La empujó e ingresó, sintiendo el olor a humedad del edificio. Se fundía con una extraña mezcla de hierbas, evocando imágenes del Barrio Chino con sus olores y sabores extraños. El largo pasillo delante de él estaba oscuro, la única bombilla colgaba sobre su cabeza cubierta de telarañas y polvo. No había nada atractivo en el lugar.
Una mayor exploración del área fue interrumpida cuando una ráfaga de aire frío llegó hacia él. Un instante después, Haven sintió una fuerza similar a una ola de una gran marea presionar su cuerpo de un metro noventa y noventa kilos de músculo sólido, presionándolo y azotándolo contra la pared. A pesar de su fuerza y de su entrenamiento en todo tipo de combate cuerpo a cuerpo, no podía luchar contra el enemigo invisible.
¡Mierda!
Esta vez no se trataba de algún malandro delincuente.
A Haven no le gustaba la sensación de impotencia que se extendió por su cuerpo mientras el ataque por el campo de fuerza continuaba. Como un cazador de recompensas tan duro como mierda congelada, la vulnerabilidad no era una palabra en su vocabulario. Y no la iba a añadir ahora. Su lista de la letra V estaba llena: vagos, vampiros, vendetta. No había espacio para vulnerabilidad. Dejaría eso a la gente de Webster´s, tal vez ellos le darían un uso a esa palabra.
Y si alguna vez salía de este lío con vida, despellejaría a su hermano, pero no antes de que le hubiera quitado los mocos a golpes.
—Veo que te llegó mi mensaje de texto—, comentó una voz femenina calmadamente. Un momento después, ella apareció a la vista. Era una hermosa mujer, con cabello largo de color rojo en cascada alrededor de la cara y los hombros. Sus pómulos eran altos, su piel blanca y los labios carnosos. A primera vista, la mujer era el sueño de todo hombre y Haven apostaba que cualquier situación en la que Wesley se encontrara, era porque esa mujer había hecho un corto circuito en su cerebro… asegurándose de que él usara más bien lo que tenía entre sus piernas. Haven no era tan susceptible a las mujeres hermosas como su hermano. Nunca se había permitido a sí mismo que jugaran con su cabeza de esa forma. Y él no era tan crédulo como su hermano menor. No, él era duro como una roca y firme como el acero, y de alguna manera tenía que salir de esto.
Haven apretó los dientes, mirando fijamente los ojos azul hielo de la diabólica belleza. —¿Qué le hiciste a mi hermano, bruja? — Como no se había presentado, era justo llamarla por su profesión en lugar de su nombre. Y estaba seguro de su profesión: la fuerza que estaba usando en su contra, no era algo que un físico pudiera explicar. Era mágico. Y él reconocía la magia cuando le mordía el culo.
—Lo haces sonar como una mala palabra.
—¿No es así?
Ella sacudió la cabeza con desaprobación, sus rizos de cobre rebotaban alrededor de sus hombros. —Mi nombre es Bess, no es que deba interesarte. Y como el hijo de una bruja, yo habría esperado un mayor respeto de ti. ¿No respetas las habilidades de tu madre?
El recuerdo de su madre, mordió duro en sus entrañas. Él lo hizo a un lado, tratando de evitar las emociones que acompañaban ello, las emociones que él había tratado de suprimir desde su brutal muerte. No iba a permitir que esta maldita bruja lo debilitara, sacando a relucir las cosas que debían estar bien escondidas.
—Deja a mi madre fuera de esto. Ahora, ¿dónde está mi hermano, y qué quieres?
—Tu actitud de muchacho malo y cazador de recompensas, no funciona conmigo, así que déjala en la puerta y entra.
Haven la miró y apretó la mandíbula.
—A menos que no quieras volver a ver a tu hermano. Lo puedo dejar atado y dejar que se pudra.
De repente, la presión en el pecho se alivió, y fue capaz de alejarse de la pared. Se sacudió el resto de sensación de claustrofobia y metió la mano en su chaqueta. La idea de matarla estaba muy presente en su mente, pero sin saber si ella tenía a Wesley en algún lugar de ese almacén, no podía dejar que las balas hicieran su trabajo. Todavía no, de todos modos.
—Y quita la mano de tu pistola.
No hacía falta ser un brujo para saber lo que su mano estaba por sacar. Haven resopló. —Adelante con ello. ¿Dónde está Wesley?
Bess entró en una habitación bastante amplia, un salón de clase. Él la siguió. Varias piezas de muebles que no combinaban, llenaban el espacio. Las alfombras se extendían sobre el piso de concreto, y pesadas cortinas de terciopelo grueso colgaban en las ventanas. Con la estantería llena de libros antiguos y tarros de horribles hierbas de mal aspecto y partes de animales, la habitación tenía un aspecto decididamente gótico. No era su elección de residencia de todos modos.
En sus ocho años como cazador de recompensas, trabajando para diferentes fiadores, Haven había visto su justa parte de rareza, por lo que no le sorprendió. Pero incluso sin ello, no se hubiera sorprendido por sus opciones de decoración. Ella tenía razón, él era el hijo de una bruja, y como tal, ya había visto suficiente. Más de lo que nunca hubiese querido ver… o saber.
Haven apartó los recuerdos. —¿Dónde está Wesley?
La bruja se sentó en uno de los mullidos sofás y señaló hacia un sillón. —En algún lugar seguro. Siéntate.
—Yo no soy tu perro—. Bruja o no, no le gustaba recibir órdenes.
—Te puedo convertir en uno si lo deseas.
Gruñendo con desaprobación, se dejó caer en la silla, creando una nube de polvo a su alrededor. —Me sentaré.
La bruja dejó que la mirada viajara sobre su cuerpo. Una inquietud se apoderó de él, no le gustaba ser estudiado como si fuera alguna pieza de una exposición. O peor aún, un sujeto de algún experimento.
—Tu hermano no es como tú. Parece mucho más… gentil... No como...
—Estoy seguro que no me invitaste para una lección de psicología, además no me gusta el tipo de invitaciones que envías—. ¿Por qué no se había imaginado que su hermano no había enviado ese mensaje? Tal vez porque se había originado del celular de Wesley, y sonaba como él: desesperado por obtener ayuda y plagado de errores. Su hermano no podía deletrear ni mierda, Haven no había puesto en duda su autenticidad.
—¿Habrías venido si te hubiera enviado una carta formal? De todos modos, dejando la broma de lado, tenemos asuntos que discutir.
Haven levantó una ceja. No tenía nada que ver con una bruja. A pesar de que su madre había sido una bruja, ni él ni su hermano habían heredado ninguno de sus poderes. Nunca le había molestado debido a la forma en que le gustaba matar a sus víctimas, viendo de cerca el miedo en sus ojos cuando se daban cuenta que había ganado, no tenía deseo de lograrlo a distancia usando la magia. Y sus víctimas habían sido siempre vampiros... no es que tuviera ningún reparo en incluir a una bruja al grupo. El que lo amenazara a él o a su familia, sería tratado con rapidez. En una forma mortal.
—¿Qué es lo que quieres de mí a cambio de mi hermano?
—Lo entendiste rápido. Dada tu profesión poco ortodoxa, lo que te preguntaré será sólo algo de rutina para ti.
Odiaba que jugaran con él, y el juego del gato y el ratón en el que ella lo estaba metiendo, era su pasatiempo menos favorito. —Dilo de una vez.
—Hay una muchacha, una joven actriz. Me gustaría que la trajeras para mí.
—Teniendo en cuenta que te las arreglaste para hacerme llegar a tu guarida sin ningún problema, no veo por qué no puedes conseguirla por ti misma.
Bess frunció los labios. —Ah, ahí es donde tengo el pequeño problema. Mira, la muchacha tiene un guardaespaldas—. La bruja hizo un gesto con la mano. —Tiene algo que ver con los paparazzi—. Ella rodó sus ojos, su desdén por las celebridades se mostró abiertamente en el color azul frío de los mismos.
—¿Y no puedes hacerte cargo del guardaespaldas? Has utilizado tus poderes para inmovilizarme. ¿De qué está hecho el hombre? ¿De acero? — Algo olía mal. Y no era el incienso que se quemaba en la habitación, robándole el oxígeno.
—Desafortunadamente, su guardaespaldas es un vampiro.
Haven escuchó. Las cosas habían comenzado a ponerse interesantes. Se inclinó hacia delante en su silla, intrigado por sus palabras.
—Veo que ahora tengo tu atención. Podrías matar dos pájaros de un tiro: liberar a tu hermano trayéndome a la muchacha y matar al vampiro como un bono. Es una situación en la que ganamos todos.
Ganamos todos, pero ¿quiénes? —¿Estás tratando de decirme que no puedes derrotar a un miserable vampiro? — Haven sabía que era un hecho que la brujería funcionaba en vampiros tan bien, como en seres humanos. Y por lo visto, esta bruja parecía lo suficientemente fuerte como para luchar contra un vampiro con sus hechizos y pociones, y la forma en que era aparentemente capaz de controlar al menos un elemento: el aire. Él sintió que lo había usado en su propio cuerpo antes. Una bruja que controlaba los elementos, no era alguien con quien se podía jugar.
—Yo podría, si me acercara lo suficiente. Sin embargo, los vampiros pueden sentir a las brujas desde la distancia. Nunca podría acercarme lo suficiente como para hacer trabajar mi magia. Es por eso que necesito un ser humano, tú serás capaz de acercarte sin despertar sospechas.
Hundió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un pequeño frasco. Estaba lleno de un líquido de color púrpura. —Una vez que estés lo suficientemente cerca, quiebras el cristal, y el gas dejará al vampiro inconsciente en cuestión de segundos. Y ya sabes qué hacer después.
Atravesarle una estaca.
Haven sonrió sin poder contenerse. Aunque no le gustaba la idea de recibir órdenes de una bruja quien tenía cautivo a su hermano, la idea de entregársele otro vampiro para matar, era atractiva. Desde la muerte de su madre, había buscado al vampiro que había matado y secuestrado a su hermanita. No lo había encontrado aún, pero había matado a muchos otros vampiros desde entonces.
Sin embargo, la idea de entregar a un ser humano inocente a esta bruja creó un incómodo nudo en su estómago. —¿Quién es la muchacha?
La bruja hizo un movimiento de desdén con la mano. —Nadie que te importe.
Haven negó con la cabeza. —¿Qué quieres de ella? Si ella es sólo una actriz como dices, ¿por qué estás interesada en ella? — Había mucho que Bess no le estaba diciendo. Tal vez no debería hurgar muy profundo, tal vez sólo debería aceptar la misión y liberar a su hermano de sus garras. Pero aún tenía un poco de conciencia.
—Eso no te importa—, le espetó ella y se levantó. —Tráeme a la muchacha, o aplastaré a tu hermano.
—¿Y dónde está mi querido hermano? —, preguntó con indiferencia. Una vez que él supiera dónde lo mantenía, podría determinar un plan de cómo ponerlo en libertad sin tener que hacer el trabajo sucio por ella.
—Incluso si te digo dónde está, no serás capaz de ponerlo en libertad. Su celda está protegida por conjuros. No serás capaz de atravesarlos.
Si Haven sabía una cosa de brujería, era que una vez que una bruja muriera, todas sus pociones y hechizos de alejamiento, se disolverían también. Ahora tenía una idea en proceso. —Por lo tanto, está aquí entonces—, le dijo dando un rodeo y observando su rostro para detectar cualquier reacción que afirmara la verdad de su declaración. No era un excelente jugador de póquer para nada.
Su párpado izquierdo se movió, y él siguió la dirección. Casi se perdió de ver la puerta, se fundía muy bien con las estanterías junto a ella. Cuando él la miró, se dio cuenta de cómo sus labios se habían apretado en una fina línea.
Haven inclinó la cabeza hacia la puerta. —Ya veo.
—No te va a hacer ningún bien. Él está muy bien protegido. Nunca vas a poder romper los conjuros.
Él no tenía que hacerlo. Si la bruja estaba muerta, no habría conjuros.
—Está bien. Lo haremos a tu manera—. Se levantó de su silla y giró un poco, tratando de ocultar el movimiento de su mano derecha. Él tenía un desenfunde rápido y había ganado muchas competencias contra los mejores en el campo. Bess sería historia.
Haven deslizó su mano dentro de su chaqueta, envolvió sus dedos alrededor del mango de la pistola y la sacó de su funda.
—¡Ay! — Gritó él, soltando el arma de su mano un momento después y dejándola caer sobre la alfombra, donde hizo un ruido de golpe amortiguado. Sorprendido, miró furioso la piel de color rojo de la palma de su mano. El arma le había quemado la mano. —¿Qué mierda?
—Es mejor que aprendas ahora que no se me engaña. Haz lo que yo diga…o tu hermano muere.
Haven la miró y reconoció impaciencia en sus ojos. Se tragó su ira y se obligó a calmarse. Perder la cabeza ahora, no le serviría a Wesley. Tuvo que hacer a un lado su orgullo y sus escrúpulos. Sólo importaba su hermano. Wesley era todo lo que le quedaba de su familia.
Por el momento, tenía que mantener la calma.
—Tú ganas. ¿Cómo se llama y dónde puedo encontrarla?
Yvette se movió hacia atrás de la pantalla de privacidad, en la sala de examen de Maya y se arrancó la bata de papel. Cómo odiaba estos exámenes, pero con el fin de conseguir lo que quería, tenía que lidiar con ellos.
—Es consistente con los resultados del laboratorio—, explicó Maya desde atrás de su escritorio. —No hay nada malo con el útero o las trompas.
—¿Y los óvulos? —, preguntó Yvette mientras se subía los pantalones de cuero muy ajustados, contuvo el aliento, y subió el cierre. Deslizó sus pies en sus tacones de aguja negros. La mayoría de las otras mujeres, se hubiesen partido el tobillo en dos si tuvieran que caminar en sus delgados tacones del diámetro apenas de un centavo, pero se sentía poderosa en ellos. Además, una patada bien colocada con sus tacones, podrían causar graves daños a cualquier agresor.
—Tan frescos y viables como el día en que te convertiste.
Yvette se puso su top negro sobre su cabeza y caminó alrededor de la pantalla, mirando a Maya, que hojeaba el archivo del laboratorio. Durante los últimos meses, se había sometido a una prueba tras otra, para ayudar a Maya a determinar por qué las mujeres vampiros eran estériles y lo que se necesitaría para cambiar eso. No podía negar la dedicación de Maya para el proyecto, a pesar de que ambas no habían iniciado su relación precisamente con el pie derecho.
Después de que Maya había sido convertida en vampiro contra su voluntad, Gabriel, jefe de Yvette, se había enamorado perdidamente de ella. Yvette tenía sus propios ojos puestos en él en ese momento y el hecho de que Maya se hubiera aparecido y se lo hubiera arrebatado en sólo una semana de conocerlo, había dolido.
Pero ninguno de sus anteriores desacuerdos, eran evidentes ahora. Maya, que era un médico antes de que se transformara, se había convertido en una defensora de su causa: encontrar una manera para que las mujeres vampiro pudieran quedar embarazadas. Pero hasta ahora, todas las pruebas habían terminado en un callejón sin salida, ninguna de ellas indicaba la razón de la infertilidad.
—Entonces no lo entiendo. Siempre había asumido que mis óvulos murieron cuando yo fui convertida. Pero si mis óvulos están intactos, ¿por qué no he quedado embarazada? — Había tenido un montón de relaciones sexuales sin protección durante las últimas décadas, no sólo con hombres vampiro, sino también con seres humanos.
Maya hizo un gesto hacia la silla delante de su escritorio, e Yvette se desplomó en ella. —¿Quieres decir que tú no has estado con un hombre desde que nos conocimos?
Eso le puso los pelos de punta a Yvette, a pesar de que ella se había mostrado disponible durante los últimos meses. Pero eso no era asunto de Maya. Era fácil para Maya hablar: tenía un hombre que la amaba y que estaba totalmente caliente por ella, sin importar la hora del día o de la noche. Todo lo que ella tenía eran relaciones insatisfactorias de una noche, y ni siquiera se había molestado en hacerlo en los últimos meses.
—Eso no viene al caso. Tuve mucho sexo con hombres viriles, que de hecho sé que han embarazado a otras mujeres. Sólo ha estado un poco lento últimamente—. ¿A quién quería engañar? Ella no se había interesado en nadie después de que Gabriel había hecho el vínculo con Maya. No es que ella estuviera celosa ni nada… los dos eran realmente el uno para el otro... pero había evitado a los hombres, temerosa de caer con el tipo equivocado nuevamente.
—Escucha, Yvette, estamos en el principio de todo esto. No quiero que te desanimes. Basta con mirar lo que ya hemos descubierto: el útero está hecho del mismo modo que el de un ser humano, lo que significa que la transformación no ha cambiado eso. Eso es una buena noticia. Las trompas de Falopio están abiertas y sin obstáculos, y tus ovarios están llenos de óvulos viables. El laboratorio lo confirmó.
Echó una mirada de esperanza a Maya. —¿Qué pasó con el semen donado?
—Una buena noticia en realidad—. Maya buscó a través de sus papeles y sacó una hoja. —Este es el último resultado. Cuando pusimos el esperma donado en contacto con tus óvulos, tuvo como resultado un óvulo fecundado en el tubo de ensayo. Así que hay una...
—Pero mi cuerpo no puede mantener el óvulo fecundado. ¿Es eso? — Al igual que los otros abortos involuntarios. Yvette apartó los recuerdos. Ella no quería que le recordaran aquellos tiempos. Nadie sabía de su pasado. Y ella no iba a traerlos a la luz ahora. Si Maya sabía de los abortos involuntarios que había tenido como un ser humano, nunca hubiera intentado ayudarla. Habría considerado que Yvette era un caso perdido y dejaría de perder su tiempo en esa inútil misión, pero Yvette no podía renunciar a pesar de los obstáculos.
Maya nunca podía saberlo. Pero Yvette recordaba todo: el dolor y la decepción, así como su corazón roto. Ella había estado casada. Robert había querido una familia: ella y los niños, un perro y un gato, una cerca blanca que rodeara su pequeño patio… lo que había conseguido era una mujer que no podía retener la vida que estaba dentro de ella. El primer embarazo había comenzado bastante bien. Él había estado extasiado. Les había contado a todos que ella estaba esperando. Todos los días la había colmado de flores y otras baratijas. Pero un día, en medio de su primer trimestre, había empezado a sangrar. Había perdido al bebé. Robert estaba decepcionado, pero él había dicho que tratarían de nuevo.
Él la había apoyado en ese entonces. Su marido la había consolado. Yvette había quedado embarazada de nuevo seis meses más tarde. Pero todo había terminado de la misma manera. En su tercer mes, había perdido al bebé. Esta vez, su marido no fue comprensivo. Él la había acusado de poner en peligro deliberadamente el embarazo.
Era ridículo. Sin embargo, no lo había detenido para que la dejara. Ella no era lo suficientemente importante para él. Todo lo que quería era un hijo. Y ella no podía darle eso, por lo que dejó de amarla. Ella no quería que eso volviera a suceder, no había dejado que un hombre se acercara tanto en mucho tiempo. Con el siguiente hombre, quería estar segura de poder darle todo lo que él quería. Entonces no habría ninguna razón para que la abandonara… y no le importaba un comino si el hombre era un ser humano o un vampiro.
—¿Yvette?
Yvette levantó la vista y vio el rostro preocupado de Maya.
—Vamos a tener que ser pacientes. Gozas de buena salud, y no hay razón aparente por la que no puedas quedar embarazada. Voy a tener que averiguar lo que sucede en el cuerpo de una mujer vampiro durante la concepción.
Yvette se levantó y pasó la mano por su pelo corto, puntiagudo, negro. —Lo sé. Es sólo que... bueno, estoy impaciente—. Y maldita sea si no se sentía un poco culpable por haberle ocultado su historial médico a Maya, pero no podía divulgar esa información… o el dolor y el sufrimiento que estaban tan estrechamente asociados con esos eventos. Nadie necesitaba saber que, como mujer, era un fracaso. Bastaba con que se enfrentara a la cruda realidad todos los días. Y la verdad era que no era lo suficientemente mujer para dar a un hombre todo lo que quería. Ni como un ser humano, y ciertamente no ahora como un vampiro.
—Voy a hacer todo lo posible.
—Gracias—. Asintió con la cabeza a Maya por última vez, se dirigió hacia la puerta y subió las escaleras a la planta principal de la mansión victoriana, aliviada de dejar la sala de examen detrás de ella.
Después de vincularse unos meses antes, Gabriel y Maya habían comprado una antigua casona victoriana en Nob Hill, no demasiado lejos de la casa de Samson. Ah, Samson, fundador de Scanguards. Él era otro que había encontrado el amor y la felicidad… con una mujer humana, una mujer con la que estaba esperando su primer hijo. La envidia la atravesaba como un cuchillo cortándola en pedazos. No era un niño lo que anhelaba, sino el amor de un hombre. ¿Y cómo podría un hombre realmente amarla por toda la eternidad si no podía darle todo lo que quería? ¿Si ni siquiera podía satisfacer todas sus necesidades?
—Justo la persona que quería ver—, dijo la voz ronca de Gabriel, saludándola cuando llegó al vestíbulo.
Yvette miró a su jefe. Como era el caso con tanta frecuencia, estaba vestido con unos jeans negros y una camisa blanca. Su largo cabello castaño estaba recogido con una simple cola. Ni siquiera estaba tratando de ocultar la cicatriz en su rostro, que se extendía desde la parte superior de la oreja derecha hasta la barbilla. Le daba una apariencia peligrosa. Sin embargo, debajo de todo, era guapo y más bueno de lo que nadie se pudiese imaginar. No se podía decir lo mismo del hombre que estaba junto a él: Zane.
Al igual que ella, Zane era uno de los guardaespaldas empleados en Scanguards, la empresa de seguridad, propiedad de Samson Woodford. Zane era tan alto como Gabriel, pero su cabeza estaba rapada, y aparte de una sola vez, Yvette nunca lo había visto sonreír o reír. Decir que Zane era brutal y violento sería una descripción modesta, sin embargo, al mismo tiempo, era de la familia, al igual que el resto de los vampiros que trabajaban para Scanguards. Ellos eran la única familia que ella conocía. Los únicos que probablemente alguna vez tendría.
—¿Qué puedo hacer por ti, Gabriel?
—¿Todo bien? —, le preguntó e hizo un gesto hacia abajo, que indicaba el consultorio médico de Maya.
La espalda de Yvette se tensó. —Claro, ¿por qué no podría estarlo?
—Bien, bien.
—Mira, Gabriel, no creo que tengamos que involucrar a Yvette—, interrumpió Zane, sus pies con impaciencia rozaban en el suelo de madera.
Gabriel le interrumpió con un movimiento impaciente de la mano. —Hemos hablado de esto. Tú no podrás utilizar el control de la mente con nuestro cliente. No lo permitiré. Si ella te tiene miedo, es mejor que le asignemos a alguien más.
Yvette levantó una ceja. ¿Un cliente que Zane estaba protegiendo, tenía miedo de…escuchó correctamente…su guardaespaldas? Bueno, ciertamente no era nada nuevo. —¿Tienes una misión para mí?
—Sí. El agente de una joven actriz se ha acercado a nosotros para protegerla, mientras ella está en una gira publicitaria aquí en el área de la Bahía. Ella ha tenido algunas amenazas en su contra. Originalmente asigné a Zane, pero resulta ser que la muchacha se siente intimidada por él.
—Quién lo hubiera imaginado—, murmuró en voz baja Yvette. Zane le lanzó una mirada furiosa que no presagiaba nada bueno para su futuro inmediato.
—Yo podría fácilmente influenciarla, y ni siquiera se daría cuenta de que ella no me soporta—, ofreció Zane. Ella sabía muy bien que a su compañero guardaespaldas no le importaba un comino si le gustaba a alguien o no… más a menudo no… pero su ego estaba herido, porque había sido sacado de un trabajo que le habían asignado. Zane no era un desertor. Podrían decirse muchas cosas malas de él… demonios, Yvette tenía toda una letanía de cosas que podía recitar de un tirón en ese momento… pero ella tenía que reconocer una cosa: era leal y determinado en extremo.
—No usarás tus poderes sobre ella. No hay necesidad; Yvette puede hacerse cargo de tu trabajo, y te asignaré a alguien más.
—Por mí está bien—, respondió Yvette. —¿Qué otras cosas debería saber? — Ella no hizo caso al gruñido de Zane.
—Su nombre es Kimberly. Ella es una joven de veinte años, una actriz en ascenso. Su última película acaba de llegar a los cines, y está haciendo un gran revuelo. Es probable que haya un montón de locos alrededor que creen estar enamorados de ella. Sólo cuida su espalda de los acosadores y mantén a los paparazzi a raya. Ella no está acostumbrada a toda esa atención todavía.
—No hay problema. ¿Cuándo empiezo?
—Mañana por la noche. Hay una fiesta de estreno en el Fairmont. Te enviaré el informe a tu iPhone. Buena suerte.
—Me parece bien. Me pondré en contacto contigo mañana.
Yvette se dirigió a la puerta, la tensión de hormigueo en la nuca le decía que Zane estaba siguiéndola.
—Me voy de aquí—, se quejó Zane.
—Zane—, advirtió Gabriel, la palabra sonaba como una reprimenda.
—¿Qué? — Zane no detuvo su paso.
—¿Mis órdenes están claras?
Dando una respuesta que más parecía un gruñido que una palabra, Zane se detuvo a su lado y trató de tomar la perilla. Yvette fue más rápida y abrió la puerta principal. Entonces se detuvo en seco. Había en la escalera, un labrador dorado que estaba agachado. En el momento en que la vio, se levantó y meneó la cola.
—¿Tu perro? —, preguntó Zane por encima del hombro.
—No. Me ha estado siguiendo durante cuatro meses. No sé lo que quiere—. No era del todo la verdad. Sí, el perro la había estado siguiendo desde que ella y sus colegas habían rescatado a Maya de las garras de un vampiro granuja, varios meses antes. Lo que Yvette no reveló era que había comenzado a alimentarlo.
—Parece que es tuyo—, observó Zane.
Tenía sentido. Desde que había dejado al perro entrar en su casa, en Telegraph Hill, la bestia realmente pensaba que le pertenecía.
—¿Cuál es su nombre? —, continuó Zane sin inmutarse, obviamente disfrutando de su malestar.
—Perro—. Al oírla decir su nombre, las orejas del perro se animaron y su cola se fue a toda marcha. Maldita sea, él incluso le hacía caso.
—Sí, definitivamente es tuyo. Disfrútalo—. Y Zane se fue, caminando por la calle oscura y desierta, desapareciendo en las sombras.
Yvette miró al perro, cuyos ojos inteligentes parecían hacerle una pregunta. Él inclinó la cabeza y parecía como si le había sonreído. ¿Podrían los perros sonreír?
Ella cedió. —Está bien, vamos a casa.
Yvette escuchó menear la cola del perrito golpeando contra el marco de la puerta de madera y abrió los ojos. El haber instalado una pequeña puertecita en la puerta para que el perro pudiera entrar y salir al jardín cuando quisiera, había sido una bendición, sin embargo, también era una maldición. Ahora este callejero, realmente pensaba que pertenecía aquí. Cómo podría deshacerse de él para siempre, ella no lo sabía. Incluso había empezado a ladrarle al cartero, como si el pobre empleado postal estuviera invadiendo su territorio.
—Hola, perro—, le saludó mientras saltaba sobre la cama. Una cosa que con certeza no haría, era darle a la bestia un nombre. Una vez que tuviera un nombre, él nunca se iría.
—¿Aún no es la puesta de sol? — Era una pregunta académica, ni que el perro pudiese responderle, ni tampoco lo necesitaba en realidad. Su propio cuerpo ya le había dicho que el sol se había puesto sobre el Océano Pacífico y que era hora de prepararse para su misión.
Yvette se desperezó, y luego puso sus manos sobre su cabeza. Como cada noche, al despertar, el corte de pelo corto y puntiagudo que mostraba a todo el mundo, se había ido, y en su lugar estaban sus cabellos largos y oscuros. Durante su sueño reparador, el cabello volvía a crecer al mismo largo que cuando estaba el día en que se transformó. Al principio, ella había mantenido su larga cabellera, pero con los años, decidió que no le gustaba más ese aspecto. Parecía demasiado femenina y muy vulnerable.
Entró en su cuarto de baño y tomó las tijeras tendidas sobre el tocador. Incluso sin un espejo, había aprendido en los últimos años cómo cortar su pelo. Tomó un gran mechón en la mano izquierda, cortando con las tijeras con la derecha. En lugar de desechar el pelo en la basura, lo colocó en una bolsa de plástico que tenía enmarcado Hospital de St. Jude, Departamento de Cáncer. Dejaría que alguien más tuviera el cabello largo. A ella no le importaba.
Cuando levantó la cabeza sin el peso de su pelo, sintió como si el dolor de su pasado se levantara con él. Sentía lo mismo cada vez que se despertaba. El pelo largo le recordaba su vida como un ser humano, de su marido al que había amado cuando enterraba su cara en sus largos cabellos cuando hacían el amor. Robert. Su rostro no estaba tan claro dentro de su mente, como lo había estado en los primeros años después de que se habían separado. Casi cincuenta años habían pasado desde entonces. Mientras que el recuerdo de su rostro se había desvanecido en la distancia, el deseo de un hijo, no. O más bien lo que un niño representaba.
Yvette puso su mano sobre su estómago plano. Mientras fue humana, una vida había crecido allí, y no sólo una sino dos veces. Se sentía como una mujer entonces, una mujer que podía darle a su marido lo que él deseara por encima de todo. Durante los breves meses de su embarazo, ella se había sentido querida, no sólo por su marido, sino también por el niño en su interior.
Una locura. Yvette negó con la cabeza y continuó cortandose el pelo. Estaba devastada cuando había perdido el segundo bebé, y Robert no había estado ahí para consolarla. Él la había culpado. Durante un año, había vivido como si estuviera en trance, tomando cualquier droga que pudiera conseguir. El aletargamiento de las drogas, le habían impedido tomar su propia vida. Pero entonces, una noche, ella se había despertado en la casa de un desconocido, drogada hasta los huesos. Le había preguntado si quería vivir para siempre y disfrutar del sexo sin consecuencias. Claro, ella bromeó, todavía bajo los efectos de una potente droga.
Había luchado contra su mordida al principio, pero luego había permitido que la muerte la tomara, esperando que la próxima vida fuera más amable. Sólo cuando se despertó otra vez se dio cuenta de lo que le había sucedido. El extraño la había convertido en un vampiro… un vampiro infértil, un hecho que había tenido que aceptar de la manera más difícil.
Como ser humano, podría haber tenido otra oportunidad de tener un hijo y de hacer a un hombre feliz, como un vampiro, no existía ninguna esperanza. Y los hombres eran hombres, sin importar de qué manera o forma venían. La cogían, y ella los cogía. Pero cuando todo estaba dicho y hecho, incluso su padre le había dado los papeles de emancipación. Demasiado pegajosa, la había llamado. Muy necesitada.
Ya no era así. Ahora era tan fuerte como cualquier hombre vampiro, y nadie volvería a verla de otra manera. La mujer frágil que tenía por dentro, estaba muerta para el mundo.
* * *
Tal como Gabriel le había dicho, la muchacha que Yvette tenía que proteger era joven. Lo que se había olvidado de mencionar es que Kimberly también era extremadamente hermosa. Una punzada de celos golpeó a Yvette en el momento en que puso los ojos en ella. Esta muchacha lo tenía todo: una carrera próspera, belleza, y un cuerpo humano para tener hijos. La vida era cruel. Ahora deseaba que Gabriel hubiera dejado que Zane usara el control de la mente, para que la muchacha se olvidara de su aversión por él. Yvette realmente no necesitaba un recordatorio constante de lo que ella no podía tener. Ella preferiría proteger a algún ejecutivo rico, con sobrepeso y con un mal corte de pelo, olor corporal, y una panza cervecera.
Su consuelo era que la asignación duraría sólo una semana antes de que Kimberly regresara a Los Ángeles para trabajar en su próxima película.
—Esto es mucho mejor—, dijo la muchacha. —Francamente, ese otro hombre, Zane, o como sea su nombre, era realmente muy extraño. No me gustaba en absoluto. La forma en que me miraba, te digo, él me ponía muy nerviosa. Y realmente no me pongo nerviosa. Normalmente. La única vez que realmente me puse nerviosa fue cuando tuve que hacer una audición para...
Yvette giró su cabeza para evitar la charla de Kimberly y miró hacia afuera por la ventana polarizada de la limusina. Grandioso. No sólo Kimberly tenía todo lo humanamente posible, sino que también hablaba constantemente. Sólo esperaba que la joven no contara con que escucharía su charla y le respondería. Juraba que haría que Gabriel le diera un gran cheque como bono por este servicio.
—... Así que le dije, “cuando estaba en el orfanato teníamos ese juego...
Yvette le mostró una falsa sonrisa y asintió con la cabeza como si escuchara atentamente, mientras examinaba lo que ocurría en el exterior. La limusina estaba atrapada en el tráfico en la calle California y avanzaba lentamente en el trayecto hacia el Hotel Fairmont.
—...pensaron que tenía sólo diecinueve años, cuando en realidad tengo ya veintidós, pero no importaba, porque querían a alguien maduro para el papel...
Unas cataratas no podrían haber producido un flujo más constante de palabras. Yvette le dio otra mirada de reojo. Situada en el asiento de cuero, Kimberly llevaba un vestido de noche color rosa. Le quedaba bien. Su cabellera rubia como trigo, caía sobre sus hombros desnudos y parecía perfectamente natural. Sólo el leve olor a productos químicos que llegaban a las sensibles fosas nasales de Yvette, le daba a entender que su rubia cabellera no era el color del pelo natural de Kimberly.
Por primera vez en mucho tiempo, Yvette llevaba un vestido. Le molestaba, pero Kimberly había insistido, diciendo que, si ella se presentaba con un traje de pantalón, sobresaldría como un hongo en un rosal, y todo el mundo pensaría que era de la CIA.
Así que Yvette había hurgado en su placard y había encontrado un pequeño vestido negro que serviría. Era un viejo vestido halter, con un escote y la espalda desnuda. Si alguien se fijaba detenidamente en el vestido, se daría cuenta de que era antiguo. Bueno, no lo llamaban antiguo cuando lo había comprado en los años 60. Por qué se había aferrado a esa cosa inútil que no había usado en casi cincuenta años, no lo sabía.
Tendría que haberlo donado hace años a Goodwill. No se había puesto un vestido o una falda en las últimas décadas, los pantalones de cuero eran su atuendo favorito. Junto con los mismos tacones altos que adornaban sus pies ahora, ella siempre estaba lista para la acción en sus pantalones de cuero. En el vestido halter, aunque de tono negro... el único color con el que se sentía realmente cómoda... no se sentía bien. Como si estuviera fingiendo. Y tal vez lo estaba. Por el bien de su cliente, tenía que fingir que el vestido era un atuendo perfectamente normal en su guardarropa, cuando en su interior la hacía sentir vulnerable. Y a la vista.
—Señora—, interrumpió el conductor su pensamiento. —Yo no creo que podamos ir más lejos. El tranvía parece que se ha averiado y está bloqueando el camino.
Instantáneamente en alerta, Yvette miró a través de los vidrios polarizados, explorando la calle hacia adelante para identificar cualquier peligro inmediato. —Espera aquí—, ordenó a Kimberly y salió del coche. Ella miró hacia la calle y se dio cuenta de que el siguiente cruce estaba bloqueado por el tranvía que subía por Powell Street. Nada parecía estar fuera de lugar. Se había acostumbrado al hecho de que los tranvías viejos sufrían desperfectos de vez en cuando.
El hotel Fairmont estaba a tan sólo una cuadra. Mirando hacia ambos lados de la calle y evaluando los peatones que pasaban rápidamente, determinó que todo se veía como debía ser. Era poca la gente a pie. Yvette bajó la cabeza hacia el coche.
—Vamos a caminar desde aquí. Estará bien.
—¿Estás segura? — preguntó Kimberly, su voz sonó por primera vez entrecortada.
Yvette le ofreció la mano a la joven y la sacó del coche. —Estoy segura. Vamos. No querrás llegar tarde a tu propia fiesta—. Ella cerró la puerta y tocó en la ventana del pasajero, con la otra mano sobre el brazo de su protegida. El conductor bajó la ventanilla al instante. —Te llamaré cuando estemos listas para que nos recojas.
La colina era empinada, pero Yvette sabía que el hotel tenía una entrada lateral, estaba a mitad de la cuadra, y en cuestión de segundos llegaron hasta ella. Prefería las entradas laterales de todos modos… era una de las mejores maneras de escapar a la atención, y de seguro la entrada principal del hotel, estaría llena de cazadores de autógrafos y fotógrafos.
—Aquí—. Ella guio a Kimberly por la puerta lateral a lo largo de un estrecho pasillo hasta que se amplió en un hall de entrada opulenta, lo que mostraba que el hotel era de los finales del siglo XIX.
Los ojos de Yvette examinaban a su alrededor. Camareros y camareras pasaban por la zona, al igual que personas bien vestidas. Se dio cuenta de las miradas que Kimberly recibía y sabía que la gente la había reconocido. A los oídos de Yvette llegaban susurros mientras pasaban.
Cuando encontró la sala donde se llevaría a cabo la fiesta, se dio cuenta de la seguridad que había en la puerta y dejó escapar un suspiro de alivio... por lo menos el estudio de cine había proporcionado una seguridad adicional para revisar a los huéspedes que llegaban y revisar sus identificaciones.
Yvette mostró su identificación de Scanguards.
El guardia asintió y luego sonrió a Kimberly. —Señorita Fairfax, puedo simplemente decir cuánto me gustó la película. Es tan talentosa. ¿Cree que podría darme un autógrafo?
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, al instante Yvette se puso en alerta mientras se cambiaba en posición de combate, lista para derribarlo. Cuando entonces él sacó una tarjeta postal con el rostro de Kimberly impresa en ella, Yvette se relajó ligeramente.