El reto de las exportaciones colombianas - Juan Carlos Carrillo Schönburg - E-Book

El reto de las exportaciones colombianas E-Book

Juan Carlos Carrillo Schönburg

0,0

Beschreibung

El objetivo de El reto de las exportaciones colombianas es explicar cómo el comercio exterior puede impulsar la economía, en lugar de convertirse en un obstáculo para el óptimo desarrollo de actividades que dependen de la consecución de moneda extranjera, como son las importaciones. Con este propósito, a lo largo de estas páginas se hace un análisis crítico del desempeño del comercio exterior en América Latina, en particular el de Colombia, para determinar hasta qué punto es necesario tomar acciones, diversificar e incentivar las exportaciones en la región, sin lo cual será difícil que estas naciones alcancen el desarrollo económico que necesitan y los ingresos per cápita de una economía desarrollada. También se aclara cómo funciona el comercio exterior, qué beneficios puede o no traer a un país y de qué manera esta actividad impulsa una economía hasta hacerla converger con la de los países más desarrollados.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 337

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



El reto de las exportaciones colombianas

El reto de las exportaciones colombianas

Juan Carlos Carrillo Schönburg

Nombre: Carrillo Schönburg, Juan Carlos, autor.

Título: El reto de las exportaciones colombianas / Juan Carlos Carrillo Schönburg.

Descripción: Bogotá : Universidad de los Andes, Facultad de Administración, Ediciones Uniandes, 2020. | Temas de Administración

Identificadores: ISBN 9789587749786 (rústica)

Materias: América Latina – Comercio exterior | Crecimiento económico – América Latina| América Latina – Tratados comerciales | Colombia – Comercio exterior | Colombia – Política comercial

Clasificación: CDD 382.098–dc23

SBUA

Primera edición: junio del 2020

© Juan Carlos Carrillo Schönburg

© Universidad de los Andes, Facultad de Administración

Ediciones Uniandes

Calle 19 n.º 3-10, oficina 1401

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 3394949, ext. 2133

http://ediciones.uniandes.edu.co

http://ebooks.uniandes.edu.co

[email protected]

ISBN: 978-958-774-978-6

ISBNe-book: 978-958-774-979-3

Corrección: Constanza Morales Mair

Diagramación: Vicky Mora

Diseño de cubierta: El Faro

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación.

Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia. Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

A Ana María

Authors

Juan Carlos Carrillo Schönburg es economista de la Universidad de los Andes (1973) y tiene un MBA con especializatión en Mercadeo de la Universidad de Boston (1982). Desde 1990, en que trabajó para Proexport como director de la oficina de Hamburgo, en Alemania, se interesó por los temas de comercio internacional, particularmente, los que atañen a Colombia y su región. En 1998 empezó a enseñar como profesor de cátedra en la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, y actualmente dicta cursos para Educaión Ejecutiva, en pregrado y posgrado, sobre esta temática. Este es su primer libro.

Contenido

Lista de gráficos y tablas

Introducción

Antecedentes históricos

¿Qué pretende este libro?

Parte I

América Latina y su contexto

1 América Latina y su comercio exterior

El modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)

Los acuerdos de Bretton Woods

La industrialización de América Latina

El milagro chileno

Crisis de la deuda latinoamericana

El Consenso de Washington

La apertura de 1991 y la crisis asiática de 1997

Abrir una economía no conduce necesariamente a un mayor crecimiento

El despertar de China

La década ganada o la burbuja de precios de los productos básicos, 2003-2013

2 Crecimiento económico y comercio exterior

La importancia de las divisas

La necesidad de una tasa de cambio adecuada para la exportación

¿De qué otro modo impulsan las exportaciones el crecimiento de un país?

Comercio exterior y crecimiento económico en América Latina

¿Qué tan abierta es América Latina?

¿Qué exporta América Latina?

3 Los acuerdos comerciales en América Latina

Conceptos preliminares

Breve historia de los acuerdos comerciales

Acuerdos regionales en América Latina

4 ¿Qué han hecho otros países?

El papel de las exportaciones en el desarrollo

Estados Unidos

Países asiáticos

Países latinoamericanos

Parte II

El caso colombiano

5 El comercio internacional en Colombia (1900-2018) y la inversión extranjera

1900-1939 – Surgimiento del negocio cafetero

1939-1991 – La Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)

1991-2003 – Apertura y crisis

2003-2013 – La bonanza de productos primarios generada por China

2013-2018 – La caída del sector externo

¿Qué se puede aprender de esta historia?

La Inversión Extranjera Directa (IED)

6 La política comercial en Colombia

Situación reciente de la política comercial colombiana

7 Acuerdos comerciales en Colombia

¿Es necesaria una balanza comercial positiva cuando comerciamos?

Breve recuento de los acuerdos negociados y vigentes

¿En qué medida son buenos estos acuerdos para el sector exportador colombiano?

La importancia de la logística

8 Algunos sectores exportadores de Colombia

El petróleo

Las flores

Las confecciones

El sector automotriz

Conclusiones

La importancia de la diversificación

¿Cuál es nuestro modelo económico?

¿En qué medida han ayudado los acuerdos comerciales?

Somos un país cerrado con una política comercial proteccionista

El futuro de la exportación de productos industriales

La distancia de nuestros vecinos

Una ubicación geográfica privilegiada que se desaprovecha

La IED saca la cara por el sector externo colombiano

El reto de la productividad

¿Qué podemos aprender de otros países?

Referencias

Lista de gráficos y tablas

Gráficos

Gráfico 2.1. Indicadores de apertura. Exportaciones sobre PIB en América Latina

Gráfico 2.2. Exportaciones/PIB históricos en América Latina

Gráfico 2.3. Indicadores de apertura. Exportaciones sobre PIB para Asia

Gráfico 2.4. Indicadores de apertura. Exportaciones sobre PIB para Europa

Gráfico 2.5. Indicadores de apertura. Exportaciones per cápita en América Latina

Gráfico 2.6. Indicadores de apertura. Exportaciones per cápita en Asia

Gráfico 2.7. Indicadores de apertura. Exportaciones per cápita en América del Norte

Gráfico 2.8. Indicadores de apertura. Exportaciones per cápita en Europa

Gráfico 2.9. Indicadores de apertura. Exportaciones per cápita en África

Gráfico 4.1. Crecimiento económico de Chile

Gráfico 4.2. Exportaciones de México (USD 000.000)

Gráfico 4.3. Exportaciones mexicanas de cerveza (USD 000.000)

Gráfico 5.1. Exportaciones e importaciones, 1980-2018 (USD 000.000)

Gráfico 5.2. Petróleo y carbón, % del total de exportaciones (1991-2018)

Gráfico 5.3. Exportaciones e importaciones de China (USD 000.000)

Gráfico 5.4. Precios de productos básicos o commodities

Gráfico 5.5. Exportaciones de Colombia, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 5.6. Exportaciones a Venezuela (USD 000.000)

Gráfico 5.7. Inversión Extranjera Directa (IED) hacia Colombia (USD 000.000)

Gráfico 5.8. Inversión Extranjera Directa (IED) hacia Colombia y el petróleo (USD 000.000)

Gráfico 5.9. Inversión Extranjera Directa (IED) en Colombia por sectores recipientes principales (USD 000.000)

Gráfico 5.10. Inversión Extranjera Directa (IED) de Colombia en el exterior (USD 000.000)

Gráfico 7.1. Acuerdos comerciales y balanza comercial 2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.1. Exportaciones de petróleo de Colombia, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.2. Producción de petróleo en Colombia, 2006-2016 (barriles/día)

Gráfico 8.3. Precios del barril de petróleo Brent

Gráfico 8.4. Exportaciones de petróleo a Estados Unidos, Unión Europea y China, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.5. Exportaciones de flores, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.6. Exportaciones de confecciones, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.7. Exportaciones de confecciones a Estados Unidos, Unión Europea y Venezuela, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 8.8. Exportaciones de la industria automotriz. Principales compradores, 1991-2018 (USD 000.000)

Gráfico 1. Comercio con Estados Unidos (USD 000.000)

Tablas

Tabla 1.1. Crecimiento del PIB de Chile

Tabla 2.1. Crecimiento de América Latina

Tabla 2.2. Exportaciones/PIB históricos para América Latina

Tabla 4.1. Crecimiento económico de Chile

Tabla 4.2. Chile, crecimiento de algunos rubros

Tabla 4.3. Sectores exportadores líderes de Chile, 2017-2018 (USD millones)

Tabla 4.4. Principales países compradores de vino chileno (USD millones)

Tabla 4.5. Crecimiento económico de Brasil

Tabla 4.6. Crecimiento económico de México

Tabla 4.7. Exportaciones mundiales de cerveza 2017

Tabla 5.1. Composición de las exportaciones

Tabla 5.2. Flujos de IED hacia Colombia

Tabla 5.3. Inversión Extranjera Directa (IED) hacia afuera

Tabla 7.1. Índice de Desempeño Logístico, IDL – 2018

Tabla 8.1. Exportadores de flores en el mundo (2013)

Tabla 8.2. Destinos de las flores de Colombia (2018)

Tabla 8.3. Proveedores de flores a Estados Unidos (2014)

Tabla 8.4. Países importadores de flores (2014)

Tabla 8.5. Variedades exportadas en el mundo (2013)

Tabla 8.6. Variedades exportadas por Colombia (2014)

Tabla 1. Exportaciones de productos industriales (porcentaje del total de exportaciones)

Introducción

El 27 de diciembre del 2012, la revista Dinero publicó el artículo “Colombia rompe récord en exportaciones y destinos”. Aquel fue el mejor año para las exportaciones del país en toda su historia: llegó a los USD 60.000 millones. Hasta hoy no se ha vuelto a alcanzar esta cifra (diciembre del 2019). Lo positivo de este logro fue la disponibilidad de moneda extranjera en la economía nacional, lo cual hizo que el peso se valorizara frente al dólar. Esto permitió la compra de importaciones más baratas y redujo el servicio de la deuda externa. Sin embargo, a finales del 2015 ya era otro el panorama: la revista Semana del 19 de diciembre publicó el artículo “¿Qué pasa con la economía?”, en el que se lamentaba el hecho de que los colombianos perdieran una parte importante de su patrimonio medido en dólares; en solo ese año, la devaluación fue del 26 %. En total, entre finales del 2013 y el 2018, el peso se devaluó en un 40,7 % (Banco de la República, 2018; cálculos del autor).

Este cambio tan abrupto en las condiciones económicas impactó los planes de gasto del Gobierno (recibió menores dividendos de Ecopetrol), los negocios de importación (reducción de sus márgenes y factibilidad) y la disponibilidad de moneda extranjera entre el público en general (encarecimiento del turismo internacional, entre otros). Afortunadamente, gracias a la tasa de cambio flotante frente a las principales monedas extranjeras, la economía ajustó los precios y obligó a todos los participantes en el mercado —exportadores, importadores, vendedores y compradores— a negociar con base en la nueva realidad.

La parte de la economía internacional que no reaccionó fue la de la exportación. A pesar de la devaluación que sufrió el peso, las cifras de esta subieron muy lentamente en los años siguientes, a un ritmo menor que el de las importaciones.

El objetivo de este libro es explicar cómo el comercio exterior puede impulsar la economía, en lugar de convertirse en un lastre para el desarrollo normal de actividades que dependen de la consecución de moneda extranjera, como son las importaciones. Con este propósito, se hace un análisis crítico del desempeño del comercio exterior en América Latina, en particular de Colombia, para determinar hasta qué punto es necesario tomar acciones, diversificar e incentivar las exportaciones en la región, sin lo cual será difícil que estas naciones adquieran el desarrollo económico que necesitan y los ingresos per cápita de una economía desarrollada. También se aclara cómo funciona el comercio exterior, qué beneficios puede o no aportar a un país y de qué forma esta actividad impulsa una economía hasta hacerla converger con los países desarrollados.

Antecedentes históricos

El papel del comercio exterior como motor de la economía se hizo evidente con la llegada de la revolución industrial a Gran Bretaña, en el siglo XVIII. Lo que hasta ese momento había sido la suma de actividades artesanales a nivel de hogar se comenzó a remplazar por trabajo organizado en lugares centrales como fábricas, donde las actividades desarrolladas alcanzaron niveles especializados, aumentaron la productividad e incrementaron la riqueza.

Paralelamente, los fabricantes vieron la necesidad de buscar mercados para los productos que se elaboraban cada vez más eficientemente y en mayores cantidades. El desarrollo en el sector del transporte facilitó el traslado de los productos en barcos a vapor y trenes, inicialmente a las colonias que tenía Gran Bretaña en todo el mundo y, más adelante, a otros países.

Esta actividad comercial hizo de Gran Bretaña el imperio más rico y poderoso del planeta durante la última mitad del siglo XIX; un primer ejemplo de cómo la actividad industrial, aplicada a ciertos productos, desarrolla la economía de un país. Con el tiempo, los ingleses se dieron cuenta de que no les convenía un mundo mercantilista, invadido de barreras comerciales como los aranceles. Entre 1815 y 1846 erigieron un sistema, conocido como corn laws o leyes de granos, que protegía la producción de alimentos y granos a fin de favorecer los productores domésticos con precios más altos. Al fracasar la cosecha de papa en Irlanda, el primer ministro inglés, sir Robert Peel, abolió dichas leyes en 1846. Esto dio paso a una época de relativo libre comercio en Gran Bretaña, y gradualmente en el resto del mundo, como parte de la primera era de globalización (1850-1914). Los grandes beneficiados fueron los fabricantes, quienes lograron conseguir alimentos más económicos para sus tropas de obreros.

El resto de Europa no se quedó atrás. Ante el éxito de Gran Bretaña, países como Bélgica, Francia y Holanda ingresaron a la industria fabril en diferentes campos. Se destaca el caso de Alemania, con la empresa Bayer, que abrió sus puertas a la industria farmacéutica, la química industrial y al desarrollo del caucho sintético. En el sector de la electricidad, Siemens se posicionó rápidamente como negocio preeminente. En cuanto a la industria de acero y la fabricación de armas y ferrocarriles, entre otros, se destacaron Alfred Krupp, el “rey de los cañones”, la familia Stinnes y la empresa Thyssen. Más adelante, con la invención del automóvil por Karl Benz en 1885, entraron al negocio figuras como Gottlieb Daimler, quien hizo el primer prototipo viable de la idea presentada por Benz, y Rudolf Diesel, creador de un motor de combustión interna alternativo (Watson, 2010, p. 355). Estos países también buscaron mercados internacionales para sus productos.

Estados Unidos, por su parte, imitó la industrialización de los británicos, con un elemento de más: la simplificación de la producción para servir a un mercado masivo (Morris, 2012). En el siglo XIX construyó barcos para luchar contra los ingleses en el lago Ontario y produjo armas con innovaciones, como la intercambiabilidad de piezas. Esto simplificó y redujo el costo del proceso de producción y permitió el intercambio de piezas entre productos; hasta entonces, cada producto era único e irrepetible y todas sus piezas eran exclusivas. La experticia estadounidense se hizo evidente no solo en barcos y armas, sino también en los textiles —con maquinaria de inspiración inglesa, que luego perfeccionarían—, muebles y objetos como relojes de mesa, máquinas de coser y máquinas de escribir. Estados Unidos complementó su presencia en el mercado internacional con materias primas como el algodón, convirtiéndose en el principal proveedor de Gran Bretaña.

El desarrollo de estos países innovadores requería asimismo de nuevos proveedores para la alimentación de sus obreros y la consecución de materias primas, como algodón, carbón, hierro, carne, lana, trigo, café, cacao, entre otros, para la fabricación de sus productos. Países como Australia, Nueva Zelanda, Argentina y Uruguay empezaron a enviar cantidades cada vez mayores de dichas materias primas a los países recién desarrollados. Esto permitió subir los salarios y el valor de los productos que sus economías generaban. La segunda mitad del siglo XIX fue una época de rápido crecimiento económico en todo el mundo, gracias a la incorporación de las máquinas al proceso fabril.

Sin embargo, este crecimiento se vio truncado por las dos guerras mundiales y la Gran Depresión de 1929. Argentina, Uruguay y otros países latinoamericanos sufrieron un deterioro en los términos de intercambio (relación entre los precios de exportaciones sobre los de importaciones) y se dificultaron sus posibilidades de converger con las economías de los países desarrollados.

Siguiendo las ideas de Raúl Prebisch (1963) —economista argentino que fue presidente del Banco Central de su país en la década de los cuarenta— y su modelo de industrialización por medio de la protección del mercado interno, para aprender a producir y sustituir lo que se importa, América Latina dejó de buscar el crecimiento económico por vía de la competencia abierta con los demás países y se cerró por un tiempo, con el fin de proteger los esfuerzos de sus industrias aprendices. Esto no era nuevo. De hecho, todos los países que se industrializaron después de Gran Bretaña recurrieron, en mayor o menor medida, a la protección de sus mercados mediante aranceles. La idea era permitir que las empresas tuvieran ingresos superiores —el arancel les permitía subir sus precios prácticamente hasta el valor del propio arancel— para poder reinvertir en sus negocios y fortalecerlos. Esto se denominó protección de industrias infantes y fue utilizada por muchos países, entre ellos Estados Unidos, Japón, Italia y Rusia, donde ya existían aranceles altos desde la segunda mitad del siglo XIX (Frieden, 2006, p. 62).

Los problemas de dicha protección fueron, principalmente, la transferencia de ingresos, de consumidor a productor, y el alejamiento del país de sus ventajas comparativas, debido a que se producían artículos de aranceles altos, en lugar de aquellos que se fabricaban de manera más productiva. Lo primero significaba que los precios de los artículos protegidos serían mucho más costosos, lo cual implicaba un mayor gasto para el consumidor y menor competitividad para el productor, dependiendo de si se trataba de una materia prima o de un bien en proceso. Lo segundo podía conducir a que el país descuidara sus sectores más eficientes, simplemente porque existía la oportunidad de fabricar artículos protegidos.

En qué medida contribuyó dicha protección a una industrialización más rápida es aún motivo de debate (Frieden, 2006, p. 67). Para América Latina, como se verá a lo largo de este libro, la decisión de adoptar la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) tuvo consecuencias positivas y negativas. Es un hecho que la región se alejó de las posibilidades de construir sectores exportadores fuertes —como sí lo lograron Japón y sus seguidores asiáticos— y perdió un tiempo valioso que necesitaría más tarde para evitar que China avasallara su precaria e inexperta fuerza industrial exportadora.

América Latina también perdió la posibilidad de aprender a competir sin tanta protección arancelaria al no aprovechar los acuerdos multilaterales negociados por el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés), de 1948 a 1995. Como el modelo escogido fue el de la Industrialización por Sustitución de Importaciones, no se aplicaba la reducción de aranceles y barreras que hacía el GATT por medio de las ocho rondas negociadas. Esto condujo a que, hacia finales del siglo XX, los aranceles de los países del hemisferio norte llegaran a un nivel del 3 % en promedio y que los aranceles de Latinoamérica, con excepción de Chile, fueran tres o cuatro veces dicho porcentaje. Como se verá más adelante, cuando países como Colombia iniciaron su apertura, a comienzos de los años noventa, el arancel promedio a las importaciones disminuyó drásticamente: de más de 50 % a menos de 12 %. Pero, en el caso colombiano, dicha reducción se compensó más tarde por medio de un incremento significativo en las barreras no arancelarias, las cuales siguieron protegiendo a muchos sectores industriales, hasta la fecha.

La llegada de la bonanza de los productos básicos o commodities, entre el 2003 y el 2013, representó un alivio fiscal y de moneda extranjera para todos los gobiernos de la región, desde Colombia hasta Argentina. Desafortunadamente, los gobernantes de turno quizá pensaron que este era el nuevo modelo económico esperado y que no debían preocuparse más por la falta de recursos para impulsar a los países. Brillaron por su ausencia los fondos soberanos de ahorro para los gastos contracíclicos, los cuales se requerirían cuando la situación cambiara y se necesitara impulsar la economía.

En consecuencia, esta bonanza contribuyó a que sobrevivieran gobiernos no viables que lograron prolongar su permanencia, para desgracia de sus poblaciones. El caso de Venezuela es el más patente.

El hecho es que, al finalizar la bonanza, todos los gobiernos latinoamericanos tuvieron que buscar soluciones para unos sectores externos que, de un momento a otro, dejaron de ser superavitarios y no podían financiar al Estado con los jugosos impuestos o dividendos de las empresas estatales.

¿Qué pretende este libro?

Este libro analiza cómo Colombia se dejó llevar por la ilusión de que sus productos primarios harían crecer su economía hasta converger con la de los países más desarrollados. También muestra que los demás países de la región tuvieron el mismo sueño y todos, desde Brasil hasta Ecuador, cayeron en la misma trampa.

Además de dicho análisis, se tratan diferentes aspectos del comercio exterior de Colombia y de América Latina a fin de determinar la manera en que se podría corregir la situación actual —en que las exportaciones son menores de lo que solían ser y con frecuencia menores que las importaciones— para que el sector externo de la economía sea un verdadero motor de desarrollo.

Se abordan temas como el de la Inversión Extranjera Directa (IED), en la que Colombia presentó progresos reales desde el comienzo del siglo XXI. Es de especial interés el avance logrado, tanto en la inversión dentro del país por parte de extranjeros (IED interna), como en la de los empresarios colombianos hacia otros países (IED externa). Esto ubica a Colombia en cuarto lugar en América Latina, después de Brasil, México y Chile. El final de la primera parte da cuenta de lo ocurrido en otros países con su sector externo, el desarrollo de su economía y, particularmente, con sus exportaciones.

El libro está dividido en dos partes, además de la introducción y las conclusiones. La primera parte se concentra en América Latina, el entorno en el cual se mueve Colombia y las circunstancias que comparten los países de la región frente al resto del mundo. La segunda parte estudia a Colombia y pretende hacer un diagnóstico de lo que ha sucedido con nuestras exportaciones y de por qué son aún una fracción de las de otros países en desarrollo, tanto en términos per cápita como en porcentaje del PIB. Además, presenta una corta discusión sobre la importancia de la logística para el desarrollo de un comercio internacional fuerte y algunos ejemplos de sectores exportadores colombianos.

El propósito final de este libro es resumir, en un solo documento, las perspectivas más recientes (2019) del sector externo colombiano y de sus exportaciones en particular, revisar el trayecto recorrido para entender el proceso y justificar el estado de cosas. Con esto se busca corregir la información que tiende a sobrevender la situación actual para hacernos creer que lo que se ha logrado es más que lo que falta por hacer.

Se escribió con el objeto de acompañar los cursos de Negocios Internacionales y Mercados Emergentes que ofrece la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes. La ausencia de un documento que resuma la situación colombiana es el principal aliciente para completar esta obra. Tiene como público objetivo a las personas interesadas en este tema. Para facilitar su lectura, se explicaron los términos y conceptos que no son del manejo habitual de una persona con estudios universitarios.

Una aclaración final: todas las cifras monetarias contenidas en este texto están en dólares estadounidenses.

Parte I

América Latina y su contexto

Los siguientes cuatro capítulos describen a grandes rasgos la situación actual del comercio internacional de la región. No es sorprendente que los países latinoamericanos compartan las oportunidades de tener grandes riquezas naturales, así como también las amenazas resultantes de su dependencia excesiva en los productos primarios derivados de dichas riquezas.

Después de un recuento histórico preliminar, el capítulo primero presenta un análisis de la relación entre el crecimiento económico de un país y su comercio exterior. Lo que parece una relación causal entre las dos variables es, de hecho, más compleja y en algunos casos inexistente. El capítulo segundo estudia cuán abierta es realmente América Latina en comparación con los demás países del mundo.

El capítulo tercero describe la situación actual de los acuerdos comerciales en el mundo e incluye un breve análisis de los acuerdos regionales latinoamericanos. Esta primera parte cierra con algunos ejemplos de lo que otros países han hecho para mover su economía en el sector externo. Se narra el caso de éxito de Corea del Sur, con sus productos manufacturados de alta calidad y sus aciertos y tropiezos en el esfuerzo por convertirse en un país desarrollado; el caso de Chile, con su adopción del modelo neoliberal para hacer crecer su economía; el de Brasil, cuya agricultura se destaca a nivel mundial por su productividad; el de México, mejor exportador de manufacturas de la región y, por último, el caso de Perú, que al imitar a Chile se convirtió en un buen competidor en el sector de vegetales y frutas.

Capítulo 1

América Latina y su comercio exterior

La primera era de globalización se podría enmarcar entre 1850 y 1914. Fue la primera oportunidad que tuvo América Latina de exportar bienes diferentes a los metales preciosos, codiciados por los españoles en la época de la conquista.

La demanda creciente de productos básicos (carne de res, lana, trigo, café, banano, entre otros), resultado de los notables avances en la productividad por la mecanización de la producción, dio lugar a un superciclo de precios altos que benefició a algunas naciones suramericanas, en especial Argentina, Uruguay y Chile. Las naciones europeas, en particular Gran Bretaña, como precursora de la revolución industrial, no solo fueron compradores de estos productos sino, en muchos casos, inversionistas y productores en las naciones latinoamericanas. Tal es el caso de la industria cárnica en Argentina, que contaba con los ingleses como uno de sus propietarios principales. Por tener una de las tierras más fértiles del mundo, el país austral era un imán para europeos en busca de buenas oportunidades de negocio. El impacto que esto tuvo en sus respectivas economías se ve en ciudades como Buenos Aires o Montevideo y se puede dimensionar al constatar que Argentina fue la sexta nación en el mundo, en términos de PIB, para el año 1900.

Por otra parte, países como México, Perú y Bolivia se beneficiaron de la venta de sus metales, Chile, de sus nitratos, y Colombia, de café y algo de tabaco (Gallagher, 2016, p. 18); nada comparable a la riqueza argentina, pero un comienzo en los ejercicios de comercio exterior.

La época entre guerras (1914-1945) trajo una crisis tras otra, en buena medida por la inepta negociación del Tratado de Versalles de 1919, al terminar la primera guerra. El deseo predominante de los franceses e ingleses de castigar de manera ejemplar a Alemania y la inflexibilidad norteamericana, frente a la posibilidad de condonar la deuda contraída por los alemanes durante el conflicto de cuatro años, llevaron a que se les exigiera a los perdedores una suma que, si bien no se cuantificó con exactitud en el tratado, era demasiado elevada para una nación destruida física y económicamente.

Para muchos, las reparaciones exigidas a Alemania explican el florecimiento del nacionalsocialismo, de 1920 a 1930, y la Segunda Guerra Mundial. Deutschland über alles fue el resultado desafortunado de las humillaciones sufridas por una nación orgullosa, pero responsable de haber causado el primer gran conflicto del siglo XX.

En términos económicos, el final de la primera guerra trajo gran inestabilidad, en particular por el desmoronamiento del patrón oro. Desde la segunda mitad del siglo XIX, el acuerdo tácito entre los bancos centrales de las principales naciones limitó la masa monetaria en circulación al oro que cada país tuviera en su posesión. El precio de este oro en moneda local se estableció como tasa de cambio entre los países que habían adoptado el patrón oro. Esto simplificó de forma sustancial los flujos de moneda extranjera entre los países y su intercambio comercial. Por ejemplo, Dani Rodrik, en su libro, The Globalization Paradox (2011), explica que el patrón oro daba las paridades de las monedas a 113 granos de oro por libra esterlina y 23,22 granos por dólar americano (p. 34); esto quiere decir que la tasa de cambio entre los dos países era de 4,87 dólares por libra esterlina.

Ante la incertidumbre sobre la capacidad de los países de mantener sus reservas de oro, se produjo una serie de “devaluaciones competitivas”, así llamadas porque buscaban recuperar la capacidad de competir internacionalmente, la cual se perdió debido a la revaluación relativa de sus monedas frente a los países que tenían más problemas económicos; en concreto, Gran Bretaña tuvo que retirarse del patrón oro durante los años de guerra. No obstante, en 1925, Winston Churchill logró lo que la mayoría de los grupos políticos consideraba deseable: restablecer el patrón oro a la tasa de cambio de preguerra de USD 4,87 (Conway, 2014, p. 69). Esto implicó extraerle masa monetaria a la economía, por medio de recortes a precios y salarios, con el fin de alinear nuevamente la moneda, un proceso que fue muy doloroso para la población inglesa.

Los franceses, en cambio, aprovecharon la posguerra para remarcar su moneda: la devaluaron hasta lograr que su economía restableciera su capacidad competitiva. Mientras tanto, Estados Unidos, que no había abandonado el patrón oro, se daba el lujo de “esconder” en sus bóvedas lingotes de oro, que poseían cada vez en mayor cantidad, dados sus superávits comerciales y de flujo de capital; es decir, recogían dinero de la economía simultáneamente con el fin de prevenir brotes inflacionarios, al contrario de lo que se esperaba de un país que se regía por el patrón oro.

Todo esto afectó el comercio exterior de los países desarrollados del momento y, por lo tanto, tuvo un gran impacto sobre las economías latinoamericanas. Además, la Gran Depresión de Estados Unidos, consecuencia de la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, solo agravó la situación.

El modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI)

Durante el período de entreguerras, las naciones latinoamericanas, como tantas otras de Asia y África, dependieron de sus productos básicos (minerales, materias primas agrícolas, alimentos sin valor agregado, entre otros). Los precios tendieron a ser volátiles y esto hizo que el ingreso de moneda extranjera se tornara variable. Estas divisas eran necesarias para surtirse de otras materias primas que las naciones no poseían: bienes de capital y artículos de consumo que no tenían la capacidad de fabricar.

Para una nación en desarrollo, el peligro de quebrar o “entrar en default” consiste en quedarse de un momento a otro sin moneda extranjera suficiente para pagar sus deudas, comprar materias primas que requieren de procesamiento para su consumo interno, o importar aquellos bienes que no se producen en el país. Cuando existen varias fuentes de moneda extranjera es posible que, al escasear la entrada de recursos extranjeros por las exportaciones, estos ingresen a través de la Inversión Extranjera Directa (IED), la inversión de portafolio, las remesas de ciudadanos residentes en países más desarrollados o incluso por otros canales ilegales como la droga. Si las divisas no se pueden conseguir por medio de estas fuentes, es necesario endeudarse con alguna entidad financiera, bien sea un banco comercial o un banco multilateral, como el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Durante el siglo XX, todos los países latinoamericanos sufrieron un déficit de divisas, que necesitaban con urgencia para mejorar sus economías y solo conseguían a manos llenas cuando había bonanzas debido a los altos precios de los productos básicos que exportaban. El resto del tiempo, se veían forzados a recortar sus compras al exterior, a limitar el desarrollo de sus economías y el nivel de consumo de sus habitantes, o a endeudarse. Más adelante veremos que, a comienzos de los años ochenta, esto conduciría a una crisis general en la región.

Raúl Prebisch, director de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 1950, observó que, durante la Gran Depresión de 1929, los precios de los productos primarios cayeron mucho más que los de los productos manufacturados. Esto lo llevó a pensar que existía una dependencia entre los países en desarrollo que exportaban productos básicos y las naciones desarrolladas. A su modo de ver, la única forma de romper esa situación estructural era por medio de la implementación de un modelo de desarrollo que obligara a los países a producir industrialmente algunos de los productos que importaban. La forma de lograr esto sería cerrando la economía mediante la aplicación de altos aranceles y controles, de manera que los productores internos pudieran prosperar, capitalizarse y, con el tiempo, competir con el resto del mundo. Sin embargo, esto último no se conceptualizó explícitamente. A este modelo se le dio el nombre de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).

Prebisch promovió su modelo de desarrollo desde su cargo de director de la CEPAL. Dicho modelo fue inicialmente acogido por casi todos los países latinoamericanos, los cuales reconocieron las oportunidades de industrialización que representaba. Sin embargo, con el tiempo también se implementó en países de Asia y África y se convirtió en el modelo de preferencia de los países en desarrollo. Este modelo sería posteriormente desbancado por el modelo japonés y su adaptación por parte de otros vecinos asiáticos, con el que se alcanzó un éxito económico no visto con la ISI.

Los acuerdos de Bretton Woods

En el verano de 1944, cuando se vislumbraba el final del conflicto mundial, se reunieron en esta localidad de New Hampshire, Estados Unidos, los delegados de 44 países para discutir propuestas sobre las medidas que se debían tomar para que la economía mundial creciera como antes de las dos guerras. Estados Unidos era la nueva potencia que, a pesar de haber sufrido una profunda y larga depresión, salía de la guerra con una industria intacta y con el beneficio de haber vendido a sus aliados una producción agrícola y armamentos que ayudaron a sostenerlos durante veinticinco años. Fue el país anfitrión de la reunión, junto con una delegación británica, por ser su país el líder económico mundial más reciente. Las dos personalidades estrellas fueron el economista británico, John Maynard Keynes (1883-1946) —quien alcanzó renombre por su libro, Las consecuencias económicas de la paz (1919), en el cual denunció el enorme error cometido en Versalles (1919) al obligar a Alemania a pagar grandes reparaciones de guerra a los vencedores, y Harry Dexter White (1892-1948), quien, en su calidad de anfitrión, coordinó las propuestas y discusiones que tuvieron lugar en el Hotel Mount Washington a lo largo de tres semanas.

La delegación latinoamericana fue numerosa. De Europa asistieron once países, mientras que diecinueve países latinoamericanos enviaron delegados. Según Ed Conway, en su libro sobre la conferencia, The Summit (2014), los aportes de los delegados latinoamericanos se redujeron a buscar una mayor participación de la plata frente al oro (México), a ser los mejores cantantes y bailadores (Cuba, Guatemala) y a servir de peones para que los norteamericanos consiguieran los votos necesarios para sus propuestas (p. 261).

Lo que salió de esta reunión fue la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI), como prestamista de última instancia del Banco Mundial, institución financiera encargada de la reconstrucción de las economías devastadas por la guerra, y el lanzamiento del “patrón dólar” que sustituyó al patrón oro. Este “patrón dólar” sería el dólar americano atado al oro, a USD 35 la onza, con las demás monedas atadas al dólar. La ventaja que se buscaba frente al anterior patrón era la de generar estabilidad sin la rigidez que suponía fijar su moneda al metal. De esta manera, los países podían devaluar sus monedas frente al dólar, de ser necesario por razones competitivas. Más adelante se creó el GATT, el cual se encargaría de negociar la apertura de los mercados y entraría en vigencia en 1948.

A pesar de las fuertes discusiones y el caos que reinó durante la conferencia, las instituciones de Bretton Woods lograron el cometido de darle confianza y estabilidad a los mercados. Si bien el patrón dólar desapareció en 1971, cuando el presidente Nixon decidió romper la atadura del oro y dejar flotar la moneda estadounidense, muchas de las iniciativas que se tomaron en aquella conferencia aún sobreviven.

La industrialización de América Latina

De 1950 a 1973 se vio un crecimiento económico en casi todos los países del mundo, en parte debido a las políticas adoptadas en Bretton Woods. La reconstrucción de las economías europeas destruidas por la guerra, el avance económico de Estados Unidos, que reorientaba su capital industrial para producir automóviles, electrodomésticos y viviendas, y el buen momento de Rusia, que con sus adelantos en tecnología lograba luchar palmo a palmo con los norteamericanos en muchos frentes, hicieron que la economía mundial avanzara a buen paso.

Aquellos años se conocen como la época dorada de la economía mundial (Levinson, 2016, caps. 1-3; Wolf, 2004, pp. 106-134). El paradigma vigente era el keynesianismo; es decir, la intervención del Estado para regular el funcionamiento de la economía. De esto no estaba exenta Latinoamérica. El Estado se encargaba de cerrar los mercados con altos aranceles y otras medidas de protección, como cuotas, licencias previas y, en algunos casos, la abierta prohibición a la importación. El propósito de esto, como se explicó, era incentivar la creación de industrias que manufacturaran los artículos que antes se importaban.

Los resultados fueron mixtos. En países como Colombia, la industrialización fue exitosa y la economía creció a 4,8 % anual promedio entre 1945 y 1986 (con un per cápita de 2,3 %). Empezaron a aparecer grandes industrias en los sectores de bebidas y alimentos, cerámica, empaques, automóviles y farmacéutico. Los últimos tres sectores tuvieron una fuerte presencia de capital extranjero que impulsó el desarrollo de las nacientes multinacionales norteamericanas y europeas, las cuales se instalaron en el país para usufructuar un mercado pobre pero creciente, a precios de monopolio. Algunas de estas empresas lograron exportar a los países vecinos: para el período de 1970-1974, las manufacturas representaron 21 % de las exportaciones, contra el período de 1960-1964, en el que fueron de solo 3 % (Ocampo, Bernal, Avella y Errázuriz, 2012, p. 251).

En Brasil, la Industrialización por Sustitución de Importaciones también tuvo un fuerte impacto y la economía creció por momentos con mucho empuje, particularmente en la época de la dictadura militar (1964-1985). Durante esos años se logró un crecimiento promedio anual sin parangón en nuestra región: 7,95 % (Reid, 2014, p. 99).

Chile no tuvo la misma suerte con dicho modelo. Su crecimiento de 1950 a 1970 fue apenas de 3,8 % anual promedio (1,6 % per cápita), claramente insuficiente para un país pobre con una oferta de bienes limitada. Esto se traduciría en brotes de inflación, que se acentuaron a finales de los años sesenta y con el ascenso al poder de Salvador Allende, en 1970.

Perú tampoco encontró en la ISI una respuesta a su búsqueda de modelo. Se aplicó a partir de 1945, pero la falta de capital extranjero causó grandes déficits y un endeudamiento alto. La llegada del dictador militar Juan Velasco, en 1968, dio inicio a una época de fuga de capitales y nacionalismo extremo. Se impuso el consumo de productos peruanos, pero estos eran de baja calidad y sus precios, muy altos.

El caso de Argentina es interesante. Su liderazgo durante la primera era de globalización (1850-1914), gracias a la fertilidad de su pampa, le permitió abastecer a Gran Bretaña de carne, trigo, lana y algodón. Sin embargo, para 1930, como consecuencia del desmoronamiento de la economía mundial, el país sufrió la caída de sus exportaciones y no pudo seguir importando al mismo ritmo los artículos manufacturados del mundo desarrollado. Esto dio pie a lo que Mario Rapoport (2007) denominó la industrialización espontánea (1930-1945). Al caer las exportaciones debido a la guerra, los terratenientes pampeanos invirtieron, por necesidad, sus capitales provenientes de las exportaciones de manufacturas locales. Entre los sectores que florecieron figuran los textiles (lana y algodón local), la metalurgia liviana y los alimentos procesados. Se creó entonces una economía dual: la agroexportadora, para conseguir divisas, y la industrial, para abastecer el mercado interno.

El primer período del peronismo (1946-1955), con su modelo de alta intervención del Estado e independencia económica, reforzó la industrialización con políticas de gobierno. Emergieron las ensambladoras de automóviles, los electrodomésticos y otros artefactos eléctricos, como cables y lámparas, entre otros. Se crearon industrias básicas y surgieron los capitales extranjeros en la industria. Con el desarrollo del mercado interno también se presentó la oportunidad de exportar algunas manufacturas, lo cual es significativo pues demostró capacidad competitiva en el mercado internacional. Si bien hubo brotes inflacionarios (1945-1963) y crisis de balanza de pagos (1964-1974), la economía creció sin interrupción a un promedio del 5 % anual. Sin embargo, ante los problemas políticos y el enfrentamiento del peronismo con la Iglesia Católica y los miembros de la oposición, se produjo uno de los tantos golpes militares de aquellos años.

La dictadura militar (1976-1983) y el modelo económico neoliberal desmoronaron la estructura industrial y financiera lograda. Cabe resaltar que no es la industrialización la que se agota, sino el modelo político que la sostiene. De acuerdo con Rapoport, “mientras que entre 1949-74 el PIB argentino creció 127 % y su PIB industrial 232 %, entre 1974-99 el PIB argentino creció 55 % y su PIB industrial sólo un 10 %” (2007, p. 17).

México, por su parte, constituye otro ejemplo de lo decisiva que fue la sustitución de importaciones en América Latina. El llamado “milagro mexicano” abarcó el período comprendido entre 1940 y 1970. El final de la Segunda Guerra Mundial trajo una amplia demanda de petróleo por parte de Estados Unidos, que produjo una bonanza, entre 1940 y 1956, básicamente como resultado de un crecimiento hacia afuera. Se empezó a observar un desarrollo industrial incipiente y un crecimiento fortalecido que, entre 1947 y 1952, alcanzó un promedio anual de 5,7 %. En el período de 1956-1970 se dio un giro de 180 grados y se reforzaron las políticas de la ISI; el crecimiento se dirigió hacia adentro y dependió del mercado interno. Los resultados de la economía durante esos años no fueron malos: 3,46 % de crecimiento en promedio1