El retorno de saturno - Ayelen Romano - E-Book

El retorno de saturno E-Book

Ayelen Romano

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"Saturno tiene el poder de revolucionar nuestra vida. Durante su retorno pasamos por infinidad de pruebas y desafíos, dejamos atrás imposiciones sociales y familiares, y descubrimos una nueva versión de nosotros mismos. ¿Cómo transitarlo para volverte la persona que deseás ser? A través de una perspectiva consciente y feminista, la fantástica Ayelén Romano (@_venusandmars) te ayudará a comprender los ciclos del planeta del tiempo y la clave para desarrollar tu potencial."

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Seitenzahl: 364

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Saturno tiene el poder de revolucionar nuestra vida. Durante su retorno pasamos por infinidad de pruebas y desafíos, dejamos atrás imposiciones sociales y familiares, y descubrimos una nueva versión de nosotros mismos.

 

¿Cómo transitarlo para volverte la persona que deseás ser?

 

A través de una perspectiva consciente y feminista,

la fantástica Ayelén Romano (@_venusandmars) te ayudará a comprender los ciclos del planeta del tiempo y la clave para desarrollar tu potencial.

 

 

Ayelén Romano

Escritora, astróloga y tarotista que nació en 1992 en Buenos Aires. Estudió Comercio Exterior (Universidad Nacional de La Matanza y UCES) y actualmente se encuentra estudiando Relaciones Internacionales. Tiene una Diplomatura en Estudios de Género (UTN), una Diplomatura Superior en Historia de las Religiones y Espiritualidades (Universidad de San Isidro) y es Experta Universitaria en Mercado de Capitales (UTN).

A lo largo de su vida ha abierto varias líneas de investigación relacionadas a la caza de brujas, el esoterismo y la astrología, temas de los cuales habla también en sus redes sociales (@_venusandmars).

Tuvo columnas en diversas radios, fue la VJ de astrología del canal MTV haciendo programas especiales para cada signo, y tiene dos podcasts: Club de Brujas sobre esoterismo y Jurassic Love, sobre música y cultura pop. Es autora Refugio Celestial y Cuerda Planetaria, y coautora de Club de Brujas. A futuro busca escribir ficciones.

Su vida ha sido atravesada por el estudio de idiomas (como el inglés, francés y portugués), la ávida lectura de libros y la música.

Socialmente se encuentra interpelada por la militancia feminista, la salud mental y el movimiento LGBTQ+ de lo cual habla constantemente en sus redes.

“Una derrota peleada vale más que una victoria casual”.

José de San Martín

 

 

“Time

mystical time

cutting me open

then healing me fine”.

Taylor Swift

 

 

Para Julián, mi compañero y saturnino favorito.

 

SALIR DEL LABERINTO POR ARRIBA: un prólogo por AstroMostra

Saturno, ¡qué miedo! En todos estos años como astrólogo, siempre que empiezo a hablar de los atributos de Saturno, o muestro alguna de sus representaciones pictóricas tradicionales, o hablo del “Señor de los límites” o algo por el estilo, siempre, siempre, siempre alguien me contesta: ¡QUÉ MIEDO! Desde el retorno de Saturno hasta el mito de Cronos comiéndose a sus hijos, la cultura occidental entera ha ubicado el lugar de los miedos en Saturno. Las astrologías más anticuadas generalmente se despachan con todo tipo de fatalismos a la hora de hablar de este planeta y su paso por el zodiaco. ¿Y esto de qué nos sirve? Para que el saber astrológico sea paralizante, intimidante, cerrado solo para iniciados, y te genere tanta incertidumbre que ni siquiera quieras entrar. Cuando la astrología usa el miedo, le roba el poder de acción y de consciencia al consultante, dejándolo desvalijado, vencido, atemorizado, petrificado. El miedo es el opuesto a la acción creativa, a la acción liberadora; es la tiniebla que opaca la luz de la consciencia.

En El retorno de Saturno, Aye quiere que veas a los obstáculos de Saturno como maestros. A fin de cuentas, todos los obstáculos nos enseñan a sacar lo mejor, lo más tenaz, lo más resistente dentro de nosotros para así poder superarlos. Hay que ser agradecido con los obstáculos, por más contradictorio que suene. De la mano de este libro, con una mirada original y actual, la poetisa y también it-girl de la astrología Venus&Mars va a hacer alquimia con los viejos aforismos de Saturno, y te va a ayudar a ver qué se esconde tras el miedo, qué victoria subyace debajo de la sensación de derrota, cuáles son los puntos fuertes con los que contás para, que bajo el signo de Saturno, puedas reclamar tu autoridad y tu poder. Esa es la magia de Aye, que todo lo sólido se desvanezca en el aire, fabricarse alas para escapar del laberinto por arriba, y con este libro que tenés entre tus manos, elevar tu miedo hacia el poder y tu temor hacia la sabiduría.

 

Gael P. Rossi (@astromostra)

INTRODUCCIÓN: Construir un castillo con todos los ladrillos que te arrojan

Nadie te dice lo difícil que es volverse adulto. No te lo explican, ni te lo enseñan en el colegio. Desde chicos vemos a nuestros padres luchar diariamente, pero la mayoría de ellos no nos van a asustar diciéndonos que no tienen idea de lo que están haciendo. Es por eso que, cuando crecés, tenés más de 30 años y todavía una parte tuya siente como si hubiera quedado hundida en el tiempo o quiere volver a las tardes donde la única preocupación era enganchar Los Caballeros del Zodíaco a tiempo, es que pensás que algo en vos está muy mal. Crecer es difícil y doloroso, además de ser un camino lleno de incertidumbres, pero un camino al que eventualmente le encontramos la vuelta, y en el cual tarde o temprano nos vamos liberando de nuestra propia historia personal. Todos los días te levantás, estudiás, trabajás y hacés cosas sin tener idea de si esto te va a dejar en algún lugar, si te va a dar éxito, si te va a ir bien, si te vas a poder sostener o ser autónomo e independiente, o si en tres años vas a estar durmiendo abajo de un puente.

Crecer es todo esto, pero también está lleno de satisfacciones, como tener la chance de elegir lo que querés hacer de tu vida (dentro de las posibilidades y privilegios que cada uno tenga a su disposición) además de elegir una carrera, trabajar, tener tu dinero, tus cosas, tu casa, enamorarte, tener hijos o no tenerlos si no es tu deseo. Trae una enorme alegría sentirse dueño de algo, poder agarrar la billetera y saber que uno tiene la autonomía de decidir en qué poner ese dinero, o incluso saber que todos los días elegimos desde una madurez a quiénes queremos al lado, ya sea de la mano de familia, amigos, socios, colegas o parejas. Ser adulto es levantarse todos los días de la cama y hacer precisamente eso, elegir, tomar decisiones. Es tomar un montón de decisiones, desde las más chiquitas hasta las más importantes, y es tan agotador como placentero. Crecer está lleno de alegría, satisfacciones, durezas y sufrimiento, tiene de todo, y eso nos pide una capacidad de resiliencia, entender del paso del tiempo, aprender del costo de nuestros actos y nuestras decisiones, saber que después de una crisis podemos empezar de vuelta y reconstruirnos, pero, más que nada, de grandes tenemos una obligación con nosotros mismos para ser más de lo que se esperó, o la sociedad nos dijo que teníamos que ser, incluso de trascender las formas de amor y los métodos de crianza a los cuales fuimos sometidos. Para todo esto está Saturno en tu vida y en tu carta natal, en la de todos nosotros.

Desde que decidí ser astróloga y escribir, también determiné que iba a escribir algún día un libro sobre Saturno, así que acá estamos. Para esto no solo necesitaba experiencia como astróloga y escritora, sino que también necesitaba hacer una enorme investigación, una que duró años, consultas, experiencias personales, sesiones de terapia y mucha observación, cuyo resultado es precisamente este libro. De alguna forma podríamos decir que necesité de Saturno en mi vida: la experiencia, el conocimiento, el paso del tiempo y la madurez como para sentir seguridad de que iba a poder con esto. También decidí en parte hacer este libro por una cuestión política, porque Saturno muchas veces es considerado un planeta que nos habla de poder, de carrera, de éxito, y curiosamente (nadie sorprendido) se lo considera un planeta masculino. Para nosotras hay mil libros sobre la Luna, Venus, un montón de textos que nos ayudan a conectar con nuestro cuerpo y con nuestras emociones, pero poco se dice que esos planetas son considerados femeninos por su carácter de receptivo. Saturno es un planeta masculino, porque habla de un principio activo de madurez, de reconocimiento y de alcanzar el éxito en los términos de la sociedad, características que solo se le permiten en este mundo a los que cumplen con el rol masculino hegemónico y patriarcal. Así que me cansé de leer de la Luna, de Venus, de que solo estamos hechas para el amor y para llorar o para conectar con la menstruación, y decidí de esta forma poner el ojo en esos planetas con los que a nosotras no se nos relaciona, porque pareciera que tenemos el acceso denegado.

En este libro te voy a hablar de Saturno como planeta, su simbolismo, la mitología que hay detrás de ella. También te voy a brindar mucha data de cómo ir experimentando tu retorno de Saturno, ese famoso rito de pasaje que todos tenemos cerca de los 30 y luego cerca de los 60 años, para que puedas ir trabajando según el ciclo de edad en el que te encuentres. El fin de escribir esto no tiene tanto que ver con responderte preguntas que te hayas hecho eternamente, sino invitarte a que te hagas nuevas, cuyas respuestas a encontrar te dejen en un espacio digno de explorar, de cuestionar, de retomarte desde otros puntos de vista, y hasta incluso de redefinir tus límites y limitaciones personales. No te voy a enseñar a ser feliz o a encontrar el éxito, ni la fórmula mágica de nada, solo vamos a trabajarlo desde unos cuantos cuestionamientos que tenemos por delante para hacernos como adultos y como ciudadanos del mundo. Acá vas a encontrar un sinfín de reflexiones, data de cada Saturno natal, pero también del tránsito de este planeta por cada casa astrológica, cómo vivirlo a tus 20 -esa década tan erróneamente romantizada por la cultura pop- y cómo seguir con los 30 -otra década de la que se habla tan poco, porque pareciera que no sabemos qué hacer cuando nos volvemos más maduros-.

Te voy a dejar música para que escuches, series para que mires, libros para que leas en todos tus procesos. Voy a analizar cartas natales de celebridades que ejemplifican la importancia de Saturno en la vida de las personas, entre muchas otras cosas más. Esta es una obra que, espero, te acompañe por el resto de tu vida, porque lo escribí pensándolo de esta manera, que sea como ese amigo con el que te podés encontrar de vez en cuando en cada proceso o momento de tu vida. Y convengamos que, siendo Saturno un planeta que interpela nuestra soledad, es lindo saber que tenemos cerca una herramienta artística que nos puede servir para expresarnos en este mundo. Mi gran razón de ser para esta obra es que decidí escribirla desde mi propio Saturno natal, que se encuentra en Acuario, y para mí crecer se trató en muchas ocasiones de tener que liberarme de mandatos, incluso si eso implicaba rebelarme contra otras personas o caer mal. No fue fácil, sigue sin serlo, pero tomé la decisión consciente de pasarles a ustedes, queridos lectores, esa perspectiva personal. Por ese mismo motivo es que van a leer en varias ocasiones que hablo de trascender y aprender de Saturno como una forma de madurar la vida, pero más que nada de muchas cadenas que tenemos que cortar para ser más libres. Y créanme, que elegir ser libre en este mundo es una decisión por la cual van a ser eternamente condenados como malas personas, desubicados, maleducados e incomprendidos, pero la satisfacción y paz interna que trae es imposible de medir en palabras.

Hay que tener en cuenta también antes de seguir leyendo que la astrología no viene a predecir tu destino, ni tu éxito, ni tus fracasos, por más intentos que tengan algunos profesionales de esta rama de verlo de esta manera. Lo que podemos ver a través de Saturno son ciertas dificultades a resolver, sumado a cómo trabajar la capacidad que tenemos de analizarnos a nosotros mismos, de entendernos, de estar por nuestra cuenta para llegar precisamente al encuentro con uno. Por eso es que analizo todo el rango de expresión de cada Saturno en particular, pero definitivamente uno no se va a sentir completamente interpelado por lo que vaya a leer, porque hay un sinfín de opciones por explorar, y cada uno sabrá para qué lado recae en su propia vida. Siendo que Saturno en mitología fue alguna vez rey de la nada misma, una utopía que quizás nunca existió, es que nosotros buscamos ese éxito que pensamos que va a ser nuestro destino y recién ahí vamos a permitirnos ser felices, cuando en realidad creo que se trata de entender que la adultez va más para el lado de estar muy contentos y conformes con cada intento que hacemos todos los días de lograr estar aunque sea un poquito mejor que ayer. No me interesa la astrología rosita, la que garpa, ni la que no te incomoda. No vas a encontrar acá la receta mágica para superar tu retorno de Saturno, porque esa astrología debe vender muchos libros, pero trae pocos resultados. Trae gente angustiada porque no entiende cómo puede ser que la fórmula esté ahí, y a ellos no les funciona. Bueno, será en realidad que no le funciona a nadie eso. Este libro pretende que te sientas incómodo, que te preguntes, cuestiones y reflexiones, pero que también adquieras herramientas por tu cuenta. No se sobrevive el mundo de otra manera.

Y también siento que este es el momento indicado para decirles que con este libro no quiero decirles cómo vivir. Para mí la astrología es conocimiento, libertad, comunicación y lenguaje, y ojalá que con todo lo que lean acá puedan desarrollarse creativamente de la misma forma que lo hago todos los días, como si estuviésemos dándole forma a una obra de arte que es nuestra propia vida. Digo esto porque es muy común encontrar en mis redes la consulta constante de gente que me pide permiso para hacer, para existir. ¿Está bien esto? ¿Me puedo poner de novia? ¿Puedo existir, puedo trabajar? No me considero una maestra ciruela diciéndole a nadie cómo vivir, y les explico por qué: porque los respeto lo suficiente como para saber que no necesitan mi validación para vivir la vida. No necesitan tampoco la opinión de una extraña para saber si les va a ir bien o mal, porque no soy quién para decirles eso. Respeto mucho a mis lectores y seguidores como para andar creando reglas sobre la vida, lo mío es más invitar a la reflexión y a pensar, a considerar lo que uno tiene por dentro y principalmente explotar todo el potencial que uno muchas veces no se da cuenta de que posee. Lo mío no es enseñarles a cachorrear ni a ser unas “reinonas”, esas cosas las enseñan otras personas que un poco educan a las chicas a ser todo lo que no son, para ver si alguien algún día las quiere a través de ser falsas, muy falsas, pero no con el otro, sino con ellas mismas al coartarse lo genuino de sus almas. No, yo quiero que sean libres, y que en algún punto también puedan tomar de lo que sé, porque de algo tiene que servir ser una persona que se mandó muchas cagadas en más de 30 años.

Así que con esto quiero hacer mi introducción, esperando que en este libro encuentres muchas nuevas preguntas para hacerte y definitivamente para madurar, porque no hay nada más importante en este mundo que contabilizar la forma en la que cambiamos cuando estamos madurando, logrando ver para atrás y saber que, sí, toda la vida vamos a extrañar esas tardes en las que mirábamos los Caballeros del Zodíaco, pero que también somos personas diferentes que crecimos en un montón de niveles y ya no reaccionamos de las mismas formas que alguna vez supimos hacerlo, porque el tiempo se encargó de enseñarnos a ser un poco más considerados con nosotros mismos.

Espero que disfruten de la lectura, y que en este camino aprendamos todos de la magia del tiempo, que tantas estructuras de vida fortalece y otras tantas separa. Y para despedirme, les dejo un pequeño texto de Albert Camus que me parece maravillosa la forma en la que retrata todo lo que pienso sobre crecer, padecer y aprender a ser feliz a pesar de las vicisitudes de la vida:

En el medio del odio me pareció que había dentro de mí un amor invencible.

El medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mí una sonrisa invencible.

En medio del caos me pareció que había dentro de mí una calma invencible.

Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz.

Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta.

Ayelén Romano

(@__venusandmars)

UN REY DE ORO: La mitología detrás de Saturno

La mitología es un espacio muy valioso para aprender de astrología, porque casi todo viene de ahí. Nunca es casualidad cuando hablamos de las características de determinados planetas o signos, dado que todo surge de algún lugar, y ese lugar es precisamente el relato mitológico que se fue enquistando con el paso de los siglos en el inconsciente colectivo de la humanidad. La historia nos convoca y la mitología tiene una gran razón de ser en lo personal respecto a por qué la astrología nos llama la atención a tantos, dado que esos mismos mitos representaban al ser humano, en sus virtudes y sus defectos, y de tanto propagarse por todos lados se termina entrelazando con nuestras convicciones o características personales. Si uno quiere entender por qué se dice tal cosa de X signo, pues tenemos que simplemente aprender de mitología, porque ahí está su origen, los personajes que encontramos allí son proyecciones del alma humana.

Según Abu Ma’shar (un astrónomo y astrólogo persa) podemos considerar los orígenes de Saturno como un planeta que, por un lado, nos habla de humildad y de pobreza, pero por otro lado también podemos relacionarlo a personas de grandes rangos. Es decir, nada ni nadie que represente a Saturno se encuentra “en el medio”. Él se refiere a este planeta como una riqueza y abundancia de bienes en un extremo, mientras se vive una tremenda pobreza en el otro extremo. Saturno casi nunca se enoja, pero cuando lo hace pierde el control por completo. Tradicionalmente patrulla los límites del cosmos, y es irónico saber que, antes de que exista el telescopio, era el último planeta que podíamos ver ante el ojo desnudo, puesto que en la época de la astrología antigua y tradicional no conocían de la existencia de Urano, Neptuno o Plutón, entonces en cierto punto era el planeta del “límite” del cielo para observar. Interesantemente hoy en día reconocemos en la comunidad astrológica que uno de los temas típicos de Saturno tiene que ver con los límites que ponemos y nos ponen los demás.

Siguiendo con Abu Ma’shar, al ser Saturno una entidad que está patrullando y protegiendo los límites del cosmos, se lo asociaba con cuerpos de agua, dado que solían servir como límites de los reinos y del mundo conocido. En los nacimientos se veía a Saturno como el símbolo de los límites superiores e inferiores de la experiencia, y de las tendencias del carácter de las personas o de determinadas situaciones. Un Saturno “difícil”, a menudo -pero no exclusivamente- probablemente represente luchas internas, tal vez una falta o negación de algo crucial en la vida de una persona. Esto puede superarse con el tiempo, pero hay un camino largo hasta que uno llega a ese punto, el cual muchas veces tiene que ver con el Retorno de Saturno, que sucede entre los 28 y los 30 años por primera vez. Muchos de nosotros le corremos a Saturno durante largos períodos de nuestra vida y luego es que pagamos las consecuencias: evitamos la responsabilidad, la creatividad, la intimidad, sea lo que sea que nos pida madurez. A menudo evitamos aquello que nos daría mayor satisfacción, porque no sabemos disfrutar. Podríamos decir entonces que, si seguimos el concepto de este astrólogo persa, al entender nuestros límites también entendemos la profundidad de las emociones de nuestros propios reinos.

Abu Ma’shar incluso ha llegado a teorizar la idea de que los magos, astrólogos y hechiceros son seres que pertenecen a los mundos saturninos, y se puede encontrar en varios textos medievales islámicos la prueba de esto, como forma de interés en lo oculto. Si lo analizamos con algo de tiempo y consideración, podríamos decir que la astrología trabaja la genealogía de la transmisión de información, data y observaciones que se pueden ver con el paso de los siglos, y por lo tanto cada astrólogo de alguna manera suma su propia experiencia en forma de pequeñas gotas sagradas de agua en el océano que puede llegar a ser el conocimiento astrológico que no es nada más ni nada menos que la sabiduría adquirida, como alguna vez este planeta supo patrullar el cosmos para protegerlo. Tengamos en cuenta que hoy en día cuando algo se rompe llamamos a un experto para que lo arregle o lo tiramos a la basura confiando en que, eventualmente, la tecnología siempre funcionará para nosotros, como la gente de la antigüedad que confiaba en la magia que parecía funcionar para ellos y había funcionado para sus antepasados durante mucho tiempo. Hoy en día quizás la magia o la astrología son un consumo bastante bastardeado, pero en ese entonces eran sinónimo de respeto y de poder, y por lo tanto tiene todo el sentido del mundo que Saturno tenga vínculo con ellos por este mismo motivo. Es interesante que, en astrología védica, a este planeta se lo relaciona con el hierro, y en distintas prácticas mágicas se utilizan las lentejas para diversos tipos de rituales, porque representan abundancia, fortaleza y estructura, no por nada son fuente de hierro en valores nutricionales.

El Eras Tour de la mitología

La idea de la Edad de Oro surge de los trabajos de Hesíodo, siendo la primera de varias eras, seguida por la de Plata, Bronce, la edad Heroica y la actual edad de Hierro. En la era de Plata lo que prevalecía era el honor a ese metal por las diosas lunares, la Gran Diosa Madre, dado que en ese entonces existía una especie de matriarcado donde todos estaban sometidos a su figura materna. Luego llegó la era de Bronce, donde prevaleció el horror de la crueldad y el gusto por la guerra, siendo todos productos del fruto de las relaciones entre dioses y madres humanas. Esto dio lugar a la existencia de héroes y semidioses, la era que viene previamente a la nuestra, la de Hierro, donde se dio una destrucción total de la civilización, con enorme perversión y espanto. Pero volvamos a la Era de Oro, la que me interesa explicarles para hablar de Saturno.

Durante esta Era dorada existían la paz y la armonía, la gente no tenía que trabajar para alimentarse y la tierra proporcionaba alimentos en abundancia. El reino se encontraba en una fortaleza ubicada en el Capitolio, donde eventualmente se fundó Roma después, llamado Saturnalia. Eran como Taylor Swift en su Lover Era, enamorada y dejando las luces de Navidad hasta el momento del año que quisieran. Vivían hasta avanzada edad con apariencia de jóvenes, muriendo en paz con espíritus que los protegían a modo de guardianes, en un periodo de bondad y nobleza. Saturno era el Rey de esta Era en particular, también conocido como el titán Cronos en mitología griega. Acá nos encontramos con la forma más pura de la humanidad, y luego de esto –como hemos visto en el párrafo anterior– en las siguientes eras se va dando una degeneración de la consciencia del hombre.

La tradición literaria pastoral europea habla de una tierra utópica llamada Arcadia, región de Grecia donde se adoraba al Dios con patas de cabra llamado Pan, nacido allí mismo. Cuando Zeus derrocó a su padre Cronos, Pan le brindó ayuda haciendo que parte de los Titanes huyeran por los gritos de Pan. Debido a esto, una de las lunas de Saturno recibe su nombre. Hay que entender que gran parte de la mitología habla de que este concepto de la Edad de Oro fue arruinado por la llegada de Júpiter, junto con la corrupción de los humanos, la organización del trabajo y la existencia del poder. La idea de Arcadia incluso se puede leer en escrituras que datan de la mitología del Renacimiento. Aunque aquí siguieron buscando ideales bastante utópicos, en Arcadia hay una diferencia a la historia tradicional en el sentido de que no se consideran imposibles de alcanzar tales ideales, buscando principalmente vivir sin el orgullo, la sed de poder y de avaricia que terminaron corrompiendo la historia de la humanidad.

Es interesante destacar que, al ser utopías, la Edad de Oro entonces no es considerada algo alcanzable, sino más bien una especie de nostalgia de lo que alguna vez fue. Nadie se encuentra en plena Edad de Oro en su vida, siempre es el recuerdo de un tiempo mejor, de la misma forma que funcionan las memorias para todos nosotros, donde tenemos la tendencia a romantizar lo que ni siquiera fue de la manera que recordamos. Incluso el uso que se le daba en Roma a esta historia tenía que ver más con una comparativa en forma de metáfora con respecto a la dura realidad de esa actualidad, siendo el mismísimo tiempo anterior a la contabilización o narración de la historia, su propio Edén. Al ser Saturno un dios agrícola, representaba en este relato el idilio de independencia agraria, antes de que lleguen los centros de poder a corromper el mundo y la civilización. En este sentido, al ser tan adorada la actividad agrícola, el poder de Saturno era indiscutido porque se decía que provenía de la tierra.

En la Edad de Oro no había gobiernos ni lo que hoy podemos considerar como la organización de un Estado, por lo tanto el hombre dependía exclusivamente de una naturaleza que provee constantemente, sin condiciones ni problemas. Muchos consideran que de este concepto se agarraron muchas ideas revolucionarias a lo largo de la historia, dado que Arcadia o la Edad de Oro tienen algo de anhelo prepolítico, de la inexistencia de gobiernos, Estados o incluso organizaciones que destruyen la vida y la vuelven más miserable, siendo una forma de crítica a lo existente que quiere volver a esa hermosa primavera de la humanidad.

Un dios pagano sin reino

Las Saturnales tienen una importancia prácticamente teológica para varios romanos, que de alguna manera sentían que en esas celebraciones se restauraba la antigua Edad de Oro, cuando Saturno era el rey del mundo. El filósofo neoplatónico Porfirio entendió la libertad (que para algunos era considerada libertinaje) asociada a las Saturnales como un símbolo de liberar las almas hacia la inmortalidad, dado que en la Edad de Oro el hombre era un personaje primitivo e instintivo, no estaba al tanto de su propia mortalidad.

Las Saturnales se celebraban principalmente en honor a Saturno, dios de la agricultura en ese entonces, dándole cierre al período más oscuro del año y el surgimiento del Sol Invictus (el 25/12) coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio y el solsticio de invierno (de acá viene la relación de Saturno con el signo de Capricornio, su regente). Eran varios días de diversión, banquetes y orgías. Cabe destacar que los romanos relacionaban a Saturno con Crono, el dios del tiempo, en un momento del año en el que además se hacía la colecta de deudas y cobranzas pendientes. (¿Será por eso que se dice que Saturno te la manda a cobrar si te portás mal?).

Otro punto a destacar es que, en este momento de celebración, muchas veces los esclavos dejaban de serlo e incluso intercambiaban de rol con sus dueños y eran atendidos por ellos, además de que los hombres se vestían de mujer en el sentido de dar vuelta las típicas convenciones sociales. Obviamente en algún momento llegaron los cristianos horrorizados por el libertinaje de estas celebraciones que empezaron a considerarse paganas, y las reemplazaron por lo que hoy en día conocemos como la Navidad en otro nuevo intento de la Iglesia de apropiarse culturalmente de lo que nunca fue suyo originalmente. Esto fue una elección bastante consciente y explícita, el usar el solsticio de invierno para simbolizar el papel de Cristo como la luz del mundo. Así es que aprendemos que el cristianismo será lo que hoy en día se considera una fuerza hegemónica en la religión, pero no tuvieron mucha originalidad en ese entonces, sino que más bien asentaron su poder a través de las persecuciones, la apropiación cultural, las cruzadas y las prohibiciones de celebraciones paganas. Según Luigi Fabbri, las Saturnales son un indicio de que “el alma humana ha aspirado siempre a la libertad, que entreveía el ideal de una sociedad de gentes libres e iguales”. Muchos de los que participaban en las Saturnales tenían momentos donde andaban desnudos por la calle, corriéndose y persiguiéndose entre ellos, porque la ropa representaba el poder económico de alguien, y la idea era que no se distingan detalles de ninguna persona en ese momento de libertad.

Es muy llamativo el Saturno relacionado a un dios de la agricultura, porque en antiguas épocas había que mantener a los dioses contentos con celebraciones, ritos y sacrificios para que no los maten a los humanos a través de guerras, desgracias, desastres naturales o malas cosechas. De esta mitología es que viene la idea de un Saturno duro, solitario, resistente, sólido, lleno de fortaleza que representa a la acción sostenida que de alguna forma busca construir una visión a largo plazo de plenitud. Es Saturno entonces como la agricultura de la abundancia, que le da vida a los que hacen el esfuerzo y se la quita a los que no lo intentan, que quiere que uno vea las cosas con claridad, por más duras que sean, en la búsqueda de hacerse cargo de la vida que llevamos dentro de los límites de lo estipulado y de lo establecido, con una enorme responsabilidad que nos pide que vayamos lento si es necesario, para no solo planificar un mundo que funcione como la utopía de lo que alguna vez fue la Edad de Oro, sino para que sobreviva el paso del tiempo y generaciones venideras.

En Babilonia a Saturno se le decía también Ninib o Ninurta, otra deidad de la agricultura que valoraba el tiempo, la paciencia y el esfuerzo, todas características necesarias para trabajar la tierra, le daba consejos a los agricultores sobre cómo plantar y cosechar, y luego se convirtió en guerrero a medida que la civilización se volvió más belicosa y opresiva. Pensemos entonces que, si de historias y mitología nos alimentamos, está enquistada en el mundo occidental la idea utópica de esta Edad de Oro que de alguna manera todos queremos para poder vivir y experimentar, incluso sabiendo que eso no es posible. Imaginemos un mundo sin pobreza, sin diferencias económicas ni de poder, sin patriarcado, sin violaciones, sin hambre, ni guerras. Está impreso dentro de nosotros esa idea colectiva de que puede llegar a ser posible la paz en la Tierra, donde exista la igualdad y la justicia para todos, donde realmente todos podamos experimentar la abundancia de la belleza y de la equidad para cada uno de nosotros. Siempre pensamos en esto con un futuro por delante, creyendo que esa utopía nos espera en algún lugar absolutamente lejano, pero poco decimos de que probablemente la idea prehistórica de tener paz en la Tierra es un mar de optimismo como un recuerdo colectivo de lo que alguna vez fue en esa Edad de Oro, y que todos los intentos desesperados de lograrlo no vienen del sueño de un futuro, sino más bien de memorias de un pasado que proviene de cientos de generaciones anteriores.

En Egipto, Saturno estaba asociado con Sobek, el dios cocodrilo del Nilo. Tenía una naturaleza ambigua y era visto como protector y cruel, protegiendo del mal pero también vinculado a las fuerzas del caos a través de Set. Sobek aseguró la fertilidad de la tierra controlando las aguas del Nilo, que se creaban con su sudor. Algunos mitos también hablan de Sobek como un dios creador que surgió de las aguas de Nun y creó el mundo. En una versión de este mito, puso huevos en la orilla de las aguas y así creó el mundo. Curiosamente, se han encontrado cocodrilos momificados con crías de cocodrilo en la boca, lo que enfatiza la cualidad protectora del dios, pero que se lo relaciona de alguna manera también a Cronos.

Esta Edad de Oro se puede ubicar en varios textos antiguos alrededor del mundo, y en ese entonces no era el Sol en centro de la vida, sino que Saturno era considerado de alguna forma la estrella guía como hoy en día podemos tomar al Sol, y gracias a él la vida era así de pacífica y hermosa. Incluso varios estudiosos desde el siglo XIX han destacado la peculiaridad de que en Babilonia la nomenclatura de Saturno era referida a sí mismo como el Sol, en vez de ser reconocido como su nombre habitual “Kayamānu”, aunque no podemos saber si quizás esto ha sido una confusión en las traducciones, algo que podría haber sucedido tranquilamente. Según el controversial investigador Velikovski, se asume que Saturno era el rey de los cielos en este periodo de paz y belleza porque era la imagen más destacada del firmamento, viéndose con enorme brillo su presencia en las alturas junto con otros elementos como Venus y Marte.

Según los estudiosos de la antigüedad, sin embargo, se puede determinar que incluso ellos mismos ya creían que todo era un ciclo a cumplir en esta vida, y que la Edad de Oro estaba destinada a terminar para ser reemplazada por un periodo más oscuro. Esto me hace pensar mucho en la idea de veranos e inviernos que ha planteado George R. R. Martin en la saga de Canción de Fuego y Hielo. Dicen muchos astrólogos védicos que nos encontramos en este momento experimentando una especie de ciclo llamado Kali Yuga, donde los hombres vivirán atormentados por la envidia, irritados, sectarios, indiferentes a las consecuencias de sus actos. Se dice que luego de ese ciclo vamos a volver a llegar a la luz, o la Edad de Oro. Kali es, precisamente, considerada una diosa de la muerte y el renacimiento, entonces tiene sentido que se considere a la sombra como parte reinante de la vida, donde la paz en la Tierra se siente como una sensación cada vez más lejana.

Este planeta se relaciona con la imagen de Dios Padre en las religiones abrahámicas como son el judaísmo, el cristianismo y el islam. Esta imagen puede ser vista como el creador del mundo, es crítico y vengativo, castiga a las personas, pero también es protector de su creación. Cuando hablamos de Yahvé (típico concepto de religión monoteísta, se refiere a un único y verdadero dios) se dice que surge de la región de Canaán, asociado con Saturno. En esta región incluso se dice que Dios tuvo una consorte, la cual fue suprimida de la Biblia (como sucede con el mito de Lilith, que se dice que fue la primera esposa de Adán).

Había una vez un tiempo sin reloj y una oportunidad

Como menciono más arriba, Saturno tiene mucho que ver con Cronos, pero no nos quedemos solo con esto. Cronos era el principal de los titanes, hijo de Gea y Urano. Él se encargó de una función esencial para el mundo de la manera que lo conocemos: separó a Gaia de Urano, y así se forma la posibilidad de vida física, porque separa la Tierra del Cielo, y con esta separación es que se gestan formas finitas y el tiempo en sí mismo, elementos que sin ellos no podría existir ninguna clase de experiencia de vida. Urano odiaba a sus hijos y los escondió. Como venganza, su madre fabricó una hoz con la que Cronos castró a su padre y ocupó el trono del Olimpo. Interesantemente, una vez en el poder Cronos se come a sus hijos porque no quiere que le pase lo mismo que él hizo con su propio padre –bien digno de relato shakesperiano– pero con lo que no cuenta es que, cuando intenta comerse a Zeus, en realidad se traga una piedra que le da Rea, lo cual le da la oportunidad a su hijo de crecer a salvo aislado y lejos de todo eso.

Una vez que se vuelve grande, Zeus enfrenta a su padre, hace que vomite a sus hermanos y, luego de una cruel guerra, Cronos es condenado al Tártaro en total aislamiento. De este relato es que podemos sacar el concepto de soledad que tanto leemos cuando se habla del planeta Saturno. Ahí es donde nos encontramos en el aislamiento de la oscuridad saturnina, cuando sentimos que estamos condenados a esa experiencia por la eternidad, con pánico a nunca poder salir de ese Tártaro simbólico, bajo la vergüenza del castigo a la cual muchísimas veces somos nosotros mismos los que bajamos el dedo y nos condenamos a eso. Incluso varios escolares medievales y del Renacimiento reconocieron el poder de Saturno como un humor melancólico, determinando que los hombres de aprendizaje y de experiencia son más tendientes a sufrir aflicciones “saturninas” siendo esto una manera de hablar de tristezas profundas por saber demasiado del mundo, su realidad y sus crudezas. La ignorancia es sinónimo de felicidad en muchas personas, porque no tienen idea de cómo son las cosas en realidad, incluso si eso representa vivir en una mentira.

Cronos es el tiempo lineal, que se mide con el reloj. Sin embargo, eso no queda simplemente así, porque en la filosofía griega también podemos encontrar a Kairós, el dios de la oportunidad. Se dice que es el hijo más joven de Zeus, pero no se sabe quién fue su madre. Kairós representa la oportunidad y trae las cosas en el momento adecuado de la manera más conveniente, siendo que dada la oportunidad apropiada se vuelve imparable y tan poderoso que ni siquiera Zeus, el más fuerte de los dioses, puede detenerlo. Es el uso del momento justo, no el tiempo cuantitativo sino el tiempo cualitativo de la ocasión, la experiencia del momento oportuno. Esto me lleva a pensar entonces que Saturno no solo representa el paso del tiempo, sino el adquirir herramientas, experiencia, sabiduría y madurez de manera tal que sepamos usar el sentido del timing, de usar las oportunidades que se nos presentan en el momento apropiado, ni antes ni después, y eso es un arte, una técnica y una viveza que pocas personas saben aprovechar en la vida.

En esto es que nos jugamos entonces la importancia del tiempo. Tenemos que entender que hay diversos tiempos o estilos para entender este concepto. Primero tenemos el tiempo del reloj, de la manera en la que lo usamos, que es un fenómeno y una construcción del ser humano que es relativamente moderna en lo que respecta a los tiempos de la historia del mundo, así como el tiempo que es marcado por las estrellas y el paso de las estaciones. Podríamos decir entonces que, en tiempos saturninos cuando él mismo funcionaba como un dios guía, nuestro sentido del tiempo era más natural, menos artificial, teníamos otra clase de relación con los ciclos de la vida y con la naturaleza misma.

Hoy en día tenemos la Hora Media de Greenwich (o Greenwich Mean Time Zone, GMT) el meridiano sobre el cual el sistema entero de tiempo del planeta es contado. Otro invento humano, podríamos decir, para determinar un sistema que nos permita organizarnos, pero también controlarnos a nosotros mismos, desesperarnos y apurarnos. El tiempo es magia y es una condena, es lo que nos incita a meterle pilas porque queremos terminar ya mismo con un trabajo pendiente o porque tenemos que recibirnos antes del año que viene, lo que lleva tu jefe a pensar si sos un buen empleado que llega temprano o una persona que hay que echar porque nunca llega a horario, es lo que determina si nos seguimos relacionando con alguien porque no queremos perder el tiempo en algo que no nos lleve a nada, o bien nos quedamos incluso en contra de nuestros mejores instintos porque ya invertimos demasiado de ese tiempo en dicha relación.

Quizás permitimos demasiado que una construcción humana nos controle, nos condicione y modifique tanto las decisiones que tomamos. Quizás esa necesidad de controlar el tiempo es una forma de querer volver a ese “había una vez” que fue la Edad de Oro, ese espacio fuera de la medida del tiempo, tomando a Saturno como la fuerza que pone a prueba nuestras estructuras frente al paso del tiempo, algo que jamás podemos evitar ni siquiera aunque lo intentemos. Así que creo que tenemos este instrumento de medida para controlarlo y que nos controle, que nos traiga recompensas por ser pacientes o resilientes o bien complicaciones por ser apurados e impulsivos, pero que definitivamente ese tic tac sigue caminando a pesar de todo deseo que podamos tener en contra, y que quizás depende más de nosotros que de otra cosa si le vamos a permitir que nos condicione tanto, nos traiga hermosos recuerdos con el paso de los años o terribles condenas que lamentar cuando tengamos el cabello gris.

Debemos entender, entonces, que Saturno lo que hace es encadenarnos al presente, porque es en el único espacio temporal de la realidad en el que podemos estar real y verdaderamente atentos haciendo el intento, y que todo depende más que nada de nuestros actos o de nuestras reacciones. Saturno te aloja en el ahora para que no tengas más idea del tiempo, de la misma forma que alguna vez fue rey de un mundo donde el paso del tiempo no importaba, ni existía como forma de medida de lo que se consideraba valioso. Esa es la hermosa paradoja de Saturno, donde nos enfocamos tanto en algo, ya sea una meta, una ambición o una tarea, que nos ubica y nos aloja en el plano material, en la realidad de lo mundano, y por lo tanto no estamos pensando tanto en ideales, en ilusiones, en expectativas sin sentido. Somos tan mecánicos en ese sistema que quizás ni siquiera el cerebro tiene tiempo para enroscarse y considerar ideas sin sentido, porque nos atrae con tanta fuerza a la realidad que no hay posibilidad ni chance de nada más, así de denso y de potente es el plano de la materia cuando aprendemos a conectar con él. Acá también es donde consideramos que, si honramos nuestros actos reales a través del tiempo, todo lo negativo que odiamos de Saturno lo podemos convertir en algo más, porque eso que juzgamos, detestamos, eso a lo que le tuvimos miedo o de lo que incluso no quisimos hacernos cargo deja de ser un problema, deja de ser un cuco cargado de contenido que queremos evitar porque lo desconectamos al enfrentarlo, le quitamos el poder que tenía de condicionarnos, de hacernos daño o incluso de autosabotearnos.

Así es que llegamos a un acuerdo de aceptación con el mundo psíquico, emocional y material dentro nuestro, sin que eso nos cueste la relación que tenemos con la realidad, sino más bien todo lo contrario, dado que ese acuerdo le hace justicia a la realidad en la que vivimos. Así tomamos la dificultad o el dolor para vernos a nosotros mismos, para ver a los demás desde un lugar más objetivo, para dejar de sentirnos victimas del universo o de echarle la culpa de todo lo que nos pasa a alguien más, porque de esta manera dejaremos de cubrir a otras personas en proyecciones personales de nuestro interior y de nuestra psiquis, eliminando ese precepto idealizado que tenemos de nosotros mismos y del mundo.

Así es que matamos al ego, no en un sentido de matarnos a nosotros mismos, sino de ponernos en forma, de ubicarnos en tiempo y espacio para no ser más enemigos o víctimas de todo eso que nunca quisimos o pudimos resolver. Cada evento de la realidad es una referencia y reflejo de nuestra propia psiquis, por eso la mayoría de las cosas que nos suceden se pueden estudiar o analizar más en nosotros que sobre los demás, y nos sentimos responsables de la realidad que está por fuera de uno mismo porque generamos un efecto en ella, somos parte, y sobre esa parte que somos no podemos separarnos o alejarnos demasiado de ese mundo que nos rodea, dado que sin él no podríamos existir, ni ese mundo sería igual.