El sabor de la pasión - Helen Bianchin - E-Book
SONDERANGEBOT

El sabor de la pasión E-Book

Helen Bianchin

0,0
1,49 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 1,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

A Lily Parisi unas vacaciones en Milán le parecían ideales. Su mundo se había visto sacudido hasta los cimientos al sorprender a su novio engañándola, sin embargo ahora estaba decidida a seguir adelante con su vida... ¡sola! Pero no por mucho tiempo... En Italia se encontró con alguien a quien conocía, Alessandro de Marco, y sus planes se modificaron un poco... Hacía tiempo que Alessandro deseaba a Lily, aunque jamás había intentado seducirla. Pero una vez que tuvo a su alcance lo que siempre había anhelado, le resultó imposible mantener el control... Había llegado el momento de correr riesgos... ¡en especial porque la intensa atracción parecía ser mutua!

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 182

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid

© 2011 Helen Bianchin.

Todos los derechos reservados.

EL SABOR DE LA PASIÓN, N.º 2096 - agosto 2011

Título original: Alessandro’s Prize

Publicada originalmente por Mills and Boon®, Ltd., Londres.

Publicado en español en 2011

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios.

Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9000-689-4

Editor responsable: Luis Pugni

Epub: Publidisa

Inhalt

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Promoción

Capítulo 1

ALESSANDRO de Marco aparcó el deportivo en la plaza reservada para los huéspedes junto a la magnífica villa construida a orillas del lago Como.

Propiedad del difunto Giuseppe dalla Silvestri, en ese momento la villa la ocupaba su viuda, la elegante Sophia, cuyos esfuerzos en las galas benéficas a favor de los niños eran legendarios.

Había sido Giuseppe quien lo había acogido siendo un adolescente rebelde, abandonado a las calles de Milán por unos padres ineficaces e inapropiados, y que por astucia había logrado evadir el sistema y defenderse entre otros de su clase.

Giuseppe se había ganado la confianza renuente de aquel adolescente, canalizando su agudo conocimiento de la electrónica de asuntos turbios a tratos legales, al tiempo que garantizaba que completara su educación para luego contratarlo y refinar sus habilidades en los negocios. Después, una vez que había estado preparado, lo había respaldado económicamente para montar su propia empresa electrónica.

Un consorcio conocido como Industrias de Marco. Un imperio exitoso que le permitía a Alessandro tener una villa lujosa en las colinas que daban al lago Como, un piso en Milán, casas en varias capitales importantes del mundo, un jet privado y una pequeña flota de coches caros.

Luego estaban las mujeres hermosas y cautivadoras que buscaban su compañía, su cama... a cambio del rango social asociado con el hombre en el que se había convertido.

Ninguna tenía éxito en extender lo que era una relación temporal que duraba simples semanas o meses, como mucho, a pesar de los esfuerzos y ardides empleados para captar su atención.

¿Se había hastiado? Quizá. Nunca aburrido, pero sí un poco cansado del género femenino que tanto se esforzaba en complacerlo, desempeñando un papel que imaginaban que él buscaba.

Su juventud lo había endurecido, creando una cautela nacida de la necesidad de la fealdad de tener que sobrevivir en las calles.

De luchar y ganar a toda costa y por cualquier medio.

Había sido Giuseppe quien le había regalado con paciencia su perspicacia y tiempo en los negocios, mientras Sophia le enseñaba las artes sociales, guiándolo y reprendiéndolo con sincero afecto.

Esas personas que habían elegido protegerlo habían desterrado las dudas que pudiera tener de poder formar parte de una sociedad elevada.

«Eres un joven entre hombres, igual a ellos en todos los aspectos relevantes», le había indicado Giuseppe. «Nunca olvides de dónde vienes... luego evalúa el éxito que has alcanzado gracias a tus esfuerzos».

A pesar de que siempre lo negaran, estaba en deuda con ellos. Giuseppe se había convertido en el padre que jamás había conocido. Y Sophia... bueno, por ella haría cualquier cosa que le pidiera.

Como la cena de esa noche con unos pocos huéspedes para darle la bienvenida a su sobrina y ahijada, Lily Parisi, procedente de Sídney, Australia.

Una mujer joven a la que había conocido siendo adolescente en una visita que le hizo a Sophia y a Giuseppe en compañía de sus padres.

Una chica de expresión solemne con ojos castaños chocolate y cabello oscuro confinado en una única trenza. Quien incluso a tan joven edad era deliciosamente inconsciente de la cualidad cautivadora de su sonrisa o de su entusiasmo por la vida.

Había cambiado, por supuesto. Había visto pruebas fotográficas de dichos cambios, tenía la esencia de parte de su correspondencia a lo largo de los años siguientes. Se había enterado de la muerte accidental de sus padres, del éxito obtenido al tomar las riendas del restaurante familiar de los Parisi, de su compromiso sentimental... sólo para llegar a ser el receptor de la confidencia de su angustia al enterarse de la noticia de que el inminente matrimonio había sido cancelado apenas unas semanas antes de la fecha en que debería haberse celebrado.

Sophia, una mujer llena de empatía y simpatía, le había hecho llegar a Lily una invitación para que fuera a visitarla por tiempo indefinido... ofrecimiento que Lily había aceptado con gratitud.

Sophia insistía en que la familia tenía prioridad en la vida, quizá de forma más que comprensible cuando Giuseppe y ella no habían podido tener hijos propios.

Bajó del coche, cerró el vehículo y se tomó tiempo para aspirar el aire vivificante de finales de febrero. Una época del año que oscilaba de forma impredecible entre el invierno y la suave y elusiva insinuación de la primavera.

El cielo nocturno pendía con la amenaza de lluvia. Se subió el cuello del abrigo al dirigirse a la hermosamente iluminada entrada frontal con sus puertas dobles de madera tallada.

Puertas que se abrieron a los segundos de haber llamado al timbre, revelando a Carlo, factótum de Sophia, y cuyos rasgos mostraron una alegría sincera.

–Alessandro. Es un placer verte.

–Grazie, Carlo.

Los dos hombres altos rondaban los treinta y muchos y, hasta cierto punto, compartían una historia y un pasado en común. Lo suficiente como para justificar un apretón de manos breve pero sincero.

–¿Sophia?

–Feliz de tener aquí a su ahijada.

Esas palabras transmitían mucho, ya que ambos hombres compartían un vínculo silencioso para proteger a la única mujer que había estado allí para ellos. En su código, nadie podía tocarle siquiera un pelo de la cabeza sin sufrir las consecuencias.

Giuseppe había sido un hombre de negocios triunfador, cuya villa era testigo discreto de su riqueza. Unos hermosos suelos de mármol decoraban un recibidor amplio amueblado con exquisitez, de cuyo techo colgaba una araña de cristal, cuyos prismas de luz centelleante proporcionaban un entorno espectacular para la escalera doble que se curvaba hacia la primera planta.

Un lugar que Alessandro había tenido el privilegio de llamar hogar durante los pocos años que había necesitado para concluir sus estudios y, luego, durante los descansos en la universidad. El refugio que, gracias a Giuseppe y Sophia, le había brindado la oportunidad de hacer algo con su vida.

–Alessandro.

Se volvió al oír la voz de Sophia y fue a saludarla, apoyando las manos en sus hombros mientras le daba unos besos fugaces en ambas mejillas antes de soltarla.

–¿Estás bien? –preguntó con gentileza.

–Por supuesto, caro. Es agradable que te unas a nosotros.

–¿Imaginabas que no lo haría? –enarcó una ceja divertido.

Ambos sonrieron.

–No –enlazó el brazo por el de él–. Ven a reunirte con los invitados.

Caras familiares y selectas, seis personas en total a las que saludó al tiempo que Sophia lo conducía hacia una mujer joven, esbelta y pequeña, con cabello negro recogido en un moño de estilo clásico, ojos castaños profundos y una piel dorada como la miel.

Atractiva, más que clásicamente hermosa, con una cualidad que la separaba de las demás mujeres. Proyectaba una fortaleza serena, una sensación de autoconservación que reconocía y admiraba.

–Lily –la observó pensativo unos segundos antes de tomarle la mano y captar la percepción en su rostro al inclinarse y darle un beso en las mejillas; también percibió una tensión momentánea antes de que se recobrara con celeridad.

–Alessandro –sonrió con cortesía mientras él le soltaba la mano.

A pesar de ser la ahijada de Sophia y familia, algo en ella resonó en su interior e hizo que sintiera la inclinación de descubrir la causa. Lo intrigaba el hormigueo de la química sexual con la tentación de probar esa boca generosa.

–¿Disfrutas de tu estancia con Sophia? –más que una pregunta educada, lo sorprendió descubrir que realmente estaba interesado en la respuesta.

–Mi tía es muy amable.

–Es bien conocida la generosidad de Sophia. Tu visita le proporcionará un gran júbilo.

Ella esbozó una sonrisa leve y a él lo fascinó descubrir ese hoyuelo en una mejilla.

–Por favor, no te sientas obligado a darme conversación cortés –comentó con suavidad.

–¿Es lo que crees que hago? –la miró fijamente.

–¿No lo es? –alzó un poco el mentón.

–No.

–Me pregunto por qué me resulta difícil creerte.

La observó con una ceja enarcada.

–¿Por falta de seguridad en tu encanto personal?

Ésa sería la excusa perfecta, salvo que Lily, como era conocida afectuosamente, se negaba a permitirse semejante salida.

Hacía tres días que había llegado a Milán, ciudad donde sus difuntos padres se habían criado, habían estudiado y se habían casado antes de emigrar a Australia con una hija de seis meses para empezar una vida nueva en Sídney.

Con una infancia idílica y una buena educación, había sobresalido en cada área de su vida, hasta alcanzar la cualificación como chef y convertirse en socia en el restaurante de sus padres. Pero al fallecer éstos tres años atrás en un accidente de tráfico, de repente había quedado a cargo del restaurante y de una herencia envidiable, lo que había podido afrontar con éxito gracias a la ayuda de unos pocos amigos incondicionales.

Un año antes se había enamorado, aceptado el anillo de James y comenzado a planificar el gran día. Sólo para regresar a casa temprano justo dos semanas antes de la boda y sorprender a James en la cama con una rubia con la que, después de presionarlo un poco, había reconocido haber estado manteniendo una aventura de meses.

De inmediato lo echó de casa y le envió la ropa en maletas y el anillo por mensajero; luego llamó a Sophia, la hermana de su difunta madre, para comunicarle que la boda se cancelaba. Entonces había recibido la invitación de ir a visitarla y sólo había necesitado un par de semanas para dejar a un empleado de confianza a cargo del restaurante, alquilar la casa familiar, guardar su coche en un garaje y tomar un vuelo rumbo a Milán, desde donde fue conducida a la hermosa villa que Sophia tenía en el lago Como.

Un refugio maravilloso que ofrecía tranquilidad y la maravillosa atención de una tía profundamente cariñosa.

Después de llevar tres días allí, Sophia había organizado una cena para unos pocos amigos íntimos, a algunos de los cuales recordaba de una visita anterior con sus padres.

Incluido Alessandro de Marco.

Habían pasado años desde la última vez que lo viera en persona... años que los habían modelado a ambos. Porque ella ya no era una adolescente vulnerable, deslumbrada por el alto joven de pelo oscuro y cuyos ojos, casi negros, exhibían una mezcla de manifiesta sensualidad e implacabilidad primaria nacida de sobrevivir en las calles durante gran parte de su juventud.

Bajo ese manto de sofisticación, había algo inquebrantable, casi primitivo, sólo perceptible para unos pocos.

Siendo un joven en la veintena, la había fascinado, avivando su imaginación al fantasear cómo sería que esa boca le enseñara a besar. Y más.

Esperó que Alessandro jamás se hubiera dado cuenta.

Desde entonces, mucha agua había corrido bajo el puente.

–¿Tienes algún plan inmediato?

Con rapidez recondujo sus pensamientos al tiempo que miraba los ojos oscuros de él. –¿Aparte de disfrutar de la hospitalidad de Sophia? –Sí –esbozó una sonrisa llena de humor. –Me gustaría alquilar un apartamento pequeño y quedarme una temporada –repuso tras reflexionarlo unos momentos–. Hasta pensar en trabajar en un restaurante. La estudió pensativo. –¿Hablas en serio sobre eso? –Sí –había traído su portafolios justo con ese pensamiento en la cabeza. Unos meses, incluso un año, le aportarían una perspectiva nueva. Cambio. Se había cerciorado de que sus bienes y activos estuvieran bien protegidos en Australia. ¿Quién sabía lo que podía deparar la vida?

No un matrimonio.

Había desterrado volver a confiar en un hombre. Alessandro señaló su copa vacía. –¿Qué estás bebiendo? Lily movió la cabeza. –Esperaré y tomaré vino blanco en la cena. –¿Respeto por el alcohol o el deseo de mantener el control? Ella le ofreció una sonrisa practicada y vio que los ojos de Alessandro se oscurecían más. –Ambas cosas. Él se preguntó qué haría falta para que relajara la guardia y riera un poco con sincera diversión. Y analizó por qué parecía tan importante que lo hiciera.

Sophia quería ayudar a curar el corazón roto de Lily. Sólo por ese motivo, haría lo que aquélla considerara necesario para garantizar que la estancia de Lily en Milán fuera lo más placentera posible.

La cena consistió de unos platos impecablemente presentados y acompañados de un vino adecuado. La distribución de la mesa ayudó a sentarla frente a él, garantizando de esa manera que cada vez que alzaba la vista lo tuviera en línea recta con su visión.

Era una distracción que no necesitaba y durante el primer plato le pareció que él se estaba divirtiendo... como si supiera que su proximidad la alteraba.

Lo cual así era, ya que había algo en Alessandro que tenía el efecto de potenciar sus sentidos y despertar una percepción que no deseaba.

–La próxima semana acompañarás a Sophia.

Lily dedicó su atención a la mujer sentada al lado de Alessandro.

–Gracias –logró responder con sonrisa cortés–. Será un placer –aunque para sus adentros se preguntó qué acababa de aceptar.

–La semana de la moda –reveló Alessandro como si pudiera ver por dónde iban los pensamientos de Lily–. Sophia ha conseguido unos asientos excelentes.

No le costó nada mostrar un placer auténtico, ya que adoraba la moda.

–Qué amable.

Era un acontecimiento de gran prestigio al que asistían los mejores diseñadores del mundo.

–Tengo entendido que tienes tu propio restaurante.

Se preguntó si era una pregunta amable para mantener la conversación o simple cortesía. Posiblemente ambas cosas.

–En un principio fue de mis padres y de niña pasé tiempo en la cocina, ayudando y aprendiendo, y así fue como supe desde temprana edad que quería ser chef.

Años maravillosos, cuando el conocimiento de la comida, las hierbas y las especias danzaba en su lengua y podía recitar los ingredientes de casi todas las especialidades de la casa. Cuánto le había gustado experimentar y leer recetarios se había convertido en un placer.

–¿Estudiaste en el extranjero?

–En un principio en París, luego en Roma.

Un momento en que la vida había ayudado a conformar a la mujer joven en que se había convertido. Una conocedora de la comida con la destreza de prepararla a la perfección. Y que además hablaba con fluidez tanto el francés como el italiano, ya que durante sus estudios se había alojado con familias de ambos países.

–Sin embargo, regresaste a Australia –apuntó un invitado.

Lily centró su atención en el presente.

–Mi familia estaba allí –repuso con sencillez–. Los amigos. Era donde quería estar.

Y Parisi, el exquisito restaurante de estilo italiano que sus padres, con tanto esfuerzo, habían logrado que disfrutara del éxito que tanto merecía.

Le causaba orgullo mantener el estándar elevado de calidad y el servicio excelente al tiempo que garantizaba una atmósfera relajada y alegre, donde los clientes habituales eran recibidos por su nombre y siempre que era posible se les ofrecía su mesa preferida.

Había imaginado que su vida estaba trazada... un negocio brillante en un campo por el que sentía auténtica devoción; un hombre que había creído que la amaba; una boda que planificar.

Sólo que James había demostrado ser infiel, no merecedor de confianza y en absoluto el hombre que había considerado que era.

A veces aún temblaba al pensar que había estado a punto de comprometerse con un matrimonio cuyo único futuro habría sido un corazón roto y el desastre.

Era afortunada de haberse librado de eso, pero todavía le dolía pensar que su confianza había sido traicionada. Y casi toda su ira iba dirigida contra sí misma por haber sido incapaz de reconocer al verdadero James detrás de la fachada falsa.

–Y ahora estás aquí –concluyó una ligera voz femenina–. A Sophia le encantará que te unas a ella en sus excursiones de compras y te aseguro que disfrutarás de la historia que es Milán.

–Estoy impaciente por empezar a disfrutarlo –ofreció una sonrisa a todos los invitados que tenía enfrente y experimentó un leve sobresalto al encontrar la mirada firme de Alessandro.

Ser tan consciente de él era perturbador, ya que hacía que se sintiera incómoda, casi vulnerable, por lo que se obligó a desterrarlo de su mente mientras charlaba con los demás.

Después de la debacle con James, anhelaba paz en su vida, y un hombre del calibre de Alessandro de Marco era la antítesis de la calma.

Pero lo más probable era que cualquier invitación que le extendiera a Sophia, la incluyera a ella, y así pu do descubrirlo al final de la velada.

Alessandro fue el último invitado en marcharse.

–Grazie, Sophia –musitó mientras se inclinaba y le besaba con ligereza las mejillas antes de volverse y dedicarle a Lily un saludo similar.

Salvo que en un afán de buscar más formalidad, ella se movió una fracción y para su absoluto bochorno los labios se tocaron... fugazmente, pero lo suficiente como para desbocarle el pulso.

Peor aún, experimentó el deseo de no separarse, de sentir más...

Dio un rápido paso atrás, calculó mal el ángulo de los tacones enormes que llevaba y se agarró al brazo de él en un esfuerzo por retener el equilibrio. –Lo siento –se preguntó si había dicho esas palabras en voz alta y esperó que no. –Querida –dijo Sophia con preocupación en la voz–.

¿Te encuentras bien? –Estoy bien –mintió. No quería las sensaciones que palpitaban en su interior ni reaccionar emocionalmente con ningún hombre. Y menos con Alessandro de Marco. Si ni siquiera le caía bien. «Te equivocas», le dijo una voz interior con tono divertido. «Te da miedo cómo te puede hacer sentir». Sólo una tonta se adentraría en ese camino. «No va a suceder», se aseguró con convicción.

Capítulo 2

EL DÍA EN que Sophia tenía entradas para la Semana de la Moda amaneció frío, con una lluvia ligera, y Lily eligió ponerse unas mallas negras, unas botas altas de piel suave y del mismo color, un elegante vestido negro hasta medio muslo, con una bufanda de un rojo profundo en busca de contraste y de calor adicional.

–Llévate una maleta pequeña con ropa de noche –le había aconsejado Sophia–, ya que asistiremos a una de las fiestas que se celebran después. Alessandro nos ha insistido en que nos quedáramos a pasar la noche en su piso con el fin de ir de compras mañana.

Durante un instante, Lily osciló entre el placer y una leve aprensión.

La expedición de compras sería deliciosa, pero albergaba reservas acerca de alojarse en el piso de Alessandro.

Reservas que desterró, ya que Sophia estaría con ella y el único momento en que se encontrarían con su anfitrión sería durante el desayuno, si es que lo hacían, ya que inevitablemente él se marcharía temprano al trabajo.

La maleta pequeña la llenó con un elegante vestido de noche negro, zapatos negros de marca de tacón alto y un bolso negro de fiesta. Junto con un pijama y artículos de belleza.

Bajo las manos diestras de Carlo, el Mercedes grande se dirigió hacia el sur y pasado un tiempo entró en la antigua ciudad de Milán, donde, como siempre, imperaba un tráfico intenso en el que daba la impresión de que cada conductor peleaba por encontrar un sitio.

–Ah, ya casi hemos llegado –comentó Sophia a medida que el coche aminoraba antes de girar hacia una entrada adornada con una alfombra que llevaba hacia la ubicación elegida.

Lily no sabía qué esperar, pero la visión de los paparazis arracimados en torno a cada coche que llegaba con el fin de determinar la identidad de sus ocupantes, sumado al destello incesante de los flashes de las cámaras, hizo que fuera algo increíble y desmesurado.

–Sus maletas las estarán esperando en el apartamento de Alessandro –comunicó Carlo mientras Sophia y Lily bajaban del coche.

–Grazie, Carlo –dijo la mujer mayor–. Te llamaré para comunicarte cuándo volveremos.

El glamour, los diseñadores mundialmente famosos, las modelos... decir que el día sería una experiencia para recordar siempre no le haría justicia.

Y ese enorme despliegue y exhibición realizados con una precisión milimétricas. Fue un privilegio estar allí y en un impulso se lo agradeció a su tía con un fugaz beso en la mejilla.

–¿Disfrutas del día, cara?

–Mucho.

Entonces la música cambió y su atención volvió a la pasarela, donde un afamado diseñador realizó un desfile asombroso que provocó murmullos de admiración.

En el último pase, cuando las modelos desaparecieron entre bambalinas, notó un hormigueo de percepción en la nuca, y miró a Sophia a tiempo de ver a Alessandro ocupar una silla junto a su tía.

Hubo un instante en que captó su sonrisa, logró asentir en gesto de reconocimiento y trató de desterrar su poderosa imagen sin mucho éxito.

Despertaba pensamientos en ella que no quería tener con ningún hombre... y menos con él.

«Sigue con el programa, por el amor del cielo», se ordenó mentalmente y volvió a centrarse en la pasarela.

Tacones altos como rascacielos, suelas de plataforma, botas... hasta el tobillo, media pantorrilla y la mitad del muslo. Fascinante, cautivador... fuera de ese mundo. Y prácticamente imposible de llevar en la vida cotidiana.

–Sugiero que nos marchemos pronto –indicó Alessandro–. Cenaremos y luego regresaremos a mi apartamento a tiempo para asistir a la fiesta que se dará en el hotel.