El siglo asiático - Pío García - E-Book

El siglo asiático E-Book

Pío García

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A diferencia de la Carta europea, centrada en el imperativo histórico de sellar la división continental, las instituciones asiáticas de cooperación e integración resaltan de manera expresa su relación con la institucionalidad multilateral en sus documentos fundadores. ¿Por qué? Sencillamente, porque al concluir la Segunda Guerra Mundial, el marco pro- visto por la institucionalidad multilateral auspició los movimientos de liberación nacional en Asia. Para los pueblos asiáticos, la estructura multilateral vino a ser, en muchos casos, propiciadora de las luchas de liberación del sometimiento colonial o neocolonial, con el fin de acceder a un puesto en el gran foro de las naciones. En correspondencia, frente a un sistema internacional abocado a la conformación de bloques geopolíticos excluyentes, el futuro de la humanidad organiza- da en forma incluyente y concertada tiende a depender de la defensa asiática de la ONU y la gobernanza multilateral global.

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García, Pío

El siglo asiático : una apuesta por el orden multilateral / Pío García. Bogotá : Universidad Externado de Colombia, 2023.

       198 páginas : tablas

Incluye referencias bibliográficas (páginas 175-198)

ISBN: 9786287676305 (impreso)

1. ONU 2. Cooperación regional -- Asia 3. Regionalismo – Asia 4. Cooperación económica 5. Negociaciones diplomáticas 6. Cooperación internacional 7. Relaciones internacionales 8. Asia -- Integración económica I. Universidad Externado de Colombia II. Título

337.11         SCDD 21

Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca. MRJ

septiembre de 2023

ISBN 978-628-7676-30-5

©   2023, PÍO GARCÍA

©   2023, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA

Calle 12 n.º 1-17 este, Bogotá

Teléfono (+57) 601 342 0288

[email protected]

www.uexternado.edu.co

Primera edición: octubre de 2023

Diseño de cubierta: Departamento de Publicaciones

Corrección de estilo: María Carolina Ochoa

Asistente editorial: Adriana León Torres

Composición: Julián Hernández - Taller de Diseño

Impresión y encuadernación: DGP Editores S.A.S.

Tiraje de 1 a 1.000 ejemplares

Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad del autor.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Siglas

Introducción

Capítulo primero. Las instituciones regionales y el multilateralismo

Introducción

1.1 Los obstáculos epistemológicos en la comprensión de la relación regionalismo-multilateralismo

1.2 Aproximaciones integrales a la relación entre regionalismo y multilateralismo

1.3 Precedencia de la institucionalidad política multilateral y su relación con la institucionalidad regional

1.4 La transformación del multilateralismo desde las regiones

Conclusiones

Capítulo segundo. Las instituciones de cooperación e integración de Asia adoptan el multilateralismo

Introducción

2.1 Multilateralismo e independencia asiática

2.2 Grandes soportes asiáticos de las Naciones Unidas

2.3 Secretarías asiáticas de la ONU

2.4 Cobertura multilateral de la cooperación y la integración en Asia

Conclusiones

Capítulo tercero. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático a la vanguardia de la cooperación de las regiones con el orden global multilateral

Introducción

3.1 Características de ASEAN y su aproximación a la ONU

3.2 ASEAN y el orden multilateral

3.3 Análisis holístico de la cooperación ASEAN-Naciones Unidas

Conclusiones

Capítulo cuarto. El Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo adhiere a la cooperación multilateral

Introducción

4.1 Aproximación del GCC a las Naciones Unidas

4.2 Análisis holístico de la cooperación del GCC con las Naciones Unidas

Conclusiones

Capítulo quinto. El sur de Asia busca preservar la cooperación económica con la asistencia multilateral por encima de las tensiones políticas y geopolíticas

Introducción

5.1 SAARC, descolonización y el multilateralismo

5.2 Análisis holístico de la cooperación multilateral de SAARC

5.3 Fortalezas y debilidades de SAARC

Conclusiones

Capítulo sexto. La Organización de Cooperación de Shanghai apuesta a la paz y la seguridad en Asia Central en asocio con las Naciones Unidas

Introducción

6.1 Génesis de la cooperación multilateral de la SCO

6.2 Análisis holístico de la cooperación multilateral de la SCO

6.3 La SCO, multilateralismo y la geopolítica global

Conclusiones

Capítulo séptimo. Perspectivas de la cooperación y la integración en Asia con enfoque multilateral

Introducción

7.1 El dilema entre asianismo y multilateralismo o regionalismo-cosmopolitismo

7.2 Balance general de la adhesión asiática al multilateralismo

7.3 Examen sistémico de la relación de Asia con el orden multilateral

7.4 Escenarios previsibles de la cooperación y la integración en Asia

Conclusiones

Consideraciones finales

Referencias

Notas al pie

SIGLAS

ACNUDH

Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

ADB

Asia Development Bank

ASEAN

Association of South East Asia Nations

CIA

Central Intelligence Agency

COI

Comité Olímpico Internacional

FAO

Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación

FMI

Fondo Monetario Internacional

GCC

Gulf Cooperation Council/Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo

IATA

International Air Transport Association

IMO

International Maritime Organization

ITU

International Telecomunications Union

MIGA

Multilateral Investment Guarantee Agency

OACI

Organización de Aviación Civil Internacional

ODS

Objetivos de Desarrollo Sostenible

OIM

Organización Internacional de Migraciones

OIT

Organización Internacional del Trabajo

OMC

Organización Mundial del Comercio

OMI

Organización Marítima Internacional

OMS

Organización Mundial de la Salud

OMT

Organización Mundial del Turismo

ONU

Organización de las Naciones Unidas

ONU

Mujeres

Oficina Regional de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres

OTAN

Organización del Tratado del Atlántico Norte

PIB

Producto interno bruto

PNUD

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

PNUMA

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente

SAARC

South Asia Association for Regional Cooperation

SCO

Shanghai Cooperation Organization

UNCTAD

United Nations Conference on Trade and Development

Unescap

United Nations Economic and Social Commission for Asia and the Pacific

Unesco

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

UNFPA

United Nations Population Fund

UN

-Habitat

United Nations Human Settlements Programme

Unicef

United Nations Children’s Fund

UNIDO

United Nations Industrial Development Organization

UN

-

OCHA

United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs

UNODC

United Nations Office on Drugs and Crime

UNRCCA

United Nations Regional Centre for Preventive Diplomacy for Central Asia

UPU

Unión Postal Universal

INTRODUCCIÓN

Una gobernanza global reglamentada y coordinada por la institucionalidad multilateral, esto es, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), resuelve el problema de las hegemonías, ya sea por el monopolio del poder por parte de una gran potencia o por dos o más en constante búsqueda del equilibrio de fuerzas. La historia registra esa ardua competencia y su ascenso conduce rápido a la amenaza de extinción global por un doble riesgo: la hecatombe atómica, por un lado, y el agotamiento de la biosfera, por el otro. La única alternativa posible no parece ser otra que vigorizar la gobernanza a nivel local, nacional, regional y mundial, por medio de una concertación sin tregua. Esta sería la mejor forma de democratizar el sistema internacional, pues sin la efectiva participación de la base todas las soluciones se tornan inviables. Un proceso al que las entidades regionales tienen mucho que aportar.

A diferencia de la Carta europea, centrada en el imperativo histórico de sellar la división continental1, las instituciones asiáticas de integración y cooperación resaltan de manera expresa su relación con la institucionalidad multilateral en sus documentos fundadores. ¿Por qué? Sencillamente, porque al concluir la Segunda Guerra Mundial el marco provisto por la institucionalidad multilateral auspició los movimientos de liberación nacional asiática. Para los pueblos asiáticos, la estructura multilateral vino a ser, en muchos casos, propiciadora de las luchas de liberación del sometimiento colonial o neocolonial, con el fin de acceder a un puesto en el gran foro de las naciones.

Constatamos que la ONU, cuya creación fue acordada en medio de la guerra, caería muy pronto presa de la nueva competencia hegemónica entre los dos grandes bloques de poder encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Ambos, a su manera, atizaron el fuego en casi todo el mundo, pero de modo mucho más contundente en Asia y África, todavía doblegadas por sus verdugos. Vietnam es la guerra epítome de esa confrontación, aunque también lo fue –y de no menor tenor– el conflicto de los bloques que dejó dividida a la península coreana: Alemania y Yemen.

Al estar frente a países grandes, varios líderes en la periferia propusieron una salida a la disyuntiva entre esos bloques. Ellos sentaron las bases del movimiento alternativo tercermundista, acogido por Indonesia.Así, en 1955 se dieron cita en Bandung, entre otros, el mariscal Tito de Yugoslavia, Nehru de India y el mismo Sukarno del país anfitrión, las más connotadas figuras del Movimiento de Países No Alineados. Se sumó a ellos Zhou Enlai, representante chino, cuyo país ya había empezado a tomar distancia del control soviético. Lo interesante es la referencia recurrente del marco normativo dado por la ONU. La conferencia afroasiática de Bandung propició la lucha anticolonialista de las décadas siguientes y la convergencia del mundo en desarrollo en torno al Grupo de los 77 más China, que reclama hasta el día de hoy el derecho al desarrollo por medio de relaciones económicas equitativas. El G77 nació en Ginebra, en 1964, en la reunión de la UNCTAD2, y está integrado por 130 países en la actualidad.

En consecuencia, los líderes de la independencia asiática enfilaron a sus países en las directrices multilaterales. Cierto sentido de correspondencia parece explicar la adhesión constante a las reglas de juego concertadas en las Naciones Unidas, tales como los programas económicos, las iniciativas culturales o las misiones de paz, a las cuales contribuyen con numerosos contingentes. Incluso Japón pasó de agresor a motor del desarrollo regional, al tiempo que se convertía en fuerte financiador de la institución multilateral.

Ahora bien, más allá del respaldo individual al orden multilateral, ¿qué impacto han recibido las instancias regionales desde el multilateralismo? ¿Cómo interactúan las organizaciones de cooperación e integración de Asia con el orden multilateral? De acuerdo con la trayectoria cumplida, ¿qué podría anticiparse sobre el futuro de tales relaciones?

Las dinámicas en el sistema internacional en el siglo XXI son contrastantes. Ante la fatiga por la globalización, en una reacción defensiva, ciertos países afectados se ven tentados por los cantos de sirena de la división sectaria del mundo. Más aún, la búsqueda de protección es explotada por las narrativas de conspiración enarboladas por líderes de la extrema derecha. Así, florece la tendencia chovinista que recorre a Europa y otros lugares. El neonacionalismo y el regionalismo agresivo son esas soluciones deplorables que conmueven la coexistencia pacífica, la justicia universal y la paz, es decir, los ideales más preciados por la ONU, entidad rectora de la gobernanza política global.

En una tendencia opuesta, su larga y dolorosa experiencia de colonización le da a Asia más motivos para consolidar la gobernanza global multilateral. En palabras de Acharya:

[...] aunque el regionalismo y el globalismo a veces se ven como fuerzas opuestas, y a pesar del peligro de que las aspiraciones de poder global de las naciones asiáticas clave puedan tentarlas a descuidar la cooperación regional, el regionalismo asiático tiene el potencial de allanar el camino para un globalismo más concertado y consecuente. (2011, p. 868)

El éxito económico y político asiático desde la segunda mitad del siglo XX y en las primeras décadas del siglo XXI es incuestionable. Esos países concentran un tercio de la producción global, acumulan riqueza e influyen con peso evidente en los asuntos mundiales. Sobre esa base, muy rápido se arman los escenarios futuros sobre su dominio universal. Para Kuroda, “con la creciente interconexión de la región y su creciente presencia económica, no sorprende que existan expectativas de que Asia pueda liderar el mundo y lo hará” (2019). El problema es determinar el tipo de liderazgo que Asia podría ejercer.

Anticipar un esquema de dominio hegemónico mundial como el ejecutado por Europa y Estados Unidos en los últimos cinco siglos parece descabellado, aunque es un tópico que se presta a la especulación malsana sobre Asia. Las advertencias que de ahí se extraen sobre el “peligro amarillo” o la capacidad destructora de las “nuevas hordas” asiáticas destila más intolerancia y racismo que razonamientos aquietados.

Un proyecto de dominio autoritario asiático global carece de fundamento en la medida en que Asia no tiene una sola voz. Falta convergencia entre los países relevantes como Japón, India y China para un propósito de tal índole. Sí hay procesos de integración y cooperación estables en el sudeste del continente y en Asia central, pero no está previsto un marco de asociación para los 48 Estados. Esta dispersión les restaría capacidad de influencia global a los asiáticos (García i Segura, 2006).

Pero, por otro lado, porque esa no es una meta acuciante para ellos. Al contrario, desmontar definitivamente la lógica del dominio, la fuerza y la hegemonía en todas sus versiones parece más a tono con sociedades que sufrieron el oprobio colonial en toda su vileza. En tal sentido, cuando Asia regresa al centro del mundo, su ascenso solo redundará en las soluciones multilaterales de la aldea global (Mahbubani, 2022).

El tipo de regionalismo asiático, en particular el realizado en el sudeste, destaca la modalidad del regionalismo abierto, distinto al experimentado en otras partes del mundo. Al contrario del europeo, por ejemplo, no es rígido y prevenido, y es mucho menos doctrinario o ideologizado. Tomar el estudio del regionalismo asiático y su relación con la estructura multilateral acoge el llamado a tomar distancia de los patrones corrientes en los estudios regionales, que por lo general privilegian “los avatares de la experiencia europea” (Molano-Cruz, 2016, p. 14).

En este sentido, el pronóstico de un poder asiático exige un cambio de paradigma. El viejo esquema de supremacía unilateral sobre territorios y sociedades sometidas a la fuerza queda obsoleto. La heróica resistencia en Irak, Afganistán, Cuba o Palestina demuestran que la fatiga de la globalización corre paralela a la fatiga del neolonialismo y el neoimperialismo. Los pueblos apabullados por élites corruptas o poderes extranjeros no cesarán en su lucha por la soberanía, la equidad y la libertad. Los principios de no injerencia, soberanía, autodeterminación y solidaridad siguen tan vigentes como cuando fueron estipulados en Bandung en la posguerra. Esos son, precisamente, los estandartes del multilateralismo acordado alrededor de las Naciones Unidas. Restaurarlo vendría a ser la impronta histórica de Asia en el anhelo compartido por casi todos los pueblos de superar la entropía que padece el sistema internacional contemporáneo.

Este contexto sirve para apuntalar las tesis centrales del libro. Primero, que la Guerra Fría no terminó con el colapso de la Unión Soviética, sino que mutó a una nueva bipolaridad, en la cual Estados Unidos y sus aliados insisten en dictar las reglas universales en detrimento de sus opositores, en especial China y Rusia. Segundo, este choque estratégico socaba las bases de la concertación y la cooperación internacional puestas en la ONU, que hasta ahora no ha logrado materializar todos los objetivos para los cuales fue creada. En consecuencia, estamos frente al dilema crucial entre la destrucción mutua asegurada por las armas atómicas y la destrucción de la biosfera o la concertación y la cooperación para salvar el planeta y sus habitantes bajo el liderazgo multilateral. Tercero, como víctimas del colonialismo, las sociedades asiáticas acogen los lineamientos multilaterales, de modo que la experiencia de sus instituciones de integración y cooperación se torna significativa para todo el mundo.

Dado su peso histórico, de representación regional, o por su capacidad de convergencia continental, se estudia la interacción multilateral de cuatro entidades asiáticas, a saber: la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN3), el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (GCC4), la Asociación de Asia Sur para la Cooperación Regional (SAARC5) y la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO6). En el presente estudio, cada una de estas instituciones es sometida a un examen holístico, con base en la teoría de la organización humana (De Gregori, 1980), con el fin de desentrañar mejor el fenómeno de la complejidad social. Sus catorce variables dejan atrás los esquemas simplificados o reduccionistas que suelen tomar en cuenta solo los aspectos económicos, políticos, culturales y ambientales.

La secuencia temática realza la aproximación conceptual. Por este motivo, previo al análisis, en el capítulo primero se abre la discusión sobre la interacción entre las instituciones regionales y las entidades multilaterales. La herramienta analítica, correspondiente a la comprensión del conjunto social desglosable en catorce subsistemas, ya fue presentada en esta introducción y su caracterización será ampliada en la segunda sección de dicho capítulo. En el capítulo segundo, se explica el acceso de los países y las organizaciones de cooperación e integración de Asia a la esfera multilateral. Los capítulos tercero a sexto están dedicados a explorar el vínculo multilateral de esas entidades asiáticas, y se concluye, en el séptimo capítulo, con el balance y las perspectivas de los nexos rastreados.

CAPÓTULO PRIMERO.LAS INSTITUCIONES REGIONALES Y EL MULTILATERALISMO

INTRODUCCIÓN

Para Farrell (2005), más o menos una década después de la caída de la Unión Soviética al final de la Guerra Fría, el sistema mundial se caracterizó por el doble movimiento de integración y fragmentación. Habría que anotar, igualmente, que ese movimiento puso en entredicho el orden multilateral, cuyo papel mediador en la geopolítica dual pareció redundante. Siendo así, ¿cómo entender, entonces, la relación entre el regionalismo y el multilateralismo?

La relación entre las instituciones multilaterales y los acuerdos para la cooperación y la integración regional7 reúne varios tópicos problemáticos. Hay factores de conflicto, como los que se presentan entre la liberación comercial propugnada por la OMC8 y los acuerdos regionales que buscan preservar ámbitos específicos para sus mercados, así como resguardar identidades culturales (Kodera, 2020). Los acuerdos regionales pueden dividir el multilateralismo o erosionarlo, al contradecir la cláusula comercial de la nación más favorecida y al quedar por fuera de la supervisión multilateral (Bhagwati, 1992; Pal, 2005). Los incentivos de los acuerdos preferenciales al desvío del comercio tienden a obstruir el propósito de la liberalización generalizada (Krishna, 1998), en desmedro de los países pequeños y de aquellos que no forman parte de los mecanismos regionales, con lo cual el multilateralismo tiende a decaer (Andriamananjara, 2000).

Desde esa perspectiva, pareciera que el regionalismo, en vez de contribuir al sostenimiento de la institucionalidad multilateral en el campo económico, más bien atentara contra ella. Sin embargo, otros estudios muestran que el regionalismo no necesariamente conduce a la fragmentación del multilateralismo, sino que causa, por el contrario, una dinámica de complementariedad entre ambas esferas, en la medida en que hay coincidencia en los objetivos de elevar el intercambio entre los países (Nataraj, 2005). Por lo tanto, conciliar regionalismo y multilateralismo es un desafío común a todas las ramas de la gobernanza económica mundial (Nakagawa, 2011).

Sin embargo, junto a la agenda económica surgen las tareas políticas y de seguridad del sistema internacional. En el campo de la seguridad, el conflicto es mucho más patético. Es el caso emblemático de la OTAN9, un acuerdo regional de cooperación en defensa que trastocó su naturaleza defensiva en alianza militar ofensiva con ataques a países ubicados tanto en el interior de su zona como a países de su periferia y hasta muy lejanos. Por ejemplo, Afganistán, en 2001. En su modalidad ofensiva, esa alianza militar empezó en el propio espacio europeo con los bombardeos contra objetivos serbios en la antigua Yugoslavia, en 1999, y los prolongó a Libia y a Siria en las dos primeras décadas del siglo XXI. Su proyección militar suele sustentarse en decisiones precarias del Consejo de Seguridad, la instancia multilateral investida de la responsabilidad de preservar la paz mundial. Imaginar, por ejemplo, que el bombardeo de un país –digamos Sri Lanka, solo por una conjetura– por parte de las fuerzas de la SCO encendería de inmediato las alarmas en todo el mundo y, muy seguramente, instigaría un involucramiento de la OTAN, antes de buscar una solución en la ONU. Esto para aseverar que el hostigamiento de la OTAN no suele ser contestado, salvo por la ofensiva rusa contra Ucrania.

También, en el campo de las culturas y las religiones se presentan dificultades de acomodo a un orden global armónico. En su visión más extrema, Huntington (1996) lo planteó como un choque entre las civilizaciones, en una clara argumentación para amparar la confrontación violenta contra los pueblos que se levantan contra la hegemonía mundial estadounidense. Traer al primer plano las reivindicaciones religiosas y culturalistas como las tensiones fundamentales del mundo actual habría que verlo más bien como un ardid que encubre las tensiones de fondo. Estas resultan de un tipo de control político, militar y cultural por parte de los países enfilados detrás del más poderoso –Estados Unidos–, convencido este de preservar una misión providencial como la gran potencia en un sistema internacional unipolar.

Dicha “misión” se cubre de encanto, magia y ardor religioso. Fascinados por el auge del consumo, los pueblos en todo el mundo han sido llevados a aceptar –como solución divina de todos los problemas– las reglas de la producción globalizada y controlada por las corporaciones multinacionales. Acogen sin miramientos una gobernanza perversa, cuyos dispositivos inequívocos aseguran el poder de la ínfima minoría del 0,1 hasta el uno por ciento en detrimento del otro 99 por ciento y del ecosistema terrestre, echado a perder sin fórmula de regreso. El poder militar es el brazo aliado y las fuerzas civiles, políticas y religiosas opositoras son denigradas, cuando no eliminadas de modo sistemático. En este panorama, sale a relucir el marginamiento del poder político mundial. Esa responsabilidad fue depositada en la ONU, y la zozobra internacional tiende a agudizarse en la medida en que el multilateralismo que dicha organización representa pierde terreno día a día.

¿Cómo valorar el regionalismo dentro de este escenario? Disponer de un horizonte común como el derivado del multilateralismo político es fundamental a modo de recurso epistemológico, práctico y axiológico, porque permite establecer la razón de ser de los actores del sistema internacional, como lo son los Estados, las fuerzas sociales y la institucionalidad regional.

La dimensión multilateral comprende a todos los Estados soberanos, más otros observadores y representantes no estatales, con voz, pero sin voto. A otro nivel, las instituciones regionales replican las mismas funciones. Los acuerdos regionales los forman cierto número de Estados. La dimensión multilateral mayor guarda precedencia frente a los arreglos regionales, pero genera dependencia de los Estados y de las fuerzas sociales como generadores de normas, interpretaciones y experiencias que inciden en la incesante transformación de la esfera universal.

Ambas son dimensiones de la gobernanza global primordial: aquella de tipo político construida entre todos para el beneficio de todos, a diferencia de la gobernanza económica prevalente que redunda –como es obvio– en provecho de la plutocracia. Por lo tanto, mientras no se establezca un plano axiológico, se esfuma la intención de valorar la relación entre el regionalismo y el multilateralismo en la debida forma.

Este capítulo se ocupa, en la primera parte, de las obstrucciones a la comprensión del mutilateralismo y el regionalismo; en la segunda, se comentan las propuestas integrales; y, después, en las secciones tercera y cuarta, se analiza la doble relación descendente y ascendente que conecta el multilateralismo y el regionalismo.

1.1 LOS OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA RELACIÓN REGIONALISMO-MULTILATERALISMO

La comprensión y valoración del vínculo entre la dimensión regional y la estructura institucional multilateral enfrenta tres grandes obstáculos epistemológicos: el relativismo, el eclecticismo y el reduccionismo. El primero de ellos corresponde a una posición teórica de inhibición, por la cual no es posible establecer una solución definitiva al problema de la tensión entre los arreglos regionales y la institucionalidad multilateral. No es posible ofrecer criterios finales sobre ambos niveles de institucionalidad porque cualquier orden en que se den las causas es válido. No es factible establecer un enlace certero, bien sea por la ausencia de elementos fijadores o por la superposición de unos y otros. No hay lugar a elegir un medio o mecanismo determinante, porque cualquiera de los factores mencionables es válido.

Un caso ilustrativo es el de Winters (1996), quien cambia el enfoque investigativo de las consecuencias del regionalismo en el bienestar económico de los socios por la pregunta acerca de las fuerzas que animan o desalientan la evolución hacia un comercio mundial más libre. Varios factores pueden obstaculizar o favorecer este multilateralismo económico, como lo son los grupos de presión en los acuerdos regionales, los efectos directos e indirectos del multilateralismo sobre las regiones o los incentivos regionales hacia los acuerdos preferenciales frente a externalidades cambiantes. Dentro de esa proliferación, no cabe esperar una respuesta definitiva sobre el factor causal fundamental.

En el bando contrario, la perspectiva ecléctica valida diversos enfoques que pueden sobreponerse los unos a los otros, a pesar de sus contradicciones de fondo. Es una solución pragmática, que busca ampliar el diálogo y la experimentación creativa. El eclecticismo analítico se aprecia como alternativa a la posible pérdida de cooperación en el estudio de los asuntos internacionales, dada la cohesión de posiciones teóricas en principio irreconciliables. Además, puede ser un recurso de la vida diaria, más allá de los recintos académicos (Katzenstein y Sil, 2008).

Mucho más generalizados en la arena de los estudios internacionales son los estudios reduccionistas, por los cuales la valoración de las relaciones entre las instituciones regionales y las multilaterales implica un solo factor causal o dos factores en disputa. En esa perspectiva, hay pérdida de la visión panorámica. Los reduccionismos capturan solo partes del conjunto y toman como eje una o dos piezas sueltas. El reduccionismo de agencia es objeto de crítica desde los nuevos regionalismos que se apartan de los esquemas Estado-céntricos, dada la existencia de la sociedad civil, los movimientos sociales y las actividades económicas en la construcción social de las estructuras regionales. La agencia estatal fue un bastión de la teorización en relaciones internacionales primordial para las escuelas realistas; pero, al ser ampliada la participación de los agentes, el Estado ya no es el único responsable del regionalismo (Fawcett, 2004).

Es lógico que cuando el Estado copa el espectro internacional, los demás agentes y las instituciones multilaterales pasan a ocupar un papel marginal. Para un neorrealista como Mearsheimer (1994, p. 47), se trata de una “falsa promesa” por la poca incidencia que han tenido en la conducta de los Estados, a pesar de la gran notoriedad de las teorías institucionalistas; por lo tanto, no cabría esperar mucho de las instituciones como fuerzas determinantes hacia la paz, por ejemplo. Antes de él, para el propio Morgenthau (1986), considerado el padre de la escuela realista, el meollo de las relaciones corresponde al poder estatal; las demás instituciones vienen a ser un elemento subsidiario. Para ese autor, el asunto es que las instituciones provienen de ciertos acuerdos legales que en cuanto tales conducen al idealismo. Las instituciones multilaterales, como la ONU, al pretender restringir los intereses de los Estados, se convierten, desde esa visión, en una política “falsa y perniciosa”. En consecuencia, el multilateralismo se hace redundante si la paz mundial depende en últimas del balance de poderes entre los grandes protagonistas de la escena internacional.

De igual forma, según Kenneth Waltz (1979), las organizaciones carecen de poder intrínseco, ya que dependen de la aquiescencia y el soporte de los Estados con más poder que ellas mismas. Ante un ambiente general de incertidumbre o anarquía, desde su neorrealismo defensivo, la decisión acertada de los Estados no puede ser otra que incrementar sus capacidades de respuesta ante cualquier eventualidad: la fuerza se usa en el interés propio, afirma Waltz. En el dominio nacional, prevalecen la justicia y el derecho, pero en el internacional, para protegerse y hallar ventaja frente a los otros, un Estado recurre a la fuerza. A mayores capacidades, mayor será su independencia.

Cuando se intenta establecer su contribución epistemológica, se puede advertir que el reduccionismo de los realismos y neorrealismos comporta una doble contradicción. Una, por la negación de la institucionalidad frente a los intereses del Estado, siendo el Estado mismo una de esas instituciones. Otra, porque ese Estado es tipificado como una mónada, donde la acumulación de medios de defensa y ataque está privilegiada respecto a los medios de cooperación, que es lo que prevalece en la relación social doméstica e internacional. En cuanto al reduccionismo metodológico, referido a un holismo aparente, nos ocuparemos en la segunda sección de este capítulo.

El examen del nexo entre regionalismo y multilateralismo, en su inmensa mayoría, concentra su observación en los efectos mutuos de las relaciones económicas. Gira en torno a la pregunta sobre cómo los compromisos regionales y subregionales, tipo Unión Europea, Unión Africana o Mercosur, animan o desestimulan los arreglos logrados en la dimensión multilateral. Al contrario de los lineamientos realistas, la corriente liberal exalta las instituciones y la cooperación; las instituciones internacionales que operan sobre la base de la reciprocidad han de ser componentes de cualquier paz duradera (Keohane y Martin, 1995). No obstante, conceden que exagerar el papel de las instituciones es erróneo. Ellas, por sí mismas, no tendrían la última palabra, porque en el liberalismo las instituciones están al servicio de una entidad más bien sobrenatural: el mercado. En breve, no son las voluntades humanas y los acuerdos entre los agentes, sino la mano invisible de Adam Smith la que se encarga de crear el bien de todos, mediante la suma de las acciones individuales motivadas por la ambición personal de cada quien.

En realidad, las teorías realistas y liberales activan una lógica binaria, en la cual uno opone la racionalidad del Estado a la anarquía y resuelve el conflicto con el equilibrio de poder entre los máximos protagonistas; el otro resuelve las contradicciones de las racionalidades humanas y estatales en el equilibrio social perfecto dependiente de ese agente imaginario que viene a ser el intercambio universal sin cortapisas.

Lo curioso es que el procedimiento de algunas escuelas marxistas y constructivistas tampoco logra desprenderse de la separación de la realidad en esquemas dicotómicos. Cabe indicar que en el análisis del materialismo dialéctico queda muy bien expuesta la confrontación social como motor del mercado. Su solución, empero, no es el mantenimiento de la tensión, como en Hegel, sino su clausura en la sociedad comunista, donde dejan de existir las clases sociales (Marx y Engels, 2001). Asimismo, cuando ciertas corrientes constructivistas preservan la dicotomía agente-estructura o Estado-sociedad, también conservan una lógica binaria reduccionista que anula la integralidad de los fenómenos sociales y, en general, de la vida y de la energía, ancladas y trenzadas en los movimientos de repulsión, atracción y mediación.

Cómo mantener la tensión sin eliminar las partes es una apuesta fundamental tanto en el dominio científico como en el político, dado que la contradicción y la cooperación no son disociables.

1.2 APROXIMACIONES INTEGRALES A LA RELACIÓN ENTRE REGIONALISMO Y MULTILATERALISMO

En el esfuerzo por romper con los esquemas explicativos binarios han salido a la luz connotadas alternativas. El mismo Waltz (1979) propuso un diagnóstico del orden económico internacional como la convergencia de tres excedentes: el trabajo, las mercancías y los capitales. En Ruggie (1998), el comercio internacional de la posguerra está organizado por los tres principios de indivisibilidad, reglas de conducta generalizadas y la reciprocidad difusa. Son intentos valiosos por parte de ambos autores de romper la limitación del usual dualismo estratégico y ontológico en el entramado universal.

A su vez, con el propósito de explicar el sistema internacional en una dirección distinta a la economicista y reduccionista, Immanuel Wallerstein (1974) distinguió la posición de los Estados en tres niveles: el centro, la semiperiferia y la periferia. En su reconstrucción, halló que la relación depredadora de los países centrales requirió históricamente de la franja de países intermedios ubicados en la semiperiferia; de ese modo, la explotación y el dominio quedaban camuflados en las acciones del intermediario. Sobre esa base, Robert Cox (1981) presentó los órdenes mundiales por la confluencia de las fuerzas sociales y los tipos de Estado. Y, en el plano dómestico, las instituciones son modeladas por las ideas tanto como por las capacidades materiales, que les imprimen opciones y límites a los Estados, configuradores principales del sistema internacional.

Tras la búsqueda de soluciones integrales, de la misma manera, Joseph Nye Jr. (1990) incluyó el concepto de smart power entre los poderes hard y soft, como recurso para superar la dualidad. Weiss, Seyle y Coolidge (2013), a su vez, y frente a la pregunta sobre la gobernanza global en el siglo XXI