El sitio de Breda - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El sitio de Breda E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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En El sitio de Breda Calderón de la Barca relata un suceso histórico: En junio de 1625 la guarnición de Breda en Holanda, al mando de Justino de Nassau —hermano de Mauricio—, se rindió a Spínola después de nueve meses de asedio. Spínola conquistó la ciudad mediante un laberinto de trincheras y fortificaciones. A ese efecto se construyeron 96 reductos, 37 fuertes y 45 baterías llanas para aislar Breda y rendirla por hambre y a su vez proteger al ejército sitiador de un ataque externo. La victoria de El sitio de Breda también fue reflejada en el cuadro de Velásquez "La rendición de Breda" como un éxito relevante de la política de España y de Felipe IV durante el siglo XVII.

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Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

El sitio de Breda

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El sitio de Breda.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño cubierta: Michel Mallard

ISBN rústica: 978-84-9816-417-6.

ISBN ebook: 978-84-9816-923-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 45

Jornada tercera 91

Libros a la carta 133

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

En El sitio de Breda Calderón de la Barca relata un suceso histórico: En junio de 1625 la guarnición de Breda en Holanda, al mando de Justino de Nassau, se rindió ante el marqués Ambrosio Spínola. Tras nueve meses de asedio los ejércitos españoles entraron en la plaza. Spínola conquistó la ciudad mediante un laberinto de trincheras y fortificaciones. A ese efecto se construyeron 96 reductos, 37 fuertes y 45 baterías llanas para aislar Breda y rendirla por hambre y a su vez proteger al ejército sitiador de un ataque externo. La victoria de El sitio de Breda también fue reflejada en el cuadro de Velásquez «La rendición de Breda» como un éxito relevante de la política de España y de Felipe IV durante el siglo XVII.

Personajes

El Marqués Espínola

Alonso Ladrón

El Conde Juan de Nassau

Marqués de Barlazón

Pablos Ballón

Marqués de Belveder

Don Francisco de Medina

Don Fadrique Bazán

Don Gonzalo de Córdoba

Don Luis de Velasco

Don Vicente Pimentel

Madama Flora

Alberto, viejo

Carlos, niño

Enrique de Nassau

Morgan, inglés

Justino de Nassau

Laura

Un Ingeniero

Estela

Príncipe de Polonia

Un Sargento

Una Espía, de villano

Conde Enrique de Vergas

Jornada primera

Tocan cajas y chirimías, salen el Marqués Espínola y Alonso Ladrón, capitán.

Alonso Hoy es, señor, el venturoso día

que obediente a las órdenes que diste,

donde te espera tanta bizarría,

que el tiempo de lisonjas y honor viste;

porque el bronce y las armas a porfía 5

le ven alegre y le oscurecen triste,

cuando, confusos entre sí, presumo

que es la aurora su luz, la noche el humo.

Aquí la plaza de armas has mandado

hacer y aquí la frente de banderas, 10

que son ciento y noventa, y numeradas

el ejército ya por sus hileras

es la muestra que han hecho y que he hallado

que entre propias naciones y extranjeras,

de ejércitos del Rey solo son treinta 15

y cuatro mil seiscientos y noventa.

Las del país, que llaman escogidos,

son dos mil, de felices esperanzas,

y seis mil y ochocientos prevenidos

de los que llaman gente de finanzas, 20

de la Liga Católica lucidos

cinco mil y trecientos, que a venganzas

ya se previenen, cinco mil la gente

de nuestro Emperador, noble y valiente.

Hasta aquí repetí la infantería 25

y no menos admira la opulenta

majestad de la gran caballería,

si se reduce a número su cuenta

de ejércitos del reino, más había

siete mil y seiscientos y sesenta; 30

dos mil, no sé si diga Martes fieros,

de bandas, de hombres de armas y de arqueros.

Espínola Mi humilde celo, mi temor piadoso

dichosamente sus aplausos fía

a la fe de Felipo poderoso, 35

cuarto planeta de la luz del día;

y espero que su intento religioso

ha de asombrar en Flandes la herejía,

dando el sangriento fin alguna hazaña,

alabanzas al cielo, honor a España. 40

Estos, ¿quién son?

(Tocan cajas.)

Alonso Seis regimientos llegan,

dos borgoñones, cuatro de alemanes,

cuyos tercios al conde Juan se entregan

y marqués Barlanzón, ambos Roldanes.

(Sale el Conde Juan de Nassau, de alemán, y el Marqués Barlazón, de tudesco.)

Juan Denos los pies.

Espínola Los brazos no se niegan 45

a dos tan valerosos capitanes.

Sean Vueseñorías bienvenidos.

Juan Siendo de Vuexcelencia recibidos

con tanto honor, es fuerza lo seamos.

Espínola ¡Buena gente, Marqués!

Barlanzón Señor, recelo 50

que es de provecho; pues en fin llevamos

gente nacida en el rigor del hielo.

¿Vamos a Grave, o al infierno vamos?

Que voto a Dios que ha de tener el cielo

poco que aposentar, si considero 55

que están ya aposentados con Lutero.

(Tocan.)

Alonso Estos son italianos y valones.

Espínola ¿Sufren mucho en un sitio estos soldados?

Alonso Si el saco esperan, sí.

Espínola No los baldones,

que pelean tan bien.

Alonso Si están pagados. 60

(Sale de inglés Pablos Ballón y Marqués de Belveder, italiano.)

Pablos Así cumplen, señor, obligaciones

los que a tu sombra viven obligados.

Espínola Señor Pablos Ballón, ilustre conde

de Belveder...

Belveder Por mí el honor responde.

(Tocan.)

Alonso Estos son españoles. Ahora puedo 65

hablar, encareciendo estos soldados,

y sin temor; pues sufren a pie quedo

con un semblante bien o mal pagados.

Nunca la sombra vil vieron del miedo,

y aunque soberbios son, son reportados. 70

Todo lo sufren en cualquier asalto,

solo no sufren que les hablen alto.

En tres tercios su gente determina

divertirse, y tres maeses se previenen:

el uno es don Francisco de Medina, 75

y don Juan Claros de Guzmán, que tiene

sangre al fin de Guzmán; y por divina

muestra de su valor, con ellos viene

un capitán famoso, un don Fadrique

Bazán, a quien la fama altar dedique. 80

(Salen don Francisco de Medina con hábito de Santiago, y don Fadrique Bazán con jineta.)

Espínola Vuesa merced, señor Fadrique, sea

mil veces bienvenido, que con esto

mi intento más alcanza que desea.

Medina Siempre a servir al Rey estoy dispuesto.

Fadrique Previniendo la fama que ligera 85

los vientos rompe con veloces alas,

que líneas son de la sutil esfera,

troqué al acero cortesanas galas,

los ecos de la envidia lisonjera

al ruido leve de espirantes balas, 90

la alegre corte a la marcial campaña.

Y al fin por Flandes he trocado a España.

(Tocan.)

Alonso Don Gonzalo de Córdoba ha venido.

Espínola Como en las guerras del Palatinado

Maese de campo general ha sido, 95

puesto ninguno en Flandes ha ocupado,

que no hay que darle, aunque haya merecido

victorioso, prudente, afortunado,

ser general, porque a su bisabuelo

en él enseña repetido el cielo. 100

No ha perdido fación, y no ha tenido

suceso desdichado ni infelice,

gracias a su valor; porque yo he oído,

y a voces el ejército lo dice,

que todos los soldados han vencido 105

por Dios y por el Rey, ¡suerte felice!,

y los suyos, ¿qué gloria aquesta igualo?,

por Dios y por el Rey y don Gonzalo.

(Sale don Gonzalo de Córdoba.)

Espínola Ya no puedo temer desdicha alguna,

pues nuevo Amiclas, a decir me obligo 110

que va, ¡oh gran don Gonzalo!, la fortuna

de Fernández de Córdoba conmigo.

Gonzalo Vuexcelencia remita la importuna

retórica a los brazos, que si hoy sigo

su milicia, del Betis al Hidaspes 115

me harán eterno mármoles y jaspes.

(Tocan un clarín.)

Alonso Ya el gran Velasco, general valiente,

va conduciendo la caballería.

Con él viene el ilustre don Vicente

Pimentel, que llegó de Lombardía, 120

cabo de mil caballos.

Espínola Benavente,

ilustre rama de su tronco, envía

aquel que al mundo dio fértiles plantas,

aunque la muerte haya deshecho tantas.

Pues ya el rebelde bárbaro, ¿qué espera? 125

Si muerto el mundo aqueste nombre yace,

en cuanto mira el Sol desde la esfera

adonde siempre muere y siempre nace.

En dos mitades dividir quisiera

el alma.

(Salen los dos.)

Luis Bien tal honra satisface 130

nuestros deseos.

Espínola Triunfos soberanos

tendréis con imitar vuestros hermanos.

Vicente Yo, que siendo el menor, será forzoso

serlo en valor también, hoy solicito

mostrar, de mis hermanos envidioso, 135

que, si no los excedo, los imito,

pues su blasón el tiempo presuroso

en láminas de bronce tiene escrito

cuando en la tierra y mar, para memorias,

se escriben con su sangre sus vitorias. 140

Murió en Vergas mi hermano don García,

lograda con su muerte su esperanza.

Vuexcelencia perdone la osadía,

que no es vil, aunque es propia la alabanza,

donde es tan justa. Aqueste mismo día 145

insigne triunfo nuestra gente alcanza;

que pareció, no triste, alegre suerte,

que pagó su vitoria con su muerte.

Don Alonso en Verceli, que amparado

de un cestón por instantes esperaba, 150

de máquinas de fuego rodeado,

la ardiente flecha de frondida aljaba,

de un rayo artificial arrebatado,

que trueno y lumbre a un mismo tiempo daba,

subió tan alto, que entre fuego y viento, 155

de sus huesos ignora el monumento.

Cuando el mar, envidioso de la tierra,

del viento y fuego, por grandezas sumas

quiso en azul campaña, en naval guerra,

manchar con nuestras sangres sus espumas; 160

y del profundo seno desencierra

dos holandeses, aves, cuyas plumas

eran de pino, pues con él volaban,

que hijas del viento serlo imaginaban.

Por heladas campañas discurría 165

en su alcance con otras dos don Diego;

y cuando, atento a su fación, se vía

sordo el mar, mudo el aire y el Sol ciego,

cada cual de las cuatro parecía

sobre balas de sal, montes de fuego, 170

siendo a tanto esperar humo importuno

de sus hados volcanes de Neptuno.

La más igual batalla que ha tenido

en sus ondas el medio mar de Europa,

esta fue. Mas después de haber vencido 175

la española arrogancia cuanto topa,

mi hermano, a su fortuna agradecido,

estaba desarmándose en la popa,

y apenas quita el peto, ¡oh suerte triste!

¿Qué prevención a lo fatal resiste? 180

Cuando una bala, ¡caso lastimoso!,

le rompe el pecho con furor violento,

porque allí con su sangre venturoso

quedase inoble ya tanto elemento.

Entró en Nápoles muerto y vitorioso. 185

Y yo, que a un punto envidio lo que siento,

vengo a ofrecer a Dios y al Rey la vida

cuanto bien empleada, bien perdida.

Espínola Valerosos caballeros,

a cuyo poder augusto 190

hoy fía el Cuarto Filipo

la máquina de dos mundos,

por órdenes de Su Alteza

la señora Infanta, cuyo

valor dignamente eterno 195