El triunfo del amor sobre el ego - Saeed Habibzadeh - E-Book

El triunfo del amor sobre el ego E-Book

Saeed Habibzadeh

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  • Herausgeber: epubli
  • Kategorie: Ratgeber
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2014
Beschreibung

Somos hijos de la luz divina y seres puros del Reino de Dios. Con el paso del tiempo nos hemos hecho prisioneros de nuestro ego, lo que nos impide disfrutar de la valentía, fortaleza, salud, riqueza y felicidad. Triunfo del amor sobre el ego explica, de forma sencilla, la relación de estas circunstancias y muestra el camino para salir del cautiverio espiritual. Visualizaremos incontables caminos y pasillos equivocados en el laberinto de nuestra prisión interior. Cada nuevo descubrimiento nos abrirá el camino a la felicidad y nos guiará paso a paso, como el brillo de elfos voladores, a encontrar la luz. Es el camino a la libertad espiritual y al eterno triunfo del amor sobre el ego. Toda distancia causa separación y soledad, especialmente si nace desde el corazón. Considero a todo el mundo como una gran familia. Por nuestras venas fluye la misma sangre. Somos parte de una Unidad, un cuerpo. Si la más mínima parte de nuestro cuerpo sufre dolor, sufre todo el cuerpo. Así, siento el dolor de la humanidad en general y el de las personas individuales como un dolor propio, y mi interés es prestar ayuda en la medida de lo posible. ¿Alguna vez has observado el comportamiento de las personas ante un semáforo en rojo? En cuanto el semáforo cambia a rojo y los pasantes se detienen, dirigen su mirada hacia quienes también esperan cerca el cambio de la luz, tratando establecer un contacto visual por un breve momento.

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Seitenzahl: 494

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Saeed Habibzadeh

EL TRIUNFO DEL AMOR SOBRE EL EGO

Enviado por la Sabiduría Divina para quien desee

recibirla en su corazón y realizarla en su vida diaria.

 

El triunfo del amor sobre el ego.

(El título original en alemán : Triumph der Liebe über das Ego)

No se permite el uso de los textos ni de las imágenes, tampoco de manera parcial,

salvo autorización explícita por parte del autor.

Lo mismo es de aplicación para el uso electrónico del libro en cualquier forma.

 

Autor : Saeed Habibzadeh

Imagen de la cubierta : Saeed Habibzadeh

Composición e impresión : Samuel Schwarzkopf

Traducción al español : Erika Rossner

 

Copyright: 2014 Saeed Habibzadeh, www.saeed.eu

publicado por: : epubli GmbH, Berlin, www.epubli.de

(EPUB) ISBN 978-3-7375-0732-5

Doy mi agradecimiento al hombre

que dio su joven vida por nosotros en el Gólgota.

Índice

Portada
Pie de imprenta
Dedicación
Índice
Prólogo
Introducción
Sobre el libro
Notas a la edición de 2014
Devenir o morir
Cambio o variación
Aprender o sufrir
Objetivamente o personalmente
Empaque y contenido
Encontrar e inventar
Juzgar y reconocer
La realidad y lo real
Dirección errada
Solución o remedios
Solucionar (liberarse de) problemas o combatirlos2
¿¡ Sería aburrida la vida sin problemas!?
No sueñes tu vida, vive tu sueño
Sentirse bien y sentirse bien
El bien y el mal
Refinamiento e inteligencia
Corazón e intelecto
El sentido común
Saber y sabiduría
Filosofía
Ciencia
Economía
La palabra, su significado y contenido
Jerga y jerga técnica
Escuchar y comunicación
Apariencia o realidad
Experiencia y madurez
¿¡Ser maduro por la edad!?
Ser adulto y dejar de ser niño
Patrones de conducta, mecanismos y automatismos
¿Vivir o dejar vivir?
Evaluación de sí mismo
Carácter y personalidad
Exhibición, realización y seguridad de sí mismo
Exhibición, expresión y seguridad de sí mismo
Arte o artificialidad
Sensible o sensitivo
Genios verdaderos y falsos
Genio y caos
Caos y orden
Valorar
Comparación y valoración
Igualdad de derechos y equidad
Inferioridad
El valor y la importancia de un ser humano
Gustar o no gustar
Para lucir hay que sufrir
Nuestro semejante como instrumento, medio para un fin
Ganar o ser digno de ello
¿El amor lastima? ¡Solo los egoístas lastiman!
Amor de sí mismo y amor propio
Romántico o cursi
El falso y el verdadero amigo
Amantes y amigos de los animales
Asilos para animales, zoológicos y circos
Vegetarianismo
Los polos opuestos se atraen
Moral e inmoralidad
Tradiciones y verdaderos valores
Valores verdaderos y artificiales
Perfeccionismo y perfección
La autodesignación como ayudante desinteresado
Identificación y pérdida de la identidad
Modelos o ejemplos
Entretenimiento y entre-tenimiento8
La culpa ficticia y la culpa real
La conciencia y los sentimientos de culpa
Derecho o justicia
La venganza es amarga
Revolución y rebelión
El héroe
Impulso y anhelo
Complacencia o realización
Desear y necesitar
Modestia, moderación y humildad
Desear y desear
Donde hay luz...
Lo bueno y lo necesario
Lo correcto y lo verdadero
Cometer errores
Temor ante los errores propios
¿¡Todos los caminos conducen a Roma!?
El valor egoísta y el valor verdadero
Aburrimiento y efecto de adrenalina
¿Diversión o alegría?
Pasión y dedicación
Ser crítico o ser desconfiado
Confianza y confianza en sí mismo
El efecto placebo y la fe
Una buena impresión puede engañar
Manipulación y transformación
Calcular o planear?
Dar e invertir
Gratitud
Ser bueno por convencimiento
Ilusión y desilusión
¿Expectativas o deseos?
Empatía verdadera o falsa y compasión
Libertad e independencia
Dominio activo y pasivo
Orientación e instrucción 12
La libre voluntad
El gurú y la secta
El maestro y el discípulo
El guía espiritual
Miedo
Respeto y miedo
Enemistades y hostilidades
Seguridad y sensación de protección
La vida es dura y cruel
Indiferencia y resignación
La depresión como un indicador de camino
Estar triste y quejarse
Responsabilidad
Compromisos baratos y compromisos verdaderos
Unirse y participar
Autonomía e independencia
Soberbia y humildad
Servir
La profecía que se cumple por si misma
Pensamiento positivo
Ser fresco o "cool"
Profesionalidad - Conservar la distancia
Acuerdo y unidad
¿Solos o en soledad?
Capacidades, talentos y dones
Profesión y vocación
Satisfacción y felicidad
Éxito o felicidad
La carrera
Concurso y competencia
El fracasado feliz
La ambición
Reconocimiento y contravalor
Riqueza y pobreza
El tiempo es oro
Dinero
Nivel de vida y calidad de vida
Lotería y juegos de azar
La necesidad aguza el ingenio
Generosidad y autodestrucción
Tolerancia o decadencia de los valores
¿La mejor defensa es el ataque?
Guerra y paz
El deporte mata 16
Competición
Envidia, rivalidad y competencia
Violencia
¿Noble, nobleza o de casta noble?
Karma
Destino
Determinación
El pasado y lo ocurrido
En el ahora y acá
Reírse de alguien o reír con alguien
Tomar en serio y seriedad
Abstracto
Ojos que no ven, corazón que no siente
El pasatiempo
Estrechez de miras e impaciencia
Esperanza y esperanza
Arrogancia
Presunción
Vanidad
Autosuperación y autolesión
Superar el ego o perderse a sí mismo
Ego, egoísmo y egolatría
Cumpleaños
Honradez, sinceridad y valor para enfrentar la verdad
Aceptar o soportar
Navidad
Iluminación y salvación
El peregrino de la luz
El triunfo del amor sobre el ego
Ángeles del Amor (Original)
Ángeles del Amor
Bienaventurados los misericordiosos

Prólogo

Cuando era niño, siempre me acompañó una extraña sensación que no podía describir. Sentía que algo no funcionaba bien en este mundo, pero no podía precisarlo, ya que el mundo de los adultos me era incomprensible.

Más tarde entendí que ese sentimiento era el anhelo de un mundo feliz, presente en mí ya desde la niñez. Deseaba un mundo tan perfecto como el de los cuentos de hadas con un final feliz. Me preguntaba qué habría sido de los personajes de los cuentos de hadas, y si aún serían felices. Siempre quise saber por qué en el mundo de los adultos las cosas rara vez terminaban bien como en los libros infantiles y por qué nuestro mundo no era tan perfecto como el de los cuentos que me leían antes de dormir.

Observé con la mayor atención los gestos de mis padres y comprendí que no eran realmente felices ni juntos ni con su propia vida. Cuando descubrían mi expresión preocupada, me sonreían como lo hacen los adultos que quieren consolar a un niño. Pero tan pronto giraban su cabeza, su gesto cambiaba y yo podía advertir cómo se sentían. Podía vislumbrar sus sentimientos de duda y tristeza, sus preocupaciones y una buena cantidad de problemas imposibles de resolver.

Entendí que existe una gran diferencia entre el mundo fantástico de los cuentos de hadas y el mundo real.

Los cuentos solo servían para que nos durmiéramos más fácilmente y tuviéramos sueños agradables. Pero el mundo real era una pesadilla desprovista de un final feliz. Eso me entristecía y por las noches lloraba a escondidas. Sobre todo me invadía una tristeza inconsolable cuando veía a mis padres afligidos y desesperados.

Una y otra vez, mi madre y yo teníamos conversaciones como la siguiente:

- "¿Por qué papá se va temprano de la casa y no regresa hasta tarde en la noche?”

- "Se va a trabajar."

- "¿Por qué?"

- "Porque tiene que ganar dinero para nosotros."

- "¿Para qué?"

- "¡Si queremos comprar comida, necesitamos dinero! Nadie nos regala nada.”

- "¿Por qué no?"

- ...

Esta clase de preguntas y respuestas existen en todas las familias. Preguntas, cuya respuesta final siempre es que somos niños pequeños y todavía no podemos entenderlo todo. Pero tampoco como adultos hemos obtenido respuestas a nuestras preguntas. En algún momento dejamos de preguntar y, con ello, también dejamos de reflexionar.

Cuando éramos niños, nos leían cuentos infantiles porque el mundo real tiene pocas cosas bellas que ofrecer. Esos cuentos debían calmarnos, distraernos de la realidad y hacernos la vida más agradable.

Como adultos perdemos, sin percatarnos de ello, la fe en el bien y así perseguimos afanosamente solo sueños inalcanzables. Los niños son consolados con cuentos de hadas, mientras que los adultos son seducidos, engañados y explotados con los sueños.

Al reflexionar en todo ello, nunca perdí de vista un aspecto fundamental, y me he preguntado siempre: ¿por qué existen el sufrimiento, el hambre, la violencia, las mentiras, el engaño, las guerras y las demás circunstancias que afean nuestra existencia en este mundo?

¿Por qué somos infelices?

Estos interrogantes nunca han abandonado mi mente. ¿Cómo podría olvidarlas, si este mundo me obliga a tenerlas siempre presentes?

Mis observaciones siempre me llevan a la misma conclusión: sufrimos debido a nuestra posición egoísta, actuando de tal forma que nos hacemos mutuamente la vida difícil.

Nuestro ego ha creado malentendidos y errores de pensamiento que convierten nuestra vida en un infierno. Estos pensamientos erróneos que en su mayoría hemos adoptado de nuestros semejantes, de las generaciones anteriores, de nuestros amigos y profesores, sin recapacitar si son correctos o no.

En este libro vamos a tratar de descubrir y dilucidar algunos aspectos en el manejo de nuestro ego. Sería maravilloso si esta obra pudiese contribuir a hacer de este mundo un lugar más bello, pacífico y feliz. Sin embargo, ello depende de nuestra voluntad de corregir nuestra conducta tanto como nos sea posible.

El lector honesto encontrará tanto en sí mismo como en sus semejantes una infinidad de errores de pensamiento, de ideas adquiridas equivocadamente. El reconocer esta verdad es el primer paso hacia la felicidad individual, la felicidad colectiva y la global.

Lo que no podemos reconocer, no podemos comprender.

Así como no podemos mejorar para bien, lo que no comprendemos.

Quien logra liberarse poco a poco de su propio ego transforma una parte significativa de nuestro mundo en algo más bello, armónico y pacífico: a sí mismo.

Seamos o no conscientes de ello, creámoslo o no, todos tenemos la misma responsabilidad: legar a nuestros hijos un mundo mejor del que recibimos de nuestros padres.

Cuanto mayor sea el número de individuos que coincidan con este comportamiento, cuantos más sean quienes actúen con amor, respeto, consideración y entrega, tanto mejor será el resultado y más bella se podrá tornar nuestra existencia en este mundo.

Todos anhelamos un mundo en el cual no sea necesario recurrir a los cuentos de hadas para calmar a nuestros hijos de sus miedos y distraerlos. Un mundo en el que no existan para los adultos sueños comprables, sino medios para poder realizar una vida plena y feliz

Si todos anhelamos un mundo así y, sobre todo, deseamos transferir un mundo mejor a nuestros hijos, estamos ante la ineludible obligación de vivir y luchar por lo que es bueno, verdadero y bello. Una lucha contra el ego propio, colectivo y global. Solo el amor verdadero y desinteresado puede lograr que esta lucha culmine en un triunfo:

¡El triunfo del amor sobre el ego!

Saeed

Introducción

Estimada lectora, estimado lector:

Toda distancia causa separación y soledad, especialmente si nace desde el corazón. Considero a todo el mundo como una gran familia. Por nuestras venas fluye la misma sangre. Somos parte de una Unidad, un cuerpo. Si la más mínima parte de nuestro cuerpo sufre dolor, sufre todo el cuerpo. Así, siento el dolor de la humanidad en general y el de las personas individuales como un dolor propio, y mi interés es prestar ayuda en la medida de lo posible.

¿Alguna vez has observado el comportamiento de las personas ante un semáforo en rojo? En cuanto el semáforo cambia a rojo y los pasantes se detienen, dirigen su mirada hacia quienes también esperan cerca el cambio de la luz, tratando establecer un contacto visual por un breve momento. ¿Acaso también a ti te ha acontecido, has percibido ese sentimiento indescriptible mientras conduces por la autopista, al observar a personas que, simplemente paradas en un puente, contemplan el tráfico y te saludan? ¿Tal vez tú también has estado en la misma situación, de pie, saludando a los conductores de los coches que pasan? Esos sentimientos indescriptibles son sentimientos de soledad, de duelo por este mundo y, sobre todo, de anhelo de amistad, de una familia sana y de un mundo perfecto en donde haya un trato amigable mutuo, de paz y de amor común.

Todos somos parte de un cuerpo, miembros de una sola familia y habitantes de un mismo mundo. Para mí cada ser humano es mi hermano. Todas las personas son mis amigos a quienes yo amo. Considero a cada ser humano como una hermana, un hermano. Por eso me excuso de antemano si te tuteo.

Siento una alegría muy grande de que tengas este libro en tus manos y leas estas líneas que emanan directamente de mi corazón. Te invito muy cariñosamente a sumergirte en mis pensamientos luminosos y a que lleves contigo lo que consideres bello y bueno.

Sobre el libro

La meta de este libro es sacar a la luz en un breve resumen de malentendidos y errores de pensamientos e iluminar de manera comprensible las conexiones entre estos. Por eso, las explicaciones están concentradas en lo esencial. Algunos temas requieren de ejemplos para vislumbrar los conjuntos. En otros caso decidí conscientemente no poner ejemplos para conceder así al lector la posibilidad y la libertad de reconocer los ejemplos que le da su propia vida.

Excluí a propósito algunos temas a causa de la complejidad de su contenido, ya que constituyen de por sí material para un nuevo libro. Por ello quisiera tratarlos en forma separada y más detalladamente. Se trata de asuntos tales como Dios, el esoterismo, la astrología, la autodisciplina, la riqueza, la convivencia, la sexualidad, la felicidad y otros tópicos esenciales de contenido semejante. Me interesa especialmente la temática de la astrología debido a una razón muy especial, que yo llamo “karmalogía”, es decir, una combinación del karma y la astrología, disciplina que he venido desarrollando y he probado desde hace ya un par de años. La obra dedicada a la "karmalogía" aclarará la verdadera astrología y su sentido real. A los interesados les va a brindar conocimientos nunca antes vistos sobre el destino humano y les dará a conocer relaciones ocultas de la vida.

Te suplico, verifica profundamente el contenido de este libro y asimílalo solo cuando hayas aprobado por experiencia propia la corrección de su mensaje, ya que solo lo que reconocemos por propia voluntad alcanza nuestra conciencia y aborda nuestra alma más profundamente.

¡La verdad es y seguirá siendo una experiencia muy personal! Cada ser humano es responsable de sus propios pensamientos, palabras y acciones. Esa responsabilidad NO es transferible. Tendemos a responsabilizar a otras personas de nuestra infelicidad, ya que es más fácil y conveniente evitando así reconocer que somos nosotros mismos quienes hemos tomado decisiones equivocadas. Cada uno tiene que determinar lo que acepta libremente o no. Considero recomendable leer este libro varias veces, especialmente los temas que parezcan incomprensibles, poco claros o incluso contradictorios. La conciencia necesita tiempo para crecer. Es muy probable que en la segunda lectura obtengas una comprensión más profunda. Esto siempre es así, ya que constantemente estamos ampliando nuestra conciencia. Ocurre automáticamente al vivir acontecimientos, experiencias y conocimientos que vamos adquiriendo con el tiempo. La consecuencia de ello es una percepción incrementada y una mente más alerta.

Cuanto más crece la conciencia, tanto mayor será su capacidad para recibir y asimilar.

Quiero pedirte que no generalices el contenido de este libro. Si doy una explicación sobre las personas en un contexto específico, no significa que toda la humanidad actúe de la misma manera. No quiero agobiarte con una explicación permanente de que no estoy generalizado. Mis conclusiones se basan en malentendidos que, en mi opinión, nacen del ego propio, colectivo y global. Si bien esa situación existe en todas partes, no todo el mundo participa en ella. Algunos eligen el camino del desinterés propio.

Por lo general sospechamos una generalización solo si nosotros mismos tendemos a generalizar, o si nos sentimos tratados injustamente a causa de u mensaje de otra persona.

Aunque yo rechace mucho de lo que los seres humanos hacen, no significa que rechace al individuo, a la persona que está actuando. Existe un gran malentendido que provoca que la humanidad se identifique con sus acciones egoístas. Esa es la razón por la cual nos sentimos heridos cuando alguien critica nuestras acciones. Por eso te ruego de no tomar el contenido de este libro personal, especialmente si te sientes criticado o atacado. No juzgo a mis semejantes. Simplemente rechazo su actuación egoísta.

La verdad no necesita ser defendida. Más bien, la humanidad necesita aclaraciones.

En este punto es importante mencionar lo siguiente: no pertenezco a ninguna religión ni a ninguna iglesia. Creo en Dios, nuestro padre divino, y en nuestro hermano y salvador, Cristo. Por lo tanto, si menciono a Dios o a Cristo en este libro, no tiene nada que ver con la religión, la Biblia o la Iglesia, y no debería ser relacionado con ello. No pertenezco a ningún partido político ni a una secta, comunidad religiosa o similar. No tengo ningún interés en predicar para las personas ni en guiarlas en cierta dirección. Porque eso sería, a mi modo de ver, manipulación. Mi meta es, antes que nada, iluminar a las personas y aclarar malentendidos y errores de pensamiento. La verdad divina es libre y no depende de las creaciones humanas como la economía, la política, la religión, la ciencia y la filosofía. Es y continúa siendo una oferta que podemos aceptar o rechazar. Lo que cree una persona siempre es y será su asunto personal. Dios nos transmitió tal derecho a la libertad, la cual no debe ser restringida, manipulada o explotada por el ser humano. La verdadera fe se puede reconocer por medio de dos preguntas. Primera: ¿a quién le sirve el ejercicio de la fe? Segunda: ¿los líderes religiosos cumplen ellos mismos con lo que divulgan? ¡Los árboles se reconocen por sus hojas y frutos, a los seres humanos los reconocemos por sus obras y no por sus palabras! Por lo tanto, si la fe es buena o mala, egoísta o desinteresada, humana o divina es algo que se reconoce según si sirve a un grupo pequeño de personas egoístas que sueñan con dinero y poder, o si sirve a toda la humanidad y persigue metas desinteresadas que le sirvan a la comunidad, es decir, metas divinas. La verdadera fe libera a la gente del ego propio, colectivo y global, y las guía hacia la unidad, igualdad, fraternidad, libertad y justicia. Estos son los principios básicos del orden divino. Quien sigue a una persona aún no ha reconocido la verdad. Porque Dios es el Camino, la Verdad y la Vida. Aunque se cometan crímenes en el nombre de Dios, Él es libre e independiente de todas las obras humanas.

Solo podrás entender el contenido de este libro si comprendes su sentido: hay que superar el ego para tomar los acontecimientos de manera objetiva, sincera y no personal.

Me he esforzado en presentar los temas siguiendo un orden lógico, aunque esto no siempre fue posible o útil. En parte prescindí a propósito de obedecer a un orden exacto por secciones. Así quiero lograr que tú mismo reconozcas en las diferentes partes del libro ciertos contextos desde diferentes perspectivas y que de esta manera obtengas el efecto "¡ah!". Solo así se puede asegurar que alcances un conocimiento y logres ponerlo en práctica con sus consecuencias y su relevancia en la vida cotidiana.

Me alegraría mucho si este libro animara a muchos lectores a reflexionar, de modo que recuperasen una de las más grandes habilidades de la niñez, que como adultos han olvidado: ¡hacer preguntas!

Tenemos que volver a aprender a cuestionar todo de manera sincera y franca para detectar nuestros errores de pensamiento y nuestros falsos valores. Si no somos críticos, atentos y honestos, tomamos por cierto todo aquello que se nos dice. Los medios de comunicación nos bombardean constantemente con ideales y sueños. Si tomamos nuestros sueños e ideales fuera de nuestro corazón, tarde o temprano sufriremos a causa de la desorientación espiritual. El ser humano solo encuentra sus verdaderos valores en su corazón, donde habita su conciencia y palpita su anhelo de verdad, justicia y amor.

Quien cesa de preguntar deja de buscar la verdad.

Quien deja de buscar la verdad deja de vivir.

Saeed

Notas a la edición de 2014

Estimados amigos:

He dialogado intensamente con lectores de "El triunfo del amor sobre el ego". En las correcciones y ampliaciones para esta segunda edición he incluido las conclusiones que adquirí en tal intercambio. Deseo presentar aquí un resumen.

La meta de este libro no es desterrar al ego y a los egoístas de este mundo. ¡De ser así, nos tocaría a todos abandonar el mundo! No es una deshonra ser un egoísta, ya que nunca aprendimos otra cosa. Todos somos egoístas. Unos más, otros menos. Sin embargo, tenemos que actuar conjuntamente y unirnos para lograr un mundo mejor. Por ello, la intención de este libro no es la de juzgar o desterrar a todos los egoístas o el egoísmo en sí, ya que el egoísmo nació del desamor. En conclusión, los egoístas son personas que han recibido poco amor o no lo han recibido en absoluto, y el amor es el único escape del egoísmo. Por tanto, deberíamos tratar a nuestro propio ego y a los egoístas con comprensión, paciencia y amor.

Cuanto más amor reciba un egoísta, tanto más se reducirá su ego y tanto más crecerá su espíritu

Esta obra ha sido escrita de manera fácil y clara, de un modo que absolutamente toda persona puede entenderla. Pero esta claridad no nos debe hacer creer que a la primera lectura rápida ya habremos captado el contenido del libro. ¡Es de vital importancia saber que la sencillez textual de este libro lleva a consecuencias de gran alcance y profundidad si logramos comprenderlo y aplicarlo!

Otro aspecto es el hecho de que con solo entender el contenido del libro no avanzaremos automáticamente. 1- Tenemos que comprender sus conclusiones y su alcance. 2- Tenemos que comparar nuestra vida personal con su mensaje para llegar al autoconocimiento requerido. 3- Tenemos que descubrir las partes débiles en nuestro carácter y en nuestra vida aplicando los conocimientos adquiridos a través de esta obra. Todo conocimiento carece de valor si no lo transferimos e integramos en nuestra vida. Solo corrigiendo nuestro comportamiento podemos manejar con verdadera maestría nuestros déficits y separarnos de los egoístas. Es muy importante comprender que también los conocimientos más sencillos deben ser aplicados y que dicha aplicación es mucho más difícil que la sola comprensión.

El siguiente aspecto se refiere al procedimiento de la lectura. Cada quien puede leer el libro tal como presuma que le conviene. Podemos abrir cualquier página y empezar a leer lo que se nos presenta. También podemos elegir en el índice los títulos que nos interesen. Sin embargo, mi ineludible recomendación es leer el libro desde su comienzo. Solo así se puede asegurar que comprenderás la ley interior y el núcleo del libro en su totalidad. Así como con una película de cine, vale la pena resistirse a la tentación de leer primero los capítulos interesantes. Muchos temas se construyen y completan entre sí uno con otro. Lo he escrito de tal forma que las conclusiones decisivas se repiten en diferentes contextos. De ese modo quiero acompañarte en cada temática y en cada capítulo para que juntos nos acerquemos al triunfo interior del amor sobre el ego.

El sentido y la meta de este libro es la transformación en tu conciencia y en tu alma. Esto significa que tenemos que pensar seriamente sobre el contenido de los capítulos para interiorizarlo. Solo si elaboramos nuestros pensamientos serán útiles los conocimientos de este libro. Por un lado tenemos que revisar nuestras emociones, nuestros sentimientos y nuestras percepciones. A través de la transformación en nuestro espíritu tendremos cada vez más sentimientos divinos, armónicos y amables. Eso nos convierte en seres llenos de luz, amor y perfección, ¡lo que nos ayuda a evitar sentimientos e intenciones malsanas y negativas y nos convierte en seres cada vez más bellos, sanos, ricos y felices! Que haya entonces luz en nuestra conciencia y en nuestra alma. La iluminación consiste en encender la luz en nuestra conciencia. La salvación es la iluminación de nuestra alma.

¡Hágase la luz!

Saeed

Para una nueva humanidad por amor a

la unidad, igualdad, fraternidad, libertad y justicia.

Para una nueva humanidad por amor a

la unidad, igualdad, fraternidad, libertad y justicia.

Devenir o morir

La vida es un constante crecimiento y un devenir. Quien no tiene interés en un crecimiento espiritual, se queda estancado y vive una vida sin sentido. Eso lo experimentamos desafortunadamente día a día en la convivencia con nuestras amistades y en otras relaciones humanas.

La ley eterna de la vida es el eterno devenir.

Esta ley es especialmente importante para nosotros, los seres humanos, porque tenemos que comprender que la vida es un constante proceso de maduración. Entonces, vivir es aprender. Quien no muestra disposición a aprender sufrirá. Solo cosechamos golpes del destino, enfermedades, separaciones y dolores a no ser que estemos dispuestos a aprender nuestras lecciones.

Llegar a ser significa sobrepasar las fronteras y restricciones de la conciencia para poder madurar y ser más sensato. También significa que tenemos que superar nuestro propio ego paso a paso de modo que lleguemos a convertirnos en seres más desinteresados y plenos de amor. Solo así podemos devenir hasta ser más nobles, generosos y perfectos.

La muerte corporal no es la única forma de morir. Cada uno de nosotros muere día a día paulatinamente, sin que seamos conscientes de esta realidad. Si nuestra meta solo es trabajar para sobrevivir, nos vemos prácticamente privados de nuestra propia existencia ya que no vivimos, sino que solo sobrevivimos. Esto significa que estamos vivos, pero no sentimos más la alegría de vivir, ya que tenemos que combatir constantemente nuestros problemas existenciales. De esa manera vivían los esclavos en la Antigüedad. La única diferencia entre la actualidad y aquellos tiempos es que los dueños y comerciantes de esclavos de ahora son invisibles. Si solo vivimos para solucionar nuestros problemas, perdemos día a día la calidad de nuestra existencia y sucumbimos cotidianamente. La vida auténtica debe estar plena de alegría, transformación y regocijo. Podemos comprender la belleza y la magnificencia de la vida si dejamos de verla como una batalla por la supervivencia. La vida es un regalo infinito de Dios con el que podemos disfrutar de felicidad, armonía, riqueza y amor.

Mucha gente desea la muerte. Cree que en la muerte encontrará la salvación. Pero esto es una apreciación errónea. Cuando morimos, únicamente muere nuestro cuerpo terrestre, nada más. Nos desprendemos de nuestra cubierta terrenal y material y nos convertimos en algo invisible para nuestros semejantes. ¡Pero ello no significa que estemos muertos! La salvación no tiene ninguna relación con la muerte. Son dos aspectos completamente diferentes. Sucumbimos porque la materia es efímera y nuestro tiempo en la tierra llega a su fin, pero la salvación es una liberación paulatina de las memorias negativas guardadas en nuestra alma (karma). Es decir, nuestra muerte no conlleva automáticamente la salvación.

Muchas personas, especialmente los jóvenes, creen que pueden solucionar sus problemas con el suicidio. ¡El caso es todo lo contrario! Al fallecer, llevamos con nosotros exactamente los mismos problemas que hemos sufrido hasta nuestra muerte y nos veremos enfrentados al hecho de que tenemos que solucionarlos también en el más allá. Es decir, en realidad no hemos solucionado nada y seguimos cargando con nuestras angustias y problemas. El suicido conlleva aún una mayor cantidad de problemas que la muerte normal, porque es un asesinato y por ello permanece escrito en nuestra alma como una gran memoria de energía negativa. En consecuencia, la vida del alma será mucho más difícil en los otros mundos. Por eso te recomiendo enfáticamente que te abstengas de pensamientos suicidas o de otra clase de anhelos de muerte.

No llegamos a este mundo para morir, sino para aprender.

Lo que no aprendemos, llevamos con nosotros como problemas no solucionados.

Tomamos una decisión contra la vida si nos concentramos en nuestros problemas, en vez de buscar soluciones. También negamos la vida si nos entregamos al quejido de nuestro ego y lamentamos que nuestra existencia sea diferente de la que deseamos. Vivir significa iniciar cada día con alegría y gratitud y concluirlo con amor y armonía. Quien se decide por la vida, trabaja cada día en sí mismo y afirma la vida en cada minuto con amor y gratitud. No sufre por sus problemas, al contrario, lucha con dinamismo por resolverlos. La decisión por la vida nos trae vitalidad, alegría de vivir y verdadera fuerza. ¡Quien vive de esa manera será premiado por la vida con salud, riqueza, éxito y felicidad en abundancia!

Cambio o variación

Nuestra alma ama la vida y el cambio constante, ya que la vida es una permanente transformación, un llegar a ser eterno. Nuestra existencia nos proporciona día tras día impulsos, estímulos e ideas sobre lo que debemos modificar para que la vida fluya mejor y lleguemos a ser individuos más felices. Mientras que nuestra alma se orienta hacia la vida eterna, nuestra razón se rige por lo efímero y desconoce lo demás. Por eso entendemos mal el anhelo de nuestra alma por un verdadero cambio interior, asumiendo que es solo un deseo de cambio de nuestro entorno. Así creemos que llegaríamos a estar más felices si cambiáramos de novio o de novia, si consiguiéramos otro trabajo o si tuviéramos mucho más dinero. En otras palabras, lo que el alma percibe y nos transmite como anhelo de cambio es percibido por nuestra razón como un simple impulso de variación.

Una plausible explicación es que nuestro entendimiento está dirigido hacia lo exterior y reconoce solo la materia, ya que él mismo está hecho de materia.

Toda variación nace del anhelo de tener una vida real. Deseamos solo lo que no tenemos. Esto significa que anhelamos una vida real solo si nos estancamos interiormente y percibimos nuestra vida como una repetición de rutinas y costumbres monótonas.

El verdadero cambio se manifiesta en nuestra conciencia y se materializa en nuestro entorno. La consecuencia de él puede ser una mudanza, la separación de la pareja errada, el comienzo de una convivencia feliz, el paso de la profesión a la vocación y mucho más.

Mientras que el cambio verdadero es un elemento esencial de la vida, la sola variación es simplemente un desplazamiento.

Un cambio verdadero tiene lugar en nuestra conciencia. Nos libera de lo viejo y anticuado y nos trae lo nuevo. Un desplazamiento no aporta nada nuevo, solo desplaza partes ya existentes o las mezcla entre sí colocándolas en un nuevo orden como en un juego de cartas. Así somos engañados por nuestro ego. Nos hace creer en un cambio que en realidad no tuvo lugar. De este modo, podemos reformar nuestro apartamento cuantas veces queramos, pero siempre seguirá siendo el mismo. Las reformas nos dan una sensación agradable, pero no son comparables con una mudanza de un apartamento falso a un apartamento apropiado.

Otro punto muy importante es que queremos reemplazar la necesidad de un cambio interior con cambios exteriores. Si, por ejemplo, nos queremos separar de nuestra pareja sin haber aprendido la lección necesaria, cometeremos el mismo error en nuestra próxima relación y tendremos los mismos problemas. ¡De ese modo cambian los actores en el escenario de nuestra vida, pero el guión es el mismo!

Un cambio en el entorno sin la esencia espiritual interior traerá mayor sufrimiento y desgracia, ya que carece de sustancia interior. Un cambio verdadero tiene lugar en nuestro corazón y en nuestra conciencia y se materializa automáticamente convirtiéndose en más felicidad interior - y exteriormente.

Aprender o sufrir

Generalmente tenemos dos posibilidades para dirigir nuestra vida y los acontecimientos diarios: o los tomamos como algo personal y sufrimos porque nuestra vida no se está desarrollando como nos gustaría, o asumimos las cosas objetivamente. Es decir, no concentramos nuestra atención en nuestras emociones, sino solo en el mensaje interior de los acontecimientos.

De esta manera reconocemos que todo acontecimiento tiene su propio antecedente, mensaje y meta. Si constantemente tomamos las ocurrencias de la vida personal, vamos a sufrir constantemente y estaremos siempre tratando de cambiar nuestra existencia hasta lograr que se acomode a nuestras ideas egoístas. El problema con nuestras ideas egoístas es que el complacerlas no trae ni poquito más de felicidad. La razón de ello es que no nacen de nuestro corazón sino de sentimientos y estados de ánimo superficiales. Solo seremos felices si complacemos nuestros verdaderos deseos del corazón. Los deseos verdaderos del corazón no causan sufrimiento o dolor ni en nosotros ni en nuestros semejantes. La realización de estos deseos nos fortalece y nos pone feliz. Pero la realización de los deseos egoístas nos llena de soledad y tristeza. Cuanto más egoístas somos, tanto más sufriremos. Todo lo centramos en nosotros mismos y lo referimos a nuestra propia persona. Tomamos nuestro ego como norma para juzgar las sucesos diarios como buenos o malos. El sufrimiento nace de un aislamiento de nuestros semejantes causado por nuestros actos egoístas. Perdemos la percepción de lo real ya que inventamos nuestra propia realidad y vivimos en un mundo de fantasías.

Pero si tomamos los acontecimientos en una forma menos personal y reconocemos cada vez más que estos nos quieren transmitir ciertos contenidos y mensajes, dejamos de ver nuestros problemas como enemigos a los que hay que eliminar y los captaremos como a amigos que nos quieren informar.

Solo sufrimos mientras no queramos aprender y culpamos a otros de nuestra infelicidad.

En este punto debe mencionarse que la verdadera disposición para aprender también puede atraer problemas, conflictos, enfermedades y sufrimiento. La razón de ello es que dejamos lo viejo y antiguo atrás y nos enfrentamos a lo nuevo con franqueza. Esa transición de lo viejo a lo nuevo trae muchos cambios que, en parte, puede ser incómodo. Por ejemplo, al cambiar el círculo de amigos, se modifica la relación con la propia familia, nuestra convivencia en pareja se hace diferente o se acaba. Estas son algunas de las posibles consecuencias de los cambios de nuestra conciencia.

Si una persona piensa, siente y actúa diferente que antes, llega a entenderse menos con las personas de su pasado.

Esas experiencias incómodas y tristes constituyen un breve periodo de la vida. Pero esa es la transición de lo viejo a lo nuevo. Quien trate su vida y se trate a sí mismo de manera sincera y franca, dejará atrás lo viejo, paso a paso, y ganará más alegría para sí mismo y para su propia vida. Por eso es de suma importancia no perder el valor. En su camino hacia la verdad, el pasajero no deberá desanimarse ni desconcertarse.

Nada se pierde, solo se abre espacio para algo nuevo, mejor, necesario o inevitable.

Es muy importante que tengamos la disposición de aprender. Aprender nos parecerá especialmente difícil cuando otras personas nos llaman la atención sobre nuestras insuficiencias. Pero no tiene sentido sentirse atacado. Hay personas que se defienden inmediatamente con las palabras: "Hasta ahora nadie ha protestado por eso". El hecho de que nadie haya hecho una reclamación no es una prueba de que estemos haciendo todo correctamente. Esta actitud es superficial y peligrosa porque tales personas afirman con ella lo siguiente: "No cambiamos nada y simplemente seguimos de la misma manera hasta que algo suceda, después tal vez cambiemos."

Deberíamos entender que si alguien se toma el trabajo de explicarnos algo con amor y valor o nos llama la atención sobre nuestros errores, se trata de una advertencia por amor y afecto. Deberíamos agradecerle a esa persona y trabajar en nuestra capacidad de aceptar crítica. No tiene importancia por qué motivo una persona afirma algo, sino solamente si está diciendo la verdad. Que sus motivos sean correctos es solo su asunto y su responsabilidad. Nosotros somos responsables de nuestra disposición para aprender y deberíamos ocuparnos solo de nuestros propios errores y no de los de nuestros semejantes. Los amigos verdaderos mencionan nuestras debilidades por amor y quieren vernos felices. Aumentan nuestro valor y la confianza en nosotros mismos y, con ello, nos ayudan a solucionar nuestros problemas. Los falsos amigos hacen mal uso de nuestras debilidades para burlarse de nosotros, elevarse por encima de nosotros y destruir así nuestra confianza en nosotros mismos. Para nosotros es importante quedarnos con la verdad y no molestarnos a causa de los motivos de nuestros semejantes. Quien ama realmente la verdad aprenderá a través de sus verdaderos amigos y de los falsos.

Quien ama la verdad en su corazón aprende siempre y en todas partes.

Objetivamente o personalmente

En principio tenemos dos posibilidades de percepción y de elaborar las informaciones.

La primera posibilidad es la de sentirse siempre aludido personalmente con todos y con todo. Es algo que hacemos cada vez que actuamos a nuestro gusto, de acuerdo a nuestra visión del mundo y tenemos en cuenta otros criterios personales como norma para juzgar algo. En otras palabras, carece de valor lo que en este momento esta pasando, importa solo el impacto que ejerce en nosotros. Nuestro ego decide si algo nos complace o no, si somos bellos o antiestéticos, agradables o desagradables. Cuanto más una persona tome los acontecimientos de su vida cotidiana en forma personal, tanto más susceptible y vulnerable será. Tratar a una persona de este tipo será cada vez más complicado, ya que juzga todo según su estado de ánimo y no según los hechos. No le da importancia a lo que está sucediendo, sino a la manera como esto lo afecta. Las personas egoístas no se interesan por la verdad, sino que prefieren inventarse una verdad propia que se acomode más a su ego. Juzgan, condenan y actúan según su estado de ánimo. Una característica interesante de un egoísta es su tendencia a interpretar todo. Su interpretación es más importante que todo lo demás. Para él la verdad es lo que cree ver y no lo que realmente está sucediendo.

Tomar todo en forma personal nos convierte en seres aislados, solitarios y amargados. Quien toma personalmente todo lo que le acontece, se percibirá a sí mismo como víctima de las circunstancias y al final terminará sufriendo de manía persecutoria.

La objetividad es la aplicación del amor a la verdad.

La objetividad es una alternativa completamente opuesta de tratar a nuestros semejantes y los acontecimientos diarios. Somos objetivos siempre y cuando le tratemos los acontecimientos dando la máxima prioridad a los sucesos y hechos y no a nuestro ego. Ser objetivo significa tratar cada cosa poniéndola en relación con el objeto y no con la propia persona. Si actuamos objetivamente, procedemos de manera inteligente y de acuerdo con la situación. Este procedimiento nos fortalece, engrandece nuestra autoestima y la confianza en nosotros mismos y nos protege de posibles decisiones erradas. Las personas inteligentes no valoran mucho el empaque y la apariencia de algo, sino el contenido y el ser.

¡Las personas inteligentes no se mienten a sí mismas ni a los demás, razón por la cual es igualmente difícil engañarlas!

Empaque y contenido

Como vimos anteriormente, existen dos opciones para percibir las circunstancias de nuestra existencia. La primera y más cómoda opción consiste en fabricar nuestra propia percepción de las eventualidades que se nos presentan. Esta posición es muy cómoda para nuestro ego, ya que nos libera del esfuerzo de ejecutar una investigación muy laboriosa. No tenemos que buscar la verdad, sino que nos damos por satisfechos con la mera apariencia de las cosas. Así, nuestra percepción permanece en la superficie y la causa y los motivos de su existencia nos quedan ocultos.

Si decidimos aceptar solo la apariencia de las cosas, optamos por dar importancia solo a su aspecto exterior. De este modo, su verdadero contenido permanece desconocido para nosotros. Si deseamos dar a alguien un presente de cumpleaños, usamos papel de regalo. No es un error elegir un empaque bonito. Pero sí es un error darle demasiado valor a la apariencia y perder de vista lo realmente importante del regalo, es decir, el contenido. Cuando nos sucede algo, lo tomamos como buena suerte o como mala suerte. Nos concentramos en el hecho de si una experiencia es bella o fea para nosotros, si nos gusta y nos hace sentir bien. Lo que importa de un regalo de cumpleaños es el regalo mismo, y no su bello empaque. Lo verdadero se encuentra dentro del empaque. Para encontrarlo, tenemos que abrirlo y mirar en el interior. Con nuestras experiencias sucede lo mismo. No importa lo desagradables que sean, siempre llevan un mensaje hermoso y liberador en su interior. Cada experiencia es una lección que pretende ampliar nuestra conciencia.

Eso significa que solo nos sucede aquello que requerimos para desarrollarnos espiritualmente. Cada experiencia nos guía a una experiencia propia. Experimentamos exteriormente lo que aún no hemos reconocido dentro de nosotros mismos. Nos encontramos en el exterior con nuestra lección de aprendizaje. ¡Cada experiencia nos ayuda a reconocer nuestros contenidos, sean bellos o desagradables! Quien no acepta su experiencia y no aprende de ella, estará condenado a repetirla constantemente. Es como negarnos a aceptar un paquete que nos ha traído el mensajero. La diferencia es que el mensajero espiritual timbrará cada día más vehementemente, hasta lograr que le abramos la puerta y aceptemos el paquete.

¡Cada experiencia es una experiencia propia!

Encontrar e inventar

La diferencia entre encontrar e inventar es uno de los mayores problemas de la humanidad. Porque en todo lo que hacemos o deseamos, requerimos una orientación. La base de una orientación para nuestra mente es y siempre será la verdad. En referencia a la verdad, tenemos básicamente dos opciones: o la buscamos de manera concienzuda, franca y desinteresada o nos hacemos la vida fácil e inventamos nuestra propia verdad. De hecho, inicialmente todos estamos en búsqueda de la verdad. Pero en el trascurso del camino la mayoría de nosotros se detiene. Nos conformamos con conclusiones menores y conquistas victoriosas sobre nuestro ego. Esta satisfacción nos induce a renunciar a la búsqueda de la verdad y descansar en nuestros laureles. Este estado es nombrado por muchas personas, especialmente por los esotéricos, como maestría espiritual. Atrapados en su propia vanidad, se perciben como maestros y se dejan admirar de otros. Quien ama la verdad de corazón jamás se percibirá como maestro. Es y seguirá siendo discípulo de la verdad.

Quien busca la verdad por amor, esta se le presentará con alegría. Pero quien quiera abusar de ella por motivos egocéntricos al final solo alcanzará su propio invento y su copia de la verdad, hecha según su ego.

Es por ello que quienes buscan la verdad deberán buscar en sí mismos los mayores riesgos. Dichos riesgos son las predisposiciones egocéntricas y las insuficiencias de la propia conciencia.

La invención de la verdad comienza precisamente en el momento en el que damos un valor mayor a nuestras interpretaciones que a los hechos. Con estas interpretaciones nos aislamos del resto del mundo y construimos nuestra propia realidad. Lo hacemos sin tener en cuenta los hechos en sí. De este aislamiento surge la soledad, de la cual resultan a su vez miedos, carencias e inseguridades.

Quien busca y quiere encontrar la verdad sinceramente tiene que sobrepasar las barreras de su propia conciencia liberándose paulatinamente de su propio ego. Esto solo es posible si nos mostramos dispuestos a corregir nuestra conducta. Nuestro comportamiento es la suma de todo lo que pensamos, decimos, sentimos, hacemos, queremos y deseamos.

Juzgar y reconocer

Cada juicio es una condena.

La palabra juicio1 muestra con toda claridad la fuerza y el objetivo que lleva inherente. El juicio es la fragmentación y separación que destruye la conexión entre los seres humanos y los incita a actuar el uno contra el otro. En el comienzo de la civilización, los seres humanos no solo estaban unidos, sino que existían el uno para el otro. Desde que empezaron a juzgarse mutuamente, han separado sus rumbos.

Por esta razón, cada juicio es también una condena, ya que desvía nuestra mirada hacia nuestra propia verdad y nos impide reconocer la verdad. Esto ocurre porque al juzgar inventamos nuestra propia verdad y nos alejamos de la verdad. También nos separamos de nuestros semejantes al juzgarlos, aislándonos de ellos. El mejor camino sería buscar el contacto con ellos y hacer el esfuerzo de ponernos en su lugar para comprenderlos mejor.

Es incomparablemente más interesante escuchar y tratar de comprender a nuestros semejantes, especialmente a quienes son diferentes, antes de juzgarlos.

Cuando percibimos algo, podemos juzgarlo o conocerlo. Si lo juzgamos, concebimos nuestra propia verdad y confundimos así nuestros sentidos, sin que sea relevante que tengamos motivos científicos, políticos, religiosos o filosóficos. Dejamos de dirigir nuestra atención a los hechos en sí y nos sumimos en nuestra propia imagen y nuestra interpretación de los acontecimientos.

Quien eleva su propia interpretación por encima de la verdad no solo juzga, sino que condena a sus semejantes y, con ello, también a sí mismo.

Los seres humanos no tenemos ni el poder ni el derecho de decidir lo que es verdadero o no lo es. No podemos decidir lo que es justo o injusto. La verdad es y permanece intangible. Solo la podemos reconocer y orientarnos según ella. La humanidad solo sobrevivirá si reconoce y se realiza en la justicia, la libertad, la fraternidad, la igualdad y la unidad la única verdad divina que todo lo une.

La realidad y lo real

Continuamente nos negamos a admitir la verdad y, si acaso la percibimos, le damos la espalda fingiendo no haberla advertido, táctica que no funciona siempre, por lo que lo intentamos nuevamente, una y otra vez, motivados por nuestro deseo de aceptar solo nuestra propia idea de la realidad.

No vemos las cosas como son, las aceptamos solo como las queremos ver. Aquí hay una gran diferencia.

Percibimos el mundo de manera desigual y nuestras opiniones son por ello diferentes. Esta disparidad resulta de la divergencia de caracteres, biografías, afectos, sensaciones y visiones del mundo. La suma de esas opiniones personales, percepciones, sentimientos e imágenes constituye nuestra realidad personal. La mayoría de los seres humanos vive en su propia realidad, razón por la cual vivimos aislados de nuestros semejantes. Nos preocupamos únicamente de nosotros mismos, percibimos solo lo que nos incumbe, ignorando todo lo que acontece a nuestro alrededor. Esta es la razón de que siempre nos sorprendamos de lo poco que sabemos los unos sobre los otros y de lo poco que nos interesamos los unos por los otros.

Nos encontramos aislados en la espiral de nuestros pensamientos, sensaciones, visión del mundo y opiniones. No observamos el mundo directamente, solo nos interesa la imagen que nos hemos formado de él. Dicha imagen inconsciente consta de interpretaciones personales, colectivas y globales, deducciones, visiones del mundo e ideas similares.

Sucede lo mismo en el trato mutuo entre los seres humano. La mayoría de nosotros no se interesa en lo más mínimo por sus semejantes, a no ser que exista una razón que obligue a ello o que se espere algún beneficio concreto.

¡Si nuestro trato mutuo no es sincero, viviremos en un mundo de sueños y solo soñaremos la vida! ¡Pero la vida es un intercambio mutuo!

La realidad es la suma de todo aquello que tiene un efecto. Sin tener conciencia de ello, somos parte de esa realidad. La realidad ejerce su efecto sobre todos.

Así como lo real nos une, la realidad personal nos separa. Nos aislamos al dedicarnos más a nuestro propio mundo que a los hechos en sí. La única salida es superar la propia realidad, desencadenarse, abrirse e interesarse por los demás de todo corazón. En la medida en que más nos abrimos hacia los demás, mayor será nuestro aprendizaje y crecimiento mutuos. Es el único camino hacia la creación de una sociedad y civilización plena de armonía.

El número y el poder de abogados, jueces, juzgados y unidades políticas y militares demuestra la suma del amor divino que precisamos en nuestra sociedad.

El amor divino va a remplazar en un día venidero a las leyes terrenales.

¡Ahí donde las personas actúan y reaccionan con amor, gobierna la ley suprema de la creación: el amor divino, desinteresado e incondicional!

Dirección errada

Todos conocemos esta situación: conducimos de mal humor de casa hacia el trabajo e igualmente del trabajo a casa. En consecuencia, no solucionamos nuestros problemas, sino que los llevamos siempre con nosotros, ¡precisamente allí donde no es posible solucionarlos!

La situación se complica, especialmente cuando pretendemos transferir nuestros asuntos a otra persona que no tiene nada que ver con ellos. En estos casos desahogamos mal genio, furia, agresividad, frustración y otras molestias en alguien que nada tiene que ver con todo esto.

Pero ¿por qué hacemos esto?

Porque no somos ni valientes ni honestos.

Casi nunca solucionamos nuestros problemas allí donde surgen, sino que elegimos el camino de la menor resistencia. ¿Y qué personas nos oponen la menor resistencia? Aquellas que nos aman y que están cerca a nosotros. ¿Es justo y correcto transferir nuestros problemas a quienes más nos aman y que, por ello, nos tienen la mayor paciencia? De este modo no solucionamos ningún problema, sino que le pasamos el problema a los demás por falta de valor y honestidad. Reprimimos nuestras emociones y sentimientos en vez de hacer saber a los que desencadenan y causan nuestras dificultades que no nos convienen. La consecuencia de este silencio es que la presión interior se hace cada vez mayor y entonces, con cualquier pequeñez, explotamos. ¡Esta explosión, lamentablemente, recae sobre las personas equivocadas, aquellas que carecen de culpa: nuestros seres más queridos!

Si llegamos de mal humor a casa y descargamos nuestras emociones y agresiones en nuestros hijos, no se reducirán nuestros problemas. Por lo contrario, tendremos incluso problemas nuevos. Si no solucionamos nuestros problemas allí donde surgen, continuarán sin resolver, se incrementarán y contaminarán también otros aspectos de nuestra vida. Nuestros hijos se sentirán menos a gusto en su propia familia y buscarán la sensación de protección fuera del querido hogar. Se convertirán así en seres cada vez más temerosos, ya que extrañan el amparo de su propia familia. La inseguridad de tener que valerse por sí mismos en el mundo exterior y la falta de un hogar protector los convertirá paulatinamente en seres temerosos y agresivos. Con ello también aumenta la disposición a consumir alcohol y drogas y a actuar con violencia. La mayoría de las características negativas de estos jóvenes resulta de la desesperación y de la acumulación de agresiones, que desahogan en actos criminales.

Si, por ejemplo, un hombre tiene conflictos con su madre dominante y no los resuelve con ella, siempre conocerá a mujeres dominantes para vivir y – ojala – solucionar a través de ellas estos conflictos. Esto se hace necesario ya que el individuo ha evitado la confrontación y la aclaración de los problemas con su madre.

Imaginemos a otro hombre que, por lo contrario, siempre fue mimado por su madre y aún no quiere asumir la responsabilidad de sí mismo y de su propia vida, ya que le resulta más fácil y cómodo seguir siendo un niño. En el futuro, este sujeto también atraerá a mujeres que, más que desear una pareja, desean tener un niño. Si llega a conocer a una mujer que prefiera ser madre a ser pareja, encajarán seguramente "como uña y mugre". Graciosamente, estas parejas hablan de la suerte que tienen, ya que supuestamente se acoplan a la perfección. No reconocen, lamentablemente, que son sus egos los que encajan, mas no sus verdaderas personalidades. ¡Una vida auténtica de pareja no puede darse bajo estas circunstancias, pues un egoísta solo busca satisfacer sus necesidades y no convivir con los demás!

Una relación interpersonal sin crecimiento espiritual no aporta amor ni vida. Solo vive de rutinas y costumbres. Una relación de pareja que nació de motivos egoístas no logra hacer feliz a nadie, porque la vida es una eterna transformación. Pero el ego niega los cambios reales. Allí donde comienza el ego, termina la capacidad de convivencia en pareja.

En el ejemplo anterior, la madre tiene temor de perder a su hijo si lo deja ser adulto y le permite que lleve una vida propia, sin ella. El hombre, por su parte, igualmente teme ser adulto, pues así perdería a su madre y tendría que hacerse responsable de sí mismo. Mientras no tome las riendas de su vida, no buscará ni encontrará a una pareja, sino solo un reemplazo de su madre. Por lo tanto, si en su búsqueda de pareja alguien encuentra frecuentemente candidatos que se comportan como niños, por ejemplo, esto podría ser un signo de que sigue una motivación errada.

De la manera como nos tratan nuestros semejantes podemos sacar conclusiones sobre:

- quiénes somos

- cómo nos comportamos

- qué deseamos en realidad

- hacia dónde nos dirigimos.

Si no nos entendemos con nuestros semejantes, podemos reemplazarlos, pero con ello no solucionaremos nuestros problemas. Los problemas de una persona surgen de su propia conciencia. Son las dificultades que esta persona tiene consigo misma.

¡Pocas veces tenemos problemas con otras personas, casi siempre los tenemos con nosotros mismos!

Nuestras dificultades, insuficiencias, características y pensamientos negativos se manifiestan en nuestras relaciones interpersonales. Modificar las circunstancias de la vida sirve poco si el cambio no tiene lugar en la conciencia de la persona. La mayoría de nosotros cree que cambiando de pareja, de trabajo o de vivienda se pueden solucionar los problemas. Pero si no aprendemos las lecciones necesarias, no habrá una verdadera transformación. Habrá un cambio de actores, pero el guión seguirá siendo el mismo.

Allí donde los temores unen a los seres humanos y dominan sus relaciones, no florece ni el amor ni la vida.

Muchas personas deciden ser abogados porque tienen un sentido muy definido de la justicia. La razón de ello puede ser que, en su opinión, se les ha hecho muy poca justicia. Otros deciden ser banqueros para realizar así sus sueños de riqueza. Las personas que sienten que no se les estima, se les reconoce o ama quieren ser famosas y exitosas a toda costa para que finalmente las reconozcan y amen. Muchas veces intentamos, inconscientemente, reemplazar las cosas que no funcionan por otras sin indagar la causa. ¡Pero tenemos que abordar nuestros problemas allí donde nacen, en nosotros mismos!

Quien habla abiertamente y con valor y comunica a los demás qué efecto tienen sobre él será cada vez más feliz y exitoso.

Quien no acepta y asume sus problemas, sino que los ignora, omite, niega o disimula, los llevará consigo adonde vaya.

Solución o remedios

Al ser confrontados con nuestros problemas, casi siempre reaccionamos con impaciencia y queremos solucionarlos a la mayor brevedad posible. Cualquier método para lograrlo nos parece útil. La mayoría de los seres humanos está convencida de que todo lo útil también es apropiado. ¿Será esta una reacción válida?

Con la ayuda de la medicina moderna aliviamos nuestro dolor de cabeza en corto tiempo. ¿Pero es esto el remedio adecuado, si no atacamos la causa real del problema? Ayudas ligeras y de rápido efecto no logran habitualmente una solución de fondo.

En verdad, preferimos recurrir a cualquier remedio en vez de reconocer la causa de nuestros problemas y solucionarlos. Actuamos de esta manera porque es más cómodo y agradable para nuestro ego. Es un hecho que solo podemos solucionar definitivamente nuestros problemas corrigiendo nuestra conciencia y nuestro comportamiento. Si queremos solucionar nuestros problemas, tenemos que corregir y ennoblecer nuestros pensamientos, actos, opiniones, ánimos y deseos.

Simplemente tenemos que reconocer que nosotros mismos somos la causa de nuestros problemas, aunque aparentemente nos lleguen desde el exterior. Cuanto mayor sea nuestro egoísmo, tanto mayores serán nuestros problemas. Solamente surgen dificultades para nosotros cuando actuamos sin amor, superficialmente, con descuido, es decir, de manera egoísta.

Obviamente no hay nada que objetar a que utilicemos remedios. Pero estos no nos ofrecen una solución definitiva. Jamás podrán cumplir la función de corregir nuestra conciencia y nuestro comportamiento. Los remedios ayudan, pero no solucionan los problemas. Por eso, una persona inteligente no utiliza remedios, sino que intenta reconocer y superar las causas de sus problemas. Corregir exitosamente nuestro comportamiento solo es posible si liberamos nuestra conciencia de nuestro ego.

Solucionar (liberarse de) problemas o combatirlos2

Todo lo que vivimos nos trae ciertos mensajes. Cada problema es una ayuda, cada enfermedad es una señal. Nuestros problemas y enfermedades no son nuestros enemigos, a los que tengamos que combatir, sino amigos que nos quieren liberar del peso de nuestro ego. Si nos tomamos personalmente nuestros problemas, sufrimos más que nunca. Pero si los percibimos como una señal divina y los escuchamos atentamente, reconocemos el mensaje liberador inherente a ellos.

¡Tus problemas te demuestran cuán fuerte eres!

Un componente muy importante de las leyes mentales es que nuestros problemas están hechos a medida y aparecen en el momento preciso. Solo nos llegan problemas si los podemos solucionar. El sentido de ello es que sigamos aprendiendo y madurando espiritualmente. Nuestros problemas reflejan exactamente nuestro estado espiritual. Dependiendo del contexto en el que todavía tengamos que aprender, aparecen los problemas precisos en el momento justo. Por eso no deberíamos ignorarlos, disimularlos, minimizarlos y quitarles importancia, sino abordarlos y solucionarlos.

Al comienzo de nuestro desarrollo espiritual, cuando el ser humano despierta, hay muchos problemas. La mayoría de las veces son complicados y no parecen tener solución. A las personas espiritualmente inmaduras y egoístas les gusta sufrir bajo sus problemas en vez de solucionarlos. Pero si reconocemos el saber y los mensajes que albergan nuestros problemas y decidimos solucionarlos de manera inteligente, nos haremos cada vez más fuertes, inteligentes, maduros y ricos. Si no le huimos a nuestros problemas, sino que los solucionamos, nuestra vida será cada vez más agradable. Es un hecho que cuanto más maduros seamos, tanto más pequeños, pero sutiles, serán nuestros problemas.

Todo tiene una historia. También los problemas tienen su historia. Si superamos nuestro ego y dejamos de quejarnos y observamos con mayor atención, reconoceremos la génesis de nuestros problemas y veremos que somos nosotros mismos quienes los causamos. Siempre existe una única razón para nuestros problemas: ¡nuestro ego!

¡Nuestros problemas son nuestros amigos

Aunque parezca que nuestros problemas nos llegan desde afuera, ¡somos nosotros sus causantes y su fuerza motriz!

Nuestras experiencias y vivencias son como señales de tráfico que nos dan información, señas y ayuda. Si las eliminamos del tráfico, manejar en la calle será una aventura peligrosa. Lo mismo sucede con nuestros problemas. Si los reprimimos, ignoramos, minimizamos, negamos, disimulamos u ocultamos, serán mayores cada vez. Es como una inflamación de encías a la que no damos importancia e ignoramos por miedo a ir al dentista. Cuanto más tarde vamos, tanto más tendrá que hacer el dentista y, en consecuencia, más largo será el tratamiento, puesto que el problema se hizo mayor.

Es recomendable, entonces, no ignorar ni aplazar los problemas, sino abordarlos y solucionarlos lo más pronto posible.

Solo podemos solucionar nuestros problemas si entendemos su origen. Una solución solamente es posible a base del conocimiento propio, porque nosotros somos siempre la causa de nuestros problemas.

Quien justifica sus problemas y busca excusas o responsabiliza a otros de su situación, no solo se estanca, sino que se hunde cada vez más en el pantano de su propio ego.

¿¡ Sería aburrida la vida sin problemas!?