El último beso - Jessica Lemmon - E-Book
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El último beso E-Book

Jessica Lemmon

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Beschreibung

Su segunda oportunidad empezó con un beso explosivo. Y ese fue tan solo el principio. Gia Knox-Cooper y Jason Cooper formaban la pareja perfecta de divorciados. Trabajaban juntos y Jayson seguía integrado en la multimillonaria familia de Gia. Pero, mientras celebraban una boda familiar, se iba a descubrir una verdad oculta. Porque bajo la superficie, algo se estaba cociendo a fuego lento. Un ardiente beso fue todo lo que hizo falta para desatar una pasión capaz de hacer arder el mundo entero.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2020 Jessica Lemmon

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El último beso, n.º 181 - septiembre 2020

Título original: One Last Kiss

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1348-632-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Capítulo Veintidós

Capítulo Veintitrés

Capítulo Veinticuatro

Capítulo Veinticinco

Capítulo Veintiséis

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

Cinco años y medio antes, Nochevieja

 

–Papá, por favor –dijo Gia Knox entre dientes.

Pero su padre, alardeando de ella, no se callaba. Esta vez estaba presumiendo de que su hija se había graduado con honores en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en breve empezaría a trabajar en ThomKnox, la compañía familiar.

–No hay ninguna duda de que ha heredado mi inteligencia.

Jack Knox guiñó un ojo a su única hija y la rodeó con el brazo.

–No seas tonto, Jack –intervino Macy, la madre de Gia–. Todo el mundo sabe que heredado la inteligencia de mí. Venga, dejemos a estos chicos en paz. Les estamos estropeando la diversión.

Macy tiró de su marido y Gia se quedó a solas con uno de los diseñadores de páginas web con más talento de la empresa. Arrastró los pies como pudo con aquellos Louboutins negros y entrelazó las manos delante de su brillante falda negra. Se dio cuenta de que se sentía incómoda cuando empezó a juguetear con el largo collar que caía sobre su top de lentejuelas.

–Lo siento –le dijo al joven que tenía delante–. Están muy orgullosos. Por cierto, me alegro de conocerte, Jayson.

–Cooper. Nadie me llama Jayson.

–Con más motivo para no llamarte Cooper. Me gusta sentirme única.

Simplemente quería mostrarse simpática después del bochorno que había pasado con los comentarios de su padre, aunque más bien parecía que estuviera coqueteando. Por si fuera poco, Jayson le siguió la corriente.

–No hay ninguna duda de que eres única, Gia Knox.

Una breve sonrisa asomó entre su perilla y enseguida desapareció. Aquella medio sonrisa era arrebatadora, como todo él. El traje le sentaba muy bien con aquellos hombros tan anchos. No había dejado de mirarlo de reojo mientras su padre había estado presumiendo de sus calificaciones.

Tenía el pelo oscuro y ondulado, y lo llevaba muy corto, aunque la perilla le daba un aire misterioso. Y aquellos ojos azules y penetrantes…

–Bueno, Jay –dijo, atreviéndose a llamarlo con aquel apodo–, no sé si te alegras de que vaya a unirme al departamento de tecnología.

–Por supuesto que sí –contestó sin dudar.

–¡Sesenta segundos! –gritó Brannon, ganándose una ronda de vítores y aplausos.

Prácticamente todos los empleados de Thom-Knox estaban en aquella fiesta de Nochevieja, incluida la familia de Gia, el alma de ThomKnox.

Los asistentes a la fiesta siguieron el ejemplo de Bran y se concentraron en el centro del salón, mientras Jay y Gia se quedaron observando desde donde estaban.

–El momento que todos estábamos esperando –dijo ella mientras el grupo empezaba la cuenta atrás–. Un montón de empleados a punto de besarse con el comienzo de un nuevo año.

Esta vez, cuando su mirada se encontró con la de Jayson, se quedó clavada. Era incapaz de mirar hacia otro lado. Cuando él apartó los ojos de los suyos, fueron a detenerse en sus labios.

Sintió la caricia de su mirada. Era una sensación muy íntima y embriagadora. Se quedó distraída y descentrada. Solo había tomado una copa de champán, pero parecía que se hubiera acabado una botella y alguien se la hubiera roto en la cabeza.

¿Alguna vez había deseado tanto a un hombre? Jayson parecía tan encandilado como ella. Rara vez aquel tipo de atracción era mutua.

En aquel segundo, y en los tres que le siguieron, se imaginó satisfaciendo aquel deseo y besando a Jayson Cooper. Si desde donde estaba olía tan bien, de cerca debía de ser embriagador.

«Solo hay una manera de saberlo».

Jayson volvió a fijar la vista en ella y se echó hacia delante ligeramente.

Entonces, una pelirroja no tan alta como Gia y con una falda mucho más estrecha, se abalanzó sobre él.

–Vamos, Cooper, o nos perderemos la cuenta atrás –dijo dando saltos a su lado, agarrada a su brazo–. Hola, soy Shelly.

–Gia Knox.

Gia estrechó la mano de la otra mujer y sintió que perdía la atención de Jayson cuando rodeó a su cita por la cintura.

Como si lo hubieran llamado, Tom, el novio de Gia, también apareció.

–Ah, aquí estás.

Tom le dio un beso en la mejilla y ella puso una sonrisa falsa.

–Ha sido un placer conocerte, Jay –dijo Gia mientras Tom tiraba de ella hacia la multitud.

Jayson asintió y frunció ligeramente el ceño mientras Shelly lo arrastraba al centro del salón.

Gia y Jay se quedaron mirándose mientras seguía la cuenta atrás y la distancia entre ellos aumentaba.

Tres.

Dos.

Uno.

–¡Feliz año nuevo! –gritó la multitud mientras empezaba a caer una lluvia de confeti dorado y plateado.

–Feliz año nuevo, cariño –le dijo Tom a Gia antes de unir sus bocas en un beso.

Apartó aquella inoportuna y descabellada atracción que sentía por Jayson y se concentró en su pareja. Pero el beso de Tom apenas le afectó. Ni su corazón galopaba como había hecho un momento antes ni su estómago se había encogido por aquel delicioso e inesperado deseo.

Se entregó al beso, decidida a aplacar aquel arrebato de lujuria. En breve empezaría a trabajar con Jayson Cooper y dejarse llevar por una fantasía no era la mejor manera de comenzar su carrera en ThomKnox.

Aquella sería una noche que nunca olvidaría, y no por Tom, la fiesta o aquel beso de año nuevo. El mejor recuerdo de la noche sería haber conocido a un atractivo extraño de ojos azules que, aunque en aquel momento no lo sabía, en breve se convertiría en su marido y, al poco, en su exmarido.

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

El Departamento de Tecnología ocupaba una amplia zona abierta, en donde también trabajaba Jayson Cooper además de sus hermanos. Gia, que había formado parte de aquel departamento durante años, había sido nombrada recientemente directora de marketing después de que Jayson y ella se divorciaran. Seguía teniendo el despacho en la misma planta, al otro extremo, con cristaleras desde las que veía a todos.

A Jayson nunca le había importado tenerla cerca. Ahora sí. Había pasado casi un año y medio desde su divorcio y no era fácil pasar página, cuando se veían a diario. Dependía de una mujer que se había negado a dejar que velara por ella durante el matrimonio. ¿Qué clase de marido había sido si su esposa se había negado a dejar que la cuidara?

Uno no muy bueno.

Gia y él se llevaban bien en el trabajo por su propio beneficio y por el de sus compañeros. Tenían sus desencuentros en el trabajo, sí, pero siempre se aseguraban de terminar bien el día. Eso les había estado funcionando una temporada.

Pensaba que sabía cómo proteger y amar a una mujer, pero en lo referente a Gia Knox-Cooper, se había equivocado. Era una mujer independiente y de fuerte carácter, y rara vez estaban de acuerdo. Ya lo sabía cuando se habían casado, pero pensaba que las cosas cambiarían después de la boda. Sin embargo, se habían ido alejando cada vez más. Por eso su divorcio había sido amistoso. Ahora se daba cuenta de que estaban mejor separados.

Taylor Thompson, la futura esposa de Royce Knox, entró en el departamento y se acercó a la mesa de Jayson.

–Coop, ¿puedes venir conmigo un momento al despacho de Gia?

–Claro.

Se levantó y siguió a Taylor, que llevaba un elegante vestido negro y la melena rubia recogida en un moño. Era la segunda del Departamento de Operaciones, una profesional seria y eficiente. Justo lo que el hermano mayor de Gia, el más serio y severo de los tres, necesitaba en su vida.

Hacía un año que había anunciado que esperaba un hijo de Royce y desde entonces estaban comprometidos. Le deseaba de corazón que su matrimonio fuera mejor que el suyo con Gia. En la ceremonia estaría su hija de seis meses, nacida el mismo día de la boda de Addison y Brannon Knox o, como Jayson prefería pensar, la misma noche en que había estado a punto de perder la cabeza y acostarse con su exesposa.

En su despacho, Gia estaba recostaba en su sillón de cuero, con su larga melena oscura suelta sobre los hombros. El vestido rojo que llevaba haría morir de envidia a Jessica Rabbit. Era una mujer menuda, con un bonito cuerpo curvilíneo al que había llevado al éxtasis en más de una ocasión. Si la compatibilidad física fuera garantía de matrimonio exitoso, aún seguirían juntos.

Taylor dejó un par de tarjetas sobre la mesa junto a unos bolígrafos.

–Rellenad esto. Una cada uno.

Gia y Jayson intercambiaron miradas antes de que Gia tomara una de las tarjetas y la leyera.

–Ya está rellena, Tay.

–La mía también –dijo Jayson.

Su nombre figuraba en la otra tarjeta y debajo estaba marcada la casilla de asistencia.

Taylor le quitó la tarjeta de la mano y señaló un apartado en blanco.

–Aquí dice: «Acompañante: sí o no». Debajo hay un hueco para poner un nombre –explicó Taylor, y le devolvió la tarjeta–. Hay que poner sí o no. Es así de simple, se trata de cumplimentar una pregunta, no veinte. Me da igual quién venga, solo necesito saber el número de asistentes para decírselo al catering.

Jayson entornó los ojos para mirar a Gia y ella hizo lo mismo.

–Por mi parte, voy a ir acompañada –anunció Gia, marcando la casilla correspondiente–. Pero teniendo en cuenta que mi acompañante es alguien famoso, será mejor que la empresa de catering no sepa su nombre.

Devolvió la tarjeta a Taylor y sonrió, de manera algo forzada para el gusto de Jayson.

–¿Ah, sí? Ya hablaremos más tarde. ¿Y tú qué me dices, Coop?

–Qué casualidad, mi caso es el mismo –contestó, marcando la casilla del sí.

Gia arrugó la nariz y Jayson evitó mirarla.

–Ya está, tampoco era tan difícil –dijo Taylor con su sonrisa almibarada.

Se dio media vuelta y salió del despacho.

–Uf, es mi mejor amiga y la quiero, pero ¡cielos! –exclamó Gia una vez se hubo ido–. No sabía que estuvieras saliendo con alguien –añadió volviéndose hacia él.

–Yo tampoco sabía que tú también.

Jayson trató de mostrarse indiferente y metió las manos en los bolsillos. Un silencio incómodo se hizo entre ellos.

–Bueno, no quería ir a la boda de mi otro hermano y que pasara lo mismo que en la de Bran –dijo Taylor jugueteando con el bolígrafo–. Aquello fue un error.

Haberlo arrastrado hasta un dormitorio de la mansión de sus padres y haberlo besado apasionadamente había sido un gran error, y no era la única que pensaba así. Desde entonces, a Jayson le había sido difícil concentrarse en el trabajo y evitar adentrarse en terreno sexual en sus conversaciones con ella. No paraba de recordar el delicioso sabor de Gia de aquella noche. Si había un olor ante el que se sentía impotente era la esencia embriagadora de su exesposa.

Después de la boda de Bran y Taylor se habían besado ardientemente, escondidos en el cuarto de invitados, Gia con el vestido subido hasta la cintura mientras lo acariciaba por debajo de los pantalones. El recuerdo de aquellos momentos de fogosidad seguía muy vivo en él.

Entrelazó las manos a la altura de la entrepierna para ocultar su reacción y desvió sus pensamientos hacia lo que los había interrumpido aquella noche: el alboroto que se había formado cuando Taylor se había puesto de parto.

Aquello lo ayudaba a contener el deseo.

–No sabía que tuvieras pareja –dijo Gia en un intento por saber más.

Jayson no estaba saliendo con nadie. El trabajo le había mantenido ocupado y tampoco tenía ningún interés en mantener una relación en aquel momento. Tendría que buscar a alguien, preferiblemente a alguna celebridad, tal y como le había dicho a Gia. No estaba dispuesto a admitir que había mentido solo por salvar las apariencias.

–Llevamos poco tiempo –replicó él–. Yo tampoco sabía que estuvieras con alguien.

En otoño había asistido solo a la boda de Bran. Jayson seguía siendo considerado uno más de la familia. Bran y Royce eran como hermanos. A pesar de eso, aunque fuera cierto que tuviera pareja, ir acompañado a una reunión de los Knox sería incómodo para él y para su acompañante.

No se le había pasado por la cabeza que Gia fuera a ir con alguien a aquella boda. Había asumido que ella también seguía aquella regla no escrita de nada de citas cerca de su ex.

–La actualización de la tableta está a punto de salir –dijo él, derivando la conversación al terreno seguro y neutral de ThomKnox.

Los temas de trabajo eran los límites de aquel terreno neutral. En asuntos laborales compartían objetivos. ThomKnox era una prioridad en la vida de ambos. Siempre harían lo mejor por la compañía.

Tomó asiento y se dispuso a explicarle en detalle la actualización del software. En su situación, lo mejor para la compañía era que se llevaran bien, estuvieran juntos o no.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Seis meses antes, en la boda de Bran

 

«Esto es una locura. Estás loca, los dos estamos locos».

¡Pero qué bien sabía Jay! Después de tanto tiempo sin sexo, Gia había empezado a preocuparse de los efectos nocivos. Había tenido varias citas en verano. De no haberlo hecho habría sido como admitir que no había olvidado a su ex. Pero cada una de aquellas citas había acabado con un beso de buenas noches que le había recordado a Jayson Cooper. Así que mientras que él había pasado página, ella seguía sin olvidarlo.

Un buen ejemplo era su lengua. Era imposible negar que era muy bueno con ella, la forma en que la entrelazaba con la suya y luego la deslizaba por su cuello… Se entretuvo lamiéndola allí donde más se sentía su pulso a la vez que le subía el vestido y hacía lo que mejor se le daba: proporcionarle placer.

Con la mano bajo sus bragas, le acarició sus pliegues más íntimos. Gia sintió que perdía el sentido y gimió junto a sus labios. Entonces, la besó con fuerza en un intento de acallarla. Lo más increíble de todo, aparte de estar con él, era que aquel encuentro estuviera teniendo lugar en la mansión de sus padres en los viñedos, después de la boda de su hermano. Cuando los invitados empezaron a congregarse alrededor de la chimenea exterior, lo arrastró hasta el dormitorio más cercano.

Nadie los echó en falta ni lo harían si conseguía contener los gemidos, todo un desafío teniendo en cuenta que sus caricias la estaban llevando al borde del orgasmo.

No tardó mucho.

Se aferró a sus hombros, mordió sus labios y se corrió. Apenas se detuvo unos segundos para recuperar el aliento antes de deslizar la mano bajo sus pantalones. Le desabrochó el pantalón, le bajó la cremallera y estaba acariciando su potente erección cuando algo ocurrió.

Se oyó un grito de dolor proveniente del patio de atrás y adivinó que sería de Taylor, que estaba embarazada.

Jayson separó su boca de la de Gia y parpadeó como si estuviera tratando de recuperar el sentido. Ella contuvo la respiración y se quedó escuchando. Taylor volvió a gritar; se había puesto de parto.

–Maldita sea –dijo él.

Gia habría dicho lo mismo si hubiera podido articular palabra después de aquel potente orgasmo. Desde su divorcio, había sido ella misma la que se había dado placer, y ahora se daba cuenta de lo que se había estado perdiendo.

–Vístete, Gia –le dijo Jayson con voz ronca.

Luego le apartó la mano de los pantalones, esbozó una sonrisa que la derritió y la besó en la mano.

–¿Qué hemos hecho? –murmuró ella.

Aunque era consciente de que no debían acostarse, habían estado a punto de hacerlo.

¿En qué estaba pensando?

 

 

Gia, con la mirada perdida a lo lejos, parpadeó repetidamente para volver a la realidad.

Había llegado al bar antes de la hora y ya se había tomado medio martini. No quería pensar en su exmarido ni recordar que hacía más de seis meses que no tenía un orgasmo de ese calibre. Había llegado pronto y se había bebido medio martini por la única razón de que necesitaba recuperar la seguridad en sí misma antes de verse con su acompañante famoso.

Miró a su alrededor y respiró hondo. A la luz de las velas, otras parejas disfrutaban de sus bebidas en las mesas. ¿Por qué había elegido un sitio tan romántico? Deberían haber quedado en una cafetería.

Denver «Pip» Pippen, la estrella del monopatín, estaba a punto de ser entrevistado para el papel de su vida, ser su acompañante a la boda de Royce y Taylor. Pero eso él todavía no lo sabía.

No era verdad que tuviera una cita cuando había marcado aquella casilla en la tarjeta. Pero, con Jayson más guapo y atractivo que nunca, se había dado cuenta de que si iba a la boda sola acabaría de nuevo con él en el cuarto de invitados, y no quería que eso ocurriera.

Había dado con el perfil de Pip en una aplicación de citas para la élite rica y poderosa. Una amiga se la había recomendado hacía más de un año con toda su mejor intención. Al principio no le había prestado atención, demasiado ocupada con el lanzamiento de la nueva tableta de ThomKnox. Pero después de cumplimentar la tarjeta de asistencia de Taylor, Gia había decidido que no sería mala idea darle una oportunidad a aquella aplicación.

Esa noche lo averiguaría.

Reconoció a Denver nada más verlo aparecer por la puerta. Derrochaba un gran carisma y más de una cabeza se volvió para mirarlo. Mientras la camarera lo acompañaba a la mesa, Gia se concentró en su reacción. Lo había visto en fotos, en vídeo y por internet, pero aquel era Denver Pippen en persona. Eso siempre era una experiencia diferente.

Tenía el pelo rubio oscuro y lo llevaba largo y revuelto. Llevaba una camiseta suelta, unos vaqueros de marca y unas zapatillas Converse. Su rostro se iluminó cuando le dedicó la sonrisa más cautivadora que se podía imaginar.

Era perfecto.

–Tú debes de ser Pip –dijo ella tendiendo la mano.

No se esperaba que le besara la mano, así que tampoco se llevó una desilusión.

–Y tú Jee-ahh –replicó y la besó en la mejilla.

Al apartarse, reparó en que tenía una cicatriz encima de una ceja y otra en el labio superior. Por los vídeos de sus proezas en el monopatín sabía que Denver estaba lleno de cicatrices por los brazos y las piernas. Aquella combinación de pelo revuelto y cicatrices resultaba interesante.

–Mola este sitio.

–Ya he pedido. Soy muy impaciente –dijo ella acariciando el borde de su copa de martini.

–Guay.

Denver llamó a la camarera y pidió una cerveza. Se mostró atento y le arrancó una sonrisa a la joven. Si hubiera sido maleducado, Gia se habría ido y habría vuelto a la casilla de salida.

–Así que trabajas en ThomKnox. Ordenadores, teléfonos y todos esos aparatos tecnológicos –dijo sacudiendo los dedos como si estuvieran hablando de brujería.

–Sí, esa es la esencia.

–¿Y de qué te ocupas?

–Dirijo el departamento de marketing.

–Guay.

Gia dio un sorbo a su martini y ocultó una sonrisa. Siempre había pensado que con su título del Instituto Tecnológico de Massachusetts acabaría dirigiendo un equipo técnico, pero ese puesto lo ocupaba Jay.

Su padre le había asegurado que Jayson era el más indicado para ese trabajo y que prefería tenerla en un puesto más alto, uno con más prestigio en ThomKnox. Cuando su padre había decidido dejar su puesto de presidente, Gia se había alegrado de que fueran sus hermanos los que optaran a sustituirlo en el cargo.

Nada más divorciarse, había optado por dirigir el departamento de marketing. En los días buenos, se engañaba diciéndose que había tomado la decisión adecuada. En los malos, se arrepentía de no haber insistido más en hacerse cargo del departamento que tanto amaba.

Pip tamborileó con los nudillos en la mesa al ritmo de la música, lo que la sacó de sus pensamientos.

–¿Cómo descubriste que el monopatín era tu pasión?

–Mi padre me compró uno cuando tenía doce años. Una vez que logré mi primer gran salto, me enganché –dijo, y levantó la mano, mostrando el extraño ángulo en el que se doblaba su dedo corazón–. Nunca me ha asustado el peligro.

–Ya veo. A mí no me gustan los riesgos. Al primer contratiempo, lo dejo.

Al decir aquello, recordó cómo había dejado el departamento de tecnología después del divorcio. Le gustaba su trabajo, pero después de que Jayson y ella se separaran, no soportaba estar bajo su autoridad ni un segundo más. Necesitaba espacio y aunque no podía tenerlo físicamente porque su despacho estaba en la misma planta, al menos no tenían que verse en las reuniones semanales.

–¿Para qué ibas a arriesgar tu linda cabecita?

Denver giró la mano y buscó la suya. Intrigada, dejó que se la entrelazara. Era fuerte y rugosa.

–He buscado información sobre ti –continuó él–. Te graduaste en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y perteneces a la familia Knox. ¿Por qué buscar una cita en una aplicación de contactos?

Buena pregunta. Había revisado los perfiles de un montón de millonarios, actores y creadores de videojuegos. Pip era completamente diferente a cualquiera que hubiera elegido. Era la solución perfecta para su problema. Teniendo en cuenta que no estaba preparada para salir con nadie, era el acompañante ideal para la boda. No se llevaría una impresión equivocada y seguramente se apartaría de su camino sin echar la vista atrás.

En vez de decirle que era la solución perfecta a su problema, optó por darle una respuesta más agradable.

–Me gusta tu cara.

Él sonrió. Era guapo.

–Sí, claro, a mí también me gusta tu cara, Jee-ahh. Vamos, confiesa. ¿A qué viene quedar para tomar una copa un lunes a las seis de la tarde? ¿De qué va este rollo? –preguntó y dio un sorbo a su cerveza.

Era más listo de lo que quería hacer ver.

–Y ahora, ¿quién es el listillo? –replicó ella arqueando una ceja.

Denver rio entre dientes.

Gia tomó la copa por el tallo y decidió contarle la verdad.

–Estoy buscando un acompañante para la boda de mi hermano. Es el sábado que viene.

–¿Y me has elegido a mí? –preguntó divertido–. ¿Qué pasa, que quieres enfadar a tus padres o tienes que poner celoso a alguien?

No pretendía poner celoso a Jayson y sabía que a sus padres les daba igual si iba a la boda acompañada o no. Lo que le preocupaba era la atracción que sentía por su exmarido. Con tan solo mirarla desde el otro extremo del salón, Jayson era capaz de hacer que su mente se quedara en blanco y que su corazón se detuviera. Un inocente baile en la última boda había acabado con sus manos en la parte baja de su espalda y sus labios junto al oído.

No podía permitir que eso volviera a pasar.

–Un poco de las dos cosas –mintió.