El valle de la zarzuela - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El valle de la zarzuela E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El valle de la zarzuela es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.

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Seitenzahl: 62

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

El valle de la zarzuela

 

Saga

El valle de la zarzuelaCover image: Shutterstock Copyright © 1655, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499476

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS

El León la Fiera [Europa Asia América África El Hombre La Gracia El Príncipe La Simplicidad El Bautista El Evangelista Músicos Marineros]

 

Sale el Demonio , vestido de pieles, y en la cabezauna media visera en forma de testa de león, dequien penderá un manto también de pieles, asidasde garras en los hombros; hablando con el carro,que será una montaña

 

León ¡Oh tú, parda coluna

del venenoso Monte de la Luna,

cuya pálida luz, trémula y fría,

sobre las hierbas y áspides que cría,

de la cicuta, el opio y el beleño, 5

catres le mulle a la deidad del sueño;

del sueño, cuyo blando y cuyo fuerte

éxtasis es imagen de la muerte,

dos veces su veneno duplicado,

pues es la muerte imagen del pecado! 10

¡Oh tú, otra vez lo digo,

triste, funesto, pavoroso abrigo

y adormecido embargo

del mortal, que con tímido letargo

yace a su no sensible parasismo! 15

¡Oh tú, infausta acesoria del abismo

prisión del susto, cárcel del espanto,

donde de güésped de aposento el llanto

vive de quejas y alaridos lleno!

¡Rasga al conjuro de mi voz el seno 20

que en sí contiene aquella

hechicera beldad, música bella,

que el águila divina

vio, cuando al sol sus rayos examina,

con halagos incautamente bellos 25

brindar sobre el dragón de siete cuellos

el tósigo que dulcemente impura

conficionó su voz en su hermosura!

Y tú, si te he de dar tu propio nombre,

inordenada voluntad del hombre, 30

complacido receso

de la primera ley, amable acceso

que adúltero engendró aquel elocuente

parto de la mujer y la serpiente,

coloreado delito 35

de la afeitada tez del apetito,

doméstico homicida,

familiar enemigo de la vida,

y tú, ¡oh mil veces tú!, que no hay estrañas,

que no hay comunes señas 40

que te vengan mejor, rompe esas peñas

y abortado embrión de sus entrañas

vean estas campañas,

pues me aclaman su rey, cuánto ligera,

a la voz del León viene la Fiera 45

como vasalla suya,

sin que tu orgullo huya

el rostro a lid que faz a faz no luches...

Culpa, en fin...

Fiera ¿Qué me quieres?

León Que me escuches.

 

Ábrese el peñasco, y vese en el primer cuerpo deltablado una hidra grande de siete cabezas, y sobreella la Culpa , vestida de negro, con estrellas; adviértase que la represente mujer música, y que lahidra ha de estar sobre ruedas, que a su tiempo lahan de mover, atravesando el tablado cantando conuna copa dorada en la mano

 

Ya sabes, según a todos 50

Isaías se lo cuenta,

aquella primera lid

que allá en mi patria primera

tuve cuando comunero

del impirio moví guerra 55

al mismo Dios; también sabes

que inflexible mi soberbia

aun cuando más castigada

menos reducida, intenta

pasar el odio de Dios 60

al de la naturaleza

humana, lugar común

deste caso. Y así, deja,

o por ociosa mi voz

o por prolija mi lengua, 65

esta y aquella batalla,

puesto que no hay quien no sepa

que si en aquella vencido

quedé vitorioso en esta,

de cuyas ruinas naciste 70

engendrada de ti mesma,

y siendo así que no es bien

en repetidas materias

desaprovechar el tiempo

que quizá para más nueva, 75

más escondida noticia,

ha menester mi impaciencia,

entremos en el asunto

desde luego, porque veas

en la prisa de mis iras 80

la cólera de mis penas.

Entre los muchos baldones

con que disfamarme intentan

en mil sagrados lugares

divinas y humanas letras, 85

el de rugiente león

me da alguno, porque adviertan

los mortales que a cebar

en ellos garras y presas,

buscando a quien devorar, 90

ando corriendo las selvas.

Yo, pues, todavía Lucero,

—que aunque perdí la belleza

y la gracia, no perdí

con ellas, Culpa, la ciencia, 95

pues la angélica sustancia

de querub, que se interpreta

plenitud de ciencias, no

es posible que la pierda—,

viendo que por una parte 100

con este nombre me afrentan

y que por otra me afligen

tantos visos, tantas señas,

tantas luces, tantas sombras

como vieron la primera 105

Ley natural, y segunda

Ley escrita de otra nueva

Ley de gracia que ha de haber

cuando en intacta pureza,

en fecunda virgen madre 110

encarnado el Verbo venga,

quisiera, valido a un tiempo

de su baldón y mi ciencia,

curarme deste temor,

inficionando la tierra 115

y aprovechando el oprobio

en metáfora de fiera,

de suerte que el triunfo que

de su venida se espera,

tan impedido halle al mundo 120

de mi industria y tu belleza,

de mi cautela y tu voz,

que cumplimiento no tengan

tantas parábolas como

la sacra página encierra, 125

a fin de dar enseñanzas

al hombre para la enmienda.

Dígalo el rey que a sus bodas

reyes convida, y no exceta

al más vil mendigo como 130

traiga nubcial veste puesta;

el que para perdonarles

pide a sus renteros cuenta;

el que a la oveja perdida

reduce al redil a cuestas, 135

y el gran padre de familias

que al hijo le da su herencia,

quizá porque disipada

vuelva a llamar a sus puertas;

el que, plantando la viña, 140

busca obreros para ella,

y a todos les da igual sueldo,

o tarde o temprano vengan;

el que el tesoro escondido

halla en el prado, y le merca, 145

porque los cinco talentos

del otro otros cinco crezcan;

el mercader de la nave

de pan cargada; el que encuentra

la preciosa margarita; 150

el que en la heredad que siembra

aparta el grano y da al fuego

cizaña y viciosa hierba;

y en fin, el que el ladrón roba

y el samaritano alberga, 155

no habiéndolo hecho levitas

ni sacerdotes, en muestra

de que primera y segunda

ley aguardan la tercera,

que ha de ser el cumplimiento 160

de una y otra... De manera,

que en estas, como ya dije,

parábolas y sentencias,

donde anda la Sunamitis

debajo de la corteza 165

de nubes, velos y sombras

disfrazada y encubierta,

está mi mayor tormento

por conjeturar que en ellas

ya el prodigio se divisa, 170

el portento se diseña

de unos siete sacramentos

en quien dará la excelencia

santísimo nombre al uno,

que es el que ya en visos tiembla 175

—desde racimo y maná

de la prometida tierra —

todo el infierno al pensar

que con la real asistencia

de cuerpo y alma ha de ser, 180

transustanciando caseras

especies de pan y vino

en carne y sangre, fineza

de las finezas de Dios,

clemencia de sus clemencias, 185

milagro de sus milagros,

grandeza de sus grandezas,

y en fin, línea, punto y cifra

de su summa omnipotencia.

Esto asentado, y también 190

asentado en mil diversas

autoridades que no hay

virtud que en Dios resplandezca

que en mí por la oposición

que hay del bien al mal no sea 195

vicio, malicia y delito,

inventando hoy una nueva

parábola acá a mi modo,

he de ver si puedo en ella

hacer que hechizado el hombre 200

tan alto honor no merezca.

A este fin, considerando

(aquí no te me diviertas

porque es aquí, Culpa, donde