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¿Qué es el vuelo de la vida? El vuelo de la vida es honrar la propia existencia, que en sí misma es completa, justa y dadivosa, consagrada al sentir sin miedo ni prisa. Sin embargo, nos embarcamos sin preparación alguna y sin manual de instrucciones, pero sí con identidad. En la aviación, la ruta a transitar, además de la altitud y la velocidad, está definida por el plan de vuelo. Debido a esto, tanto pilotos, tripulantes como pasajeros vivimos la emoción de surcar los cielos para llegar a la tierra en pleno uso del menos frecuente de los sentidos; el sentido común. El plan de desplazamiento para nosotros, viajeros de paso en este mundo, está determinado por la misión de vida; descubrirla es el viaje que todo ser humano debe emprender, de acuerdo con el itinerario establecido entre el primer aliento y el último suspiro, según las creencias de cada uno. Todos sin distingo de raza, religión o credo, en la cotidianidad hacemos escala en los distintos aeropuertos llamados emociones; miedo, angustia, rabia y tristeza y alegría. Aprendemos porque nos equivocamos, por ende con fe rectificamos el rumbo y la altitud. Finalmente, aterrizaremos en la pista del darnos cuenta de lo que debemos y nos corresponde realizar. El lugar donde la verdadera consciencia situacional despierta, conduciéndonos a la terminal del discernimiento con la brújula de la sabiduría entre la luz proporcionada por el espíritu y las sombras del ego, el amor y el perdón. ¿Cómo lo logramos?, las anécdotas y analogías aquí redactadas, podrían servir como punto de partida para motivarse y adentrarse en el mayor de los riesgos; saber y experimentar la gratitud de vivir en función de la voz melodiosa de nuestro ser interior… ¡BIENVENIDO AL VUELO DE LA VIDA!
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Seitenzahl: 509
Veröffentlichungsjahr: 2022
GUADALUPE FERNÁNDEZ
Fernández, Guadalupe El vuelo de la vida / Guadalupe Fernández. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-1753-1
1. Narrativa Argentina. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Imagen de portada: Asdrúbal Marot, “El vuelo”. Acrílico, lienzo (50 x 70 cm). Año 2020.
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723Impreso en Argentina – Printed in Argentina
La libertad del aire vista desde la perspectiva de una tripulante de cabina, el aprendizaje derivado de las diferentes situaciones vividas en los vuelos hasta entender la máxima de todo personal de las aerolíneas:
“Velocidad y altura conservan la dentadura”; es decir, el equilibrio al cual invito a ustedes a abordar para recuperar - en algo - la cuasi extinta paz. Mientras…
“El hombre piensa, Dios guía”. (Anónimo).
Dedicado a
Agradecimiento
Introducción
Prólogo
Vuelo 1 - La certeza de una decisión
Vuelo 2 - Entrenamiento en lo inesperado
Vuelo 3 - La observación
Vuelo 4 - Navidad e inocencia
Vuelo 5 - Relación e intimidad
Vuelo 6 - Atravesar las tormentas
Vuelo 7 - Despido y despedida por enfermedad o accidente
Vuelo 8 - El campeonato de las terapias
Vuelo 9 - Demoledora noticia de la peor historia;CRM afectado
Vuelo 10 - La unión y la multiplicación, el milagro
Vuelo 11 - Cuanto más le huyes a lo que temes, te alcanza…
Vuelo 12 - Amistad, amor y dignidad
Vuelo 13 - Muerte moral y física
Vuelo 14 - Terrorismo
Vuelo 15 - La comunicación
Vuelo 16 - Fidelidad y lealtad
Vuelo 17 - Apariencias
Vuelo 18 - Perdón y restitución
Vuelo 19 - ESPERA, la Sala de la Paciencia
Vuelo 20 - El vuelo que nuestro país merece
Vuelo 21 - Lo aprendido
Un brindis para concluir
Fuentes bibliográficas
Table of Contents
Baruj Melej Ha Olam
Bendito eres Tú, Señor nuestro Dios, Rey del universo,
por cuya palabra todo fue llamado a ser.
TODOS LOS PACIFICADORES DEL MUNDO
Trabajadores de las aerolíneas, aeropuertos, aeródromos, controladores aéreos, bomberos, paramédicos, encargados de mantenimiento, programadores, despachadores, operadores de radio, personal de tráfico, técnicos en línea de aviones, pilotos, tripulantes de cabina, agentes aduaneros, miembros del equipo de seguridad, médicos, enfermeras, rescatistas, voluntarios, educadores, estudiantes, pasajeros alrededor del mundo, hombres y mujeres de buena voluntad; en medio de muchos más.
Todo aquel que ame servir, sobre todo;
¡Papá y mamá!
Hoy es el día en el que, agradecida, me dirijo al Todopoderoso por la inspiración para escribir este libro. Sin Él, las palabras no hubiesen fluido con la naturalidad con que salieron.
A mí ser amado, por distinguirme, respetarme, en consecuencia, amarme y aceptarme tal cual soy, sin pretensiones ni imposiciones, tornándome en toda una princesa; por ser mi apoyo en cada una de las metas que me propongo, señalándome con afabilidad lo que puedo mejorar y lo que debo ignorar, considerando mi individualidad, mi ritmo y mis tiempos. En pocas palabras, por ser mi defensor y mejor amigo.
A papá y a mamá, porque ambos me otorgaron semillas de fe, honestidad, amabilidad, trabajo, perseverancia y sobre todo la capacidad de saber amar. Asimismo, a cada uno de los miembros de mi familia, tanto por consanguinidad como por afinidad, llamados: “amigos”. Debido a esto, mis apellidos son muchos, ya que he agregado al mío los de ellos.
A mis compañeros de labores dentro de las aerolíneas, el personal de tierra de los distintos departamentos que forman parte de los diferentes aeropuertos y empresas aéreas, cuya contribución sirvió de aprendizaje de lo aquí expresado, sobre todo Harry Hadelich, Enrique Acosta, Juan Castro, Richard Boulton, Cuerpo de Instructores de AVENSA y a la instructora de vida Olimpia Caló. Ellos me explicaron pacientemente los diversos sistemas de vuelo de forma tan clara y precisa que, a pesar de los años, aún lo recuerdo.
A todos y cada uno de los tripulantes de cabina y pilotos alrededor del mundo, efectivos o en formación, espero que lo que expreso aquí los haga sentir y agradecer el privilegio de volar.
A mis pasajeros en las diferentes empresas donde volé, independientemente de la clase y ruta en la que viajaban, por los momentos compartidos; ya sea en vuelos despejados, en las turbulencias, e incluso en las emergencias.
A mis estudiantes y participantes de los distintos talleres, por ser la inspiración para mejorar diariamente, surcando más cielos y viajando por tierra.
A los profesores, alumnos, personal administrativo y de mantenimiento del Liceo “Enrique Tejera”, quienes contra todo pronóstico destacan con sus corazones y mentes. Pese a las dificultades, todos evolucionamos, ejemplo de ello Javier Araujo, quien dio origen a la ONG Venezuela Without Borders. Él jamás olvidó la procedencia de su cantera.
A ustedes, por emprender la lectura de este libro. Gracias por brindarme la oportunidad de compartir estas vivencias y aprendizajes con su individualidad y desde la perspectiva de su humanidad.
Definitivamente, deseo remarcar la generosidad y profesionalismo del artista plástico Asdrúbal Marot y la señora Alicia Palmero, coordinadora de IcalmArte Internacional, IcalmaGallery; su gesto ofreció color y fuerza a la portada de este libro, que en sí misma evidencia la intención de lo aquí relatado.
A los eslabones de luz: Susana, Dilcia, Aldrin, Arianna, Liz, Héctor, Gabriel, Vanesa, Ana, Noe, Mary, Nora, Corina, Leyda, Rudy, Jesús, Ángel, Clara, Patricia, Daniela, Gladys, Mónica, Sandra, Martín, Yajaira, Yvonne, Iván, Liliana, Luis, Darío, Josefina, Jazmín, Nancy, José, Rocío, Graciela, Morella, América, Carmen, Skydra, Eduardo, Marcus, Alba, Elsa, Claudio, Horacio, Orlando, Marilyn, Nona, Thanya, Marianna, Amanda, Magui, Osvaldo, Rubén, Yessica, Mullan, Mariel, Cecilia, Joaquín, Candela, Laura, Gesy, Belén, Perla, Nadia, Mayra, Gustavo, Nereida, Roberto, Rodrigo, César, Adriana, Meli, Humberto, Elena, Teresa, Diego, Agustín, Fernando, Matías, al igual que a la Editorial Autores de Argentina por sus talentos y vital asistencia en el proceso.
A todos los profesionales de la fotografía, de las distintas revistas, periódicos y en especial a la magnanimidad de www. piqsels. com —aunque la página no requiere de atribución, sin embargo, pienso es vital reconocerlos—; imposible nodarles el crédito que merecen por su sentido y visión, estilo propio y sensibilidad; sin lugar a dudas, se debe honrar el buen trabajo.
A Florencia Borrilli, por su calidad profesional y orientación humana; sin ella muchos detalles pasarían inadvertidos.
A Elba Callisto y Héctor Nicora, por el hermoso legado de generosidad y solidaridad en su constante sonrisa, que reitera mi creencia en la bondad de la gente: Susana Nicora Callisto.
Y por último, y no menos sustancial, a las situaciones adversas, así como a los adversarios. De no ser por ellos, jamás hubiese adquirido el temple, la fuerza, ni tampoco encontrado mi esencia. Mil gracias por el gran favor de haberme dado la ocasión de comprender que todo proceso de transformación surge de los difíciles trances.
Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla —. Juan 1:5
Todo libro alberga una historia y en ella se halla una enseñanza o un mensaje derivado de la misma, a través de los protagonistas. El vuelo de la vida no es distinto, es una compilación de las anécdotas vividas como tripulante de cabina en la aviación comercial en los años de servicio. Los miembros de la tripulación, al igual que los pilotos, pasamos horas estudiando sobre diferentes equipos y procedimientos de emergencia, aviones y sistemas, además de una serie de conocimientos más. Aunado a esto, debemos aprender a interactuar con los pensamientos negativos y los miedos de todos los involucrados en la operación de un traslado aéreo, para poder llegar sanos y salvos a destino.
El Vuelo de la Vida nos muestra que la sabiduría se adquiere haciendo y ensayando, nos ayuda a entender y materializar la realidad experimentando sincronía. ¿Cómo? Abriendo los brazos, porque sabemos que el Creador pondrá el viento. Volar requiere de un plan—desconocido tal vez— que dilucidamos a lo largo y ancho de las pistas del mundo, sin dejar de ser sentido por todos los pasajeros de este vasto planeta.
Eso, queridos lectores, los incluye a ustedes; los verdaderos protagonistas de esta historia. Aunque ignotos, la totalidad de los habitantes de la tierra estamos en una base aérea llamada savia de la existencia, honrando un pasado muerto, empero intentando distinguir nuestro futuro aquí y ahora; pese a la estación o aeródromo del que deseamos partir: miedo, angustia, rabia, tristeza o, tal vez, queramos permanecer en el aeropuerto del amor, la alegría, armonía y felicidad.
Las distintas anécdotas y hechos históricos aquí narrados son la manera de incentivar a todos para la realización del más hermoso vuelo; el de la vida. En tal sentido, resulta necesario: preparar el corazón y la mente para dar inicio a un viaje con destino a la propia conciencia. Durante el trayecto, las diferentes circunstancias y los múltiples encuentros nos harán descubrir quiénes somos y hacia dónde vamos.
Sea que nos percatemos de ello o no, la existencia instruye con el objetivo de convertir a los seres vivientes en una influencia armoniosa para el mundo. El vuelo de la vida alberga innumerables escalas; en las mismas se nos capacita para reconocer y explorar nuestros talentos ocultos en los diversos aeropuertos (lugares, empleos, relaciones). Por ende, cada despegue y aterrizaje propicia el encuentro con los dones y esto, a su vez, al logro del equilibrio que brinda la paz interior. Por consiguiente, a agudizar la intuición y detectar la energía que recibe; bien sea negativa, bien sea positiva. De allí seguir las señales emanadas por el corazón y que revela la intención secreta del espíritu, es decir, el buen sentido, el saber práctico, la inteligencia y también el poder. El Ser Supremo nos entrena diariamente y, tiene el propósito de transformarnos en el sujeto que Él quiere y desea que seamos, sin juicio, prejuicio ni creencias limitantes, sin embargo, sí accionando y materializando. La mente tiene su plan lógico, no obstante, las emociones seducen y nos vuelven impredecibles, desviando el curso —y aun— demorando la llegada a destino. Todo tripulante sueña con alcanzar el cielo solo para darse cuenta —a su regreso— de que no hay nada más sublime que aterrizar y besar la tierra, valorando lo sencillo, encontrando una forma de amar la vida con autenticidad.
En la aviación y en la vida nos rigen las normas, son el traje que reviste nuestra desnudez con la uniformidad del criterio sensato. ¿Cuesta aceptar estas reglas?, obviamente, aunque pronto y en medio de los intercalados despegues, rutas y aterrizajes, nos habituamos a ellas y logramos inmortalizarlas. Tanto es así que vemos los distintos preceptos como instrumentos de liberación de las difíciles eventualidades, entre las cuales están las emergencias. Ellas existen para prevenir los desastres, pero también para proteger o minimizar los daños. Los preceptos espirituales no escapan a ello.
Por medio de este relato procuramos responder las razones que nos direccionan a incumplir las normas; ¿qué nos empuja? Incluso, y cabe subrayarlo, parece natural y aun necesario romperlas. No obstante, jamás hablamos de las consecuencias de esas rupturas. ¿Hasta dónde se pueden quebrantar?, tratamos de demostrar que el hecho de que sigamos reglas no nos hace comunes. Esa falsa percepción deviene de comparaciones. Todos somos diferentes como los vuelos, distintos y enriquecedores, sin importar el tipo de avión que abordemos. Volar es atreverse a soñar y ser lo valientemente decididos a fluir con el viento, resistiendo las tempestades, zigzagueando las turbulencias. Sin embargo, siguiendo la ruta indicada por la luz de las estrellas, con humildad y la plena seguridad de saber cuándo dejar el equipaje innecesario o adquirir uno nuevo, defendiendo lo vital y desprendiéndonos de lo que no es esencial.
Para una evacuación de emergencia en un avión solo disponemos de un máximo de 90 segundos. Nosotros, los seres humanos, vamos por la vida sin entender que debemos ser rápidos para despedir lo negativo y preservar lo positivo, soltar y lograr tomar. Nos sabemos creados semejantes al Eterno y pretendemos ser tratados como iguales, empero ¿cómo osamos propulsar nuestra aeronave? ¿Qué tipo de combustible utilizamos para llenar nuestro corazón?, todo depende del octanaje de las emociones. Estas miden la resistencia en la detonación de las reacciones, sentimientos y acciones.
Entonces, ¿de qué forma podemos y pretendemos llegar a aterrizar en el aeropuerto del amor y el perdón? ¿Nos animaremos a un vuelo crucero en el cielo de la prosperidad? ¿No les parece incongruente no comprender la ruta de la generosidad e insistir en viajar con personas inadecuadas?
La vida nos señala que hay un tiempo para todo y ese momento está marcado, tal cual las horas de despegue y aterrizaje de un avión: “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer y tiempo de morir… ”.
Entre días, trayectos y deseos se nos encomienda responder algunas preguntas:
¿Quiénes somos?, ¿Qué queremos tener?, ¿De quiénes deseamos rodearnos?, ¿A qué altitud anhelamos emprender nuestro planeo?, ¿A la del águila?, longeva en su capacidad de reinvención para afrontar los cambios o ¿A la del avestruz?, estancada en el agujero del confort y de la falsa seguridad de la rutina. Es necesario recordar que todos somos transeúntes hasta los virus y bacterias.
A través de sus episodios, el vuelo de la vida advierte que nuestras peores pesadillas no son otro elemento que los amargos recuerdos de lo que no pudimos alcanzar. Somos seres de amor que, tal vez, erramos, si bien esto no quiere decir que la intención no haya sido buena. Nuestra naturaleza es energía más que cuerpos pesados en los que nos transportamos.
Somos las semillas del Creador, cuyo designio es crecer y desarrollarnos donde Él considere sea mejor para cada uno y la “gran obra”, y así florecer en equilibrio. Nuestros cuerpos son las aeronaves que vemos surcar el cielo, pilotados por nosotros mismos. De la misma manera que cualquier avión, necesitamos de un VOR (Very High Frequency Omnidirectional Range - radiofaro omnidireccional de muy alta frecuencia-). Las frecuencias estarán determinadas por el tipo de pensamiento, la vibración será producida por el sentir de nuestra alma, nutrida por las emociones del corazón.
Lo que creemos de nosotros, eso manifestamos, ya sea en positivo o negativo; cada alma reconoce el origen de la vida. Antes de ser el espejismo de un pensamiento, somos el sentir de nuestra ánima otorgada para regocijarse de la existencia sin ataduras emocionales, ni las cargas de las culpas. Los seres humanos también necesitamos mantenimiento para poder incrementar la autonomía de vuelo, las distancias y el tiempo de duración y rendimiento. Ese cuidado no solamente incumbe lo físico, sino que de igual forma lo espiritual: regresar a la esencia de lo creado, la pureza y la libertad de los cielos; el retorno a casa en las manos del Padre.
Bienvenidos a la más segura y puntual de las aerolíneas:
“FLY GOD AND LIVE”— “Vuele con Dios y Viva”
Señoras y señores: ¡muy feliz existencia!
En nombre de la aerolínea Fly God & Live (Vuele Con Dios y Viva) el capitán, el Todopoderoso Creador, les damos la más cordial bienvenida a la lectura del libro:
TIEMPO DE VUELO: abarca toda la existencia, los sueños y más.
ALTITUD: 30.000 pies, cuyo ascenso será cada 10.000 pies, de acuerdo con nuestro deseo e intención para distinguir lo especial, transformándonos en extraordinarios hasta llegar a ser excepcionales.
VELOCIDAD: al ritmo y sazón del corazón de cada quien, porque cuando hay propósito el artilugio aparece.
En el vuelo de la vida embarcamos sin ninguna preparación y sin manual de instrucciones, pero sí con identidad, aprendemos porque nos equivocamos y rectificamos rumbo y altitud. Todo lo demás, señoras y señores, depende de nosotros. Disfruten del viaje y observen la señal que les indica el abrocharse el cinturón de seguridad espiritual y emocional. Asimismo, aseguren en sus mentes la siguiente frase:
“La divinidad duerme en las rocas, respira en las plantas, sueña en los animales y despierta en los seres humanos”. —Proverbio hindú.
Señoras y señores, permítannos darles la más cordial bienvenida al vuelo de la vida N.º 1 de la aerolínea FLY GOD & LIVE con destino a la decisión. Volaremos a la altitud que determine la ilusión y nuestro tiempo de vuelo estará signado por el deseo.
Favor de asegurar en sus mentes la siguiente frase:
“El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide”, — Henry Ford.
Corría el fin de la década de los ochenta: joven, inquieta e impaciente, recién graduada y sin perspectiva de encontrar empleo rápido, opté por buscar trabajo en otras áreas que en nada estaban relacionados con lo estudiado.
Un lunes de una mañana cualquiera y a escasos días de haber culminado la universidad, más aún ansiosa por ser económicamente independiente, compré el periódico en un kiosco de revistas de mi ciudad. De igual modo en plena conexión con el Eterno, dije a mi madre, quien estaba conmigo en esos momentos:
—Mamá, me cansé de que me digan que soy muy joven para el puesto X, o que no tengo experiencia para el cargo Z. —Y finalicé—: ¡mamá! ¿Cómo voy a obtener la práctica necesaria si no me dan el empleo? Necesito que sepas la dimensión de la frustración que siento. Me encuentro igual que los marineros cuando se ven obligados a atravesar el estrecho de Bonifacio.
Mi madre, intrigada, levantó sus arqueadas y bien definidas cejas e inquirió tras un suspiro, mientras me miraba fijamente:
— ¿Y eso dónde queda?
—Mami, eso está ubicado entre la isla francesa de Córcega y la italiana de Cerdeña y dicen que, debido a su no muy grande profundidad, enormes corrientes y un clima espantoso, es peligroso de transitar.
Mi madre, preocupada, en un intento de calmar tanta ansiedad, replicó:
—No veo la relación entre esos navegantes y tú. —Y agregó—: ¿qué clase de analogía es esa?
—Considera esto mamita y demuéstrame si no estoy en la misma que esos navegantes. Explícame, ¿de qué otra forma se puede justificar que antes de los veinticinco eres muy joven sin praxis y luego de los treinta y cinco te encuentras viejo con veteranía, sin embargo, indomable y obsoleto? Pónganse de acuerdo, ¡por favor y en consideración a los clavos de Cristo!, —señalé.
Hasta ese momento había llenado múltiples solicitudes de empleo para los cargos a los que consideré que podía postularme, tomando en cuenta la realidad de mi perfil, mi nivel educativo y de mi obvia inexperiencia laboral, que empezaba a inquietarme.
No obstante, ese día en particular me sentía diferente; después de orarle con total sentimiento al Creador, sentí una fuerza indubitable en mi corazón, del mismo modo en el que una persona toma la decisión más trascendental de su vida y sin pizca de duda le agregué lo siguiente:
—Solo te digo algo: donde abra el periódico, en esa página estará mi puesto de trabajo. —Y al expresar con el alma dicha declaración, el Eterno dijo: “amén”, puesto que fue cuestión en extremo cierta—.
Abrí el diario y justo en esa página solicitaban jóvenes mayores de 18 años, 1.65 m de altura, bilingües y buena presencia para trabajar en una conocida aerolínea venezolana (Nótese y subráyese la frase buena presencia, porque más adelante comprenderán).
Mi madre, de pie a mi lado, escuchaba escandalizada mientras yo leía el anuncio en voz alta, cuando exclamó a modo de pregunta:
— ¿Cómo es posible que posteriormente a que estudiaste tanto y de ser una muy buena alumna vas a terminar sirviendo bandejas en un avión?—Y añadió, de manera sentenciosa—: las azafatas tienen una vida inestable, también toma en cuenta que no llegas a la altura requerida, —añadiendo —, ¿qué piensas?, ¿usar zancos?, —riendo contesté —: por favor madre, ¡soy menuda, no pigmea!, —agregando—: ¿sabes que viven poco, pero son muy inteligentes y fuertes?
Haciendo caso omiso a las palabras de mamá y su observación sobre mi altura, sin decirle nada y despojándome de todo prejuicio, decidí introducir mi currículum en la aerolínea.
Aquel día, después de haber hecho entrega de la documentación necesaria en relación con el acto de grado en la universidad en donde cursé mis estudios, fui a una librería y compré unas hojas blancas. En ellas, escribí a mano un currículum que no constaba de más de una página, y de forma firme y decidida, pasé a dejarlo por la empresa.
Al momento de entregar mi hoja de vida, una señora de unos cuarenta y tantos años, de trato muy agradable, preguntó sin titubeos si hablaba los idiomas que allí había manifestado que sabía, a lo que respondí sin dudar:
— ¡Sí! Me defiendo bastante bien.
La mujer, sonriendo, dijo:
—Por favor, sube al piso trece a una entrevista.
En ese momento, la amable dama notó mi atuendo: un jean desteñido, una franela o remera blanca, zapatos deportivos desgastados, peinada con una cola de caballo y sin una pizca de maquillaje. Con bondad, expresó:
—Te voy a colocar una pinturita en los labios. —Hizo una pausa y añadió—: ¿de dónde vienes?
—De la universidad —contesté, mientras observaba cómo extraía de su bolso un lápiz labial color carmesí.
Le expresé con toda la espontaneidad que me caracterizaba, y aún me caracteriza:
—No tengo 21 años y en casa no me permiten maquillarme hasta cumplirlos. ¿Es necesario?
La señora respondió con la pregunta:
— ¿Es que no quieres optar por el empleo? —inquiriéndome con la natural comprensión propia de las mujeres maternales.
—Claro que sí —dije, y obedientemente permití que me echara la pintura.
Camino al ascensor, retiré un poco de aquel intenso color con una servilleta porque me hacía sentir incómoda y traidora hacia las costumbres familiares, si bien agradecida por la noble intención de aquella buena señora.
Acto seguido y muy tranquilamente subí al piso indicado; cuando el ascensor abrió sus puertas, allí, frente a mí, había un desfile de mujeres que optaban por el cargo. Parecían sacadas de las portadas de revistas: altas, esbeltas, hermosas, elegantemente vestidas, en zapatos de tacones altos y perfectamente; maquilladas.
En ese instante, de golpe y porrazo, tomé conciencia de que no tenía la vestimenta, ni los tacones, ni la estatura adecuada; aunque sí era delgada, pero nada más. En esa hora deseé muy encarecidamente tener las habilidades de MacGyver, un investigador de una serie televisiva de esos tiempos, quien siempre resolvía todos los problemas usando su inteligencia sobresaliente, vastos conocimientos técnicos y una amplia cultura general. Quizás él hubiese sabido fabricar en el baño un vestido y unos stilettos — mi modelo de zapatos favoritos— con papel o algún otro material.
Sin embargo, lejos de amedrentarme, solo me hizo recordar lo que decía papá: “un individuo elegante es aquel que logra cruzar un salón lleno de personas bien vestidas en total desnudez, sin que esta sea visible o se note”. Sin otro remedio, decidí probar que era lo suficientemente refinada, pese al estilo informal.
En mi mente se desataba una batalla campal contra mi corazón a quien le gritaba: “¡De todos los momentos en tu vida, tuviste que agarrar este para indagar tu distinguido estilo!”. Mientras el deseo de mi fuero interno libraba el combate por la razón y no por la ilusión, busqué con la vista cualquier recurso que me ayudara a solventar el requisito de la “buena presencia” que aparecía en el aviso. Para mi buena suerte, visualicé un periódico sobre la consola de la sala de espera. De inmediato lo tomé con el supremo anhelo de que me contribuyera a alcanzar la ansiada invisibilidad y respirando hondamente ocupé un asiento.
Una vez acomodada en un confortable sillón, comencé a leerlo enfrascándome en la lectura, a tal punto que no escuché cuando me llamaron para la entrevista. Fue la señora responsable de la recepción de candidatos quien se aproximó hasta donde estaba sentada y tocando mi hombro, dijo: “Señorita, la esperan para la reunión, pase al tercer despacho a la derecha”.
Levantándome sin prisa, periódico en mano, caminé muy derecha hacia el lugar mencionado, mientras entre inhalación y exhalación, pensaba: “Esta vestimenta informal es una contradicción que me llevará a la expansión de mi verdadera expresión”. Allí, en esa oficina, sentado junto a su escritorio, se hallaba un señor ataviado de traje y corbata que, con cara muy seria, hablaba vía telefónica. Al verme, me dio la señal indicativa de pasar y sentarme a la cual obedecí. Puesto que él se encontraba conversando por teléfono, y de modo de no prestar oídos a su conversación (acaso no era suficiente con el hecho de la indumentaria y la falta de los tres centímetros como para agregarle a esa situación la ausencia de modales, ¡eso por Dios no lo podía permitir!), retomé el artículo que me había atrapado, por lo que volví a abrir el diario y continué leyendo hasta escuchar un insistente “Jmmm, jmmm”.
De inmediato, bajé el diario y observé frente a mí y mirándome de forma inquisidora, al señor que habría de entrevistarme, levantando una ceja, preguntó:
— ¿Está buena la noticia?
— ¡Sí, señor! —respondí con entusiasmo.
— ¿De qué trata? — inquirió con gesto curioso.
—De los pescadores de Tucupita.
—Ah, ¿y por casualidad el artículo menciona dónde se encuentra ubicada Tucupita, o usted lo sabe? —cuestionó en tono amigable.
—Claro, en el oriente del país —repliqué.
De ese modo, comenzó mi entrevista como potencial candidata a un puesto de trabajo en la industria aeronáutica que, en cuestión de minutos, se convirtió en una grata tertulia, llevándome a conseguir mi primer empleo. Un cargo con el cual jamás soñé, pero para el que fui moldeada con el cincel de la excelencia por una empresa de calidad. Allí pasé a ser empleada y miembro de un grupo o parentela muy selecta que conocimos en ese entonces como “La Gran Familia AVENSA”.
Dentro de las múltiples preguntas, continuó:
— ¿Sabes nadar?
—Sí señor, cual sardina. —, a fin de cuentas, la charla entre nosotros había comenzado con el artículo sobre unos pescadores—. ¿Por qué? —pregunté, no entendía la relación cielo-agua, iba a volar, no a nadar, ¿o no?
—Saber flotar y bracear —respondió con total paciencia a mi curiosidad— es imprescindible a causa del entrenamiento donde deberás realizar pruebas de natación para obtener la licencia de TCP (Tripulante de Cabina de Pasajeros). Además, es obligatorio pasar el Certificado Médico Aeronáutico de Clase 2. Esta certificación puede obtenerse en los centros autorizados por el Departamento de Aeronáutica Civil.
En ese momento hizo acto de presencia una señora muy sofisticada, se presentó como instructora de tripulantes y se unió a la entrevista. Jamás olvidaré su mirada de completa atención al detalle. Ella solicitó que me levantara, caminara, girara y me volviera a sentar, preguntándome de manera directa y aplastante la razón del atuendo tan informal para esa reunión.
Con total sinceridad manifesté el desconocer que me iban a entrevistar ese mismo día. El aviso del periódico solamente señalaba que debía entregar el curriculum vitae en la dirección indicada y, por ende, asumí que me llamarían en el transcurrir de los días, en el hipotético caso de estar interesados. Sonrió y en señal de aprobación al entrevistador, manifestó encontrarse de acuerdo con la selección y posterior reclutamiento, hecho que dio por concluida la charla.
Ambos, gerente e instructora, en total concordancia, me comunicaron que el lunes de la semana siguiente comenzaría el curso de entrenamiento, siempre y cuando aprobara los exámenes médicos y el psicotécnico y que los resultados me serían notificados vía telefónica.
—No obstante —añadió la espléndida señora—, deberás usar tacones y ropa más formal durante el curso —los tres reímos casi en simultáneo ante la acotación, sobre todo por el impulso de aquella contagiosa risa de la hermosa instructora.
—Sí, me imagino —dije y mirando al caballero, le expresé—: señor, si es tan fácil superar una entrevista y ser cuasi admitida, ¿por qué hay tantos desempleados?
Riendo, contestó:
—Porque la mayoría de las personas jamás se presentan con lo que tienen, pero sí con lo que quieren aparentar. Aunque joven proyectas pulcritud en el habla, determinación y sosiego en el contacto visual y en cuanto a la vestimenta está acorde a tus funciones. En lo que a mí respecta; eso es buena presencia.
En ese instante entendí, perfectamente y en carne propia, la frase de papá. Mi primer trabajo comenzó por una decisión que no midió ni los prejuicios, ni imágenes preconcebidas, en jean roído, franela y zapatos deportivos. La audacia de mi elección fue la determinación que adopté en un momento de duda y, pese a ese dilema, fue la certeza de sentir que mi destino estaba en las manos del Creador.
Ese día fue Él quien me dio el valor para actuar con las cualidades proporcionadas por la seguridad; el temple para decidir con coraje y fe, de no renunciar antes de intentar. Créame, parece fácil, pero dicha resolución se debatió entre la razón y el sueño interno, que eran incompatibles con la realidad llena de preconcepciones. Me enfoqué directamente en el deseo de ser económicamente independiente, nada más tuvo importancia. Mis cinco sentidos pasaron a segundo y quizás tercer plano, sin saberlo, di mi mejor energía. Durante el proceso me ocupé de ser quien era, no en la apariencia de lo que no tenía con respecto al resto de candidatos que allí estaban. Hasta tal punto es, que el Creador dijo: vamos a demostrarte el poder de un corazón que anhela, convirtiéndolo en una realidad tangible.
Entendí el motivo del por qué un dictamen de vida comienza con el principio de certidumbre, con la obediencia a nuestra voz interior en la que no objetamos nada. Es estar convencidos de que cuando hacemos el pedido desde nuestro corazón, ese deseo es escuchado por el Eterno, igual que en el instante en que nos ofrecen café, jugo o gaseosa en un vuelo: elegimos de acuerdo con lo que en ese momento nos apetece y sabemos que será satisfecha la propia necesidad.
Pensé: “¿Qué sucedería si hubiese dejado que me intimidaran mi escaso metro sesenta y dos o mi vestimenta?”. La respuesta era simple. Me habría inhibido de vivir experiencias inolvidables y de conocer lugares y personas fenomenales. Mi primer vuelo, sin despegar del suelo aún, fue dirigido por el Padre de forma perfecta y armoniosa en beneficio propio y de los míos.
“Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió conmigo está. No me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. —Juan 8:29.
Todas las mañanas son renovadas las oportunidades para retirarnos el peso de lo que nos priva de la existencia mágica de nuestro ser.
Los invito a que abramos las alas con total confianza, que el Eterno Creador pondrá el viento, porque cuando la decisión es sincera, los resultados serán beneficiosos, pese al tiempo transcurrido y a los factores externos que circunden.
Todo lo que decidamos será la proyección de un sentimiento que se instalará en la mente, se proyectará en la acción y en el vuelo de nuestra existencia, haciéndonos comprender que el agradecimiento resultará en la expansión de todo lo que somos y tenemos.
Señoras y señores, permítannos darles la más cordial bienvenida al vuelo de la vida N.º 2 de la aerolínea FLY GOD & LIVE con destino al entrenamiento en lo inesperado. Volaremos a una altitud oscilante entre 100 y 85 puntos como mínimo y nuestro tiempo de vuelo será de dos meses y medio.
Favor de asegurar en sus mentes la siguiente frase:
“El conocimiento, si no se sabe aplicar, es peor que la ignorancia”. —Charles Bukowski
De los 21 vuelos que conforman el texto, posiblemente este sea el de mayor formalidad por el conjunto de conceptos que reviste. Consideramos relevante compartir y dedicar, tanto a ustedes estimados lectores como a los tripulantes activos, retirados y a los que están en formación, un vuelo. La aviación perecería sin la existencia de una de las partes, del mismo modo que si a la tierra le llegara a faltar uno de sus elementos, el ciclo se rompería.
La aviación y la vida se enlazan para demostrarnos que estamos en constante entrenamiento, otorgándonos logros de acuerdo con el propósito, tiempo, dedicación y compromiso. Si existe algo en la existencia que cambia las reacciones y actitudes, es sin duda la preparación y el autoconocimiento. Las distintas capacitaciones nos conducen a un proceso de transformación percibido y sentido poco o más o menos intolerable por los altos grados de presión a los que somos sometidos, tal cual el carbón que termina convirtiéndose en diamante.
Ninguna vida es similar a otra, tampoco la industria aeronáutica, esta no tiene paralelo alguno con otras empresas. Ambas exigen dedicación, tiempo y la comprensión de lo trascendental de los retos que no es otro que propiciar los cambios internos para que se manifiesten en lo externo, a través de cada evento, circunstancia, sentimiento y pensamiento. La existencia y la aviación nos propulsan a transformarnos en aviones de carga que trasladan luz.
Nada en la vida es en vano, ya sea en el aire o en la tierra, sufrimos imprevistos, desvíos, emergencias y demoras. Estas situaciones nos restan consciencia situacional, debido a que la rutina nos da la falsa idea de que nunca pasará algo que interrumpa las acciones y que constantemente llegaremos a destino. La aparente seguridad de la zona de confort distorsiona la realidad, por ende, no nos reconocemos en ella.
Lo aquí expuesto pretende ayudarlos a la comprensión de lo que existe detrás de cada operación aérea, y así poder enfrentar las emergencias con objetividad. Les recomendamos estar de forma regular atentos a su intuición y a lo que capten sus sentidos. El olfato jamás se equivoca, siempre sabe discernir, ¿o es que nos disfraza el hedor tras el buen olor?, le sigue el oído, el habla, la vista y luego el tacto y gusto.
¿En qué podemos relacionar esto con lo espiritual?, en todo. El espíritu es el olfato del mundo invisible que trabaja en frecuencia, y el alma en vibración, en sintonía con la palabra escuchada. Unidos generan la intuición, esa voz del corazón que la lógica de nuestra mente no acepta.
Con el transcurrir del tiempo, la vida nos adiestra en el uso de la conciencia, a discernir entre lo que se encuentra bien —lugar donde las buenas acciones crecen como el trigo— o lo que está mal —donde la cizaña nos hace enfocar en la superficialidad y la alteración aparente de las causas hasta engañar e impedir el crecimiento—, negándonos a sentir el alma de la tierra, tornándonos en seres tibios e indiferentes: en muertos vivientes.
Volar es vivir y también percibir lo bueno de la luz mediante los momentos oscuros que experimentemos, desde el nacimiento hasta la muerte. A quienes se están formando y a los que se formarán, les deseamos éxitos y sueños alcanzados en cielos despejados. Recuerden que el hecho de aprobar el curso no les otorga la licencia de tripulante de cabina, que estarán bajo el escrutinio de las autoridades aeronáuticas, que a su vez dependen de otros organismos y no solo de su país de residencia; al momento de obtenerla no vean únicamente el logro, sino lo que este representa.
Una prueba que acredita que son merecedores de esa concesión negada a muchos, es asimilarla como un instrumento de honor y servicio, en el que sus habilidades y competencias son verificadas a diario; asimismo aplica en la vida.
Posiblemente, esta profesión no vaya a representar una tarea que abarque la totalidad de su existencia laboral, pero independientemente del tiempo, debe realizarse con ética.
Ahora volvamos a lo que nos ocupa, la historia del entrenamiento, en la que atravesaremos la densidad del desconocimiento para encontrarnos con el resumen de la carrera.
Transcurrió el tiempo y después de haber aprobado el test psicotécnico, entre grandes expectativas, los candidatos seleccionados recibimos el curso de Auxiliar de vuelo o TCP (Tripulante de Cabina de Pasajeros), asumiendo el reto de obtener numerosos conceptos en unos pocos meses.
Créannos, el entrenamiento está hecho para desarrollar y mantener un alto nivel de «consciencia situacional»; durante el vuelo cada miembro de la tripulación de cabina estará ocupado en medio de bebidas y comidas, además de dedicarse a discernir entre las condiciones normales, los incidentes sin consecuencias y las emergencias. Un tripulante es similar a un doble agente, que tras la gentileza y sonrisa, debe ser implacable con todo aquello que atente contra la seguridad y la vida de todos.
En la aerolínea donde comenzó el vuelo de la vida, la instrucción estaba dividida en dos períodos: en una primera etapa se nos instruía en los vuelos nacionales, y una vez que adquiríamos experiencia se rendía el internacional, que nos adiestraba en gastronomía y bebidas.
La mayoría de las personas imaginan a los tripulantes de cabina como individuos cuya misión consiste en estar perfumados, maquillados y uniformados al momento de sonreír y serviles a los viajantes con bebidas y comidas. Pocos saben de toda la preparación física, mental e intelectual que implica ser un TCP. Hay que tener en claro que ser un tripulante es trabajar de cara al público, si en suelo firme no es tarea fácil, muchísimo menos lo es a 30.000 pies de altitud, donde resulta difícil asistir e instruir al viajero con el grado de comprensión adecuada en cada situación.
En virtud de lo anterior y según lo indica el manual de normas y procedimientos y el protocolo que rige la profesión, los tripulantes son los representantes de la empresa para la que trabajan. Tal cual todo ser humano está encargado de ser la sal y la luz de la tierra, es decir, tanto la aviación como la vida, nos entrena para iluminar y sazonar las circunstancias de manera proactiva y no reactiva.
Por ello, todo el tiempo el TCP debe reflejar buena educación, profesionalismo, amabilidad y empatía con todos los involucrados dentro y fuera de la operación del vuelo; además, fomentar relaciones armónicas de trabajo, debido a que la vida de uno afecta y pone en riesgo la seguridad del otro. De igual manera, no olvidemos la función más trascendental de todas: velar por el resguardo de los viajeros sin distinguir edad, raza y credo, en cada coyuntura y especialmente en situaciones de emergencia, avezados o acostumbrados para afrontar cualquiera de las circunstancias y gracias al saber integral.
La instrucción académica dota a los TCP del conocimiento requerido por la autoridad aeronáutica competente con el propósito de optar por la licencia. Las asignaturas son muchas; sin embargo, para no aburrirlos y sin más preámbulos pasamos a contarles las diversas materias cursadas con una breve explicación de su contenido. La finalidad de esto es hacernos reflexionar sobre una de las frases de la aerolínea Fly God and Live, que reza que profesión u oficio sin formación ni estudio fracasan, asimismo, este principio aplica para cualquiera área de la vida. La totalidad de los seres humanos en el planeta, nos estamos formando como tripulantes en la existencia, por eso, más adelante haremos las correspondientes analogías:
Normativa: impartida por instructores de vuelo de la aerolínea, con larga data de experiencia. En ella se aprende acerca del conjunto de normas aplicable al trabajo del TCP; también se estudia sobre la Organización Internacional de la Aviación Civil (OACI) por sus siglas en inglés, que es un organismo especializado dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la que son miembros más de un centenar de países que se suscribieron al Convenio de Chicago realizado en 1944.
Tipos de aeronaves: nos enseña a diferenciar y clasificar los aviones con la finalidad de comprender la mecánica de los distintos componentes y sistemas que envuelven la funcionalidad de un avión, según la física de vuelo. Cada uno fue creado con un propósito y estos son catalogados conforme a la función que les corresponda desempeñar: transporte de pasajeros, transporte de carga (bienes, mercancía o mixtos) o transporte tanto de pasajeros como carga.
Medicina y primeros auxilios: asignatura dictada por médicos con especialidad en medicina aeronáutica y fisiología de vuelo. Los profesionales de la salud nos explican el funcionamiento de los distintos sistemas vitales del cuerpo humano y los efectos que puede tener el volar sobre el organismo, debido al ambiente artificial de las cabinas. Igualmente, nos imparten nociones básicas de asistencia de urgencia, incluyendo RCP (Reanimación Cardiopulmonar), atención y cuidado a una parturienta y maniobra de Heimlich (compresión abdominal para desobstruir el conducto respiratorio), entre otros.
Factores humanos y CRM (Customer Relationship Management): trata la psicología del ser humano, sus reacciones y motivaciones. En esta materia estudiamos con prácticas el trabajo en equipo, o según la traducción de sus siglas en español, la gestión de recursos de la tripulación.
Mercancías peligrosas: en esta asignatura nos explican el tratamiento que debemos darles a algunos de los materiales considerados peligrosos para el transporte aéreo, adicionalmente educarnos en la consciencia situacional (observar la realidad) de estar atentos. Discriminar entre lo que está o no permitido transportar en aeronaves que trasladan pasajeros, siguiendo el protocolo establecido por la ONU.
Además de las clases teóricas, el curso oficial de auxiliar de vuelo o TCP incluye una formación práctica obligatoria:
Prácticas de capacitación de aeronaves: este módulo consiste en una serie de visitas al simulador de cabinas de pasajeros y pilotaje. En este se lleva a la praxis el conocimiento teórico, en lo referente a la operatividad de puertas en condiciones normales y de emergencia, manipulación de chalecos salvavidas, máscaras de oxígeno, visualización de la ubicación de extintores de incendio, comandos y preparación de cabina para una emergencia.
Prácticas de primeros auxilios: maniobras típicas de RCP, maniobra de Heimlich e inmovilización de miembros rotos, entre otras técnicas. Hoy muchas aeronaves poseen desfibriladores y las aerolíneas entrenan para su uso.
Prácticas de CRM: juegos y ejercicios de confianza y de trabajo en equipo para integrar la comunicación entre los eslabones que conforman la tripulación.
Prácticas de procedimientos operacionales: preparación de cabina, comandos de evacuación por toboganes y ventanillas de emergencia, uso de los chalecos y botes salvavidas, encendido de bengalas y todo aquello que sirva como SVE (Señales Visuales de Emergencias), entre otras.
Prácticas de supervivencia en mar y tierra: uso de chalecos y botes salvavidas, natación, sobrevivencia en selva y toda una serie de ejercicios que van desde recolectar agua hasta encender un fuego.
Prácticas de extinción de incendios: tipos de fuego (ABC) y cómo sofocarlos con extintores de acuerdo con su clase, rompiendo así con uno de los eslabones que componen el triángulo del fuego.
El examen del curso de TCP es realizado por inspectores de la Aeronáutica Civil de cada país o de examinadores autorizados en las propias instalaciones de la escuela o donde ellos designen, como las salas del propio Ministerio. Los requisitos para aprobar son varios: justificar la comparecencia a la parte teórica superior al 85% y una asistencia a prácticas del 100%.
Las pruebas teóricas consisten en 100 preguntas de selección múltiple de las que hay que acertar como mínimo 85 de ellas, que representan el 85% de la puntuación.
En la evaluación práctica es obligatorio nadar 50 metros cronometrados en minutos, y movilizar en el agua a un individuo que generalmente es el más corpulento de la clase, quien debe permanecer inerte mientras es llevado hasta el bote salvavidas, también debemos evacuar correctamente un avión en 90 segundos y saber apagar un fuego.
Verán que nos preparan para un amasijo de racionalidad, pasiones y voluntad, pero esta es la única esencia de ser un auténtico TCP. La personalidad establecerá las prioridades y proporciones en que esa mezcla se ponga de manifiesto. Si bien el perfil psicológico del personal aeronáutico está preestablecido en los requisitos que demanda el ejercicio de la profesión, cada rasgo se acciona de acuerdo con la forma de existir de los seres humanos. Unos tripulantes son más serios que otros; sin embargo, son igualmente atentos, amables, ágiles y creativos.
Al conjunto de los trabajadores del aire les inunda la ilusión que obsequia el sueño y la perseverancia. No todo es lo que parece, tenemos que estar preparados para entender y aceptar que la dificultad es la herramienta que utiliza el Creador al momento de determinar si merecemos o no obtener ese anhelo por el que estamos luchando. En consecuencia, acceder a lo que realmente queremos, el verdadero éxito, se gana por mérito.
La instrucción del curso incluye gastronomía y bebidas. Viajar nos amplía la necesidad de descubrir, experimentar y hasta comprender por qué en ciertas culturas funciona de determinada manera y por qué en otras no. Debido a esto y siendo los tripulantes los agentes de relaciones públicas entre la tierra y el cielo, nos enseñan a promover un entorno cálido a través de las comidas. De ahí que aprendemos a manejar de forma básica una serie de términos gastronómicos para ofrecer los platos por su nombre y comentar las técnicas culinarias empleadas para su elaboración. No es lo mismo ofrecer la bandeja a un judío ortodoxo, a un vegano o a un islámico. Cada grupo representa sus características especiales y deben ser manejadas con respeto y aceptación de las diferencias.
No existe comida sin bebida, por lo tanto, nos educan hasta convertirnos en unos sommeliers amateurs, para ser capaces de distinguir los tipos de vinos y recomendar —de acuerdo con el plato elegido—, es decir, el maridaje y así resaltar los sabores en el paladar. También nos formamos igual que principiantes bartenders, aprendiendo sobre las diferentes preparaciones de aperitivos y la diferencia entre tragos, cocteles y pousse café, este último conocido en el argot popular como licor digestivo.
Al finalizar la lectura de este libro, brindaremos con lo aprendido en semejante acrobacia aérea, ¿les parece?, ya que durante la capacitación y a modo de cultura general, nos enseñaron a preparar dos tragos que guardan íntima relación con la historia de la aviación y sus pilotos.
El cielo ofrece un coctel que enamora y se expresa mediante la combinación de elementos entre la alta e inspiradora vibración del aire y la realidad distorsionada percibida en la tierra, pero ambas invitan a lo perfectible y al crecimiento, ¿cuándo lo lograremos? En la ocasión en que alcancemos con diligencia y cuidado la raíz y la sustancia que sustentan las distintas dimensiones del ser.
Nuestras vidas están colmadas de paradojas y se grafican perfectamente en un traslado aéreo, ¿Cuántas veces no nos hemos preguntado como un vehículo más pesado que el aire puede alcanzar el cielo?, del mismo modo ¿de qué manera podemos materializar la alegría y los sueños sin perecer en el intento?, en el instante en que comprendamos nuestra verdadera naturaleza, notaremos que la vida es más fluida, la belleza y claridad serán mayores, ya no lucharemos con lo que duele.
Volar, al igual que vivir, es una hermosa y sofisticada adicción que esconde un secreto bien guardado entre las nubes y hasta la tierra. ¿Quieren saber cuál es ese misterio que nos atrapa?, continúen leyendo, sin importar lo que haga no olvide estar conectado con la chispa de luz revelada por la autenticidad de su ser. Ustedes pueden establecer, si así lo desean, la calma en medio del caos y el poder que crea en el vuelo de la vida. Todos somos guiados entre sincronizaciones; la reestructuración de la tierra depende de los despegues de los desapegos.
Una vez terminado el curso y tras haber aprobado los exámenes teóricos y prácticos, existe otra etapa de evaluación en el aire. A esta fase se la denomina “Observación”, similar a las pasantías de cualquier carrera. Con ella ingresamos al contacto con la realidad del trabajo en sí mismo y requiere del cumplimiento de cierta cantidad de horas. Finalizado este período, volvemos a ser examinados por los instructores de las aerolíneas habilitadas con una licencia adicional por el Instituto Nacional de Aviación Civil (INAC). El hecho de que un individuo sea tripulante no lo hace instructor; para ello se necesita una licencia donde se certifiquen habilidades y competencias, niveles elevados de conocimiento y grados de pedagogía. Cuando termina el chequeo sobrevienen las distintas recomendaciones de modo de lograr éxito de conformidad con la perspectiva ética, es decir, consejos cargados de muy buenas intenciones.
Culminado el período de observación, el tripulante es considerado apto para volar e iniciar la programación de vuelos. Esta es elaborada por un grupo de personas pertenecientes al departamento de operaciones, conocidas como Programadores. Ellos representan un punto neurálgico y de vital trascendencia para que la aerolínea funcione bien. Si no existieran sería un caos, no habría ni orden ni planificación, tampoco se podría prever la solución en caso de demora o falta por parte de uno de los miembros de una tripulación.
Esta ardua labor requiere de individuos con capacidad de operar bajo presión, agilidad y flexibilidad mental y una memoria extraordinaria, a fin de propiciar las respuestas necesarias en tiempo y forma. Por otra parte, saber congeniar y trabajar en equipo con la oficina de despacho de vuelo y con el objetivo de conocer los nombres de los integrantes de cada una de las rutas.
Luego de haber aprobado y asimilado cada peldaño de la larga escalera, falta un elemento esencial de todo tripulante: proyectar un uniforme con presencia agradable. ¡Ah!, y claro, súmenle a esto los tacones y el maquillaje y ¡oh, làlà’ Dieu soit loué!, (¡Oh la la, alabado sea Dios!), tenemos a un ser humano que vence la gravedad del cansancio con una sonrisa y un excelente trato; un profesional de un solo rostro, empero experto en múltiples funciones.
El plan de estudios de AVENSA o de cualquier otra prestigiosa aerolínea nos demuestra que nada es fortuito para alcanzar las metas que nos proponemos.
Resulta imprescindible formarnos. ¡Señoras y señores, jóvenes y niños! La suerte es efímera y temporal, de la misma manera que la primavera o el verano. Puede ser uno de los elementos que facilite el camino, pero no define los logros y mucho menos las oportunidades. Sin embargo, en el vuelo de la vida, la fortuna de la casualidad es una de las tantas ventanas por las que la bendición del Padre decide asomarse en la existencia de cada uno.
A los seres humanos nos rige la ley de causa y efecto, la perseverancia y buena disposición que nos permitirá hallar la senda de la luz. La oscuridad de la pérdida o la derrota solo es la semilla de lo que debemos trabajar con considerable ahínco. No le otorguemos el poder ni la responsabilidad al fracaso, que intenta mediante el ego propiciar la excusa perfecta para no intentarlo una vez más. Créannos cuando les decimos que la caída es un alto en la pista que nos dice y nos señala que necesitamos pulir la idea, buscar las herramientas idóneas y sintonizar el corazón con la frecuencia de la ilusión para que nuestro cerebro asuma la acción con brío y nuestra inmortalidad se proyecte en el legado que dejemos en este plano. En todo vuelo se alcanza distintos tipos de velocidad que hay que considerar en el despegue, vuelo crucero y aterrizaje, aunque vayamos a 900 km por hora, esto no significa que llegaremos a destino con mayor prontitud. Recuerden que a veces existen factores externos favorables y en otras ocasiones no.
Deseamos comunicarles, antes de culminar el adiestramiento, que todos sin excepción pasamos por una escuela llamada; vida. Ella nos entrena y nos hace repetir lecciones unas veces y otras no. Por esa razón, en esta analogía les revelaremos que el largo cuestionario de la existencia trae consigo las respuestas, la vida se vive mediante la comprensión:
Ustedes, estimados lectores, en este viaje de exploración se han regido por la normativa de existir en función de lo que les dicten los valores y la inclinación que disponga su corazón. ¿A qué se debe?, a que todos estamos suscritos a una especie; la humana. ¿Para qué fueron creadas las normas? para organizar y clarificar la mente, por ende, dirigir la conducta hacia el bien, ¿qué pensaría si descubriera que para conectarnos con lo vital de las reglas espirituales es necesario ser lo que queremos lograr? Sin embargo, ¿cuál es la norma del espíritu? Mucho radica en la observación y autoobservación, la humildad para recibir y la nobleza para dar. Por esta razón, debemos ser coherentes entre lo físico, emocional, mental y espiritual. El espíritu es la fuente de la luz y el alma es la acción de esa luz sin palabras. ¿Qué es lo que realmente desea? ¿Cuál es la metodología que emplea la vida para enseñar?
Aunque no lo crean, a cada paso del desplazamiento en el tiempo, la vida nos brinda un entrenamiento en las diferentes áreas del conocimiento, y es muy probable que no nos hayamos percatado del todo.
Los retos vitalizan nuestras capacidades, pero, ¿cuál es el propósito de los retos?, propiciar los cambios, ¿para qué?, para hallar la verdadera y única identidad, ¿cuándo ocurre?, en cada acto de desapego o despegue. ¿Con qué finalidad?, modificar conductas, ¿cómo lograrlo?, obrando con sano compromiso en pos de la solución. ¿Adónde nos conduce todo esto?, a aterrizar en la pista de la tranquilidad y del haber tratado lo mejor posible dentro de nuestras capacidades, de manera tal de desembarcar en la terminal de la liberación de las preocupaciones y los sentimientos de culpa.
Por el contrario, los problemas son oportunidades de cambio en nuestro mundo interior que afectarán lo externo. Esto significa que lo mejor está por llegar y eso mismo intentaremos exponerles a continuación con el objetivo de cercenar la ilusión que proporciona el miedo y las comparaciones con los demás que solo nos victimizan. Les demostraremos que el mayor milagro es la renovación de la conciencia y de la alegría. Solamente ustedes tienen el poder de pilotear o pilotar su existencia y de modificar su rumbo y altitud para aterrizar en el aeropuerto del saber vivir, siguiendo la luz y la voz interna hacia el merecimiento.
El tipo de aeronave es directamente proporcional al vehículo que les fue entregado al momento de nacer. Su longevidad dependerá de la clase de combustible, su cuidado y mantenimiento, algo así como una buena nutrición y actividad física. Amen cada pieza de su contextura, no pretendan emular los ideales de belleza y diseño impuestos por la sociedad. Ustedes son bellos, hermosos y perfectos tal cual son; ¿no lo creen? hagamos un ejercicio, ¿quieren? Diríjanse al espejo y mírense a los ojos, detallen todos los rasgos de su cuerpo, reconozcan las partes más hermosas y acepten las que consideren no lo son, incluso las arrugas. ¡No permitan que los descalificativos arruinen la apreciación y valoración de quien es!
Tenemos pies de barro, por ende, la vulnerabilidad y la fragilidad de la existencia humana son palpables, a pesar de nuestra aparente superioridad.
Tal como los aviones son catalogados de acuerdo con las funciones a desempeñar, nosotros los seres humanos estamos clasificados conforme a la misión, propósito y sentido de vida.
Con esta analogía los invitamos a crecer, ascendiendo a niveles de conciencia que nos permitan tener bases sólidas para ejercer con verdadero señorío la dignidad y la fuerza de prosperar. De nada nos sirve lo que alcancemos si no construimos una base maciza y en vano se construye en terreno arenoso la casa de nuestros sueños. Ningún aspecto logrará las piernas de bronce ni el torso de plata; recuerden que el corazón y la mente están diseñados para ser de oro, y aceptar nuestro físico es otorgar equilibrio entre lo material y lo espiritual para materializar la nueva realidad con las piedras preciosas del bien común. ¿A cuántas personas conocen que no cumplen con los cánones de hermosura, y sin embargo, un sinnúmero de individuos las perciben como regias?
¿Sabían ustedes que todos nacemos con la capacidad de exaltar lo bueno? Eso nos convierte según las circunstancias en medicina, algunas veces dulce para reconfortar a un alma triste y otras tantas amargas; en la hora en que nos toca advertir a un amigo lo errado de su camino, también somos instrumento de primeros auxilios al entregar la venda que detendrá el corazón sangrante del afligido. Lo que hace de cada uno de nosotros un medicamento idóneo es hablarse con dulzura. Utilice como herramienta de emergencia el espejo, sonría a la imagen que se refleja en éste, verá cómo su alma le devolverá el gesto; ahora digan: “Gracias, Padre, por todo”. Si ustedes tienen alguna discapacidad visual, aun así agradezcan, su visión es mayor de lo que piensan: huelen, perciben y escuchan mejor que muchos. Los fármacos habitan en la sintonía y sincronización de los elementos físicos con las de los recursos otorgados por los dones y talentos.
El ejercitarse en la vida no se detiene, por eso se requiere establecer tierra entre el agua donde navegan nuestras emociones y el transmutar con el fuego de aquellas sensaciones que nos anclan, elevándonos por encima del ego. Los sentimientos deben ser expresados al igual que un manantial y no de forma destructiva o dicho de otra manera, como alud de fango violento y estrépito, que arrasa con todo a su paso.
El amor propio es el medicamento que debe aplicarse para la reconstrucción del santuario interior, donde habita la chispa divina: la maestría del ser. La fuente del amor consciente e incondicional se logra mediante el ejercicio del perdón, la gracia y la misericordia, en función de las necesidades y no tanto en atención a los deseos; esto conduce a saber establecer límites, sin culpa. Asimismo, prestar el socorro del coexistir; ustedes, del mismo modo que la aeronave, también poseen un desfibrilador (dispositivo que suministra descargas eléctricas al corazón a través de la pared torácica). ¿Cuándo se pone en marcha? Se activa en el vivir diario, justo en el minuto en que anima a otro ser humano. ¿Cómo?, brindando las palabras de consuelo durante la agonía que se presenta en las horas oscuras.
Unos de los objetivos más difíciles de lidiar en la existencia son los factores humanos y CRM. El conjunto de individuos en el planeta—pasajeros y tripulantes— tenemos una carrera en proceso de formación. Sin embargo, ahora corresponde analizar con cuántos puntos se graduaron algunos o consideramos que faltan por graduarnos otros. ¿Cuál es el método que se utiliza para la vinculación con otras personas y el deseo de vivir en plenitud? Uno de los sistemas que debemos aprender a activar es el de la consideración, todos somos capaces de obrar acciones de bien. No obstante, esto no significa que lo hagamos bajo la luz de la apreciación y valoración en el trato hacia los demás y nosotros mismos.
Cada día y ante toda decisión toca establecer procedimientos operacionales: este aspecto lo efectuamos siempre y cuando actuemos con congruencia entre sentir, pensar y actuar. ¿Somos del tipo de persona que habla de una manera y actúa de otra muy distinta? ¿Estamos alineados o desbalanceados? ¿Qué nos callamos? ¿Cuánto hemos prometido y no cumplido? ¿De cuántas personas nos hemos olvidado y hasta abandonado? ¿En qué nivel se encuentra la memoria y capacidad de agradecimiento?
Como vehículos humanos, también transportamos mercancías peligrosas: está determinado por los sentimientos negativos que se proyectan en las agresiones verbales o gestos de desdén. El adecuado manejo de estas afecciones estriba en la comprensión y el tratamiento que le demos a ese lado oscuro, en el que descubriremos que la venganza no es justicia y menos sanación de heridas. Una de las sustancias más corrosivas es el vacío que deja el resentimiento, la envidia, las comparaciones y la crítica negativa.
Cuando entramos en el mundo espiritual tendemos a aprender conceptos, pero nos corresponden una serie de prácticas que no son fáciles de llevar a cabo por las implicancias de asumir la responsabilidad de nuestra realidad. Éstas son las siguientes:
Prácticas de capacitación para la empatía: consiste en un número de visitas a la cabina del corazón que es la puerta de acceso al alma, el autoconocimiento, la valoración, la aceptación de los sentimientos y emociones, capacitando y elevando el nivel de comprensión en relación con otro ser humano; de igual modo a la propia dimensión. Ese espacio interior demuestra de forma indiscutible la relevancia de dejar fluir o pasar los momentos de dificultades. Asimismo, se hace a través de la calma de saber que todo sirve a un mejor y mayor propósito con la añadidura de llegar a lo más profundo de uno mismo, retornando a la naturaleza, despertando el instinto y la intuición. ¿De qué manera?, disminuyendo la aceleración e intensidad del tengo y debo hacer.
Prácticas de primeros auxilios para la liberación: se nos invita a aplicar las maniobras del perdón por medio de la identificación de los aspectos que nos aquejan, ocultos hasta ese momento tras la frustración o el malhumor. Descifrar la propia humanidad en la concordia de las miserias ocasiona un cambio en el curso de los acontecimientos; por ese motivo, es vital construir la paz con nosotros mismos. Esto solo se logrará cuando nos liberemos de la culpa y nos desahoguemos del síndrome de abandono, admitiendo y depurando las infecciones ocasionadas por las heridas emocionales del rechazo, derribando así la dualidad entre lo racional y lo emocional; dando el paso al equilibrio del dar y recibir, y del merecer. La realidad es un reflejo de todo lo que sucede en nuestro interior.
Prácticas de CRM para las relaciones humanas:
