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Ella Me Trata Como Una Mujer
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Veröffentlichungsjahr: 2016
Ella Me Trata Como Una Mujer
Nadia Dantes
––––––––
Traducido por A. J. Garza
“Ella Me Trata Como Una Mujer”
Escrito por Nadia Dantes
Copyright © 2016 Nadia Dantes
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por A. J. Garza
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
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Nota del Autora
Ella Me Trata Como Una Mujer
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Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares, e incidentes son productos de la imaginación del escritor/a y son usados como ficción. Todos los personajes en este trabajo de ficción tienen 18 años de edad o son mayores de edad.
Ashley agarro mi cola de caballo y le dio un tirón con fuerza. Yo grite cuando el dolor disparo a través de mi cuero cabelludo, no muy diferente del dolor que había sentido cuando ella cavo sus uñas en mi espalda.
Con su mano libre, masajea más saliva en mi culo. Mis rodillas tiemblan sobre la mesa. La madera es tan dura que no me sorprendería si tendría moretones en mis rodillas mañana. Con la cabeza hacia atrás, mi nuez de Adán está en el aire, enfriado con mis lágrimas.
Siento sus labios regordetes por mi oído. Su cálido aliento mentolado acaricia mi cuello, haciendo temblar todo mi cuerpo. “Está bien que llores, maricón.”
Me trago mis lágrimas. No quiero llorar. No quiero ser débil frente a ella, no quiero darle aún más control sobre mí. Estoy tan avergonzado, pero por alguna razón no me puedo alejar. Todo lo que puedo hacer es gritar y gemir como la pequeña perra que ella dice que soy.
Pero mi vergüenza por mi afeminamiento ni siquiera se compara con la vergüenza que siento cuando me doy cuenta de que una parte de mí en realidad le gusta esto.
Ella lanza mi cabeza hacia adelante. Todavía estoy dolorido de cuando ella empujó sus dedos en mi boca. Mi saliva y las lágrimas no han conseguido deshacer el sabor de su piel.
Ella pasa sus manos por mi espalda. “¿Sabes que tan duro te pones cuando te digo que voy a joder tu dulce, firme, pequeño coño maricón?”
Ella se está burlando de mí. Aprieto los dientes, pero para mí vergüenza eterna mi pene se mueve. Ella se ríe en voz baja. Yo solía pensar que el sonido era tan hermoso. Todavía lo pienso, pero ahora sé que la belleza tiene otras facetas.
Como la crueldad.
Aprieto mis nalgas mientras mi pene se endurece. Mis rodillas tiemblan.
“Mantiene esas piernas abiertas. Muéstrele a tu dueña cuánto quieres que tome ese culo virgen.”
Cuando siento su dedo presionar entre mis nalgas, suave, firme y todavía húmedo de mi saliva, me pregunto cómo diablos me metí en esta situación en primer lugar.
Ashley era la chica más hermosa en la escuela. Era una buena estudiante, segura de sí misma, y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Tal vez algunos de los chicos fueron intimidados porqué ella era tan asertiva, pero siempre me pareció sexy. Realmente sexy. Mirándola a los ojos, sabía que ella siempre conseguía lo que quería. A veces, me preguntaba qué pasaría si ella me quisiera a mí.
Era tan patético, lo sé. Con mi pequeño cuerpo, estructura facial delicada, piel de porcelana, ojos azules y pelo rubio brillante, yo no era el tipo de chico que cualquier chica deseará. La mayoría de los días, cuando me miraba en el espejo, me sentía como si dios hubiera jugado algún truco cruel conmigo. Si yo fuera una chica, sería una 10. Al contrario, yo estaba constantemente ridiculizado y acosado por chicos tres veces mi tamaño. Incluso los chicos que anteriormente habían sido mis amigos.
No, sobre todo por chicos como ellos.
Me acordé de la primera vez que Bret, el mariscal de campo del equipo de fútbol, me golpeó. Antes Bret y yo éramos los mejores amigos. Dormíamos en las casas de cada uno cada fin de semana, pasábamos las mañanas jugando juegos de video y las tardes en la práctica de deportes en el patio trasero. En aquel entonces, las diferencias entre yo y Bret no eran tan notable. Mierda, incluso fui considerado bueno en los deportes porque yo era rápido.
Por supuesto, todo eso cambió en el sexto grado.
***
Mientras todos los demás chicos crecieron más altos, yo me quede igual. Mi aspecto juvenil nunca se dio paso a algo más esculpido y masculino. Fui un tonto. Nunca me di cuenta de la diferencia hasta el día que Bret rompió nuestra amistad para siempre.
Un día, me encontré con Bret después de clase justo antes de que él fuera a la práctica de futbol americano. Su madre quería que yo le dijera que ella iba a estar quince minutos tarde a recogerlo.
“Oye, Bret.” Llamé. Mantuve mi boca abajo porque, aunque Bret me parecía bien, no estaba a gusto con los demás miembros del equipo de baloncesto. A menudo se burlaban de mí.
“Oye, Bret,” Uno de los chicos preguntó en [...]