Emprendedor - Luis Morales - E-Book

Emprendedor E-Book

Luis Morales

0,0

Beschreibung

Luis Morales empezó a escribir cuando, trabajando en sus propias empresas, se vio con sesenta euros en la cuenta del banco a princi­pio de mes. El alquiler, las facturas y el agobio cuando nada sale como debería no entienden de historias de superación románticas, y en ese momento decidió echarle humor, ironía y un poco de mala leche a escribir una historia de verdad. Emprendedor es su his­toria, la que le gustaría haber leído cuando tenía en la cabeza co­merse el mundo años atrás.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 358

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Primera edición: noviembre 2021 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Fotografía de la cubierta: Carson Arias | Unsplash Maquetación: Eva M. Soria Corrección: Juan F. Gordo Revisión: Maite Lecue Santovenia

© 2021 Luis Morales © 2021 Libros.com

[email protected]

ISBN digital: 978-84-18769-60-3

Luis Morales

Emprendedor

A Janis y a ti.

Índice

PortadaCréditosTítulo y autorDedicatoriaIntroducciónMy generationEmprendedorApunte final del principio con entrevistaNacimientoCordero lechalEl neocórtex a medio alicatarDesayunando en la Forja de MarteAjustando la brújulaTodo esto está muy bien… ¿Y tu título?Emprendedor en búsqueda activa de empleoLas llagasLa lectura: pilar y cimiento del «éxito»Cobardes por derecho ajenoMis emprendimientos: fase larvaLZ 129 Hindenburg Startup Programme, una peonza feminista y el polígono de AguacateMi Valle de la muerte en un bonito huerto en La CabreraReflexionando con FilomenaEl CIDEC. El bocata de lomo con pimientosEl calentamiento global casi quema mi casaTiempo, YouTube y un colega en CranfieldThis little uptickJorge is back and CIDEC was born to be wild¿Cómo se hace una entrevista de trabajo?¿Qué es el CIDEC?El aclareo del árbolPon a un arquitecto en tu vida«Vaya, vaya, aquí no hay playa», pero sí hay maresNuestra primera vez con el Ayuntamiento…Primer centro tecnológico mixto de EspañaLa suerte, la inconsciencia y un taller bajo tierraBye, bye, universidadFinal¿Merece la pena emprender?Final alternativo MecenasContraportada

Introducción

 

Este libro se empieza a escribir el 13/08/2019 día en el que mi cuenta bancaria refleja la asombrosa cifra de 63,90 €; habéis adivinado bien, estoy sin un duro, I’m broke,que dirían los americanos.

63,90 € con los que tengo que llegar a final de mes, pagar el alquiler y vivir el mes siguiente… No sé, pero me parece que la cosa pinta mal.

Es justamente porque estoy en la mierda (seamos claros), por lo que escribo este libro. Cierto es que siempre me ha rondado la cabeza la idea de plasmar sobre un papel la verdadera realidad de los «jóvenes emprendedores» en este país (asco de concepto), pero no es hasta hoy que encuentro la motivación, que no es otra que tener unos asombrosos 63,90 €.

Seguramente, si fuera americano estaría dando saltos de alegría, los yankis son muy de frasecitas del tipo: «Los empresarios de éxito se han arruinado una media de tres veces antes de obtener un gran logro», ¡que les den a los americanos!, acabo de echar un currículo para ser personal de mantenimiento en un edificio de oficinas en Coslada, sin desmerecer para nada la profesión.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Luchando, luchando como un animal, peleando todos y cada uno de los días por un proyecto que de cara a la galería funciona, crece y va a ser grande, pero que a mí no hace más que frustrarme y hacerme suspirar.

Lo que me lleva a corregir; sí que hay una cosa que es cierta de la filosofía empresarial americana: o te dejas el alma y lo arriesgas todo por tu idea o es imposible que salga adelante. Esto es cierto al 100 %, o te implicas o no serás capaz de tener mis asombrosos 63,90 € en el banco.

Esto va de cartas, esto va del Tute: puedes tener grandes figuras pero como pinten bastos y tú vayas con espadas, te van a cantar las cuarenta.

Os contaré más sobre mi situación económica:

Hace cuatro meses estaba trabajando en una fundación de prestigio en un proyecto europeo sobre economía circular (mi sector), cobrando relativamente bien y apuntándome a un máster de 13.000 € que podría cómodamente pagar.

Hace tres meses y veintinueve días dejo el trabajo con contrato para varios meses más y apuesto definitivamente por el proyecto con el cual llevaba más de dos años implicado. Era el momento.

Hace dos meses mi perspectiva era la de tener firmado un contrato con un Ayuntamiento por valor de 15.000 € del cual me corresponde la mitad, una inversión de 100.000 € para escalar el proyecto, y un contrato con la universidad (donde se desarrolla la iniciativa) para dos meses. Decido emanciparme.

Hace diez días se nos transmite que por el cambio de gobierno se retrasa el pago de los 15.000 € y que se va a revisar la inversión de 100.000 € y reformular la propuesta. Mi contrato con la universidad se ha acabado, pero aún falta el pago del finiquito que me dará oxígeno para aguantar; firmo el contrato de alquiler con mi casera y pago la fianza.

Hace cinco días me entero de que se les ha olvidado hacer el ingreso del finiquito y de que la universidad está cerrada durante el verano.

Hoy tengo 63,90 €, una cuota del alquiler que pagar, 1.200 € de la matrícula del máster que encontrar y el pilotito de depósito vacío encendido.

¡Pero soy un emprendedor!

¡Tengo que levantarme!

¡Crecerme ante la adversidad!

Patrañas.

Tengo que buscarme un trabajo para salvar los muebles (que no tengo), tengo que pedir ayuda a mis padres para pagar el alquiler y tengo que confiar que instituciones que no hacen más que «torearme» y exigirme entregas imposibles sin dar nada a cambio, cumplan su palabra.

Y que nadie piense que esta es la perspectiva de alguien frustrado y rendido, para nada. Os invito a hablar con otros emprendedores, con esos que como yo no emprenden desde el dinero o desde una escuela de negocios, sino desde una buena idea, y que luchan todos los días por no irse al palco antes de tiempo.

Es lo que se hace: currar y currar y apagar fuegos y currar y reunirse, invitar a café y a coca cola y decir a todo que sí y dar más y más para ver si cae algo; lo malo es que a veces algo cae y eso nos hace seguir día tras día.

Somos burros detrás de una zanahoria a la que a veces pegamos deliciosos lametones.

¿Por qué escribo este libro?

Lo escribo por los 63,90 €. Por tener un «producto», un «algo» que se pueda vender y que sea de mi propiedad, no vaya a ser que suene la flauta y pueda librarme de arreglar enchufes en un bloque de oficinas en Coslada.

Lo escribo porque siempre he tenido unas ganas irrefrenables de contar lo que es realmente emprender teniendo veintisiete años y poco dinero en este país.

Lo escribo para desdramatizar el fracaso, para ser justo con el fracaso, para no llamar fracaso a lo que no lo es. Abandonemos ya la frasecita de coach de «si se ha aprendido no se le puede llamar fracaso»,moñadas. El fracaso existe y hay que ganárselo con honores.

Lo escribo como instrumento catártico, como saco de boxeo. Si le grito al papel no molesto a nadie.

Lo escribo porque soy un emprendedor.

Emprendedor

 

Emprendedores y emprendedoras somos todos y todas a diario. Emprender simplemente significa empezar a hacer algo, nada más. Empezar a hacer algo.

Ponerse a dieta (una vez más), volver a hacer ejercicio (una vez más), dejar de fumar (esta vez sí que sí), buscar trabajo, hacer una tarta, organizar una fiesta; todo es emprender. Pasar de una situación A a una situación B dedicando tiempo y esfuerzo.

No tiene connotaciones morales, no se precisa de características especiales, no se necesita una personalidad arrolladora o «superpoderes» únicos como nos quieren vender. De verdad que no, que para pasar de A a B se puede ser un «perro», un vago y un desagradable; y esto es fantástico y práctico, porque en el mundo hay más vagos, «perros» y desagradables que voluntariosos, carismáticos y amables.

Entonces, ¿por qué nos venden esa imagen del emprendedor como la de un joven (hombre, siempre hombre) atractivo, bien vestido, brillante, seguro, capaz; el yerno del año?

Es evidente, y creo que no descubro nada a nadie: puro marketing.

Un lavado de cara, rejuvenecer un concepto, vestir con ropas de hipster a un abuelo que ya no conseguía atraer a nadie: el «nuevo» empresario.

Después de la crisis del 2008 el concepto de empresario quedó muy denostado, al igual que el de banquero, y no entraré a valorar si realmente estuvo justificado responsabilizar en exclusividad (y a los que vivieron por encima de sus posibilidades) a estas dos figuras o fueron en realidad los chivos expiatorios de gobiernos incapaces y sistemas financieros injustos. La realidad es que los empresarios eran malos porque despedían trabajadores y cerraban empresas, y los banqueros eran malos porque echaban a la gente de sus casas y no concedían crédito aun habiéndoles «salvado» con dinero público. El resultado: nadie quería ser empresario o banquero (nadie quiere ser un apestado).

Aun así, la rueda del capitalismo y la del PIB tenían que seguir girando a la par, y aunque algunos dijeran, como Mafalda, «que se pare el mundo que yo me apeo»,la gran mayoría de la gente seguía confiando en el sistema (qué remedio). Un sistema que no conocían cómo funcionaba, pero del cual siempre se había dicho que era «cíclico», y que después de periodos de crisis vienen periodos de bonanza, simplemente había que aguantar el chaparrón y estar preparados para cuando escampara, poder volver a salir a la calle a jugar (eso sí, antes que los demás).

Se nos hablaba del techo de gasto, de los tipos de interés del BCE y de la prima de riesgo, que si llegaba a 600 puntos básicos (que a saber qué era eso de puntos básicos) iba a ser un cataclismo, pero que siempre y cuando Italia, Grecia, Portugal e Irlanda estuvieran peor que nosotros todo era fantástico porque estábamos haciendo las cosas bien.

La confianza y la tranquilidad había que dársela a los mercados y no a las personas que realmente estaban sufriendo, «las personas que se aprieten el cinturón, que hagan de tripas corazón o que se vayan del país, pero que por favor el capital extranjero se quede en la patria», ya sabéis, «todo por la patria» (pero sin la patria).

En 2012 en España había más de seis millones de desempleados. Hoy, 2019, que se supone que llevamos un par de años o tres fuera de la crisis (de gran bonanza dicen), hay 3,3 millones de desempleados. Los sueldos no han aumentado desde el 2007, pero la gente está comprando más casas que nunca y a precios desorbitados: los alquileres están por las nubes y hay hostias por vivir en auténticos zulos. En mi círculo, la gran mayoría de mis amigos este verano se han ido al sudeste asiático, Latinoamérica, África, etc. Qué sistema tan maravilloso, cómo es capaz de hacernos creer una y otra vez que las cosas mejoran, que hay que ser optimistas con anteojeras de caballo, porque«yes, we can!», porque la publicidad nos dice que es el momento de comprar, porque cambia tu coche por uno que sí que pueda entrar al centro.

Presión migratoria, guerra comercial, sequías extremas, calentamiento global descontrolado, precariedad laboral, dependencia tecnológica, récord en la pérdida de biodiversidad, récord en prescripción de depresivos, récord en Black Friday…

Se nos dijo por activa y por pasiva, en una brillante campaña de marketing (de miedo), que las cosas iban a cambiar para siempre en el mercado laboral y que había que hacer un esfuerzo colectivo y adaptarse. Cambios necesarios, decían (me descojono). La desprotección del trabajador frente a la empresa iba a facilitar la contratación y los despidos, estimulando la economía y la contratación joven. La especialización iba a ser la clave, por lo que los trabajadores tenían que tecnificarse y formarse (pagado de su bolsillo) para optar a empleos de calidad; la alternativa: quedarse totalmente fuera de un mercado laboral caníbal. Desregular la entrada de capitales extranjeros y facilitar las operaciones a fondos buitre. Reducir los días de remuneración por despido para facilitar la contratación. Ayudar a las empresas tecnológicas extranjeras a entrar en mercados nacionales regulados a cambio de empleos masivos de baja cualificación permitiendo no pagar impuestos en el país. Promocionar la generación de un nuevo tejido empresarial, innovador y competitivo a nivel internacional a base de dinero público; y es aquí, justamente, donde entra el papel del emprendedor y de su digievolución: el joven emprendedor.

Mientras, de cara a la galería se mostraba una política de promoción del emprendimiento innovador, tecnológico y disruptivo, la realidad era (y sigue siendo) muy diferente. Lo que realmente se hizo fueron tres cosas:

A aquellos profesionales que se quedaron sin trabajo en la crisis se les incentivó (engañó) a que hicieran eso que sonaba tan bien de «autoemplearse», que no es otra cosa que darse de alta como autónomo. Se les decía que con una cuota reducida de 51 € durante un año y capitalizando el paro (recibiendo toda la prestación por desempleo en un solo pago) para adquirir equipo, herramientas y una web, podrían de una manera muy sencilla convertirse en sus propios jefes y ser independientes económicamente en estos tiempos de crisis. La gran mayoría de estos buenos profesionales por cuenta ajena, se convirtieron en neoesclavos,trabajando doce o catorce horas diarias por sueldos míseros y sin más opción que seguir trabajando esperando al día en el que los vientos del cambio (prometido) trajera más contratos y menos gastos.

A aquellos que ya eran autónomos y que habían aguantado el primer chaparrón de la crisis se les animó a que crearan una S.L. y a que se convirtieran en una verdadera empresa. «La economía está a punto de despegar, y si eres el primero con una estructura capaz de ofrecer tu servicio al mercado, te harás rico». Se crearon instrumentos para facilitar el acceso a crédito (deuda) para estos autónomos: «¿Todavía no has perdido tu casa?, puedes usarla como aval». Muchos de estos perfiles montaron sus pequeñas S.L. y no consiguieron hacer viable su modelo de negocio, por lo que tuvieron que volver a ser autónomos, ahora para pagar la nueva deuda generada en su aventura empresarial. «No te preocupes, si has aprendido no es un fracaso».

La pregunta: ¿quién sale ganando de todo esto? Los bancos que conceden créditos y nuevos productos muy lucrativos con la seguridad de contar con avales mucho más confiables que al comienzo de la crisis y todo ello con dinero del BCE a interés cero. Por supuesto, también los gobiernos que venden generación de empleo e ingresos por actividad empresarial.

En un país con un paro juvenil de más del 50 % y con el 80 % de los jóvenes menores de treinta y cinco años aún en casa de sus padres qué se puede hacer. «Ya hemos desregularizado la contratación y despido, y hemos vendido que la experiencia profesional sin remunerar es importante. Les colamos eso de los minijobs,ya hemos promocionado el alquiler de mierda para que vivan en comunas, ya hemos mirado a otro lado con eso de la economía colaborativa…y seguimos teniendo un 50 % de paro juvenil. Un segundo…, ¿estos jóvenes no eran universitarios con másters y cosas de esas…? ¡Que monten empresas! Es lo que necesitamos, ¡tracemos un perverso plan!».

Es aquí cuando se escribe uno de los mejores cuentos chinos de la historia moderna: el joven emprendedor, el héroe del siglo xxi.

Antes de comenzar el momento cuentacuentos, creo que es justo aclarar que yo me zampé la idea del joven emprendedor hasta el fondo. Me parecía tremendamente atractiva y realmente quería con toda mi alma ser uno de los elegidos, pero bueno, ya habrá tiempo más adelante para contaros mi experiencia vital, que no tiene desperdicio.

El joven emprendedor, el héroe del siglo xxi

¿Qué se necesita para montar un proyecto empresarial razonablemente viable?

Capital.

Contactos.

Suerte.

Experiencia.

¿Qué suele faltarle al joven emprendedor?

Capital.

Contactos.

Suerte.

Experiencia.

Un apunte: la media de edad de los «jóvenes» emprendedores españoles (con proyectos viables) es de cuarenta años. Yo estoy totalmente a favor de la idea de que la juventud es un estado mental y que lo que diga el DNI es simplemente un dato, pero tampoco nos engañemos, lo que se nos vendió era que en Sillicon Valley chavales de veintidós años y con 200 $ en el bolsillo estaban haciendo millones y que en España también había potencial para conseguirlo. El marketing se dirigía a los jóvenes menores de treinta años y esto es así.

Es decir, tenemos un sector de la población sin opción de entrar al mercado laboral (50 % de paro) o con trabajos precarios. No cuentan con capital, contactos o experiencia y el momento económico es el peor desde el crack del 29… ¡Hagamos que emprendan!

Y lo hicieron…

¿Qué tienen estos jóvenes?

Adicción a las redes sociales y al postureo.

Ganas de ser independientes.

Arrogancia.

Amplios conocimientos técnicos.

Familiares que podrían avalar.

Rechazo al mundo empresarial tradicional.

Fácil. Hay que decirles que son diferentes. Que son la generación más preparada de la historia. Digamos que están desencantados con el mundo. Digamos que lo que quieren hacer es viajar, y hagamos que viajen. Parezcamos viejos y aburridos y dejémoslos que se crean una revolución. Vendamos Silicon Valley (lo positivo). Demos minutos de televisión y publicidad a los cuatro o cinco chavales que han conseguido petarlo y además hagamos que parezca fácil. Vendamos que esfuerzo y riesgo es la fórmula. Tirarse a la piscina sin saber si hay agua is the new black.

¿Quieres ser diferente? Mejor dicho, ¿quieres demostrar a todo el mundo que eres diferente? ¿No te gusta cómo está montado el circo? Perfecto, cámbialo; ¡sé tú! ¡Triunfa!

Imposible resistirse.

Cómo te resistes a ser diferente, atractivo, admirado, rico, transgresor. Cómo te resistes a ser un héroe…

Y esta es la única y auténtica clave: el héroe del siglo xxi no es un filósofo, no es un médico, un cooperante o un político; el auténtico héroe del siglo xxi es un emprendedor.

Nacimiento

 

«No tiene sentido emprender debido al síndrome del domingo por la tarde».

Me encanta esta frase.

Aparece en el ensayo de Fernando Trías de Bes, El libro negro del emprendedor: no digas que nunca te lo advirtieron, un libro fantástico que debería ser obligatorio para aquellos poseedores del síndrome del domingo por la tarde. La idea genial, el negocio del siglo. Esa ocurrencia que inunda nuestro cerebro de billetes del cuento de la lechera mientras tomamos magdalenas con Nutella en el sofá, llevamos un pijama roñoso y miramos una película de terremotos en Manhattan.

El aburrimiento dominguero es peligroso.

Pues aunque suene a chiste, en cierto modo, muchos de los «jóvenes emprendedores» no son más que fanáticos de los telefilms malos y del chocolate, Spain is different!

Así nos luce el pelo, únicamente el 5 % de los proyectos emprendedores aguantan el primer año, y del 95 % restante, tan solo el 20 % ha conseguido facturar algún producto o servicio antes de echar el cierre; es una estadística aterradora y lo que es peor, permanece inmóvil.

Pues aun así, aun a sabiendas de que lo más probable (95 %) es que la bola caiga en el negro, hay muchos que siguen, que seguimos, apostando al rojo.

¿Y os toca?

Sí, nos toca los…

Cordero lechal

 

Mi padre director y mi madre profesora.

Yo, alumno y mal estudiante.

De pequeño lloraba porque me había salido mal una suma o una resta, no podía remediarlo, era superior a mis fuerzas, no soportaba que me dijeran que había hecho algo mal. Recuerdo la rabia inmensa que sentía cuando acababa el primero de la clase la tarea e iba orgulloso a la profesora con mi cuaderno, guarrísimo, eso sí, porque la verdad sea dicha, nunca he sido muy cuidadoso en lo referente a los deberes. En ese momento empezaba la mano inquisidora de la maestra a tachar una por una, con su rotulador rojo a medio secar, cada suma y cada resta que con orgullo y prisa había acabado. De ser el primero en terminar, al último; bueno, al casi último; siempre había alguno que… Lo dicho, pasaba del orgullo al ridículo y a la frustración en un pestañeo, y mis pobres ojos, ruborizados, no podían contener las lágrimas infanticidas y generadoras de odio hacia al profesorado.

Eran momentos amargos.

Jamás me ha gustado estudiar. Mejor dicho, jamás me ha gustado sentir la obligación de estudiar.

Por lo visto, y por lo que cuentan mis padres, desde la guardería yo ya sabía que eso de los centros educativos no era lo mío. Según dicen, es normal que los niños lloren y se resistan los primeros días que van a la guardería. Lo que ya no es tan normal, es que durante los dos años que dura esta etapa, el niño llore y patalee cada día porque no quiere ir a la guarde.

La mía se llamaba Bolitas, que ahora que lo pienso, desde el punto de vista del branding, no es un buen nombre, hoy en día si no es en inglés… Little balls claramente es mejor. Total, cada mañana me despertaba diciendo «Bolitas no, Bolitas no» y así durante dos años.