En busca de la sexcelencia - Josep María Angler - E-Book

En busca de la sexcelencia E-Book

Josep María Angler

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Beschreibung

Un método de gestión de empresas y de equipos humanos que te hará ver los negocios con otros ojos y con una placentera sonrisa. Gestionar una empresa, a pesar de que nadie se ha dado cuenta hasta ahora, tiene mucho que ver con hacer el amor, no sólo en la relación con el cliente, también en la relación con los empleados. La venta y la gestión de plantillas son actos lúbricos y amatorios y las estrategias para hacerlo de un modo eficiente y rentable calan más si se ven como estrategias de seducción y de cópula. En busca de la sexcelencia explica, sin ambages, sin pelos en la lengua, un método revolucionario para sacarle más partido a tu empresa y sobre todo, para pasar un buen rato aprendiendo los pormenores de la erótica de la gestión empresarial. J. M. Angler hace una auténtica parodia de los libros de autoayuda y de los libros de management, esos que contienen frases lapidarias y farragosos párrafos. Su libro contiene frases contundentes, un estilo suelto y libre y muchas refrencias históricas, literarias, cinematográficas y artísticas en general. En cada capítulo, escrito con una clara vocación didáctica, hay gráficos, despieces, recuadros y todas las herramientas necesarias para entender por qué hay que buscar una buena alcahueta, por qué hay que dejar al cliente satisfecho y qué es la moral del puterío. Razones para comprar la obra: - Cubre una demanda de mercado, la de renovar los métodos de trabajo y los métodos de marketing empresarial para descubrir que el sexo y los negocios son mundos que están estrechamente unidos. - La obra tiene un tono claramente humorístico y un estilo directo con el objetivo de parodiar los libros de autoayuda y de dirección de empresas. - La información del libro está complementada por gráficos, diagramas, esquemas, etc. información que aligera la lectura y apoya el humor del libro. - J. M.

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En busca de la sexcelencia

En busca de la sexcelencia

J. M. Angler

Colección: En progresowww.enprogreso.com

Título:En busca de la sexcelencia Autor: © J. M. Angler

Copyright de la presente edición: © 2013 Ediciones Nowtilus, S.L. Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madridwww.nowtilus.com

Elaboración de textos: Santos RodríguezRevisión y adaptación literaria: Teresa Escarpenter

Maquetación: Paula García ArizcunDiseño y realización de cubierta: eXpresio estudio creativoIlustraciones: Emmanuel Urueta - http://www.behance.net/Urueta

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra ( www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición impresa 978-84-9967-542-8ISBN impresión bajo demanda 978-84-9967-543-5ISBN edición digital 978-84-9967-544-2Fecha de edición: Noviembre 2013

Depósito legal: M-27553-2013

Índice

Prólogo
Seria advertencia del autor: «No intente hacer el Kamasutra»
I. La Encuesta Angler
II. Guarradas
III. Amar al cliente
IV. El orgullo de las putas
V. Elija bien el objeto de sus deseos
VI. No llame a puerta fría
VII. La trama
VIII. El primer paso, a fondo
IX. El segundo paso, sólo para profesionales
X. La primera cita
XI. Relamida y examen
XII. La segunda vez
XIII. Los otros negocios
XIV. Los sistemas productivos
XV. La moral del puterío
XVI. La competencia
XVII. Armas de mujer
XVIII. La comida (o la cena)
XIX. Tipología de los amantes
XX. Los puntos fuertes
XXI. Los puntos débiles
XXII. El punto G
XXIII. Bien dura, bien gorda y bien adentro
XXIV. El entorno
XXV. El plan de marketing
XXVI. El lado porno del negocio
XXVII. Erotismo oral
XXVIII. El problema del precio del amor
XXIX. Pequeños consejos
XXX. Goce

El nuevo paradigma de la gestión empresarial pasa por el sexo y el humor.

N. Y. Futur Management

PRÓLOGO

El método que revolucionó Minnesota

El doctor J. M. Angler ha revolucionado el mundo empresarial de Minnesota y desde allí ve crecer actualmente su fama por todos los Estados Unidos y por toda Europa. Es psicólogo industrial y asesor de directores de grandes empresas americanas. Uno de los tres asesores mejor pagados de los Estados Unidos actualmente. Su nombre se pronuncia en voz baja, cuando se pronuncia, pues casi nadie quiere reconocer que utiliza su método de gestión empresarial. Conseguir su número de teléfono –pues no figura en ninguna guía– es uno de los retos más difíciles que se plantean, a modo de apuesta, en los gimnasios high americanos. Angler no tiene web en internet y vive en un apartamento secreto. No permite que se divulguen fotos de su rostro para no ser reconocido entrando en los más importantes despachos de Nueva York, Saint Louis o Chicago.

Un hombre serio y duro, con fama de sincero. Hay una leyenda sobre él que dice que es soltero y que muy probablemente practica el voto de castidad, fruto de sus extravagantes creencias zen. Le he preguntado sobre la realidad de estos rumores y me ha respondido: «En los Estados Unidos cada día nacen unos tres millones de rumores, de los cuales el setenta y cinco por ciento son ciertos. El problema es que como la gente no sabe discernir los ciertos de los falsos, suele creer en todos».

Angler vendió su libro Cómo hacer negocios follando en los Estados Unidos a diez mil dólares la copia. Lo enviaba personalmente después de haber recibido por adelantado un cheque garantizado. De este libro hizo mil copias en inglés, lo que le ha reportado diez millones de dólares, en sólo tres meses. ¿Hace falta que lo traduzca a euros? El mayor éxito editorial de los últimos treinta años, con el mínimo tiraje.

Ahora edita su método en Europa, de donde es oriundo, bajo el título de En busca de la SEXCELENCIA, así, en mayúsculas, porque de lo que se trata es de un tema mayúsculo. La primera edición, en castellano. Renuncia a los diez mil dólares por ejemplar, consciente de que en España no tendría más de media docena de compradores. «Soy millonario y puedo permitirme el gustazo de vender mi libro como quiera. Y quiero editarlo en español porque esa gente es una cachonda», me dijo cuando me envió el original para traducirlo. Le pedí aclaraciones y me respondió: «Piensa que los españoles acuñaron hace cinco siglos una de las mejores filosofías sobre las técnicas de gestión empresarial, al decir aquello de que “para triunfar con las mujeres, trata a las putas como si fueran marquesas y a las marquesas como si fueran putas”. Aplica esto al mundo de los negocios y triunfarás».

Mike D. Sand[1]

[1]Mike D. Sand, agente literario de J. M. Angler.

SERIA ADVERTENCIA DEL AUTOR: «NO INTENTE HACER ELKAMASUTRA»

En el mundo de los negocios es fácil encontrar libros milagrosos: Cómo hacerse rico en 30 segundos, Cómo hablar bien en una semana, Cómo organizar su empresa en un mes, por ejemplo. Como pueden ver, cuanto más difícil es el reto, menos tiempo nos proponen para conseguirlo. Así, si alguien escribiera sobre un método para descolgar el teléfono –tarea fútil–, lo titularía probablemente así: Cómo descolgar correctamente el teléfono en sólo 10 años.

Estos libros nos recuerdan al Kamasutra: las 32 maneras de hacer el amor. El arte de amar oriental. Menuda tontería. Como si en Oriente tuvieran un pito en forma de sacacorchos o algo similar. Con lo difícil que les resulta a muchos hacer el amor de una única manera, y ahora nos vienen con la solución milagrosa de conseguirlo de 32 maneras diferentes. No saben que el amor se hace de una única forma que es, al mismo tiempo, mil maneras diferentes. Y que conquistar al cliente es algo tan sencillo que resulta terriblemente trabajoso.

Por cierto, viene aquí al pelo aquel ejemplo de las amigas reunidas en una aburrida tarde de té, en la que decidieron confesar cuántas maneras sabían de hacer el amor. Una respondió que ocho, otra respondió que once y la mayoría no sobrepasaba la docena. Pero una de ellas confesó que tenía noventa y nueve maneras de hacer el amor con su marido, mientras una tímida reconoció que solamente sabía una. Se le preguntó a esta última en qué consistía y ella respondió: «Se estira la esposa en el lecho, se abre de piernas, viene a ponerse el marido encima y la penetra sin más». Oída esta explicación, la que había confesado noventa y nueve variantes exclamó: «¡Ya sé cien maneras, ya sé cien!». Y es que a veces, los que más técnicas dominan son los que más fácilmente olvidan la fundamental y que mejor resultados da.

Todo esto pasa también en el mundo empresarial y, sobre todo, en el publicitario. ¿A qué viene poner en un anuncio de página entera un texto como: «Todos te decían que habías de cambiar de vida. Ahora que lo has hecho, ¿no has de renunciar a sentirte vivo?», cuando lo más sencillo era decir: «Nuevo Lexus, motor 6 cilindros en línea, 155 caballos y 6 años de garantía por sólo 44.000 dólares».

El Kamasutra empresarial es uno de esos libros que te proponen hacer mil cosas para triunfar y tener éxito, que todos sabemos que son imposibles de hacer, como es imposible que «el ratón entre por la puerta de jade cuando se pone el sol», posturita china para la que hay que tener una chola con forma de escalera.

Están muy bien todos esos libros, sobre todo para el que los escribe, que se forra –no siempre– a costa de incautos que se creen a pie juntillas que van a hacerse de oro en un abrir y cerrar de ojos. Luego resulta que el librito de las posturitas les pide que se descuajeringuen y desternillen –es decir, que se rompan las ternillas– en actuaciones cuasi imposibles.

De la misma manera que la mayoría de la población mundial se ha comprado una versión libre y barata (a veces porno en sus dibujitos, que es lo más ilustrativo, confesémoslo) del Kamasutra y la oculta en las estanterías para no quedar en evidencia, no hay empresario que se atreva a poner en su biblioteca títulos como El arte de vender o Yo le enseñaré a usted a triunfar en la vida. Queda muy hortera. Sin embargo, esos libros se siguen vendiendo. Se los lee uno, no les hace ni puñetero caso y los oculta para no sentir vergüenza. Otra cosa es nuestro libro En busca de la SEXCELENCIA, que es la puesta en solfa de mi anterior libro titulado Cómo hacer negocios follando, típica obra prohibida que va de mano en mano, porque todos saben que no hay mayor placer que ganar un pastón fornicando.

Nuestro consejo no puede ser más rotundo: no busque usted posturitas para encelar a su gente. Es mejor que trate de impresionar con el salto del tigre o con una enculada frenética. Haga usted las cosas como siempre: seriamente. Que lo importante en el trincar no es dónde coloca usted su retorcida pierna izquierda, sino que su mandoble esté bien tieso, bien metido hasta el fondo y bien duro. Lo demás son mariconadas para despistar.

J. M. Angler

I LA ENCUESTA ANGLER

La señora, burguesa, llega a su casa cubierta de un impresionante abrigo de visón blanco. Le abre la puerta la criada, que muestra su admiración por el abrigo. «¿Cómo lo ha conseguido, señora?», le pregunta la fámula. «¡Bah! –responde la dueña–, ¡con un polvo de un millón de dólares!». Al cabo de mucho tiempo, la misma señora ve llegar a su casa a la criada con un impresionante abrigo de visón rojo. «¿Cómo lo has conseguido?» le pregunta. «¡Bah! –responde aquella–, ¡con un millón de polvos a dólar!».

Esta historia, palabra por palabra, enmarcada como si fuera un cuadro de Picasso, preside la sala de reuniones de la Three Way Company, en Minnesota. El director, Carl Cherlson, la señala enérgicamente con el dedo cada dos por tres. «¡No quiero polvos por un dólar! Nuestros polvos valen mucho más. Dejar contento a un cliente cuesta mucho, y si realmente él quedó contento, pagará el precio de un buen polvo. Si no puede pagarlo, se ha equivocado de empresa». Esta parrafada, lanzada a bocajarro la primera vez que me entrevisté con Carl Cherlson, me abrió una visión inesperada del mundo de los negocios. Cherlson la repite, con alguna variante, a sus ejecutivos, que ya entienden perfectamente la filosofía del director: en Three Way Company se trabaja con clientes que sepan apreciar la alta calidad de los servicios de consultoría que les ofrecen. Y que paguen el alto precio de un servicio impecable.

Carl, que actualmente es uno de mis mejores amigos, me añadió, en aquella sala de reuniones: «Si no cobras bien lo que haces bien, tendrás muchos clientes pero nunca harás negocio. El negocio de verdad es el que deja contento al cliente y al que le hace el trabajo. Como con los polvos; ¿puede decirse que ha habido un éxtasis si uno de los dos amantes no se ha sentido feliz?».

Después de oír a Carl, decidí que la encuesta que estaba preparando para empresarios de Minnesota debía incluir nuevas preguntas. La llamé «Encuesta Angler» y no fue fácil conseguir respuestas sinceras.

Pero el resultado me sorprendió: ¡había un enorme paralelismo entre la gestión de sus negocios y el erotismo! Quedé perplejo y guardé el secreto, incluso a mi esposa, durante los tres años que he tardado en tener listo lo que creo que deberá llamarse a partir de ahora el «Método Angler», y perdonen mi inmodestia, pero lo que van a leer y descubrir es precisamente un nuevo y revolucionario método de hacer negocios. Olvídese de los gurús plastas y mal enrollados, de viejas teorías que aburren a sus empleados y de todo lo que estudió en la universidad. Siga el Método Angler (creo que es mejor que lo llamemos así a que lo llamemos el «Método Follador») y diviértase y triunfe.

Otro consejo: forre con un papel opaco este libro, que nadie vea el título, no vaya a ser que le copien el método o que piensen que es usted un obseso sexual. Si lo es, por lo menos podrá disimularlo un poco.

Estoy convencido de que usted no conoce a nadie que reconozca mojar poco el botillo. Seré más fino: probablemente, usted no conoce a nadie que reconozca hacer poco el amor, excepto si conoce usted a muchos ancianos y sacerdotes. Estos, para presumir, dicen que lo de hacer el amor no va con ellos.

También estoy convencido de otra cuestión: el mejor amor es el amor platónico, el que no se consuma. Pero no filosofemos…

II GUARRADAS

Les voy a confesar que yo soy de los que han aborrecido las películas porno. No puedo con ellas. Son vulgares. No hay una sola película porno que haya pasado a los anales del cine: les falta originalidad. Eso no es alegrarse el canuto, y siguiendo las ideas aburridas de esa gente soez nadie podrá montar nunca un solo negocio.

Conviene recordar que «follar» viene del término folgar que quiere decir exactamente ‘divertirse, disfrutar, alegrarse’. La palabra viene del latín tardío follicare que significa ‘resollar, jadear’ y que a su vez viene de follis o fuelle, o sea, que se respira como un fuelle. Por tanto, hay que entender el amor carnal como una fiesta.

Si usted es un perverso o un maníaco, deje de leer inmediatamente este libro. Aquí estamos para hacer negocios y divertirnos, no queremos guarradas.

Nuestra teoría es que si usted «folga mentalmente con sus clientes» tal como le propongo, se le irán las ganas de tocar el culo a chicas de la oficina (si es usted un macho irreprimible) o a ejecutivos (si es usted una mujer ardorosa), con lo que se verá libre de importantes peligros en el trabajo. Y, sobre todo, no follará usted físicamente con sus propios clientes, que es lo peor que le podría pasar. ¿Se imagina que para conseguir tener contento a cada cliente, se tuviera que meter usted en su cama? Sería insufrible. Sobre todo porque estoy convencido de que tiene usted una inmejorable pareja a la que atender y amar. Y si no la tiene, cámbiela rápidamente, ni ella ni usted se merecen esa indignidad.

III AMAR AL CLIENTE

Si a su ser más querido le pega usted un viaje de vez en cuando y no se libra de un buen revolcón en el que los dos acaban felices, ¿qué no hacer con su cliente? Échele un buen viaje a gusto, déjele el cuerpo feliz y agotado. Le pagará mucho más a gusto que si le da usted una paliza verborreica como la del comerciante de Estocolmo. Se lo cuento: un ejecutivo americano visita al delegado de su empresa en Estocolmo en vísperas de la entrega de los Premios Nobel y de Navidad. Estocolmo bulle en esos días: gente guapa, mujeres bálticas de ojos rasgados y mirada tentadora. Van al Operakeller, el restaurante más in de la ciudad. Sobre la mesa, la famosa carterita de cerillas en cuyo interior está todo preparado para escribir un mensaje: «mi teléfono es… mi nombre es… estoy interesado en…». El camarero se encargará de llevar las cerillas a la dama elegida.

El ejecutivo que está de visita casi no da crédito a la carterita de cerillas y comienza a mirar a todas las mujeres del Operakeller. En la barra hay dos solitarias y en tres mesas hay un grupito de jóvenes encantadoras. Pero su delegado en Estocolmo tiene la cabeza en otro lugar: «He de conquistar al jefe», se repite el delegado una y otra vez. Y le larga interminables, abrumadoras e indigeribles historias de cifras, porcentajes, ventas y tecnicismos crípticos.

La cabeza del enviado a Suecia bulle. Casi no escucha ya la lección sapiencial del delegado. «¿Leíste mi informe sobre la incidencia del cambio de horario en la zona lapona?», pregunta el pelma; y el otro responde: «He visto papeles… –y añade–, perdona, pero he de ir al lavabo». En la cola del lavabo, una chica le sonríe, pero él tiene la cabeza tan espesa que no sabe cómo reaccionar. Cuando llega al hotel, despierta: «He sido un necio, me he perdido la ocasión de ligar con la chica más encantadora que he visto en Suecia». Al día siguiente, el delegado es destituido fulminantemente.

Querido lector, tenga usted imaginación y genere satisfacción en quienes le rodean. El delegado de Estocolmo llevaba en la cabeza el modelo rígido de la escuela de negocios donde había sido formado y perdió el empleo, como podía haber perdido un cliente. No fue despedido por frustrar una noche feliz del jefe, sino por no saber entender que cada circunstancia requiere una forma de ver las cosas. Y eso es lo que quiero explicarle en mi método: una forma apasionante de ver sus relaciones con su entorno profesional. Una forma que lleva directo al orgasmo.

Y para llegar al orgasmo, usted va a tener que darse un garbeo. Será muy sano y gratificante.

IV EL ORGULLO DE LAS PUTAS

Follar por interés económico es prostituirse. Eso dice el diccionario. Y eso de ser puta está muy mal visto. Luego veremos que eso es mentira, que estas cosas las dicen las esposas que no saben darle a la castaña. Muchas y muchos putos saben que trincan mejor que las esposas y los maridos. Muchas putas también llegan a hacerlo con cariño e incluso con pasión. Y las hay y ha habido que llegan a alcanzar el poder. Pueden sentirse orgullosas, pues cumplen con su misión. No todas las mujeres pueden lucir ante la sociedad una sabia manera de dar una buena mamada. Muchas, a quienes producen asco estas cosas, prefieren presumir de hacer punto de cruz o de tontear con el tendero. Así les va; tendrían que vigilar al marido porque seguramente moja el bizcocho en otra chocolatera.

Con las putas ocurre algo maravilloso que pocas veces se dice: son sinceras, no hacen perder el tiempo. Nos dicen lo que van a cobrar y lo que van a hacer a cambio. Hay muchas mujeres putas que ni siquiera cobran. Mejor.

Con las empresas, más vale ser puta y encontrarse con un empresario puta. No perderemos el tiempo tratando de seducirlo, ya que sabremos de entrada lo que cuesta, si es que cuesta algo, y qué podremos hacer con él. Si lo que queremos hacer con una empresa es pegarnos una gozada recíproca, lo mejor es saber si vamos a poder hacerlo y cuál es su precio. Con una empresa no puta, que se hace la estrecha o, lo que es peor, es una calientabraguetas empresarial, podemos gastarnos mucho más.

Chiscar y cobrar no es malo. Si se hace a gusto, es un oficio dignísimo, que cubre una necesidad social inevitable. La Historia de la prostitución, de Pierre Montaigné, abarca seis gruesos volúmenes, mientras que la Historia de la Iglesia, del jesuita Giovanni Petrelli, sólo llega a cuatro volúmenes, lo cual nos indica dónde ha habido una actividad más rica en sucesos e intensa y variada en nuestra sociedad. Sí, darle al kiki y cobrar es bueno si el cliente sale feliz y contento y, sobre todo, si vuelve.

Montar negocios copulando tampoco es malo. Es buenísimo. Sano, reconfortante y original. Y proporciona unos resultados envidiables. Vamos a verlo a continuación; pero antes, sobre todo, siéntase usted orgulloso de darle a la ñoga en el trabajo y ganarse así muy bien la vida. Con buenos clavos, como las mejores putas.

¿Saben ustedes por qué hay más putas que putos? Simplemente porque las mujeres, con eso de la maternidad, se consideran superiores, responsables y conservadoras y dejan para el hombre la insuperable gozada de la osadía, el cambio y la evolución. Tiempo atrás, las mujeres frenaron (ahora hay muchas que comienzan a cambiar) y renunciaron a la alegría del sexo. Convirtieron el sexo en elemento de procreación y en cierta medida se equivocaron. Esta severidad sexual las llevó al sentimiento trágico de la vida. Y los maridos, cansados de que no entendieran la vida como una oportunidad para ser profundamente felices, epicúreamente felices, se buscaron sucedáneos, léase el fútbol, el pub, los amigos, etcétera. Ha sido muy triste para una mujer que su marido aprovechara algunos fines de semana para irse con los amigos. Se lo pasaba mejor con hombres que con ella. No hay fracaso mayor.

Por eso, los ha habido que han acudido a las chicas fáciles. No usan el sexo para procrear, sino para ser felices y hacer felices a los demás. Haga usted por tanto de su empresa una empresa puta y no una empresa madre-resignada o esposa-conservadora o, lo que es peor, amiga-estrecha. Y busque para relacionarse otras empresas putas. Verá lo bien que le irá. Y no me llame machista, que es la frase de quienes precisan del machismo para reclamar lo que han perdido en la cama. El machismo, en alguna medida, lo han engendrado las mujeres arrinconando al hombre a su papel de procreador y macho pagador. Y piense que hay más machistas entre las mujeres que entre los hombres. ¡Qué más quisiéramos los hombres más que las mujeres asumieran el cincuenta por ciento de las responsabilidades que la humanidad arrastra colgando de sus mochilas!

Vamos a analizar la teoría del Sol. Vivimos en un sistema solar y giramos, cual maridos dóciles, en torno al Sol. Una vida rutinaria, con el escaso aliciente de tener cerca una Luna caprichosa, como la vecinita del 2.º piso. Pero, en el fondo, es una Luna inerte que, por muy a mano que esté, no ofrece ningún futuro. ¿Y si exploramos el espacio lejos de nuestro esquema elemental, lejos de la esposa, del cliente fijo? Veremos que hay otros planetas que parecen muy lejanos, pero que quizás son alcanzables y nos van a abrir las puertas a otra forma de entender las cosas y los negocios. Son como aventuras de riesgo, y la esposa lo entenderá porque exploramos nuevas formas para vivir mejor. El riesgo es mayor, pero el éxito probable es también muy superior. ¿Nos atrevemos? Entre lo seguro y limitado, y lo prometedor y lejano, usted elije.

V ELIJA BIEN EL OBJETO DE SUS DESEOS

Vamos a empezar por el principio. Porque ¿ha probado usted echarse un cigarrillo antes de hacer el amor? Se le irán todas las ganas de copular. En el ars amandi, lo último es el cigarrillo (y no hace falta leer a Ovidio, porque en su tiempo no había tabaco entre los latinos, a lo sumo hojas de calabaza enrolladas).

Sí, vamos a empezar por fijar la pieza, expresión cinegética que va muy con la caza de su objeto del deseo. Por ejemplo, ¿se marcaría usted como objetivo ligarse a Angelina Jolie? ¡Nunca! Ella tiene a Brad Pitt, contra el que usted no tiene ninguna posibilidad de triunfar. No pretenda por tanto llevarse al catre a John Rockefeller, porque ni él le va a escuchar, ni se va a fijar en usted ni seguramente tiene, a su edad, ganas de un pincho. Lo mismo que Angelina Jolie, que ya va surtida con su hombrachón.

Por tanto, borre de la lista a Henry Ford, a August Busch III, a Warren Buffet, a Bill Gates y a George Soros, entre otros. Tienen una legión de agentes dedicados a ahuyentar las moscas. Hay que ser realistas, bajar las exigencias y fijarse en maravillosos hombres de negocios que están esperando la coquetería de ser seducidos por un desconocido que le haga un mete-saca feliz, disfrutar como un cosaco y repetir en la intimidad las veces que le dé la gana, sin dar tres cuartos al pregonero.

Repase los negocios de su ámbito, los que están a tiro. Los que necesitan realmente un buen trabajito como el que usted es capaz de hacer, porque es usted un vicioso irreprimible, que no para hasta que su pareja grita: «Ah, dame fuerte, ah, que soy tu zorra». Que la cosa parezca una tontería pero en el fondo es para usted una gran y memorable trincada.

VI NO LLAME A PUERTA FRÍA

¿Cree que el amor de su vida se plantará ante usted un buen día cuando apenas se conozcan y le largará: «Amor, yo soy definitivo»? ¡Usted lo enviaría a freír espárragos por estúpido! Un amor es el fruto de un cambalache, de una componenda, de un encuentro que todos queremos vestir de fortuito, pero que ha sido lentamente elaborado. No se acuesta uno con cualquier desconocido. Somos amantes de las historias complejas, no del «aquí te pillo, aquí te mato». Los partidarios de los palos conejeros no van nunca a ninguna parte. Los negocios instantáneos son siempre por cuatro duros y no tienen nunca futuro. Es lo que se llama el polvo compulsivo. Destiérrelo de su mente. Eso no funciona.

¿Cree quizás que hay negocios relámpago, fruto de una inspiración divina? No, eso sería como el ligoteo a altas horas de la madrugada, fallados ya todos los mecanismos de ligue, en que haría el amor hasta con una farola. No se rebaje usted tanto, que siempre estamos a tiempo para sórdidas historias que luego da vergüenza explicarlas. Lo mejor es la historia llena de detalles, la conquista inteligente, de la que uno saca conclusiones y aprendizajes, de la que uno siempre puede decir que ha dado un paso adelante, ha disfrutado y encima ha cerrado un buen trato. Y ya verá como lo del dinero es lo de menos, aunque es cierto que su tesorería añadirá números positivos como por arte de magia. Aquí estamos para enriquecernos todos, para darnos las gracias al final del revolcón y, encima, repetir a diario porque hemos dado con una amante incansable, insaciable, desbordante y reiterativa. ¡Menudo filón! Y eso no se encuentra de buenas a primeras, golpeando en puertas frías.

Por tanto, no llame usted a la brava a la primera puerta que se le ocurra. Le van a dar con ella en los morros. Hágase presentar. Busque la excusa, el intermediario, el pariente que los presente, el amigo que los ponga en contacto. Tenga paciencia, elija bien el intermediario –la alcahueta fina, la celestina de altos vuelos– y haga que este venda bien el producto que usted lleva en su paquete. Cuanta más categoría tenga la celestina, más posibilidades de acabar en un buen lote. En consecuencia, no confíe en cualquiera, sea exigente y tendrá su premio.

El otro ya sabe que todo esto es una operación de marketing, pero se siente romántico y le gusta imaginar que es fruto del azar (por cierto, nunca diga azahar, que quedará fatal). En el fondo, va caliente, esperando una historia alocada, pura vehemencia, fuego devastador, de los de cuarenta semanas y media encerrados en una habitación de un hotel en donde le suben desayuno, comida y cena en un carrito, por si no tiene tiempo de sacarla y quiere seguir en el dale que te dale. Por usted, querido lector, que no quede, que es usted insaciable cuando llega la hora.

Bien, ¿y cómo se busca la puerta caliente? Muy sencillo: hay que estudiar la pieza: sus ramificaciones, sus contactos, sus proveedores, su club de golf, su gimnasio, su coctelería favorita e incluso sus restaurantes. Busque un punto débil y la conexión más sencilla para usted. La encontrará. Sí, la encontrará porque usted también necesita de esos lametazos y las explosiones de endorfinas, seguidas de descargas brutales de adrenalina, esas hormonas que ya le salen hasta por las orejas porque lleva tiempo sin descargar a fondo su pluma, sin darse un gustazo de los que dejan una marca en el calendario y hacen que vaya a un árbol (¡qué culpa tendrá el pobre!) para recortar con una navaja la fecha en que todo comenzó.

Ya ha dado usted con el enlace, con el nexo que no habrá de fallar y al que usted vestirá con el traje de la casualidad, hasta el punto de que, cuando llegue el culmen, ahogado de tanto cabalgar, usted diga aquello que queda tan bien de: «¡Quién iba a decir que llegaríamos a esto después de aquella casualidad!». Pues bien, la casualidad es la trama más bien urdida que usted preparará. Se lo voy a explicar en el próximo capítulo, porque ahora me voy a dar un lingotazo de caipiriña.

VII LA TRAMA

Si es usted un irreflexivo, no iremos lejos. Si es usted un precipitado, tampoco. Si es de los que venden la piel del oso antes de matarlo, menos. Cálmese, hombre. Que los negocios y el follar no son cosa de un día, en contra de lo que se piensa generalmente. La paciencia tiene siempre su premio. No quiera comerse el melón cuando todavía es un pepino; lo puede estropear todo.

La palabra clave, en estos momentos, es «la trama». Le aconsejo que se vea unas cuantas películas de Humphrey Bogart, especialmente las menos conocidas, como La senda tenebrosa, A través del Pacífico o Sin conciencia (The enforcer, para los entendidos). Bogart nunca corre, nunca comienza disparando a la primera sombra. Es un hombre aparentemente tranquilo, el cazador perfecto. Sabe caldear el ambiente con frases como: «Cuando acabemos con esto te llevaré a las colinas», o «Este halcón maltés está hecho de la misma materia de la que están hechos los sueños», o «Hasta luego, Luc» (en El halcón maltés), con la que un humorista español se hizo famoso años más tarde.

Bogart, con su labio superior paralizado, sabe soltar sentencias devastadoras que no resisten el menor análisis, pero las suelta con la gracia del cazador, de quien sabe que mueve la pieza necesaria en el momento preciso. ¡Ah, y sobre todo, lo más importante para él era no enseñar la espalda desnuda mientras cabalgaba a la Bacall, la femme fatale que se llevaba de casa al plató para hacerlo todo más creíble! ¿Alguien le vio la espalda a Bogart? No hace falta. Porque el enredo que monta para llevarse al catre a la rubia oxigenada es tan perfecto que el revolcón se da por sentado. Un artista de la conquista, en la que la trama vale más que el desenlace.

Urda usted una trama. Establezca los contactos que necesita. Piense si es mejor una comida, o un encuentro fugaz lo suficientemente rápido como para deslumbrar y que su pieza a cazar se diga: «A este tipo necesito conocerlo a fondo». Y ya que hablamos de Bogart, lo que hay que hacer es que con cuatro frases a lo detective privado, la Bacall de turno acabe diciendo aquello de: «Ya sabes, si quieres algo de mí, silba». ¡Ah, cuando llega un momento así! Lo demás ya es cuesta abajo, incluso le gustará ir frenando para paladear su éxito como quien degusta un gin tonic humedeciendo suavemente los labios.

La trama. Hágase presentar circunstancialmente, sin solemnidades. Piense en lo que le espera y se pondrá caliente, como un oso en celo. Haga usted como que no le da importancia al asunto, pero con una sonrisa de hombre mundano diga una frase definitiva del tipo: «Sí señor, esto tiene muy buena pinta» como si fuera Robert de Niro cuando suelta aquello de: «Es usted bueno, sí señor, muy bueno» mientras usted deja ir la más enigmática de sus sonrisas.

¿Hay alguna mujer que se resista a las frases enigmáticas? Les encantan. Se conquista más con frases como: «Todo futuro es fabuloso» que escribió en su día el cubano Alejo Carpentier (y que, fríamente, puede ser una verdadera gilipollez) que diciendo: «Eres un encanto, nena». A los hombres de negocios les pasa algo parecido: les gusta que alguien pique alto, los sorprenda con un chispazo cuyo significado no acaben de alcanzar. Entonces, piensan igual que una mujer en celo: esta pieza no se me puede escapar. Y harán exactamente lo mismo que una fémina, excitados, deseosos de descubrir qué beneficios pueden sacar de usted. Eso quiere decir que la trama ha funcionado.

Pero no vayamos tan deprisa. La trama ha de tener un cierto nivel, que no parezca ni torpe ni primaria. Ha de ser una tentación. Sobre todo, que quien le abra la puerta no se olvide de decir a su pieza por cazar: «Te quiero presentar a una persona que te interesa conocer», y añadir por lo bajini: «Que no se te escape, es un tipo que se lo disputan las grandes compañías». Eso de ser el gallo de un corral lleno de gallinas es clave. Es lo que hace que todas las gallinas pongan el culo para ser enculadas. Si en un corral hubiera solamente un gallo y una gallina, la gallina se pavonearía y se haría la estrecha. Lo que le excita es pensar que las otras se lo quieren cepillar.

Antes de acabar este capítulo, un consejo: haga que la trama sea densa. No basta que un conocido común los presente, ha de haber otros puntos en común; búsquelos y lúzcalos como quien no quiere la cosa. Diga a su pieza por cazar quiénes han pasado por su lecho, como quien hace repaso de grandes mujeres que han gozado como zorras. Dígalo con modestia e incluso con vergüenza. Eso le hará irresistible.

VIII EL PRIMER PASO, A FONDO

Se han acabado los prolegómenos. Usted va a cazar y quiere hacerlo como en Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos (por cierto, léala de nuevo y aproveche sus enseñanzas sobre las apariencias, los engaños, la hipocresía y, también, la venganza, ¡qué grandes lecciones para un empresario de hoy en día!).

Si el encuentro inicial, meticulosamente preparado, con frases estudiadas, ha abierto la puerta, ahora toca el primer paso en serio. Usted ha de demostrar que no es persona de perder el tiempo. La vida está hecha para hacer negocios y para hacer el amor, eso lo sabemos todos. Y a usted le toca hacer negocios follando, que es lo más sano y lo más inteligente.

En el primer paso usted no puede mostrar un interés manifiesto. Tampoco frialdad. Está usted conquistando a un cliente, y además no lo tache de tonto, porque de lo contrario ¿valdría la pena enamorarse de él? No me diga que es usted frío y sin sentimientos y que usted no se enamora nunca. Se equivoca. Si quiere que se enamoren de usted, usted ha de sucumbir –controladamente– a ciertos encantos. Usted no es un profesional de la seducción, un coleccionista de trofeos al que sólo le importa el número y no la calidad ni cuánto ha aprendido de cada conquista. De cada amante usted ha de guardar para el resto de sus días un bellísimo recuerdo, porque fue usted hábil, es cierto, pero también noble y sincero. Así que no piense solamente en batir la mantequilla, sino en el placer de la conquista y en cuánto le va a aportar esa conquista para que la siguiente aún tenga mayor calidad. ¡Eso es vivir con plenitud! Lo demás es como esos correcaminos a los que no les importa a dónde lleva una carretera porque lo único que les interesa es la velocidad a la que van.

Bien, parece que lo va entendiendo. Me gusta que sintonice con estas ideas porque yo a usted lo valoro mucho. El solo hecho de leer este libro quiere decir que es una persona abierta, divertida y con ganas de aprender.