En busca de la totalidad - Ken Wilber - E-Book

En busca de la totalidad E-Book

Ken Wilber

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Beschreibung

La búsqueda perpetua de crecimiento y plenitud suele estar incompleta. Ken Wilber combina las aportaciones de la espiritualidad, la psicología, el trabajo con la sombra, la ciencia y la teoría integral para ofrecernos un camino hacia una totalidad radical y auténtica que abarca cinco dimensiones: Despertar, Madurar, Abrirse, Limpiar y Manifestarse. Ningún otro enfoque de crecimiento integra estas cinco dimensiones, cada una de las cuales representa un recorrido único hacia la totalidad. Al combinar e integrar estos aspectos, alcanzamos lo que Wilber llama la Gran Totalidad: una experiencia plena en la que todos los aspectos de nuestra vida se unen para conectarnos profundamente, no solo con nosotros mismos, sino también con todo aquello que nos rodea. El autor también explora cómo desarrollar nuestras inteligencias múltiples, expandir nuestra conciencia espiritual, procesar lo que permanece oculto en las profundidades de nuestra psique y profundizar el amor y la dicha a través de la práctica del tantra integral.

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Seitenzahl: 808

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Ken Wilber

En busca de la totalidad

Una visión más allá de la religión

Traducción del inglés de David González Raga

Título original: Finding Radical Wholeness: The Integral Path to Unity, Growth, and Delight

© 2024 by Ken Wilber

Published by arrangement with Shambhala Publications Inc.

© de la presente edición en castellano:

2025 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés al castellano: David González Raga

Revisión: Amelia Padilla

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Katrien van Steen

Primera edición en papel: Febrero 2025

Primera edición en digital: Febrero 2025

ISBN papel: 978-84-1121-339-4

ISBN epub: 978-84-1121-368-4

ISBN kindle: 978-84-1121-369-1

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

Introducción

1. Introducción al despertar

La evidencia del despertar

Los cinco grandes estados del despertar completo

Eternidad e infinito

2. ¿Por qué necesitamos crecer?

¿Qué es crecer?

Un modelo simplificado del crecimiento en cuatro estadios

Los estadios de las estructuras mágica y mítica

3. El crecimiento interpreta el despertar

4. Inteligencia espiritual versus experiencia espiritual

Espiritual pero no religioso

Jesús versus Gaia

Estructuras versus estados

5. Los primeros estadios del desarrollo

El estadio de fusión arcaico (carmesí)

El estadio del poder mágico (rojo)

Los cinco grandes tipos de experiencia mística

La rejilla Wilber-Combs

El misticismo natural del chamanismo mágico

Resumen

6. El estadio mítico-literal (ámbar)

El significado literal de los mitos originales

El estadio mítico sutil

Una cinta transportadora

7. El estadio racional-moderno (naranja)

La racionalidad como desmitificación (o la Biblia de Jefferson)

La naturaleza de los mitos

El ateo racional

El estado causal sin forma

El budismo original

La muerte del Dios mítico

El «qué» y el «porqué» de la evolución

8. El estadio pluralista-postmoderno (verde)

Libertad versus igualdad

La izquierda progresista y la derecha conservadora

Las virtudes de verde

Jerarquías de desarrollo versus jerarquías de dominio

La religión verde

9. El estadio inclusivo-integral (turquesa)

La naturaleza de los estadios integrales

El estadio inclusivo-integral turquesa y Un Solo Sabor

El dualismo inherente a los nuevos paradigmas de la ciencia

El significado del tantra

Resumen: la necesidad de incluir crecer y despertar

10. Limpiar y la terapia de la sombra

Las fronteras cambiantes del yo

El proceso 3-2-1

La práctica del proceso 3-2-1

Resumen

11. Mostrar

Los cuatro cuadrantes

¿Los cuatro cuadrantes o el gran tres?

El meollo del problema cuerpo-mente

El verdadero significado de la materia

Neutralizar el debate sobre la identidad transgénero

Los cuadrantes en la vida cotidiana

La importancia de los cuatro cuadrantes en la Gran Totalidad

12. Abrir

Nuestras inteligencias múltiples

La evolución y las inteligencias múltiples

13. Los peligros que nos acechan

La destrucción mutua asegurada

Los auténticos pecados de la modernidad

Una cultura deliberadamente evolutiva

14. La pesadilla de la modernidad

El gran sistema de la naturaleza

El extraordinario y confuso avance de la medición

Atomismo versus teoría de sistemas: ¿un nuevo paradigma?

El mundo del mañana: ¿un transhumanismo global?

15. El despertar

Visión general

El olvido histórico del despertar

El testigo versus Un Solo Sabor

Los dos pasos de esta práctica

Instrucciones para señalar

Despertar al yo soy

16. Señalando al Testigo y a Un Solo Sabor

El Testigo. Primera parte

Un Solo Sabor. Primera parte

El testigo. Segunda parte

Un Solo Sabor. Segunda parte

17. Los sentimientos de la iluminación

Una gran beatitud más allá de la beatitud

La plenitud de un gran amor más allá del amor

18. El tantra sexual integral

Breve nota sobre el tantra

El empleo de la beatitud y del amor relativos en el tantra

19. La práctica del tantra sexual integral

El reconocimiento en el tantra

El empleo del sexo para reconocer el testigo beatífico

El empleo del sexo para reconocer Un Solo Sabor amoroso

La unidad última entre la beatitud y el amor

Resumen

Epílogo

Notas

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Sumario

Comenzar a leer

Notas

Introducción

Este libro versa sobre la Totalidad, una expresión que escribo en mayúsculas porque se trata, en mi opinión, de algo muy importante. También procuraré demostrar que la verdadera espiritualidad consiste en el descubrimiento de una Totalidad que puede llenar tu vida de sentido y objetivo. Pero debes saber también que, cuando hablo de espiritualidad, no me refiero a una espiritualidad teísta, a una espiritualidad mítica, a una espiritualidad que se limite a la aceptación de un determinado sistema de creencias o a una espiritualidad que postule la existencia de un ser superior, de una deidad suprema o de una realidad trascendente a la que debamos rendir culto. Pues, por más que todas esas cosas estén muy bien, este libro no trata de eso. También es posible creer en todas esas cosas y carecer –o gozar– de una auténtica totalidad. La verdadera espiritualidad consiste precisamente en el descubrimiento de esa totalidad y te aseguro que este libro no solo te enseñará formas de descubrirla, sino que acabará convenciéndote de su importancia para tu ser y para tu conciencia.

Aunque probablemente no sea esta la primera vez que hayas oído la frase «espiritual pero no religioso», debes saber que esa es una frase que define a la perfección el contenido de este libro. Su enfoque es fundamentalmente espiritual, en el sentido de que te ayuda a descubrir de primera mano aquí y ahora, en tu vida una auténtica totalidad –es decir, una auténtica espiritualidad– sin que tengas que creer en las historias mágicas o míticas o en los milagros a los que son tan aficionadas las religiones institucionales. Esta visión de la espiritualidad como una gran Totalidad elude las creencias mágicas y míticas que impregnan la mayoría de las religiones del mundo y explica que la consideremos «espiritual pero no religiosa». No encontrarás aquí creencias como las que afirman que «Moisés separó las aguas del mar Rojo», que «Mahoma cabalgó hasta la Luna en su caballo y, desenvainando su cimitarra, la partió en dos», o que «Lao Tzu tenía novecientos años en el momento en que nació». Esos relatos míticos configuran la piedra angular de la mayoría –si no de todas– las grandes religiones que suelen afirmar que, para ser un buen prosélito, basta con aceptar y creer literalmente esos cuentos. No es que me parezca mal creer en esas cosas, pero debes saber, desde el mismo comienzo, que este libro no te pedirá tal cosa. En lugar de ello presentaremos una nueva visión de la espiritualidad (una espiritualidad que apunta al descubrimiento de una gran Totalidad) y proporcionaremos ejercicios concretos que te ayudarán a experimentar de manera directa e inmediata la Totalidad que ya impregna tu vida. Entonces podrás decir de verdad «soy espiritual, pero no religioso» (y no está de más recordar, en este punto, que la revista Time publicó recientemente los resultados de una encuesta según la cual más del 70 % de los mileniales afirman ser «espirituales pero no religiosos», razón por la que hay una audiencia considerable dispuesta a asumir este tipo de enfoque).

Immanuel Kant dijo, en 1793, que, en el mundo moderno, la persona que fuese descubierta rezando arrodillada en el banco de una iglesia se sentiría profundamente avergonzada. Son muchas, en nuestro mundo, las personas –sobre todo las que han alcanzado un alto nivel educativo– que consideran increíbles los relatos mágicos y míticos de los que hablan las grandes religiones, y es evidente que se avergonzarían también de que alguien las descubriera creyendo esos cuentos. Pero no creo que haya nadie –por más ilustrado que esté– que pueda avergonzarse del tipo de espiritualidad del que hablamos en este libro. Esta visión te ayudará sencillamente a descubrir la unidad y totalidad verdaderas que se encuentran en tu ser y en tu conciencia y los extraordinarios beneficios (profesionales, laborales, interpersonales, lúdicos y que afectan incluso al parentaje) que de este descubrimiento se derivan.

No voy a pedirte, pues, que creas en los cuentos mágicos o míticos ni en los milagros de los que hablan las religiones tradicionales. Tampoco trataré de convencerte de que Jesucristo fue el hijo de una virgen (aunque lo realmente curioso es que María lograra convencer a su esposo José de que el padre de su hijo no era de este mundo). Esos son, en concreto, los cuentos que, parafraseando a Kant, harían sonrojar a cualquier persona moderna a la que se descubriera creyéndoselos.

Debemos ser muy cuidadosos en este punto, porque en modo alguno quiero decir, con ello, que el cristianismo (o cualquier otra religión) carezca de todo sentido. En la mayoría de las grandes religiones hay un núcleo –no, por pequeño, menos importante– realmente «espiritual» en el sentido en que estamos empleando aquí ese término. Dicho en otras palabras, el núcleo –aunque solo el núcleo– de la mayoría de las religiones tradicionales es «espiritual pero no religioso» y hay, en él, aspectos que pueden ayudarnos a descubrir la auténtica Totalidad.

Es cierto que el cristianismo pide a sus seguidores que asuman las creencias expuestas en el Credo de Nicea y el Credo de los Apóstoles, versiones ambas del mito del hijo biológico del Uno y Único creador del universo que murió por tus pecados y que te resucitará el día del Juicio Final para tu gloria eterna, creencias hoy en día inaceptables para cualquier persona educada. Pero también hay que decir que, sobre todo en sus comienzos, la oferta del cristianismo iba mucho más allá y apuntaba a despertar a una conciencia completa a través de un camino meditativo o contemplativo. San Pablo, por ejemplo, dice: «Deja que haya en ti la misma conciencia que estuvo en Cristo Jesús para que todos seamos uno». La búsqueda de la Unidad y el impulso hacia la Totalidad ha sido uno de los elementos fundamentales del cristianismo y de otras grandes tradiciones de sabiduría (como el hinduismo, el budismo y el sufismo). Y lo más importante es que esa Totalidad es completamente independiente de las creencias mágicas y míticas de las que nos hablan tratados religiosos como la Biblia. Esas creencias son vestigios de los estadios mágicos y míticos de la evolución y el desarrollo que han quedado, en gran medida, obsoletos (y, en consecuencia, hoy resultan «increíbles»).

Del mismo modo que las experiencias cercanas a la muerte (ECM) no tienen nada que ver con el hecho de que uno sea materialista, idealista, nihilista o creyente, el descubrimiento de una verdadera Totalidad tampoco depende de asumir un determinado sistema de creencias mágico o mítico (ni, para el caso, racional). Junto a los relatos míticos del cristianismo hay escuelas contemplativas, meditativas o místicas que apuntan abiertamente a una experiencia directa de la totalidad como ilustra, por ejemplo, el enfoque asumido por textos como La nube del no saber (un «no saber» que se refiere a la renuncia a todo mito para adentrarnos en los dominios de una conciencia despierta que trasciende toda creencia). La experiencia de esta totalidad es completamente ajena a la aceptación de las creencias mágicas y míticas que suelen acompañar a la conversión al cristianismo. Son muy pocos los místicos cristianos que conozco (es decir, las personas que han tenido alguna que otra experiencia espiritual directa de esta Totalidad) que crean en los mitos centrales y en los milagros sobrenaturales de los que habla el cristianismo (desde el nacimiento virginal hasta la resurrección del cuerpo físico).

Una cosa es decir que, al ser cristiano, has descubierto tu propia conciencia crística –es decir, que has descubierto tu Yo real y la Totalidad que sirve de fundamento al universo («para que todos seamos uno»)– y otra muy distinta afirmar que «Creo en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; que el Hijo nació de una virgen y fue crucificado, murió, resucitó, ascendió a los cielos y me ofrece ahora la salvación del pecado original». Esas son dos cosas muy diferentes, una estrictamente religiosa y la otra netamente espiritual.

El obispo John Shelby Spong ha escrito muchos libros, entre los cuales destacamos el último, titulado Unbelievable, en los que subraya cuestiones muy parecidas a estas sobre el cristianismo. Spong empieza señalando, con toda claridad, la gran diferencia existente entre explicación y experiencia (a las que nosotros solemos llamar, respectivamente, «conocimiento por descripción» y «conocimiento por familiaridad»). En este libro vamos a centrarnos sobre todo en la experiencia directa de la totalidad y, aunque esta conciencia última de Unidad se vea luego descrita (es decir, explicada), solo sabrás exactamente lo que significa si la experimentas de manera directa (para lo cual, como ya hemos dicho, presentaremos una serie de ejercicios). El verdadero cristianismo, en opinión de Spong, tiene que ver con una experiencia directa de una Unidad que se vio históricamente secuestrada y sepultada bajo explicaciones procedentes de mitos del siglo i y de la filosofía bizantina del siglo iv. Rechazando la realidad de los mitos y milagros de los que habla la Biblia y afirmando que no cree en ninguna de las creencias mágico-míticas del cristianismo (como la idea de que Jesús murió por tus pecados, la noción de su nacimiento virginal y su ascensión física, la separación de Moisés de las aguas del mar Rojo o el ascenso de Elías a los cielos en un carro de fuego), Spong refuta sistemáticamente en una decena de libros los mitos, milagros y acontecimientos sobrenaturales de los que habla el cristianismo sin dejar de ser, por ello, un verdadero obispo y evitando –la verdad es que no sé muy bien cómo– la excomunión. Spong aspira a una experiencia directa de la unidad, es decir, a la experiencia de una totalidad pura (a la que él denomina totalidad de «vivir, amar y ser») sin agregarle ninguno de los increíbles mitos explicativos en los que tanto suele insistir el cristianismo (de ahí, en concreto, se deriva el título de su último libro Unbelievable [es decir, «increíble»]). Spong es claramente «espiritual pero no religioso» y cree, como yo, que también lo era Jesús y que el núcleo del mensaje de Cristo giraba en torno a la Totalidad.

Y yo añadiría que ese es también el mensaje central transmitido por el buda Gautama, Shankara, Plotino, Lao Tzu, Yeshe Tsogyal, Chuang Tzu y la mayoría de los fundadores de las religiones tradicionales. Y, por más distintos que sean los ropajes míticos con los que se la envuelva, la búsqueda de esta totalidad configura el núcleo fundamental de la mayoría de las grandes religiones. Si, después de todo, realmente eres uno con el universo, lo eres sin importar el modo en que lo expliques o enmarques porque Uno, a fin de cuentas, es uno. Y, si examinas con detenimiento las grandes tradiciones, no tardarás en descubrir, en todas ellas, el mismo núcleo común de la Conciencia de Unidad. Existe una escuela filosófica llamada «filosofía perenne» que afirma que esa Totalidad fundamental es el objetivo al que aspiran todas las grandes religiones del mundo y que, por más distinta que sea su apariencia externa (es decir, por más distinto que sea el modo en que se la explique), su núcleo interno (es decir, el modo en que se la experimenta) es esencialmente el mismo. Y debemos ser muy cuidadosos en este punto porque, si bien la totalidad básica es semejante en todas ellas, no son tantas las cosas en verdad «perennes» e inmutables porque todas incluyen, debido a razones fundamentalmente culturales, un grado de interpretación que las distingue. El núcleo fundamental de la filosofía perenne sostiene que todos los sistemas de meditación subrayan la existencia de una Totalidad última en la que se experimenta de manera directa una Conciencia de Unidad muy semejante (aunque conocida con nombres tan distintos como «iluminación», «despertar», «satori», «metamorfosis», «fana» o gran liberación).

Esta Totalidad, como veremos más adelante, no tiene nada de mítico, mágico ni sobrenatural. La experiencia de esta Totalidad consiste en la fusión súbita, mientras estás contemplando el mundo que te rodea, entre tú y el mundo en la Conciencia de Unidad. Entonces sientes que eres uno con todo, uno con la totalidad del mundo y que el universo está brotando en tu interior. Ese suele ser el núcleo fundamental de la experiencia directa de la Conciencia de Unidad que suele ir seguida de todo tipo de explicaciones, la mayoría de las cuales no resisten el menor escrutinio lógico y se ven rápidamente descartadas por la razón, lo que, sin embargo, no te impide seguir esbozando explicaciones. Pero, por más distintas que sean las explicaciones, la experiencia es muy real. Se trata, en suma, de una experiencia cumbre del Fundamento del Ser; de un verdadero despertar, de un atisbo de la Conciencia de Unidad última, de la Unidad Última o de la Gran Totalidad a la que algunos budistas tibetanos conocen con el nombre de «Un Solo Sabor».

El núcleo más profundo del hinduismo vedanta, del taoísmo, de la cábala, del cristianismo contemplativo o místico, de la mayoría de las formas de neoplatonismo, de muchas formas del budismo primitivo, de todas las escuelas del Mahayana y del Vajrayana, del judaísmo jasídico y del sufismo, entre otras muchas tradiciones, aspira, en mi opinión, a la búsqueda y el descubrimiento de esa auténtica Totalidad no-dual. Buscaremos el modo de despertar a esa Totalidad, el modo de realizarla y el modo de experimentarla directamente sin tener que creer en ninguno de los cuentos míticos o las rebuscadas explicaciones que suelen acompañar a la formulación original de esas religiones. La espiritualidad es, básicamente, en mi opinión, una religión despojada de cosas raras y eso es, en concreto, lo que estamos tratando de presentar.

Debo decir también –anticipando otro punto– que el desarrollo y la evolución humana atraviesan unas secuencias de estadios que los distintos investigadores denominan de modos muy distintos (como Jean Gebser, por ejemplo, que los denominó arcaico, mágico, mítico, racional, pluralista e integral). La humanidad avanza a lo largo de esta secuencia que, comenzando en los estadios inferiores mágico y mítico, pasa por los estadios superiores racional y pluralista y llega actualmente al estadio integral (que justo ahora está empezando a aflorar). Más adelante veremos con detenimiento estos diferentes estadios, pero digamos, por el momento, que la mayoría de los relatos de los que habla la Biblia fueron escritos en una época en que la humanidad se hallaba todavía en los estadios mágico o mítico (de lo cual hará entre dos y seis milenios). Y, como no se trataba, en ese momento, de errores, ilusiones ni alucinaciones –porque los autores de esos escritos creían sinceramente en la realidad de lo que escribían–, suavizaré mi crítica de esas visiones religiosas porque no hacerlo sería como regañar a un niño de cinco años. Pese a ello seguiré diciendo que se trata de expresiones propias de estadios anteriores e inferiores que se han visto superadas por la evolución humana hasta el punto de resultar hoy «increíbles» y ser completamente innecesarias para tener una experiencia directa de la auténtica Totalidad. Y es que, aunque en modo alguno estás obligado, si sostienes alguna de esas creencias, a desembarazarte de ellas, o bien podrías decidir hacerlo, o buscar, al menos, el modo de actualizarlas.

Aspiramos, en suma, a una gran Totalidad. Pero esta Totalidad –y este es el punto central de este libro– es algo muy extraño, porque casi nunca se presenta a la conciencia del mismo modo en que lo hace un árbol o una roca. No todo el mundo puede ver esa Totalidad abriendo simplemente los ojos. Para empezar, hay que saber dónde buscarla y luego hay que ir a por ella, porque, de lo contrario –por más extraño que pueda parecer–, su presencia no solo te pasará inadvertida, sino que seguirás sintiéndote fragmentado y roto, o, al menos, no serás tan total como podrías. Pues, aunque, en este mismo instante, la Totalidad te envuelva, esté a tu lado y dentro de ti mal podrás, si no sabes dónde buscarla, sospechar siquiera su existencia. Este es un punto en el que insistiré repetidas veces porque, si tuviera que resumir en pocas palabras el mensaje más importante que quiero transmitir en este libro, sería el siguiente: «Debes saber dónde buscar la Totalidad». La inmensa mayoría de las personas ignoran esta Totalidad… ¡porque nadie les enseñó dónde buscarla!

Lo más interesante –y sorprendente– es que existen diferentes tipos de totalidad (igualmente importantes) y diferentes caminos también (es decir, diferentes prácticas o ejercicios) para llegar a descubrirlas. En este libro veremos las diferentes totalidades que componen esta Gran Totalidad y explicaremos claramente lo que hay que hacer para llegar a verlas. Empezaremos diciendo que solo uno de los cinco componentes de esta Totalidad tiene que ver con la espiritualidad, razón por la cual creo que, aunque el lector no esté interesado en la espiritualidad, este libro puede resultarle asimismo interesante.

La Totalidad de la que hablamos tiene cinco facetas o dimensiones diferentes (despertar, crecer, abrir, limpiar y mostrar) que, unificadas, nos proporcionan lo que podríamos denominar una «Gran Totalidad» omniabarcadora. Considera estos distintos tipos de totalidad mientras vamos explicándolos y mira si tienen, para ti, algún sentido. Ten en cuenta que siempre puedes descartar aquellos que no te interesen, pero no olvides que la mayoría de las personas los encuentran muy clarificadores, hasta el punto de que existe un movimiento profesional mundial dedicado al estudio de esta Gran Totalidad al que se conoce como «metateoría integral», y que casualmente es la perspectiva que represento.

Resulta sorprendente enterarse de que cada uno de esos cinco caminos nos revela un tipo de totalidad muy diferente. Quizás creyeras que solo había un tipo de totalidad, la totalidad a la que se refieren los caminos del despertar (es decir, los caminos que configuran el núcleo de las grandes religiones del mundo y que apuntan a la experiencia de «ser uno con todo»). Pero aquí nos enteramos de que, además de la totalidad proporcionada por el «despertar», existen otras cuatro grandes áreas, facetas o dimensiones diferentes de la totalidad: crecer, abrir, limpiar y mostrar.

La humanidad, tanto en Oriente como en Occidente, y tanto en el Norte como en el Sur, lleva miles de años esforzándose en descubrir esas diferentes dimensiones de la totalidad, una tarea nada sencilla, por cierto, porque ninguna resulta evidente, es decir, ninguna se presenta anunciando claramente su presencia. Cada una de ellas debe ser buscada a propósito y poco provechosos resultarán tus esfuerzos si ignoras dónde buscarla.

Esa es la razón por la cual la metateoría integral de la que hablábamos (en donde integral significa básicamente «total»), tuvo que esperar casi cinco décadas para llegar a descubrir estas diferentes dimensiones. Y como, una vez vistas, resultan evidentes, la gente suele extrañarse de no haberlas podido descubrir por su cuenta. Es cierto que son evidentes y que están presentes ahora mismo en tu conciencia, pero, si no sabes dónde buscarlas, seguirán siendo, para ti, completamente desconocidas. De hecho, tres de los cinco tipos de totalidad recién mencionados (crecer, abrir y limpiar) fueron descubiertos en el último siglo, lo que significa que, durante casi toda su historia, el ser humano ha estado aprendiendo a vivir de un modo parcial, limitado y desintegrado.

En este momento no hay, en ningún lugar del mundo, un sistema del desarrollo que tenga en cuenta estos cinco grandes dominios de la realidad. Es por ello por lo que, si aspiras a una Gran Totalidad, has llegado al lugar adecuado, porque en las siguientes páginas encontrarás esquemas e instrucciones sencillas y prácticas que, de un modo directo y casi inmediato, te abrirán la puerta a estas cinco diferentes dimensiones. Aunque ninguna de ellas sea invento mío y haya una comunidad repartida por todo el mundo dedicada a su investigación profunda y sostenida, las he agrupado y presentado en una especie de superholismo (o metateoría integral) que, si sabes dónde buscar, te ayudará a descubrir las totalidades fundamentales que, en este mismo instante, tienes frente a ti.

El título original de este libro era el de Making Room for Everything [Haciendo espacio para todo], algo que, dada la visión de la Gran Totalidad que estamos presentando, entenderás perfectamente. Esta totalidad, una verdadera Gran Totalidad, abre en tu vida un espacio lo suficientemente grande para que quepa todo. Es muy probable que ahora mismo estés descuidando muchas cosas que te pertenecen y que, si estás interesado en mejorar tu vida, convendría tener en cuenta, pero a las que, como careces de totalidad, no les haces el suficiente caso. En el mismo momento, sin embargo, en el que experimentas esta Gran Totalidad todo encaja y sientes como si, en tu vida, hubiese una plenitud despojada de tensión, fricción y sufrimiento. Si quieres contar con el espacio necesario para que quepa todo, deberás saber exactamente dónde buscar esa totalidad. Solo entonces podrás prestar atención a despertar, crecer, abrir, limpiar y mostrar, procesos diferentes que nos abren la puerta a diferentes dimensiones de la totalidad. Una de las cosas que más me ha sorprendido ha sido darme cuenta de lo oculta que parecía estar la auténtica Totalidad y lo evidente que resulta después de haberla visto. ¿Cómo ha podido necesitar la humanidad centenares de miles de años para descubrir todas estas cosas? ¿Cómo hemos podido estar tan ciegos?

Es muy probable que, cuando descubras el proceso de desarrollo personal (crecer), tengas, como sucede con la mayoría de las personas, dos grandes reacciones: 1) entender las razones que explican que la humanidad no haya cobrado conciencia de este proceso hasta hace un siglo y, 2) quedarte boquiabierto ante lo que este proceso te muestra sobre la totalidad, porque descubrirás algo de lo que, hasta el momento, no tenías la menor idea. No es de extrañar que, por más holística y sistémica que sea tu visión del mundo, tu respuesta sea: «¡Vaya! ¡Ni siquiera sospechaba su existencia!».

Crecer te mostrará un aspecto de la totalidad cuya existencia ignorabas hasta que alguien te la señaló (pero que, a partir de ese momento, resulta completamente evidente) y lo mismo sucede con cualquiera de las otras cuatro facetas que componen la Gran Totalidad. Cuando nos ocupemos del proceso del «despertar», por ejemplo, estaremos hablando de una experiencia directa de la Totalidad pura que dio origen a la mayoría de las grandes religiones y motivó la necesidad de transmitirla. Pues, como veremos en el próximo capítulo, la experiencia profunda del despertar resulta tan abrumadora que un reputado experto no ha dudado en calificarla de «incuestionable».

Los sistemas de meditación o contemplación de los que hablaban las grandes religiones no eran historias mágicas o míticas, sino profundas tecnologías de transformación de la conciencia. Todas ellas aspiraban al logro de una experiencia de la Totalidad pura o de la Unidad última no-dual, una experiencia directa a la que las diferentes religiones dieron explicaciones muy distintas. Pero, por más diferentes que fueran las explicaciones de los místicos (es decir, las personas que habían tenido una experiencia directa de la Conciencia de Unidad) de las diferentes religiones, cuando se encontraban, hablaban y se miraban a los ojos, sabían de inmediato –porque podían reconocerlo– que estaban refiriéndose a la misma realidad básica. Sabían que detrás, más allá o por debajo del mundo relativo de las cosas y acontecimientos separados descansa una profunda o verdadera Unidad o Totalidad omnipresente y que, quienes no la han experimentado, siguen atrapados en el mundo convencional del sufrimiento y la aflicción, un mundo caído –es decir, un mundo dualista, fragmentado, alienado, roto y sumido en el pecado original– que, en un «simple pestañeo», puede desvanecerse y posibilitar el acceso a una totalidad completamente omnipresente.

En la actualidad son muchas las personas familiarizadas con una versión budista de estas prácticas del despertar conocida con el nombre de «mindfulness». Son personas que utilizan el mindfulness para reducir el estrés, superar el insomnio, aliviar la depresión y la ansiedad, mejorar la salud, aumentar la productividad, profundizar sus relaciones y otros beneficios personales. Pero, por más bien que esté todo eso –porque son muchas las evidencias científicas que corroboran su eficacia al respecto–, lo cierto es que el mindfulness no se concibió originalmente para eso, sino como forma de experimentar de manera directa a Dios. Dejando a un lado las viejas explicaciones míticas de Dios, hay que decir que mindfulness es una técnica destinada a trascender el mundo ilusorio y doloroso de un samsara fragmentado y desarticulado y a realizar cuanto antes la totalidad pura y no-dual, la conciencia de unidad directa, el Fundamento sin Fundamento de Todo Ser, un nirvana ilimitado e ininterrumpidamente pleno y ajeno a todo sufrimiento.

Dos son las cosas que, sobre el objetivo último del despertar, suelen afirmar las escuelas del despertar: 1) todo el mundo posee la mente completamente despierta o iluminada (de la totalidad pura), pero 2) casi nadie es consciente de ella. Es precisamente por ello por lo que las grandes tradiciones de meditación afirman que no puedes hacer nada para alcanzar el despertar, la iluminación o la liberación, porque es imposible alcanzar algo que siempre está ya completamente presente (y que empeñarse, por tanto, en alcanzar la iluminación es tan absurdo como pretender llegar a tus pies). Lo que sí puedes es reconocer de inmediato, si alguien tan solo te la señala, esta mente iluminada omnipresente (un enfoque conocido como «instrucciones para señalar» y del que, en este libro, presentaremos varias versiones para que, de ese modo, puedas tener una experiencia directa).

Cuando te las han señalado resulta evidente la absoluta obviedad de cada una de estas cinco dimensiones de la totalidad. Pero también es sorprendente que ninguna de ellas incluya a las demás, es decir, que es posible descubrir completamente una de ellas sin sospechar siquiera la existencia de las demás, algo que se aplica asimismo a la Conciencia de Unidad última del despertar. Con ello quiero decir que puedes tener un gran despertar y no saber nada de crecer, limpiar, abrir o mostrar. Y, de la misma manera, puedes tener una experiencia completa de mostrar sin tener la menor idea de despertar o tener una experiencia directa de limpiar e ignorarlo todo sobre crecer. Y, lo que es más, estos cinco tipos de totalidad se desarrollan de un modo completamente independiente y siguiendo diferentes caminos, de modo que es muy posible estar muy avanzado en uno de ellos y muy atrasado en otros. Porque, aunque formen parte de la misma y asombrosa totalidad, estas cosas son, como las manzanas y las naranjas (y las peras, los limones y los melocotones), realidades completamente heterogéneas.

Para poder ver estas totalidades debes hacer ciertas cosas porque, por más que las tengas ante tus mismas narices desde el momento del nacimiento, lo cierto es que no sueles ser consciente de ellas. De hecho, es sumamente probable que, si no te las han señalado, tu vida carezca de totalidad. Y aun en el caso de que haya, en ella, algo de totalidad, lo más probable es que no sea mucha y que pueda aumentar bastante.

Ese es, precisamente, el objetivo de este libro, señalarte las cinco dimensiones de la totalidad en las que, en este mismo instante, estás inmerso. Veremos los diferentes tipos de totalidad a los que puedes acceder a través del despertar, el crecer, el abrir, el limpiar y el mostrar (y acabaremos añadiendo un tema que te ayudará a realizar esto de manera directa, un tema llamado «tantra sexual integral» que recurre al sexo para despertar). Cada una de esas dimensiones te proporciona un tipo de totalidad muy diferente que, pese a estar completamente presente, resulta poco evidente. No en vano suele conocerse al Espíritu o a la Totalidad oculta que no se muestra, no es evidente ni obvia con el nombre de Deus absconditus (es decir, «Dios oculto»), como si Dios estuviese empeñado en pasar desapercibido.

El nuestro es un mundo dividido, fragmentado, roto, polarizado y despojado de toda totalidad porque estos cinco grandes tipos de totalidad se han convertido en una especie de secretos ocultos y el mundo no está acercándose conscientemente a ninguno de ellos. Bien podríamos decir que el mundo actual carece de totalidad o que, como totalidad y Espíritu son sinónimos, carece de Espíritu.1 Porque aunque, en algunos sentidos, el mundo actual sea muy religioso, al carecer de totalidad, resulta muy poco espiritual.

Es precisamente por esta falta de Totalidad –es decir, por esta falta de Espíritu– por lo que resulta tan difícil, en el mundo actual, hacer espacio para todo, o incluso, en algunos casos, hacer espacio para algo. El mundo actual es tan estrecho, agobiante y claustrofóbico que quizás sientas así tu propia vida. Todo está tan apretado que, para poder expresar opiniones, puntos de vista e ideas, a veces no queda más remedio que abrirse paso a codazos, algo que resulta especialmente patente en las redes sociales, en donde la gente no parece tener empacho alguno en mostrarse ruidosa, desagradable y hasta violenta. Hacer sitio para todo es, en la actualidad, algo muy complicado. Todo es muy angosto, todo está muy apretado y todo el mundo grita empeñándose en ser escuchado.

Apenas reconoces, sin embargo, todas estas totalidades, tu mundo experimenta una expansión sin precedentes y se torna mucho más amplio y espacioso. Es como si tu ser y tu conciencia se abrieran y, a partir de entonces, en tu vida cupiese todo. Ante ti se despliega entonces un mundo lleno de significado que impregna toda tu vida. En esa misma totalidad te hallabas asimismo inmerso antes de reconocerla, pero, al resultarte completamente inadvertida, apenas si contabas con el suficiente espacio. Basta con reconocer su existencia, sin embargo, para que esa totalidad se torne obvia, sepas exactamente cuál es el lugar que te corresponde y reconozcas que el sentido de tu vida consiste en ser uno con esa Totalidad.

El mundo parecía estrecho y abarrotado y tú estabas atrapado en esa cárcel, pero, en el momento en que descubres la Totalidad –una auténtica Gran Totalidad–, descubres un mundo nuevo en el que cabe absolutamente todo. Y no estoy hablando aquí de nada artificial ni ficticio, sino de la profunda e inmensa Totalidad a la que accedes cuando te encuentras en la cabina más elevada de una noria contemplando sin tensión, fricción ni limitación alguna el inmenso paisaje que se despliega tanto a tu alrededor como dentro de ti. Uno de los comentarios que más he escuchado a las personas que han hecho este asombroso descubrimiento es el siguiente: «Cuando me fundí con todo, sentí, por primera vez en mi vida, la posibilidad de respirar de verdad, pese a haber tenido ante mí siempre esa posibilidad». Y eso es algo que puede aplicarse muy bien a tu vida. Este descubrimiento te proporcionará el espacio suficiente para moverte con libertad y sin trabas y abrazar gozosamente todo lo que aflore en tu horizonte vital. Ya no te sientes entonces arrastrado ni atrapado por cosas y acontecimientos que parecen estar fuera de tu control, sino que eres uno con el universo entero, abrazándolo todo como si se tratase de Dios mismo, porque, desde esta perspectiva en la que «Dios» es la Gran Totalidad, eso es, precisamente, lo que ocurre. Entonces serás todo lo «espiritual pero no religioso» que puedas o, dicho en otras palabras, experimentarás la plenitud que siempre habías anhelado.

Ahora, si te parece bien, podemos comenzar este extraordinario viaje.

1.Introducción al despertar

Empezaremos centrando nuestra atención en la extraordinaria totalidad proporcionada por el «despertar».

El despertar es una referencia básica para quienes aspiran a tener una experiencia profunda, amplia y absoluta de la totalidad (en breve veremos qué entendemos, en este sentido, por absoluta), probablemente la experiencia que más impacto ha tenido en la historia de la humanidad. Mientras la gente normal y corriente se ha conformado con «vivir una vida de tranquila desesperación», dolor y sufrimiento, el despertar ha sido la alternativa de cualquiera que anhelase, tanto en Oriente como en Occidente, una vida más auténtica, viva, plena y «despierta», una vida que estuviese conectada con el Fundamento del Ser y tuviese, en consecuencia, un significado «absoluto» o «último» (y debo destacar en que en modo alguno estoy refiriéndome aquí a un mito, sino a una experiencia directa e inmediata a la que todo el mundo puede acceder).

Hace miles de años que el ser humano conoce la experiencia del despertar (la totalidad no-dual), cuyas formas más tempranas probablemente se remonten a los antiguos chamanes de hace veinte mil años, auténticos pioneros de los viajes espirituales al supramundo y al inframundo. Y, en la medida en que la humanidad evolucionaba, también iba perfeccionándose su comprensión y, en consecuencia, la sutileza y profundidad de su espiritualidad.

Como lo que voy a decir sobre las distintas experiencias espirituales (o, por utilizar la vieja terminología, las «experiencias religiosas» o las experiencias de una totalidad o de una plenitud extraordinaria) puede parecerte absurdo, disparatado o hasta una locura, voy a pedirte que interrumpas provisionalmente cualquier reacción de rechazo que, al respecto, puedas experimentar. La humanidad ha descubierto formas muy sofisticadas de corroborar la validez de las experiencias del despertar. Estas experiencias «espirituales pero no religiosas» pueden sentar las bases de un tipo de ciencia interior que no basa sus afirmaciones en dogmas, sino en la evidencia y la experiencia directa y no te pide que creas en cosas que no hayas experimentado. Recuerda esto cuando más adelante te presente prácticas que posibilitan el acceso a este tipo de experiencias y no creas nada que no hayas experimentado personalmente.

Digamos, a modo de introducción al tema del despertar, que, a lo largo de los siglos –y hasta de los milenios–, los diferentes sistemas espirituales de todo el mundo fueron abriéndose a experiencias espirituales cada vez más amplias, más profundas y más elevadas. La historia de la humanidad refleja el descubrimiento progresivo de estados espirituales de conciencia cada vez más elevados e inclusivos a los que cualquiera puede acceder, siempre y cuando satisfaga el requisito de llevar a cabo los ejercicios y experimentos científicos internos para ello necesarios.

Hablando en términos generales, el camino del despertar tiene un solo gran objetivo. Todo comienza en el estado promedio de conciencia en que se encuentra el ser humano, un estado estrecho, limitado, fragmentado y marcado por el sufrimiento, la ansiedad y el tormento y caracterizado, según se dice, por la «contracción en uno mismo», la «sensación de identidad separada», el «yo ilusorio», el «yo caído», el «yo soñador» o, simplemente, el «ego» (términos, todos ellos, como puedes ver, muy poco atractivos). El objetivo del despertar consiste en emplear la meditación, la contemplación o el yoga para ir expandiendo la conciencia desde ese estado limitado y contraído a lo largo de una secuencia de estados cada vez más libres, abiertos e inclusivos hasta llegar a una auténtica Totalidad, una No-dualidad pura, una Conciencia de Unidad última con todo el universo o una Conciencia Kósmica.1 Y no estoy hablando aquí de una creencia religiosa, de un dogma teológico o de algo en lo que debas creer, sino de un dato, de una evidencia a la que puede acceder de manera directa e inmediata todo aquel que haya llevado a cabo el experimento de contemplación o meditación interior. (Y, como la meditación no es un sistema de creencias mítico, sino una práctica de conciencia directa, la tomaré como ejemplo de algo que es «espiritual pero no religioso», es decir, de algo que no tiene tanto que ver con la explicación –a la que, dicho sea de paso, la mayoría de los sistemas de meditación no consideran parte de la solución, sino parte del problema– como con la experiencia).

Los grandes sistemas de meditación o de contemplación nos han legado mapas muy detallados de las dimensiones espirituales superiores y prácticas muy concretas para que cualquier buscador interesado pueda visitar esos territorios y experimentarlos directamente. Este proceso de crecimiento, desarrollo y realización espiritual –habitualmente conocido como iluminación o despertar– nos revela una Totalidad de la que hablan casi todos los grandes sistemas de meditación, contemplación, yoga u oración contemplativa de las grandes tradiciones de sabiduría.

Es innecesario decir que no estamos hablando aquí de divinidades míticas como la de un anciano que, sentado en su trono celestial, vigila nuestros pensamientos y nuestras acciones. En modo alguno estamos hablando de cuentos mágicos o míticos, de creencias religiosas ni de milagros, nada de eso. Tampoco estamos hablando de explicaciones, sino de un estado de conciencia, es decir, de una experiencia directa e inmediata que nos permite sentirnos profundamente unidos con el universo, unidos con todo, unidos con lo finito y lo infinito, con lo manifestado y con lo no manifestado. Esta es la experiencia directa conocida con nombres muy distintos como «Despertar», «Conciencia de Unidad Última», «Conciencia No-dual», «Unidad divina» o «Un Solo Sabor» (algo a lo que el zen llama «satori», un término que quizás hayas oído y emplearé bastante a menudo). Y, por más extraño que esto pueda parecer al occidental medio, la mayoría de los cuales ni siquiera habrán oído hablar de este tipo de cosas, debo decir que las pruebas de la existencia de este tipo de experiencia (que más adelante veremos con cierto detenimiento) son abrumadoras y prácticamente incuestionables. Este es, dicho sea de paso, el único territorio cuya evidencia es indiscutible y en el que puedes asentar tus creencias espirituales… o de cualquier otro tipo.

El camino del despertar es la única disciplina importante en toda la historia de la humanidad que afirma estar tratando con la Verdad última. Hay muchas verdades relativas y los caminos de la liberación (es decir, las tradiciones de sabiduría que se han ocupado directa y explícitamente del despertar) no negaban ninguna de las verdades que luego fueron descubiertas por la ciencia (en los campos de la física, la química, la biología y la astronomía). Pero sus creyentes siempre afirmaron que todas esas cosas eran verdades relativas que se mueven en los ámbitos del espacio y el tiempo y cambian y evolucionan según el momento y el lugar. El despertar, por su parte, no tiene que ver con la verdad relativa, sino con la Verdad Última, una verdad que no se refiere a un ser o a un grupo de seres concreto, sino al Ser mismo (con mayúscula); al Fundamento de Todo Ser; sin espacio (y, por tanto, infinito) y atemporal (y, en consecuencia, eterno); un Fundamento sin fundamento que, si bien subyace a toda verdad relativa no es, en sí mismo, ninguna verdad relativa (una verdad a la que no puede accederse mediante la ciencia ordinaria y externa, sino tan solo a través de una ciencia meditativa interior). Las diferentes tradiciones han afirmado de manera universal y unánime que la experiencia radical del despertar no nos revela verdades relativas, sino la Verdad Última.

Digamos, a modo de breve digresión, que el 90 % de las personas que he conocido que han experimentado un auténtico satori, un despertar a la verdad última (desde médicos, abogados y eruditos hasta camareras, jardineros y lavaplatos), afirman que el satori les reveló algo que, en su opinión, era lo más parecido que habían experimentado a una realidad «absoluta» o «última». En este sentido se refieren a la experiencia del satori o del despertar como «la más verdadera», «la más real», «la más innegable», «la más significativa», «la más atemporal» o la más inmutable» de todas las experiencias que habían tenido. Veremos qué opinas de ello a medida que avancemos, pero ten en cuenta que más adelante presentaremos algunos ejercicios que pueden ayudarte a experimentar directamente este despertar y puedas decidir por ti mismo sobre su realidad («última» o no). Y no olvides que, en la medida en que nuestra caja de herramientas de la Gran Totalidad contenga un verdadero despertar, estaremos tratando con la única práctica importante en la historia del mundo de la que unánimemente se ha dicho que revela una Verdad realmente última.

Siempre se ha dicho que esta experiencia se siente o experimenta como una unidad con todo el universo. La totalidad proporcionada por el despertar, dicho en otras palabras, es la mayor de todas las totalidades en las que se pueda pensar y a la que solo le faltan, para llegar a ser una Gran Totalidad, las cuatro totalidades proporcionadas por los procesos de crecer, abrir, limpiar y mostrar. El despertar, después de todo, afirma ser una unidad entre lo infinito y lo finito… lo que es algo realmente grande.

La evidencia del despertar

Son muchas las cosas que podríamos decir sobre la realidad de estos estados del despertar, empezando con lo que, al respecto, dice William James en su libro Las variedades de la experiencia religiosa (expresión con la que James se refiere a lo que nosotros llamamos «experiencia espiritual») o con el extraordinario libro del reputado erudito del MIT Huston Smith titulado La verdad olvidada (un título que alude al hecho de que casi todos los caminos de liberación coinciden en la existencia de una verdad última que el mundo moderno, en gran medida, ha olvidado). Pero, como no quiero meterme tan pronto en honduras, me limitaré, por el momento, a dar una simple referencia apelando, para ello, al psicólogo clínico Jordan Peterson, profesor emérito de la Universidad de Toronto y personaje muy conocido en Internet. En tanto reputado psicólogo clínico, Peterson ha pasado decenas de miles de horas tratando a personas con trastornos mentales y conoce bien la diferencia existente entre delirio y realidad, de modo que podemos estar seguros de que no está loco y no apoyará extrañas creencias religiosas. Aunque haya una división muy polarizada de opiniones entre quienes le aman y quienes le odian, la mayoría coincide en que suele sustentar sus conclusiones en investigaciones experimentales y científicas muy sólidas, de modo que cabe suponer que sus ideas se basan en evidencias contrastadas.

Y lo que dice Peterson al respecto es la pura verdad: «Es abrumadora la cantidad de pruebas de que existen dos grandes tipos de conciencia una es la conciencia que tienes de ti como ser concreto ubicado en un determinado lugar [tu ego individual], y la otra es la capacidad de experimentar la disolución oceánica y la correspondiente sensación de que el cosmos [o la Totalidad última] es uno».2 Luego insiste en este punto diciendo que «no cabe la menor duda de la existencia de esos dos estados de conciencia [a lo que agrega] de modo que el argumento según el cual la experiencia trascendente es irreal está equivocado… [y concluye, casi en voz baja] y llega incluso a poner en cuestión nuestra idea de la realidad».3

Así es. Esta es una experiencia que siempre se ha considerado despertar a la Verdad última, al Fundamento del Ser o a la Realidad Absoluta, que comparada con ella, lo que habitualmente llamamos «realidad» no es más que un sueño. Es en concreto por comparación con el estado semionírico en el que a menudo nos hallamos por lo que la experiencia a la que estamos refiriéndonos se conoce con el nombre de «despertar». Del mismo modo que, cuando uno despierta de una pesadilla, suele decir «¡Vaya! ¡Menos mal que no era real!», la experiencia del satori nos permite advertir que el mundo ordinario no es más que un sueño… o que así, al menos, es como se experimenta. Por ello, a esta experiencia se la conoce como «despertar» o «iluminación». De modo que simplemente aceptaré, como Peterson, que la evidencia de la realidad de ese despertar o «iluminación» a la que él llama «conciencia absoluta» es tan abrumadora que, de hecho, «resulta incuestionable».

Los cinco grandes estados del despertar completo

Las diferentes tradiciones meditativas o contemplativas del mundo nos presentan caminos que conducen directamente a la Conciencia de Unidad última. Son muchas, por supuesto, las formas en que las tradiciones nos presentan estos estadios. Si ponemos sobre una mesa los distintos caminos del despertar (y debo decir que hay varias decenas de ellos) y los comparamos a fondo llegamos a la conclusión de que esa transformación atraviesa un amplio espectro de estados de conciencia que van desde la contracción en el ego hasta la inmensa Apertura de una iluminación que todo lo engloba. Estos diferentes estados evolutivos acabaron incorporándose en forma de estadios meditativos en el mismo orden en que fueron desplegándose históricamente en los distintos caminos contemplativos. No todos abarcan el mismo número de estadios y solo unos pocos tienen en cuenta todos los grandes estadios conocidos.

Los caminos que las tradiciones consideran más elevados –como el Mahamudra y el Dzogchen del budismo tibetano, el Advaita Vedanta del hinduismo, el taoísmo contemplativo, el neoplatonismo, la cábala judía, el cristianismo contemplativo y el sufismo islámico– suelen incluir todos estos estados y estadios de los estados del despertar. No es necesario que los recuerdes, porque más adelante volveremos a lo que necesitas saber y centraremos especialmente nuestra atención en los ejercicios que te permitirán experimentar directamente los dos más elevados (el Testigo y Un Solo Sabor). Limitémonos, por el momento, para que te hagas una idea de lo que estamos hablando, a los principales estadios por los que atraviesa el proceso completo de transformación del despertar basándonos en las recientes investigaciones llevadas a cabo en este dominio por Daniel P. Brown y empleando, para ello, la terminología y la metateoría integral.4

Un metaanálisis de lo que las grandes tradiciones dicen al respecto pone de relieve que el camino de la meditación atraviesa cinco grandes estadios. El primero de ellos, es decir, el estadio en el que comienza la mayoría de la gente, es el pensamiento ordinario y el ego, un estado que se caracteriza por un incesante parloteo interno (que, por ese mismo motivo, algunos denominan «mente del mono»). Este estadio, que muchas tradiciones llaman «estado de vigilia», es el estado convencional o «ilusorio» de la conciencia vigílica (denominado «estado ordinario» por la visión integral). Casi todas las grandes tradiciones meditativas sostienen que este estado egoico es la causa del dolor y el sufrimiento inherentes a la condición caída, ignorante y oscurecida del ser humano, y una de las primeras cosas a las que aspiran es a ayudar al ser humano a ir más allá de esta mente del mono estrecha, violenta y cruel (un estado que coincide perfectamente con la descripción realizada por Hobbes de la condición natural de la humanidad como «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta»).

La superación de este estado despiadado tiene lugar en el estadio 2, al que Brown denomina «despertar» el cual, yendo más allá del pensamiento ordinario, se aproxima a una conciencia libre de pensamientos en la que se abandona el ego y deja, en su lugar, lo que Brown llama «personalidad sutil». Este es un estadio que la visión integral denomina «estado sutil, caracterizado por la luminosidad de la personalidad sutil, y que no se identifica con el ego sino con el alma. Este es el primer paso de la expansión de la sensación de identidad que, comenzando en el ego estrecho y encapsulado en la piel, ha de llevarle hasta la Identidad Suprema (que Suzuki Roshi denomina «Gran Mente»).

Brown llama «Conciencia Misma» al estadio 3, porque se trata de una conciencia pura despojada de todos los fenómenos ordinarios y sutiles y conectada con el núcleo, con el fondo, con la matriz espaciotemporal del universo que la visión integral denomina estado «causal» o «arquetípico». Este es un estado intuido a menudo en el silencio puro y sin forma existente entre pensamiento y pensamiento. Las tradiciones también afirman que todo el mundo experimenta cada noche en el sueño profundo sin sueños el estado causal, un estado despojado de toda forma en el que conectamos directamente con la conciencia pura sin objetos, pensamientos ni ideas, lo que explica el profundo efecto reparador que tiene el sueño.

Brown denomina «Conciencia Ilimitada e Inmutable» al estadio 4 que, como su nombre indica, es un estado realmente importante. Este estadio es una conciencia pura y sin objeto que la visión integral, siguiendo al Advaita Vedanta, denomina turiya, un término sánscrito que literalmente significa «el cuarto» porque es el cuarto gran estado de conciencia que sigue a los tres primeros (ordinario, sutil y causal) y que no es tanto un contenido de conciencia como el Testigo puro y atemporal, la sensación pura de Yo Soy, la conciencia omnipresente. Este estado encarna el verdadero significado de «eternidad» porque, como en breve veremos, «eternidad» no significa un tiempo muy largo, sino un momento sin tiempo, un Ahora atemporal que no es difícil de alcanzar, sino imposible de evitar. Esta conciencia Testigo es uno de los estados más elevados de los que hablan las tradiciones meditativas que, cuando practiques los ejercicios que, al respecto, te propondremos, tendrás la oportunidad de experimentar por ti mismo.

Brown llama al estadio 5, el estado más elevado, «Conciencia Despierta No-dual», algo que la visión integral, siguiendo también al Advaita Vedanta, denomina turiyatita (que literalmente quiere decir «más allá de turiya»). Es la Talidad o Esidad pura no-dual, la Conciencia de Unidad última, Un Solo Sabor, una Unidad o No-dualidad última. La realización directa de este estado se conoce con nombres muy distintos, como despertar, metamorfosis, fana, moksha, satori, Gran Liberación o Identidad Suprema. Este estado es una unidad pura no-dual (en donde no-dual significa «no-dos») que me unifica con todo. Un Solo Sabor es, de hecho, una conciencia absoluta cuya realidad, corroborada por tal cantidad de evidencia, resulta «incuestionable».

También presentaremos varios ejercicios para que –creas o no en la existencia de algún tipo de verdad «última»– puedas practicar y experimentar por ti mismo este estado último. Y ten en cuenta que la afirmación de que podemos llevar a cabo ejercicios para experimentar directamente este estado supremo significa que ahora mismo podemos tener una experiencia cumbre de muchos de los aspectos esenciales de esos cinco grandes estados de conciencia. Pues, pese a que estos estados de conciencia estén dispuestos en orden ascendente (desde el estado ordinario hasta Un Solo Sabor) y tiendan a desplegarse, durante la práctica completa de la meditación, en esta precisa secuencia, al ser omnipresentes (porque hasta un bebé está despierto, sueña y duerme y atraviesa, en consecuencia, los tres estados ordinario, sutil y causal), pueden ser experimentados desde casi cualquiera de los distintos estadios del crecimiento, lo que significa que pueden ser experimentados ahora mismo. ¡Presta mucha atención, pues, a estos ejercicios cuando los presentemos!

No hace falta, entretanto, que recuerdes esos «estadios de los estados» porque, como ya he dicho, más adelante revisaremos todo lo que, al respecto, debas saber. Date cuenta de la existencia de diferencias entre los grandes estados de meditación de los que nos hablan las tradiciones y de sus variaciones porque, aunque el número de estadios varíe (las siete moradas del castillo interior de santa Teresa, los ocho niveles de conciencia del Yogachara, los estadios de la contemplación de san Juan de la Cruz, los diez sefirots de la cábala, los estadios de estado de los Yogasutras de Patanjali, las diez etapas de pastoreo espiritual del boyero del budismo zen y los cinco grandes estadios de los sufíes y del desarrollo místico según Evelyn Underhill), no cabe la menor duda de las grandes similitudes existentes entre todos ellos. Porque, como sucede con todos los modelos evolutivos –tanto del Despertar como del crecimiento o desarrollo–, aunque no todos los modelos hablen de los mismos estadios, es posible considerar que se tratan de versiones diferentes de los mismos cinco grandes estadios que acabamos de presentar (ordinario, sutil, causal, Testigo y Un Solo Sabor).

Además de su realización directa, también se dice que todos ellos se manifiestan en estados ordinarios de conciencia. Según el Vedanta (hinduismo) y el Vajrayana (budismo tibetano), por ejemplo, el estado ordinario aparece en la conciencia ordinaria de la vigilia, el estado sutil lo hace durante la conciencia onírica, el estado causal emerge en el sueño profundo sin sueños, turiya (o el Testigo omnipresente) está plenamente presente en la mente cotidiana y el estado No-dual último constituye el Fundamento mismo de todos ellos. Así es como llegamos a los principales estados naturales de conciencia: vigilia, sueño, sueño profundo, Testigo y Un Solo Sabor.

Estos grandes estados de conciencia son también los principales estadios de la meditación, porque la identidad central de la persona comienza en el estadio de estado de vigilia dominado por el ego y, a partir de ahí, va desplegándose y atravesando los distintos estadios de estados de conciencia que conducen al despertar puro de la Conciencia de Unidad última. Por eso denomino proceso del despertar (en su totalidad o en parte) a esta secuencia de estadios de los estados.

Eternidad e infinito

Más adelante veremos, como ya hemos dicho, los dos estados más elevados del despertar –el Testigo puro y Un Solo Sabor– y ejercicios que pueden ayudarte a experimentarlos directamente (véase el capítulo 16). Ahora quisiera exponer un par de ideas a las que, en algún que otro momento, se refieren casi todas las religiones o sistemas espirituales que suelen interpretarse de un modo muy equivocado: la eternidad y el infinito. Y, como estos son términos de los que lamentablemente suele hablarse en un lenguaje religioso (porque fueron descubiertos desde los estadios mítico-religiosos de la conciencia humana), quiero asegurarme de que, cuando el lector los escuche, no los interprete mal porque, del mismo modo que la «eternidad» no se refiere a un tiempo muy largo, el «infinito» tampoco tiene nada que ver con un espacio muy muy grande… porque eso es, precisamente, lo que no son.

Empezaremos hablando de la eternidad. Cuando la gente escucha hablar de «eternidad» suele entender que se está hablando de un período de tiempo muy largo, de un tiempo que se prolonga indefinidamente y no acaba nunca. ¿Pero cómo diablos podría alguien, si ese fuese el verdadero significado del término eternidad, experimentar una realidad espiritual que no acabase nunca? Para ello la persona no debería morir, cosa que definitivamente no va a ocurrir. De modo que, si la experiencia del despertar tuviese que ver con la experiencia de una realidad eterna y esa eternidad se refiriese a una duración eterna, jamás podríamos tener una experiencia del despertar. Hay algo que no cuadra en esta forma de entender el significado del término eternidad.

La solución a este problema es muy sencilla, porque el término eternidad no se refiere a una duración indefinida, sino a un momento atemporal, a un momento sin tiempo, a un momento en el que cabe toda la eternidad. No hay conflicto ni tensión, pues, entre la eternidad y el tiempo, porque toda la eternidad atemporal está completamente presente en cada momento del tiempo. Y esto significa que la eternidad es omnipresente, lo que quiere decir que, en cada momento del tiempo, el 100 % de la eternidad está total y completamente presente. Ahora mismo, en este mismo instante, tienes acceso, en tu propia experiencia directa presente, al 100 % de la eternidad, no al 95 % ni al 99 %, sino al 100 %. A esto nos referimos cuando hablamos del «presente puro», es decir, del «ahora atemporal». La eternidad es de verdad atemporal porque está completamente presente en todos y cada uno de los instantes de cada Ahora atemporal, lo que significa que Ahora, en este mismo instante, tienes acceso a la vida eterna.

Experimentar la eternidad no significa vivir para siempre, no significa que debas creer palabra por palabra en mitos mágicos como los que afirman que Elías se elevó directamente a los cielos en un carro de fuego, que la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal o que, después de la muerte, vivirás para siempre en una especie de cielo. Despreocúpate de todas estas cosas porque el despertar no tiene que ver con nada de eso. Veamos lo que, a este respecto, dice Ludwig Wittgenstein, el filósofo más serio de Occidente que no aceptaba ningún tipo de galimatías religiosos y que, en su juventud, sentó las bases, con su obra Tractatus Logico-Philosophicus, del positivismo lógico. En el Tractatus, Wittgenstein da una definición perfecta de la eternidad al tiempo que avala su realidad (e invito al lector a que lea esto con suma atención, porque es la clave que explica todo esta cuestión): «Si, por eternidad, no entendemos una duración temporal eterna, sino un punto sin tiempo, la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente».5

Exactamente. E insistamos en que esto significa que, en este mismo instante, tienes acceso a la vida eterna o, dicho de otro modo, que solo Ahora puedes acceder a la vida eterna (de ahí lo de «Ahora atemporal»). Caer en el Ahora atemporal es precisamente lo que ocurre durante el despertar, lo que, en consecuencia, incluye el descubrimiento de la vida eterna, de tu vida eterna.

¿Qué pasa entonces con este «Ahora atemporal»? ¿Si el Ahora atemporal es lo mismo que la eternidad omnipresente, está realmente accesible ahora mismo? ¿Es de verdad omnipresente