En busca de tu alma gemela - Yohana García - E-Book

En busca de tu alma gemela E-Book

Yohana García

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Beschreibung

FRANCESCO ENCONTRÓ A SU ALMA GEMELA. ¡TÚ TAMBIÉN PUEDES LOGRARLO! El amor es un acto de valentía. Como nos explica Yohana García, a partir de la experiencia inspiradora de Francesco, la voluntad de arriesgarnos, abrirnos a lo que nos rodea y ser partícipes de los puntos más bajos y más altos de la vida es la clave para encontrar la plenitud en todo su placer, su dolor y en todos los sentimientos que nos definen como humanos. Como Camila y Francesco, tú también puedes hallar a tu alma gemela si afrontas la realidad con serenidad, valor y la conciencia de que el amor es lo más puro, reconfortante y pleno que nos podemos permitir en este paso por el mundo.

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Dedicatoria

Dedicado a toda mi familia.

A los niños que quedaron huérfanos en esta pandemia.

A todos los que no pudieron despedirse de sus seres queridos.

A quienes perdieron un amor, y lo extrañan.

A quienes perdieron una mascota y se quedaron con sus recuerdos.

A quienes extrañan lo irrecuperable.

Dedicado a los nuevos amores,

amistades y compañeros de trabajo,

al renacer que todos merecemos.

Todos mis libros están dedicados a ellos, sin embargo, hoy tengo más madurez que antes para darme cuenta de que a través de estos años en los que todos en la familia fuimos bendecidos por la magia de Francesco, al final también tuvimos que pagar un precio.

Siempre he creído que nadie llega a la tierra prometida sin haber cruzado antes el desierto. Algo así me ha pasado a mí, porque cuando escuché la voz de Francesco en mi interior, yo era una mujer inocente y no me preguntaba nada. Tan sólo fluía y me dedicaba a trabajar, sirviendo a los demás en mi consultorio. Sin embargo, nunca me había preguntado nada con relación al éxito o a la fama, como muchos escritores lo hacen al escribir un libro.

Yo me habría conformado con que una sola persona leyera a Francesco, y tal vez fantaseé un poco con la idea de que sería feliz al verlo exhibido en una librería. Pero lo que ocurrió con Francesco y conmigo superó hasta la imaginación del más grande escritor.

Nunca pensé que un libro podría arrancarme de cuajo de mi casa, y que en ese momento cambiaría la vida de mis hijos: Robert, de dieciséis años, y Christian, de seis, porque su madre se había convertido en una escritora que debía recorrer lugares en compañía de su Francesco. No fue fácil ni para ellos ni para mí.

Recuerdo muy bien que, después de haber escrito el primer libro, las librerías pedían que publicara otro. Pero yo me sentía bloqueada y al principio no sabía por qué, hasta que entendí que otro libro me sacaría totalmente de mi casa y de mis raíces. Y eso que temía fue lo que acabó sucediendo.

Con el paso del tiempo, tanto ellos como yo entendimos que Francesco era una misión, y una muy grande, así que ellos se resignaron a tener que ver a su madre por menos tiempo, a cambio del placer de ver cómo ayudaba a los demás a través de sus libros y sus consultas.

Si bien se trató de un destierro con amor y entrega, no dejó de ser algo difícil y pesado para mí. Mis hijos y mis padres estaban en Buenos Aires, mientras yo me encontraba en México, un país que siempre me ha dado lo mejor y que yo he amado desde el primer día que puse un pie en él.

Por todo esto, y de todo corazón, gracias a todos los amores míos, que han tenido la generosidad de soltarme, de dejarme ir para encontrar y compartir mi misión.

En realidad, uno nunca sabe para quién trabaja. Todos los factores se fueron acomodando para que yo siguiera el camino de Francesco, con la compañía de gente hermosa que me ha tocado en cada momento del recorrido.

También quiero agradecer a mis padres, no sólo por haberme dado la vida, sino por su enorme generosidad, porque, siendo hija única, se tuvieron que quedar solos en Argentina. Ahora me doy cuenta de cuánto amor sentían por mí cuando me decían: “Hija, ve con Francesco, no sientas culpa si algo llega a pasarnos, recuerda que siempre has hecho lo mejor por nosotros”.

Este libro es especial para mí porque no hay duda de que el camino es largo y es como tiene que ser. Si habrá otros Francescos más adelante o no, lo dejo ahora en manos de Dios y del propio Francesco.

Y regreso a una frase que ya había dicho: nadie llega a la tierra prometida sin haber pasado por el desierto. Hace poco la leí y se me hizo tan real como para llevarla a todos los aspectos de nuestra vida. Más aún, cuando se trata de buscar a nuestra alma gemela.

Siento que escribir sobre almas gemelas es una gran responsabilidad. Francesco me ha dicho que un alma gemela no es suficiente para todas las vidas. Él nos cuenta en este libro su amor por Camila o Rosario porque es la historia que todos conocemos. Pero ella no fue su única alma gemela.

Los maestros del Cielo dicen que se otorga un alma gemela por siete vidas. Si se supone que tenemos alrededor de ciento cuarenta y cuatro vidas, sin duda nuestras almas gemelas son muchas: alrededor de veinte.

El alma es una unidad grande de frecuencia vibratoria y se puede dividir en millonésimas partes, así que una persona puede tener la energía de otras que, a su vez, son partes del alma gemela de alguna persona que conoces o has conocido. Por eso, puedes tener un amor que tenga sólo una parte de la totalidad de tu alma gemela y no todas sus características, aunque también podrías encontrarte con una parte oscura del alma gemela que te corresponde. O puedes encontrar a una persona que sea tu alma gemela y sea totalmente opuesta a ti, porque existe el alma oscura y ésta también puede ser tu gemela.

Lo importante es que a tu alma gemela, sea con su parte luminosa o con su parte oscura, la podrás reconocer con la mirada. Incluso podría suceder que te asustes cuando la reconozcas y que quieras alejarte sin dejar rastro, más allá de una gran huella en tu mente y en tu corazón.

Mi más grande agradecimiento a mis amigos, a mis lectores, a los alumnos de mi escuela Yohana García Center, porque gracias a ellos, puedo desarrollar mi misión.

Mensaje de la autora

Desde niña, sabía que sería escritora.

Que iba a escribir un libro a orillas de un río.

Francesco ha sido en mi vida un parteaguas que me ha permitido ayudar a las personas que estaban buscando su poder interior.

En 1998, vivía en un bosque, precisamente en Ingeniero Maschwitz, una localidad cercana a Tigre, lugar donde se ubica uno de los deltas más grandes del mundo.

Un día escuché una voz que me decía: “Yohana, tenemos que escribir un libro”.

Yo nunca había escuchado una voz en mi interior que no fuera la mía, tal como ocurrió aquel día, así que me sorprendí.

Pero no me asusté, pues aquélla era una voz dulce y protectora.

No me pregunté nada de nada, tan sólo obedecí lo que me dijo en ese momento: “Ve al pueblo y compra un cuaderno. Hoy vamos a escribir mi historia”.

Y regresé, exaltada, con mi cuaderno. Busqué un árbol frondoso en el bosque, llevé mis auriculares para escuchar a Enya y a Vangelis, además de mi sahumerio preferido, Nag Champa y el mate, que era —y es— mi pipa de la paz.

Bajo el calor del verano, en un bosque, empecé a escuchar la voz que me decía que era Francesco.

Seguí escribiendo de jueves a domingo.

Yo entraba en un estado parecido a un trance y él prácticamente me dictaba todo lo que tenía que escribir.

En abril de ese mismo año, el libro estaba totalmente terminado.

De ese modo, descubrí que Francesco y yo recorreríamos juntos un largo camino para ayudar al prójimo.

Él me contó que el libro iba a buscar al lector, y no el lector al libro.

En este libro, que es la sexta entrega, yo no soy la misma. Tampoco Francesco, ni el mundo.

Ha pasado mucha agua bajo el río, hoy todos hemos evolucionado y crecido.

Sé que cada libro está dictado para llegar al corazón de quien necesita la ayuda precisa.

Yo sigo escribiendo en los bosques que Francesco me señala.

Amo a Francesco y sé que quienes lo han conocido a través de estas canalizaciones también lo aman.

El reencuentro

La vida es corta, perdonen rápido

y besen lento. A veces, la vida no es la fiesta

que esperabas, pero

en algún momento te tocará bailar de cualquier modo.

Tú eliges: bailas o te quedas sentado,

viendo pasar la alegría de los demás.

Desencuentro

La casualidad de poder vernos se escapa,

somos diferentes cielos en un mismo mapa.

Échale sal al café, no está mal ir a probar,

tenemos la misma sed con distinto paladar.

Y tú aquí, y yo allá,

y yo aquí, y tú allá,

nuestra coordenada no es lo único que va girando,

si caminamos al revés,

nos estaremos encontrando.

Calle Trece

Camila llegó al Cielo animada y emocionada. Conocía el protocolo de entrada casi de memoria. Y también el recorrido por el túnel del Bosco, el que lleva a las almas hasta las puertas del Cielo.

Atravesarlo, le apasionaba.

Le divertían los colores del Bosco, junto a la fuerza centrífuga que hacía que los espíritus se movieran alrededor.

En el transcurso del recorrido por el túnel no era posible reconocer a ningún alma conocida, porque el paso por éste es rápido y ruidoso, algo parecido a cuando se enciende una lavadora.

Cuando entraba al Cielo, tenía la ilusión de que se trataba de un sueño, una especie de déjà vu, y que enseguida despertaría en la Tierra, porque extrañaba la vida. Porque, en realidad, la vida es linda, se decía cuando estaba en la Tierra.

Pero cuando estaba en la vida, le ocurría lo contrario: de repente, tenía recuerdos lejanos del Cielo y se llenaba de añoranza.

Apenas entró por el portal de san Pedro, se dijo: No soy de aquí ni soy de allá.

Se refería a que cuando estaba en la vida quería estar en el Cielo, pero cuando estaba en el Cielo, quería estar en la Tierra.

El arcángel Gabriel la recibió. Por supuesto, su alma brillaba de alegría.

—¿Y ahora qué te pasó? —le preguntó él.

—Nada —dijo Camila—, simplemente me morí.

—Por eso te pregunto, ¿de qué moriste?

—¿Eso es relevante para entrar en el Cielo?

—No, para nada —respondió el ángel—, era curiosidad. Te conozco desde hace tanto tiempo y me causa curiosidad saber cómo es el proceso de la muerte para los humanos. No debe ser fácil.

—No, es verdad —contestó Camila—. Es como nacer, muy difícil. Sin duda, siempre estamos atravesando algún puente o túnel.

—Del túnel vamos y del túnel regresamos —dijo el ángel, riéndose, y añadió—: Ésa es la cuestión: nacer o no nacer.

—Ya veo, vaya bienvenida filosófica me estás dando.

—Y yo qué puedo contarte. Como ángel, no tengo mucho que decir. Nunca he sido humano, no nací y no morí. Es un poco aburrido, pero en fin, no me quejo. Así que ahora dime, Camila, ya que te conozco como si te hubiera parido —exclamó, sonriendo—, ¿no vas a hacer la pregunta que haces cada vez que entras aquí?

—Sí, ya sé, sé a qué te refieres —dijo pícaramente Camila: ¿Y Francesco?, ¿dónde está?, ¿está él aquí?

—Sí, Camila, tu alma gemela de toda la vida, pasa más tiempo aquí que allá. Él ama al Cielo y las almas. ¿Quieres que lo busque? O prefieres encontrarlo casualmente, como si ni siquiera te acordaras de él, al estilo de las películas románticas de Hollywood.

Camila suspiró…

—Creo que necesito pensarlo —respondió finalmente.

—No puedes pensarlo. Es ahora o nunca.

—Entonces, mejor espero. Lo voy a encontrar, no importa cuánto me tarde —dijo ella.

—Mira, Camila, el Cielo es grande, mucho más que el planeta de donde vienes ahora.

—Lo sé —replicó Camila, pensativa.

—No, no lo sabes. Hay muchos lugares que antes eran secretos y ahora les han sido revelados a las almas. No pienses que será fácil encontrarlo.

Al escucharlo, Camila dudó sobre si, entonces, éste era el momento de pedirle que fuera a buscar a Francesco, así que se decidió:

—Creo que sí te voy a pedir que lo busques.

—¿Quieres que lo haga ahora?

—No, ahora no, ¡así no! ¡Déjame arreglarme un poco! ¿Dónde puede haber un espejo?

—Ay, Camila, sigues siendo la misma vanidosa de siempre.

—Sí, una siempre es lo que es, vaya a donde vaya.

El ángel se concentró para llamar a una diosa.

Y al instante en que lo hizo, se acercó Cleopatra —que en realidad no es una diosa sino la última reina de Egipto en una época pasada—, con un espejo en la mano.

Era hermosa: sus ojos, su ropa y, en particular, su perfume, todo en ella era embriagador.

Camila se alegró al verla. Después de saludarla y agradecerle el generoso gesto de traerle un espejo, le preguntó sobre su perfume:

—He escuchado que tienes poderes para enamorar a cualquiera que se acerque a ti, ¿eso es cierto?

—El perfume es una fórmula que inventé —respondió Cleopatra—, y créeme, es cierto. ¿Quieres un poco? —le ofreció la reina mientras sacaba una hermosa botella antigua.

—¡Síii! —contestó Camila.

Cleopatra le arregló el cabello y le puso perfume debajo de sus orejas, en el centro de su pecho y otro poco en sus muñecas.

—En estos lugares del cuerpo, jamás falla. Allí perdura mucho más —le explicó.

Camila le agradeció.

—¿Sabes que a muchas personas, cuando practican regresiones, les dicen que en otra vida fueron Cleopatra? —le preguntó enseguida.

—Claro que es posible —respondió Cleopatra—. Muchos no lo creen, pero si reciben ese mensaje, ellos son parte de mí. Las partículas subatómicas de mi espíritu se pueden dividir y muchos seres humanos pueden tomar mi energía… no es tan difícil.

A Camila le sorprendió su respuesta, a pesar de sentirse un poco incrédula.

—No sé por qué intuyo que estás buscando a un antiguo amor —dijo entonces Cleopatra, misteriosa.

—Tienes razón —aceptó Camila.

—¿No te gustaría dar un paseo primero, para relajarte? —la invitó Cleopatra.

—Me parece buena idea, ¿adónde crees qué podría ir?

—¡Puedes ir al Cielo de los Enamorados! —le propuso Cleopatra.

—No lo conozco. ¿Es nuevo? ¿Qué hay allí? ¿Gente contrariada? ¿ mariposas? —preguntó Camila riendo.

—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? —respondió Cleopatra. Los enamorados ven corazones en todos lados. Es un lugar hermoso, lleno de piedras preciosas, nubes y dulces con forma de corazón. Además, está Selene, la diosa de la Luna. Ella le coloca un poco de rubor a cada espíritu femenino que haya muerto enamorado, ¿quieres ir?

Camila miró al arcángel Gabriel, que ya estaba sacando un mapa para indicarle el camino, pero Cleopatra se ofreció a acompañarla, por lo que Camila le dijo que no haría falta el mapa.

—Déjame dártelo, Camila. Aunque te acompañen, en algún momento querrás regresar y, dado que el Cielo sufrió algunas modificaciones, será mejor que lo lleves contigo —insistió el arcángel Gabriel.

Camila tomó el mapa entre sus manos, le agradeció al ángel su preocupación y se fue flotando con Cleopatra. Mientras ésta le acomodaba las alas, ambas se alejaron saltando de nube en nube.

Conforme avanzaban, quedaron maravilladas de los colores y los olores a vainilla que flotaban por todo el Cielo.

Pero en cuanto Camila se adentró un poco más, recibió un golpe tan fuerte en la cabeza que la derribó y la hizo descender unos tres cielos más abajo.

Cleopatra, que en ese momento estaba distraída colocándose perfume, la perdió de vista y se asustó al voltear y no verla.

El arcángel Gabriel, que pudo visualizar lo que estaba pasando, fue volando para ayudarla y la llevó en brazos hasta el lugar donde se encontraban antes.

Cuando Camila reaccionó, había perdido parte de su memoria. Para cerciorarse de cuánto podía recordar, el arcángel le hizo varias preguntas sobre sus vidas pasadas, y pudo darse cuenta de que no recordaba casi nada.

Aunque ella sí sabía quién era Francesco, y que era su alma gemela, no tenía mucha idea de por qué estaba ahí, al lado del arcángel. No recordaba qué le había pasado.

A pesar de que el arcángel sí lo sabía bien, dudó en contarle qué era lo que había ocurrido con el golpe que había recibido.

Otro espíritu que había pasado por el cielo de los enamorados, le contó que el ángel Cupido estaba discutiendo con un enamorado y éste le había lanzado una piedra, con tan mala puntería que golpeó en la cabeza a Camila, y justo en el área de la memoria.

Gabriel consideró que ya era momento de llamar a Francesco, pero Camila le pidió que la dejara descansar un poco. Quería dormir en una nube rosa, que eran las más suaves. El ángel le sugirió que mejor se fuera a una de las nubes de los querubines, que eran las más mullidas, así que se despidieron y cada quien siguió su camino.

Mientras tanto, en otra parte del Cielo, Francesco se enteró de que Camila acababa de entrar en el Cielo y que había tenido un percance en el cielo de los enamorados. Quiso partir de inmediato para ver cómo se encontraba ella, pero al comentárselo a su ángel de la guarda, éste le sugirió que no lo hiciera. Tal vez Camila deseaba tener un reencuentro a su modo, le explicó.

Francesco, sabiendo que Camila era un espíritu libre y rebelde, decidió seguir el consejo del ángel y esperó unos días.

Así pasaron los días, o tal vez los años, porque en el Cielo algunas veces el tiempo pasa muy lento y otras muy rápido. Pero una fría mañana, Francesco despertó y añoró como nunca a Camila. A pesar de que en el Cielo no existe la impaciencia, sólo la contemplación, se sintió un poco desesperanzado al no poder verla aun cuando sabía que ella se encontraba en el Cielo. Él se convenció a sí mismo de que debía tener su mente en el presente y de que debía ser capaz de esperar sin desesperar. Los tiempos de Dios son perfectos, se dijo.

Sin embargo, al siguiente día le quedó claro que su único objetivo en ese momento era encontrar a Camila y aclarar las razones por las que, aun siendo almas gemelas, nunca habían podido estar juntos. Ni en la Tierra, ni en el Cielo.

En una mañana fresca y luminosa, Camila iba caminando por el Cielo, cuando de pronto, de la nada, se encontró con Francesco, quien estaba inflando unos globos de cumpleaños. Camila, quien había estado buscándolo por mucho tiempo, arrojó las flores que llevaba (cayeron sobre la cabeza de un espíritu que iba llegando) y corrió a su encuentro. Por su lado, cuando Francesco la vio acercándose, soltó los globos y dejó que se perdieran en el octavo cielo.

Fue un reencuentro mágico, los dos se abrazaron, se pusieron a llorar de felicidad y se prometieron amor eterno para todas sus vidas, así en la Tierra como en el Cielo.

La emoción de los dos era intensa y se pudo sentir por todo el Cielo.

Francesco hizo todo lo posible por vivir esos momentos y no pensar en nada más que en amarla durante todo el tiempo que fuera posible estar juntos: un minuto, horas o años.

Camila creía estar soñando. Le había parecido una eternidad el tiempo transcurrido sin su mirada franca y amorosa, y se aferró a Francesco en un abrazo interminable.

Esta vez, no fue necesario preguntarse nada, tal como habían hecho en otros tiempos: ¿Qué hiciste? ¿Qué te pasó? ¿Me extrañaste? ¿Por qué te fuiste?

Esta vez, no hubo preguntas, sólo amor para darse, sentirse y respirarse.

Apegos

No maduramos con los años, sino con los daños.

Cada día es una nueva lección, se enfrenta o se queda en la memoria de lo que no fue.

Elegir el camino de la libertad implica dejar de lado

los malos recuerdos y continuar el camino. Darles un poco de olvido a aquellos recuerdos negativos es la mejor opción

de desapego que podemos hacer.

Así es el ciclo de la vida,

tanto en la Tierra como en el Cielo.

La verdadera sabiduría reside en saber

mantener el equilibrio entre el apego y el desapego,

porque el peor error ortográfico de la vida

es no saber poner punto final.

—¿Tú sabes, Francesco, dónde está tu cuerpo? ¿En cuál cementerio? ¿O si fuiste incinerado? A mí me gustaría visitar el lugar en el que me enterraron.

—La verdad, te voy a contar que en mi última vida, cuando fallecí, mis hijos y mi esposa decidieron no enterrarme y fui la primera generación a la que incineraron, aunque yo hubiera querido tener una lápida, porque me gusta pensar que de esa manera la persona permanece más tiempo en la memoria de sus seres queridos. Sin embargo, debes saber que las cremaciones nos liberan, aunque deben pasar no menos de veinticuatro horas después del fallecimiento para que se puedan realizar.

—Eso no lo sabía. ¿Por qué debe ser de ese modo?

—Escuché decir que la memoria de las personas, o sea, el ADN cuántico se pierde si los cuerpos son incinerados antes de ese periodo.

—¿ADN cuántico? Tampoco había escuchado hablar de eso —dijo Camila.

—Sí, es como un ADN que se toma de lo energético y no de la sangre. Digamos que es como cuando te mimetizas por vivir en un país: cuando te cambias de país y con el tiempo adquieres modismos, formas de caminar o de moverte de ese lugar que te está adoptando. Ese ADN no lo tienes en la sangre, sino en el alma.

—Déjame ver si entiendo, entonces. Cuando te creman antes de veinticuatro horas, lo que tus descendientes tendrían que haber aprendido de tus vivencias, ¿se pierde? —preguntó Camila.

—Algo así —contestó Francesco.

Él no quería engancharse en ese tema, porque pensaba que Camila no lo entendería, así que siguió con su relato sobre su muerte, como si no lo hubieran interrumpido.

—Y bueno, mi familia eligió la cremación. Ellos consideraron que era lo más práctico y, como dices, cuando estamos muertos y vamos al Cielo, ya no nos importa mucho qué sucede con nuestro cuerpo. Pero sabemos cómo son los apegos, así que mis hijos y mi esposa andaban pegados al jarrón de las cenizas.

”Recuerdo que mi esposa Elena las llevó a la casa. Mis hijos querían que yo estuviera en el mar, pero Elena recordó que nunca me había gustado el mar. Cuando íbamos, yo sólo me quedaba en la orilla porque no sabía nadar. Siempre fui muy miedoso. Y entonces, un día decidió llevar las cenizas a la iglesia, pero se debía pagar por mi estancia en ese lugar, y como mi familia había quedado en bancarrota, a mí me dolería más lo que iban a pagarle a la iglesia que la alegría que pudiera sentir por el hecho de que me honraran ahí.

—¡Siempre tan materialista! —dijo Camila, burlona.

—No es eso, y tú lo sabes. En verdad quedaron en la ruina por mi enfermedad, así que yo quería darles la fuerza para que salieran adelante, pero si se metían en más gastos innecesarios, no iba a poder ayudarlos, por más que estuviera al lado de Dios y de los ángeles milagrosos.

”Ya sabes que desde aquí podemos mandar bendiciones de ayuda, pero los milagros tardan un poco más.

—Entiendo perfectamente lo que estás diciendo, pero yo creo que ellos hicieron lo que pudieron.

—Sí, siempre se hace lo que se puede. Sin embargo, después de un tiempo en que ellos anduvieron paseando con mis cenizas y de estar pensando en cuál lugar sería más conveniente que fueran depositadas, una amiga de mi hijo les aconsejó que las tiraran porque, de acuerdo con el Feng Shui, tenerlas en casa trae mala suerte.

—¿Y qué es el Feng Shui?

—El Feng Shui es el estudio que se hace de la casa para que todo funcione con perfecta armonía, porque se supone que la casa es como un cuerpo y cada parte de ella es un órgano, y entonces el Feng Shui es como la acupuntura. Por ejemplo, el riñón y el hígado son la cocina.

Camila lo miró incrédula y le preguntó:

—¿Y tú cómo sabes todo eso, Francesco?

—Bueno, no olvides que en una de mis vidas estuve al lado de un Maestro espiritual muy grande en la India, al que miles de feligreses iban a ver, y con él aprendí todo lo que tiene que ver con la sanación.

”Pero además conocí más gente con esa luz divina, como la del Maestro, que me enseñaban cosas porque yo escuchaba siempre y preguntaba todo.

—De hecho, Francesco, creo que lo que pasó en realidad es que estuviste con un montón de locos —dijo Camila riendo.

—Mira, Camila, la espiritualidad y la locura están separadas por una línea muy finita, pero esa gente está más cuerda que todos los cuerdos. Y ahora, regresando al tema de tu visita al cementerio, quiero estar seguro de entenderte, así que dime: ¿quieres ir al cementerio para ver dónde te enterraron y desde ahí poder comprobar hacia qué lado está orientado tu ataúd? ¿Quieres sentarte en la lápida para poder entender qué es lo que tu familia quisiera que contemplaras después de muerta?

Al escuchar el tono dramático de Francesco, a Camila le dio un ataque de risa.

—En serio, no te rías —le reclamó ella.

—¿Crees que con ir al cementerio podrías entender los sentimientos de tu familia?

—Creo que sí —contestó Camila, aunque se sentía un poco confundida.

—¿Y para qué quieres saber ahora sobre sus sentimientos? ¿No basta con saber que te amaron? Además, eso ya quedó atrás.

—Es que tú no entiendes —exclamó ella, y comenzó a llorar.

De pronto, se sintió preocupada de que no pudiera detenerse, porque su congoja era tan grande que su manta celeste comenzó a humedecerse, y por más que secaba sus lágrimas con las plumas de sus alas, el llanto seguía y seguía.

Francesco le puso una mano en el hombro para darle seguridad, pero consideró que era bueno que se desahogara.

—¿Qué te pasa, Camila? ¿Por qué lloras así?

—Quisiera saber qué pasó cuando dejé esa vida y vine al Cielo, porque creo que hay una parte que me perdí —dijo Camila.

—¿Cómo que te perdiste una parte? Si nosotros no perdemos nada cuando venimos al Cielo —contestó Francesco. Además tú sabes bien que podemos aprender a estar en todas las partes al mismo tiempo.

—Es que yo sigo sin entender por qué no puedo ver lo que le pasó a mi familia después de mi muerte, casi no recuerdo nada de esa vida.

—Tal vez sea por la ley del olvido, aunque algunos sí podemos recordar todo, además tenemos energías múltiples: mientras yo estoy hablando contigo, hay partes mías que están viendo a todos mis seres queridos, como ocurre con los ángeles y los arcángeles.

”Si una persona está con el arcángel Miguel, alguien más en otra parte del planeta también puede estar con el mismo arcángel.

Yo también puedo estar en muchos lugares a la vez.

—No sabía eso —dijo Camila, sintiéndose más confundida—. ¿Cómo puedes hacerlo?

—Bueno, en realidad se piensa en algo que se quiere y aparece el recuerdo. Es así de fácil, no necesitas hacer nada especial. Puedes hacerlo desde que atraviesas el puente y entras por el Bosco.

—Eso sí lo recuerdo perfecto. Sé que llegué por el único lugar de entrada al Cielo, y estoy segura de que es la misma puerta de salida para ir al cementerio.

”Ahora quiero que me expliques eso de las energías múltiples, por favor —pidió Camila—. Puedo recordar algunas cosas y sé que nunca hemos hablado de este tema durante todas las veces que he venido al Cielo y me he encontrado contigo.

—Tienes razón, no habíamos hablado de esto, pero siempre han existido. También es posible que en otras ocasiones hayas llegado al Cielo con un poco más de recuerdos de tus seres queridos.

—Seguramente sí, porque de lo único que estoy segura es de que esta sensación de déjà vu, así, tan difusa, no la había tenido antes.

—No te preocupes, te lo explicaré de este modo:

”Cuando dejas a los tuyos al morir y luego regresas para visitarlos, en realidad nunca los has dejado, porque el tiempo de arriba y el de abajo son diferentes, aunque ahora parece que el de abajo transcurre tan rápidamente como el de arriba.

”Los jóvenes, por ejemplo, no pueden aguantar la espera, todo lo quieren resolver de inmediato. ¡Van tan de prisa como el tiempo aquí! Pero no es porque sean eficientes, sino porque son ansiosos. La ansiedad hace que las personas quieran llegar al futuro sin tener que esperar. Al final, el tiempo que les sobra lo utilizan en alguna otra cosa que les genera más ansiedad.

”Por ejemplo, yo estoy aquí, hablando contigo y no estoy pensando en este momento en los seres queridos que he dejado en la otra vida. Quizá tú no recuerdas nada porque estás enamorada —dijo Francesco, pícaramente.

—Yo, ¿enamorada? ¿De quién…? ¡No, Francesco! —contestó Camila—. Cómo crees que voy a estar enamorada, después de tantos siglos de no coincidir contigo.

Francesco puso cara de no entender el comentario, y le contestó que no parecía que fuera cierto lo que decía:

—Sé que te pusiste bonita para verme y que, al llegar aquí, el primer cielo que fuiste a conocer fue el de los enamorados.

—¿Y tú cómo lo sabes? ¿Ponerme bonita para ti? Qué va… ¿Eso es lo que piensa tu ego? —añadió Camila, algo risueña.

—Eso piensa mi alma y me encanta que siempre me busques cuando estamos aquí. Me encanta saber que te tengo, me hace feliz saber que existes en mi vida y te confesaré que, cada vez que te vas de aquí, yo siento una nostalgia tremenda. Y no he salido a buscarte para evitar generar más apegos que los que ya tenemos, pero me encanta saber que estás enamorada de mí.

—Enamorada, ¿yo? —replicó Camila, llevándose la mano a su cabeza—. Válgame Dios, qué ironía.

”Recuerdo que alguna vez pedí un divorcio espiritual, creo que fue en una vida anterior aquí en el Cielo, pero parece que no dio resultado. Te aclaro que yo no me enamoré, me enamoraron.

—¿Quién te enamoró?

—Mis antepasados hicieron que me enamorara de ti, mi ADN, mi Feng Shui, mis chakras.

Francesco tuvo un ataque de risa, la tomó en sus brazos, y se besaron y se acariciaron las mejillas, entre tiernas miradas.

—Bueno —volvió a hablar Francesco—, regresando al tema de estar en varias dimensiones a la vez, si no lo sabes es porque quizá no te lo enseñaron aquí.

—Así es, no recuerdo que me lo hayan enseñado. No sé cómo poder estar al mismo tiempo con cada una de mis hijas, con mis amigas y contigo.

—Entonces, veamos qué podemos hacer. Por ahora, es mejor que vayas al cementerio. Piensa ahí qué quieres hacer y después regresas y platicamos.