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¿Te has preguntado alguna vez por qué estás aquí y qué sentido tiene tu vida? En esta obra profundamente reflexiva, Lucía Kuschinski comparte su viaje desde la dependencia emocional y la confusión espiritual hacia la claridad, la autodeterminación y la comunión con Dios. Con un estilo cercano y lleno de convicción, la autora guía al lector a identificar su potencial, sanar heridas del pasado y construir un proyecto de vida significativo. Combinando principios bíblicos con herramientas prácticas, este libro es una invitación a redescubrir tu propósito, alinearlo con el plan divino y vivir con pasión, fe y propósito renovado.
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Seitenzahl: 224
Veröffentlichungsjahr: 2025
Lucía Kuschinski
Lucía Kuschinski En busca del propósito de vida / Lucía Kuschinski . - 2a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6439-9
1. Autoayuda. I. Título. CDD 158.1
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Nota: Todos los pasajes bíblicos que se utilizaron en este libro se tomaron de la Biblia Reina Valera 1960.
Dedicatoria
Agradecimientos
Nota aclaratoria y otros agradecimientos.
Introducción
Capítulo 1 - El propósito de vida
Capítulo 2 - Un proposito Integral
Capítulo 3 - Descubriendo nuestro propósito de vida
Capítulo 4 - Bases para desarrollar nuestro propósito
Capítulo 5 - Olvido lo que queda atrás
Capítulo 6 - Refuerzo mi identidad
Capítulo 7 - Aprendo a dominarme y a ser equilibrado
Capítulo 8 - Desarrollo una buena actitud
Capítulo 9 - Aprovecho bien mí tiempo
Capítulo 10 - Utilizo al máximo mi capacidad
Capítulo 11 - Persevero hasta obtener el éxito
Capítulo 12 - Mejoro mi relación con Dios
Capítulo 13 - El proyecto de Dios, llamado hombre
Capítulo 14 - Doy forma a mi proyecto de vida
1. Proyecto de creación
2. Proyectos de adquisición
3. Proyecto de servicio
4. Proyecto de superación o crecimiento
Conclusión
Este libro está dedicado con amor y gratitud profunda a mi amada familia. A Carlos Kuschinski, mi querido esposo, por su apoyo incondicional y constante motivación. A mis hijos amados: Carolina, David y Danna Gabriela, gracias por su entusiasmo y colaboración en este proyecto. Su apoyo y energía hicieron posible su realización.
Agradezco profundamente a Dios, que por medio de su Espíritu Santo, me iluminó con su sabiduría, guía y amor en cada paso de este proyecto.
También quiero expresar mi profundo agradecimiento a mis padres, Eduardo y Evidelia Prieto, por su amor incondicional, sus enseñanzas valiosas y sus oraciones constantes, que me sostuvieron en momentos difíciles.
Y a mi hermano Leo, gracias por su apoyo y colaboración, que han sido fundamentales para hacer posible la publicación de este libro.
Nota: Esta segunda edición es una actualización y revisión de la publicación original, y quiero reiterar mi agradecimiento a todas las personas que han contribuido a la realización de este libro.
¡Gracias por ser instrumentos de Dios en mi vida!
Quiero expresar mi gratitud a los siervos de Dios que compartieron su sabiduría en seminarios y conferencias sobre visión y metas claras, a los conferencistas motivacionales y desarrolladores de empresas que tuve el privilegio de escuchar en eventos corporativos. Sus valiosos aportes me inspiraron y me brindaron ideas clave que luego desarrollé en este libro.
Las notas que tomé en cada evento fueron el punto de partida para escribir este libro. En ellas capturé conceptos y principios que luego expandí con la ayuda de recursos y herramientas de investigación, y complementé con mi propia experiencia vivida.
¿Sabes cuál es el propósito de tu vida?
En un mundo lleno de desafíos y cambios constantes, es fácil perder de vista lo que verdaderamente importa. Pero imagina por un momento… ¿Qué pasaría si pudieras descubrir tu propósito en la vida? ¿Y si además, pudieras unificar tu propósito personal con el propósito Divino?
Este libro es un llamado a reflexionar sobre tu vida y una invitación a emprender un viaje de descubrimiento para encontrar tú propósito.
A través de mis propias experiencias y desafíos, he descubierto la importancia vital de tener un propósito en la vida. Y quiero compartir contigo lo que he aprendido. Juntamente, podrás descubrir cómo unificar tu propósito al propósito Divino, para manifestar a través de tus acciones la gloria de Dios en este mundo. Descubrirás cómo vivir una vida plena y significativa, que trascienda las circunstancias y te permita hacer una diferencia positiva en el mundo que te rodea.
Mi objetivo es inspirarte a encontrar tu propio propósito y a vivir una vida que refleje la gloria de Dios. No importa quién seas o dónde estés en tu camino, este libro te ofrece una oportunidad para reflexionar, crecer y descubrir tu propósito en esta vida.
¡Únete a este viaje de descubrimiento y transformación!
Durante el transcurso de una gran parte de mi vida observé el comportamiento de muchas personas, incluso de algunas conocidas, y noté que se marcaba en ellas una gran diferencia en la forma de conducir sus vidas.
Por una parte, veía a quienes parecían tener todo bien proyectado y tenían un plan de acción que los llevaba a saber qué hacer con sus vidas, hombres y mujeres bien estructurados con metas claras y muy bien trazadas. Ellos luchaban por conseguir lo que deseaban, y lo lograban. Según mi parecer ¡Eran muy exitosos!
Por otra parte, también encontré otro tipo de personas cuya forma de vivir era más simple. Cada día parecía ser uno más para ellos, sin un propósito claro, sin metas ni objetivos definidos. Vivían el día a día sin parecerles importante el querer hacer algo significativo con su vida o alcanzar algún objetivo. Tal vez, inconscientemente, estaban tan conformes que no sentían el ánimo de progresar en su trabajo, su hogar, su relación de pareja o con sus hijos. No parecían tener el deseo de mejorar o adquirir conocimiento para superar lo ya logrado.
Me hice unas preguntas: ¿Por qué existe esta diferencia tan marcada entre estos dos tipos de personas? Y, más importante aún, ¿a cuál de estos dos grupos pertenezco? Esta reflexión me llevó a cuestionar mis propias motivaciones y objetivos.
Después de muchos años de inconformidad con esta situación hallé la respuesta que estaba buscando, que no fue para nada de mi agrado. Al evaluar mi vida, me di cuenta que había estado viviendo de manera monótona, sin propósito. Me había acostumbrado a basar mi bienestar en alguien más para satisfacer mis necesidades ¡Era una persona totalmente dependiente! Y a ese punto, no me parecía importante lograr mis objetivos, ni me interesaba buscar el propósito de mi vida. Vivía de manera simple y sin tener ningún interés en mi realización personal, existía para cumplir las metas y propósitos de alguien más.
Aunque mi vida estaba llena de actividades, había perdido de vista mi propio propósito. Porque además de cuidar mi hogar, gestionaba negocios familiares, dirigía una empresa de procesamiento de datos y participaba activamente en la iglesia como líder del equipo de consejeros. También trabajaba como voluntaria en entidades sin ánimo de lucro. Sin embargo, bajo la apariencia de una vida plena, había abandonado mi propio crecimiento personal. Me di cuenta que había sacrificado mi realización propia por creer que buscar mi propio propósito era egoísta o innecesario.
La respuesta a mi interrogante era obvia: necesitaba tener un plan de vida, descubrir mi potencial, vivir de acuerdo con el plan de Dios para mí, que era tener una vida exitosa y feliz, sintiéndome importante en Dios, cómoda conmigo misma, así estaría óptima para lograr mi designio. Porque hasta ese momento desconocía la importancia de realizar algo claro y útil con mi vida; mi satisfacción y mi estabilidad dependían de otros.
Lógicamente tuve que empezar a ver las cosas como eran, la pregunta era clara: ¿Qué pasos he dado para que el legado de mi existencia perdure? Y aunque estaba dedicada al altruismo y a servir a los demás, la respuesta era la misma: ¡Nada! Mi vida pendía de otros. Tal vez malentendiendo la enseñanza en la iglesia, había permitido que hasta mis decisiones más personales las tomaran terceros por mí, no había entendido que el plan de Dios para mi vida debía ejecutarlo yo de manera personal. Y aunque debemos luchar por la unidad y armonía familiar, Dios nunca pediría de nosotros el hacernos holgazanes, dependientes de alguien más, olvidando caminar con la responsabilidad de ser administradores de los dones y talentos entregados por Dios.
Siempre he sido una persona muy creativa, con infinidad de sueños y planes al futuro. El problema se presenta cuando trato de realizarlos. Ahí, en ese momento, el miedo, la falta de un apoyo, y evidentemente mi disciplina y compromiso –que nunca habían sido desarrolladas por causa de mi dependencia–, hacía que solo se quedaran en ilusiones y planes; por ello crecían en mí la frustración y el enojo hasta el punto de que llegué a catalogarme de cobarde e incompetente.
Fue mucho tiempo después de servir en la iglesia que un día decidí enfrentar “el terrible temor” a hablar en público, me invitaron a hablarle a un grupo de damas de la congregación. Para el efecto, me cercioré de que fuera un día en que no asistieran muchas mujeres. Sí, el lunes sería mi aliado en esta prueba, se hizo poca publicidad del evento, y parecía que hasta Dios estaba de mi parte para que no asistieran. ¡Llovió toda la tarde! Pensé que debido a la lluvia acudirían solamente unas pocas personas, pero al llegar a la iglesia, ¡oh sorpresa!, el auditorio estaba lleno, y allí es muy común que se reúnan hasta mil personas.
De repente, comencé a sentir que mi responsabilidad crecía a pasos agigantados, porque estas mujeres estaban allí con su cabello hecho un desastre y con su maquillaje corrido, completamente empapadas por la lluvia. Y… si asistieron aun con tanta lluvia, para escuchar mi exposición ¡yo no las podía defraudar! En ese momento me di cuenta de lo extremadamente grande que era el reto que tenía delante de mí.
Me paré al frente de esta multitud y sentí mi corazón desfallecer, pero en mi mente decía: “No desperdicies esta gran oportunidad”. Sabía que Dios la había diseñado para mí, y esta sería parte de la realización de mi sueño, pero de mí dependía aceptarla o rechazarla. Es que hablar en público no ha sido nunca mi fuerte, por este motivo, en muchas ocasiones con anterioridad a este evento, solía desertar ante los retos que esto implicaba. Es decir, la mayoría de veces, por temor, yo evadía el compromiso en el último momento. Creo que, ante tal responsabilidad, esto hubiese sido definitivo y muy decisivo, porque tal vez nunca volvería a presentarse una ocasión igual que me desafiara de tal manera.
Las oportunidades que desaprovechamos nunca se pierden, simplemente nosotros las dejamos pasar; si alguien se atreve a tomarlas, las hará funcionar para su beneficio. Es por eso que vemos personas que parecen tener más “suerte” que nosotros, pero yo considero –y estoy segura de ello– que solamente supieron aprovechar las circunstancias, muchas de las que posiblemente nosotros mismos dejamos escapar.
Miremos lo que la Biblia enseña sobre este tema: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera ni la guerra de los fuertes ni aun de los sabios el pan ni de los prudentes las riquezas ni de los elocuentes el favor, sino que tiempo y ocasión acontecen a todos” (Eclesiastés 9:11). Qué gran revelación la de Dios por intermedio del rey Salomón. Tiempo y ocasión acontecen a todos. A cada uno de nosotros, sin importar lo talentosos o carismáticos que seamos, Dios le da un tiempo y una ocasión para realizar el propósito de vida.
Es decir, que el logro de tal oportunidad, solo dependerá del entusiasmo que le pongamos para querer realizarlo.
Retomando la historia de la conferencia de mujeres, aquella noche estaba paralizada por el miedo, la voz y las piernas me temblaban, pensaba que me iba a desvanecer y que no podría articular ninguna palabra, el temor era tan abrumador, que apenas podía respirar.
Al mirar desde la tarima, vi una multitud de rostros expectantes. Ver sus ojos sobre mí era una sensación abrumadora. Mil personas, dos mil ojos observándome. Me sentí invadida por el pánico, convenciéndome que todos estaban allí para criticarme. (Es curioso como el miedo puede distorsionar nuestra percepción, nos hace ver y sentir cosas que no son reales, solo el que se encuentra invadido por el temor las siente o las advierte).
En ese momento supe que debía superar mi miedo. ¡Era el gran desafío que tenía que vencer! Ya estaba allí y mis dos opciones eran claras: huyo o enfrento la situación. Opté por la segunda.
En busca de fortaleza, recurrí a mi fe y le pedí a Dios que me ayudara. Me convencí de que podía hacerlo, o al menos intentarlo. Esta vez no podía fallar. Tomé una profunda respiración, reuní mis fuerzas y me preparé para comenzar la conferencia, ¡Esta vez lo haría! En medio de este torbellino de emociones, sentí la presencia reconfortante de Dios, por medio de su Espíritu. Poco a poco, mi ansiedad se disipó, noté que en la medida en que abría mi boca, las palabras fluían libremente, capturando la atención del público de manera impactante, ¡Dios honró su promesa de estar conmigo! A causa de mi inexperiencia, los sesenta minutos disponibles para la conferencia, se convirtieron en ciento veinte, sin que me percatara del tiempo. Lo más gratificante fue ver al público completamente absorto, sin que ninguna mujer se moviera de su silla. Luego recibí los más sentidos aplausos de un público que se había conectado profundamente con mi mensaje. Este logro marcó el primer paso en la búsqueda de mi propósito.
Descubrí que mi vida necesitaba una realización propia, un sentido que trascendiera las expectativas ajenas. ¡Necesitaba un propósito de vida!
Entendí que el propósito de vida es la razón fundamental por la que existimos. Es el sentido que da dirección y significado a nuestra existencia. Es lo que nos motiva, nos inspira y nos da la energía para vivir una vida plena, auténtica y satisfactoria. Es el norte que nos guía, el faro que nos ilumina y el ancla que nos sostiene en medio de las tormentas de la vida.
Atreverme a pesar del miedo, fue el punto de partida de un profundo viaje interior, donde tomé la decisión consiente de darle un propósito y significado a mi vida.
Para enfatizar el objetivo de este capítulo es necesario entender cuál es en realidad tu meta mientras desarrollas tu vida. Por experiencia, he observado que la Iglesia cristiana a menudo limita este concepto a un significado exclusivamente espiritual, enseñando a los creyentes que solamente tenemos un designio eterno diseñado por Dios, que debe cumplirse sirviendo en un ministerio eclesiástico. Sin embargo, quiero destacar que Dios quiere que su propósito en ti sea desarrollado de manera integral, no solo en el área espiritual. “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 de Juan 2)
Dios quiere que te realices en todas las áreas de tu vida: Personal, espiritual, profesional y emocional. Él quiere que alcances tus objetivos y metas, que optimices tus habilidades y talentos, experimentando un desarrollo continuo. Al depender de la guía Divina para tu realización personal, podrás manifestar el propósito de Dios en tu vida, en todos los niveles. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, fue diseñado con un propósito eterno: Manifestar la gloria de Dios por medio de sus actos o acciones. Además, Dios lo dotó de dones y talentos únicos para que realizara su propio propósito. La unión de estos dos propósitos permite al ser humano descubrir el significado total y el sentido de su vida.
En Génesis 1:28 encontramos la bendición que dio Dios a la Raza humana. La Biblia dice así: “Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos…”. Tomemos solo esta pequeña parte de este verso y profundicemos para entender parte de los planes de Dios al crearnos. Él dijo: fructificad. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) fructificar, es dar fruto, producir buen resultado; pero, no podemos producir buenos resultados en nuestra vida, si carecemos de un plan claro.
Cuando no asumimos como nuestros los desafíos de la vida sino vivimos una vida monótona y vacía y tal vez dependiente de otros, hacemos que no se cumpla la razón por la que fuimos creados, o sea que, en el plan de desarrollo de nuestra vida, cuando Dios nos formó, estaba incluido que fuéramos productivos. Ignorar esta orden de Dios nos ha dejado frustración y nos ha causado amargura, angustia, depresión y desolación.
Al volvernos improductivos somos infructíferos y estamos negando nuestra esencia, nuestra base, estamos perdiendo el propósito de nuestra vida. Sin embargo, para lograr este plan Divino tan importante para nosotros, necesitaremos tener un plan o proyecto, un propósito claro que nos indique qué es lo que vamos a producir: esto debe ser integral abarcando todos los aspectos de tu vida.
Existe una distinción fundamental entre “una vida con propósito” y “un propósito de vida”. Aunque están interconectados, cada concepto tiene su significado único. En la vida con propósito, entendemos que Dios me creó para ser un ser espiritual, a su imagen y semejanza. Mi propósito fundamental es mantener una conexión continua con Él, manifestando su esencia a través de mis acciones y decisiones. ¡Esta es la razón por la que fui creado!
Por otro lado, el propósito de vida se refiere a la razón personal que yo le doy a mi existencia. Dios me dio la capacidad de desarrollar mis talentos y dones, elegir y decidir qué me apasiona y qué quiero lograr en la vida. Es la justificación que yo le doy a mi vida, aprovechando al máximo mi talento con el que nací en la ocupación u oficio que decida ejercer, para vivir siendo productivo.
Entiendo que Dios es la base fundamental de mi vida y debe ser mi prioridad. Sin embargo, una experiencia transformadora me enseñó la importancia de tener objetivos personales. Un día, me desperté sin nada: familia, empresa, trabajo, iglesia, amigos, estabilidad. ¡Todo se había derrumbado! En ese momento de vacío y desesperanza, comprendí que necesitaba un proyecto propio. Atravesé dificultades extremas y tuve que asumir el reto de superarlas con escasos recursos, debido a que mí vida carecía de un propósito propio y claro.
Todo ser humano por humilde que sea, debe tener un propósito en su vida. Usted necesita ser fructífero, dar mucho fruto, desarrollar los dones o habilidades recibidos, porque allí encontrará su realización personal y su plenitud. De esta manera estará listo para bendecir a muchos con su existencia, cumpliendo a la vez su propósito en Dios. “La mano de los diligentes gobernará, pero la pereza hará tributario” (Proverbios 12: 24) Necesitamos llegar a ser útiles, productivos, sin estar en manos de nadie más que de Dios y de nuestro compromiso para sentirnos realizados y felices.
Cuando me comprometo a buscar y desarrollar el propósito de mi vida, entiendo que debo estar dispuesto a hacer cambios significativos en mi proceso de crecimiento. Esto implica equilibrar mis emociones, adquirir madurez, superar traumas del pasado, perdonar y sanar mis heridas para seguir adelante con libertad y propósito. Este compromiso personal es un viaje de desarrollo integral, donde busco crecer física, emocional y espiritualmente. Mi objetivo es llegar a un nivel en el que la esencia de Dios se refleje en mis acciones y decisiones. En este proceso, también desarrollo mis dones y talentos, y al consagrarlos y rendirlos al Señor, uno mi proyecto de vida con el propósito Divino.
Allí, en ese lugar de entrega y obediencia, es donde se manifestará la gloria de Dios en mí. Cuando alineamos nuestro propósito de vida con el propósito de Dios al crearnos (Manifestar su gloria en este mundo, por medio de nuestras acciones) desarrollándonos en lo que somos buenos, realizamos cosas maravillosas con su guía y en plena comunión con Él. Esto nos permite vivir una vida exitosa, llena de significado y propósito, manifestando continuamente la esencia de nuestro Creador en cada paso de nuestra existencia.
Como este libro está dedicado a ampliar el concepto de cómo tener un propósito de vida, para facilitar el entendimiento de lo que este debe ser, me gustaría que desglosemos en detalle la definición de expresiones clave en su contenido. Comencemos con la palabra propósito: según el diccionario ya citado representa la determinación firme de hacer algo, y también denota un objetivo que se pretende alcanzar. De este modo, podemos decir por definición, que es el “ánimo o la intención” de hacer o de no hacer algo; esta intención es determinada, de manera voluntaria y deliberada, teniendo un objetivo como mira que se pretende conseguir.
Una excelente definición –también tomada del mismo diccionario–, asegura que en griego se usa la palabra telos que significa tener la voluntad, la fuerza de poder hacer algo. Usualmente cuando se habla de sueños, metas o aspiraciones, la expresión traduce que todo tiene un objetivo final o una manera de determinar si se logró o no el objetivo.
En virtud de lo anterior, tener un propósito de vida sería la forma de establecer si yo soy constante y puedo llevar a cabo mi proyecto y cumplir con las metas trazadas, porque cuando no tengo un propósito tampoco sé cómo medirme o exigirme para llegar a su cumplimiento.
Creo que la confusión se puede generar al tratar de asumir que “tener una vida con propósito” y tener un propósito en la vida son lo mismo. Como vimos antes, la primera se refiere al hecho de que todos nacemos con un plan diseñado por el Creador y es nuestra responsabilidad buscar, conocer y desarrollar nuestra área espiritual si deseamos una conexión y completa comunión con Dios, manifestando por medio de nuestras acciones, la naturaleza de Dios, buscando además una eternidad con Él.
La segunda usualmente se refiere a las muchas acciones y decisiones que cada persona debe tomar en el transcurso de su vida para hacerla útil y productiva. Comúnmente se centra en la obtención exitosa de logros humanos, objetivos y metas personales, que pueden ser a corto, mediano o largo plazo. También mide el grado de carácter, compromiso, disciplina, tenacidad y productividad que yo pueda alcanzar, desarrollando y potenciando mi capacidad para tal fin.
Lo definimos anteriormente como la acción responsable que cada uno debe tener con su vida, la medición y obtención de logros, objetivos y metas personales. Esto es madurez y autodisciplina.
Afirma el dicho popular: “El que no sabe para dónde va, cualquier tren le sirve”.
Es muy importante que hagas un alto en el camino, que definas claramente qué es lo que quieres hacer, en qué área puedes ser útil a la sociedad, qué te apasiona hacer y cuál es la razón de tu existir. Solo así le darás un giro diferente a tu vida porque dejarás de depender de otros, de sentirte inútil e inconforme, y comenzarás a disfrutar de tu propio propósito.
También se ha confundido propósito con fama, grandeza y riquezas; pensando que somos exitosos dependiendo de la circunstancia que atravesemos en el momento. Pero, tener una vida con propósito no está ligado a las situaciones que nos rodean; hay razones para vivir realizado y que no necesariamente se relacionan con una solvencia económica, académica o cualquier otra situación. Tampoco se trata de perseguir la perfección absoluta sin equivocarnos.
Tener propósito implica comprometernos a crecer emocionalmente, desarrollando nuestra autoconciencia y disciplina. Esto nos permite controlar nuestras acciones y avanzar hacia metas exitosas, cultivando una vida plena, satisfactoria y llena de propósito. Este concepto se extiende también a nuestra relación con Dios, ya que al buscar su guía, podemos: Descubrir nuestra verdadera identidad y como resultado nuestro propósito. Desarrollar una fe más profunda y confiada. Vivir una vida más intencional y significativa. Superar obstáculos y desafíos con perseverancia por medio de la fe. Experimentar paz y satisfacción en nuestra relación con Él. “Porque yo sé los planes que tengo para ti, dice el Señor, planes de bien y no de mal, planes de darles un futuro y una esperanza.” (Jeremías 29:11)
Cuando decidí comenzar a tener un propósito de vida, Dios ocupó el papel más importante para lograr obtener un alto grado de compromiso y disciplina conmigo misma, ya que uno de los obstáculos más grandes que afrontaba era el temor ocasionado por mi baja estima, tal vez creyendo que sería incapaz de realizar algo por mis propios medios.
Un verso de la Biblia que me sirvió de mucha inspiración–como un reto personal que se me imponía– fue la palabra dicha a Josué: “Esfuérzate y sé valiente, no temas ni desmayes” (Josué 1:9).
Este mandato de Dios para Josué es el mismo hoy, cuando quieras asumir tus retos. Porque tu realización personal exige una vida con esfuerzo, valentía, disciplina y perseverancia. Esforzarte es ponerle ganas, meterle empuje, dejar la comodidad de la rutina diaria, es luchar hasta contigo mismo para lograr lo que quieres. Tú eres el mayor enemigo de tu propósito de vida, cuando por tu negligencia, complejos y miedos, desistes de tus metas.
Es muy común la comparación que considera la gran diferencia de actitud que hay entre el cobarde y el valiente, esta radica en su actitud frente al miedo. Ambos sienten temor, pero el valiente lo vence y se atreve a asumir los retos, comprometiéndose con su causa. Por otro lado, el cobarde se deja vencer por el miedo, evade los desafíos, se escapa de ellos y busca excusas para negar sus temores y evitar enfrentarlos.
El temor trasciende el ámbito del pensamiento y se convierte en una experiencia emocional intensa que impacta nuestra vida y nuestras emociones. Cuando sentimos miedo, nuestro cuerpo reacciona de manera automática, manifestando síntomas como sudoración, dificultad para respirar, temblor en la voz y debilidad en las piernas. Esta respuesta fisiológica puede ser abrumadora, provocando un estado de ansiedad y malestar que puede llegar a ser incapacitante.
Por esta razón, Dios manda que no permitamos que este sentimiento nos domine, porque la única forma de vencerlo es hacerle frente. Por mi fe, esa fuerza para vencer el temor, la encuentro en la promesa de Dios: “Yo estaré contigo donde quiera que tú vayas”. ¡Qué extraordinaria promesa!, si nosotros nos decidimos a actuar, Él se compromete a acompañarnos en el camino, podemos tener la seguridad de que ya no estamos solos luchando por nuestro propósito.
Imagina un auto potente y nuevo, pero con el tanque vacío. Aunque tenga un diseño impresionante, no podrá moverse sin combustible ¡Lo necesita para avanzar! De la misma manera, sin un propósito claro, nuestras vidas pueden estar estancadas. Pero, cuando encontramos nuestro propósito, podemos superar obstáculos y alcanzar nuestros objetivos, porque el propósito de vida es como el combustible que impulsa nuestras metas y aspiraciones. El propósito de vida es el impulsor fundamental que nos pone en marcha, incluso ayudándonos a vencer nuestro temor.
Reflexiona sobre tu vida hasta este momento. ¿Ha sido productiva y fructífera? ¿Tienes un propósito claro que te guíe? ¿Cuál es? ¿Tienes el combustible necesario para mantener tu motor en funcionamiento?
O quizás, después de dejarlo inactivo durante mucho tiempo, tu motor se ha quedado sin combustible, se ha deteriorado y ahora dependes del impulso de los demás. Es hora de evaluar y redefinir tu propósito.