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Gustavo Ramírez

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Beschreibung

"Una Nación que deja hacer por otra, una navegación que hacer por sí misma, compromete su futuro y el bienestar de su pueblo". "La abundancia de los buenos puertos en un Estado es uno de los mayores incentivos para navegación, porque la facilidad de una empresa, la multiplica evidentemente: Así es una perfecta igualdad, la nación que posee el mayor número de puertos, debe hacer el mayor comercio". "Qué más digno objeto de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes; que este se adquiere en un país cuando se atiende a sus circunstancias y se examinan bien los medios de hacerlo prosperar". Manuel Belgrano

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GUSTAVO RAMÍREZ

En tiempo presente

Ensayo periodístico sobre las luchas Portuarias, la Marina Mercante y la Industria Naval de la República Argentina

Ramírez, GustavoEn tiempo presente / Gustavo Ramírez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4068-3

1. Narrativa. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Autor: Gustavo Ramírez Idea: Gustavo Ramírez – Martín Tomassini Producción: Martín Tomassini Fotografías de tapa: Octavio Martin Diseño de tapa: Andrea Sánchez

Tabla de contenidos

Prólogo

Introducción

Capítulo I - EL PUERTO

En el puerto de buenos aires nadie se salva solohistoria de una lucha 2018-2020

Introducción

Capital e ideología en el transcurso histórico

Resistencia, organización, unidad y lucha, la construcción del triunfo de los trabajadores portuarios

Con el bombo y la palabra

En el Puerto Federal de Buenos Aires Nadie se salva solo

Capítulo II - LA INDUSTRIA NAVAL

La aldea de los cerdos

Arrogancia Salvaje

Consciente colectivo

Capítulo III - LA MARINA MERCANTE

Inconsciente Colectivo

Tarea fina

Allí donde alcé mi rabia

No me olvides

Capítulo VI - LA HIDROVÍA

Moneda de cambio

Sobran discursos y faltan políticas

Por un puñado de dólares

La vía navegable troncal como epicentro de la disputa geopolítica

Anexo

La realidad imposible

Geopolítica y cultura del olvido

“La fuerza es el derecho de las bestias”

Agradecimientos

bibliografía

A mi hijo, Valentín. A mi nieto, Luciano.

A mis hijas, Solange, Nicole, Julieta y Martina.

A mi compañera, Andrea.

Ensayo social-cultural y políticode las Organizaciones Sindicales Marítimas, Portuarias y de la Industria Naval

“Los pueblos que carecen de organización pueden ser sometidos a cualquier tiranía. Si se tiraniza lo inorgánico, pero es imposible tiranizar lo organizado. Además, como una vez expresé, la organización es lo único que va más allá del tiempo y triunfa sobre él… No hay pueblo capaz de libre decisión cuando la áspera garra de la dependencia lo constriñe. De ahí que comunidad organizada significa, en última instancia, comunidad liberada”

Juan Domingo Perón

“La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”

Papa Francisco

“Hacer historia significa, ante todo, poner en juego la verdad del presente”

Rodolfo Kusch

“Una Nación que deja hacer por otra una navegación que hacer por sí misma, compromete su futuro y el bienestar de su pueblo”

Juan Manuel Belgrano

prólogo

Este ensayo realizado por Martín Tomassini y Gustavo Ramírez recoge las luchas de nuestro colectivo dentro de un área estratégica para el interés nacional.

Desde los ’90 ninguna gestión gubernamental abordó seriamente el vulnerable cuadro que representan los diversos sectores vinculados al comercio exterior.

Argentina carece de una política soberana en materia portuaria, de navegación interior, en el desarrollo de la industria naval y la pesca.

Después del tsunami neoliberal nadie se animó a reconstruir con coraje lo que alguna vez fue el orgullo en los mares ni a controlar eficazmente el sistema portuario.

Entonces, fundamos el mediocre y raquítico modelo de gestión poblado de normas decididamente malas para el fortalecimiento del país y su vínculo con el mercado internacional.

Parece ser que la dirigencia política apenas puede tomar un poder prestado desde afuera y aprender a ser yunque porque el martillo lo tienen otros. No queda otra…

Todo el problema está reducido a esa frase: “No queda otra…”.

En consecuencia todo el proceso, aún el mejor de Néstor Kirchner puede haber tenido giros, matices, algunas luces en sustancia todos irrelevantes para recuperar soberanía.

No hay bodega nacional, hay transformaciones portuarias demoradas, depredación en nuestras aguas, industria naval sin plan.

Yo quiero que se entienda, no hago un señalamiento moral, la moral es hija del proyecto político y eso es lo que está ausente.

La lucha que describen los compañeros es el derrotero de esa puja por hacer prevalecer el supremo bien de la Nación.

Si leemos bien, el reclamo es político, profundamente patriótico, porque los sindicatos no lo reducimos al orden matemático; no todo es suma, resta o ganancias; ¿acaso no hemos visto a sucesivos funcionarios repitiendo como loros lo relativo a la eficacia?

“Los peronistas nos hacemos cargo porque no le escapamos a los problemas”, dicen.

Pero el ejercicio de una política pública para el área es otra cosa, es crear un área de mejor logística al servicio del país, crear implica reformular lo que está.

Por eso si queremos algo mejor hay que apartarse de ese eslogan y ser consecuentes con las demandas de quienes trabajan en muelles, canales, astilleros, elevadores y aguas del mar argentino, algo de eso expresan estas páginas.

Juan Carlos Schmid

Introducción

“Yo estaré con ellos, con Perón y con mi Pueblo, para pelear contra la oligarquía vendepatria y farsante, contra la raza maldita de los explotadores y de los mercaderes de los pueblos”.

Evita

Hay mitos políticos que se afirman en la propagación del sentido común, que no es más que el paradigma del pensamiento hegemónico resuelto en la colonización cultural. El enclave marítimo, portuario y naval se suele observar, por agentes externos a la actividad, desde la perspectiva de naturalización de esa mirada política que queda aplastada bajo el peso de las connotaciones ideológicas. La sobre-ideologización de dicha mirada se adosa al statu quo como simple manera de justificar lo que es sin alteración en ningún sentido. La mirada cómoda, adormecida y la retórica discursiva descompaginan la perspectiva histórica y se adosan al confortable estatus de la quietud.

En el año 2021, en el escenario de las elecciones de medio término, diversos candidatos y candidatas a legisladores por el Frente de Todos, visitaron las instalaciones del Complejo Industrial Naval Argentino ubicado en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. Muchos de ellos, cuando ingresaron a las instalaciones del astillero Almirante Storni, evidenciaron su sorpresa y al mismo tiempo desnudaron el esqueleto elemental de su desconocimiento sobre un ámbito productivo vital para la economía nacional.

Por entonces nos llamó la atención que desde “la política” del campo nacional y popular, muchos representantes no tuvieran presente el enclave industrial que fue creado en 2010 por la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré. Tampoco tenían en claro que dicha creación implicó la fusión del Astillero Tandanor con el Storni, ni que en 2007 el presidente Néstor Kirchner había reestatizado por decreto al primero de ellos. Los actuales legisladores tampoco estaban al tanto que durante el gobierno neoliberal de Mauricio Macri se desató, contra los trabajadores del astillero insignia, una feroz represión tras una ola de despidos. Tiempo después algunos de ellos volvieron a realizar alguna visita ocasional al Complejo o incluso a la Isla Demarchi, la mayoría archivó su visita en los cajones vacíos de la memoria de corto plazo.

Lo que nos alertó es ese agujero negro que genera el campo político a partir del interés electoral, momentáneo y fugaz. Al mismo tiempo, este tipo de acciones tienen arraigo cultural. La frase dice que no hay posibilidad que se defienda aquello que no se conoce ni se siente como propio. Ese es uno los factores principales de la derrota política que se cierne sobre nosotros en estos tiempos: la impronta selectiva de la batalla cultural. La industria naval, la operativa portuaria, nuestras vías navegables, nuestra marina mercante, e incluso nuestro territorio marítimo, parecen vivir desprendidos del resto del conjunto social. Esto no solamente ocurre por el emplazamiento geográfico de las unidades de servicio y de los complejos operativos que se encuentran en las periferias urbanas, sino también, porque el “tema” no está en la agenda política nacional.

Como cínica metáfora el mito de lo político es dejar en manos de la profesionalidad la solución de conflictos que se han generado a partir de la imposición de estructuras que solo sirvieron para dañar el casco del barco. La compostura del mismo solo ha servido para justificar los procesos de ejecuciones políticas que, desde los ’90 hasta el momento, solo funcionaron como parches. No se trató de enmendar la historia. Con ese arrastre el presente se columpia entre mojones que adornan actas y resoluciones pero que no destraban las amenazas que se ciernen sobre la actividad. Esto deja al descubierto que no se conoce el campo de batalla en toda su extensión. Por lo que se parcela la acción.

Esta no hace más que deambular sobre un mar muerto con un barco fantasma. El fallo en la ejecución política ralentiza la transformación necesaria y determinante que se necesita para cambiar las reglas de juego y derribar los mitos políticos. Lo que hay es lo que es, pero ello, aun cuando se presente como una verdad absoluta, no es tal. La verdad no está en los escritorios de los organismos de control o de ejecución. La verdad está en la carne de cada trabajador, de cada trabajadora y es respaldado por los hechos históricos.

La necedad ideológica de esta praxis política deja de lado que nadie se puede echar al agua sin un plan de navegación. Lo que esto encubre es que en un futuro, no muy lejano, el único destino posible es el naufragio. Sin embargo, la evidencia cotidiana demuestra que son los sectores populares, evadidos de la profesionalidad política burocratizada, los que en cada acción ponen en discusión un proyecto de país. Y eso es lo que se refleja en este libro.

¿Esto quiere decir que hay que prescindir de la política? Las y los trabajadores, sus organizaciones sindicales, aseguran que no porque todo el tiempo hacen política. Si el sector no se ha hundido es porque en Argentina todavía las y los representantes de la clase trabajadora, con sus contradicciones y sus propias disputas internas, han mantenido a flote al sector. Solo basta con observar lo que ocurrió durante la pandemia.

Los proyectos partidocráticos suelen circunscribir su margen de acción a la visión que comparten de la realidad social que miran de costado. Muchas han sido las charlas que hemos compartido con compañeros del campo sindical y militante al respecto. Sobre todo, cuando entendemos que esos proyectos se alejan de las bases en la medida que ideológicamente adhieren a programas socialdemócratas y no peronistas.

Este libro surgió como respuesta a esta manifestación política. La que está cerca de las fotos coyunturales y que prescinde de lo película del programa de liberación nacional. Cuando con Martín Tomassini, productor de este trabajo, cerramos la idea de conformar un texto como el que aquí presentamos, partimos de la idea de la invisibilidad que padecen las y los trabajadores portuarios, marítimos y navales. Su lucha está inscripta en las paredes de la vivencia cotidiana, en la experiencia comunitaria que representa la organización sindical que los nuclea, en el sentido de pertenencia que los convierte en una unidad tan imprescindible como inquebrantable.

Coincidimos con Martín en resaltar que el último bastión de Comunidad Organizada, en contraposición a los postulados neoliberales que gravitan entre los canales culturales y sociales, están resguardados por la integridad y organicidad de las y los trabajadores encuadrados en el Movimiento Obrero y en los Movimientos Populares.

El trabajo que presentamos trata de aunar criterios políticos con las luchas sociales que llevaron adelante las y los trabajadores del sector como proceso de resistencia al avance propuesto por las políticas destructivas neoliberales, pero también como advertencia hacia aquellos actores que pretenden desarticular el Movimiento Nacional al reducirlo a una expresión atemporal, tanto como anacrónica, en función de establecer pigmentos de proyectos que se pretenden superadores de la experiencia de liberación que significó el peronismo.

Consideramos que estos actores y sus elementos son retardatarios en la medida que operan para subordinar a las fuerzas de las organizaciones libres del pueblo, que son en definitiva, las que han copado las calles cuando el macrismo trató de imponer transformaciones de fondo y también cuando hubo que apoyar al gobierno del Frente de Todos, a pesar de que en el armado partidocrático se las dejó afuera.

Por otro lado, creemos que los procesos de lucha son, al mismo tiempo, instancias de refundamentación del programa nacional. Detrás de la lucha sindical, popular, existe un proyecto de país que se contrapone a cualquier circunstancia de coyuntura. Este proyecto tiene su germen en la cultura del trabajo como núcleo vertebrador de la organización social. Todo ataque a su organicidad representa un ataque al proyecto de soberanía nacional y de independencia económica.

Este texto no trata solo de retratar determinados momentos históricos. Es ensayo y testimonio periodístico de una praxis que se inscribe, como afirmamos, en un proyecto de país. La lucha de las y los trabajadores portuarios, la de las y los trabajadores de los astilleros, la de las y los marinos mercantes y la de las y los trabajadores fluviales, no es solo un mero proceso de reivindicaciones sectoriales. Es la lucha por un proyecto de vida que aspira a mejorar las condiciones de existencia del conjunto familiar inclusive. Cuando un laburante se levanta contra las injusticias patronales lo hace también en defensa del futuro de sus hijos e hijas y en memoria de sus antepasados, por sus hermanos y hermanas, por los viejos y por las esposas y esposos, por los que van a venir.

Podríamos afirmar, entonces, que este libro es un ensayo que parte de la experiencia social solidaria y en comunidad que representa la organización sindical para nosotros. No por romantizar las expectativas ni por caer en apriorismos ideológicos, sino porque en dichas organizaciones existen fundamentaciones ontológicas para conformar un proyecto emancipador.

Lógicamente la escritura no es neutral. Nunca lo es. Sobre todo teniendo en cuenta que la organización doctrinaria del peronismo es permanentemente atacada por derecha y por izquierda, entendemos que un proyecto comunicacional (este libro lo es) de la clase trabajadora debe estar confeccionado a partir de los principios doctrinarios del peronismo, por ello este libro nos invita a ubicarnos en los planos históricos. Para contarnos a nosotros mismos desde la experiencia atravesada por los propios protagonistas. Incluso porque periodísticamente, como trabajadores de la comunicación de la clase trabajadora, también hemos vivenciado y experimentado aquello que ahora contamos y analizamos.

Revivir estas experiencias nos permite adentrarnos en la configuración siempre dinámica de la praxis social-cultual y política de las organizaciones sindicales, esa fuerza que por lo general es menospreciada por propios y ajenos. Incluso se puede decir que la visualización de tales luchas está comprimida dentro de un determinado espacio geográfico que pasa desapercibido para el ojo de lo cotidiano. Es que a pesar de referirnos a un polo estratégico, este no siempre encuentra la visualización necesaria para hacer públicas sus demandas que, insistimos, no quedan plasmadas solamente en el plano reivindicativo.

Es por ello que también concebimos este trabajo como una realización colectiva. En ese sentido, el “nadie se salva solo” del Papa Francisco se ha convertido para nosotros en un credo comunicacional. No hay posibilidad de hacer periodismo si no es en solidaridad y en comunidad, tampoco se puede hacer uso del ejercicio de la política aislados del conjunto social y de sus experiencias. A ello se le debe añadir la experiencia personal. Al conocer el ámbito desde adentro, tanto el de la actividad como el sindical, la escritura se expande desde un lugar más activo y no desde el mero del escritor que termina siendo un actor pasivo que todo lo mira como si oteara el horizonte en busca del tiempo perdido.

El periodista debe estar comprometido con la realidad, que es la suya pero también social, desde su sentido de pertenencia, desde su conciencia de clase. Somos trabajadores y no productos de las academias que propagan la colonización pedagógica. Este libro fue posible porque detrás de la escritura está el trabajo de hombres y mujeres que se pusieron al servicio de una causa común que no es otra que la causa de la liberación nacional. No hay periodismo imparcial.

Allí radica nuestra concepción de comunicación, el contar lo que somos, de donde somos y lo que queremos como conjunto socio-político-cultural para el país: La prioridad es poner la comunicación que producimos al servicio de la Comunidad Organizada.

El pueblo es productor de conocimiento, allí radica uno de los principales cimientos de la revolución civilizatoria que llevó adelante el peronismo. Quien no provenga de él, de sus entrañas, de sus vivencias, será un mero narrador de experiencias que no le son propias por lo que corre el riesgo de distorsionar cualquier apreciación a partir de la cristalización ideológica que envuelve al narrador que se ubica fuera del tiempo-espacio del pueblo.

La pretensión, por cierto ambiciosa, de este libro es contribuir a la discusión política y a la construcción de un proyecto de liberación tomando como base del mismo el protagonismo de las y los trabajadores dentro de enclaves estratégicos para la constitución del marco emancipatorio necesario para desprendernos de todo indicio de sujeción colonizante. Lo hacemos desde nuestra mirada que es la que comparte gran parte de la clase trabajadora, aun con matices, entendiendo que no hay realización posible si no hay Comunidad Organizada. Las experiencias, por otro lado, son también estamentos del proceso de enseñanza-aprendizaje y la clase trabajadora, en ese sentido, también tiene mucho para mostrar. Indefectible y necesariamente ellas nos humanizan. Un proyecto comunicacional deshumanizado se aleja de la ética del pueblo, se convierte en significante vacío y de reproducción ideológica de la política de la dependencia.

Contarnos a nosotros mismos fue uno de los objetivos de este libro. Ahora, una vez en sus manos cada lector y cada lectora, serán ellos quienes deben imprimirle el carácter de su lectura e interpretación para que adquiera su verdadero sentido.

Capítulo I

EL PUERTO

Carpa de la Dignidad Portuaria, de los trabajadores portuarios despedidos por la empresa Terminales Río de la Plata. Foto Octavio Martín, agosto 2018.

EN EL PUERTO DE BUENOS AIRES NADIE SE SALVA SOLO HISTORIA DE UNA LUCHA 2018-2020

Introducción

Es necesario comprender cada situación en el marco de su contexto histórico. El desarrollo de los conflictos actuales, aun en el escenario de la crisis desatada en parte por la pandemia de COVID-19, debe ser abordado desde la génesis propia de los acontecimientos. Los mismos están encadenados al devenir de los hechos políticos, sociales, económicos y culturales del país. De la nada, nada viene.

Ahora bien, las luchas sindicales están imbricadas en esta trama histórica. La relevancia del triunfo alcanzado en los últimos tiempos en el Puerto Federal de Buenos Aires cobra un vigor trascendente al situar, dicho logro, en la perspectiva histórica. Se revitaliza y se comprende. Sobre todo porque en primera instancia se rompió con la inercia cultural impuesta, a través de los distintos dispositivos ideológicos, por la matriz cultural del neoliberalismo al servicio de los intereses oligárquicos. Esa colonización del sentido común que lleva a despreciar cualquier ascenso nacional y que se sabe cómoda en la patología de la derrota permanente.

El axioma thatcherista “no hay alternativa”, pregonado con liviandad desde principios de la década de los ’80, ha sido quebrado por la acción conjunta de las fuerzas sociales que obraron en defensa de los intereses nacionales y de la clase trabajadora, en Argentina. Esta no es una expresión grandilocuente, es una realidad efectiva. Que también se puede encontrar en la revisión histórica.

La unidad de concepción y de acción, logradas por los trabajadores, los delegados de base y los dirigentes de la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval con el Gobierno Nacional en representación del Estado, marcó un punto de inflexión para comenzar a subir los peldaños que conducen, en definitiva, a la transformación de los paradigmas vigentes en materia de política portuaria.

No obstante, esta novedosa situación tuvo diversos capítulos que sirvieron (aun con las contradicciones propias que producen los vaivenes de la organización, la resistencia y la lucha) para la construcción de conocimiento. Por un lado, suma de capital político a través de la experiencia, por el otro, lo que redundó en la acumulación –dolorosa a veces– de saberes para confrontar con las amenazas reales del presente. De esta manera también se pudo romper con la fantasmagoría marxista que cae en un pozo ciego al afirmar que la historia se repite como farsa. Este capital político-cultural permitió, en diversos procesos, que se apliquen las estrategias adecuadas para la resolución de conflictos con la mirada puesta más allá de lo sectorial. Esa mirada colectiva consolidó la identidad y conciencia de clase para confrontar con el avance voraz del capital concentrado en el Puerto de Buenos Aires.

El hecho inédito de las luchas encaradas por la FeMPINRA, que hoy lidera Juan Carlos Schmid, radica en la compresión concreta de la trascendencia de los logros obtenidos. ¿Por qué? Precisamente por lo que se señaló en un principio: la ideología neoliberal opera sobre una conjunción de hechos, a través de la aplicación de tácticas que tratan de horadar la unidad social de las organizaciones. El desmembramiento cultural, que produce el impacto de la psicopolítica, apunta a la ruptura de los tejidos sociales afianzados en la solidaridad y en la unidad de concepción, en la medida que se reafirman en constitución de un sentido común sintetizado en el colonialismo cultural.

Aun así, el Movimiento Obrero argentino, a comparación de otros, tiene una naturaleza socio-cultural expresada en el tendido de lazos comunitarios que le permite ir más allá de las reivindicaciones y potenciar su capital cultural, político y social. Por eso, el triunfo en la lucha portuaria debe ser comprendido en toda su dimensión política y hasta económica. De la misma manera que representa, no como signo de la mitología popular sino como logro social en defensa de la soberanía económica y política, una victoria de la clase trabajadora argentina y un símbolo concreto de que la conquista de la Justicia Social es posible, más allá de las coyunturas.

En un mundo globalizado, donde el avance del capital es permanente y dañino, donde la idea escéptica es moneda de cambio para establecer las relaciones de fuerzas, para deprimir las acciones conjuntas, la confianza, la convicción y la unidad de la fuerza de los trabajadores rompe estructuralmente el dominio político, económico y cultural del capital concentrado.

Como afirmó el pensador argentino, Arturo Jauretche: “Lo nacional es lo universal visto por nosotros”. De esta manera, es necesario transmitir esta experiencia gestada en el Puerto de Buenos Aires entre trabajadores, y organizaciones sindicales. Las multinacionales, sus “economías”, no son intocables y están obligadas a recapitular cuando la balanza de relaciones de fuerzas trastoca su soberbia y sus privilegios.

En tal sentido vale pensar junto al autor citado que “la economía es dirigida. O la dirige el Estado o la dirigen los poderes económicos. Estamos en un mundo económicamente organizado por medios políticos, y el que no organiza su economía políticamente es una víctima”.

Capital e ideología en el transcurso histórico

“Lo esencial es romper el silencio, y el agua de los grandes mutismos”

Leopoldo Marechal

No se puede pensar la cuestión portuaria sin comprender el amplio panorama geopolítico que la circunda. Históricamente es necesario definir qué espacio habita un Estado, esa posición es la que pondrá condicionamientos a su instancia política.

En la segunda fundación de Buenos Aires, Juan de Garay manifestó que el río era la “puerta de la tierra”. Esta fue una definición política que estructuró el avance colonial que durante décadas se asentó, principalmente, a los márgenes del Río de la Plata.

En esa línea histórica, Buenos Aires, la ciudad puerto, abrió, a grandes rasgos, la puerta al capital extranjero. El dominio de las redes fluviales, pero también de la estructura geovial, fue determinante para la configuración del dominio comercial, tanto interno como externo en manos del capital imperial, sobre todo británico.

Como describió otro pensador argentino, el ex Diputado John William Cooke, en la década del ’60 al hacer una revisión histórica: “Los puertos marítimos de una densa red de ríos navegables o puntos terminales de todas las comunicaciones y transportes del país, no necesitan gran poder político para prosperar por ello, casi todos se dedican a sus lucrativas tareas económicas, sin preocuparse de construir los cimientos de un poder político nacional, atentos solo a la consecución de su propio bienestar y desentendiéndose del resto del país”.

Este núcleo ideológico va a ser ensalzado por la oligarquía porteña, que permaneció de espaldas al Puerto una vez que sucumbió al encanto comercial que promovieron los fariseos imperiales. La homologación de luchas internas por parte de estos agentes, fueron funcionales a las necesidades de los capitales extranjeros que necesitaban dominar la ciudad-puerto para alzarse con el demonio del tráfico de mercaderías en el territorio y desde allí consagrar el predominio sobre las estructuras geoviales.

Se hace necesario comprender el origen del capital portuario en relación permanente con el demonio ideológico impuesto por la oligarquía porteña. Los muelles, entonces, pasaron a ser propiedad de empresas extranjeras, donde el capital del “imperio” montó su factoría. De esta manera el capitalismo británico definió, al menos por un tiempo, la política en el Río de la Plata, a partir de la concesión extraterritorial propiciada por los actores nacionales.

Cabe destacar que mientras la oligarquía porteña imponía sus estamentos ideológicos, durante el período 1820-1830 se sancionó la Ley de Promoción Portuaria que va a dar origen al empréstito Baring Brothers, en un principio, estaría destinado a la construcción del Puerto de Buenos Aires. Sin embargo, la presión del capital extranjero subordinó al gobierno porteño para que desviara el préstamo y lo destine al Banco de Descuento, que terminará usando el préstamo para entregar créditos a sus clientes.

Llevó años comprender que era necesario reclamar la “soberanía de tránsito” y recuperar, para la conformación del mercado interno y la proclamación de la soberanía comercial, el dominio geovial. La mirada estratégica, nacional e independentista del primer peronismo permitió entonces recuperar independencia para la Nación y articular políticas propias destinadas al desarrollo económico del país privilegiando la producción industrial nacional y afianzando la ubicación táctica del Estado en materia portuaria.

El modelo agroexportador se extenderá hasta la aparición del peronismo en la historia argentina. En su estadio previo a la revolución nacional peronista, el Estado oficiaba como subvencionador de los capitales privados que operaban en la actividad portuaria. De esa manera se subsidiaba a los inversores en materia de infraestructura para garantizar las ganancias de las empresas extra nacionales. Esta modalidad se extendió hasta el año 1943.

Ese año se promovió el decreto 1.860, donde se decidió la estatización y centralización portuaria. Los puertos pasaron a la órbita de la Dirección Nacional de Puertos y de Construcciones y Vías Navegables. En 1947, finalmente, quedaron bajo jurisdicción de la Dirección Nacional de Puertos y Aduanas.

Pero la proyección nacional no duraría para siempre. Una vez derrocado Perón con el golpe de Estado de 1955, la oligarquía tuvo el camino libre para restaurar el viejo orden. El comienzo del fin para el crecimiento portuario independiente se articuló bajo la dictadura de la Revolución Libertadora y se prolongó hasta comenzado el Siglo XXI.

El Gobierno de Arturo Frondizi, por ejemplo, desde el inicio se caracterizó por la ilegalidad social a partir dos ejes centrales: la traición (rompió el pacto que tenía con Perón, exiliado por entonces, que le permitió ganar las elecciones) y por la aplicación de políticas anti nacionales que permitieron la privatización de bienes del Estado, favoreciendo así a los capitales multinacionales, una vez más.

El ajuste no se hizo esperar, miles de trabajadores fueron echados de sus trabajos, el Estado perdió el manejo de zonas estratégicas y la resistencia, encabezada por el Movimiento Obrero, fue violentamente reprimida. Se comenzaba así con un nuevo proceso de descapitalización del país que se extenderá, por los menos, hasta el 2003.

Existe un testimonio explícito de lo que implicaron estas políticas para el sector marítimo, portuario y naval. Desde el Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento, el relato evidencia la dramática situación por la que se transitaba: “La política del gobierno incluyó miles de despidos, fue el comienzo del desmantelamiento de la flota estatal de Dragado y Balizamiento, de los talleres, y de los planteles que mantenían seguras y navegables las redes fluviales y marítimas”.

Antes que Argentina se sumiera en las tinieblas del Golpe de Estado del 76, de la mano del histórico dirigente portuario, Eustaquio Tolosa, se daba forma a la recuperación de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte. Que fue desmembrada por la Dictadura del General Onganía en 1966. Para el año 1972, el dirigente sindical daba cuenta como los procesos históricos se repetían de manera enfermiza en el país. Entonces Tolosa recordó: “Para colonizar el país eminentemente marítimo como el nuestro, se hacía necesario colonizar sus puertos como primera medida y quebrar la fortaleza de los gremios del transporte que constituyen de por sí y por su poderío, la columna vertebral del desarrollo de las naciones”.

Encontramos, de esta manera, que ya en la conformación del país, en épocas remotas, y sobre mediados del siglo XX, la aplicación incipiente de la integración vertical. Este carácter predominante, esta política de dominio del comercio exterior e interior en manos del capital foráneo, tendrá su mayor exposición en la era “modernización del Estado” con el advenimiento sanguinario de la Dictadura Cívico-Militar de 1976.

A sangre y fuego se impuso, una vez más, la extranjerización de la economía y el Puerto volvió a estar en el centro de la escena. Los golpistas impulsaron una nueva reconfiguración del puerto. El desmantelamiento de las conquistas históricas, la caída del salario real, la persecución a dirigentes sindicales, la intervención de sindicatos y obras sociales, la prohibición de protestas y el encarcelamiento de dirigentes, junto a la desaparición forzada de personas, generaron un clima de violencia permanente y de precariedad social que azotó a la clase trabajadora para establecer un disciplinamiento permanente para con el capital.

El mapa sindical, en medio de esa oscuridad política, comenzaba a cambiar. La resistencia a la Dictadura, nuevas formas de organización e integración de solidaridad entre los trabajadores, dieron cuenta de cambios paradigmáticos a partir de un presente extremo y de un enemigo voraz. Los gobiernos del Proceso ahondaron la lógica liberal y signaron la historia con muerte y entrega.

La apertura indiscriminada del mercado de importaciones le dio un golpe de muerte a la industria nacional. El ámbito portuario volvería a ser centro de disputas políticas. Se implantaba así el germen que acabaría definitivamente con el puerto tal cual lo había pensado el peronismo: como factor del desarrollo e integración nacional, regional, continental y mundial.

No obstante, en medio de esos años sangrientos para la clase trabajadora, durante la Guerra de Malvinas el desempeño de los trabajadores del sector fue preponderante. No como defensa de la Dictadura, sino como sentido del Ser Nacional acuñado en la memoria de la solidaridad colectiva del pueblo trabajador, devenido en soldado de la Patria. No obstante, la organización obrera fue fundamental para liderar la resistencia contra el salvajismo de la Dictadura Cívico-Militar. Bajo el liderazgo de Saúl Ubaldini en la Confederación General del Trabajo se organizaron protestas callejeras que fueron sangrientamente reprimidas, pero que a su vez marcaron el rumbo a seguir y así propiciar la derrota del régimen.