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Filippo Bartolotta

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Beschreibung

En estas páginas, un gran experto en vinos explica cómo escoger el «vino preciso», aquel que, en función de sus características y del plato que vayáis a degustar, os provoque más buenas vibraciones, y que esté más en consonancia con vuestra alma; casi como si se tratara de un traje a medida. Así, según cuál sea vuestro perfil, preferiréis un vino que refleje la generosidad y las propiedades nutritivas características de un Ángel o quizá la fuerza y la resiliencia del Guerrero, o puede que os rindáis al insaciable deseo de conocer y aprender del Sabio. Como si de un juego se tratara, descubriréis qué tipo de personalidad os define y encontraréis vuestro vino ideal.

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Portada

Encuentra

tu

vino

Ideal

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tu

vino

Ideal

Filippo Bartolotta

Traducción de Manuel Martí

Portadilla

Titulo original italiano: Di che vino sei?

Autor: Filippo Bartolotta, 2018.

© 2018 by Giunti Editore S.p.A.

Firenze – Milano

www.giunti.it

La edición española realizada por RBA Libros y Publicaciones, S.L.U. ha sido publicada gracias a un acuerdo con Oh! Books Literary Agency.

© de la traducción: Manuel Martí Viudes, 2023.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2023.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: octubre de 2023.

Diseño de cubierta: Estudio Freixes i Pla.

ref.: obdo211

isbn: 978-84-1132-472-4

el taller del llibre•realización de la versión digital

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

Créditos

a daphne y a milo,

que con sus miradas inocentes

me hacen tener

los pies en el suelo,

la cabeza en las nubes

y el corazón en paz

Dedicatoria

9

Contenido

Prólogo 13

Introducción 17

1. Cómo me convertí en un experto en vino 23

2. Viaje histórico-antropológico por el mundo del vino 37

Los antepasados del vino 37

La Edad Media y los monjes sumilleres 40

Las dos principales filosofías productivas 42

El vino en la Edad Moderna 42

Las levaduras y el azúcar 43

Dom Pérignon y el champagne 45

Orilla derecha y orilla izquierda 48

Los desafíos de los vinos misteriosos y el vino

del Nuevo Mundo 49

Los vinos varietales 51

Los Super Tuscans 53

Robert Parker y los 100 puntos 54

Simbología y antropología del vino 56

3. Carácter, filosofía y estilos del vino 61

¿Qué es el vino? 61

La poda en verde 63

El papel de la naturaleza 64

Entre la naturaleza y el ser humano 72

Contenido

10 contenido

La mano de las personas 74

El vino también tiene su filosofía 76

Ecológico, biodinámico y natural 80

¿Y el sulfito? 82

El estilo del vino: vinificaciones 83

Fermentación maloláctica 84

4. ¿Cuál es tu vino? Descrubre tu arquetipo 89

Las variables que hacen errar los parámetros

al sumiller 91

Instrucciones de uso 93

El Inocente 96

El Hombre Corriente 101

El Guerrero 106

El Ángel de la guarda 111

El Amante 116

El Explorador 121

El Rebelde 126

El Creador 131

El Soberano 136

El Mago 141

El Sabio 146

El Burlón 151

5. Cómo hacer que emerja lo mejor del vino 157

Conservar 157

¿Tendida o derecha? 158

Servir 158

Las temperaturas adecuadas 160

Hay tapones y tapones 161

Maridar 162

6. Sumiller en 10 minutos 167

Creed en vuestros sentidos 167

Acerca de la copa 168

contenido 11

Análisis visual 168

Los rosados, un caso particular 169

Variedad de uva y suelo 171

Análisis olfativo 172

Franqueza&Co 175

Análisis gustativo 177

Taninos 179

Test: ¿A qué arquetipo perteneces? 181

Agradecimientos arquetípicos 189

13

PRÓLOGO

POR STEVEN SPURRIER

Conocí a Filippo Bartolotta en 1999, cuando se unió al equipo encargado de la apertura de Vinopolis-City of Wine, en el que habría de ser el famoso Borough Market, el histórico centro del comercio vinícola de la ciudad, a orillas del Támesis y cerca del London Bridge. La pasión que le inspiraba el vino, sus ganas y su habilidad para comunicar las complejidades y los placeres a los aspirantes a expertos me recordaron a mis primeros tiempos en París, mi pequeña enoteca y laAcadémie du Vin que fundé. Al cabo de pocos años, tuve la satisfacción de invitarlo a formar parte de la comisión de catadores inter-nacionales del Decanter World Wine Awards: se las apañó de maravilla. Desde entonces hemos permanecido en contacto y, a la espera del momento propicio para visitar su escuela de cocina MaMa Florence o de poder participar en uno de sus eventos organizados por Le Baccanti, hoy tengo el honor de suscribir este breve prólogo para su libro.

La palabra clave en nuestro mundo moderno es «comuni-cación», hasta el punto de que algo que no se comunica puede decirse que prácticamente no existe. El vino, en cambio, sin duda sí existe —espero que sea un elemento de nuestra co-tidianeidad— y, aunque no hay por qué asustarse frente a la complejidad del tema, para poder comprender los simples (o complejos) placeres del zumo de uva, estos requieren ser explicados. Una vez adquiridos los conocimientos básicos, podemos inaugurar una vida de satisfacción sin límites. Creo

Prólogo por Steven Spurrier

14 prólogo

firmemente en aquel dicho que reza «un día sin vino es un día sin sol», y estos días estoy dando los últimos retoques a más de cincuenta años de experiencia bajo el simple título Wine – A Way of Life.

En el presente libro, Filippo acompaña al lector en su viaje personal por el vino —antes de concentrarse en el viaje histó-rico que ha recorrido el propio vino, desde el pasado más re-moto hacia el futuro— y formula la pregunta fundamental: «¿qué es el vino?». Al hacerlo, afronta el problema de la con-flictiva relación entre naturaleza e intervención humana, y está en lo cierto: sin la intervención del ser humano no ten-dríamos todos esos célebres terruños que existen hoy en día. Por lo demás, esta idea remite a mi visión personal, que se resume en que el vino está compuesto por tres P: el País (la tierra), y las Personas, que juntas crean el Producto.

En mi opinión, el capítulo más fascinante y novedoso es «¿Cuál es tu vino? Descubre tu arquetipo». Dime lo que co-mes y te diré quién eres, sentenciaba Brillat-Savarin en el si-glo xviii, pero nunca hasta ahora la relación entre el vino y las personas había sido tan singular. «La idea se me ocurrió des-pués de haberme pasado tantos años enseñando lo que sé de vinos y de descorchar infinidad de botellas con personas pro-cedentes de todo el mundo», explica Filippo. Teniendo en cuenta que fue el sumiller personal de Barak Obama y de su familia con ocasión de una cena en la Toscana, en la primave-ra de 2017 —durante la cual maridó el increíble menú de Massimo Bottura con una selección personal de vinos italia-nos—, me pregunto en qué categoría habría situado al primer presidente mestizo de Estados Unidos.

El libro concluye con un capítulo que explica cómo con-servar y servir el vino: puede parecer fácil, pero quien se tome a la ligera estas reglas esenciales puede acabar organizando un auténtico desastre en la mesa. Al final, con el capítulo «Su-miller en 10 minutos», Filippo introduce al lector entre las bambalinas de la degustación del vino. En su momento, el

prólogo 15

gran Michael Broadbent me guio a mí en el mismo viaje con el libro —breve a la par que fundamental— Wine Tasting.

El proceso se explica en unas pocas páginas, pero, una vez aprendido, ya no se olvida jamás.

Siempre he dicho que la única diferencia entre beber y de-gustar vino reside en «prestarle atención». Prestad, pues, aten-ción al fantástico libro que tenéis en las manos: os compensará con creces.

17

introducción

¿Cuántos de nosotros no hemos tomado un vino que nos ha gustado muchísimo y después no recordábamos cuál era? ¿O, peor aún, redescubrir su etiqueta y al volver a probarlo percatarnos de que no era el vino que recordábamos?

Bebemos «arquetipos» —del griego archè, principio, y ty-pos, modelo— que nos son revelados en distintas circunstan-cias. Según Carl Jung, uno de los padres del psicoanálisis, el ser humano nace con una serie de ideas preexistentes a la pro-pia experiencia, teoría esta que ya había sugerido Platón. Di-chas ideas conforman el escenario básico de la vida humana. Mitos de culturas lejanas entre sí, sueños de pueblos situados en extremos opuestos del mundo se repiten constantemente, y, sobre todo, con el mismo significado, aquí y allá.

Cuando digo que bebemos arquetipos, me refiero a aque-llo que intuyó Ernest Dichter, el psicólogo que entre los años treinta y cincuenta del siglo xxintrodujo las teorías psicoana-líticas en el mundo del marketing. Ditcher comprendió que la gente no escoge un jabón por su aroma, sino por la personali-dad que expresa.

Y el vino, ¿qué personalidad tiene? Las tiene a montones, exactamente igual que el ser humano. La teoría junguiana de los arquetipos y sus sucesivas elaboraciones nos permiten, ¿cómo lo diría?, delimitar el campo. Inspirándonos libremen-te en el modelo de los doce arquetipos de Pearson & Mark, podemos reducir también a doce las personalidades de un

Introducción

18 introducción

vino entre las cuales podemos escoger: el Inocente, el Hombre Corriente, el Guerrero, el Explorador, el Rebelde, el Creador, el Soberano, el Mago, el Sabio, el Burlón.

Desde estos modelos, el mundo del vino resultará más fácil de explorar, y también será más fácil dar con aquello que os inspira. Conocer vuestro arquetipo de referencia —o el de la persona a la que va destinado el vino— os ayudará a escoger no solo sobre la base de la puntuación de una guía o de las opiniones de una revista, sino de sugerencias y cualidades mu-cho más personales; por ejemplo, podréis optar por un vino que refleje la generosidad o las propiedades nutritivas del Án-gel de la guarda, la fuerza y la resiliencia del Guerrero o el insaciable deseo de conocer y aprender del Sabio.

Tendréis la tentación de veros reflejados en más de uno de estos doce modelos a la vez, o bien podrá pareceros que el modelo en cuestión resulta excesivamente restrictivo para vuestra per-sonalidad. Lo cierto es que, si profundizáis, descubriréis dos cosas importantes: la primera es que con toda certeza pertene-cemos a un solo modelo de la lista; y la segunda, que todos los arquetipos están presentes en cada uno de nosotros. Es decir, que cada individuo tiene una estructura de base, pero ante distintas situaciones pueden activarse otros arquetipos y pro-piciar con ello un auténtico viaje de descubrimiento. Por ejemplo, un Explorador o un Sabio que lean La Cenicientaverán reflejado el arquetipo del Amante en la obra. Al Sabio que mira la serie Breaking Badse le activará el arquetipo del Rebelde; y un anuncio donde salvan a un niño de un posible accidente despertará en nosotros el arquetipo del Héroe.

El cine, la literatura, la música, el teatro e incluso la publi-cidad nos emocionan porque incluyen distintos arquetipos que reconocemos y que, de un modo u otro, ya hemos vivido. Lo mismo sucede con el vino. Podemos sentir una mayor in-clinación por los vinos del arquetipo del Rebelde, pero de vez

introducción 19

en cuando nos apetece tomar un vino del Hombre Corriente porque el cuerpo nos pide algo más simple, o decidirnos por vinos del Amante porque queremos causar sensación.

Además, también debemos tener en cuenta el momento en que vamos a escoger un vino. La elección plantea un dilema irresoluble a menos que seamos sumilleres o expertos catado-res. Pero incluso los expertos, si tienen que hacer un regalo, tendrán sus dudas: este es el mejor barolo del mercado, pero ¿le gustará a mi amigo?

Este libro no pretende ser un estudio erudito del vino —por lo demás imposible de abarcar en un solo libro— sino descubrir los distintos factores que definen su carácter. En otras pala-bras, trazaremos un recorrido por el conocimiento de vuestro paladar a partir de vuestro carácter —o, mejor dicho, de vues-tro arquetipo— y, especialmente, descubriremos las caracte-rísticas/arquetipos de los vinos y de las distintas variedades de uva.

También podríais seguir consultando las puntuaciones y leyendo las reseñas de los expertos, pero estaríais en el lado del conductor, porque una puntuación de 100 sobre 100 otor-gada por el crítico más célebre del mundo a un cabernet sau-vignon con un fruto hiperconcentrado, alcohólico y estructu-rado sería del gusto de un Soberano, que tiende a utilizar el poder como estrategia, pero no despertaría el interés de un Sabio, atraído por un vino más lírico, silencioso e intelectual. Al igual que sucede con las personas, los vinos también pueden perfilarse en función de ciertas tipologías arquetípicas. Obvia-mente, tanto el vino como los seres humanos son mucho más que ese perfil, pero contar con un modelo de referencia para comprender qué tipo de persona somos o qué tipo de vino nos gusta más es un buen punto de partida. Cada cual puede em-pezar por donde quiera. Por ejemplo, podéis comenzar afir-mando lo que no sois y lo que no os gusta, y así definiréis los

20 introducción

límites de la identidad de vuestro paladar. Si, por el contrario, quisiéramos actualizar la exhortación que aparece inscrita en el templo de Apolo, en Delfos, y que retomaría Sócrates —«Conócete a ti mismo para conocer el mundo»—, podría-mos decir: «Conoce tus vinos para conocerte a ti mismo».

Describiremos los rasgos más destacados del carácter de un vino para poder ver reflejado en él algo de nosotros, y fi-nalmente beber aquello que más nos guste.

Tambiénidentificaremos algunos parámetros con los que poder orientarnos para entender un determinado vino. Por ejemplo, conociendo la influencia de la latitud y la altitud en el vino, podré saber si me gustan más los vinos del norte o los del sur. Por no hablar de la madera: ¿me gustan los vinos en barrica o prefiero vinos más frescos? ¿Prefiero tomar un vino joven de perfil suave y vivaz, que desprende un aroma a pa-seo primaveral por un prado, o bien un vino añejo que, cuando cierro los ojos, es como si estuviera buscando setas y trufas en un bosque otoñal al que me siento transportado? ¿Mi paladar se inclina más por vinos con una textura tánica tan densa que me parece poder masticarlos o se inclina más por los que aca-rician, como si fueran de seda y terciopelo?

Embarcados en un viaje que dura ya ocho mil años, nos de-tendremos en los principales hitos que han transformado el vino. Recorreremos de nuevo sus pasos desde los orígenes hasta la actualidad, arrojando algo de luz con algunas incur-siones técnicas para comprender en qué medida ha influido el ser humano —y la naturaleza— en este fluido mágico.

Conocer un poco más del tema sin pretender saberlo todo es la mejor forma de acercarse al vino íntimamente y, al mis-mo tiempo, respetarlo, comprenderlo y amarlo más.

Este paseo también nos ayudará a conocer el lenguaje del vino, para poder dialogar de un modo más desenvuelto con nuestro paladar y tratar de definir y catalogar algunos vinos

introducción 21

que se ajusten a un determinado modelo —o arquetipo— al que podremos recurrir en cualquier momento.

Reagruparé los vinos en este modelo empírico, organizán-dolos por tipologías y estilos productivos, y también indicaré algunas denominaciones y etiquetas específicas en las que se ven reflejados los distintos arquetipos. Por ejemplo, ¿sientes debilidad por un barbaresco del viñedo de Rabajà de 1978, o por un brunello de Montalcino de 2010, potente, con sabor, mineral, cuyos taninos restituyen la fuerza de las arcillas plio-cenas? A este dilema deberá enfrentarse el Amante. En cam-bio, al Hombre Corriente o al Ángel de la guarda los seducirá el fruto solar de un morellino de Scansano, o el paladar suave y redondo de un merlot maduro, posiblemente sin demasiada barrica, unos vinos que casan perfectamente con una pizza frente al televisor. Y si, por poner un último ejemplo, os atrae la potencia alcohólica, la expresión de la fruta y la estructura tánica de un taurasi o un primitivo, entonces es probable que debáis echar un vistazo al perfil propio de alguien fuerte y hábil como el Guerrero, o de alguien que está dotado de sen-tido de la responsabilidad y capacidad de liderazgo como el Soberano.

Gracias a mi experiencia como docente y comunicador del vino he descubierto que existen algunos paladares a los que les gustan sobre todo unos vinos en particular. Y, al observar a ciertas personas que no conocen el vino mientras escuchan a los expertos, siempre he detectado cierta suspicacia y escepti-cismo hacia quienes describen una experiencia sensitiva per-sonal como si fuera objetiva y absoluta. Ahora bien, yo siem-pre me he esforzado en buscar un lenguaje más simple. No resulta fácil, pero, situando en el centro a la persona que de-gusta antes que al vino o a nuestro paladar de docentes, esta persona entrará en contacto con el vino de un modo más in-mediato. De ahí que la táctica de emplear metáforas de perfi-

22 introducción

les arquetípicos de personalidad para describir un vino haya empezado a abrirse paso en mis clases de forma espontánea, sin que me diera cuenta de que estoy utilizando un modelo de referencia accesible a todo el mundo: el vino descrito median-te tipologías de carácter y no solo de gusto. Porque, si bien es cierto que no todos conocen a fondo sus propios sentidos ni todos saben expresar plenamente los sabores que más les gus-tan o que reconocen en un vino, en cambio todos intuyen quién es el Sabio o el Guerrero, el Hombre Corriente o el Rebelde. Dicho de otro modo, no hablaremos solo de dulce, seco, suave o astringente, ni nos limitaremos a las posibles asociaciones entre la comida y el vino, sino que predominan-temente nos referiremos a las asociaciones entre el vino y la personalidad.

Si bien hasta hoy había empleado descripciones genéricas de las distintas personalidades para ayudar a miles de apasio-nados del vino a que hallasen su propio paladar, cuando mu-chos de ellos me pidieron que escribiese un manual sobre vino tuve que llevar a cabo un esfuerzo de catalogación más preci-so. Por eso recalé en la teoría de los arquetipos, que me gusta especialmente porque trasciende las fronteras de la edad, la procedencia, la educación, la profesión, el credo religioso y el género.

Pero, para hablar del carácter arquetípico de un vino, es necesario conocer mejor el vino en sí, y posiblemente también sea preciso conocer algo más de nosotros mismos, aunque solo sea en lo referente a nuestros sentidos.

Eso fue lo que me sucedió a mí en mi viaje de descubri-miento del vino, al cual aludiré brevemente para contaros cómo me convertí en un experto, aunque soy consciente de que este viaje no terminará nunca.

23

1

Cómo me convertí en un experto en vino

No existe un camino fijo para convertirse en experto en vino. La mayor parte de aquellos a los que conozco siguieron ca-minos muy distintos, y algunos de los expertos por los que siento más aprecio ¡son pianistas, filósofos o banqueros!

La pasión puede nacer de distintas semillas, desarrollarse cursando un programa de estudios específico, o cultivarse en paralelo, como una vía secundaria, y después tal vez dar un giro hacia lo profesional. Lo cierto es que el vino incluye tan-tas disciplinas y abarca tantas regiones del mundo que para convertirse en experto no basta con realizar un curso, hay que hacerse a la idea que se trata de una auténtica aventura a cuya llamada debemos responder. Una aventura que no culmina cuando hemos aprendido cómo se sostiene una copa en la mano o somos capaces de recitar de memoria todas las deno-minaciones de origen.

Desde luego, existen estudios universitarios, como Agro-nomía o Enología, para aprender a elaborar vino, y licencia-turas de carácter empresarial para trabajar en el ámbito del marketing y del comercio, o cursos de sumiller para aquellos que quieran trabajar en contacto con el público. También existen programas de estudios casi imposibles de llevar a tér-mino como los de Master of Wine o Master Sommelier —que cuentan con menos de trescientos representantes de cada ca-tegoría en todo el mundo— que os podrían abrir el camino hacia alguno de los sectores enológicos en los que eligierais

Cómo me convertí en un experto en vino

24 encuentra tu vino ideal

trabajar. Son posibilidades que pueden enriquecer algunas fa-ses de vuestra aventura, pero esta se articulará en muchos capítulos, de los que el académico sería uno de tantos. Luego están los encuentros con los productores, las botellas descor-chadas en los momentos menos adecuados, los maridajes na-cidos de forma imprevista con personas que no conocíais...

Vuestro viaje siempre será distinto de cualquier otro, por-que cada botella es diferente en cada momento, porque vues-tro paladar seguirá un recorrido totalmente único y cambiará a la par que lo hacéis vosotros.

Mi intención no es únicamente compartir con vosotros cuanto conozco acerca del vino, sino ayudaros a que prenda la chispa de la pasión, de modo que os guíe a lo largo de un proceso de descubrimiento de vuestros sentidos, de vuestro paladar y, por consiguiente, de vuestros vinos preferidos.

Y ahora os diré cómo fue mi viaje.

Al concluir mis estudios universitarios de Economía y Comer-cio en Florencia, y después de haber cursado durante un año Marketing Internacional en Holanda, aún tenía pendiente de escribir la tesis. A finales de los años noventa, las tesis de in-vestigación duraban alrededor de un año y yo ya no podía más. Así que me pregunté qué podría motivarme a prolongar mi estancia en la universidad.

No me había percatado de que mi «llamada» ya había he-cho acto de presencia unos años atrás, gracias a una de esas extrañas criaturas de la noche que conocí durante una velada con los amigos en Florencia. Arnaldo era un hombre que ron-daría la cincuentena, y nosotros formábamos un grupito de veinteañeros que se había pasado la noche bebiendo cerveza y vino de la casa en alguno de esos pequeños locales con música en vivo. Arnaldo era (y sigue siendo) uno de esos que se atre-ven a hablar con cualquiera, un hombre con una intuición tan aguda que parece que te lea la mente. Su casa frente a las

cómo me convertí en un experto en vino 25

Capillas Mediceas era un puerto de mar, y su bodega, el lugar donde solazarse. No fue hasta unos años después de frecuen-tarlo cuando empezamos a comprender que habíamos toma-do unas botellas increíbles, algunas de ellas carísimas, que por nuestra condición de estudiantes jamás nos habríamos podi-do permitir.

Las cenas de Arnaldo me impulsaron a escribir una tesis sobre la teoría del comercio del vino y decidí que me la diri-giera un profesor del curso de Economía y Política Agraria. El profesor aceptó y yo empecé a estudiar. La historia, los aspec-tos antropológicos y la simbología que hay tras el vino fueron lo que captó mi atención más que cualquier otra cosa. Cuanto más avanzaba en la lectura y en la escritura, más sentía ese vínculo ancestral entre la tierra y el vino, que mi abuelo me transmitía con toda naturalidad al final de cada verano, cuan-do nos reuníamos en una casita de la campiña florentina para tomar un chianti artesanal en familia.

Durante aquellos días de septiembre veía cómo los adultos seguían obedientemente al abuelo a la vendimia. Se pisaba la uva en las piletas abiertas, probábamos el mosto aún tibio, y después, al cabo de unas semanas, ya había alguna botella dis-puesta para ser probada.

La felicidad de los adultos quedó grabada en mi memoria, junto con la fascinación que me producía poder probar aquel zumo que habíamos contribuido a transformar de uva en vino.

Con el paso de los años viví otros momentos catárticos en compañía del taciturno abuelo Yoda —un metro cincuenta y cinco de arrugas y sabiduría— que han ayudado a hacerme ver el vino como un producto mágico. Como cuando, al saltar de un albaricoquero, me corté la mano y, antes de ir al dispen-sario, ¡me desinfectó la herida con vino y me tranquilizó dán-dome un buen trago! Durante mis primeras investigaciones sobre el vino y su historia pude confirmar que mi abuelo solo estaba reproduciendo unos gestos que llevamos repitiendo des-

26 encuentra tu vino ideal

de hace miles de años. El vino puede ser una sustancia medi-cinal para el cuerpo, y también para el alma.

Mi viaje por el mundo del vino parecía ya imparable, pero entonces empecé a perderme en el laberinto del conocimiento. El profesor me pidió que le diera a mi tesis un enfoque más económico y menos histórico, pero ya era demasiado tarde. El carácter ancestral del vino se había convertido en el motor de mis investigaciones. Y era lo que más me apasionaba. Ahora tenía una misión: conocer el vino de cerca, probarlo y apren-der cuanto hubiera que aprender. Comprendí que el vino era el pegamento humano más extraordinario, un lubricante so-cial, un catalizador de cultura. Recuerdo mi confusa tentativa de convencer al profesor de que precisamente por esos aspec-tos el vino se estaba reafirmando como un producto cada vez más codiciado. Pero fue en vano: insistió en que tenía que cambiar de rumbo e investigar las tendencias del sector. Desa-lentado por la interrupción de mis investigaciones, aparqué mi tesis durante un par de meses. Entonces oí hablar de un proyecto para poner en marcha la primera ruta del vino chianti Rufina y Pomino, que además sería la primera de Ita-lia. Al día siguiente fui a ver al profesor con el índice de mi tesis de marketing territorial basado en los factores antropo-lógicos como la base sobre la que construir la comunicación del vino.

Desde aquel momento entré oficialmente en el mundo del vino. Estaba motivadísimo, ¡la universidad me había encarga-do un proyecto de investigación que me permitiría entrar en contacto con decenas de productores!

Aún recuerdo aquella sensación tan extraordinaria de te-ner a mi alcance tantas posibilidades: podría conocer directa-mente a las personas que elaboraban el vino. En aquella épo-ca, el vino no estaba de moda como ahora, y casi todas las bodegas estaban cerradas al público. Empecé a catar vinos, a

cómo me convertí en un experto en vino 27

seguir los trabajos en la viña y los procesos en la bodega. Va-mos, que ya no era a través de los libros, sino que aprendía directamente sobre el terreno. Sin embargo, sentía que me fal-taban algunas nociones básicas para poder sentarme a la mesa con los productores y decidí cursar unos de los primeros más-teres sobre vino en la Enoteca Italiana de Siena; pasé la prue-ba de admisión y las puertas del análisis sensorial se abrieron de par en par para mí.

Me gradué en la primavera de 1999 y poco después me enteré de que en otoño abriría sus puertas Vinipolis, en Londres, el museo del vino más grande jamás creado. Envié mi currícu-lum y, para mi gran sorpresa, me llamaron para participar en un coloquio como responsable de marketing. Motivado tam-bién por la búsqueda de Lucia, mi amor perdido, que se había marchado a Londres unos meses atrás, hice las maletas. Du-rante la entrevista de presentación me di cuenta de que mi inglés no servía ni para lavar platos (exagero), así que ya po-déis imaginaros para trabajar en el departamento de marke-ting de una empresa con trescientos empleados.

Me ofrecieron un puesto como sumiller en el museo, pero en principio lo rechacé por mi orgullo de ser licenciado y po-seedor de un máster, ambos recién adquiridos: ¡imaginaos qué pinta tendría, con aquel uniforme que incluía un absurdo chaleco azul celeste de rayas negras!

Parecía lo contrario de Mafalda en aquella tira, cuando la hacen salir a la pizarra y mientras se acerca se la ve chiquita y temerosa, pero, después de haber respondido correctamente, regresa a su pupitre sintiéndose una giganta. En resumen, ha-bía partido la mar de pomposo por mi licenciatura, por mis estudios y por la seguridad que me proporcionaba venir del país con mayor producción de vino del mundo, y me encon-traba sin trabajo, con la sensación de ser un patito feo, al borde de una depresión y con un inglés que hacía aguas. Ah,

28 encuentra tu vino ideal

me olvidaba: entretanto, Lucia me había dejado. Pero, a pesar de tantos reveses, en Londres la llamada a la aventura del vino no se desvaneció.

Al cabo de tres meses durmiendo en el sofá de unos amigos escoceses, se me acabaron el dinero y el orgullo y volví a lla-mar a la puerta de Vinopolis, donde por suerte aún había una plaza de sumiller con chaleco. Entonces no me pareció un gran avance, pero años más tarde comprendí que aquel día mi vida cambió para siempre.

El museo, ubicado bajo los arcos victorianos de las vías ferro-viarias de Borough Market, entonces un barrio poco recomen-dable próximo al London Bridge, esperaba miles de visitantes al año debido a la inminente apertura de la Tate Modern un poco más abajo, a orillas del Támesis. Pero solo unos cientos de visitantes se presentaron a las puertas del museo. Nuestro equipo, compuesto por treinta y cinco sumilleres provenientes de todos los rincones del planeta, tenía que descorchar los tres-cientos cincuenta vinos